Al otro lado de la pista, los de las pistolas y sus colegas del mundo civil andan amenazando con la ruptura del proceso porque el señor Zapatero no se comporta como debiera, según ellxs. Cuando son ellxs quienes debieran dar pasos por desatascar el proceso, en concreto, tres: 1º) Dejar de afanar artillería; 2º) Decir a los de la kale borroka que cultiven bonsais; 3º) Solicitar la inscripción en el registro de partidos de uno que cumpla los requisitos que la ley (incluida la de partidos políticos) prescribe. ¿Qué gana la llamada izquierda abertzale con esto? Alcanzar la condición de legalidad que le permita ser interlocutora del gobierno, de Parlamento y de todo quisque. Para explicarme más claramente: gana estar como en Cataluña que, qué diantres, no está nada mal. Un partido que no es menos independentista que Batasuna en el gobierno, con capacidad para decidir en proporción más que generosa a su apoyo electoral real.
En fin, eso está muy claro. Si lxs de la izquierda abertzale no quieren verlo, emperrándose en el fuero y no en el huevo, será porque admiten que, pidiéndolo todo, puedan quedarse en nada, en vez de sacar cuando menos un algo, que era lo que sabiamente pedía el Abate Sieyès. Pero éste estaba justificando una revolución y lxs de la izquierda abertzale sólo pueden justificar un golpe de mano. Lo curioso, pues, no es que el independentismo vasco juegue tan mal sus cartas viendo qué bien las juega el independentismo catalán. Lo curioso es la interpretación que el ultraconservadurismo español, el de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, hace del proceso de paz y de la función que en éste corresponde al señor Rodríguez Zapatero, uno de los "rostros del terror", "la esperanza de ETA".
En los tiempos del estalinismo en la Unión Soviética, uno de los procedimientos de la represión política consistía en la llamada "amalgama": se hacía un totum revolutum con lxs "enemigxs del pueblo", a quienes se podía acusar de agentes blancxs, izquierdistas, espías nazis, derechistas, partidarixs de los kulaks, etc, indistintamente, a veces a las mismas personas. En España, durante la guerra civil, Andreu Nin no solamente fue un dirigente trotskysta sino también, al mismo tiempo un agente franquista y nazi, según afirmaban quienes lo hicieron desaparecer con tanta diligencia que aún hoy no se sabé en dónde se encuentren sus restos. Eso de que el señor Rodríguez Zapatero sea la "esperanza de ETA" es pura amalgama. Puro delirio. Menos mal que quienes tales cosas dicen no gobiernan.
La amalgama es cosa de trazo grueso. La política, cosa de matices, siempre excesivos para lxs impacientes y, desde luego, innecesarios para lxs simples. Ellxs lo arreglan todo con un puñetazo sobre la mesa. Que ya había dicho Foucault, poniendo a Clausewitz de cabeza, que la política es la continuación de la guerra por otros medios. En la política, como en la guerra, vale todo. Bien claro está.