(Publicado en el InSurGente)
Señor: vivimos tiempos interactivos en los que ya no es posible hablar sin que le respondan a uno. Esta es mi respuesta a su interesante mensaje de ayer al pueblo español, como parte de ese pueblo que soy, y que espero escuche Vd. con la atención y el respeto con que yo escuché anoche el suyo. Pues, parafraseando a Mark Twain cuando hablaba del Papa, yo no soy más que el Rey; pero tampoco menos.
Pronunció Vd. ayer un discurso equilibrado, como corresponde a un Jefe de Estado en una monarquía parlamentaria, en la que el Rey reina, pero no gobierna. Se mantuvo Vd. en esa línea de equilibrio a que obliga la convención de hablar de acuerdo en líneas generales con el Gobierno, pero sin hacer especial hincapié en ello para que la oposición no se sulfure; que sabe Vd. que esta oposición es sulfúrica. Y también sin demasiadas complacencias para esta última -cuyo nacionalcatolicismo quizá sea de su agrado- para que el Gobierno no lo llame a Vd. a capítulo, que entre los sociatas gobernantes quedan algunos republicanos. Y lo hizo Vd. bastante bien. Tocó los temas importantes con ánimo moderado y conciliador y trató de no olvidar a nadie. Pero, como la perfección no es humana, tuvo Vd. algunas deficiencias y, malgré tout, algún olvido. Me permito señalárselos.
Habló Vd. de respeto mutuo, diálogo y sosiego en la vida política. No hubiera estado mal que recordara que no todos son iguales y que quienes más han de sosegarse son los políticos de la derecha y sus periodistas, los eclesiásticos y los laicos que, en su proverbial energumenismo, a veces tiran hasta contra el trono, cosa que debiera preocuparlo.
Habló Vd. asimismo de la Constitución, que Vd. sancionó en su día y del respeto a las reglas del juego en ella establecidas, pero no mencionó que ya había Vd. jurado otra "Constitución" con otras reglas de juego, establecidas por un asesino que lo nombró a Vd. "sucesor a título de Rey", pero que, muy sensatamente, Vd. decidió no respetar. ¿No se le ocurre que alguien hoy, con la misma honradez, crea que no está bien respetar estas reglas de juego de esta Constitución, sobre todo si se pide la reforma del texto para que dé acogida a un derecho inalienable de los pueblos como es el de autodeterminación?
Está Vd. en contra del terrorismo, lo que es muy loable, porque se trata de una plaga de la Humanidad contempóranea, pero yo, en su lugar, hubiera hablado de todo tipo de terrorismo, empezando por los Estados terroristas, como los EEUU, que usan la lucha contra el terrorismo para ejercer el suyo. Más que nada, para diferenciarnos de ellos. Igualmente tuvo Vd. un sentido recuerdo para las víctimas, en lo que todos los ciudadanos de bien lo acompañamos. Pero echamos de menos una firme condena de esos canallas que se valen de las víctimas para sus fines políticos.
Hizo Vd. un buen repaso de los logros de nuestro país en distintos campos, el crecimiento, la protección social, la cobertura sanitaria, la lucha contra la pobreza, todo lo cual es mérito de este Gobierno; pero no mencionó Vd. sus deméritos, a pesar de hablar de la vivienda (que es un drama, sobre todo para la juventud, que el Ejecutivo no ha remediado) o de la ecología y el medio ambiente, sin referirse a una especulación y corrupción salvajes tanto bajo el gobierno del PP como del PSOE y por los cuales ya hemos sido criticados hasta por su amigo Putin.
Por último, hace años tuvo Vd. la amabilidad de recibir a la Junta directiva de la hoy extinta Asociación Española de Ciencia Política y Derecho Constitucional, de la que yo era vicepresidente. El presidente, don Manuel Jiménez de Parga, fervoroso monárquico, quiso iniciar su mandato con ese gesto simbólico. En aquella visita nos preguntó Vd., como especialistas en la materia, qué opinión nos merecían los poderes que la Constitución le otorga. Y, como suele pasar en estos casos, nuestras opiniones fueron divergentes cuando no contradictorias. Como republicano que era entonces (y sigo siendo), me abstuve de dar mi parecer por no organizar allí un cacao; mi parecer, según el cual es indiferente qué poderes le otorgue la Constitución porque el problema, Señor, es que, aunque habla Vd. continuamente de la unión de la monarquía y la democracia, su monarquía de Vd. tiene, por decirlo con suavidad, un importante déficit de legitimidad democrática.
Cuando ascendió Vd. al trono, sólo contaba con la llamada "legitimidad del 18 de julio", basada en la sublevación militar de 1936. Posteriormente, en 1977 obtuvo Vd. la legitimidad dinástica, cuando su padre renunció a sus derechos en Vd. en un asunto de familia que prefiero no juzgar. Pero la legitimidad democrática, la única que cuenta hoy día, la única respetable, esa, Señor, no la tiene Vd. El argumento de que el pueblo español ya votó a favor de la monarquía cuando lo hizo en el referéndum de la Ley para la Reforma Política (1977) y en el de la Constitución (1978) es falaz porque no fue la Monarquía lo que se puso expresamente a votación sino, en ambos casos, la democracia, siendo la Monarquía un peaje que los demócratas teníamos que pagar (ya ve Vd. si a veces se pagan precios políticos por el fin de la violencia) si queríamos vivir como personas dignas, esto es, en democracia. Pero Vd. sabe que la oposición democrática, los republicanos y otros pedíamos entonces y muchos seguimos pidiéndolo, un referéndum específico sobre la Monarquía.
La grandeza histórica de la gente se observa en estas ocasiones. Sólo hay un modo de comprobar la veracidad de sus asertos acerca de la fundamentación democrática de la Corona: someterla a referéndum. Si no quiere Vd. hacerlo en su reinado pues, al fin y al cabo, sabiendo que es Vd. partidario del fair play, no sería tampoco convincente pues hay muchos españoles que, como suelen decir, sin ser monárquicos, son "juancarlistas", recomiéndeselo Vd. a su heredero, el Príncipe de Asturias. Conozco a sus hijxs Felipe y Cristina (a la que di clase brevemente), me parecen unas personas modernas y supongo que no se escandalizarían de una recomendación de este tipo. No hay que arredrarse a la hora de consultar al pueblo al que se dice servir. No tengo duda de que si, hoy por hoy, se sometiera a referendum, la Monarquía británica, saldría triunfante y a mí, como republicano, el asunto me parecerá lamentable pero perfectamente respetable. Igual que la monarquía italiana (figúrese, hasta aquel sinvergüenza de Vittorio Emnmanuelle) sólo perdió por un escaso margen. Es, sin duda, un riesgo; pero el único que puede otorgar a Vd. la legitimidad democrática plena. Todo antes que seguir siendo el Rey de los españoles porque lo puso a Vd. ahí el último militar felón y criminal que dio un golpe de Estado.