dissabte, 29 de novembre del 2008

Caminar sin rumbo (XVIII).

Lo virtual es lo real

(Viene de un post anterior, titulado El crimen perfecto)

NB: Es lo que tiene no tomar precauciones en este mundo completamente abierto de internet: que metes la pata. Apenas desperté después de la noche de increíbles confesiones que me había hecho Vlam, me abalancé sobre el ordenata para confirmar una extraña sospecha que parecía un cocktail de sensaciones: difusa memoria, asustada premonición, intuición inexplicabe que me asaltó en sueños. Tecleé en Google Viaje a ninguna parte, y ¡zas! allí estaba: una novela que publicó Fernando Fernán Gómez en 1985 y que llevó al cine el mismo Fernán Gómez en 1986 acerca de una compañía de cómicos más o menos de la legua...¡Qué más me daba! Me habían pisado el título con abundante anterioridad. Mi pobre Viaje con sus XVII jornadas se sintió de repente como un nasciturus ante la agresión del punzón exterior que quería abortarlo. Una angustia. ¿Tendría que apearme aquí? Plagiar va contra mis convicciones, aunque sepa que es lo que está de moda. Si no plagias eres un don nadie. No te pillas ni un premio para adobar el escándalo. Es el espíritu del tiempo: qué se va a hacer si no plagiar cuenta habida de que todo está dicho y escrito; no así oído y mucho menos leído, pero ese es el negocio, por eso se recomienda plagiar. Además plagiar ahora está tirado: copypaste y a otra cosa. Una versión avanzada de Word vale más que una tribu de negros aunque entre ellos esté Wole Soyinka.

Claro que, al mismo tiempo, si no me equivoco, los títulos no está protegidos por derechos de autor. Yo puedo publicar mañana una Iliada si quiero (bueno, o algo a lo que bautizo así) y nadie va a demandarme. Pero también podría publicar otra cosa que se llamase El perfume por ejemplo, sin que el señor Süsskind dijera nada. Estaría bueno que nadie más pudiera emplear esa palabra. No tengo tan claro qué sucedería si publicara, por ejemplo, El amor en los tiempos del cólera. Imagino que habría lío pero no estoy seguro. De todas formas, si mi teoría fuera cierta, habría más Viajes a ninguna parte por ahí, si no en español, en otras lenguas. El nuestro es un mundo global (¡qué expresión tan estúpida! ¿verdad? Es como decir mundo mundial... y hay gente que la dice) e internet lo ha convertido en un colador. Encontré dos Journey to nowhere, uno un libro de Eva Figes publicado este año. Figes es una escritora inglesa judía muy enemiga de los israelíes. Estuve leyendo una crítica de Lara Feigel publicada en julio pasado en The Guardian para enterarme de qué va y va de ese morboso hurgar que tienen los judíos consigo mismos, con su esencia como pueblo, con su comportamiento colectivo y su pasado; es decir, casi como si hablásemos de España y los españoles, perpetuamente atribulados por su justificación en la tierra. Lástima que no pueda uno quedarse a recorrer todas las bifurcaciones, so pena de que este viaje, llámese como se llame, no llegue en verdad a ninguna parte y ni siquiera pase del primer trayecto.

Sospecho que estoy liándome con mis exlicaciones. El caso es que había otro Journey to nowhere en la red compitiendo en inglés con la obra de Fernando Fernán Gomez, si bien se trata de... ¡un blog! que lleva en la blogosfera desde junio de 2006. La entrada de ayer mismo respondía al escasamente sugestivo título de Eatin Tea Eggs in Hong Kong. Bueno, o poco sugestivo para mí. Si es usted uno de esos tipos tan abundantes en España que hacen turismo gastronómico, esto es, que van a Segovia no por el acueducto sino por el cochinillo asado, a lo mejor le interesa zamparse unos huevos de té en Hong Kong. Los demás, que no desprecien el asunto tan rápidamente; si se enredan (que para eso están en la red, si no no estarían leyendo esto) en el blog y se van a la entrada del 14 de noviembre pasado titulada The Fake New Generation verán algo genial: los chinos no solo falsifican relojes, bolsos, guantes, plumas si no también certificados, incluso académicos. En la Universidad de Newcastle upon Thyne han tenido que expulsar a cincuenta (50) que estaban allí estudiando sobre la base de unos títulos falsos que traían de la Madre Patria. Es genial. Los ingleses deben de haberse quedado stoned, como los Hermanos Freak allá por los corrosivos sesenta. Eso de que los chinos cometan las tropelías de cincuenta en cincuenta favorece el chiste racista, de acuerdo, pero ¿alguien se imagina a cincuenta japoneses disimulando su presencia en la Universidad de Salamanca?

Y no termina ahí la cosa. En Alemania encontré un Es fahrt ein Zug nach nirgendwo, ("Un tren viaja a ninguna parte") título muy cercano al que buscaba, que es una canción de 1972 de Christian Anders de una cursilería de rechinar los dientes. Creo que no había visto/oído nada más relamido desde los tiempos de aquel Engelbert Humperdinck que dios confunda.

Por si alguien piensa que exagero, aquí lo dejo, pero no respondo de posibles apoplejías





Duro, ¿eh? Pues también hay un Fahrt ins nirgendwo, ("Viaje a ninguna parte") que es traducción literal del Viaje a ninguna parte, pero se trata de una peli de este año o del pasado de la que, por fortuna, no he encontrado información porque debe de ser de avío. Todo lo que sé es que hay un cadáver en el maletero de un coche pero sospecho que no sea el de Aldo Moro.

Los franceses, pensé, no se quedarán fuera del baile. Pero parece que sí: se han limitado a traducir la obra de Fernán Gómez como Voyage nulle part pero héteme aquí que Amazon dice tener en su poder un Voyage nulle part que es una novela inédita de Jean Razac con, dice el pundonoroso librero, una "encuadernación desconocida". Lo que no entiendo es para qué querrá Amazon una novela inédita. Claro que tampoco importa mucho porque informa asimismo de que de momento no está disponible. Pues si un manuscrito de Jean Razac o de Voltaire "no está disponible" es como si la obra no existiera, salvo que alguien haya hecho alguna copia. Si fuera Voltaire, quizá, pero tratándose de Jean Razac... A propósito ¿y quién diantres será Jean Razac? Una búsqueda nueva nos da un resultado mediocre: parece ser el autor de un libro publicado en 1948 por Albin Michel que se llama A cheval Renouveau d'un art eternel, o sea, algo así como un tratado de equitación. A lo mejor lo compro y se lo envío al señor Savater. Seguro que me lo agradece. Pero si lo comprara, sería para averiguar algo más acerca de ese oscuro Razac, saber si es el mismo que escribió Voyage nulle part y de qué trataba ese manuscrito. Con menos de eso hay gente que te fabrica un best seller.

Pero yo no puedo entretenerme porque, aunque parezca mentira, estoy aún en la Nota Bene previa a la jornada de hoy, atenazado en la duda de qué hacer con el título de mi viaje. Espero haya quedado claro que hay un montón de Viajes a ninguna parte por ahí, lo que convertiría mi uso de la expresión en perfectamente admisible. Pero no haya cuidado. Jamás haría algo así. Por eso he cambiado al título que se ve de Caminar sin rumbo. No me gusta nada y lo pongo provisionalmente. Todas las otras opciones están ya cogidas por gente que escribe canciones o blogs que son canciones, como diría el poeta, verso a verso o post a post. Debe recordarse que la bloguería andante tiene reglas muy estrictas: los contenidos de la red han de ser todo lo libres que se pueda, cuanto más libres, mejor, pero hay un deber sacrosanto de citar fuentes y no aprovecharse del trabajo ajeno. Un bloguero debiera dejarse colgar del palo más alto del html antes que plagiar. Y como no se plagia, ni siquiera cuando se puede, iré tirando con ese título provisional. Cuando se me ocurra algo mejor, lo cambiaré. Por supuesto, se admiten sugerencias. Mientras tanto, según vaya teniendo tiempo, sustituiré los títulos de las entradas anteriores hasta ponerlas todas a marcar el paso. Fin de la NB.

No podía dedicarme a reflexionar cuestiones tan irrelevantes, aunque tengan su puntillo de celos porque en cuestión de nada habría de tomar una decisión. No sabía cuáles serían los planes de Vlam. A lo mejor no estaba en el hotel. Yo tendría que decidir qué hacer. ¿Podía dar crédito a lo que me había confesado por la noche? Y, lo que me producía más curiosidad, ¿se atrevería a comunicarlo? Confesar que has asesinado a un semejante así porque sí es duro. Incluso aunque estés convencido de que sea un crimen perfecto. Me cabe además la duda si cabe llamar "perfecto" a un crimen del que se sabe que es un crimen aunque no se pueda echar el guante al criminal. Un crimen perfecto sólo es perfecto, pienso, cuando, siendo crimen, pasa por otra cosa. Claro que, si éste dejaba de ser perfecto sería porque Vlam lo confesara con lo cual era evidente que hasta entonces lo había sido y podría seguir siéndolo si el propio autor en algo que puede calificarse de vanidad infantil, no se obstinara en pregonar su autoría.

Mientras me duchaba no hacía otra cosa que dar vueltas a la situación. Y ¿qué se suponía que debía hacer yo? Una larga experiencia ha acabado convenciéndome de que, cada vez que me hago esta pregunta, se prueba que soy un vanidoso sin límites porque, luego de rumiarlas un buen trecho, cuando voy a mirar resulta que a nadie le importa una mierda qué vaya yo a hacer. Así que, ¿por qué no ahora lo mismo? Estaba dándome la segunda jabonadura pensativo cuando entró Vlam en el cuarto de baño, saludó con un estentóreo "¡Menos mal que te has levantado, coño! Son las dos" y se sentó en la taza del water sin dejar de mirarme. Tuve la tentación de correr la cortina porque no me sentía cómodo y, si fuera Woody Allen, ahora mismo intercalaría un recuerdo al momento culminante de Psicosis con algún leve cambio en el dramatis personae. Por lo demás, el hotel Luz de oriente podía ser tranquilamente el siniestro motel de Norman Bates. Pero Vlam no traía malas intenciones. Sonreía mirándome y dijo:

- ¿Te he dicho alguna vez que tienes un culo tentador?

- Unas dos mil.

- Pero es verdad, oye. Y nunca te he engañado. Siempre te he dicho que si tú quisieras...

Sí, me lo había dicho muchas veces cuando íbamos de viaje y dormíamos en la misma habitación por ahorrar, bajo la misma tienda de campaña, alguna vez incluso en el mismo saco de dormir. Solía atacar con un argumento que la parecía irrebatible: "no es necesario que te derrotes, hombre, no es preciso que te hagas bujarrón o así; tienes que aprender a ser bisexual, como yo".

Pero era mentira. Lo de la bisexualidad. Nunca lo vi andar con un tío. Sólo quería mi culo. Parecía ser una obsesión. Yo me lo miraba y remiraba y no sabía qué podría ver en él, como no fuera esa pasión que parecía poseerle para tenerlo todo, conseguirlo todo, hacerse con todo, dominarlo todo. Ahora comprendí que igual que había hecho con aquel desgraciado cuyo nombre aún no conocía, pudo haberme matado a mí. No para hacerse rico, qué va, pero quizá para disecarme, con el chalado de Bates con todo lo que pillaba, incluida su madre.

- Venga, despacha, vístete- me dijo Vlam tirándome la toalla.

- ¿Tenemos prisa?- Pregunta idiota; con Vlam siempre hay prisa-. ¿Vamos a alguna parte? - seguí ya resignado a que, mientras Vlam estuviera conmigo, habría que hacer lo que él quisiera.

- Sí he quedado con los bosses, los que mandan aquí, una manga de viejos sinvergüenzas que me bailan el agua; los he invitado a comer en el club náutico, tú te vienes y los conoces. No pierdes nada porque son una jarcia y yo presumo de amigo bohemio.

Preocupado, le pregunté que cuántos eran. Me horrorizan las multitudes, sobre todo cuando se apiñan, cosa que hacen siempre como la bestia tira al establo. Me respondió que no, que media docena, que sólo había invitado a los ricos de verdad, a los ricos ricos; los otros, el alcalde, el dueño de un periodiquito, eran pura mierda. Cuando salimos estaba esperándonos un Cadillac metálico, bruñido, enorme, uno de esos autos que se hacían en el extranjero para Vlam, con un conductor con gorra de plato.

- Hubiera jurado que tenías un Bentley- dije, para tirarme el pliego delante del chofer, no fuera a tomarme por un pringao.

- Venga, sube, Bentley de los huevos - me dijo Vlam, empujándome hacia el auto- mientras yo cierro esto.

- ¿Cómo que lo cierras? ¿No es un hotel? ¿No está abierto?

No jodas, tío. Esto lleva años cerrado. Lo abrí hace un par de días para recibirte y que te sintieras en casa. Si te llevo a Mandelay, la cago.

Mandelay tenía que ser su mansión. No quería ni pensarlo. O sea que, efectivamente, había estado en el motel de Norman Bates. Si Vlam me hubiera matado allí y hubiera enterrado mi cuerpo -quién sabe si haciendo o no antes todo tipo de suciedades con mi culo- en el sótano, nadie sabría en dónde estaba, nadie sabía a dónde había ido, nadie podría encontrarme. En definitiva tampoco tan grave porque estoy convencido de que nadie lo hubiera intentado. Mas no había animadversión. Vlam seguía siendo el mismo tipo expansivo e insoportable de siempre y yo el mismo junco que se humilla al viento. Ya dentro del coche me sentí incómodo. Había televisión, ordenador, teléfono, radar..., en fin. Yo estaba agarrado a mi mochila que no quise soltar cuando el conductor pretendió hacerse cargo de ella y empezaba a pensar que Vlam se excedía siempre. Toqué todos los botones sin saber que hacía sólo para ocultar mi dsconcierto. Ahora tendría que hacer el trayecto, que tampoco sería tan largo, pensando en dos cosas al mismo tiempo, en lo que Vlam iría contándome por el camino y en mi conflicto acerca de qué hacer con el asunto de la muerte de su socio. Como si supiera lo que estaba pensando, Vlam se giró hacia mí, me dio una palmada en el hombro y dijo:

-Ya verás cómo te diviertes. Son la wild bunch de la costa este del Reino.

(Continuará)