Sólo falta que el Anti-Cristo anuncie su llegada si es que no está aquí disfrazado de crisis para ir al paso de los avances de la ciencia. Tan fuerte es aquella que baja hasta la compra de lotería, tradicional refugio de los pringaos. Babilonia se hunde. El Vice electo de los EEUU afirma que su país está al borde de la quiebra, como si fuera la España de Felipe II o de Felipe IV o de Fernando VII o del invicto Caudillo. Y el Gobernador del Banco (sic) de España (sic) dice que la crisis es peor que la de 1929. Ojo clínico el de MAFO y diagnóstico precoz, voto a tal. Da gusto el optimismo que irradian los próceres. Menos mal que el señor Rodríguez Zapatero cuenta con que empezaremos a remontar en la segunda mitad de 2009; un consuelo viniendo del mismo que advirtió que había crisis cuando ya no quedaba dinero para pagar a los ujieres de La Moncloa.
¿Alguien recuerda que tras el hundimiento del comunismo íbamos a entrar en un siglo de ventura y prosperidad, que la historia iba a acabarse? Ya no queda un hueso sano a la doctrina neoliberal. Considerando este desastre planetario se ve que tal doctrina, expuesta con insufrible suficiencia por sedicentes expertos no era propiamente una doctrina sino un conjunto de memeces. Cierto que los neoliberales insisten en que la crisis no es debida a la falta de regulaciones sino a su exceso. Pero es que la memez es inasequible al desaliento y a las pruebas empíricas.
Es verdad que la crisis no se se debe tan sólo a cuestiones económicas sino que también (y acaso principalmente) se debe a cuestiones morales: el afán de lucro, la codicia, la avaricia, la falta de escrúpulos, el ansia de rapiña, la insolidaridad, el espíritu delictivo, la ausencia de toda norma moral. Habría que impulsar una reconstrucción moral de la especie, cosa nada fácil porque no hay sistemas conceptuales, racionales, ideológicos que puedan acometerla. Muy de evitar al respecto son las recetas ya prestas de la Iglesia que avanza a paso de carga con su fórmula mágica: no follar, resignarse y obedecer al mando.
A la izquierda le ha caído sobre la cabeza la crisis general del capitalismo sin tener no ya una alternativa preparada para ofrecer como salida sino siquiera una mínima capacidad analítica para comprender la crisis y explicársela a sus desesperados seguidores. Lo extraño de Atenas es que el ejemplo no se haya extendido a otras capitales europeas y no europeas en las que hay tantos o más motivos para salir a la calle a bofetadas con todo lo que huela a oficial, Estado, poder, gobierno, institución o dirección.
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