diumenge, 16 de setembre del 2018

Sin pausa y con prisa

El barullo mediático habitual de la Corte impide que la opinión pública española se haga idea de lo que sucede en Catalunya, la única zona del Estado en que este tiene planteada una crisis constitucional que amenaza su supervivencia. Hay algo de suicida en esta actitud. No solamente se oculta o falsea la información sobre el proceso independentista sino que se substituye por una bazofia de escándalos a base de títulos falsos de los dirigentes, ventas de armas a tiranías, latrocinios eclesiásticos y la sempiterna Gürtel de mil cabezas. Todo se ventila luego en un tumulto de ataques, insultos, declaraciones agresivas, tertulias insoportables, patrañas y postverdad en un clima de exasperación que afecta a los dos partidos de la derecha. Incapaces de admitir haber perdido una moción de censura, actúan como torpedos del sistema que dicen defender.

En resumen, la opinión pública española no sabe nada de Catalunya. Tampoco el gobierno. Y esto es más peligroso. Una opinión pública ignorante y parcialmente manipulada apoyará una política represiva, aunque ese apoyo no la hará más legítima. Lo preocupante es lo que pueda hacer un gobierno desconocedor de la realidad o mal aconsejado por sus prejuicios catalanófobos, al estilo de Borrell.

En ambos casos llama la atención la gran ignorancia de la evolución de los asuntos catalanes y, sobre todo, de la política independentista, tanto la institucional como la popular. Desconocen todo: sus objetivos, motivaciones, medios, apoyos y ritmos. El gobierno presume mucho de talante dialogante y de haber propiciado alguna reunión o acercamiento, como la habida hace unas fechas entre la ministra Calvo y la consellera Artadi. Pero es obvio que no hay diálogo. A la ignorancia, la parte española añade la incomunicación. Y la incapacidad para resolver un problema heredado del PP, los presos políticos, a pesar de haber criticado por errónea la "judicialización del proceso".

Digo la parte española porque la catalana, en cambio, sí se mantiene muy informada de la política de la otra por la cuenta que le trae. Participa en ella, toma partido, pretende condicionarla, teje acuerdos siempre mirando por los intereses de Catalunya. Y traslada luego la información a la política catalana para adelantar la causa independentista.

Así las cosas puede ser un gran descubrimiento para la opinión pública española y sus políticos comprobar que el proceso independentista funciona como un reloj. Hace años que, ante el evidente fracaso del Estado español, el independentismo como movimiento y la Generalitat como institución tomaron la iniciativa y desde entonces no la han perdido. La revolución catalana ha progresado poco a poco, a base de prueba y error, fabianamente, pero de forma muy organizada, hasta poner al Estado en una posición imposible.

La Diada se interpreta como la renovación del mandato del 1-O de 2017 y ha alimentado la prominencia mediática de que goza el independentismo internacionalmente. Igualmente se ha reafirmado esa robusta unidad de JxC, ERC y CUP que los unionistas están locos por romper. Si se añade que se encuentra ante un Estado a la defensiva, sin propuestas, ni proyectos, con un gobierno en precario, se comprende que aquel acelere el ritmo, apriete el paso, tenga prisa. Es ahora o nunca. Por eso anuncia Quim Torra el programa de su gobierno para el próximo 25 de septiembre. Y ¿hay alguna duda de que será un programa rupturista?

Son diez días. Pero en diez días en  Catalunya puede pasar cualquier cosa. Hoy mismo, si no yerro, en la plaza de Sant Jaume, ocupada por independentistas, se anuncia una manifestación españolista en contra de la inmersión lingüística. Ayer hubo noticias contradictorias: si los Mossos iban a desalojar o no. Al final, la Consellería de Interior hizo saber que no se desalojaría. Ante la primera noticia, las acampadas se declararon en desobediencia. Al final no la hubo porque tampoco habrá desalojo.

Ahora solo queda esperar los acontecimientos. Quizá sea en uno de estos instantes cuando salte la chispa que encenderá pacíficamente el país, según desea el MHP Torra o ese desbordamiento popular para romper con el Estado que  propugna Carles Riera.

Puede ser. Y, cuando salte la chispa, saltará muy alto.

dissabte, 15 de setembre del 2018

La aporía del independentismo

Cualquiera que haya seguido el proceso independentista dará fe de que se ha desarrollado de acuerdo con muy cuidadosas y escalonadas previsiones. Se han cubierto etapas planificadamente y se han ido designando con muy pensados nombres medidas jurídicas, políticas, orgánicas, mediáticas, como la ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la República Catalana; el correspondiente Consejo Asesor para la Transición Nacional; los lemas "de la ley a ley", "de la autonomía a la preindependencia" "de la preindependencia a la independencia". Todo en el habitual piélago de recursos y contrarrecursos del gobierno central. Lo que no merma la impresión de que se trata de un proceso, un itinerario, un viaje, una transición, cuidadosamente planteada en sus etapas. 

Pero, a medida que estas se suceden y, por tanto, retrasan el logro final, se vienen a la memoria las aporías de Zenón. Aquiles nunca alcanzará a la tortuga. El independentismo nunca llegará a la República pues siempre tendrá una etapa por delante. Los estrategas siempre tendrán una razón (o se verán forzados a invocarla) para justificar otra postergación, otro aplazamiento. 

Habiendo llegado hasta aquí, dos cosas son obvias: a) el cumplimiento del mandato del 1-O pone a la Generalitat en curso de colisión con el Estado; b) la colisión puede darse en cualquier momento no previsto y tener consecuencias  muy negativas, aunque no necesariamente igual de negativas para ambas partes. 

Las dos saben que se encuentran en una especie de empate inestable y desigual. El Estado no tiene más propuesta para Catalunya que el retorno al statu quo; la Generalitat no acepta nada que no sea la autodeterminación de los catalanes. Inestable y desigual. En cierto modo, hay una dualidad de poderes, aunque asimétricos: el Estado controla el territorio de Catalunya, pero no su población e instituciones. La Generalitat está apoyada por la población y las instituciones, pero no controla el territorio. La ventaja material es del Estado; la moral, de la Generalitat. Lo que hace democrático un gobierno no es su control sobre un territorio, sino ser libremeente aceptado por la población. 

Los independentistas conocen esta ventaja y Quim Torra en especial enfoca la tarea de la Generalitat como la implementación de la República de facto, en tanto se produce su proclamación de iure. Pero lo más probable es que esa proclamación de iure, que implica ruptura con el ordenamiento jurídico español provoque un conflicto. De ahí que se retrase, porque, aunque los dirigentes anuncien que la independencia requerirá sacrificios, nadie está interesado en adelantarlos. 

Los habrá. La situación creada en la Plaza de Sant Jaume tiene el valor de un experimento de laboratorio para ver la complejidad y el carácter crítico del momento: las acampadas lo están en tanto se implementa la República, pero la orden de los Mossos de desalojar es para hacer sitio a una manifestación el domingo en contra de la inmersión lingüística. Los independentistas lo viven como una doble provocación: se les niega su libertad de expresión y se ataca la lengua catalana. Triple, si se tiene en cuenta que un sector de los Mossos apoya la manifestación contra la lengua. Parece todo preparado para provocar un incidente.

Estos enfrentamientos serán cada vez más frecuentes. El Estado no puede obligar a la fuerza a la mayoría de la población a aceptar una forma de gobierno que rechaza. Pero, al mismo tiempo está obligado, él sí, a intentarlo porque no puede aceptar el incumplimiento de la ley y la desobediencia sistemática en una parte de su territorio. 

Lo característico de estos enfrentamientos es que se ventilan en la calle, a través de acciones populares que pueden estar planificadas o no. Las personas acampadas en Sant Jaume, según mis noticias, lo están a título personal. Pero eso no quiere decir nada en cuanto a la obligación a su vez de las entidades independentistas de proteger y hacer suyas las iniciativas populares. 

El hecho de ventilarse en la calle, en la agitación de una sociedad muy movilizada, hace que sus consecuencias sean imprevisibles. Todos los proyectos, planes, etapas, quedan aquí en suspenso y se acepta que puede haber un resultado no previsto. La República puede surgir en un momento toda entera y resplandeciente como Palas Atenea de la cabeza de Zeus pensante o bien como una Marianne en las barricadas de Delacroix. 

Porque, como escribió Marx, otro que sabía mucho de barricadas, "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio". 

Desde luego. En Catalunya hay que contar con la gente. Y confiar en ella.

Hoy, Palinuro presentador de libro en Girona

Pues, sí, en el café Le Bistrot, (Pujada de Sant Domènech, 4), a las 12:30 participo en la presentación de un libro de Laura Reixac, titulado Girona a traç de llapis, que es una mena de guía de la ciudad. Comparto presentación con la alcaldessa, Marta Madrenas, la autora y la editora de Llibres del Segle, Marta Costa-Pau. Todas muy en su lugar. El único que desentona es un servidor, un recién llegado.

Un recién llegado, claro. Y ¿qué es lo primero que hacemos al llegar a un lugar? Procurarnos una guía. Pero, desde el advenimiento de Google maps, las guías han tenido que reinventarse, como todo el mundo. Su valor ya no reside en orientarnos, porque eso lo hace mejor el GPS; ahora reside en desorientarnos, en invitarnos a visitar otros mundos con el pretexto de la guía, las leyendas de la ciudad, sus dimes y diretes, los usos de las y los vecinos. Y eso se puede hacer también con gracia, dibujo y sentido del humor, como en este libro.

En fin, que nos vemos en Le Bistrot.

divendres, 14 de setembre del 2018

Mañana, Palinuro de libros por Girona

Pues, sí, en el café Le Bistrot, (Pujada de Sant Domènech, 4), a las 12:30 participo en la presentación de un libro de Laura Reixac, titulado Girona a traç de llapis, que es una mena de guía de la ciudad. Comparto presentación con la alcaldessa, Marta Madrenas, la autora y la editora de Llibres del Segle, Marta Costa-Pau. Todas muy en su lugar. El único que desentona es un servidor, un recién llegado.

Un recién llegado, claro. Y ¿qué es lo primero que hacemos al llegar a un lugar? Procurarnos una guía. Pero desde el advenimiento de Google maps, las guías han tenido que reinventarse, como todo el mundo. Su valor ya no reside en orientarnos, porque eso lo hace mejor el GPS; ahora reside en desorientarnos, en invitarnos a visitar otros mundos con el pretexto de la guía, las leyendas de la ciudad, sus dimes y diretes, los usos de las y los vecinos. Y eso se puede hacer también con gracia, dibujo y sentido del humor, como en este libro.

En fin, que nos vemos en Le Bistrot.

El síndrome de la escalera del ministro

Creo haber leído a un ufano presidente Sánchez que su ministro de Asuntos Exteriores (aka Asuntos Catalanes), Borrell, contrarrestaría el relato independentista en el exterior, cosa de la que España anda necesitada. Pues si le sale la cosa como en la entrevista reciente en la BBC, la independencia de Catalunya es cuestión de días. 

Llevado de su soberbia, su inconsciencia, su afán de aparecer como lo que no es, Borrell reconoce claramente que Catalunya es una nación. Así, a secas. Y da a entender al periodista que con todas sus consecuencias, cosa que este recalca porque, obviamente, deja al descubierto la mala fe del nacionalismo español.

Se da cuenta del patinazo de inmediato y trata de recoger velas hablando de "secesión" en lugar de autodeterminación con una falta de lógica evidente pues autodeterminación y secesión no son sinónimos y coetáneos sino consecutivos y causales. Pero no le basta; tiene que retractarse públicamente. ¡Que no le tomen al pie de la letra, por Dios! Y, a su regreso a España, va corriendo a Onda Cero a recitar el síndrome de la escalera precisando que Catalunya es una nación cultural, pero no política, etc. Es doctrina oficial española, más o menos opinable. Lo no opinable es que Borrell mintió en la BBC por quedar bien; por tarambaina. Y vuelve a mentir cuando acusa a los medios de tergiversar sus palabras. Es imposible. Borrell dice claramente que, para él, Catalunya es una nación. 

Esa contradicción le importa poco. El ministro tiene el encargo de vencer la hegemonía independentista en la imagen exterior de España, encargo que coincide con sus más firmes convicciones. Sale dispuesto a vencer cueste lo que cueste. Llega bien asesorado con un reciente libro en contra de la Leyenda Negra. Ahí estamos todavía. La más reciente modernización fue un premio, instituido por el PP, dotado con 12.000 euríviris de vellón al mejor artículo sobre España en un medio extranjero. Por supuesto, este gobierno lo ha mantenido. Hay que vencer el relato.

Para cumplir el encargo, Borrell echa mano de la  distinción entre nación cultural y nación política, muy interesante pero inútil a estos efectos. Porque aun admitiendo la validez de los conceptos y la sutil y arbitraria degradación que contienen entre la eficacia de lo cultural y lo político, ¿quién decide cuándo una nación es cultural y cuándo política? ¿Puede ser alguien distinto a la propia nación? Dado que la idea de nación vive en sus componentes, se desarrolla, crece o decrece en el tiempo, ¿qué sucede cuando una nación cultural decide ser nación política? Desde el punto de vista de la propia nación (la perspectiva emic) está en su derecho y espera que se le respeten todos los demás, en concreto, el de dotarse de un Estado.

Desde la perspectiva exterior, española, etic, eso es falso. La nación cultural no puede ser política. Pero carece de argumento convincente en su favor. El resto de la entrevista es una desafortunada repetición  de las falacias gubernamentales españolas sobre la legalidad, la Constitución, su reforma, la división de poderes, el Estado de derecho y las presas políticas. Aquí tuvo otro descuido que le afearán: no precisó que se trata de políticas presas, como quiere la doctrina y dijo preferir que estuvieran en libertad provisional, cosa que tampoco le perdonarán los suyos.

Recurrió igualmente a los habituales embustes sobre las cifras de las elecciones, el 47% famoso, la cuestión de la mayoría, minoría y la Catalunya dividida en "dos mitades", una fábula que el ministro debía tener aun fresca en la retina comparando la asistencia a la Diada con la de la Diada alternativa de C's en la Plaça del rei. Y aquí ya el entrevistador lo deja sin aliento cuando le pregunta por qué no autoriza el gobierno un referéndum para que todo el mundo sepa a qué atenerse. Y, por supuesto, si el voto independentista no es mayoritario, no habrá secesión.

Ahí está el problema: en que el ministro sabe que el voto independentista es mayoritario y lo será cada vez más. 

España no puede retener Catalunya en contra de su voluntad. 

dijous, 13 de setembre del 2018

El día después o la post-Diada

En su discurso hace unas fechas Quim Torra se preguntó en dos ocasiones "¿ahora, qué?" Y él mismo venía a responderse diciendo que la respuesta la daría la gente, la ciudadanía.

Y así ha sido. La Diada atronó con su triple mandato: Independencia, República Catalana y libertad de los presos políticos. Y el Govern se propone actuar en cumplimiento de ese mandato, que reitera el del 1-O y lo pone en curso de colisión con el Estado

En un plan de ataque al Estado injusto, la Generalitat abre el curso con este anteproyecto de ley anunciado por Artadi que tiene un horizonte ambicioso de memoria histórica, comisión de la verdad y justicia post-transicional al margen de lo que esté haciendo el Estado.

Es como si la Diada hubiera renovado su empoderamiento a las instituciones y partidos que las gestionan. Estos, a su vez se sienten injustamente tratados por esa acusación muy extendida de que aumenta la distancia entre un pueblo rupturista y unos políticos pactistas. Para redimirse ponen en marcha ipso facto medidas orientadas a la consolidación de la República como ente de hecho, aunque no de derecho (español), crecientemente rupturistas con el marco constitucional. Reiteran además su unidad de acción. Si el PDeCat ha retirado su desafortunada moción de pacto con el PSOE "dentro de la legalidad" ha sido por el efecto de la Diada. Esa coordinación entre una ciudadanía movilizada y unos dirigentes vinculados por un programa y un mandato es un arma política poderosísima. Los políticos responden ante la gente y la gente responde por los políticos. 

Esta situación paradójica en la que Catalunya resulta tener más estabilidad política que España es la que permite a la Generalitat preguntar a Sánchez si el fracaso de la política de la represión y el miedo del PP, ayer escenificado en una Diada apoteósica, no le hace reflexionar. En otros términos, la Generalitat sigue esperando propuestas concretas del Estado para resolver un conflicto que es imposible negar ni siquiera minimizar. Es el problema de España. 

Pero España no está en condiciones de resolverlo porque se encuentra en el habitual marasmo  de crisis entrecruzadas todas originadas en la corrupción sistémica heredada del franquismo. El veto del PSOE a la comisión de investigación sobre la presunta corrupción del ex-rey Juan Carlos ha barrido de un golpe el último vestigio de legitimidad que le quedaba a esta corona, legado directo del franquismo. 

La corrupción política ha deslegitimado el resto del cacareado Estado de derecho. La corrupción en los tribunales de justicia, como en la Universidad pública, son dos casos específicos de un mal que aqueja a la totalidad del sistema político en el que las instituciones están al servicio de los partidos políticos. Corrupción es asimismo la pervivencia del franquismo en todos los órdenes, desde los arquitectónicos a los nobiliarios, pasando por los presuntos delitos contra la Hacienda pública.

Y corrupción es la desaforada represión de la libertad de expresión que lleva a la cárcel a Pablo Hasel, al exilio a Valtonyc o al calabozo a Willy Toledo simplemente por decir lo que piensan sin causar daño real a nadie. 

Todo ese barullo de atropellos, injusticias, abusos, corrupciones, persecuciones, etc., tiene muy entretenidos a los medios porque llaman a escándalo y también entretenidos a los políticos defendiéndose y atacándose mutuamente en fuegos cruzados. Pero de atención, reflexión y propuestas sobre el mayor problema constitucional del Estado español, hoy en el punto de mira de la opinión internacional, nada de nada. 

El gobierno no está en condiciones de ofrecer nada a Catalunya. Ni el gobierno ni la oposición: Podemos, no participa en la Diada porque el independentismo rompe la "normalidad"; el PP pide el 155; y C's sigue haciendo el ridículo con teatrillos callejeros sin público. Del rey no hablemos. Es el Estado el que ha fallado (a propósito, aquí el texto de mi artículo ayer en elMón.cat. que versa sobre la materia). Cada vez más claramente, es un Estado fallido porque no está en situación de garantizar el imperio de (su) ley democráticamente en Catalunya, esto es, un gobierno voluntariameente aceptado por los gobernados. Solo puede hacerlo a la fuerza con lo que no habrá aceptación sino dictadura, algo difícil de defender en Europa. La votación de hoy en el Parlamento Europeo sobre Hungría es una advertencia.

La medida anunciada por Artadi tiene mucho alcance pues es de carácter soberano. Equivale a enjuiciar el pasado del conjunto del Estado español desde una perspectiva catalana. Jurídicamente no hay objeción puesto que entra en sus competencias. Pero políticamente provocará incomodidad y recelos. Una posible justificación de la Generalitat que, por lo demás, no la necesita, es que actúa en lugar del Estado porque en cuarenta años este no ha cumplido su deber de justicia post-transicional. Si, como sostienen muchos, entre ellos Palinuro, se trata de un presunto crimen de genocidio, este no prescribe y alguien debe acometer la tarea ineludible de hacer justicia a las víctimas, con independencia de si el Estado, finalmente decide cumplir con su deber o no. 

Y así procederá la política de la Generalitat, si entiendo bien la táctica indeependentista: seguir funcionando como una república de hecho hasta el momento de una ruptura que, dadas las circunstancias, parece inevitable. La cuestión es qué forma tomará. Si pacífica o violenta; entendiendo por "violenta" no solamente los actos cruentos sino toda aquella situación en que se emplee la fuerza para impedir que los ciudadanos ejerzan sus derechos.

dimecres, 12 de setembre del 2018

La voz del pueblo

No se lo esperaban. Realmente no se lo esperaban. Temían una Diada espectacular cuando vieron que se llegaba a los 400.000 inscritos y todos los tramos completos; pero ni por asomo esperaban ver lo que han visto. Lo cual habla en demérito de los informadores y analistas. Y ¿por qué este fracaso colectivo de los medios españoles? Por un desconocimiento pavoroso de la realidad catalana que los afecta a todos, lo que explica su tendencia a la hostilidad de unos titulares interpretativos

Se habían creído las fábulas que venían contando sobre el independentismo, su apoyo social, la unidad del movimiento, las polémicas y diferencias entre sus líderes; contaban también con el cansancio de la gente y, aunque no quieran reconocerlo, con la intimidación que sembraban por las calles las bandas de fascistas encapuchados o sin encapuchar. Cumpliendo con su obligación de informar verazmente, El País se hacía eco ayer mismo de un aviso de la policía de que en la Diada pudiera haber "cierta violencia". Que no hubiera prueba alguna de ello era indiferente; como lo era que los organizadores habían planeado cuidadosamente la defensa frente a cualquier brote de violencia; y como lo era que, a diferencia de las manifestaciones unionistas, en las independentistas, infinitamente más concurridas, jamás hay violencia ni, por lo demás, restos de suciedad y porquería. Otra cosa es que los informantes, en realidad, deseaban que se produjera aquello de lo que avisaban. 

Puestos a fabular, El País interpretaba que la Diada era una cortina de humo para ocultar la división del independentismo. Ese es el nudo gordiano del unionismo, la unidad independentista de acción. Sueñan con la división del movimiento. Y, si no la ven, se inventa. Al extremo de ver división en un acto de afirmación unitaria de cientos de miles, quizá millones de personas, con la misma perspicacia con que Llarena ve violencia en el comportamiento de quienes la sufrieron el 1-O. El presidente Sánchez está también preocupadísimo por la división en Catalunya y, por iluminación divina, sabe que la mayoría de los catalanes no quiere la independencia, sino el autogobierno. Tan seguro está que no necesita probarlo con un referéndum. Referéndum al que, por cierto, la CUP se opone. El unionismo no tiene ni idea de en dónde está. Pero cree saber sobre el independentismo lo que este ignora de sí mismo. Así, Público revela que el independentismo llena la Diagonal para reclamar una República que ya no ve inminente. Y eso después de una marcha al grito de "¡Som República!"

El unionismo debía de creer también que la sociedad catalana aceptaría como  "normal" la existencia de presas y exiliadas políticas catalanas. Ha tenido casi un año para comprobar que no. Al contrario, esa sociedad se viene movilizando sin parar porque no acepta la "normalidad" que dan por cierta todos los partidos políticos españoles y lo ha demostrado masivamente en la Diada, consagrada a la liberación de los presos políticos que, según el gobierno, no son tales, sino "políticos presos".

Lo de los presos políticos es otro episodio de la política berlanguiana. El ministro de Exteriores, Borrell, no se atrevió a emplear ese ridículo juego de palabras de los "políticos presos" ante el periodista de la BBC que lo entrevistaba. En un gesto de soberbia muy típico le preguntó si había oído hablar de la separación de poderes. Es decir, reconocía que hay presos políticos, pero se lava las manos invocando la independencia del Poder Judicial. Que su gobierno esté pagando los gastos de la defensa de un magistrado español en un proceso en el extranjero, incluida la parte de demanda civil privada es una prueba de la división de poderes 

Creer que los catalanes aceptarán como normal que se encarcele injustamente a sus dirigentes democráticamente elegidos es, de nuevo, no saber en dónde se está y con quién se trata. La asistencia masiva a la Diada es en reclamación de la libertad de los rehenes políticos. Los unionistas no ignoran que el 80% de la población catalana no acepta la existencia de presas políticas; como tampoco ignoran que el 80% reclama un referéndum de autodeterminación. Luego hablaremos mucho sobre las cifras de asistencia. El Plural las deja en "miles", vamos, como una manifestación de unionistas. Es un debate inútil, sobre todo en el mismo día en que los unionistas hicieron su Diada alternativa con presencia de sus estrellas Arrimadas y Rivera en la Plaza del rei (muy propio, por lo demás) consiguiendo una asistencia de unas veintitantas personas. Con eso está dicho todo en materia de cantidades y apoyos. 

Insisto, el debate sobre cantidad es inútil. Está claro que hubo cientos de miles, quizá entre uno y dos millones. Pero lo importante es que se trató de una manifestación "con argumento" de una performance masiva, interpretada por el pueblo cuya voz exigió la Independencia, la República Catalana y la liberación de los presos políticos. Una performance visualmente muy impactante que ha abierto los telediarios del mundo entero y ha formulado un mandato renovado a los dirigentes independentistas: lo mismo, la Independencia, la República Catalana y la liberación de los presos políticos.

Los dos pilares sobre los que se asienta el proceso independentista: la claridad de objetivos en el interior y la unidad para imponerlos y la internacionalización en todos los foros.

Es imposible que el Estado español no dé alguna respuesta a la atronadora voz del pueblo catalán en forma de onda sonora. Y, al mismo tiempo, es improbable que lo haga porque carece de repertorio de propuestas y se encuentra en una situación de marasmo.

dimarts, 11 de setembre del 2018

Mitos y realidades

El establecimiento unionista abrigaba la esperanza de un "pinchazo" en la asistencia a la Diada. Confiaba en que el cansancio y el temor dejaran a la gente en casa y deslucieran el acto. Hicieron lo posible por conseguirlo: provocaciones de todo tipo, callejeras, institucionales, mediáticas en la esperanza de que brotara la violencia, se pudiera intervenir y se suspendiera la celebración. Incluso convocaron una manifestación de viva el rey y viva España el domingo que terminó con las habituales agresiones y ataques de los españolistas a la gente en la calle.

Pero los preparativos de la Diada siguieron y hablaban ya de una asistencia masiva, superior a la de años anteriores. El unionismo cambió entonces de táctica. Si no podía "desinflarse" la Diada de 2018, se desinflaban todas las demás. El País hace un completo análisis de los procedimientos de cálculo de asistencias (las famosas guerras de cantidades) y se pronuncia por el método de la empresa Lynce como el más exacto matemáticamente, basado en el cómputo informático individualizado. Y, de acuerdo con este método, todas las cantidades de manifestaciones anteriores están inverosímilmente infladas. Todas, las de los "malos" como los indepes o las de los "buenos" como los providas o antiabortos. No hay inconveniente en aceptarlo porque se trata de una corrección de perspectiva que afecta a todos por igual y solo se resienten quienes se aferran al mito o el fetichismo de los números: un millón entre millones es lo mismo que cien mil entre centenares de miles.

Hay piulaires independentistas que aplican el método de Lynce. Son los que han cifrado la asistencia a la manifa españolista del domingo en unos 7.800, en donde la Guardia Urbana vio 2.000 los organizadores 400.000.

Bienvenido el método de Lynce para calcular con exactitud la asistencia a la Diada de hoy. La fiabilidad, la verdad en las cantidades es imprescindible. Ningún movimiento que sea preciso hinchar merece la pena. En esta ocasión, los cálculos han empezado ya. Se espera una asistencia masiva a partir del dato de los 400.000 inscritos, más que nunca. Habrá discusiones, pero sobre cifras muy altas y, en todo caso, serán irrelevantes.

El dato definitivo e incontrovertible que abona la esperanza de asistencia masiva es el de los dos millones y pico de votantes el 1-O, en condiciones de riesgo y adversidad, reiterados luego en las elecciones del 21 de diciembre, en condiciones de intimidación, con el 155 y gente en la cárcel y el exilio. Ese es el dato definitivo. Y, sí, lynce o no lynce, dos millones y pico en cada caso.

La Diada de hoy tiene un valor simbólico extraordinario por darse en condiciones de anormalidad, con presos y exiliados políticos. Condiciones que los partidos unionistas, desde el PP a los Comunes-Podem consideran "normales". El MHP Puigdemont se ha volcado en la convocatoria. El MHP Torra reconoce que desde hoy hasta las fechas señaladas de octubre, será la gente la que hable y renueve (o no) su mandato, como se desprende de su afirmación de que será el pueblo catalán el que decidirá si se abren o no las cárceles. Es un contexto fascinante de choque de legalidades y legitimidades cuestionadas y voluntades políticas opuestas. Al tiempo, Oriol Junqueras ha planteado de nuevo la cuestión de la unilateralidad o el referéndum pactado con el Estado.

Ese dilema será el que decidirá la ciudadanía a partir de hoy hasta los aniversarios del próximo mes de octubre. Que se decida a través de un debate y una especie de consigna o por la vía de hecho, en una dinámica de acción/reacción entre el Estado y el independentismo que nadie puede prever, dependerá de cómo se desarrrollen los acontecimientos, a partir de hoy. 

En efecto, señoras y señores de El País, es cosa de millones. Pero no de los que vayamos hoy a la Diada, sino de los que ya han ido a votar dos veces y estamos dispuestos a hacerlo una tercera y crecidos. Todas las opciones están abiertas. Todas conducen a la República Catalana.  

dilluns, 10 de setembre del 2018

Catalunya I. Las presas políticas

Hace algo más de un mes, Palinuro glosaba la idea de normalidad del presidente Sánchez y se preguntaba cómo puede llamarse "normal" una situación con presas políticas. Simplemente, negando que las haya. Así lo hacía Sánchez entonces y, como se ve, lo reitera Ábalos ahora mismo: no hay presos políticos; hay "políticos presos".

La estupidez de la argucia salta a la vista cuando acto seguido se reconoce que la existencia de "políticos presos" no ayuda a normalizar la situación. ¿Por qué no? Un político preso, por ejemplo, es Eduardo Zaplana. ¿Impide normalizar la situación la existencia del político preso Zaplana? Obviamente, no. ¿Por qué la de los independentistas catalanes sí? Sencillamente, porque no son "políticos presos", sino presos políticos. 

Y así se lo van a demostrar mañana al gobierno cientos de miles, quizá millones de personas. Se lo va a demostrar la sociedad catalana. Una sociedad convencida de que solo la República sacará de la cárcel y hará volver del exilio a las personas que los padecen injustamente. 

Catalunya II. La Diada

No es el presidente Torra. Es la gente. La Diada es fiesta nacional. Los actos los convocan instancias muy diversas con variadas finalidades. La ANC, Ómnium, los partidos indepes convocan una independentista, republicana, por la libertad de los presos y exiliadas políticos. De ella se desmarcan los demás partidos, PP, C's, PSC, Comunes. Y hacen bien si no son independentistas. Aunque nada impediría que se sumaran a la mayoritaria con sus propias consignas, siempre que lo hicieran civilizadamente, sin agredir a los demás.

También pueden convocar su(s) propia(s) Diada(s). Si no lo hacen es por temor a la baja asistencia. En todo caso, ir o no ir a la Diada (que se prevé de Guinness de los Records), celebrarla o no, de una u otra forma es algo voluntario. La idea de que alguien queda fuera de la Diada carece de sentido. Otra cosa sería si la Diada se quisiera "unitaria". Pero, eso, con presos políticos, es imposible.

Todavía tiene menos sentido atribuir a Torra la decisión de quién queda fuera y quién dentro de la Diada, criticándole la falta de neutralidad en sus actos y decisiones. Es obvio que se eligió a Torra MHP de la Generalitat para aplicar el mandato del 1-O de construcción de la República Catalana; no para ser neutral.

diumenge, 9 de setembre del 2018

El futuro del pasado

----------------------------------------------

En la colección de utopías que dirijo en Akal acabamos de publicar esta curiosa novela de anticipación de Julio Verne, prácticamente desconocida.  Hay un par de ediciones en papel (Planeta, RBA) y hasta una edición digital en Geocities. No obstante, no ha alcanzado ni con mucho la difusión de sus otras obras en su tiempo. Precisamente porque este ya no es su tiempo. Y, sin embargo, es una obra muy interesante, como trato de probar en el estudio introductorio que he tenido la desfachatez de escribir, amparado en mi condición de voraz lector de Verne en tiempos ya remotos.

La novela es muy interesante por tratarse de una ucronía (se escribió cien años antes de los acontecimientos que relata) al tiempo que una distopía, es decir, una utopía negativa, como fueron las grandes utopías escritas en el siglo XX. Solo que esta lo fue en el XIX y, por tanto, se adelanta a todas. Y lo es también por la propia aventura del manuscrito, que casi parece otra novela de nuestro autor. Ambas razones, su estructura y contenido y su peripecia "biográfica" la han convertido en un gran gran hallazgo para los círculos vernianos, muy abundantes y activos. 

A raíz de su primer gran éxito, allá a los comienzos de los 1860, Cinco semanas en globo, el joven Verne se presentó a su editor, Hetzel, con el manuscrito de París en el siglo XX. El editor, quien llegaría a ser como un padre para él, rechazó la obra y justificó su rechazo en una carta demoledora, en la que le requería quitarse de la cabeza este tipo de obras. Verne obedeció y el manuscrito desapareció físicamente y no apareció ni a la muerte del autor, al hacerse inventario de los inéditos. Reapareció casi milagrosamente en 1994, gracias a los trabajos del mayor experto en Verne, Piero Gondolo della Riva. 

Al margen de sus mayores o menores méritos como novela romántica, el escrito abre dos vías de curiosidad. La primera es la habitual: siempre que una utopía o ucronía está datada y el tiempo ha vencido es entretenido contrastar las predicciones con las realidades posteriores. ¿En qué se parecía el París de 1960 al que se predice en 1860? Y digo "se parecía" porque, a su vez, también 1960 resulta casi brumoso pasado. 

La segunda vía de curiosidad consiste en comparar el espíritu de París en el siglo XX con el resto de la obra de Verne. Nada que ver. Si el autor de Veinte mil leguas de viaje submarino dudó alguna vez de los beneficios de la ciencia o puso en cuestión sus principios positivistas, lo ocultó muy bien. Tan bien que hizo desaparecer la prueba manuscrita hasta muchos años después de su muerte. Pero la prueba reemergió de entre los muertos. En París en el siglo XX aparece un Julio Verne convencido de que los avances científicos estupidizan a la gente, la deshumanizan y crean órdenes sociales absurdos, crueles, ridículos. Es un discurso romántico y ferozmente antipositivista.

Los lectores de Verne recordarán que en algunas de sus últimas obras, ya independizado de la tutela de Hetzel y más seguro de su posición, aventura juicios e ironías que ponían en cuestión la versión conservadora del orden social. Pero París en el siglo XX supera todos los límites e inaugura el género distópico que, en efecto, caracteriza buena parte del siglo XX.

Llega la Diada

El viernes era Albert Rivera atacando TV3 y a sus profesionales y mintiendo sobre la cadena. Ayer, Pablo Casado en Barcelona soltaba una arenga a los suyos y los no suyos, daba pintorescos vivas al Rey, a cuyo poder taumatúrgico atribuía incluso el sistema público de pensiones, y exigía del gobierno la adopción de nuevas medidas excepcionales para, según él, restablecer la legalidad en Catalunya. Porque, para Casado y el PP, la legalidad solo es pensable si se suspende la Constitución.

En verdad esta paradoja es habitual en la política española. Solo así cabe entender que los fastos previstos con motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución coincidan con su suspensión de hecho mediante el art. 155. Algo intrínseco a la política española y que le da ese aspecto irremediablemente ridículo, berlanguiano: el PSOE llega al gobierno merced a una moción de censura al anterior por considerarlo indigno de seguir gobernando y una de sus primeras medidas es condecorar a los miembros de ese indigno gobierno. 

Están tan asustados con la Diada que llevan las contradicciones y los errores al grado superlativo. ¿Acaso el envío de los 600 nuevos piolines a Catalunya es encajable en la cacareada política de diálogo del gobierno? Como tampoco lo es la campaña en los medios y las redes tratando de difundir la especie de que la Diada será un fracaso.

Desde el principio estuvo claro que los unionistas no sabían a lo que se enfrentaban. Hoy es una claridad cegadora: no tienen ni idea. Si piensan que una Diada con presos y exiliadas políticos va a ser un fracaso realmente no saben ni en dónde están. 

La Diada -y prepárense vuestras mercedes- es el comienzo de la reaparición del protagonista del movimiento: la gente. Ha pasado un año desde el mandato del 1-O. El resultado está a la vista. Todos hemos cumplido. Las cosas han salido. Se han rendido cuentas. Corresponde a la gente abrir una nueva etapa en el proceso, renovando el mandato en los mismos o en diferentes términos. 

Ya pueden los provocadores de C's llenar las calles de matones con cutters o el camarada Casado reclamar la ley marcial para Catalunya. La independencia les pasará por encima. Y al PSOE y a Podemos.

Hasta el final.

dissabte, 8 de setembre del 2018

La lucha de los liberales contra la libertad

Con toda desfachatez Rivera ha ido a TV3 a insultar al medio y mentir sobre su profesionalidad. Tanta que hasta los avezados en el cinismo de C's se han sorprendido. Desfachatez y desvergüenza. Rivera sabe que miente al acusar a TV3, la única televisión que se salva en España en el ranking de organizaciones internacionales. Sabe que miente y sabe que sabemos que miente. Eso es lo que quiere. Lo suyo no es convencer; es atemorizar. Algo así como: "sí, miento, pero, si llego al poder, ya sabes lo que te espera". 

Culmina así por ahora la deriva fascista de C's, organización que inspira, alienta y comparte las actividades de provocación callejera de las bandas agresivas contra los lazos amarillos. Arropan estos peculiares ciudadanos su talante y actividad intimidatorias con una reflexión sobre el concepto de "espacio público". Este espacio debe ser neutral, entendiendo por neutralidad lo que a ellos les dé la gana. Y para demostrar su razón se lanzan a las calles en bandas, con palos y cutters, enmascarados o disfrazados de marcianos, a arrancar lazos amarillos y provocar altercados. A coartar o reprimir la libertad de expresión ajena.

El meollo mismo del espacio público es la TV y ahí, las derechas mandan a los jefes que, como se ve, atacan y mienten sin límite alguno. Rivera no ha hecho nada en TV3 que no hiciera hace un tiempo Cospedal en circunstancia parecida, atacando injustamente a una periodista y a la cadena del programa. La misma desfachatez y desvergüenza o superiores incluso por tratarse de una gobernante del partido con el cual RTVE era una miserable charca de ranas croando loas al régimen.

Porque las derechas consideran que el espacio público debe ser el que ellas decidan y ninguno más.  Es el supremacismo propio de la carcunda hispana. España es católica o no será; es de derechas o no será. Cualquier otro modo de concebir el espacio público es un error, un pecado o un delito; o las tres cosas a la vez.

El supremacismo intrínseco alienta en el fondo de ese nacionalismo español, tan cierto de sí mismo que comienza por negar su propia existencia. Así, desde la suprema altura de un no nacionalismo por superación, los españoles hacen de menos los nacionalismos ajenos, formas de identidad lamentablemente provincianas o xenófobas. 

Ese es el verdero supremacismo. El nacionalismo español solo se diferencia de los otros en que está sostenido en el uso de la violencia militar, policial, judicial, mediática, económica y religiosa. Pero eso explica la desfachatez y desvergüenza con que Rivera o Cospedal o cualquiera de estos va al espacio público a mentir y amenazar. Porque se saben impunes.

Añádase a ello que esa impunidad se emplea asimismo para favorecer una táctica de desestabilización de Catalunya a base de provocar como sea actos de violencia que deslegitimen la reivindicación independentista. Es algo que les urge. La asistencia a los actos públicos de unos y otros revela a las claras los respectivos apoyos sociales. Mientras que a la próxima Diada irán millones de personas, al último acto público de C's en Barcelona acudieron cien, según su propio cómputo.

Hoy, Palinuro en Terres de l'Ebre

Y en la cofradía de pescadores de L'Ametlla de Mar. Una jornada organizada por el Círculo de pensamiento crítico de Ametlla de Mar, con la colaboración de las entidades que aparecen al pie del cartel. Y un programa todo él bien interesante. Se trata de una visión filosófica sobre esa extraordinaria realidad que es el proceso independentista catalán desde una perspectiva crítica.

El tema monográfico es la resistencia. Es patrimonio de los filósofos sintetizar la parte más importante de un problema: su nombre; o sea, como se dice, poner el dedo en la llaga. 

Porque la cuestión hoy no es la proclamación o consolidación de la República Catalana. Sobre eso hay acuerdo en lo esencial. La cuestión es qué instrumento se empleará para esa consolidación. Y hay poca duda de que este habrá de ser la resistencia. Es bueno, por tanto, indagar en su naturaleza como derecho, su ejercicio, sus límites, sus posibilidades. 

Entrada libre. Nos vemos en Ametlla de Mar.

divendres, 7 de setembre del 2018

Marca España

Así administrada, la noticia provocará soponcios en el ministerio de Asuntos Exteriores español, también conocido como ministerio de Asuntos Catalanes. En realidad es menos y más de lo que parece. Se trata de una nota del ministerio de Exteriores alemán dirigida a sus cuidadanos que hagan turismo en Catalunya para que tomen precauciones ya que el conflicto político sigue sin resolverse.

Es menos porque no se trata de una posición política del ministerio ni del gobierno. No es una declaración, sino una especie de advertencia administrativa de las que suelen hacerse en todos los países, incluida España, avisando a los ciudadanos que viajan a unos u otros lugares sobre los riesgos que pueden correr por razones políticas o económicas o sanitarias, etc. No ha lugar por tanto a que el gobierno español se dé por aludido y formule algún tipo de propuesta. El ministerio alemán se limita a dejar constancia de una situación de hecho.

Es más porque precisamente esa situación de hecho proyecta una imagen exterior desastrosa de España como país en el que no solamente no reina la "normalidad" que predica el presidente Sánchez, sino que lo hace una manifiesta inestabilidad. 

En nada ayuda a presentar una imagen distinta la decisión del ministerio español del Interior de enviar 600 policías antidisturbios a Barcelona, o una nueva remesa de piolines. Sin duda el envío lo habrá sido a solicitud de la Consellería de Interior de la Generalitat que ejerce las competencias de orden público. Y, sin duda también, estos 600 efectivos traerán órdenes de apoyo a los Mossos y no de actuación autónoma. Pero, en todo caso, la impresión política del hecho es desastrosa. Conmemorar el primer aniversario del 1-O con 600 o 1.000 piolines otra vez prestos a la acción no es un acierto, sobre todo cuando se anda predicando el diálogo en todos los barrios. 

En la situación de desconfianza generada en los últimos tiempos, nadie está seguro de si esas unidades de intervención no contribuirán directa o indirectamente a generar los disturbios que teóricamente han de reprimir. Acantonarlas equivale a una provocación. 

Claro que el conflicto político con Catalunya, el más grave en España, sigue sin resolverse. Tiene razón el ministerio de Exteriores alemán en avisar a sus ciudadanos. Pero se equivoca al determinar la causa del posible riesgo que estos puedan correr.  Lo que pone en riesgo la seguridad de los turistas alemanes (y no alemanes) no son la Diada ni la conmemoración del primer aniversario del 1-O sino los preparativos del gobierno para contrarrestarlos.

Mañana, Palinuro en las Terres de l'Ebre

Y en la cofradía de pescadores de L'Ametlla de Mar. Una jornada organizada por el Círculo de pensamiento crítico de Ametlla de Mar, con la colaboración de las entidades que aparecen al pie del cartel. Y un programa todo él bien interesante. Se trata de una visión filosófica sobre esa extraordinaria realidad que es el proceso independentista catalán desde una perspectiva crítica.

El tema monográfico es la resistencia. Es patrimonio de los filósofos sintetizar la parte más importante de un problema: su nombre; o sea, como se dice, poner el dedo en la llaga. 

Porque la cuestión hoy no es la proclamación o consolidación de la República Catalana. Sobre eso hay acuerdo en lo esencial. La cuestión es qué instrumento se empleará para esa consolidación. Y hay poca duda de que este habrá de ser la resistencia. Es bueno, por tanto, indagar en su naturaleza como derecho, su ejercicio, sus límites, sus posibilidades. 

Entrada libre. Nos vemos en Ametlla de Mar.

dijous, 6 de setembre del 2018

Más ecos del discurso de Torra

Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Institució i moviment, con ánimo de seguir sacando punta al discurso del MHP Torra. Por cierto, muy bueno el de Jordi Galves al respecto. Buena valoración de Quim Torra.

Guste o no a los unionistas, la política española se hace en Catalunya. Una hora o dos después del discurso de Torra salta la noticia de la dimisión irrevocable de Xavier Domènech que parece haber sorprendido a todos con la guardia baja. Tanto que llevan ya dos días buscándole una explicación, pues la motivación familiar no es convincente.

Y, sin embargo, resulta bastante lógica atendiendo a una causación de sentido, como corresponde a un político de valores y principios. Domènech había anunciado que los Comunes no irían a escuchar al MHP porque su discurso iba dirigido a los independentistas. De aquí se deducía que los Comunes no son independentistas, cosa bien sabida. Lo dice Ada Colau y lo subrayaba Domènech con el plante a Torra. Pero la propuesta de este es un referéndum de autodeterminación pactado con el Estado, vinculante e internacionalmente mediado. Exactamente la misma que propugnan los Comunes. O los comunes son indepes o los indepes son comunes, pero la incomparecencia fue una decisión absurda y contraproducente. El PSC, al enviar a una representante, cuando menos salvó la negra honrilla de la cortesía parlamentaria. Los Comunes aparecen ahora en el frente de la oposición unionista más cerril. Lo lógico, en efecto, era dimitir. Sobre todo si, como es de sospechar, el propio Domènech no compartía la decisión de no asistir. No es su estilo.

En todo caso, el discurso de marras seguirá trayendo consecuencias.

Aquí el texto castellano.

Institución y movimiento

La palabrería retórica del presidente Sánchez sobre autogobierno y referéndum, independencia y convivencia muy a tono con el barroquismo latinoamericano, quería ser su respuesta a la exigencia de los presidentes Puigdemont y Torra de plantear alguna propuesta concreta para Cataluña. La huera retórica unionista se acorazaba con la promesa de aplicar el art. 155 en el caso de que los independentistas no se avinieran a aceptar como solución un retorno a la vía estatutaria. Así se calmaba igualmente al sector más fascista de la derecha española,en el que figura en lugar prominente el actual ministro de Asuntos Catalanes, José Borrell.

A continuación, todas las miradas convergieron en el Teatro Nacional de Catalunya, en el que pronunciaría un discurso sobre “nuestro momento”, el presidente Torra, del que se esperaba una respuesta al presidente español. Sin duda recordando que Sánchez había calificado sus declaraciones de “retórica inflamada”, el MHP articuló una intervención en tono moderado pero contenido radical. Suaviter in modo, fortiter in re.

Hablaba el presidente de la Generalitat, la más alta institución catalana, pero también el político independentista que, junto a los de su generación, ha dado el paso decisivo de convertir el catalanismo clásico en independentismo y de formular un proyecto y programa hacia la República Catalana Independiente. Su discurso fue una respuesta a las naderías confusas y las amenazas concretas del presidente español y, desde el principio, dejó claras tres cosas: no se aceptará la estafa (cabe calificarla así) de un nuevo estatuto de autonomía, no se acepta la existencia de presos/as y exiliadas/os políticos y no se abandona el objetivo de la independencia.

Eso era el campo de los “noes” que arrancó intensos aplausos entre un numeroso público identificado con el objetivo independentista. En el campo de las propuestas (en dos ocasiones insistió Torra en que no hablaba para presentar una protesta, sino una propuesta), una estuvo presente del principio al final: ánimo negociador para buscar una solución negociada con el Estado español cuya fórmula ha de ser lo que siempre ha reclamado el independentismo catalán y algún grupúsculo de la izquierda española: un referéndum de autodeterminación vinculante en Catalunya con mediación internacional.

Dicho en otros términos: el independentismo no se arredra ante las engañifas estatutarias ni ante las amenazas y mantiene firme su posición.

Como presidente de la Generalitat era suficiente para clarificar la situación. Como político de compromiso independentista y larga trayectoria, añadiría algo más. El presidente habló de las instituciones, el govern, el Parlament. El político del movimiento, de la gente, de él mismo. Y también aquí el discurso –que fue un discurso a la nación catalana en un momento crucial- expuso la situación en toda su complejidad y perspectivas. El independentismo, dijo, descansa sobre tres pilares: las instituciones, los partidos y asociaciones y la ciudadanía.

Con la vista puesta en las próximas convocatorias del 11 de septiembre y el 1 de octubre, confirmó que estos aniversarios señalan la hora de la gente. Fue la gente –es la gente, el pueblo catalán- quien ha encendido este movimiento, lo ha llevado adelante, lo ha sostenido, ha defendido la República con su sacrificio frente a la barbarie represiva del Estado español. En este año, cada cual ha cumplido su deber. Hay gente en la cárcel, gente en el exilio, centenares de personas represaliadas, procesadas, perseguidas, por defender el derecho de autodeterminación de los catalanes.
Y ahora, ¿qué? Preguntó el presidente en un par de ocasiones. Ahora vuelve a ser el momento de la gente. Como si fuera una carrera de relevos. En la Diada, en el 1-O y el 3-O y también en la gran marcha cívica por los derechos políticos y sociales que el Presidente convoca con un eco de la famosa a Washington en tiempos de Martin Luther King se da el reconocimiento de que es el pueblo quien debe mostrar el camino, en la seguridad de que su nuevo mandato se llevará a la práctica como se llevó el anterior.

Sería bueno que los demócratas españoles –que alguno quedará- escucharan la voz del MHP cuando los anima a seguir el ejemplo catalán. Pero no es imprescindible.

Claro en un discurso templado pero emocionado se ha visto que nadie flaquea en el logro del objetivo de una República Catalana independiente en el seno de una Europa que habrá reconocido y amparado la justicia de su lucha por la libertad.

Hoy en Falset

En un acto organizado por Falset Acció, a las 19:30 en el teatre l'Artesana, para hablar de un tema de cierta actualidad: la República catalana vs. la Monarquía española. La emergente República catalana frente a la declinante Monarquía española. En realidad, una confrontación de espíritus. Porque República y Monarquía no solamente son dos formas de organización institucional, sino dos estados de ánimo, dos formas de pensar y de vivir. Las personas somos de espíritu republicano, esto es, igualitario, crítico, participativo y democrático; o de espíritu monárquico, o sea jerárquico, sumiso, inactivo y autoritario.

Pero, en fin, supongo que lo interesante ahora es cómo conseguimos hacer efectiva la República catalana frente, contra, a pesar de la Monarquía española.

Nos vemos en Falset.


dimecres, 5 de setembre del 2018

El discurso del curso

Terminaba ayer Palinuro su post El Restatuto asegurando que el discurso del presidente Torra sería seguido con gran atención en La Moncloa, la Zarzuela y muchas cancillerías extranjeras. Porque, en efecto, la "cuestión catalana" es la "cuestión española" o, dicho más crudamente: España se gobierna contra Catalunya.

Me quedé corto. Tanta era la atención que, a los cinco minutos de terminado el discurso del MHP, ya poblaban el ciberespacio declaraciones al respecto de distintos líderes políticos. El gobierno elevó el rango de la respuesta a categoría de rueda de prensa a cargo de su portavoz, Isabel Celáa. Avisa al presidente de la Generalitat de que las sentencias de los tribunales hay que cumplirlas. A lo que aquel contestará que no las sentencias injustas. 

Esos son los términos del conflicto: el Estado se empeña en aplicar una legalidad cuya legitimidad es negada por la Generalitat.

Al día de hoy, los medios estarán saturados de análisis del discurso de Torra. La opinión general (en unos alegre, en otros triste) será que el presidente ha moderado el tono, guardado las formas, suavizado el mensaje, manifestado su carácter contradictorio al pedir un referéndum pactado con el Estado al tiempo que se dice haberlo hecho ya el 1-0. 

Pero todo en un batiburrillo no cuela. Formas suaves; fondo, duro. Puño de hierro en guante de terciopelo. Los principios y finales se mantienen: derecho de autodeterminación, independencia y, por el camino, liberación de los presos políticos. 

El discurso se ha pronunciado en el Teatro Nacional de Catalunya. No en el Parlament, que está cerrado, ni en el Palau de la Plaza de Sant Jaume. Hay un elemento de comunicación iconográfica muy evidente. El enorme lazo amarillo que copreside el escenario con la cuatribarrada y el MHP tiene un poder simbólico enorme en el momento en que el Defensor del Pueblo español quiere que los lazos desaparezcan de los edificios públicos mientras que el Sindic des Greuges catalán piensa de otro modo. Y el gobierno y el Parlamento andan pensando sin prohibirlos o no. Su sentido de la autoridad se lo pide; su sentido del ridículo se lo impide.

El acto todo tiene un elemento simbólico grande y al haberse realizado en un teatro, es decir, haberse escenificado, se ha materializado como una etapa nueva en el proceso a la independencia. Aquel en el que, mediando la Diada y el primer aniversario del 1-0, las instituciones y los políticos devuelven la voz a la ciudadanía para que esta renueve su mandato en los términos en que se produzca. La verdadera propuesta de Torra es un recurso a la gente que es la verdadera protagonista del proceso.  Por si alguien tiene alguna duda, él mismo visualiza ese recurso como una gran marcha por los derechos civiles y políticos, inspirada, probablemente, en las grandes marchas de los tiempos de la lucha por esos derechos en los Estados Unidos. 

Hoy en Sitges

En el Teatro Prado, carrer Francesc Gumà, 6-14, a las 19:00. Organiza la Assemblea.cat Sitges como parte de un ciclo titulado "Hola, nou país!"

El título respira optimismo y alegría que, como siempre, es contagiosa. Hay una conciencia de impulso colectivo, generacional, que se vive como una experiencia única, histórica. Un país, un país entero está alumbrando una República en el erial monárquico. De una forma democrática, civilizada, pacífica, en lucha por el derecho individual y colectivo a la libre determinación que, por supuesto, incluye la independencia. 

Me atrevería a matizar el título de la xerrada, que no sería la república que ve, sino la república que és, porque Catalunya vive cada vez más en forma de república de hecho. 

Nos vemos en Sitges.