dilluns, 24 de novembre del 2008

El famoso auto del juez Garzón.

Por fin encontré tiempo para leer atentamente el último auto del juez Garzón por el que responde al escrito de impugnación del fiscal señor Zaragoza y se inhibe en el conocimiento de la causa por los crímenes del franquismo en favor de los órganos jurisdiccionales territoriales competentes. De entrada debe decirse que si el primer auto por el que ordenaba diligencias previas al pronunciamiento sobre su competencia era magnífico, éste lo supera con creces. Es una pieza extraordinaria tanto en lo jurídico como en lo político y lo histórico. Espero que todos los publicistas y opinantes que ensalzaron el escrito de impugnación del fiscal Zaragoza en su día diciendo que había destruido las argumentaciones del juez Garzón salgan ahora en su auxilio porque va a necesitarlos y mucho.

Por fortuna no es el caso de Palinuro porque de las diversas entradas que ha dedicado a este apasionante asunto de los crímenes contra la humanidad cometidos por los franquistas que gobernaron el país cuarenta años la del 21 de octubre pasado titulada La Ley y la Justicia y la del 24 del mismo mes titulada Blogorismo de la pelea (II): Garzón contra el fiscal sostenían que el escrito del fiscal era muy inferior al del señor Garzón, contradictorio e irrelevante y que no hacía otra cosa que repetir los argumentos de aquel con el signo cambiado y demostrar que algunos ni los había entendido. El nuevo auto del señor Garzón que puede consultarse íntegro en Público, hace añicos el escrito del fiscal demostrando que, además de incongruente, inconsistente y contradictorio, rompe el principio de unidad del Ministerio Público puesto que adopta actitudes contrarias a las defendidas por ese mismo Ministerio en otros procedimientos de idéntico contenido. Repito: aquellos que se quedaron embobados con la sapiencia jurídica del fiscal Zaragoza, ¿tienen algo que decir de la refutación del señor Garzón?

Se recordará que también hubo ilustres publicistas que salieron a decir que el señor Garzón desbarraba, a lo que Palinuro contestó con otra entrada de siete de noviembre titulada No, Garzón no desbarra. Todo eso parece ahora muy lejano. De la lectura del auto del juez Garzón se sigue que en los cuatro puntos esenciales contenciosos del asunto, los que verdaderamente nos interesan desde el punto de vista moral y político, él tenía razón: a) los delitos de los franquistas entre 1936 y 1951 son crímenes contra la humanidad; b) no han prescrito; c) no ha cuestión al principio de irretroactividad de las normas penales; d) la Ley de Amnistía de 1977 no es de aplicación. Y lo prueba con una contundencia más allá de toda duda.

Al propio tiempo, al declarar extinguida por fallecimiento la responsabilidad penal de Francisco Franco y sus cómplices, el juez Garzón se inhibe en favor de la jurisdicción ordinaria. Supongo que tiene razón y lamento mucho que lo haya hecho. Me pregunto si la dicha extinción es causa suficiente para la inhibición o si, manteniéndose que los delitos se cometieron, que fueron contra la humanidad y que en el proceso penal debe prevalecer siempre el derecho de las víctimas a la reparación, no debiera haber defendido su competencia. Sobre todo porque, como es de imaginar, al fragmentar la causa territorialmente habrá juzgados que cumplan y otros que no lo hagan.

De todas formas eso es también ya cosa de segundo orden porque el auto en cuestión plantea por fin a las claras un asunto, hasta ahora oculto, de una importancia decisiva, una verdadera bomba política que está llamada a alterar todo el planteamiento de esta cuestión: los niños secuestrados, robados por los franquistas y recluidos en centros oficiales o entregados a familias adeptas al régimen, los miles de niños a quienes robaron sus señas de identidad. Un asunto que nadie se había atrevido a plantear en sede judicial hasta la fecha y que tendrá consecuencias.

Es en conexión con este terrible asunto de los niños robados donde el auto del juez Garzón presenta testimonios espeluznantes como las citas textuales del Dr. Vallejo-Nágera, psiquiatra oficial del régimen que, con autorización de éste, hizo experimentos entre los reclusos en los campos de concentración para demostrar su idea "de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental (...) pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación total de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad ded plaga tan terrible" (pág. 14 del auto). Este canalla estaba convencido de que tenía que haber relaciones "entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político democrático-comunista" (pág. 19 del auto).

Por fortuna para la causa de la justicia, el proceso que ha puesto en marcha el juez Garzón ya no se podrá detener. El Gobierno tendrá que activar la aplicación de la llamada Ley de la Memoria Histórica. Pero asimismo es magnífico que el señor Garzón lo haya abierto. Su juzgado ha declarado extinguida por razón de fallecimiento la responsabilidad criminal de Francisco Franco y unos cuantos secuaces más. Eso es lo que se ajusta a derecho. Pero ajustado a derecho ha quedado claro ya en sede judicial que Francisco Franco y sus secuaces fueron un grupo de delincuentes autores de crímenes contra la humanidad. Presuntamente, claro. Que quienes hablan en público y se refieran al "anterior Jefe del Estado" sepan de quién están hablando.

Ahora, además, el procedimiento ha entrado de lleno en el terreno político, en donde la discusión se hace apasionada. He leído una furibunda diatriba antigarzoniana en el blog de Joaquín Leguina, en una entrada titulada Muertos y sepultura en la que, además de arremeter contra el juez Garzón con argumentos ad hominem inadmisibles, estructura su posición atacando en cuatro apartados que él llama "mensajes" y que dice refutar. Son los siguientes:

Mensaje 1º: niega encendidamente que la Ley de Amnistía y la transición en su conjunto fueran obra del miedo, la cesión y la claudicación. Pero, por más que lo niegue, es la verdad. ¿O es que el golpe que al final acabó dándose el 23 de febrero de 1981 no planeaba desde 1975? ¿En dónde se redactó el artículo 2 de la Constitución? Que las cosas fueran así no resta mérito a quienes las protagonizaron. Todos estamos muy contentos de cómo salió el asunto. Pero han pasado treinta años y nuestra visión puede hacerse más realista. El miedo a la amenaza estuvo presente en toda la transición, como lo estuvo después, muchos años después. Ese miedo que en muchas partes de España dura hasta hoy (quiera o no verlo el señor Leguina) es precisamente el que nos exige apoyar la actitud del señor Garzón.

Mensaje 2º: No es aceptable la idea de que "los asesinados en la retaguardia republicana ya fueron “honrados” y sus asesinos perseguidos por el franquismo. Los únicos que ahora deben ser “honrados” -y sus asesinos juzgados- son los represaliados por el franquismo." ¿Por qué no va a ser aceptable si es verdad? Dos matices, además, por si acaso. Matiz uno: por no aceptar del franquismo yo no aceptaría ni siquiera sus "honras" a los suyos; pero eso que lo arreglen ellos. Matiz dos: aquí no se trata sólo de los asesinados en el curso de la guerra sino, sobre todo, de los asesinados en la postguerra, cuando el régimen aplicó una política de exterminio sistemática durante veinte años contra los discrepantes. Esa es la importancia del proceso de Garzón que el señor Leguina pasa por alto al tiempo que llama "interesados" (ignoro por qué) a quienes lo defienden. No es solamente la guerra, es el genocidio cometido en la postguerra contra una población aterrorizada e inerme, niños incluidos, de lo que hay que tratar y no volver a ocultarlo esta vez no ya sólo por miedo (que es más o menos comprensible) sino por algún otro sentimiento que no quiero calificar y no es difícil de barruntar.

Mensaje nº 3: no todos los muertos del bando republicano son igualmente honorables. Por supuesto que no, ¿y qué? ¿Es que faltan en la izquierda agallas para decir que García Atadell era un asesino, como asesinos fueron los chequistas, los de Paracuellos y otros criminales? No lo creo. Pero ¿no es obvio que si se acepta ese motivo para no remover (y nunca mejor dicho) el asunto pagarán decenas de miles de inocentes por unos cuantos cientos de criminales?

Mensaje nº 4: rechaza el señor Leguina la propuesta de que: "La derecha española es heredera y añorante del franquismo". Respecto a los votantes, no lo sé; hay de todo: muchísimos franquistas (los que llenaban la Plaza de Oriente estarán en algún sitio ¿no?) y muchísimos que no lo serán. Respecto a sus políticos más representativos, ¿qué duda tiene el señor Leguina? ¿Qué cree que piensan el señor Fraga, el señor Aznar, el señor Mayor Oreja, etc?

Una última consideración que tiene la importancia que tiene: de los 112 comentarios que he visto a la entrada del blog del señor Leguina, hay cinco más o menos de izquierda, uno que no viene a cuento y dos contestaciones del propio señor Leguina. Los otros 104 son de la derecha más o menos cerrada. Y todos lo felicitan. A mí eso me haría pensar. Y quien crea que tengo algo de sectario, que lea la entrada siguiente.

Por cierto, García Atadell y su brigada se presentaron en casa de mi abuelo, Armando Cotarelo, en dos ocasiones para darle el paseo sin conseguirlo gracias a la enérgica intervención de mi abuela que era más de armas tomar que el propio Atadell. Don Armando murió de muerte natural bastantes años después y en la dedicatoria a su madre con que encabezó un libro sobre el seminario de nobles de Vegadeo decía que en 1938 Madrid vivía bajo el "terror rojo". Sabía de lo que hablaba.

(La imagen es una foto de sagabardon, bajo licencia de Creative Commons)