¿Qué mosca ha picado a los europeos en el conflicto entre Georgia y Rusia? ¿Por qué están empeñados en imitar a los gringos pretendiendo que los demás no puedan hacer lo que ellos hacen? ¿A dónde quieren llegar los gallitos Sarkozy, Merkel y Brown que andan lanzando advertencias a Rusia como si fueran alguien en el mundo?
La doble moral de la OTAN clama al cielo. Los georgianos lanzan un ataque sin previo aviso sobre la población civil de Osetia del Sur en connivencia con los estadounidenses y sin que esté aún claro el objetivo que parece ser pulsar las ganas de bronca de los rusos antes de acometer acciones de hostigamiento más fuertes. Nadie dice nada. Los rusos contraatacan en defensa de los osetios del sur e inmediatamente se moviliza toda la diplomacia occidental para tratar de detener esa respuesta con tono y maneras propios de la guerra fría.
Rusia y sus empresas pueden caerle a uno mejor o peor pero está claro que no lanzó el ataque sino que ha respondido a él. Fracasado el de los georgianos, todo Occidente se mueve para que los rusos no saquen ventaja alguna de su victoria y las cosas se retrotraigan al status quo ante. Y pretende conseguirlo de forma altanera, despreciando a Rusia y dándole órdenes, como si fuera una colonia suya. Los rusos no son libres de reconocer a quien quieran, sino que, al parecer, tienen que pedir permiso a la OTAN. Es decir los europeos que han reconocido lo que les ha dado la gana en los Balcanes hasta reventar la antigua Yugoslavia como parte de su lucha contra el comunismo (y su última hazaña ha sido el reconocimiento de la independencia de Kosovo) quieren decir ahora a los demás a quién pueden o no pueden reconocer.
Es una vieja e irritante costumbre colonial de los europeos. En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado Alemania Federal impuso la llamada doctrina Hallstein consistente en romper relaciones diplomáticas con aquellos países que reconocieran a la República Democrática Alemana, el otro Estado alemán. En síntesis, ¿que era la doctrina Hallstein? Una doctrina típicamente colonial consistente en determinar a quién reconocen o no reconocen terceros países y que ahora pretenden aplicar a Rusia, seguramente contagiados del matonismo exterior de los gringos o por orden de estos. Porque tal parece ser la condición para que Europa pueda tener algo parecido a autonomía en su territorio: que haga lo que ordenan los Estados Unidos.
(El mapa procede de la United Nations Cartographic Section y está en el dominio público).