dimarts, 26 de setembre del 2006

DIÁLOGO ENTRE UN BLOGUERO Y UN PLUMILLA.

Javier Paniagua, historiador, profesor universitario, director del Centro de la UNED de Alzira-Valencia, ex-diputado del PSOE, editor y gran amigo mío, tiene una columna semanal en El Mundo del País Valenciano. Es, pues, un digno columnista, muy distinto de esos que hacen méritos para ganar el premio al "imbécil con columna", que ha instituido Manuel Rico en su blog de periodismoincendiario y que amenaza con quedar desierto por exceso de aspirantes. La columna de ayer de Javier se llamaba Blogs. No pongo el enlace porque no lo encuentro y supongo será de pago. En ella, Javier se despacha a gusto contra los blogs con bastante gracia e ironía. Tiene el detalle de salvar éste (gracias, Javi) y el de Arcadi Espada. En cambio, pone muy mal a los de Jordi Sevilla y José Blanco. Yo también. Los blogs de los políticos no funcionan. Funcionan mucho mejor los blogs sobre los políticos. Del de Arcadi Espada no sé gran cosa, porque no lo visito. De todas formas, podría recitarle a Javier varias docenas de blogs mejores que el mío. Así que me quedé con esta copla: ¿cómo mostrarle a mi amigo Javier que está equivocado en su aversión a los blogs sin soltarle el topicazo de que jamás hay que estar en contra de las innovaciones, que eso es un signo de decrepitud? Le di vueltas todo el día, mientras trabajaba, paseaba y comía. Después del almuerzo debí de caer en una especie de letargo porque, de pronto, me encontré en un paraje desconocido, una arcadia sonriente, en presencia de dos curiosos personajes de otra época, aunque ataviados a la moda de ésta, lo que agudizaba más el anacronismo, que mantenían lo que luego supe era un

DIÁLOGO ENTRE UN BLOGUERO Y UN PLUMILLA.

Llevaban ya un tiempo hablando y estaban ponderando los respectivos méritos de los blogs y la prensa escrita. Decía Plumilla: los periódicos son tradición y seriedad.

Bloguero: antaño. Ahora, depende de cuáles; pocos. Los blogs tienen, además, la innovación.

Plumilla: la columna en el periódico no es algo aislado, está en un contexto informativo.

Bloguero: ¿y eso es bueno? Todo contexto condiciona, aunque sirva como excusa para decir que a uno lo han sacado de él.

Plumilla: la gente encuentra más cómodo leer en papel, con un cafelito y un...

Bloguero: ¿cigarrillo? Verboten; eso está ya Verboten



Tuve la impresión de que Plumilla, consciente de ir perdiendo terreno, recogía fuerzas y trataba de pasar al ataque. El día avanzaba y teníamos ya el sol del otoño, ese que no entra, en el cenit


Plumilla: los blogs son algo efímero.

Bloguero: mucho menos que la prensa, que se conserva en las hemerotecas, lugares misteriosos a los que los políticos se remiten unos a otros sin cesar y sin saber siquiera en dónde están. Los blogs aparecen siempre, hasta los de años anteriores, dando a una tecla.

Plumilla: pero los blogs no son reales, son virtuales.

Bloguero: todo lo virtual es real y todo lo real es virtual, que diría Hegel.

Plumilla: sí, pero sólo los leen quienes están en la red.

Bloguero: muchxs más que quienes leen los periódicos; y creciendo.

Plumilla: veo que no te convenzo, amigo Bloguero.

Bloguero: ¿puedo intentarlo yo contigo?.

Plumilla: por favor, adelante



Vi que Bloguero se levantaba de la piedra en que había estado sentado y, tras alzar la vista al cielo, como si impetrara su favor, se arrancó del siguiente modo

Bloguero: vayamos primero a las formas, como caballeros que somos. Los blogs tienen una flexibilidad que las columnas (que a veces son de la flagelación) no tienen. ¿A que tu columna tiene que tener siempre la misma extensión?

Plumilla: sí.

Bloguero: en el blog, la extensión la decides tú. Y ya no te hablo de meter imágenes, gráficos, cuadros, tablas, tú, de eso, nada de nada.

Plumilla: no.

Bloguero: ¿y las citas, que tanto adornan los textos y tanto pote nos dan? Cuando nosotros citamos, metemos el enlace y el lector coteja al instante. Para hacer eso contigo, hay que ir a la biblioteca o creerte bajo la palabra, ¿no?

Plumilla: es bueno para mover las piernas.

Bloguero: pero no la cabeza. De otros enlaces, no hablo. No merece la pena. De las redes de blogueros, del intercambio de información...la prensa, nada. Viene luego la interactividad que en los periódicos está mediatizada, filtrada en las cartas de los lectores y llega, cuando pronto, 24 horas más tarde. En el blog es inmediata, libre, instantánea y multidireccional. En la prensa escrita, ni olerlo

Plumilla: pero te insultan al amparo del anonimato.

Bloguero: sólo si tú lo permites. Puedes moderar los comentarios. Por ejemplo, Iñaki Anasagasti no deja que nadie diga nada que a él no le guste en su blog. Oye, es muy dueño; es su blog. Además, más insultan muchos columnistas y locutores



Era primera hora de la tarde. Bloguero se inclinó sobre un pretil desde el que la vista se perdía en un vasto horizonte liso, abierto, profundo. Creeríase uno en Castilla de no saber que era la Arcadia. Suspiró, se volvió luego en redondo, encarándose con Plumilla y, como si quisiera disculparse dijo:


Bloguero: y ahora, a los asuntos de fondo. ¿Qué hay de la libertad de creación?

Plumilla: yo la tengo.

Bloguero: dentro de estrechos límites. Estás forzado por el formato columna; no tienes colores, ni imágenes, ni puedes saltarte el formato. Y ¿que hay de la libertad de expresión?

Plumilla (levantándose como por un resorte): ¡Esa sí que sí! Todavía no ha nacido...

Bloguero: sí, la tienes, mientras no contradigas o disgustes a tu director o a cualquier otro mentecato que, sin ser tu jefe, tenga influencia sobre tu jefe para decirle que te eche. Y, entonces, te vas. Como ya te sucedió a ti, si no recuerdo mal, con un periódico.

Plumilla: no me menciones eso. Ahora estoy en otro.

Bloguero: claro, mientras no te enfrentes con el baranda. Luego, a lo mejor resulta que no cabes en ningún periódico. De eso sé yo un rato. En el blog el baranda eres tú y no tienes más límites que el Código Penal. Y de los lectores no hablo: a ti te leen los lectores del periódico pero, ¿cuántos de esos irían a buscarte si te cambiaras de periódico? En un blog te leen los que vienen a buscarte y los que caen por casualidad y les interesa.



En ese momento, cuando me parecía que Plumilla iba a dar la controversia por perdida, chocó una furgoneta Kangoo con una mochila justo debajo de mi casa, hubo un estruendo, sirenas de la policía, la sintonía de la COPE, me desperté del letargo y comprendí que todo había sido un sueño, uno de esos sueños de los que estamos hechos los seres humanos. Pero, al tiempo, pensé que, si era un sueño, tendría su

SABIA MORALEJA.

Pues de todos es sabido que los sueños tienen siempre mucho tomate, desde antes de los tiempos de José hasta los de Martin Luther King, pasando, cómo no, por los de Freud. ¿Cuál sería el tomate del blog? No tengo la menor duda: la libertad. Dentro de poco, dice mi amigo Javier, todo el mundo tendrá su blog. Claro, gracias a los dioses: todo el mundo puede expresarse. Luego ya decidiremos qué visitamos, miramos o leemos y qué no. Nadie obliga a visitar el blog de José Blanco. Pero nadie puede impedirle hacerlo. Eso es lo grande: nadie, excepto el juez, cuya autoridad acato sin dudarlo, puede impedirme escribir lo que quiera. Y no sé cuántas veces me lo han impedido, me han vetado o censurado, y no jueces, sino jefes, barandas, chupatintas, cagaletras y enchufetas diversos. Pero quédese eso para otro momento. En éste celebramos que la blogosfera es la libertad. La libertad, una de cuyas llaves es el arte, como esas elegantísimas claves musicales dibujadas por Aubrey Beardsley a fines del siglo XIX.