diumenge, 24 de juny del 2007

Eurochapuza.

Acerté. La teoría de la chapuza funciona. Frau Merkel, presidenta de turno de la UE se había propuesto desatascar el proceso de unificación política europeo y lo ha conseguido en Bruselas. Lo ha conseguido llegando a un acuerdo en el que todos han cedido algo y se han dejado algunos pelos en la gatera para que salga adelante este curioso proyecto al que llamamos "Europa", con la misma arrogante indiferencia acerca de su significado que tenemos para utilizar el término como nombre de un continente que empieza por no ser un continente.

A los polacos los han domeñado poco menos que a la brava. Frau Merkel estaba dispuesta a pasar por encima de Polonia (es la germánica costumbre) pero, al final, ante la protesta de Estonia y Chequia, otros dos Estados que los alemanes han invadido alguna vez, se les ha hecho la concesión de aplazar hasta 2017 la entrada en vigor de la nueva forma de adopción de decisiones por mayoría. Yo no hubiera cedido. Los polacos deben tener garantías frente al abrazo del oso de su vecino occidental, ¿por qué no?

La oposición del Reino Unido traía más peso y las concesiones de la UE han sido de otro tipo. La propuesta figura del "Ministro europeo de Asuntos Exteriores" perdía el nombre en favor del de "Alto Representante"; la propuesta ha sido española y el señor Blair la ha aceptado. ¿Hasta dónde alcanza un cambio de nombre? Eso queda a juicio de cada cual; o sea, chapuza. La segunda objeción británica: vigencia de la Carta Europea de Derechos Humanos se ha resuelto de forma todavía más chapucera: la carta no está en vigor en el Reino Unido; en los demás territorios, sí. Ya dije que simpatizo con la actitud británica de no tragar una declaración escrita cuando ellos tienen en vigor el Bill of Rights de 1689. Pero hay que reconocer lo que tiene de chapuza eso de que las normas se apliquen aquí pero aquí no. Parece como si Europa avanzara hacia atrás, hacia la Europa de la poliarquía medieval.

Pero vamos, tampoco es tan grave. Lo esencial es que las campanas tocan a fiesta en Bruselas, corazón de Europa. El experimento sigue por la muy saludable vía de la chapuza. Acabaremos teniendo un Tratado Constitucional que unos verán como una Constitución y otros como una Tratado. Y aquí paz y después, gloria.