Siempre que los catalanes hacen algo sobre lo que el resto de España se pone a debatir acaloradamente me viene a la memoria un dicho de Voltaire en algún lugar de su Siglo de Luis XIV, algo así como (cito de memoria): Cataluña puede prescindir del mundo, pero el mundo no puede prescindir de Cataluña. Una hipérbole, desde luego, pero muy significativa de las admiraciones que suscitan los catalanes mundo adelante.
Admiraciones no exentas de recriminaciones. Hay que ver cómo se ponen los comentaristas de izquierda con el nuevo partido de Ciutadans que ahora dice que va a presentarse también en el resto del Estado. Los llaman "intelectuales", queriendo llamarles algo malo. Los "intelectuales", puestos a actualizar su teoría del filósofo-rey pueden ser muy plastas; pero estos parecen intelectuales más livianos, más de la farándula. Y eso anima la vida política. Habla a favor de los catalanes que lo hagan por la vía del humor más que de la bronca.
Y vamos a mentar a la bicha: la abstención, temible gorgona que petrifica (y yo creo que atonta un poco) a quien la contempla. El señor Rajoy, muy indignado, como suele estar, ha pedido al señor Rodríguez Zapatero que explique el tropezón del PSC y la "atroz" abstención. Sorprende que al señor Rajoy le preocupe que el PSC/PSOE tropiece y maravilla que pida explicaciones por la abstención, que es como pedirlas por el pedrisco. La abstención es la que es por libre decisión de la ciudadanía que, pudiendo ir a votar con plenas garantías, prefiere no hacerlo. Nada más. Cualquier interpretación de la abstención es una osadía. Incluso esas sesudas cavilaciones sobre si la abstención deslegitima las instituciones democráticas. ¿Por qué no vamos a suponer que no es que el electorado catalán esté harto o aburrido o quemado, sino que confía de tal modo en el funcionamiento de las instituciones que otorga callando? Los suizos son los que más se abstienen en Europa, pero nadie considera deslegitimadas a las instituciones.