dijous, 30 d’agost del 2007

El partido sin nombre

Por fin se va la señora Díez del PSOE. Aleluya. No sé qué era más insoportable, si los sociatas renegando a todas horas y pidiéndole que se fuera de su partido o el señor Sáez de Buruaga invitándola a sus programas como "representante del PSOE" con la clara y generalmente cumplida misión de poner al PSOE a bajar de un burro. Parece que la señora Díez, además de marcharse del PSOE causará baja como europarlamentaria. Razonable. Debe dedicar todo su tiempo a poner en marcha ese partido que aún carece de nombre y sólo dispone de algunos propios de mucho renombre como el suyo propio o el de los señores Savater o Gorriarán.

Ha habido sobrados análisis e interpretaciones sobre los motivos de la señora Díez, que lleva treinta años en política, ha sido consejera del Gobierno vasco, parlamentaria autonómica, europarlamentaria y ha querido serlo todo en el PSOE (incluso secretaria general) y se ha quedado en el Pepito Grillo del socialismo. De todos los análisis, el más sorprendente ha sido el de la señora Gotzone Mora, especie de alter ego de la señora Díez que critica la decisión de ésta sin que esté claro lo que ella propone, aunque parece que seguir trabajando a favor del PP. Mutatis mutandi lo que se llamaba el "entrismo" en las actividades sindicales durante la Dictadura.

En todo caso, la señora Mora tiene razón en algo, esto es, en que lo importante son los partidos. Y las preguntas aquí son: ¿hay sitio en España para otro partido? Y ¿de qué orientación política es ese partido? ¿Qué apoyos reales tiene? Si tiene votos ¿a quién se los quitará? Es pronto para decirlo. Mucho dependerá de la campaña electoral, de cómo la enfoque cada cual y de qué aportación peculiar hagan los pistoleros a la fiesta.

Lo que está claro es que la ambiciosa señora Díez hace bien poniéndose de cabeza de lista de Madrid. Por malos que sean los resultados del hasta ahora partido anónimo ella tendrá el escaño asegurado. Y es bueno que haya más partidos. El sistema electoral español, oficialmente proporcional, debiera fomentar la aparición de muchos partidos. El multipartidismo es más rico, obliga a coaliciones, pactos y acuerdos. Tira más de política. Pero, al tratarse de un sistema falsamente proporcional hasta el punto de ser uno de los más desproporcionales (entre los proporcionales) del mundo eso de la aparición de nuevos partidos sin base territorial específica es muy complicado.

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