dimecres, 7 de febrer del 2007

Soutine.

El País trae un reportaje muy interesante diciendo que Soutine eclipsa a Renoir en Sotheby's. Pues sí, ya se ve, y muy justo que es. Soutine es uno de los raros pintores expresionistas en Francia. No era francés, como dice erróneamente el periódico, sino un judío ruso o, mejor dicho, bielorruso, de apellido Sutin, que los franceses necesitan arreglar poniendo el diptongo ou y añadiendo la e al final para que suene así, "Sutin", ya que si no, sonaría (siempre en francés) "Sitán". Ventajas que tenemos los hispanohablantes, que pronunciamos las cosas como se escriben y que, si leemos "Sutin", pronunciaremos "Sutín" y si leemos "Soutine", pronunciaremos "Soutine".

Así que, claro queda, el pintor francés Soutine es el bielorruso Sutin, afrancesado de vida y nombre.Ese muchacho de ardiente mirada a quien retrató su amigo Amedeo Modigliani hacia 1916. Modigliani hizo varios retratos suyos (traigo éste porque es el que más me gusta) cuando los dos pasaban hambre en La Ruche, una especie de albergue para artistas sin medios. Es justo que hoy se paguen cifras muy elevadas por las obras de Soutine. 13 millones de euros por L'homme au foulard Rouge. Muy justo, digo, porque Soutine es uno de los mejores y más prolíficos expresionistas y, aunque es verdad que llegó a conocer el éxito y el bienestar económico en su relativamente corta vida, también lo es que, al comienzo de ella padeció estrecheces y miseria, tanto en su etapa en Belarús como después en París, a donde fue, impulsado por el deseo de ser un gran artista, como lo hicieron tantos otros, el amigo Modigliani, Pablo Picasso, etc. Bueno es que a algunos de estos genios les haya llegado el reconocimiento en vida, pero siempre me asombrará la ironía que supone que se paguen cifras millonarias por obras de arte hechas por personas que pasaban hambre y que, en algún caso, por ejemplo, Van Gogh, nunca salieron de la necesidad.

Soutine era un genio torrencial, como Picasso, un hombre capaz de absorber en su obra las más dispares influencias y sintetizarlas en un arte personalísimo, lleno de fuerza. Nada de extraño que haya "eclipsado" a Renoir, como dice El País, aunque se trate de un eclipse ocasional. En mi opinión, el expresionismo eclipsará siempre al impresionismo en un primer momento porque es más directo, más brutal, más impactante. Pero el impresionismo siempre acaba volviendo. El expresionismo es la Blitzkrieg alemana frente a la force d'esprit francesa. En esos paisajes ondulantes, como el de más arriba, pintado poco antes de morir, en 1943, durante una operación de úlcera perforada y tratando de huir de los alemanes, están Cézanne, Van Gogh o los expresionistas alemanes, igual que en sus retratos y autorretratos están Toulouse-Lautrec, Bonnard o el Greco. (A la derecha, Retrato de Charlot, 1937) Pero, sobre todo, está él mismo, ese hombre inquieto y desasosegado, perpetuamente insatisfecho, que no quiso conformarse con el futuro de sastre que le tenía preparado su padre y, en su lugar optó por una vida errabunda, como un nuevo judío errante, que necesitaba experimentar continuamente, cambiar de ambientes, de afectos, de personas. Ese hombre sufriente, que exteriorizaba sus desgarros interiores en unos bodegones crudos y su visión caleidoscópica de la vida en unos retratos violentos, deformados y recompuestos según sus pautas personales.

¿Eclipsar a Renoir? Sin duda, durante un momento de fulgor y revelación; pero no haya cuidado, Renoir, mucho más tranquilo, "clásico" y respetable, volverá a recuperar el cetro del impresionismo haciendo de nuevo a un lado a este desesperado expresionista.