La política es el terreno de los conflictos en el presente y su relato está siempre bajo sospecha de parcialidad porque no es infrecuente que forme parte del mismo conflicto que narra. Cuando el presente se convierte en pasado la política quiere hacerse historia y su relato pretende ser más distanciado, con ínfulas de científico. Hace ya siglos que Giambattista Vico en su Ciencia nueva propuso recurrir a la historia para dar carácter científico a la política.
Pero la historia es tan poco de fiar como la política a la que quiere socorrer. Presente y pasado son categorías difusas. Nadie sabe cuándo el presente se convierte en pasado (y, por lo tanto, susceptible de ser narrado con relatos "científicos", no conflictivos) por la misma razón por la que nadie sabe cuándo x granos de trigo constituyen un montón de trigo. Solemos admitir (y tengo mis dudas) que la invasión sarracena en 711 es pasado, o la batalla de Lepanto. Pero ¿son pasado las guerras carlistas? ¿Y la Dictadura de Franco? ¿Y las legislaturas con gobiernos socialistas bajo la presidencia de Felipe González en la última de las cuales se produjo la famosa pinza entre IU y el PP con el fin de acabar con los gobiernos socialistas?
Digo lo anterior porque hace poco he leído un par de artículos negando que tal pinza haya existido y tratando de pasar la negativa como cuestión cerrada de la historia, igual que cuando se dice que la Edad Moderna comienza al caer el Imperio Bizantino. Se trata de una argucia más para ocultar la tal pinza como de ocultarla trataron siempre los que la pusieron en marcha ya que hasta ellos se daban cuenta de que algo tan estúpido e inmoral sólo podía defenderse negándolo tajantemente.
Pero los hechos no pueden negarse. Pueden tergiversarse pero no negarse. La pinza fue, es y seguirá siendo un hecho hasta el fin de los tiempos cuya iniciación formal relata la periodista Esther Esteban, entonces en El Mundo, en un libro titulado El tercer hombre. Pedro J., la pesadilla de Felipe González en donde da cuenta de una cena a la que el pesadilla invitó a los señores Anguita y Aznar en su casa con el fin de que acompasaran y coordinaran sus acciones para derribar por fin al "César González" bajo la admonición del gran Gibbon, sin que nadie haya desmentido este encuentro ni su contenido. En aquella cena el señor Anguita apareó su acción en contra del PSOE a la del señor Aznar, el hombre que luego metería a nuestro país en la guerra del Irak en la que murió el hijo del señor Anguita que era corresponsal de El Mundo. La historia tiene vueltas verdaderamente trágicas.
Esa coincidencia, esa pinza, es un hecho incontrovertible. El beneficio que las partes pretendían obtener con ella era obvio: el señor Aznar quería sustituir al señor González; el señor Anguita quería conseguir lo que erróneamente llamaba el "sorpasso", esto es, que IU aventajara en votos al PSOE; y el señor Ramírez quería quedar como el gran trujimán del triunfo del PP. El primero y el tercero obtuvieron lo que querían: el señor Aznar gobernó España entre 1996 y 2004 con los métodos y resultados de todos conocidos y los que quedan por conocer... en sede judicial. El señor Ramírez también consiguió lo que quería inmortalizándolo en la famosa "foto del balcón de Carabaña", aunque sus réditos posteriores no fueran óptimos. El único que se quedó en la estacada fue el señor Anguita al que los otros dos habían engañado apoyándose en su fabulosa vanidad y su falta de experiencia. Un fracaso que está en la base de la paulatina decadencia de IU, formación que si en las elecciones de 1996 lograba casi el diez por ciento del voto y diez y nueve diputados en las de 2000 bajaba ya al 5,54 por ciento y ocho escaños, propiciando la retirada del señor Anguita ante lo que ya se veía venir: el definitivo descalabro de la formación que luego se ha materializado.
Desde luego, los artífices de esta pieza maestra de confabulación estaban interesados en que no se conociera, haciendo cierto una vez más aquel penetrante aviso de Kant de que todo aquello que afectando a las cosas de los seres humanos no puede hacerse público está mal. Pero era inevitable que se supiera y así terminó siendo.
Quienes siguen interesados en negar la existencia de la pinza esgrimen como único dato en contra que la cantidad de votaciones parlamentarias en las que el PP y el PSOE coincidieron en aquella legislatura de 1993-1996 fue superior a las que se dieron entre IU y el PP. Es un argumento irrisorio que sólo cabe defender de mala fe ya que la alternativa es la ignorancia supina. La acusación de pinza hace referencia a la coincidencia entre PP e IU en un objetivo común de derribar a Felipe González y no postula ningún otro acuerdo en nada más. Hasta el señor Anguita, que reconoce la existencia de la pinza, establece esa diferencia: Coincidíamos en pedir la dimisión de Felipe González. Pero hay dos cosas que nos diferencian: Aznar le pide a Felipe que dimita y convoque elecciones, y yo pensaba que Felipe tenía que dimitir, pero sin elecciones, que gobernara otro líder de su partido.. Es obvio que en materia de régimen legislativo ordinario habrá más coincidencias entre PP y PSOE pero eso no quiere decir nada (y menos que nada, ¿verdad? que hubiera una pinza PSOE-PP) y lo decisivo aquí no es la cantidad sino la calidad dado que las coincidencias entre IU y PP se daban en las peticiones políticamente importantes para poner en aprietos al PSOE, comparecencias, peticiones de dimisión, reprobaciones, interpelaciones. Coincidencia al ciento por ciento. Lo demás es hojarasca para engaño de incautos. Y eso sin contar con que la actividad parlamentaria no agota la política de un partido y menos de uno como IU que llevó esa coincidencia a todos los terrenos. Por lo demás, el propio Anguita lo reconoce, justificándolo, claro y matizando que él no fue responsable de la derrota del PSOE: «Jamás me he arrepentido de la famosa pinza. No podíamos ser cómplices del robo, de las torturas, de la cal viva, porque fuera un partido de izquierdas quien lo hacía. No podíamos ser cómplices con nuestro silencio, aunque luego se haya engañado a los ciudadanos diciendo que Anguita fue el responsable de que el PSOE perdiera. No es cierto, el PSOE perdió porque era lo contrario a la honestidad, la honradez y a lo que debe ser un partido de izquierdas. El que comete un crimen es un criminal, y nosotros no podíamos mirar hacia otro lado.»
(La segunda parte de esta interesante entrada, mañana, lunes).
(Las imágenes son una foto de Fundació Pere Ardiaca y otra de Óscar Espiritusanto, ambas con licencia de Creative Commons).