dimecres, 19 de setembre del 2007

La unidad de la izquierda (II).

Un lector me acusa de perder de vista el hecho de que los explotados de hoy día están en el sector servicios y que, a los efectos del carácter explotador del capitalismo, todo sigue igual. Seguirá, para qué vamos a discutir; incluso puede haber empeorado. Pero los trabajadores del sector servicios no son proletarios. Marx había escogido el término para significar a los que no tenían otra cosa que vender que su fuerza de trabajo, los que no tenían nada que perder. Sobre sus hombros descansaba el protagonismo revolucionario de la historia. Los trabajadores del sector servicios están explotados sin duda alguna pero tienen algo que perder, diversos tipos de propiedades (con las que se endeudan más o menos), ciertos niveles de consumo, etc. Son propietarios (o eso creen ellos), el resultado de lo que la señora Thatcher llamaba el "capitalismo popular".

Es cierto que la izquierda tiene que dirigirse a estos sectores explotados y a otros que mencionaremos a continuación. Pero no puede hacerlo con el discurso a los proletarios porque no lo son. Junto a estos sectores de explotados, la izquierda debe atender a los inmigrantes, que ya son una magnitud estadísticamente relevante y las minorías discriminadas por diversos motivos. Los inmigrantes son los más cercanos a la condición proletaria. Pero son extranjeros y aunque muchos quieren echar raices en el país de acogida, otros sólo quieren hacer un dinero y volver a su país.

La defensa de las minorías se me antoja un objetivo típico de la izquierda por cuanto viene a hacer realidad el principio de la igualdad. Nadie debe verse perjudicado por razón de su opción sexual, religiosa, familiar, etc. Y este es un terreno en el que el debate está siendo particularmente enconado. La apertura de las instituciones sociales a la minoría de los homosexuales, por ejemplo, está costando más que los procesos de emancipación de los judíos que tuvieron lugar en siglo XIX y suscitaron asimismo mucha oposición. En este campo, cuando menos, debiera haber unidad de la izquierda y es llamativo que no la haya.

En esto de la unidad, por último, no debe perderse de vista algo que la autoconciencia de la izquierda sostiene que no le afecta y es sin embargo una de sus características: la vanidad. En las condiciones actuales de la izquierda en España, la cuestión se da entre un partido con no muchos militantes pero notable peso electoral y una colición de fuerzas de baja representatividad entre las cuales se cuenta el Partido Comunista de España, cuya cuota electoral oscila entre el cinco y el nueve por ciento. La izquierda es particularmente propicia al personalismo, cosa menos frecuente en la derecha, aunque pueda resultar paradójico.

Poner en marcha un conciliábulo de amigos y allegados que hace un llamamiento a la recomposición de una izquierda revolucionaria, siempre bajo su esclarecida guía, claro está, es un ritual tan frecuente en el campo de la izquierda que parece consubstancial a su forma de ser, que siempre tendrá algo de conspiradora.

(La imagen es un cuadro de Giuseppe Pellizza, titulado El espejo de la vida(1895-98).Pellizza es también el autor de la imagen de ayer, llamada El cuarto estado, que Bertolucci utilizó como reclamo para su film Novecento.)