dilluns, 29 de gener del 2007

De la independencia.


Llevo unos días reflexionando sobre el asunto del título que, no por manoseado está más claro. La verdad es que no sé siquiera si lo que he reflexionado lleva a algún sitio o merece la pena consignarlo por escrito. Claro: la única forma de verlo es haciéndolo.

La independencia es una condición muy valorada en el mercado de la comunicación. Lo sabemos por las veces que los medios repiten ser "independientes". Sobre todo los comerciales. De independencia presumen también los medios públicos (en donde los hay), con muy diferente éxito, según los países, por ejemplo, muy alto en el caso de Gran Bretaña y muy bajo en el de España. No presumen tanto los de los partidos. Estaría bueno que El socialista dijera ser un "periódico independiente". Independientes se quieren también los diarios ideológicos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, que abundan en la red. Y, ciertamente, al ser de dimensiones modestas, son independientes en los aspectos económicos, pero no en los doctrinales. Son medios que seleccionan y filtran la realidad según pautas ideológicas palmarias. Obviamente, esa selección no se hace porque sí, sino en función del criterio de que la doctrina que el medio defiende es la verdadera en el debate social. La incapacidad para cuestionar las propias creencias quiere decir que se renuncia a la independencia, pues se es dependiente de esas creencias.

Los medios comerciales, al contrario, tienen mayor latitud en el ámbito ideológico, pero menor en los puntos de vista de carácter económico y social. Ahí se hacen sentir las decisiones de los agentes económicos. Son decisiones de empresa que condicionan el debate social. Más independencia doctrinal pero menos en la ortodoxia económica.

Y, en último término, la experiencia demuestra que, en muchos casos la cuestión de la independencia o no independencia no es cosa de las empresas o las colectividades sino de las personas. Son las personas quienes son independientes o no. Y en este aspecto hay algo más que la disyuntiva sobre dos valores de mercado, independencia o dependencia puesto que, con relación al individuo, la independencia es un elemento constitutivo de su dignidad como tal. Sabemos, según nos enseñan los estoicos, que un ser humano puede ser feliz incluso en esclavitud, basta con que encuentre la consolación en la filosofía. Pero es un caso extremo. En la inmensa mayoría de los seres humanos no hay duda de que el valor supremo es la libertad y nadie dependiente de lo que sea es libre. La independencia es independencia de juicio, autonomía de la persona, capaz de salir de la inmadurez en que ella misma se tenía, según el mandato kantiano que define así la Ilustración.

El individuo es el individuo ilustrado y éste es independiente porque es libre. Pero, parece que las gentes quieren la libertad para enajenarla, según pensaba Sartre, para dejar de ser libres, estar comprometidos. Comprometido significa de acuerdo con una determinada concepción del mundo, con arreglo a la cual uno lo mira y así lo ve. Es muy difícil que un doctrinario se dé cuenta de la limitación de su dependencia, por la misma razón por la que el último en enterarse de que vive en el agua es el pez.

La doctrina es la negación completa de la independencia moral e intelectual. A su vez, esa independencia se mide por el elcance de las críticas a los "nuestros".

(Giorgio de Chirico, "El enigma de la fatalidad" y "El enigma de la hora)