Otros dos islamistas han decidido deponer la huelga de hambre. De los catorce iniciales, ya sólo quedan ocho y ninguno en huelga de sed. Caramba con la moral del creyente. Y se derrotan por parejas, como si fueran la Guardia Civil. Ahora, el problema va a ser que no se exageren en la ingesta y echen unos kilillos de más. Y estos eran los que preferían morir a seguir soportando la injusticia que se les hacía de acusarlos de algún que otro crimen. Al ponerse a comer a dos carrillos y llenar la andorga ocurre que, como decía Sancho, las cosas se ven de forma distinta.
A la vista del exitazo de la protesta, es obligado volver sobre las ominosas palabras del señor Rajoy, pronunciadas en repetidas ocasiones a los vientos de la piel de toro en el sentido de que, al "ceder al chantaje de De Juana", el Gobierno iba a encontrarse con una oleada de huelgas de hambre entre la población reclusa española, en una especie de repetición del famoso "efecto llamada", convertido ahora en "efecto ayuno". Es lo que sucede cuando se habla por hablar, por no estar callado y sin tener ni guarra de lo que se está diciendo. Porque es obvio que el señor Rajoy, como el ex-alcalde de Marbella y los islamistas del 11-M creían que una huelga de hambre es como una partida de paddle. Sigo con mi pregunta, ¿por qué no se volverá a su registro el señor registrador, cuenta habida de que no sabe de lo que habla? Y eso tras aclarar definitivamente cuál sea su sueldo, cosa que aún no ha hecho, como tampoco el señor Ruiz Gallardón ha aclarado si la señora Corulla se benefició de un trato de favor del Ayuntamiento madrileño, bajo su esclarecida dirección.