Esta legislatura comenzó bajo el signo de un atentado terrorista islamista que la derecha mediática y buena parte del PP trataron de endosar a ETA para beneficiarse electoralmente, y termina bajo la sombra de otro atentado del terrorismo etarra que las mismas instancias (derecha mediática y buena parte del PP) pretenden achacar al PSOE y al señor Rodríguez Zapatero, también para obtener alguna ventaja electoral.
El día de ayer pasará a la historia universal de la infamia por el descomedido afán del PP de sacar tajada electoral del crimen de Arrasate/Mondragón. Y no estoy inventando nada: empezó el señor Astarloa en sede parlamentaria provocando la ruptura del acuerdo general de hecho mediante una excepción que se sacó de la manga sobre la necesidad de que el escrito unitario de condena incluyera la exigencia del PP de que el Parlamento revoque su decisión de autorizar contactos entre el Gobierno y ETA. El fin evidente es desmarcarse de la acción conjunta y dejar flotando en el aire la sospecha de que el PSOE pretende seguir negociando con ETA, al tiempo que se presenta al PP como la única opción electoral que verdaderamente pretende luchar contra ETA y vencerla.
Siguió después el Foro de Ermua y unas docenas de manifestantes del partido derechista y de UPyD, así como algunos dirigentes del PP de la Comunidad de Madrid, en total unas doscientas personas, que ayer se echaron a la calle en la Plaza de Colón de Madrid, a protestar contra el Gobierno acusándolo de mantener viva la negociación con ETA, y ello con el cuerpo presente en la capilla ardiente de Mondragón del exconcejal del PSE. Aprovecharon asimismo para insultar al presidente del Gobierno con la falta de educación y la grosería que los ha caracterizado durante la legislatura, tremolar las banderas rojigualdas y hacer agitación callejera, al mejor estilo episcopal.
La máxima cota de iniquidad moral la alcanzó el señor Jiménez Losantos, que parece monopolizar las querellas por injurias y calumnias del Reino, quien en su blog llegó a sostener que ETA "mata porque es lo suyo, pero permite con su crimen que Zapatero se haga la víctima un fin de semana para ganar las elecciones y volver a negociar con la banda la semana que viene", es decir, hay una sintonía y complicidad entre los asesinos y los asesinados. Muy lógico, como también lo es su afirmación de que el PSC y el PSOE son los cómplices institucionales de ETA. Da la impresión de que este hombre no conoce mecanismo alguno de contención moral y que habrán de ser los jueces quienes se lo impongan.
Es repugnante pero es cierto: la derecha mediática y partidista tratan de capitalizar electoralmente el asesinato de un ex-concejal del País Vasco, faltando no solamente a la verdad sino al más elemental decoro de entender que sólo es momento de solidaridad, unidad y olvido de las diferencias. La proximidad de las elecciones, está claro, los obnubila de tal modo que no ven el abismo moral en que se sumergen. ¿Cómo podrían cuando fue su mismo jefe quien tuvo la osadía de acusar al señor Rodríguez Zapatero de "agredir" a las víctimas? Hubo de ser el señor Patxi López quien le dijera ayer claramente al señor Rajoy en sus barbas que no va a tolerar más que diga que los socialistas traicionan la memoria de las víctimas, momento que aprovechó el señor Rajoy para callar con la gallardía que lo caracteriza, mientras la señora San Gil -habitual injuriadora de sus adversarios- balbuceaba incongruencias. Ya va siendo hora de parar los pies a esta sarta de desaprensivos cuya única obsesión es beneficiarse de la insania asesina de unos imbéciles para arrimar el ascua a su sardina electoral. ¿Alguien imagina qué hubieran dicho si el asesinado hubiera sido un concejal o exconcejal del PP?
Los únicos responsables del asesinato son los pistoleros que lo ejecutaron y los canallas que lo ordenaron.
Capítulo aparte merecen los que los "comprenden", amparan, auxilian, encubren, glorifican y aplauden. De un lado, la llamada izquierda abertzale, gente sumisa a los asesinos, carente de criterio moral propio, marioneta de aquellos a los que, bien por miedo cerval o por densa estupidez, está sometida y cuyo marchamo de "izquierda" no es más que una burla que chorrea sangre. En simetría con los energúmenos de la Plaza de Colón en Madrid, otros doscientos energúmenos de esa izquierda abertzale recorrían las calles de Pamplona diciendo que sufrían mucho y que el atentado "hubiera podido evitarse". ¿Cómo? Está clarísimo, sometiéndose a los dictados de los pistoleros, como ya lo están ellos, satisfechísimos de secundar el heroico proceder de los gudaris de la "organización armada".
De otro, los llamados "izquierdistas" del Estado español que exigen plena libertad para los cómplices de los asesinos en el País Vasco, que ponen el grito en el cielo ante la menor sospecha de que las fuerzas de seguridad del Estado recurran a la tortura, pero que callan ante los inicuos asesinatos de los terroristas o los justifican o los encuentran "lamentables pero comprensibles" mientras el país no ceda a las exigencias de los pistoleros, o encuentran alguna otra sublime excusa para no plantar cara a los crímenes de esta banda de cretinos sanguinarios. Unos "izquierdistas" que atacan con espíritu indomablemente crítico la ideología patriótica burguesa de la bandera, el escudo, la patria, el himno nacional, pero luego tragan esas mismas estupideces siempre que sean vascas.
Otrosí tan incorruptible y preclara actitud de los izquierdistas españoles coincide con su interés y conveniencia de no encontrarse algún día con una bala en la cabeza como el pobre Isaias Carrasco. Por Dios, son gente muy sensible, capaz de sublevarse ante la injusticia allí en donde se produzca (sobre todo si es muy lejos), de hacer suya la causa de los oprimidos en los más remotos lugares del planeta, pero que no parece entender que, ante hechos como el de ayer lo único que vale es situarse con la víctima y plantar cara públicamente a los asesinos. ¡Ay, amigo, pero eso tiene sus peligros aquí y ahora, mientras que tronar contra el podrido capitalismo o el feroz imperialismo, también aquí y ahora, sale gratis y se recorta airosa figura de luchador indomable por las libertades, implacable crítico del "Poder".
Y una última palabra sobre la abstención en la jornada de mañana. Ya desde antes del asesinato del señor Carrasco, ETA pidió expresamente la abstención, mientras que al PP se le escapó por boca del señor Elorriaga que tal era también el objetivo de su partido. En ambos casos la fundamentación es clara aunque no necesariamente respetable. En el de ETA, la organización de criminales se reserva el derecho a decidir qué sea democracia o no. Y bien claro está: la democracia es un lugar en donde los asesinos pueden acabar con la vida de las personas a tiros en la calle, ante su mujer y sus hijos. En el caso del PP, la anhelada abstención es el mecanismo que, en principio, garantizaría que el partido de la derecha alcance el poder. Si para eso hay que decir que el PSOE no es la "verdadera" izquierda sino su remedo y traición, se dice. Unos fulanos capaces de acusar a los socialistas de querer beneficiarse del asesinato de sus compañeros, lo son también de estas villanías y de otras mayores.
¿Puede en estas circunstancias una persona honorable predicar la abstención? Puede, por supuesto, admitiendo así que los asesinos de ETA y los difamadores del PP se beneficien de su decisión. Corresponde al abstencionista decidir en su fuero interno si tal cosa es mejor o peor que ejercer el derecho del voto. Y de ahí no se puede pasar. Pero, como estamos en día de reflexión, añado que yo no lo haría jamás de los jamases. Aplico aquí la regla de oro de la ética de que no quiero para los demás lo que no quiero para mí.