dijous, 23 d’agost del 2007

Algo más por la ciudadanía.

En el post de ayer sobre la cruzada que han montado los curas contra la Educación para la Ciudadanía con ayuda de sus monagos del PP olvidé lamentablemente consignar una dirección por si alguien quiere firmar un manifiesto de apoyo a la asignatura. Héla aquí: Atrio. Hace ilu esto de volver a los tiempos de los abajofirmantes que teníamos algo abandonados.

Desde la muerte de Franco, hace treinta y dos años, España ha dado un salto gigantesco, se ha europeizado (como quería Ortega), se ha modernizado (como quería Costa), se ha reconciliado, al menos en parte (como quería Machado) y se ha puesto a la altura de las demás sociedades capitalistas avanzadas. Para ello, entre otras medidas, hubo que implantar el IRPF, abolir "delitos" como el adulterio, regular el divorcio, dar paso al aborto, reducir las prerrogativas y privilegios de la iglesia, eliminar el servicio militar obligatorio, regularizar las situaciones de inmigración, aceptar matrimonios homosexuales, legislar contra la violencia machista y establecer por ley la igualdad de género. En casi todos estos avances, la opinión pública progresista tuvo que hacer frente a la radical oposición de los curas y sus monagos y acabó triunfando. Esta vez también vamos a conseguirlo porque tenemos razón y somos más.

Ya sé que para quienes esperan tomar mañana el Palacio de Invierno todo esto son batallitas de "progres", pan para hoy y hambre para mañana, cuando no repugnantes concesiones de socialdemócratas traidores prestos a refrenar los ímpetus de unos trabajadores revolucionarios que en lugar de estos parches pequeñoburgueses habrían abolido el dinero de un plumazo, establecido el amor libre, suprimido todas las religiones-opios-del-pueblo, disuelto todo tipo de ejércitos y fuerzas armadas, erigido el internacionalismo proletario a toque de cornetín (de órdenes) y decretado por narices la igualdad esencial de los seres humanos en una sociedad sin clases.

Con razón se quedan en casa estos radicales salvadores del pueblo, no se ensucian las manos con el miserable "reformismo", rajan como crisóstomos en las cervecerías y se alegran de que haya altas tasas de abstención, en la que tienen puestas todas sus esperanzas. La verdad es que es una pena que las gentes sigamos empeñadas mayoritariamente en forjar una sociedad progresiva, abierta, tolerante, libre a base de reformas, pactos, negociaciones y chanchullos en lugar de seguir a estos sapientísimos profetas de la revolución que, como decía Adorno, "confunden el ruido de sus cadenas con el sonido de la marcha de la historia."

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