Hoy llega la gran noche, la que ha suscitado y concitado tan general expectación que tengo para mí que este suspense haya sido cuidadosamente preparado por los gabinetes de campaña de ambos candidatos. Se admiten apuestas pero supongo que, habiendo elegido tan cuidadosamente día, hora, lugar, moderador, ambiente, modos, formas y santo patrono, esperan y quizá consigan catorce o quince millones de espectadores. O sea que sí, por una vez y sin que sirva de precedente, El País va a acertar y el debate puede ser decisivo en el desenlace electoral. ¡Y yo que creía que los populares serían más sensatos y no enviarían a ese pánfilo avieso al matadero televisivo...!
En realidad, a la espera de lo que suceda esta noche, en estas elecciones generales hay dos debates distintos. Uno es genérico, el de siempre, el PSOE contra el PP o la izquierda contra la derecha, sin mayores matices. Sí, sí, esas izquierda y derecha que según todos los tontainas de la derecha no existen porque son una divisoria superada, "trasnochada", que ya no interesa a nadie. ¡Qué ojo, Señor, qué ojo! Es tanta la ineptitud de esta observación que uno piensa que quizá no sea un eror sino una sinvergozonería. No es que no haya diferencia entre la izquierda y la derecha sino que los de derecha quisieran que la izquierda no existiera. Cuando es patente que es la única confrontación común a todos -insisto, todos- los sistemas políticos en el mundo, incluidos los no democráticos. Hasta hay una izquierda y una derecha vaticanas. Por supuesto, también hay otras divisorias de uno y otro tipo en diversos lugares: a veces hay partidos nacionalistas de una nación frente a los de otra, partidos de una religión frente a otra o frente a ninguna. Pero lo que nunca falla es la confrontación izquierda derecha. Rodríguez Zapatero, Clinton/Obama, Royal, Veltroni, Brown, etc son la izquierda; Rajoy, McCain, Sarkozy, Berlusconi, son la derecha. Varian los matices país por país, según sus historias y características, pero la derecha es la derecha y la izquierda es la izquierda.
Luego, en segundo lugar y como siempre, dentro de la izquierda, hay un segundo debate sobre quién sea la "verdadera" o "auténtica" izquierda, algo muy típico de esta corriente y que raramente se da en la derecha. Espectáculos como los de Romney diciendo que McCain no es un "verdadero" conservador no son frecuentes en este campo. En la izquierda, en cambio, son tan frecuentes como las golondrinas en verano. La Iº Internacional se escindió entre marxistas y bakuninistas que se acusaban mutuamente de traicionar a la revolución. A su vez, los socialdemócratas marxistas miraban por encima del hombro a los lassalleanos, a los que no consideraban de izquierda de verdad, sino unos meros reformistas.
La IIª internacional se partió entre socialistas y comunistas que acusaban a los primeros, cómo no, de traición, moderación, oportunismo, posibilismo y qué sé yo cuantos horribles pecados más.
Posteriormente, la IIIª Internacional fue supimida de un plumazo por el "padrecito Stalin", pero eso no impidió que los trotskystas formaran una IVª internacional que llamaba a los comunistas estalinistas así como otras cosas feas, cual burócratas, capitalistas de Estado, etc. Y así hasta el día de hoy.
Volviendo a nuestros intereses, hace poco leía a un autor de la sedicente izquierda "verdadera" (caracterizada por su irrelevancia), "transformadora" (pero cuyo contacto con la realidad transformable es inexistente), "radical" (pero sin propuestas específicas) pidiendo a sus imaginarios seguidores que no voten el nueve de marzo o que lo hagan nulo o en blanco porque no hay diferencias entre las izquierdas (sociatas e izquierdounidas) y la derecha. Vaya, lo mismo que dicen los de derechas sobre que no hay distinción entre derechas e izquierdas.
Aun más: sostiene nuestro autor que las izquierdas (especialmente, supongo, la socialdemócrata) no deben llamarse de izquierda porque no aspiran a destruir el capitalismo. Vale. La pregunta inmediata es: destruirlo para sustituirlo ¿por qué? Exactamente ¿por qué? ¿O se trata de destruir el capitalismo como la bomba atómica destruyó Hiroshima y no dejar nada en su lugar? Puede que sea esto. Hay propuestas que más que con la razón tienen que ver con las neurosis.
"Destruir el capitalismo". Perfecto, perfecto. Y, de nuevo, para sustituirlo ¿por qué? ¿Por el archifracasado socialismo de planificación centralizada? ¿Por el imaginario socialismo "autogestionario" yugoslavo? ¿Por el infumable capitalismo despótico oriental chino? ¿Por el "socialismo bolivariano" que ni Dios sabe en qué consista? ¿Por qué? ¿Tanto ha caído el pensamiento de cierta izquierda que le basta con decir "no" como los niños sin sentirse en la necesidad de explicar "sí" alguno?
Que el capitalismo es malo es una obviedad, es una verdad de Perogrullo, del orden de que la vida es insatisfactoria, el hombre mortal y el amor fugaz. Pero, ¿qué se propone en su lugar? Y, si no se propone nada porque nada se sabe, como el genial médico español Francisco Sánchez, aunque, a diferencia de él, sin saber que no se sabe nada, que es la verdadera ignorancia, o porque no se puede o no se quiere, ¿qué alcance tiene la monserga destructiva, fuera de la satisfacción de algún ego problemático?
Porque no creo se trate siquiera de una variante de lucha contra el sanchopancismo del "más vale malo conocido..." ya que esto presupone que, aunque lo bueno no se conozca, debe existir. No. Aquí no hay nada. Pura palabrería. Vacío mental.
Resumiendo: entre una derecha cavernícola y una izquierda lunática, la izquierda cívica zapateril tiene el triunfo asegurado.
Y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.