Toda la prensa del finde se hacía eco del notición: en su discurso ante la Asamblea Nacional del PNV, celebrada en Sabin Etxea al objeto de evaluar las consecuencias del varapalo electoral de los nacionalistas el nueve de marzo, Iñigo Urkullu, presidente del PNV sostuvo que existe una oportunidad para un nuevo acuerdo. Por fin algo se mueve en el País Vasco en donde todos parecían haberse enrocado en sus peculiares disparates, desde los tiros en la nuca de ETA a la bulla unagrandelibre del españolismo del PP, pasando por las cada vez más vergonzosas complicidades de la izquierda abertzale con la banda de asesinos y el juguete único (y roto) de Ibarretxe de un referéndum en el otoño.
Casi todos los analistas coinciden en afirmar que el tropezón electoral del PNV lo ha obligado a ser más realista y a buscar un modo de salir airoso del dislate referendario de Ibarretxe. Es posible, aunque yo prefiero creer que el señor Urkullu y algunos otros (supongo) con parecido criterio y similar sentido de la decencia, han aprovechado el mal resultado electoral para tirar al basurero de la historia el inmoral proyecto del señor Ibarretxe y de sus amigos, al estilo del señor Egibar, tan carentes de escrúpulos y sobrados de hipocresía como él.
Explicación al canto. Quienes defendemos el derecho de autodeterminación de los pueblos de España, al menos en lo que a mí respecta, hemos dicho siempre que lo defendemos para el País Vasco con dos condiciones: 1ª) no puede ser una consulta unilateral y 2ª) mucho menos puede ponerse en práctica mientras exista ETA que impone un clima de terror en el País Vasco que convertiría en una farsa tal consulta.
Originariamente, cuando el señor Ibarretxe presentó su plan, se comprometió a no aplicarlo en tanto no hubiera condiciones de ausencia de violencia. Y por tal se refería, como es lógico, a la de ETA. Al señor Ibarretxe, a diferencia de algunos deficientes morales que pasan por intelectuales en el País Vasco, no se le ocurre elevar el "y tú más" a categoría filosófica, ni recurre a la típica amalgama estalinista de sostener que allá va violencia por violencia, la de ETA y la del Estado. El señor Ibarretxe puede ser más o menos taimado con algo de hipócrita, pero no es un cretino estrictamente hablando.
Héteme aquí, sin embargo, que por alguna razón aún no explicada, el señor Ibarretxe prescindió del requisito de la ausencia de violencia y, bajo la especiosa "razón" de que ETA no iba a determinar el calendario político en el País Vasco, anunció el referéndum para el próximo mes de octubre, tanto si ETA asesina ciudadanos indefensos como si no.
A partir de ese momento, el plan del señor Ibarretxe, que ya era arriesgado y un pelín rupturista, pero podía recabar apoyos, se convirtió en un acto de hipocresía, un intento de ventajismo, de sacar partido político del terror etarra; es decir, algo inaceptable.
Si lo dicho el sábado por el señor Urkullu implica el entierro definitivo de esa monstruosidad de un referéndum en una sociedad atenazada por el miedo y la voluntad del PNV de encontrar una nueva vía de entendimiento con el conjunto del Estado a través de la vía estatutaria, será un triunfo general que todos deberíamos celebrar porque significará el retorno a la sensatez y el sentido común y a la esperanza de la erradicación del terrorismo etarra.
Ciertamente para ser eficaz tal acuerdo no puede dejar totalmente satisfechas a todas las partes, cosa que entiende cualquiera que no reduzca su capacidad mental a lo que lea en los Zutabe. Los más nacionalistas y, por supuesto, los independentistas, seguirán considerando que el marco estatutario es inaceptable porque no responde a las aspiraciones de libertad etc, etc. Otros, en cambio, dirán que ese nuevo marco estatutario es una pasada y que da al País Vasco más independencia de hecho de la que tienen muchos Estados por ahí, como Lichtenstein, por ejemplo y sin ánimo de ofender. Esas controversias son la sal misma de la política. Y cuando la política esté firmemente asentada de nuevo en el País Vasco, las pistolas lleven tiempo suficiente en silencio y la gente haya recuperado la libertad y la seguridad, será el momento de plantear de nuevo el derecho a decidir de los vascos y, en general, el de autodeterminación de los pueblos de España. Antes, jamás.
(La foto es de inmamesa bajo licencia de Creative Commons).