Trataba de ver ese programa de Sáenz de Buruaga en Tele Madrid, titulado "Madrid opina" pero es difícil porque tiene un grado de manipulación subido. En la sesión de ayer se quería zaherir al Gobierno por el asunto de la enseña nacional y contraponer la heroica Regina Otaola al vendepatrias y pisabanderas Rodríguez Zapatero. Había tres periodistas de El Mundo, uno del ABC y una de El País y Pedro Calvo Hernando, que no sé en qué periódico está pero es hombre de gran profesionalidad y objetividad. Esa clara desventaja de El País frente a los periodistas de la derecha debe ser para contrarrestar el abominable monopolio de la información del grupo Prisa. Había además dos políticas, la señora Cospedal, candidata del PP a la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha y la señora Rosa Díez que, se supone, representa a su nuevo partido o quizá siga yendo por la parte del PSOE. A esta feria la llaman "composición" plural y equilibrada de un foro.
Un espectáculo, de verdad. Un guirigay con todos a una contra el Gobierno por no cumplir la ley de banderas. Y eso que contamos con una sentencia del Tribunal Supremo diciendo que hay que cumplir la ley, que ya es sentencia. Salió la señora Otaola y el señor Zapatero estaba ya quedando como un patriota de boquilla, que habla mucho de España pero permite que no se cumpla la ley -cumplimiento que todos consideraron la esencia misma de la democracia- en asunto tan esencial como la exhibición de la bandera que simboliza, según la señora Díez, los derechos de todos, y todos los derechos, especialmente el de la vida. Esta señora Díez tiene toque para el melodrama. Ya su libro, titulado Porque tengo hijos, lo muestra.
¡Cúmplase la ley! era el grito unánime de aquel puñado de Catones y ciudadanos ejemplares cuando el señor Calvo Hernando planteó una cuestión que los dejó a todos descolocados y en una posición francamente ridícula. De acuerdo, vino a decir el señor Calvo Hernando, cúmplase la ley, cúmplanse las leyes; la de Educación para la Ciudadanía también. Se quedaron todos en blanco y hubo una sensación de bochorno general que irradió del aparato de TV, o eso me pareció. Hasta el señor Sáenz de Buruaga, de ordinario muy seguro, perdió los papeles. Al final, la señora Díez, cuyo sentido del ridículo es obviamente inexistente, zanjó señalando que la observación del señor Calvo Hernando es como la hipocresía de los nacionalistas vascos que no querían condenar un atentado específico, sino todas las formas de violencia. En efecto, grandes dotes para el melodrama y para la demagogia que suelen ir juntas.
Injusticias de la vida. Te pasas un tiempo planeando un programa bien manipulador y un contertulio te lo despedaza con un rasgo de ingenio. Porque, diga lo que diga la señora Díez, la doblez del personal , capaz de pedir que se cumpla esta ley pero que se incumpla aquella otra, quedó patente. (La imagen es un lienzo de Jean Béraud, que se llama L'escrimeuse y se encuentra en Art Renewal).