El joven y prometedor politólogo Óliver Soto acaba de publicar un interesante artículo en Cantabria Confidencial titulado La izquierda contra la desilusión, del que saco el gráfico de la izquierda que ilustra a la perfección su hipótesis de que hay una fuerte correlación inversa entre el nivel de abstención en las elecciones (línea discontinua en el gráfico) y el porcentaje del voto al PSOE (línea roja); esto es, a menor abstención, más voto al PSOE. No se puede, en cambio, postular una correlación positiva entre la abstención y el voto al PP (línea azul en el gráfico), aunque se le acerca. La conclusión de Óliver es que el PP está interesado en provocar un sentimiento de rechazo hacia la política en los ciudadanos para fomentar la abstención y, si no gana él, cuando menos que el PSOE no lo haga por mayoría absoluta.
Me felicito descaradamente porque eso mismo es lo que llevo posteando hace días: que la derecha dinamitera -la que nos toca sufrir- ha adoptado una actitud de desprestigio general de las instituciones con el fin de producir hastío en el electorado. Fórmula archiconocida del "todos son iguales". Óliver cree que un electorado hastiado es un electorado abstencionista. Siempre se ha dicho: lxs votantes izquierdistas, más ideologizadxs y críticxs que lxs de derechas, tienden a quedarse en casa cuando están disgustadxs. Coincido con ello porque es lo que se ve en la vida cotidiana, y lo que el gráfico ilustra sin lugar a dudas.
Pero la táctica del PP no se agota en la estrategia de la abstención sino que, a mi modesto entender, va más allá. Es una táctica que podríamos llamar "antipolítica", consistente en deslegitimar todas las instituciones democráticas del Estado de derecho hasta llegar al extremo de que fuera sustituido por una régimen no democrático. La experiencia muestra que la derecha vive tan ricamente en ese régimen, como demostró durante el franquismo, pero la izquierda se la pasa en la cárcel o en algún sitio peor.
De hecho, no obstante, el asunto empieza por la abstención. El PSOE tiene que movilizar a sus votantes si quiere ganar en 2008 y hacerlo por mayoría absoluta. De momento lleva el viento de popa, a juzgar por los datos del Instituto Opina para el grupo Prisa: el señor Zapatero tiene un índice de popularidad muy superior al del señor Rajoy, que es bajísimo. El Gobierno sigue contando con el apoyo de una mayoría de ciudadanxs, a unos 15 puntos de distancia del PP y, en consecuencia, tiene una intención de voto superior a la de éste en unos 4 puntos. Y todo eso en el tercer año del mandato y habiendo pasado por momentos difíciles como el del Estatuto catalán (que aún dará algún disgusto en el Tribunal Constitucional), el de la ruptura del proceso de paz, al menos de momento, y la aplicación del segundo grado al etarra De Juana Chaos. Mientras que la oposición conservadora no levanta cabeza. ¿Hay alguna razón para todo ello?
Como siempre en política, hay varias. La primera y muy evidente es que la economía va bien. Al grito de It's the Economy, stupid! Bill Clinton ganó las elecciones de 1992 a George Bush, el padre del genio que hoy ocupa la Casa Blanca.
La segunda, que el estilo de gobierno del PSOE se ha mantenido. "No nos falles" decían los electores al señor Rodríguez Zapatero en 2004 y no parece que el señor Rodríguez Zapatero haya fallado. Unas cosas han salido bien; otras, no tanto. Pero de las que han salido mal, por ejemplo, la ruptura del proceso de paz, nadie culpa al presidente del Gobierno, sino a ETA.
La tercera, que el partido conservador se ha lanzado a una forma de oposición bronca, provocadora, callejera y conspirativa que suscita fuerte rechazo entre la ciudadanía. En cambio, levanta adhesiones en la extrema derecha, cosa que aun asusta e irrita más a la mayoría de la población. Habiendo cuestionado la validez de los resultados electorales de 14 de marzo de2004, en virtud del atentado de Atocha, los populares viven anclados en el pasado, empeñados en buscarle una interpretación que si ya era de chiste durante el período de instrucción del proceso sobre el atentado, ahora con la vista oral en marcha es delirante y ridícula al mismo tiempo.
La cuarta que, por cuanto va viéndose, el proceso de paz prosigue a coste cero para el Gobierno: ETA no atenta, la kale borroca poco menos que ha desaparecido y si la llamada Izquierda abertzale quiere presentarse a las elecciones municipales, tendrá que hacerlo dentro de la legalidad. En este blog se ha argumentado que lo único que puede hacer ETA es anunciar el abandono definitivo de la violencia. Si tal cosa sucediera, la victoria del PSOE en las legislativas de 2008 podría darse por descontada, caeteris paribus, que suelen decir los economistas. Claro que, al tratarse de ETA, no cabe ignorar la posibilidad de que dé un nuevo zambombazo. Pero no parece que, de hacerlo, fuera en detrimento de las expectativas electorales socialistas.
De forma que el PSOE, como prevé Óliver, tendrá que cuidarse de la abstención, igual que Macbeth del bosque de Birnam. La izquierda sufre frecuentes pasmos abstencionistas y para no faltar a la costumbre, se encuentra en una situación de angustiosa reflexión sobre su naturaleza y condición. Vive fragmentada en mil grupos y grupúsculos, cuya actividad exclusiva parece ser la de estar a la mutua greña. Mira con envidia esa unidad de piña de la derecha, pero es incapaz de ponerla en práctica en su seno. Debe de haber una docena de grupos izquierdistas que llevan el término "unida/o", "unitario/a", "unión" o "unidad" en su nombre y que viven unos a espaldas de otros. Pero sobre esto postearé mañana o así porque estoy leyendo cosas muy principales sobre la izquierda.
Resumiendo mi modesto parecer: el PSOE tiene ganadas las próximas legislativas sin necesidad de hacer gran cosa; le basta con que la oposición conservadora continúe por el derrotero de la confrontación callejera, la bronca parlamentaria, la deslegitimación institucional y la demagogia mediática.