Respondiendo a la pregunta de un incisivo periodista de Al-Yasira, Tony Blair reconoce que la invasión del Irak es un desastre. Los portavoces del gobierno, que bajo ningún concepto quieren enojar a los primos yankees, aseguran que el señor Blair no dijo lo que se dice que dijo, puesto que la fórmula usada era de mera cortesía: "Sí, es (un desastre), pero la culpa la tienen...". Eso no es una cortesía, sino una admisión de plano. Sin querer quizá, Blair ha dicho lo que tanto él como muchos otros piensan, pensamos, esto es, que aquella invasión fue un desastre, una catástrofe.
Algunos creemos que también fue un crimen y que quienes adoptaron la decisión deben ser responsables penales de ella. Fue un crimen de agresión evidente cuyos perpetradores pensaron que podrían ocultar haciéndolo breve. Pero la guerra se enquistó y enquistada sigue tres años más tarde, sin visos de terminar. 140.000 soldados sobre el terreno tienen los EEUU luchando contra un ejército fantasma, con apoyos diseminados a lo largo de los años en todo el territorio, guerreros con un espíritu similar al que delatan estos tuaregs de Paul Dubois. A ver cómo los sacan de ahí.
O sea, un verdadero desastre. Por eso han perdido los republicanos por goleada en los EEUU porque, como suele decirse, "la victoria tiene mil padres y la derrota ninguno".
De los tres de las Azores ya sólo queda el señor Aznar por reconocer el error. Nunca ha sido importante quedarse a saber lo que decía el ahora ex-presidente y, en el asunto de la guerra del Irak, menos. La guerra hubiera seguido adelante aunque el señor Aznar hubiera estado en contra. Pero no estaría de más que el ex-presidente obsequiara al amable con algunas consideraciones acerca de cómo ve él al día de hoy su decisión entonces, cómo han evolucionado los acontecimientos y en dónde puedan estar las armas de destrucción masiva.