La sensación que trasmite magistralmente la peli de Manuel Gutiérrez Aragón que se acaba de estrenar es el miedo, el miedo viscoso, silencioso, reptante, omnipresente, invisible pero perceptible en la sociedad vasca. El miedo que ha encanallado de tal forma a la gente que ya los amigos no defienden a los amigos sino que si alguno de ellos se atraviesa en el camino de los etarras, de los terroristas o de sus cómplices y sufre las consecuencias, prefieren no darse por enterados. En las familias no se habla de política; en las cuadrillas , menos. No se habla de política. No se habla, a secas. Se hace como si no sucediera nada y, cuando a alguien normal y corriente, de esos que trabajan en un puesto de peaje de una autopista o en una cadena de un supermercado, le descerrajan un tiro y le vuelan la cabeza, tú no has visto nada, no sabes nada, no te has enterado de nada. Hace unos años, incluso, los más acojonados de todos decían "algo habrá hecho". Al parecer, ya no se dice, pero a la gente le queda mucho hasta hacer frente a los asesinos y a sus cómplices, hasta volver a caminar erguida y mirando a los demás a los ojos.
La peli está muy bien hecha. El director, que tiene mucha experiencia y oficio y un largo recorrido, ha metido en ella todas las imágenes, referentes, emblemas, formas y actitudes que son propias del terrorismo: asistimos a prácticas de tiro, un atentado, kale borroka, manifestación en el casco viejo, pintadas, boicots, amenazas, un tiroteo, un asesinato, lo que constituye el mundo vital del terrorismo. Se complementa con una presencia constante de la gastronomía, los platos exquisitos, el buen comer vasco, un alarde y las fiestas de la Semana Grande, al ambiente de la Universidad, el sinuoso papel de los curas en esta siniestra historia de locura colectiva.
Y no solamente está bien hecha sino que tiene una actitud inequívoca frente a los asesinos: mostrar su degradación moral, su fanatismo y, en el fondo, su estupidez, cosa que se observa muy bien en los comentarios y comportamientos de los tres miembros de lo que se supone que es un comando: auténticos cretinos. Todo ello aparece mezclado con una historia sentimental que no estoy seguro de que encaje bien en el ambiente de la peli; de hecho, crea casi un territorio exentoen el que acaba naufragando el guión, con unas escenas finales que carecen de todo crédito pues dibujan una situación que, que nosotros sepamos, no se ha dado en toda la historia de la organización ETA.
Por cierto, no había casi nadie en la sala, como una docena de personas y la peli acaba de estrenarse. Lo cual demuestra que estos temas del País Vasco y ETA a la gente al sur del Ebro le importan un pepino.