El día de Navidad, siguiendo inveterada costumbre, invito a almorzar a mi familia. Unos años vienen unxs, otros, otrxs. Y siempre nos lo pasamos muy bien, aunque echemos de menos a nuestros mayores, que ya se han ido. Este año vinieron mis dos primas, mi primo Enrique, mi sobrina Alicia (la rubia de la izquierda), mi hijo Paulino (al fondo) y mi hijo Ramón, en primer plano, si bien propiamente hablando, este último no vino porque, siendo casi un bebé, todavía no se ha ido de casa y espero que, para cuando pueda hacerlo, lo de la vivienda está ya resuelto, que manda narices. Falta Celia, mi pareja, que es la que está haciendo la foto. Y, por casualidad, sólo ésta nos recogía a todos, razón por la que hube de sacrificar mi natural coquetería y reproducirla, a pesar de que no salgo nada favorecido y estoy como gordo y amichelinado, cosa que odio. Espero que ningunx se me mosquee por no salir perfectx. No he tenido donde elegir ya que, aunque hicimos muchas otras fotos (genial lo de las cámaras digitales que se descargan en el ordenata, en la televisión y, dentro de poco, lo harán hasta en los mecheros), ninguna nos recogía a todxs, Celia manquant. Faltaban, entre otrxs, mis dos hijxs, mi yerno y mi nieta, que están en los EEUU, aunque hablamos con ellxs por teléfono (Hi, y'all). El lugar, salón de mi casa en el pueblo, como en las obras de Chejov, debidamente decorado para la festividad, aunque no se pueda ver la enorme profusión de adornos navideños que había en la planta de abajo y que puso anteayer un grupo de niños del pueblo que vino a felicitarnos las fiestas.
Qué curioso esto del catolicismo "cultural". Nuestra sociedad es laica, en mi familia casi todos (pero no todos) somos no creyentes y, en general, salvo algunas excepciones, más bien de la izquierda y, sin embargo, celebramos las fiestas como, por otro lado, todo el mundo, según el calendario de fiestas de la Iglesia. Es el llamado "catolicismo cultural", que es tan característico de nuestro país y otros de Europa, esto es, sociedades esencialmente no confesionales que se organizan según el calendario de festividades cristianas y agradecidos porque, de no ser por esta secular institución, que no me cae especialmente simpática, a ver cómo íbamos a salpimentar el calendario con algunos, siempre pocos, días en rojo. Las fiestas, muy abundantes en la Edad Media, según mis noticias, se redujeron drásticamente con el auge del capitalismo en el siglo XIX, de forma que, mira por donde, hay un motivo para estar agradecidxs a la Iglesia, cuyo celo con el santoral, nos permite fumarnos algunas jornadas laborales.
Las fechas son esencialmente familiares, a diferencia de otras, más sociales o más personales. Y eso es lo que hace que mucha gente que escribe sobre ellas, sobre el espíritu navideño y esas cosas, hable pestes. Echan la culpa al llamado consumismo propio de la época pero, en el fondo, me malicio, lo que les irrita son las reuniones familiares. Mi madre, que era una radical, decía que las familias son "gusaneras", lo cual tiene gracia para soltárselo a alguno de esos ensotanados que van predicando las excelencias de una institución que sólo conocen en su sentido místico. Por lo demás, gusanera o no gusanera, ella quería mucho a la suya. En mi caso, la verdad es que me lo paso muy bien.
Gracias, queridxs, y a los demás lectorxs, felicidades.