Está clarísimo, el llamado "proceso de paz" es un caso típico de teoría de juegos. Quizá no tan trascendental como el que refleja la magnífica escena de la peli de Bergman, El séptimo sello, de 1957. Inciso: esto es un homenaje a Max von Sidow, al que acaban de dar un premio en San Sebastián. Menudo papelazo, el mejor de su vida, que hizo como Antonius Block, el caballero que vuelve de las Cruzadas (¡ay si lo sabe el señor Aznar!) y juega una partida de ajedrez con la Muerte. ("He encontrado a la Muerte. Estamos jugando al ajedrez", dice, muy tranquilo, a su escudero). La Muerte era Beng Ekerot, a su vez ya fallecido (ley de vida, hasta para la muerte), que alcanzó aquí también el punto culminante de su carrera.
Bueno, quizá sí sea tan trascendental, habida cuenta de que lo que nos jugamos en el proceso es lo que se juegan al ajedrez el caballero y la Muerte, esto es, la vida. Por eso nos interesa encararlo con la lógica de teoría de juegos. Hay dos tableros en los que uno de los jugadores se repite: juego a (Gobierno/ETA) y juego b (Gobierno/Batasuna). Ya de entrada, dos tableros "asimétricos": mientras el jugador 1 (Gobierno) está en los dos porque es el mismo, los jugadores 2 y 3 (ETA, Batasuna), quieren lo mismo, pero no son lo mismo. Handicap para ellos porque siempre es más difícil ponerse de acuerdo cuando se es dos que cuando se es uno.
Bien, en el juego b, el Gobierno tiene las de ganar aplicando lo que algunos teóricos de juegos llaman "posición de alternativas restringidas" que consiste en hacer ver a la otra parte que no se dispone de ciertas opciones porque alguien externo lo impide; en este caso, el PP y el griterío que está armando. "¿Qué más quisiera yo que acercar presos o legalizarte sin dilación?", gime el Gobierno a Batasuna, "Pero ya ves que no puedo. El PP no me dejaría." Se equivocan quienes acusan al PP y a sus adláteres de estar torpedeando el proceso de negociación. Al contrario: están haciéndolo posible, bien que en contra su voluntad ("el truco de la razón", que decía Hegel) fortaleciendo la actitud del Gobierno al hacerlo aparecer débil y constreñido ante su adversario.
Cierto que el PP y su entorno desean que el proceso encalle. Pero, precisamente por ello, ese proceso sigue, aunque no avance un solo paso. Nada parece unir más a los españoles (incluidos los que no quieren serlo) que dar en los morros a los suprascritos. ¿O se puede entender de otro modo el hecho pasmoso de que a las 48 horas de que los etarras anduvieran corriendo la pólvora al arábigo modo en el Gudari Eguna y sus chicos alumbrando cajeros automáticos, algún calificado dirigente de Batasuna dijera que el proceso goza de buena salud? Obviamente, goza de buena salud porque quieren que goce de buena salud.
El tiempo apremia y juega también a favor del Gobierno. Las elecciones municipales se acercan; Batasuna tiene mucho interés en ellas porque sus feudos tradicionales son los ayuntamientos. Pero, para participar, tiene que ser legal. O sea, que está pillada. Al verse pillada, puede haber caído en la tentación de jugar su última baza antes de pasar por el amargo paso de las Horcas Caudinas, esto es, el yugo de la ventanilla del Ministerio del Interior. ¿Y cuál es la última baza en un juego antes de confesar la derrota? Amenazar con romper la mesa. Y amenazar no con vanas palabras, que el viento se lleva, sino a tiros, la ETA mediante, por aquello de la credibilidad.
Justo esa es una de las reglas elementales de la teoría de juegos: si tu amenaza no es creíble, se te vuelve en contra y como que la cagas, dicho en román paladino, en el que cada cual habla con su vecino.
Porque el melodrama de los disparos al aire ha sido como de conjura de Guillermo el travieso. Hasta los expertos han entendido que la cosa no podía ir en serio. Según parece, lo han deducido del hecho de que Gara no publique el comunicado en portada. Al menos es lo que dice El Plural. Pues no sé yo. Me atengo a mi interpretación. De estar en algún sitio -como esas historias en que alguien hace desaparecer algo situándolo en el lugar más visible- la explicación está en el hecho de que la ETA (o el ente que hablara en el dichoso monte) se refiera a un "pasado, presente y futuro" de lucha; no de lucha armada. Porque lucha es todo en la vida; la existencia humana misma es producto de la lucha. De la lucha por la existencia, por ejemplo, que siempre ha tenido mucho predicamento como filosofía, sobre todo entre los burgueses. Una ETA que hace comunicados filosóficos ya no tiene capacidad alguna de amenazar. Es decir, el juego a también está perdido. Estaba perdido desde el comienzo. Nadie que vaya ganando una guerra declara una tregua unilateral.
O sea, al Gobierno le está saliendo redonda la operación. ¿O no es un éxito redondo presentarte en el Parlamento como Ministro del Interior a decir que no vas a cumplir un compromiso que contrajiste, el de informar sobre los contactos con la ETA, porque no ha habido contactos, y salir por la puerta grande?