El Consejo Europeo de Lahti, en Finlandia, ha acabado como el rosario de la aurora, con la bronca a cargo de Putin (en lugar de poner una foto suya, pongo una de San Basilio, mucho más agradable a la vista), invitado para tratar los asuntos del suministro de gas a los países de la Unión. Debía de venir caliente de casa porque se negó a firmar la Carta de la Energía, que regula las inversiones en materia de gas y aseguró, con alguna ironía que es el proveedor el que depende de los clientes y no al revés, como estos dicen.
El Consejo, muy poseído de su importancia leyó la cartilla al mandatario ruso en materia de derechos humanos, por boca del señor Borrell y lo aleccionó sobre los valores que compartimos, por la de algún otro, como el Primer Ministro polaco, que le pidió cuentas por lo que está pasando con Georgia.
Según leo en La Repubblica, el rubio lagarto del Kremlin respondió irritado que no estaba dispuesto a admitir lecciones de democracia de España, repleta de concejales corruptos, ni de Italia, patria de la Mafia. Dice el diario italiano que los señores Prodi y Rodríguez Zapatero se quedaron sin palabras. No he leído nada de esto en la prensa española pero a lo mejor es que no lo he encontrado.
Algún europeo más pragmático ha sabido ver el problema mejor que el señor Borrell; en concreto, el señor Chirac que ha recordado a sus colegas que los valores son los valores y los intereses, los intereses. Una actitud algo cínica, pero que encuentro más aceptable que los mohínes que hacen a Putin quienes se han tragado las actividades de la CIA sin rechistar. A su vez, Putin podía haber mencionado ese servilismo europeo frente a los estadounidenses, pero prefirió cargar contra dos de los últimos monos (aunque no entienda muy bien porqué contra Italia salvo que crea que el polaco es italiano) probablemente porque, aunque menos que los europeos, también está sometido a la hegemonía yankee.
RICE.
Como se prueba por el hecho de que la señora Rice, de visita en Moscú (tampoco la pongo a ella, sino una foto de las edificantes escenas de Abu Ghraib, para que no se olvide de quién se trata) se permitiera a su vez abroncar a los rusos por la deficiente libertad de prensa que existe en Rusia y por el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya (a cuyo hijo ha recibido en la habitación de su hotel) sin que, por el momento, haya habido reacciones rusas airadas.
Habrá que oír al señor Putin quien, sin duda, es un tirano con una pátina electoral, pero resulta divertido que se permita aleccionar a nadie en materia de derechos humanos la ministra de Exteriores de un país que invade a otros, los ocupa, tortura a sus ciudadanos, secuestra a los de otros países, los tortura también y los juzga sin las garantías procesales mínimas, al amparo de una ley monstruosa que prácticamente legaliza la tiranía. Putin puede encontrar injusto que los demás critiquen en él lo que ellos hacen.