El señor Gaspar Llamazares deja la coordinación general de Izquierda Unida (IU), coherente con su promesa de hacerlo tras los pésimos resultados en las elecciones generales del pasado mes de marzo. Lo anuncia ahora y hará efectiva la dimisión el próximo día veinticinco de octubre en un cónclave de la organización en su Asturias natal. Conserva sin embargo el escaño en el Congreso durante el resto de la legislatura.
Tengo la mejor opinión de quien, además de sus dotes personales de simpatía y apertura, supo rescatar a IU del pantano en que la dejó su antecesor, el señor Anguita, con aquella infame pinza junto al PP para desbancar al PSOE con lo cual, lo único que consiguió fue que la derecha gobernara dos legislaturas y, entre otros atropellos, metiera al país en una guerra criminal que ha costado miles de vidas humanas para nada. Ya sé que el señor Anguita quien por entonces hablaba de oídas de un imaginario sorpasso del PSOE por IU niega que hubiera tal pinza. Por supuesto ¿qué va a decir? ¿Va a reconocer, como lo hizo el señor Anson por su parte, que estaba en la pomada de la conspiración con lo más reaccionario de la derecha española? No podía y sigue sin poder. Pero pinza la hubo, y alianza que recordaba los tiempos más siniestros del comunismo acusando a la socialdemocracia de "socialfascismo". Sólo por eso, sólo por el hecho de sacar a IU de ese muladar merece reconocimiento el señor Llamazares.
Pero, al intentar alinear a la organización en una posición netamente de izquierdas no colaboracionista con la derecha, el señor Llamazares se encontró con que no podía diferenciarla por derecho propio del PSOE; que la falta de perfil autónomo de IU la hacía aparecer a remolque del socialismo tanto en la oposición como en el gobierno y esa indefinición juntamente con el voto estratégico de buena parte de la izquierda llevó a los desastrosos resultados de marzo de 2004. A continuación empezaron a removerse las aguas en el interior de la Federación donde se produjo una confrontación interna que lleva ya meses cociendo a la espera de la Asamblea Federal del próximo noviembre en que se dilucidarán las relaciones entre las tres corrientes en que hasta ahora aparece dividida IU: llamazaristas, gente del Partido Comunista de España (PCE) y seguidores de la "tercera vía".
Da la impresión de que los debates, que más parecen enfrentamientos de conciliábulos, versan sobre aspectos orgánicos de la Federación, como el peso del PCE, la representación de otras corrientes, etc o asuntos tácticos, como la forma de diferenciarse del PSOE, la posible política de alianzas, las relaciones con los nacionalismos, etc. Con ello reproducen lo que a mi entender ha sido de siempre el primer defecto de los partidos comunistas: la permanente discusión fraccional interna por asuntos que nada interesan al común de los mortales, los enfrentamientos, las exclusiones, las escisiones siempre al grito de "unidad" (¿cuantas escisiones ha tenido en sus veintidós años de historia esta izquierda que se apellida "unida"?) lo que será muy gratificante para sus miembros pero deja una impresión deplorable entre la gente y sus posibles electores.
Desde sus comienzos en 1986 IU es hasta cierto punto (no del todo) lo que la teoría leninista clásica llamaba una "organización de masas". Digo "hasta cierto punto" porque, para Lenin, las organizaciones de masas estaban dirigidas por el Partido Comunista que, sin embargo, no formaba parte de ellas mientras que en el caso de IU el PCE sí es elemento componente de la organización. Por supuesto ello se debe a la necesidad que siente el PCE (como todos los demás partidos comunistas del mundo) de diluir el impacto del término "comunista" que ya no vende nada en los mercados electorales en una organización más amplia.
Pero esa circunstancia precisamente apunta al problema que aqueja al PCE y a su organización/tapadera al día de hoy: que absorto como siempre en sus debates internos, ajenos a los problemas sociales, económicos y políticos reales de la sociedad, ha dejado por hacer dos tareas que de haberlas cumplido quizá le hubieran permitido ocupar un más vistoso lugar del que tiene y eso al margen de que el sistema electoral sea uno u otro, a saber: a) la necesidad de dar una explicación razonable a la ciudadanía de cómo ve el PCE el hundimiento del comunismo en los países del llamado "socialismo real". Carece de sentido que quienes se pasaron setenta años diciendo que la Unión Soviética era el faro del proletariado mundial, enmudezcan cuando ese faro se apaga y desaparece por el escotillón de la historia como si jamás hubiera existido; b) la necesidad de explicar qué alternativa propone a la sociedad capitalista actual y en qué se distingue de la socialdemocracia porque si acusa a ésta de no ser más que la administradora del sistema capitalista será porque él (el PCE o IU, tanto da) tiene una fórmula distinta pero, hasta la fecha, no ha sido capaz de explicarla.
Es evidente que la Asamblea Federal del próximo noviembre presenta una ocasión única para abordar estos dos asuntos pendientes y que sin exageración, me parece que interesan más a la ciudadanía que unas peleas, normalmente fraccionales y personalistas, de las que quienes no están en el ajo (el 99% de la sociedad española) no sabe ni quiere saber nada. La Asamblea no puede estar para lavar los trapos sucios y tirarse los trastos a la cabeza, sino para ofrecer a la sociedad lo que la sociedad demanda a cambio del voto que se le pide: exactamente qué ofrece IU que no ofrezca el PSOE.
Entre tanto, adiós señor Llamazares: ha hecho Vd. lo que ha podido y cuenta Vd. con el reconocimiento y el aprecio de mucha gente, incluido este bloguero.
(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).