El azar ha querido que, al día siguiente de que el señor Ibarretxe haya puesto fecha a la vía secesionista de España, en Madrid, en la Casa de Campo y una semana después de que ésta albergara la fiesta del PCE (ni juntos ni revueltos) se presentara el nuevo partido UPD, capitaneado por la señora Díez y el señor Savater, entre otros. Sobre el semigrito semiindependentista del señor Ibarretxe ya posteé ayer; voy ahora al partido upedeo en su primera aparición pública.
Observo cierta prevención en los comentaristas y analistas habituales en los medios acerca del nuevo partido. Ellos, de ordinario locuaces y hasta gárrulos, dispuestos a interpretar un hecho antes de que se haya producido están ahora callados, como si la aparición de una nueva formación política en el rígido sistema español de partidos fuera cosa de cada lunes y no mereciera atención. Todavía no saben de seguro a cuál de los dos partidos de ámbito estatal restará votos el recién llegado, que parece ser lo único que les importa.
Estos cálculos sacan de quicio al señor Savater que protesta contra ellos en una entrevista en El País en la que entre otras cosas dice que "si Ibarretxe actúa en contra de la ley, debe ser depuesto". Incidentalmente, por si alguien duda aun de la penetración de los medios, en dos días, El País ha publicado, en beneficio de UPD, una tribuna del señor Savater, una entrevista con él y la crónica del acto de presentación del partido. Éste nace como un fenómeno mediático. Dice el señor Savater que los votos no son patrimonio de los partidos, sino que los votantes votan a quien les parece. Es matar moscas a cañonazos. Ya saben los partidos que los votos no les pertenecen; lo saben mejor que el señor Savater. Por eso se preocupan con los que puedan perder en favor de UPD. Los mismos organizadores upedeos calculan que sus votos vendrán de la abstención y de los dos partidos mayoritarios. La abstención en las generales en España está en torno al veinticinco por cien. Dudo de que varíe. En cuanto a los que transfieran su voto del PSOE y del PP está por ver cuántos serán y adelantar cifras sería temerario.
De ahí que los comentaristas habituales estén mudos: antes de insultar o alabar quieren saber a quién hará más "daño" la UPD. Por cierto, animo a los de imagen del partido a ponerle un nombre más lógico, a la francesa, por ejemplo: Unión por el Progreso y la Democracia. Porque eso de Unión, Progreso, Democracia, lo siento pero me suena a Una, Grande, Libre.
Ya he dicho que me parece buena noticia que haya un partido nuevo y un periódico nuevo. Cuantos más de ambos, mejor, más en dónde elegir. Confieso que tengo también simpatía por la actitud del señor Savater que, en lugar de limitarse como hacemos todos a dar sus opiniones por escrito, ha decidido valerse del "intelectual orgánico" gramsciano para convertir sus ideas en realidad ya que los demás no parecen dispuestos a hacerlo, ni siquiera los que dicen admirarlas. Le hubiera sido más cómodo quedarse en su cátedra y en su voz pública. Ha preferido bajar a la arena, a fajarse. Eso merece un respeto. Sobre todo cuando, además, no aspira a cargo alguno ni siquiera al de diputado, que mira que lo tendría fácil y brillaría sin duda alguna en ese plantel de mediocridad. Porque esa es una diferencia fundamental entre el señor Savater y la señora Díez, que ésta es una política profesional, mientras que él es un intelectual metido a político. En cuanto a la función intelectual cabe preguntarse si no es la que denunció Julien Benda en su día en La traición de los intelectuales; eso ya se verá. Lo que sí puede hacerse es una primera valoración del señor Savater como político y con él, la de su partido.
A primera vista , los dos puntos centrales del programa de UPD son tan evidentes, tan lógicos que uno se sorprende de que no estén ya en práctica: reforma de la ley electoral y del sistema autonómico y la laicidad del Estado. A un examen más pormenorizado se ven otros datos. Las reformas del sistema electoral y autonómico requieren revisión constitucional que sólo pueden hacer por acuerdo los dos partidos mayoritarios. La alianza de UPD con uno de ellos para sustituir al otro no serviría de nada. En cuanto a la laicidad del Estado hay una manifiesta falta de voluntad política del PP y el PSOE de llevarla a cabo, aunque aquí quizá la UPD fuera acicate y apoyo para que la hiciera un gobierno socialista.
Entendiendo el espíritu de la UPD, creo que se trata de comprobar en la práctica la veracidad de una tesis sostenida a veces en la historiografía española: la de que las dos Españas fanáticas convivían con una tercera hecha de gentes de izquierdas que eran y son nacionalistas españoles. Es la idea que don Salvador de Madariaga había comprendido bajo su teoría de "los tres Franciscos". Hay en la historia de España dos Franciscos detestables, extremos, radicales, don Francisco Largo Caballero y don Francisco Franco, que se llevan a matar. Y el tercero, aislado, aterrorizado por los otros dos, huyendo de la perpetua guerra civil, don Francisco Giner de los Ríos, epítome de la España liberal y patriótica que nunca ha podido imponerse a ellos, mucho más violentos. Y, sin embargo, es la esperanza del país. El nuevo partido UPD pareciera venir a ser el del tercer Francisco. En marzo nos veremos y contaremos.
Lo que a su vez parece verosímil es que, confrontado con la amenaza de reformas constitucionales que reduzcan sus posibilidades, los nacionalismos, especialmente el burgués, se radicalizarán y se harán soberanistas o independentistas. Hacer política con la nación a cuestas suele plantear problemas.