Esos episodios de violencia juvenil en Alcorcón se me antojan iras generacionales, como las de Francia del año pasado. A la derecha, "los funerales el anarquista Galli" de Carlo Carrá (1911), en prueba de que, en otras épocas también se llegaba a la violencia, aunque por otros motivos, políticos, doctrinales, ideales... Motivos para entrematarse parece que no son difíciles de encontrar en el acervo de la Humanidad. Ahora no hace falta motivo aparente. En realidad, el funcionamiento de estas bandas tiene una relación laxa con los motivos: van buscándolos, provocando para conseguir alguno que permita liarse a mamporros. Así que investigar los motivos es absurdo.
Varias de las noticias hablan mucho de los Latin Kings. Se trata de una banda muy organizada, de ramificaciones internacionales que tiene un estilo de gran violencia, la que ellos mismos desatan y ellos mismos se ofrecen a solucionar, mediante pago. Tengo entendido que comenzó a gestarse las cárceles, lugares de selección de la élite del hampa y luego se ha trasladado a las calles y en la que reina un código del honor o algo parecido que pueda estar al alcance de cualquier granuja suficientemente fuerte. Esto de la brutalidad es, aunque parezca mentira, fácil de medir: siempre habrá alguien que sea más bruto o menos bruto que yo. Si no estoy equivocado una de las características de los Latin era que, para ser admitidos en la hermandad en algún momento tenían que hacerse partir la cara o, al revés, partírsela a otro sin muchas alharacas, incluso pinchar a alguien, llegado el caso. Con esos ritos iniciáticos, es lógico que se insista en lo de andar a bofetadas para el resto de la función. Son bandas que viven de extorsionar a los más débiles (y aisladxs). Se descolocan cuando ven unidad frente a sí y se crecen de nuevo cuando la unidad se deshace. Frente a este tipo de organización de banda, los jóvenes españoles no tienen nada que oponer salvo su condición de "juventud", lo que es escasamente contundente por ser más bien un concepto ómnibus. Y tampoco pueden compensarse por ese fracaso afirmando su condición de española, condición de la que sus mismos hijos reniegan. Así acabarán apareciendo también las bandas españolas, en una espiral de la violencia cuy final no es fácil de prever.