A los sucesivos e irritantes contratiempos que han debido sufrir los barceloneses en las últimas fechas y precisamente en el comienzo de las vacaciones ha venido a añadirse uno nuevo. Por si no fuera suficiente con un apagón que afectó a decenas de miles de ciudadanos y del que sólo han conseguido verse parcialmente libres a base de aguantar unos ruidosos y apestosos generadores instalados en la vía pública, con el caos parcial del aeropuerto del Prat, los atascos kilométricos en las autovías y el caos completo de los ferrocarriles, ahora contemplan atónitos cómo las partes implicadas se pasan la pelota unas a otras y se cruzan mutuas acusaciones.
Empezaron las compañías de electricidad, siguió luego la ministra de Fomento, que giró visita a la capital de Cataluña y pidió paciencia a los barceloneses, echando la culpa al tiempo y, luego ha sido una lucha de todos contra todos, a ver quién consigue quitarse el mochuelo de encima y colgárselo al vecino o al contrincante. Comenzó el señor Daniel Sirera, nuevo baranda del PP catalán quien ha debido de pensar que conviene estrenarse yendo a la yugular del adversario, para hacer méritos a los ojos de sus valedores en la calle Génova, de forma que publicó un artículo en Libertad Digital titulado Los otros, en el que achaca los fallos de infraestructuras a una "tendencia congénita (de los socialistas) a romper y estropear todo lo que tocan." Si señor. ¿Para qué andarse con titubeos y medias tintas? La culpa es de los sociatas que, como el inspector Clouseau, destruyen lo que tienen en torno suyo.
Siguió luego el presidente de la Generalitat, señor Montilla, con otro artículo, éste publicado en El Periódico de Cataluña titulado Un año después del nuevo Estatut y en el que, con motivo de celebrar la nueva norma autonómica catalana, aprovecha para echar un viajecito a CiU y el PP, culpándolos de "años de abandono" de las infraestructuras. Lo cual es seguramente cierto. Basta recordar a aquel ministro de Fomento del PP, el señor Álvarez Cascos quien, a pesar de ser ingeniero, no conseguía que los barcos flotasen, los trenes no descarrilasen y las autovías llegaran a algún sitio. Pero no menos cierto es que el gobierno tripartito lleva tres años gobernando Cataluña y en tres años ya podría haber remediado algo de la desastrosa gestión tanto de CiU como del PP.
Donde quiera que haya bronca se oirá siempre la voz del señor Acebes, cuyo atildado aspecto no contrarresta la ponzoña que, a imitación de su jefe espiritual, el señor Aznar, desliza en todas sus comparecencias públicas. Para el señor Acebes, los socialistas tratan siempre de encontrar una cabeza de turco para sus fracasos, bien sea el tiempo o el PP cuando, según dice, la culpa del desastre en las infraestructuras barcelonesas es del gobierno tripartito y, por supuesto, del señor Rodríguez Zapatero y su fabulosa incompetencia. Esto, a su vez, plantea el no siempre cómodo asunto de cómo se distribuyen y gestionan las competencias que, si no está claro, puede acabar involucrando por ejemplo al Ayuntamiento barcelonés, que no toca bola en ninguna de las infraestructuras que están fallando.
Y ya de cómo analizan la cuestión los comentaristas afiliados a una u otra tendencia mejor es no hablar pues aplican a rajatabla la consigna de echar la culpa de todo a los rivales. Es política a la española en su forma más cruda, consistente en desgañitarse injuriando e incluso calumniando al adversario, pero sin intentar un análisis racional de lo que ha sucedido y de los medios de resolverlo, sólo al final del cual podrían empezar a distribuirse culpas y responsabilidades. En principio, como decía más arriba, parece obvio que ha habido un déficit notorio de mantenimiento y mejora de las infraestructuras en los años de gobierno de CiU y el PP; pero no menos lo es que tampoco el tripartito ha estado a la altura de las circunstancias. Dado que todos son responsables del desaguisado, ¿es tan difícil crear una comisión en el Parlamento de Cataluña que estudie desapasionada y cuidadosamente la situación y emita al final un informe propugnando vías de acción para resolver el problema?
Cataluña no tiene únicamente un déficit de infraestructuras, también tiene un déficit de políticos competentes. En todo caso, lo que sí parece claro es que la culpa de tanto desastre no la tiene el estatuto.