El señor Otegi ha vuelto a reunir una muchedumbre de enfervorizados partidarios en un estadio en Pamplona y les ha recitado el nuevo tao de la salvación euskalduna, el que ya enunció hace unos días. Asimismo ha pedido al señor Rodríguez Zapatero que tenga la ambición de resolver el conflicto pues no duda don Arnaldo de que, si se aceptan sus propuestas, el conflicto se resolverá. Si no fuera porque detrás de estos discursos hay pistolas y muertes, sería para pensar que son como los famosos "diálogos de besugos" de la añorada La Codorniz. Hay tres aspectos asombrosos de este discurso otegiano inasequible al desaliento, acorazado no ya frente a cualquier discrepancia, sino frente a la más mínima duda, indiferente al contexto en que se produce.
El primero es ignorar que el atentado de Barajas hizo trizas el famoso proceso. ETA no desaparece porque no se hable de ella. Y las propuestas de la izquierda abertzale, aunque sean tan razonables como éstas, no pueden tomarse en consideración mientras no se aparte claramente de la violencia.
El segundo es mezclar asuntos verosímiles con inverosímiles. Pensar en una posible fusión de los tres herrialdes de Euskadi con Navarra es tan verosímil que está en la Constitución española. Pedir al gobierno español la creación de una especie de Comunidad Autónoma en Iparralde es absurdo pues ese gobierno carece de jurisdicción al otro lado de la muga.
El tercero es confundir el dramatis personae: seguramente el reconocimiento del derecho de autodeterminación resolvería el problema (de hecho, así lo pensamos muchxs), pero es pintoresco pensar que eso esté en mano del señor Rodríguez Zapatero como si no hubiera unas Cortes Generales que tienen que tomar la decisión y una Constitución en vigor que habrá que reformar si se quiere que tal derecho se reconozca.
No es posible que el señor Otegi ignore estas dificultades que convierten su idea de una Euskalerria libre, socialista y euskalduna en algo más próximo a la Icaria de Cabet que a un posible Estado entre España y Francia. Y tampoco lo es que no se dé cuenta de que, al formular este discurso está aceptando implícitamente el supuesto de que Batasuna y ETA son la misma cosa. Decir que el conflicto se termina si se aceptan todas sus propuestas es decir algo de Pero Grullo, pues todos los conflictos se resuelven ipso facto si una de las partes acepta todas las exigencias de la otra. En consecuencia, lo que hay que entender es que se termina la violencia y ahí, es de suponer, don Arnaldo habla en nombre de ETA, aunque no la mencione expresamente. Vamos, que da la impresión de que el señor Otegi ha ido a Pamplona porque los sábados toca discurso.