Cuando estudiaba Hacienda Pública, muchos años ha, me enseñaron que el "precio político" es una tarifa que no cubre costes y, en consecuencia, ha de suplementarse con fondos de las arcas públicas. De entonces acá el concepto de "precio político" se ha hecho menos keynesiano, de acuerdo con los tiempos neoliberales y neocons que vivimos, y se ha convertido en un anatema que la derecha española ha venido empleando para boicotear toda iniciativa del Gobierno del señor Rodríguez Zapatero que, aunque fuera lejanamente, pudiera conducir a algún tipo de negociación en el País Vasco. Todo es "precio político".
En el otro extremo del teclado, Batasuna entiende que nada es precio político. Lo dijo el otro día el señor Otegi en una celebrada entrevista en La Vanguardia, esto es, "El Estado español no tiene que pagar ningún precio político a ETA. Ni tampoco a nosotros." No hay precio político. Algo muy racional, si lo comparamos con la especie de frenesí del PP. Pero no conviene confiarse pues bien puede pasar con Otegi como con el cuento de los dos locos que se narra en el primer capítulo de la segunda parte de El Quijote: que hablando del "precio político" razona con maravillosa lucidez; pero llevado luego al terreno de su particular locura, la autodeterminación, el hombre muestra su desvarío. No hay que pagar precio político, dice con mucha razón, basta con que el gobierno reconozca
"...un marco de autonomía para cuatro territorios que construir desde la suma de voluntades democráticas por parte de la comunidad foral navarra y la comunidad autónoma de Vascongadas. Ese marco debe regular también evidentemente el derecho a decidir libre y democráticamente." (La cursiva es mía)Ahí es donde don Quijote, esto es, Otegi, se "despeña por la sima de su simplicidad", al creer (o aparentar creer) que tal cosa está en manos del Gobierno. Y conste que, si no es locura, es una irritante manía de pensar que la gente al sur del Ebro no se entera de lo que se le dice.
Confrontado con tan interesantes declaraciones, el señor Rodríguez Zapatero levanta constancia de que hay un cambio de actitud en Batasuna y reitera su criterio: condena y cese de la violencia antes de hablar, cumplimiento de la legislación vigente para presentarse a las elecciones. Son afirmaciones rotundas contra las cuales nada pueden las logomaquias para sortear la renuncia a la violencia. Parece algo absurdo pero el estúpido bombazo de ETA el 30 de diciembre pasado ha fortalecido hasta lo indecible al Gobierno español y debilitado tanto al nacionalismo radical (con su trastienda violenta) como a la oposición conservadora (con la suya ultra) pues los primeros han perdido su crédito y los segundos no han recuperado el suyo. Frente a ETA y su brazo político, el Gobierno mantiene la oferta de negociación siempre que cese la violencia, lo que quiere decir que las frases de Otegi diciendo que hay que seguir con el "proceso" son hueras, cuando no directamente condenables, al llamar "coyuntural" al atentado de Barajas. Y frente a los reaccionarios puede probar lo que ellos no pueden, esto es, no haber hecho ni una sola concesión, nada de "precio político". El señor Zapatero puede estar tranquilo. Imposible que las cosas le salieran mejor. Si sigue la violencia en el País Vasco, su desligitimación será cada vez mayor, y si la derecha se empeña en seguir saliendo a la calle, le sucederá lo mismo.
A propósito, quien quiera contrastar la buena fe y la sinceridad de las declaraciones del señor Acebes, dispuesto a entregar una libra de su carne y su sangre para impedir que el gobierno socialista dé privilegios a los etarras, puede consultar el artículo de Miguel Ángel Aguilar en El País de 20 de febrero pasado, titulado La lista de Acebes, en el que se mencionan expresa y nominalmente cuarenta y tantos de los sesenta y dos casos de presos etarras excarcelados por el propio señor Acebes y los señores Rajoy y Mayor Oreja en sus respectivos mandatos mucho antes del cumplimiento íntegro de sus condenas. A la vista de datos tan apabullantes no hay duda: los señores Acebes, Rajoy y Mayor Oreja son tres bellacos, embusteros y desleales.