Por consejo del marido de prima Carmen, un hombre profundamente religioso, culto y de refinada sensibilidad, hemos ido a ver la exposición que alberga el Centro Cultural de la Villa en Madrid, con ese título tan curioso, de lejanas reminiscencias cortazarianas. La expo está muy bien y montada con originalidad. La patrocina y organiza tal cantidad de instituciones y asociaciones, todos cuyos máximos responsables han escrito prólogos en el catálogo, que cabía temer lo peor. Pero no, probablemente porque la exposición es obra de los especialistas de la Asociación Museo de Europa y porque intervienen en ella algunos artistas con propuestas muy curiosas, el hecho es que el recorrido es ameno e instructivo pues tiene mucho espíritu pedagógico. Explica las religiones con comprensión y empatía y sin adoctrinamiento alguno, bendito sea el Señor.
La expo consigue hacer visibles los aspectos esenciales de bastantes de las religiones más importantes, como el cristianismo, el islamismo, el judaísmo, el jainismo, el hinduismo, el budismo, el sincretismo, el animismo, el sintoísmo, el sijismo, con incursiones en el catolicismo, el cristianismo ortodoxo, el confucianismo, las sectas, como la de la Cienciología o el Opus Dei.
Mediante comparaciones trasversales, sobre asuntos concretos (las representaciones de los respectivos dioses, los ritos de tránsito, las vestimentas, las prácticas culinarias y dietéticas, los templos, etc) se aprecian las similitudes y diferencias entre las religiones. Algunas son llamativas. Por ejemplo, la distancia que hay entre las religiones que conocen representaciones plásticas de sus dioses y las que las prohíben, como el islamismo, el judaísmo y, en alguna medida, el protestantismo. Siempre me ha llamado la atención el proceso por el que el amorfo Jehová de la Biblia acaba tomando la forma de un anciano de luenga barba blanca cuyo canon configura Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. ¿Por qué Dios Padre ha de tomar esa figura de anciano y no la de un hombre (o mujer) en la plenitud de la vida?
Hay un apartado dedicado a los novísimos, que se materializa a través de explicaciones tomadas en video de seguidores normales de las distintas religiones, grabadas a gentes anónimas creyentes en las calles de Bruselas: quiénes creen que hay un más allá, quiénes no, quiénes piensan en los ciclos del Karma, etc. Escuchándolos queda claro cómo las religiones son la respuesta de los seres humanos a la conciencia de mortalidad. Hay una sección dedicada a los intermediarios y los "profetas autoproclamados", en donde se recogen las biografías de gentes muy diversas, como Monseñor Escribá de Balaguer, Billy Graham, el Dalai Lama o bien Ron H. Hubbard (el fundador de la cienciología), el Reverendo Moon o el señor Elijah Muhammad, el de la Nación del Islam, que sostiene la superioridad de la raza negra ya que los blancos son una mutación monstruosa. No quiero ser chinchorrero pero llama la atención la cantidad de estos profetas o iluminados que han tenido problemas con la ley. Cuesta ver a Billy Graham, Luc Jouret o Edir Marcedo y no pensar de inmediato en Elmer Gantry pues la naturaleza imita al arte, como decía Oscar Wilde.
La verdad es que merece la pena acudir a la exposición aunque sólo sea por ver la imagen de la derecha, que representa a fieles hinduistas tan contentos pues van a darse un baño en el Ganges, con lo que se purificarán. Ya hace falta tener fe para pensar que sumergiendo a esa muchedumbre polvorienta en el río saldrá alguien "purificado".
Y hay más cosas, hasta una obra de teatro sobre "Conflictos y convivencia" que no llegué a ver porque tiene unos tiempos y hay que esperar a que comience.
¡Ah! Y tiene entrada gratuita, cosa nada baladí.