dijous, 1 de març del 2007

Los felices europeos.

La Comisión Europea ha hecho público anteayer el último barómetro sobre lo que pensamos los europeos de la unión de 27 miembros y la verdad es que los datos merecen comentario. Hay una pregunta que manda narices acerca de si somos felices, y el 87% (media europea) contesta que sí. Los más "felices" son los daneses, a pesar del clima, donde el 97% de la población se da por tal y los menos felices son los búlgaros, a lo mejor porque acaban de ingresar en este club de la felicidad, cosa verosímil viendo que los siguientes menos felices son los rumanos, también recién llegados. Aunque no sé yo, dado que los daneses, los más felices, son tambien, junto a los británicos, los menos unionistas de los europeos. De los españoles, el 90% decimos ser felices. Se ve que a mí me toca tratar con el 10% restante. Supongo en todo caso que se trata de una felicidad material, de cómo le va a uno en la vida, en general; porque si la pregunta afecta a más elevadas regiones del espíritu (vistas, sobre todo, las respuestas a otras cuestiones más comprometidas) parece que lo que somos los europeos es un poco sandíos.

(A la izquierda un cuadro de Orazio Gentileschi, una alegoría de la felicidad pública y, a la derecha, los datos sobre el felicitómetro de los europeos).

Porque lo cierto es que, cuando se nos pregunta más de cerca en qué se fundamenta esa sensación de beatífica felicidad, las razones aducidas no pueden ser más ramplonas. La felicidad no tiene nada que ver con elevados asuntos espirituales, sublimes goces estéticos o desinteresados empeños en pro de causas nobles. Nada de eso. La agobiante felicidad de los europeos se trocea después del modo siguiente, atendiendo a lo que consideramos como más importante en la vida: el 99% creemos que lo más importante es la salud; y no la del alma, por supuesto. Un sólido 97% piensa que sigue en importancia la familia de cada cual y un 95% atiende luego a lxs amigxs y conocidxs. Materia aquí de debate abierto si se trata de esa concepción sublime de la amistad que tenían los filósofos, por ejemplo San Agustín, al considerar al amigo como "otro yo" o son lxs amigxs con los que se sale a cenar los viernes por la noche. Tengo mi opinión, desde luego, pero no quiero prejuzgar. Para el 90% viene luego el tiempo libre, el ocio y, si alguien tiene dudas respecto a la calidad de ese ocio, que mire las recaudaciones de los partidos de fútbol. El 84% atiende a continuación al trabajo. En buena medida, Europa es una sociedad de "workhoolics", como dicen los entendidos. Un 79% dice practicar cierta forma de altruismo, acerca de lo cual tengo mis dudas. Pero lo gordo viene a continuación en esta Europa de descreídos y egoístas: la religión es muy importante sólo para un 52% y la política únicamente para un 47%.¡Qué razón tenía Unamuno cuando nos advertía frente a esa Europa liviana y tan poco trágica! ¡Qué bien haríamos los españoles en mantenernos al margen, para conservar como un tesoro nuestra recia idiosincrasia ascética, mística, desinteresada, profunda, mitad de guerreros y mitad de monjes!

Pues tampoco; más de 20 años de pertenencia a este club de perdición, nos han convertido a los españoles en manifiesta y perdidamente europeos. Una ojeada a nuestras cifras demuestra que no tenemos arreglo. Nuestra bochornosa felicidad se basa en que el 100% de nosotros consideramos que lo más importante es la salud, la propia, nada de "salud pública" ni otras monsergas. Viene luego la familia, para el 99% (que se lo digan a esas esposas , novias y amantes a las que los españoles matan sin duda de amor) y los amigos, para el 96%. El tiempo libre, para el 93% y el trabajo para el 87%, que si se lo dicen al Lazarillo del Tormes, no se lo cree. El voluntariado le parece esencial al 74%, menos que la media europea, claro, y seguramente está inflada. Y atención: la religión es muy importante para el 34% de los españoles, o sea, 18 puntos porcentuales por debajo de la media europea y la política, para el 26%, es decir, 17 puntos por debajo de la correspondiente media. O sea, España es casi como Sodoma y Gomorra desde el punto de vista religioso y, desde el político, un país de pasotas.

Quien quiera profundizar más en el desglose de los datos y encontrar las relaciones entre las tendencias y las clases sociales, los sexos, las edades, que visite el Eurobarómetro, que está lleno de enseñanzas respecto a lo que pensamos de las generaciones venideras y del futuro de nuestras pensiones. Es curioso que sólo la mitad de los europeos, 51%, confíe en el sistema de pensiones, lo que quiere decir que esa felicidad que decimos sentir está basada en el más tradicional carpe diem. Muy interesantes los datos de lo que pensamos sobre la inmigración y las demás circunstancias que afectan a este feliz continente que, para empezar, ni siquiera es un continente.

(Otra misteriosa alegoría de la felicidad, del Bronzino, en el siglo XVI. Obsérvese esa mujer que sostiene el globo terráqueo y tiene un doble rostro).