A la vista de las reacciones que se produjeron ayer ante la noticia de los 250.000 euríviris del erario público que el señor ministro de Justicia del Gobierno socialista se ha gastado en acondicionar el piso oficial en el que habita, he llegado a una conclusión: los de izquierdas somos magníficos; no nos equivocamos nunca; jamás metemos la pata; y cuando parece que lo hemos hecho, peor está el PP, que ahí sí que hay tomate.
En primer lugar se manifestaron los sicarios del PSOE, que también los hay, pues esa no es categoría privativa del PP, gente que sale siempre en defensa del vencedor a cambio de jugosas prebendas, recurriendo al "y tú más" y diciendo que en el PP sí que se lo llevan crudo, como si eso fuera un argumento que mitigara o incluso anulara la lógica indignación que debe producir un comportamiento tan despilfarrador. La izquierda tiene que dar ejemplo e igual que un presidente de un gobierno socialista no puede subirse al Azor de Franco, un ministro socialista no puede gastarse un cuarto de millón de euros, o sea cuarenta y un millones y medio de ex-pesetas, en arreglar la casa en la que vivirá transitoriamente ni siquiera aunque tuviera que cambiar los cimientos, que no era el caso.
También escuché que quienes levantamos la voz por un comportamiento que no es de recibo estamos haciendo la campaña electoral a la derecha. Hay que jorobarse. Pues no, señor; quien está haciendo la campaña electoral a la derecha es quien se gasta 250.000 euros en reformas caseras en un país en cuya capital hay un millón y medio de trabajadores que no llegan a los mil euros al mes. La campaña a la derecha se la hace quien no quiere abordar las cuestiones directamente, quien quiere acallar la crítica y, en definitiva, ocultar los desmanes sin darse cuenta de que eso es lo que más daño puede hacer a la causa de la izquierda. Dice la señora Aguirre, cuya falta de ética es proverbial, que la izquierda carece de derecho a invocar ninguna superioridad moral. Tiene razón: quien invoca esa inexistente superioridad suele ser un granuja. La izquierda no tiene superioridad moral alguna; simplemente tiene una actitud de exigencia ética que comportamientos como el del ministro de los 250.000 del ala destruyen,
Por último oí que los ministros tienen derecho a valerse de los bienes de dominio público, incluso necesidad de ello, y que los empresarios y negociantes de la derecha hacen cosas peores y nadie dice nada. Es posible; yo lo diría pero, en todo caso, si no es en estas cosas ¿en qué se diferenciará la izquierda de la derecha? Y, en todo caso, si nos callamos, como pretenden todos los que quieren que no se hable del asunto, que se dé por no sucedido, ¿no es esa la mejor fórmula para que este comportamiento se repita?
Entiendo que la gente de la izquierda no lo somos por interés, vanidad o afán de poder, sino por convicción, y no es de recibo que esa condición entre en crisis y desaparezca a causa de comportamientos que sólo pueden originarse en la prepotencia del consumo ostentoso.