divendres, 22 de desembre del 2006

Que Dios reparta suerte.

Hoy, a lo largo de la mañana estarán sonando las argentinas voces de los niños de San Ildefonso cantando los números de la lotería del "Gordo" y los premios que van obteniendo. El rito de la lotería del "Gordo" es, como si dijéramos, el chupinazo de salida de las Navidades. La cantinela de los niños y, al día siguiente, o en el mismo a través de la radio y la tele, el jolgorio de los agraciados, los empleados de un taller descorchando champán o la dueña de la tienda de ultramarinos, que ha repartido un décimo entre la clientela; alguna anécdota chusca y un par de filosofías baratas sobre la fortuna en la vida.

Traigo la ilustración que aparece en los billetes, que es la Natividad de Pedro Berruguete, un pintor excelente, padre del tallista Alonso de Berruguete, que se exhibe en la iglesia de Sta Eulalia, en Paredes de Nava (Palencia), lugar de nacimiento del pintor. Este Berruguete anduvo por Flandes e Italia, en donde dejó un soberbio retrato del fabuloso Federico de Montefeltro, duque de Urbino. De sus andanzas por el extranjero, Berruguete trajo a España los estilos flamenco y del Renacimiento temprano, consiguiendo esa curiosa mezcla que se ve en la imagen entre el gótico y el renacentismo, según se aprecia en unas figuras con trazas del hieratismo medieval, los ángeles o los dorados góticos, junto al uso de la perspectiva, como se ve en las baldosas al estilo flamenco, o la atmósfera y la profundidad, aprendidos en Italia.

En fin que Dios reparta suerte y quien no resulte agraciadx siempre podrá consolarse esta noche escuchando el mensaje navideño de SM el Rey, quien se dirige a todos los españoles en tan señalada fecha del nacimiento de Dios y eso que hay separación entre la Iglesia y el Estado. Como también lo hacía antes que él, Francisco Franco, el general golpista que le precedió y lo nombró "sucesor a título de Rey". Otro rito, aunque no tan difundido ni popular como el simpatico "Gordo".

NB. También los no creyentes podemos invocar al Dios de los creyentes (¿por qué no, si, de existir, nos tiene especial cariño ya que somos ovejas descarriadas?), sobre todo en momentos en que la apuesta pascaliana tiene un sesgo evidentemente crematístico.