dilluns, 24 de setembre del 2007

El culebrón de ETA.

Finalmente, los de Gara cumplieron su amenaza de largar el serial completo de las negociaciones entre el Gobierno y ETA. Un cuadernillo de sesenta y cuatro páginas con el relato pormenorizado, detallado, al minuto, de esa negociaciones que ETA se cargó por el procedimiento habitual en estos casos, dando una coz al tablero en forma de bombazo de la T-4 en Madrid. La finalidad del culebrón, que comenzó este verano con grandes alharacas de esas de "vamos a destapar la verdad verdadera", era justificar la coz en el tablero probando que el Gobierno ya había desbaratado toda posibilidad de acuerdo, es decir, culpar al Gobierno de la ruptura.

Lo que sucede es que esa pretensión no es posible porque hasta el más pollino sabe que el responsable de dar coces al tablero es siempre el que las da y que carece de justificación alguna. Quizá en el PP no lo sepan y por eso piden comparencias del Gobierno para que aclare los extremos que Gara y/o ETA le achacan; lo cual es literalmente absurdo precisamente porque ya lo aclaran suficientemente Gara y/o ETA cuando dicen que el Gobierno pretendía negociar "un proceso de rendición". ¿No es eso lo que están siempre exigiendo los señores del PP?

Parece evidente que el culebrón no interesa ya a nadie. Los medios apenas se hacen eco del asunto. La presión policial y judicial y el aislamiento social lo están consiguiendo: ETA y la izquierda abertzale van de capa caída. La finalidad de la enésima edición de los protocolos de los sabios de Loiola no es informar a nadie pues todos estamos informados. Es dar munición a las baterías del PP para amargar la vida al gobierno del PSOE. Pero los del PP hacen mal en instrumentalizar las campañas de ETA pues todos los regalos de ésta están envenenados. ¿Cómo va a explotar electoralmente un fracaso de las negociaciones con ETA que se da porque el Gobierno no está dispuesto a quebrantar en lo más mínimo el ordenamiento constitucional?

Lo que está esperando todo el mundo, hasta los suyos, no son sesenta y cuatro páginas de relatos, sino sesenta y cuatro líneas diciendo que dejan las armas y explicitando la localización de los zulos que las contienen. Todo lo demás es perder el tiempo.