diumenge, 15 d’abril del 2012

La izquierda en Andalucía.

Las cosas en Andalucía están meridianamente claras, pero no sé si bien entendidas. En principio, con un 50,86% del voto, frente al 40,66% del PP y con 59 diputados frente a los 50 del PP, la izquierda está llamada a gobernar. Parece quedar descartada la posibilidad extremeña, exclusión que presionará más en favor de una salida razonable a la insólita situación de Extremadura en donde, pudiendo gobernar la izquierda, gobierna la derecha por decisión de tres diputados de IU.

Desechada la opción extremeña, el gobierno de la izquierda en Andalucía puede tomar al menos dos formas: gobierno en minoría del PSOE con apoyo asegurado (pacto de legislatura) de IU o gobierno de coalición PSOE-IU. Cuál de ellas se dé dependerá del resultado de las negociaciones entre las dos fuerzas de izquierda. En el PSOE son claramente partidarios del gobierno de coalición. Pero IU parece estar dividida. Hay un sector más duro, capitaneado por Sánchez Gordillo, enemigo de toda alianza con el PSOE. Ni el pacto de legislatura. El alcalde de Marinaleda admite votar la investidura de Griñán pero nada más; así el gobierno del investido estará completamente en sus manos. Gordillo amenaza, además, con una escisión de los suyos si IU pacta algo con el PSOE. Suena aquí la vieja animadversión comunista hacia los socialdemócratas, aunque el mismo Gordillo no sea miembro del PCE sino dirigente del Colectivo Unión de Trabajadores (CUT) y del Sindicato de Obreros del Campo (SOC). Al contrario, el Partido Comunista, que es la fuerza hegemónica en IU, se inclina por la coalición de gobierno.

Decida lo que decida IU es conveniente que abandone su discurso doctrinario y se atenga a los hechos. Esa pretensión de que la política de la Junta gire a la izquierda será más o menos razonable, creíble y hasta comprensible (no hay acuerdo claro respecto a qué sea la izquierda en muchos asuntos) pero lo que tiene que hacer es atenerse a los hechos. Y los hechos son que, con su 11,34% del voto frente al 39,52% de los socialistas no es justificable que IU pretenda ser hegemónica en la política de la izquierda en Andalucía y mucho menos en la política de Andalucía en su conjunto puesto que si representa más o menos a un tercio del electorado socialista, supone una décima parte del electorado general andaluz. Que la décima parte de un ente compuesto quiera determinar cómo actúa el conjunto es algo absurdo y sólo puede conseguirse mediante alguna forma de chantaje ("o se gobierna así o no se gobierna").

Para evitar esta imagen, poco edificante desde un punto de vista democrático, los dirigentes de IU han convocado un referéndum entre su base para ver si esta aprueba o no la colaboración con el PSOE. Es lo que hicieron los tres diputados extremeños para legitimar su absurda decisión de dar paso a un gobierno del PP en la región. En Andalucía se prevé lo mismo, pero la dirección convocante del referéndum es partidaria de la colaboración, de forma que el resultado referendario, salvo cataclismo, está cantado: colaboración, gobierno de coalición.

Ahora bien, el problema no es el resultado del referéndum, sino el referéndum en sí mismo. Tanto en Extremadura como en Andalucía se defiende que se trata de una práctica democrática. Pero no es cierto. Defender que la decisión la tome la militancia del partido no solo no es democrático sino que es claramente oligárquico. No son los militantes de la organización quienes han sacado tres diputados en Extremadura y doce en Andalucía sino los electores. Desde luego, consultar a los electores no es factible ya que la condición de elector (al no haber registro previo de votantes, sino un mero padrón) no es objetivamente verificable. Pero que la práctica no sea posible no quiere decir que el referéndum entre la militancia sea democrático. Las relaciones orgánicas internas de los partidos y coaliciones están trufadas de vínculos clientelares e intereses creados.

dissabte, 14 d’abril del 2012

La monarquía depredadora

Si no llega a ser porque Juan Carlos de Borbón, famoso por su tendencia a abrir las puertas con las narices y a quedarse con el manubrio en la mano al mejor estilo del inspector Clouseau, dio un traspiés de madrugada y se rompió la cadera, nadie se habría enterado de que el muy pillín había agarrado las de Villadiego el finde a cazar unos elefantes en Bostwana. La empresa privada que organiza estas carísimas y crueles cacerías para que unos cuantos individuos adinerados puedan sentirse lo que probablemente no sean, esto es, hombres, había colgado en su web (para retirarla de inmediato) la repugnante foto de la izquierda en la que el personaje que reina en España posa tan satisfecho ante el despojo de un bello animal que él ha asesinado. La foto es infame, un monumento a la imbecilidad del ser humano, capaz de enorgullecerse de destruir la biosfera que lo sostiene, y conviene darle la mayor difusión en la red, para que todo el mundo vea de qué estofa está hecho el monarca español.

Hay dos aspectos en este indignante asunto que merece la pena destacar: el primero es el secreto de las actividades finisemanales del Monarca. Se dirá, supongo, que el Rey es también persona privada y, como tal, tiene derecho a no decir cómo, dónde y cuándo va a donde quiere como persona privada. Pero eso es mentira. El Rey no tiene nada privado entre otras cosas porque es Rey por el hecho más privado de todos, que es el nacimiento. Así que quienes pretextan la tal privacidad del Rey, yerran o mienten como bellacos. Y la prueba a contrario es ver con qué sigilo se preparan estas fechorías en la Casa Real. Si en verdad fueran privadas y no plantearan problemas al hacerse públicas, ¿por qué tendrían que ser tan reservadas y secretas? Obviamente porque todo el mundo sabe que están mal. Que Juan Carlos, siempre con un ojo en la opinión pública, no se dé cuenta de esto revela hasta qué punto es duro de mollera para las cosas que, en el fondo, le gustan.

El segundo aspecto hace referencia a la cacería en sí. Probablemente será legal. Estaría bueno que, además de escaparse en secreto, el Rey se dedicara a cometer delitos. Sin duda es legal. Pero ¿es moral? Dejemos aparte el hecho de que cada elefante abatido cueste, en total, unos 40.000 € (esto es, unas sesenta veces el salario mínimo), cosa que es infumable en tiempos de escasez. Recuérdese, además, que en la mayor parte del mundo, en la que reina la miseria, la necesidad y el hambre, con 40.000 euros hago yo legal el canibalismo de niños y, con 100.000, el empalamiento de disidentes. Son lugares en lo que la legalidad se compra con dinero contante y sonante (también entre nosotros, no se crea, pero lleva algo más de tiempo y esfuerzo y se disimula un tantico) y, por lo tanto, el argumento legal carece de todo valor.

Será legal; pero es profundamente inmoral. Se objeta que los elefantes están en peligro de extinción pero tampoco lo veo un argumento definitivo porque parece querer decir que, si no lo estuvieran, cazarlos por diversión sería correcto y tampoco es cierto. Estén estos u otros animales en extinción o no, cazarlos por diversión, por entretenimiento, por pasar el rato es inmoral, estúpido, cruel e inhumano. Ciertamente todo esto no es privativo de la monarquía. Hace poco supimos que un exministro socialista, Bermejo, y el gran juez Garzón, a quien Palinuro tiene en altísimo aprecio comparten con el Rey esta repugnante afición, aunque en menor escala. Pero el hecho es que el pastel del Rey se ha descubierto, ironías del destino, un 14 de abril.

Aprovechando la feliz coincidencia, ¿no podría Juan Carlos abdicar y convocar de una vez el referéndum que se nos debe desde hace 37 años para averiguar si los españoles queremos la Monarquía restaurada por Franco o nuestra República que este genocida nos arrebató por la fuerza y el terror para volver a sentar en el trono a este matador de osos en Rusia y elefantes en Bostwana?

Por supuesto

Gracias, Pilar.

Propaganda de guerra.

Dos de los varios periódicos de derecha de la capital, a veces más progubernamentales que el propio gobierno, deleitan hoy al público con las portadas que pueden admirarse a la izquierda. Las dos podrían ser material para un seminario o clase práctica de comunicación política, en concreto de semiótica de la imagen o de iconografía política. Su análisis formal y de contenido da mucho juego.

Desde el punto de vista técnico las dos son malísimas. Están mal encuadradas, mal compuestas y el montaje es rudimentario. Los portadistas no utilizan photoshop o lo hacen muy mal. O quizá la mala factura del conjunto sea un efecto querido. La propaganda de guerra probablemente sea más eficaz cuanto más primitiva. Quién sabe.

Porque lo interesante de ambas imagen es su contenido, su mensaje, encuadrable en el concepto de propaganda de guerra. De guerra de muy baja intensidad, pero guerra. Los dos colores predominantes son el rojo y el negro, los dos elementos de la guerra, el fuego y la muerte. En la portada de La Razón, un adusto y conminativo Margallo levanta un índice admonitorio tribunicio, consular, cesáreo incluso. En la del ABC, una taimada Kirchner vela su gesto tras un abanico, calibrando la brava entrada de Saéz de Santamaría, mezcla de Juana de Arco y Príncipe Valiente, ligeramente sobredimensionada en un favorecedor primer plano.

El mensaje es evidente: he aquí un conflicto que el gobierno está dispuesto a resolver por las buenas o por las malas. Pero si de guerra se trata, cosa imposible ya que ninguno de los dos países tiene capacidad militar para hacerla ni la comunidad internacional se lo permitiría, si de guerra se trata, digo, los personajes de las portadas están mal escogidos, aunque solo sea por razones de protocolo. Del lado de la Argentina aparece la presidenta de la República, mientras que del lado de España aparecen la vicepresidenta del gobierno y el ministro de Exteriores, cuando debiera hacerlo Rajoy. En la casa de ABC, Kirchner podría decir a Sáez de Santamaría que ella no habla con segundonas y en el del malencarado ministro algo parecido. Las portadas, pues, se desinflan en su exaltado patriotismo bien por un error de protocolo bien porque respondan a la inveterada costumbre de Rajoy de escurrir el bulto allí donde hay jaleo y mandar a dar la cara, si acaso, a sus colaboradores o pretorian@s.

En cuanto empiezan a batir los tambores del patriotismo (no sé si lo he soñado o en algún lugar he leído que el primerizo Margallo ha dicho algo sobre Gibraltar) me asalta el recuerdo del Dr. Johnson, al decir de Boswell: el patriotismo es el último refugio de un canalla, y también el de Ambrose Bierce en su Diccionario del diablo, cuando comenta el apotegma de Johnson y lo corrige diciendo que, en realidad el patriotismo es el primer refugio de un canalla. A lo que vamos: propaganda de guerra en ambos casos en defensa de los intereses de una compañía multinacional que se supone española. Y propaganda bastante mala. Pero esto es indiferente porque lo importante de estas portadas no es lo que dicen o reflejan, sino lo que callan u ocultan. Por eso, para que no se oiga lo callado ni se vea lo oculto, cuanto más feas, chillonas y llamativas sean las portadas, mejor.

¿Y qué es lo callado y oculto? Obviamente la noticia de que los mercados volvían a la carga contra España, a pesar de la obsequiosidad del gobierno y de la batería de reformas, recortes, ajustes, etc. La noticia era que la prima de riesgo volvía a escalar a los 424 puntos básicos, que la bolsa se daba el mayor batacazo del año y que el Ibex perdía un 3,58 por ciento, bajando al nivel de 7.250,60. Esa era la noticia que había que ocultar como fuera, por lo cual va muy bien algún pretexto para batir tambores de guerra. ¡Y contra la Argentina! ¡Recordad las Malvinas! Remember the Falklands!. Efectivamente, se hace ver que Kirchner utiliza el conflicto para escamotear otros problemas nacionales cuando esa es precisamente la intención del gobierno español: ponerse a dar gritos patrióticos a través de sus medios para ocultar el desastre de su gestión en la estabilidad de la deuda, la desactivación de los mercados, la recuperación de la confianza. No hay tal y ahora el gobierno afronta otro fin de semana de nervios desatados, a ver cómo abren los mercados el lunes. Es de esperar que en estas tensas 48 horas, Rajoy no vuelva a perder los nervios y anuncie el domingo por la tarde algún otro recorte propiciatorio, como el pueblerino que lleva un jamón al abogado.

¡Gran verdad lo de que nadie es profeta en su tierra! Y en el caso de Rajoy, tampoco en la ajena.

divendres, 13 d’abril del 2012

Cospedal y Humpty Dumpty.

Los discursos de Cospedal son de ordinario verdaderos monumentos al disparate, falsedades y absurdos tan groseros que uno se pregunta si cree estar hablando para seres racionales o para alucinados como ella misma. Tanto que le viene al dedo la famosa conclusión de Humpty Dumpty en su diálogo con Alicia en el País de las Maravillas. Aunque todo el mundo lo conozca de memoria lo traigo aquí para refrescarla, porque siempre es un gozo leerlo y porque pretendo utilizarlo como medida para calibrar las dos últimas intervenciones públicas de Cospedal. Dice así:


“Cuando empleo una palabra", dijo Humpty Dumpty en un tono bastante desdeñoso, "significa exactamente lo que yo digo que significa; ni más ni menos.

"La cuestión es", dijo Alicia, "si usted puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan distintas."

“La cuestión es", dijo Humpty Dumpty, "quién manda; eso es todo".


La cuestión es quién manda. En efecto: eso es todo. Y aquí, de momento, mandan Cospedal y los cospedalianos. Por lo tanto, las cosas significan lo que a ellos les da la gana y ni siquiera tienen que mantener una relación discernible con la realidad. La cuestión es quién manda.

Dice Cospedal: "El PSOE está deseando que España sea intervenida". ¿Pruebas? Ni una. ¿Indicios, citas, declaraciones, escritos, algo? Nada. Cero. Tampoco las tenía cuando acusaba al PSOE de haber montado un Estado policial en España. Para Cospedal no es preciso demostrar las acusaciones. La cuestión es quién manda. Es más, la acusación concreta es un ejemplo de la famosa proyección de la derecha. Era ella quien quería que España fuera intervenida cuando gobernaba Zapatero e hizo lo posible por conseguirlo: Aznar torpedeaba los esfuerzos españoles en el exterior mientras Rajoy y otros equiparaban la nación (la "gran nación") con Grecia. La cuestión es quién manda.

Señala, fieramente orgullosa, Cospedal "que nadie venga a decirnos dónde tenemos que ajustar". Claro que no: vamos nosotros a Bruselas a que nos lo digan y vienen ellos después aquí (aquí están ahora mismo) a juzgar qué tal cumplimos las órdenes y darnos unas palmaditas o unos capones. El orgullo patrio es pura farfolla de colonizado complaciente. Pero... la cuestión es quién manda.

Remacha Cospedal con la firmeza de un martillo pilón que "el peligro de intervención no existe". A ver ¿qué creen ustedes que significa "peligro"? ¿Riesgo? Falso: significa "papagayo". Porque si, como admite la propia Cospedal, están tomándose medidas "excepcionales" en una situación "excepcional" y no es porque hay peligro de intervención, solo puede ser porque los papagayos son coloridos. La cuestión es quién manda.

Según Cospedal, el llamado copago farmacéutico (esto es, el sobreprecio que el consumidor tiene que pagar rascándose el bolsillo igual que cuando te sale al paso el bandolero Roque Guinart, como en el Quijote) es necesario para equilibrar presupuesto y sanear el déficit. Falso. Para lo que es necesario es para que el gobierno de Cospedal empiece a pagar su deuda con las farmacias... con el dinero de los contribuyentes, como Roque Guinart. La cuestión es quién manda.

Por último, lo que hubiera sido una apoteosis final si, en vez de soltarse ante un micrófono en alguna desangelada inauguración, se hubiera declamado en el escenario de La Scala de Milán: La RTVE no es imparcial. ¿Qué creen ustedes, bípedos implumes, que significa "imparcialidad"? ¿Neutralidad, objetividad? Mentira. Significa "noches blancas". Porque si se niega la imparcialidad de RTVE habiendo nombrado director de la TV de Castilla-La Mancha al periodista ideólogo "liberal", o sea, de derecha extrema, Nacho Villa y no teniendo nada que decir respecto a los dos aparatos de agitación y propaganda del PP que son Telemadrid y Canal Nou es porque "imparcialidad" es el íncubo que se aparece a Cospedal en sus noches blancas. Por eso portaba la cruz. La cuestión es quién manda.


La Tuerka es grande


Ayer estuve en el programa de La Tuerka, de TeleK, que me ha parecido estupendo. Creo que me he apasionado un poco. Si alguien se ha sentido ofendido, pido sinceras disculpas. Por la forma, no por el fondo.

(La imagen es una foto de IMG_8727, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 12 d’abril del 2012

El miedo a la red.

El debate está en todas partes. ¿Cuál es el impacto político de la red? ¿Qué sucede en el ciberespacio? ¿Quién pone orden ahí? ¿Hay que poner orden? La experiencia de la llamada primavera árabe dice que lo primero que los déspotas hacian cuando los súbditos se les rebelaban era bloquear el acceso a la red, cerrar internet, apagar Facebook, suspender Twitter, eliminar cobertura de móviles; en definitiva, suprimir la libertad de expresión y de comunicación atacando sus medios de forma ilegal. La razón estaba clara: estos medios son catalizadores de movilizaciones populares espontáneas que dieron lugar a una gran variedad de fenómenos más o menos violentos, varios de los cuales terminaron derrocando odiosas dictaduras; otros se tornaron en guerras civiles, exacerbando la violencia.

La derecha española en el gobierno, cuya afinidad electiva se orienta hacia el autoritarismo, la severidad, el rigor, el "palo y tentetieso", para entendernos, reconociendo el peligro que representa la libertad irrestricta de internet, pretende establecer la censura. Pretende cosas igualmente absurdas, por ejemplo equiparar la resistencia pasiva a la activa como delito de atentado contra la autoridad en lo que, a su vez, es un atentado contra el sentido común y la lógica de la lengua que por algo se molesta en distinguir lo activo de lo pasivo. Salvo que se quiera decir que la resistencia pasiva pasa a ser atentado mientras que la activa escala unos puestos y se convierte en delito de lesa humanidad, por ejemplo. Según algunos la derecha quiere endurecer el código penal en previsión de una agudización de la conflictividad social a causa de sus medidas. Eso es un pretexto. La derecha endurece el código penal porque es lo que hace siempre. En su idea, nuestro mundo está corrompido por la permisividad, el libertinaje, etc. y es preciso aplicar mano dura para mantener el orden público. Lo suyo es la mano dura. Lo del diálogo, las medidas preventivas, le parecen caralladas o mariconadas.

La pretensión del ministro de Interior de censurar la red es, con mucho, lo más grave porque no es tipificar de modo más o menos arbitrario un delito sino criminalizar no ya comportamientos legales sino derechos, lo cual es inadmisible. A ver si puedo explicarlo en dos niveles distintos. El primero, el de la lógica penal misma y el segundo el de la lógica política. El primero es patente. Al parecer, el gobierno pretende convertir en delito el hecho de convocar actos violentos por internet. Pero esto es una estupidez. Convocar actos violentos por el medio que sea está ya abundantemente castigado en el Código Penal que considera manifestación ilícita toda reunión o manifestación celebrada con el fin de cometer cualquier delito y la violencia es un delito. El propósito no puede ser tan estúpido. Y no lo es. Lo que pretende el ministro es tener vía libre para castigar a los convocantes de una manifestación en la que se produzca violencia, que es algo muy distinto. Hasta a un ministro se le alcanza lo ridículo de pensar que alguien convoque una manifestación diciendo algo así como: Mañana manifestación violenta en Sol en favor de la libertad de García. Lo normal será que alguien convoque una manifestación (sin hablar de violencia y, por tanto, lícita si cumple los demás requisitos etsipulados en la ley) en Sol en favor de la libertad de García y que, en el curso de esta, quizá, ocurran incidentes más o menos violentos. Lo que quiere el ministro es facultad para enchironar no a los causantes de la violencia (que ya lo hace el Código Penal) sino a los convocantes de la manifa. Si eso se admite, en dos meses no queda un posible convocante en la calle porque lo único que tiene que hacer el ministro es mandar media docena de provocadores a cada manifestación que partan la cara a diez o quince manifestantes y así mata dos pájaros de un tiro: sacude estopa a los que protestan y encarcela a los dirigentes/convocantes. Eso no es de recibo

En cuanto a la lógica política, la cosa está también muy clara: quieren censurar internet por ser internet y de ahí el tratamiento diferenciado, como si fuera un ámbito especialmente maligno o proclive al crimen, como si fuera una cueva de delincuentes cuando no es si no un ámbito público, que interactúa con el tradicional. Internet es inseparable de la radio, la televisión, los medios impresos y hasta el cine, además de tener su propio territorio o mar (no es casualidad que a los usuarios los llamen internautas) en los que rigen las normas civilizadas habituales de la realidad pues, a fin de cuentas, internet es parte de la realidad social, el ciberespacio es realidad social y no se ve por qué ha de someterse a un tratamiento más rigorista salvo por el miedo que inspira. Pero el miedo obnubila el juicio que, de todas formas, tampoco va muy allá. La autoridad odia y teme internet porque da poder a los ciudadanos al margen de las instituciones, porque permite generar e intercambiar información con independencia de la que canalizan los medios convencionales y, sobre todo, porque posibilita la movilización espontánea y autónoma de esos ciudadanos en virtud de la información compartida a una velocidad superior a la que tiene el mismo poder para enfrentarse a ella. El poder y los medios integrados en él (como poder mismo o como contrapoder) han perdido el monopolio de la información que se ha desbordado alcanzando la sociedad civil, como se demuestra viendo la peripecia de WikiLeaks. La información no solo genera poder sino tambén libertad, así que, en el fondo, el miedo a internet es el miedo a la libertad. ¿Se acuerda alguien de Erich Fromm? Pues eso.

El miedo a internet o forma contemporánea del miedo a la libertad no solo afecta a la derecha española (que, en realidad, tiene pánico) sino a todos los gobiernos del mundo, generalmente conservadores pero también de otros tipos. El gobierno chino, por ejemplo, viendo en el aniversario de la masacre de Tiananmen la posibilidad de movilizaciones políticas, bloqueó todos los enlaces que llevaran al episodio de la matanza de civiles por las tropas en 1989 en todos los buscadores. A su vez, el ACTA mundial, la ley SOPA en los Estados Unidos son las pruebas de ese miedo en cuanto pretenden policiar el ciberespacio, convirtiendo a las plataformas en la red en gendarmes de un orden que los poderes públicos no alcanzan a garantizar. Los gobiernos han dado las órdenes y sus somatenes se han movilizado.Quienes han estrangulado económicamente WikiLeaks han sido Amazon, Paypal, Google, Facebook, etc. Pero eso plantea un problema de atentado a la libertad de expresión y, en general, de legalidad en la red por cuanto privatiza el orden público, definido en términos gubernativos pero no judiciales.

(La imagen es una foto de Isaac Mao, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 11 d’abril del 2012

España una, una, una.

Aguirre visitó ayer a Rajoy en La Moncloa y provocó fuegos de artificio. Lo hace siempre con audacia y consumada maestría y suele salirle bien: acapara la atención mediática. Es un poco como Aznar, esto es, ha de ser quien dé la nota más alta; tanto que casi pareció que los huracanados vientos de la crisis se tornaban suave brisa. Por unos instantes se dejó de hablar de esa inoportuna parienta que se nos ha colado en casa con ánimo de quedarse, la prima de riesgo.

Pero la crisis no perdona. Los mercados hicieron el martes lo que Palinuro supuso: tomarse la genuflexión del gobierno del lunes con los 10.000 fantasmagóricos millones como una muestra de debilidad y seguir presionando contra España. Resultado, otro batacazo de la bolsa, el ibex también para abajo y la pesada de la prima, para arriba, camino de los 440 puntos básicos. Rajoy se descompuso de tal forma al ver que su ingeniosa medida del lunes no era sino una metedura de pata colosal que no se atrevió a enfrentarse a los periodistas y dio un espectáculo estilo Urdangarin o de cómo poner pies en polvorosa ante alguna situación desagradable. Urdangarin es un ciudadano particular (algunos lo creen muy particular) y puede correr cuando se le antoje. El presidente del gobierno se debe siempre a la institución y ha de dar cuenta pública de sus actos. Por eso, verle huyendo a la carrera por los pasillos del Senado, seguido de un séquito de oficiosos personajes, fue un espectáculo indescriptible.

Rajoy no se atreve a sincerarse en público porque no sabe qué decir. El fantasma griego lo persigue a donde vaya. De Guindos afirma rotundo que España no necesitará un rescate, pues saldrá por sus propias fuerzas. Antes se lo había contado al Frankfurter Allgemeine Zeitung y no pareció convencer al periodista; luego lo repitió en España, en la esperanza de que los españoles seamos más crédulos que los periodistas alemanes. Pero la palabra de Guindos no vale nada (no lo vale la de nadie) a la hora de vaticinar a un año vista; ni siquiera a un mes.

Ante el destino griego, podría pensarse alguna alternativa. Por ejemplo, salirnos del euro pero quedarnos en la Unión. Como Inglaterra. No somos Inglaterra, pero tampoco Alemania y no tiene por qué irnos peor que ahora, cuando estamos atrapados en la armadura de la moneda única, que no nos deja movernos ni respirar. Los ingleses, quienes dan por supuesta la desaparición del euro, ya están analizando las posibles formas que tomará el retorno a una situación de monedas sin patrón, que puedan devaluarse.

No es este el criterio de la derecha sino el de mantenernos en el euro como sea y afrontar la posible quiebra como si de una empresa se tratara, que es lo que está haciendo el PP: suprimir gastos, liquidar pasivos, vender activos, restringir hasta la cota de supervivencia con mínimos ingresos. En los ingresos está la clave de la orientación política de cada cual. Al impedir ayer en el congreso que se aprobara un impuesto sobre las grandes fortunas, el PP muestra a las claras en beneficio de quién está gestionando la crisis; en beneficio de los ricos, a los que se amnistía por un lado y se favorece fiscalmente por el otro a expensas de un Estado que se dice administrar pero al que se ahoga.

En los momentos de crisis es cuando hay que aprovechar para hacer las grandes reformas por eso que se conoce como la doctrina del choque, de N. Klein. Aguirre la maneja a la perfección. Por eso planteó a Rajoy tres peticiones de calado, las tres con repercusiones constitucionales que, añadidas a los proyectos de los ministros de Justicia, Educación, Medio Ambiente e Industria, dejarán a España que no la reconocerá "ni la madre que la parió" (Guerra). Pero al revés.

La reforma de la planta del Estado es una vuelta al centralismo de los borbones. La supresión de las subvenciones a los sindicatos, partidos y patronal (tres organizaciones expresamente reconocidas en la Constitución) es una manifestación clara de hipocresía liberal que reputa igual lo que, en realidad, es desigual, en concreto los sindicatos frente a la patronal y los partidos que defienden a los trabajadores frente a los que defienden a los empresarios. La última petición, la de suprimir la gratuidad de la enseñanza media con el argumento de que no es básica, trasluce la más impavida indiferencia al principio elemental de la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación. Y cualquier persona con mediana sensibilidad añadiría, a toda la educación.

Quieren España una, una, una. Una en lo económico y laboral; manda el capital. Una en lo territorial; manda el centro. Y una en lo ético e ideológico; manda la iglesia católica.

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.).

dimarts, 10 d’abril del 2012

El rostro de un cobarde

Aquí está el presidente del gobierno español de la derecha, el que tenía cuajo, el que exigía en tono apocalíptico a Zapatero que diera la cara, el que iba a darla sin esconderse, el líder que esperaban los españoles, a quien no temblaría el pulso, el que sabía lo que había que hacer y lo haría pese a todo, el que tenía las ideas claras y sabía como defenderlas. Aquí está, en efecto, corriendo como una conejo asustado por los pasillos del Senado en una escena que avergonzaría al más pusilánime. Aquí se le ve llegar hasta los periodistas e, incapaz de decir nada, ni de mantener el tipo, dar medio vuelta y salir huyendo como alma que lleva el diablo, seguido por sus guardaespaldas, pelotas y tiralevistas varios, tratando de escaparse.

Un hombre que presume de afrontar los problemas como eso, como un hombre, pero que resulta ser inconstante, imprevisible y temeroso como un cervatillo no es que no merezca ya crédito (no le queda nada después de este fin de semana) es que no merece la consideración ni el respeto de sus conciudadanos.

Ignoro qué manejos tendrán que montar mañana los comics La Razón y el ABC para disimular la vergonzosa huida de Rajoy ante las cámaras, cómo se las ingeniarán para hacerlo aparecer como el gran lider que necesitan los españoles. Y ya, después de lo que hemos visto, da igual. Que vuelvan a poner la foto de los legionarios. Hasta ahora sabíamos que Rajoy era ambiguo, huidizo, oculto, taimado, poco inteligente y muy convencional; pero no sabíamos que, además, es un cobarde.

¿Cómo va a defender a su pueblo un cobarde?

(La foto es una captura de un vídeo de Público.

¿Y si España quiebra?

A juzgar por la oposición del PP al anterior gobierno del PSOE, las críticas que le hizo, los remedios que proponía, las prisas por desplazarlo mediante elecciones anticipadas, el acoso permanente, sin darle tregua ni descanso y la labor de zapa que Aznar hacía en el extranjero, las cosas debieran estar prácticamente solucionadas, la sangría contenida, las fuerzas recobrándose, la confianza recuperándose, los brotes verdes refulgiendo en un ya visible final del túnel.

Sin embargo, la situación es muy otra. Exactamente la contraria: ahora estamos, incluso, peor que antes porque ya ni siquiera existe la posibilidad de una alternativa política ordinaria. La prima de riesgo está en zonas zapateriles y el capitán del navío corre azorado de un sitio a otro, tapando vías de agua, sin un plan previo, sin idea de lo que sucederá un minuto después.

El autoritario gesto de ayer de anunciar un recorte suplementario de 10.000 millones de € con las bolsas cerradas es una decisión de tirarse a la piscina a la desesperada antes de saber si hay agua o no. El anuncio a bombo y platillo del supuestamente durísimo presupuesto, celosamente escondido hasta las elecciones de Andalucía, no solo no calmó los feroces mercados sino que los encrespó más. Por si fuera poco, algunos dirigentes europeos, como Sarkozy y Le Pen, dedicaron el finde a meter a Epaña en el saco griego. Rajoy pierde los nervios y comete el disparate de anunciar el recorte suplementario, con lo que ha terminado de hundir su crédito. Porque, si después del presupuesto más restrictivo de la historia de la democracia, queda sitio para 10.000 millones más, una de dos: o se mintió en el presupuesto o aquí se confía en que los miles de millones caigan del cielo como el maná. Probablemente se trata de lo segundo ya que, sobre anunciar el recorte en nota de prensa, como si fuera un festival, el gobierno se niega a explicar de dónde se recortará en concreto, probablemente porque ha calculado los 10.000 millones al tuntún.

La oposición del PP al PSOE en el gobierno no estaba basada en un estudio y diagnóstico razonado de la situación y una batería de propuestas para remediarla sino simplemente en la urgencia de desplazar a los socialistas y reconquistar el poder. A esa finalidad se sacrificó todo, incluso la obligación de presentar una alternativa a discusión pública. El PSOE hablaba entonces de programa oculto. Pero no era cierto. El PP no tenía programa oculto porque no tenía programa, como se ha visto en sus cien días de gobierno, llenos de contradicciones, ambigüedades, rectificaciones e indefiniciones. Achacando siempre sus males a la "herencia recibida", Rajoy no ha hecho otra cosa que formular ocurrencias e improvisaciones, justo lo que criticaba a Zapatero. ¿O es que cabe calificar de otra forma la amnistía fiscal a los ricos cuando el mismo que ahora la formula la condenaba como una "ocurrencia" un año y pico antes?

A la irresponsabilidad de postularse como gobierno en momentos de crisis sin tener ni idea de lo que está pasando, el PP ha añadido otra de mayor envergadura consistente en sacrificar el interés general del país a los particulares del partido en las elecciones de Andalucía. Si no hubieran ocultado el presupuesto noventa días, ahora no sería necesario que Rajoy pretextara razones de urgencia y necesidad casi mortales. En definitiva, la gestión del PP no solo ha sido errática sino tremendamente irresponsable; tanto que cabría descubrirle un aspecto penal.

Imaginemos que, atrapada en la espiral griega, España quiebra, que no puede pagar sus deudas, que es insolvente. Ha pasado en Irlanda, Grecia y Portugal. ¿Por qué no aqui? Desde luego no será por las seguridades que dan los políticos. Después de haber escuchado a Rajoy decir que recortaría en todo excepto en pensiones, sanidad y educación, ¿qué valor puede tener que González Pons diga que en 2012 no subirá el IVA? ¿De dónde sale su seguridad? De la misma fuente de la que brota la de Guindos cuando dice a los alemanes que España saldrá del brete por sus propias fuerzas o la de Rajoy cuando asegura que el país cumplirá sus compromisos. Si bien el mismo Rajoy, que ha recibido una dura lección de una realidad para él desconocida, ya admite la hipótesis mala cuando afirma que España cumplirá aunque a él le cueste el puesto. Y el asunto puede ser peor. El puede perder el puesto por el fracaso de su gestión y España puede incumplir.

Si esta hipótesis se diera, habría llegado el momento de que la iniciativa ciudadana forzara una reconsideración política de la situación, una fórmula política extraordinaria. Ya hay quien la propone bajo la forma de un gobierno de concentración si las cosas se ponen más chungas de lo que están. Pero también pueden estudiarse otras posibilidades. Habría llegado quizá el momento de enjuiciar públicamente la gestión de los gobiernos, especialmente el del PP, responsable directo del fracaso, al estilo islandés. ¿Por qué no? Los gobernantes deben saber que postularse de modo irresponsable para dirigir un país sin capacidad de hacerlo y solo por el afán de mandar e imponer criterios ideológicos y morales propios, llevándolo luego al fracaso y a la ruina, tiene un coste y que, una vez puestos a dirigirlo, supeditar sus intereses a los electorales de su partido multiplica por mil ese coste.

A estas alturas todo el mundo sabe que la crisis no es una crisis sino una estafa. En toda estafa hay estafadores y estafados. Se trata de averiguar del lado de quién está el gobierno y en favor de quién ha actuado.


(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público.

dilluns, 9 d’abril del 2012

El Aberri Eguna en paz...

... y en amor del Señor. Esto de que el Aberri Eguna se celebre el domingo de resurrección tiene varias lecturas. Hay quien señala el catolicismo del pueblo vasco y, desde luego, el del PNV quien siempre se ha visto a sí mismo como un partido demócrata-cristiano, a pesar de la jugada que le hizo Aznar al expulsarlo de la internacional democristiana. Lógicamente, la patria enlaza con un momento solemne de la liturgia, el de la Resurrección: la resurrección de la Patria Vasca.

Habrá también quien diga que los dos, el Aberri Eguna y el Domingo de Resurrección vienen de mitos mucho más antiguos, de cultos como el de Osiris en el antiguo Egipto, el dios de la resurrección, símbolo del Nilo, padre de la nación egipcia. O leyendas como la del ave Fénix. El mito cristiano de la resurrección de Jesús enlaza más directamente con los misterios de Eleusis que celebraban la vuelta de la vida a la tierra en el comienzo de la primavera, a través del mito de Deméter y Perséfone. Después de seis meses de tinieblas, cada año Perséfone retorna a la luz y la vida vuelve a sonreír . Jesucristo reduce la ausencia a tres días, pero los dos retornan del reino de los muertos.

En fin, el Aberri Eguna, la patria, la nación, la identidad, el ser mismo de los vascos en la interpretación del romanticismo nacionalista. Y, por primera vez en ochenta años, dijo ayer Urkullu, en paz. Dado que la fiesta, si no ando errado, tiene eso, ochenta años, es como para pensárselo. Ha habido menos años de paz en el Aberri Eguna que de cierre de las puertas del templo de Jano en Roma.

Por cierto, esa paz ha sido posible por la derrota de ETA; porque, se ponga como se ponga, una derrota ha sido, política y militar. Y esa derrota se consiguió con un gobierno de Rodríguez Zapatero, del que llegó a decirse que quería partir España o venderla a no sé qué o no sé quién. No es por nada, pero la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo. Zapatero no es solo el hombre de la crisis; también es el hombre de la paz.

Y en la paz, ¡qué distinto se ve el panorama político vasco! La izquierda independentista, que ha conmemorado unida por primera vez en mucho tiempo, ha descubierto el Mediterráneo de que la acción a través de las instituciones es más eficaz que en contra de ellas y se promete resultados espectaculares en las elecciones autonómicas de 2013. El PNV, a su vez, estando obligado a diferenciarse en algo de una izquierda abertzale claramente independentista, recurre de nuevo a la ambigüedad, disfrazada de pragmatismo. Habla de "nuevo marco político", de soberanismo, pero no pronuncia la palabra maldita, Independentzia y no me parece haberle oído hablar de autodeterminación, que es el caballo de batalla.

El PNV plantea su máxima aspiración en el terreno de la más estricta legalidad lo cual supone que cualquier plan aprobado en el parlamento de Vitoria deberá someterse a las Cortes Españolas, en donde el "no" a toda veleidad independentista o soberanista está garantizado. De ahí su resignación, al extremo de entender la soberanía en términos estrictamente desarrollistas, esto es, soberanía es que mejore la vida de los vascos. Suena al Estado de obras de Fernández de la Mora solo que sin Estado. A su vez la Izquierda Abertzale (IA) está comprobando la trampa de la legalidad que ella siempre denunció pero acabó aceptando. En contra de lo que decía la IA, en España cabe defender todos los proyectos políticos sin excepción. Lo que no cabe es garantizar su triunfo, que depende de muy distintos factores. Y ahí es donde la IA va a tropezar con la piedra que ya encontró el PNV: la legalidad española no permite la autodeterminación de una parte de su territorio.

Palinuro cree que en España debiera estar reconocido ese derecho. Pero Palinuro no es más que un simple marinero incapaz de entender las profundas maravillas y el glorioso destino de una nación que convive con sus partes a cara de perro y que todo lo más que ha conseguido idealizar su vida común es el orteguiano y desencantado conllevarse.

No digo nada sobre el PSE-PSOE y el PPE porque está abundantemente claro que en 2013 pasarán a la oposición frente a un bloque de gobierno nacionalista. Y, si todos los nacionalistas, la IA y el PNV se embarcan en una política de conflicto institucional permanente con la misma tenacidad con que ETA estuvo cincuenta años pegando tiros, será cuestión de ir pensando en alguna solución ingeniosa. ¿No?

(La imagen es una foto de www.larrabetzutik.org, bajo licencia de Creative Commons)

diumenge, 8 d’abril del 2012

El odio a los homosexuales.

Viendo el odio que destilaban ayer las palabras del obispo de Alcalá, ese franquista que celebra misas en honra de un genocida, se queda uno sorprendido. ¿Qué habrán hecho los homosexuales a este hombre? Porque está tan furioso contra ellos que los envía al infierno sin remisión, a ese infierno del que creo haber leído que dudan hasta los papas. Para la iglesia católica la homosexualidad es un horrible pecado y parece que también para otras religiones del Libro. En muchos países, además de pecado, es un delito. También lo era hasta hace poco en España y en otros países de Europa. Y en algunos donde es delito, lleva aparejada la pena de muerte. Está clarísimo en el mapa adjunto.

Afortunadamente, en los países más avanzados de la tierra la homosexualidad no solo es legal sino que en algunos -entre ellos el nuestro, al menos hasta ahora- se han protegido sus derechos especialmente. Sin embargo, también en estos países más avanzados sigue habiendo sectores de opinión muy contrarios, furiosamente contrarios, a los homosexuales a los que no es extraño que a veces se les haga objetos de violencia en público cuando muestran su condición.

La pregunta es: ¿de dónde viene este odio a la homosexualidad? En Occidente al menos todo el mundo sabe que en Grecia y en Roma no había homofobia y que las relaciones entre varones no eran infrecuentes. Las tres religiones del libro apuntan a la condena a la homosexualidad que en él se contiene. Recuérdese, de paso, que en Israel la homosexualidad es legal. Pero la verdad es que el Antiguo Testamento no trae mucha condena explícita de la homosexualidad; algunos dicen que, en realidad, ninguna porque los dos textos básicos, esto es, la historia de Lot y Sodoma y Gomorra (Génesis, 19) y los dos pasajes del Levítico, 18: 22 y 20:13 son interpretables en varios sentidos. Personalmente creo que el Levítico condena la homosexualidad masculina, pero en una sola ocasión, sin reiterarla como hace con otras amonestaciones. El Nuevo Testamento es también preciso en algunas cartas de Pablo pero, en cambio, los Evangelios, que son lo importante, no dicen nada.

¿De dónde, pues, viene este odio a los homosexuales que no deja vivir a los homófobos? Y no es broma; en el caso del obispo citado es una manía, una obsesión que lo tiene de cruzado de la homofobia por el mundo, diciendo verdaderos disparates.

En mi opinión, parte de este odio es, en realidad, un reflejo de otro, aun más profundo, que es el odio a las mujeres, la misoginia. Por regla general, el homófobo es también misógino, aunque quienes practican lo primero suelen gloriarse de ser irresistibles para las mujeres. Eso no quiere decir nada. Don Juan es un misógino. En una actitud superficial, casi instintiva, los heterosexuales proyectan sobre los homosexuales la figura de las mujeres porque ellos se ven como hombres solo. Y en un mundo patriarcal como el nuestro (aunque hay diferencias entre nuestra parte y la de los musulmanes, por ejemplo) las mujeres son seres de segunda.

La identificación del homosexual con la mujer es propia de gente poco avisada; sobre todo en el caso de los curas quienes, por tener prohibida la sexualidad, ni saben de lo que hablan. Es el núcleo de lo que se discute en los pasajes del Levítico pues habla de realizar el coito entre varones al modo femenino. De ahí viene también la costumbre, que ya está perdiéndose, de llamar afeminados a los homosexuales. A estos se los condena con tanta más saña cuanto se comprueba que la condición anatómica de hombre no garantiza lo que se considera el adecuado comportamiento sexual. Es decir, así como las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres son insalvables, entre los hombres son inexistentes. No se puede distinguir un homosexual de un heterosexual si no es por sus actos, lo que echa sobre las espaldas del segundo el estigma de la ocultación y el engaño, o sea, los homosexuales son pérfidos; justo como las mujeres. Así se produce ese fenómeno que se ha dado en llamar la homosexualidad en el armario.

Ese es, sucintamente reconstruido, el discurso del odio. No es el mismo que el racista o el xenofóbico ya que, en estos casos, suele haber diferencias anatómicas, en el color de la piel sobre todo. Es un odio más profundo, que está mezclado con el miedo. Pero eso ya nos llevaría muy lejos a ver cómo el odio es la proyección exterior de un sentimiento que se ha adueñado del odiador. Encontrar un alter ego que cargue con nuestros miedos y tratar de exterminarlo. Literalmente. En el Irán ahorcan públicamente a los homosexuales.

Del concepto en que la sociedad convencional bien pensante tiene a la homosexualidad femenina mejor es no hablar. El odio se exacerba a extremos criminales. Y es que hasta en la represión que sufren ciertas gentes por su opción sexual, las mujeres llevan la peor parte. Como siempre.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons,que está en el dominio público.).

dissabte, 7 d’abril del 2012

La dictadura católica

Personalmente me trae al fresco si unas gentes sostienen que la homosexualidad es un vicio, un pecado, una enfermedad, un delito o cualquier otro mal que sus obsesivas mentes quieran atribuirle. También me es indiferente si esas mismas gentes (u otras) sostienen que el derecho de las mujeres al aborto es en realidad un horrendo crimen. Están en su derecho de pensar así y no hay razón alguna para impedirlo. Muy probablemente, las personas (por ejemplo, los curas, los obispos) que están todo el día dando vueltas a tales asuntos en el fondo tienen un problema de neurosis de raíz sexual (cosa que se evidencia en los numerosos casos de pederastia eclesiástica), pero ese es un asunto de su estricta competencia, excepto, por supuesto, cuando se convierte en delito, como suele suceder.

Igualmente parece claro que estas ideas y oposiciones son producto de mentes atrasadas, acomplejadas, asustadas, supersticiosas, ruines y carentes de todo interés. Tampoco nada que objetar mientras sus manifestaciones se hagan en el contexto de quienes las comparten de forma que se alimenten unos a otros con ideas y creencias que, al menos a Palinuro, resultan estúpidas. L@s pobres de espíritu necesitan apoyos externos, "guías espirituales" que les "expliquen" las reglas morales, símbolos, promesas, castigos y recompensas; como los niños. Si esas "guías" resultan luego ser verdaderos sinvergüenzas que hacen lo contrario de lo que predican y tienen montado un lucrativo negocio a cuenta de la credulidad ajena es algo que los creyentes deberán ventilar por su cuenta, si quieren.

Lo inaceptable es que quienes profesan estas necedades impongan su discurso sectario, que normalmente alimenta el odio e incita a la violencia contra los diferentes, a través de los canales públicos de comunicación que pagamos todos los contribuyentes, nos toquen o no sus delirios. Palinuro, como ya ha dicho en otras ocasiones, no mira la TV. Nada. Pero la paga y, por lo tanto, tiene derecho a opinar sobre lo que por ella se emite. Y su primera opinión es preguntarse por qué tienen los gays y l@s abortistas del país que sufragar las injurias y los insultos proferidos por cualquier majadero tocado con una tiara?

Si los curas y obispos quieren seguir emponzoñando la convivencia y sembrando su mensaje de odio (curiosamente, en nombre de un Cristo de amor) que lo hagan en buena hora en sus locales privados y por medio de sus canales privados de comunicación. Y digo bien: sus locales privados; no las iglesias que también pagamos todos, salvo si pasan a costearlas los curas de su peculio particular. Y, desde luego, sus canales de comunicación privados. TVE-2 es un canal público y la instrumentalización de un bien público con fines sectarios es una prueba de tiranía y dictadura.

(La imagen es un instante de la homilia del Santo Oficio del Viernes Santo desde la Catedral Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares, oficiado por el Obispo Monseñor Juan Antonio Reig Pla. Captura de la página web de RTVE).

La lucha por la existencia

Cuando a mediados del siglo XIX Darwin popularizó su concepto de la lucha por la existencia en el mundo animal como elemento clave de su teoría de la evolución, los ideólogos e intelectuales de la época se lo apropiaron rápidamente para explicar el orden social, el de los animales racionales. Surgió así el "darwinismo social", una doctrina que extrapolaba al mundo humano las pautas de comportamiento del no humano. Explicaba y, de paso, justificaba el orden capitalista en el auge de la primera revolución industrial. Lucha por la existencia. Los más aptos sobreviven; los otros perecen o malviven como proletariado o lumpenproletariado.

La teoría encajaba a la perfección con la tradición individualista del liberalismo, ya desde el comienzo del "individualismo posesivo" (Macpherson). Una sociedad de individuos libres que van a lo suyo y sometidos a la mínima cantidad posible de regulaciones compatible con un orden civilizado, es decir, sujetos a un "Estado mínimo" (Nozick). Ese orden capitalista liberal, basado en la idea de la igualdad de todos ante la ley, en ignorancia de sus condiciones y posibilidades materiales reales es el que llevó a Anatole France a manifestar su sarcástico asombro ante "la majestad de la Ley que prohíbe por igual al rico y al pobre dormir debajo de los puentes."

El socialismo como idea y movimiento nació de la conciencia de la necesidad de garantizar una igualdad real que la igualdad burguesa formal negaba. De las varias fórmulas propuestas por el socialismo para hacer realidad este sueño la que resultó más eficaz y duradera fue el Estado del bienestar. Se trataba de mejorar la suerte de los individuos pero no mediante sus solas fuerzas sino a través de la acción colectiva. Una acción colectiva presidida por una idea altruista que los individualistas han negado siempre. Una acción que no abandonara a su triste sino a quienes no habían conseguido imponerse en la lucha por la existencia por las razones que fueran. Y la verdad es que el Estado del bienestar funcionó muy bien en la segunda mitad del siglo XX, al menos en Europa, hasta el punto de que acabó siendo el banderín de enganche de toda la izquierda y no solamente de la que lo propugnó en un primer momento, esto es, el socialismo democrático. Es la última trinchera que la izquierda está dispuesta a defender con uñas y dientes.

Porque el ataque al Estado del bienestar, que se recrudeció en los años ochenta con las victorias electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, se hizo desde la perspectiva del liberalismo individualista, del llamado "egoísmo racional", clamando contra un altruismo que contradecía la supuesta naturaleza egoísta del individuo y que solo podía mantenerse por imposición coactiva de un Estado metomentodo orientado hacia el totalitarismo. Ese discurso se empleaba en especial con las nuevas clases medias, aquellas que han ascendido gracias a las medidas redistributivas del Estado del bienestar pero que han perdido de vista su origen y experimentan las cargas inherentes al bienestar como exacciones injustas con las que hay que acabar bajando los impuestos, reduciendo las ingresos del Estado, empobreciéndolo. Ese pensamiento que rompió la hegemonía ideológica de los "welfaristas" y se impuso como "pensamiento único" (Ramonet) es el que ha provocado la actual crisis económica, de una extraordinaria gravedad.

Que para salir de la crisis se apliquen las medidas y políticas que la causaron carece de todo sentido. Y la realidad lo desmiente siempre. Rajoy ganó las elecciones prometiendo que no subiría los impuestos y fue lo primero que hizo en cuanto llegó a La Moncloa, subirlos. Era obvio. El Estado tiene que aumentar sus ingresos para pagar su deuda; no basta con reducir gastos. Obsérvese, por lo demás, que esa reducción de gastos se hace sobre todo en los capítulos del gasto de carácter más social y redistributivo, desde la ayuda al desarrollo hasta las prestaciones a los dependientes. ¿Cuál es la finalidad? Volver al liberalismo, por eso la tendencia se llama "neoliberalismo", a la lucha por la existencia y la supervivencia de los más aptos. A los demás, que les den.

(La imagen es una foto de Bettysnake, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 6 d’abril del 2012

¿Qué pasa con la izquierda?

En este viernes santo tod@s l@s creyentes de derecha o de izquierda andan en procesiones por doquiera, ciudad, campo y playa, dándose golpes de pecho o zurriagazos, tocados con peinetas, capirotes o capuchas, portando en andas inmensas imágenes, generalmente de un gusto detestable, de dolor, sufrimiento, tortura y sacrificio en la cruz. Bueno, quizá no todos los creyentes sino solo los que se definen como practicantes. El catolicismo es una religión que no obliga a los creyentes a practicarla, lo cual es pintoresco. Pero esos practicantes, séanlo por convicción o conveniencia, convierten el país en una especie de territorio de esperpento, como en un cuadro de Gutiérrez Solana.

Son actividades rodeadas de fervor popular, debidamente jaleadas por los medios de derecha, costumbres antiguas conservadas de generación en generación. Los que van a ellas o incluso forman parte del séquito, son los que ya iban de niños o los cargos públicos del momento. Los que no íbamos de niños, tampoco lo hacemos de mayores sobre todo si, como es mi caso, jamás he sido cargo público que obligue a hacer el ganso junto al párroco del lugar y el comandante de puesto de la guardia civil. Personalmente tiendo a ver todas las procesiones, desfiles y cabalgatas como manifestaciones del instinto ovino de la especie. Fechas en que una colectividad civil, religiosa, militar, por el motivo que sea (siempre tienen muchos) decide hacerse visible y ocupar el espacio público con un "aquí estamos nosotros". Los demás pueden contemplarlos o ignorarlos. Prefiero lo segundo, la verdad, y dedicar mi tiempo a algo más interesante.

Por ejemplo, a hacer una reflexión sobre la izquierda, cosa que nunca pasa de moda. Y hacerla al socaire de esa especie de efervescencia que vuelve a vivirse en Francia al estar cuajando una alternativa de la verdadera izquierda; la enésima, por cierto. Las cosas gabachas influyen mucho en España que no puede considerarse colonia cultural de Francia solo porque esta ha de compartir la posesión con Italia, Alemania e Inglaterra. En España ha habido y hay afrancesados, la mayoría de los intelectuales de izquierda bebe en fuentes francesas; pero también hay germanófilos y anglófilos, aunque en menor proporción. Francia marca la pauta. Y si allí puede conseguirse la unidad de la verdadera izquierda, ¿por qué no aquí?

Ayuda mucho el que Mélenchon asegure estar inspirado en ejemplos latinoamericanos: la Argentina de Kirchner y Fernández, el Ecuador de Correa, etc y el que aglutine a tendencias muy diversas de la izquierda no socialdemócrata, proponiendo medidas de corte claramente anticapitalista. Ambos datos tienen claroscuros. El recurso al Tercer Mundo como inspirador de una languideciente izquierda revolucionaria (Mélenchon habla mucho de revolución), que ya se intentó con la violencia de los años setenta (RAF, Brigate Rosse, FRAP) fue un rotundo fracaso. Cada país tiene sus peculiaridades y cada región del mundo, y no es avisado trasplantar estrategias. No funciona.

En cuanto a las virtudes aglutinadoras de la operación, lo cierto es que los grupos, tendencias y partidos que tuvieron buen cuidado en escindirse, separarse, distanciarse unos de otros en función de criterios ideológicos a veces difíciles de entender tanto en Francia como en España buscan ahora recuperar la unidad. Pero lo hacen siempre provistos de un criterio excluyente: se trata de unir a la verdadera izquierda. La falsa, esto es, la socialdemocracia, queda fuera. El resultado en términos electorales, los únicos que otorgan realidad material a las ideologías, suele ser magro.

En realidad el problema remite a la sempiterna cuestión del significado de la izquierda que no es unívoco ni mucho menos. La izquierda es una ideología, una actitud, un talante, un espíritu, una profesión de ciertos valores, todo ello intensamente subjetivo lo cual impide que pueda darse una definición clara y convincente con carácter general. La izquierda significa cosas diferentes para gentes distintas y nadie tiene derecho a arrogarse facultades discriminatorias de quién sea y quién no sea de izquierda. Eso queda para los comisarios que siempre abundan. Y ejercen como maestros ciruelos e inquisidores de quién está en lo correcto y quien en lo erróneo o, incluso, en la herejía y la traición. Las raíces de la iglesia son muy profundas.

Discrepo en muchas cosas de muchas izquierdas. No creo que el Gulag sea compatible con la izquierda, ni el sistema de partido único en Cuba, ni la dictadura de capataces de China, S.A., ni creo que sea de izquierda bajar los impuestos como sostenía (y, lo que es peor, hacía) Rodríguez Zapatero. Pero eso no me impide considerar a los partidarios de tales actividades de izquierda puesto que todos ellos dicen serlo. El dogmatismo y el sectarismo, los dos grandes pecados de la izquierda, impiden su acción unitaria, razón por la cual suele ser irrelevante.

(La imagen es una foto de xabeldiz, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 5 d’abril del 2012

¿Era lo que mandaba Dios?

¡Qué no habrán dicho y hecho para ganar las elecciones! ¡A qué insulto o injuria no habrán recurrido para desalojar al PSOE del gobierno! El único obstáculo a la recuperación de España era Rodríguez Zapatero, quien pasó de ser un bobo solemne a ser un peligro para la Patria. Arrastraron a esa idea a intelectuales, filósofos, analistas y hasta al jefe de PRISA, que lo instó de modo intemperante a quitarse del medio el verano pasado, un 18 de julio si no recuerdo mal, a convocar elecciones anticipadas y a hacer mutis por el escotillón de su "insoportable levedad" (o algo así de original). Sostuvieron que, tan pronto desapareciera el fementido y ellos tomaran la gobernación del Estado, todo se arreglaría por arte de birlibirloque, que la confianza llegaría a raudales y que un nuevo amanecer aguardaba a España. Sonaba a milagro pero anunciado por quien podía hacerlos ya que, quienes así hablaban, sostenían ser capaces de gobernar como Dios manda.

Muy cerca de Dios deberían de estar, a juzgar por su ostentosa religiosidad. La insólita imagen de Cospedal arrastrando la cruz da que pensar si no será un mensaje subliminal a la población, cuya vida está siendo un via crucis. Prepárate al sacrificio, pueblo elegido. En todo caso, la señora recuerda los episodios de los Evangelios en los que se habla de los fariseos y los sepulcros blanqueados. En verdad, si están tan cerca de la gente como de Dios, están a distancias siderales.

Se han presentado con paso recio y firme el ademán (o al revés) y han adoptado una serie de medidas contundentes, una reforma laboral demoledora y unos presupuestos que recortan drásticamente las partidas por las que la derecha no siente simpatía: educación, sanidad, dependencia, investigación, ayuda al desarrollo, igualdad de género, servicios públicos, etc. Mientras que pretenden amnistiar a los grandes dafraudadores y, por supuesto, a la iglesia no le han tocado un céntimo. Porque cerca de Dios, en realidad no están, pues les falta caridad, pero con los curas son uña y carne.

Se trata de un gobierno claramente nacionalcatólico que, según asegura Rajoy, sabe lo que tiene que hacer. Si él lo dice... Pero los hechos muestran algo distinto: que las contundentes medidas no tranquilizan, todos los indicadores han ido a negativo, la bolsa, el Ibex están en mínimos históricos, la prima de riesgo, por las nubes. Es decir estamos, según los expertos, como en septiembre de 2011, cuando gobernaba el liviano, leve o aleve Rodríguez Zapatero. Yo diría peor, por cuanto ahora ya no existe aquella sonrosada esperanza de 2011 de que el pueblo votara por una auténtico partido con un auténtico programa. Y eso que ahora el gobierno no tiene a la oposición sentada en la chepa, augurando catástrofes y afirmando que España no sería capaz de cumplir sus compromisos y que había un riesgo de intervención. Es decir, ahora el gobierno puede gobernar con una oposición crítica pero leal.

Y, a pesar de todo, la situación es catastrófica. Dice Rajoy que las medidas son muy desagradables y que a corto plazo lo serán más, solo provocarán más paro, más estrecheces pero que a medio y largo plazo tendrán efectos óptimos. Nadie ha explicado al presidente el famoso adagio de Keynes de que "a largo plazo, todos calvos". O sea, que fiar a largo cuando hoy se juega a corto, a cortísimo, es un dislate. Entre otras cosas, evidentemente, Rajoy está a punto de meter a España en la vorágine griega: cuantas más reformas hace el gobierno, más le exigen "los mercados". Es la forma segura de ir a una quiebra como la griega.

(La imagen es una foto de La Moncloa y está en el dominio público).

dimecres, 4 d’abril del 2012

Robar muertos, robar vivos.

Entre las atrocidades a que se consagraron los franquistas durante la guerra civil y después de ella, por largos años, ocupan lugar destacado los asesinatos sistemáticos de civiles y sus parientes y el robo de los hijos de los rojos. Tanto es así que sus repercusiones se hacen sentir aún hoy, como si fueran réplicas de aquel terremoto, trasmitidas de generación en generación. Ambas prácticas son piezas claves de una tragedia que ensombrece el imaginario colectivo de los españoles. La negativa de la derecha a encarar estos hechos como requiere una ética elemental (y, desde luego, la cristiana), su defensa del olvido con la metáfora errónea del peligro de reabrir heridas, su intento de equiparar contra toda razón las atrocidades de los unos y los otros, solo demuestra su mala conciencia, incapaz de reconocer que aquellas atrocidades se cometieron en nombre de su dios y de sus creencias e intereses. Comprendo que fastidie reconocer que los discursos patrióticos, los pomposos ideales, los sueños imperiales, la dogmática de la nación católica rezumen sangre de inocentes. Pero mientras esto no se reconozca, mientras los curas no relaten lo que hicieron en la guerra y en la posguerra y no pidan todos perdón por tanta crueldad, las heridas no estarán cerradas.

No hace falta ser de izquierda para darse cuenta de que, con más de 100.000 asesinados, ejecutados extrajudicialmente, paseados, fusilados en sacas de las prisiones y enterrados en fosas comunes, anónimas, España no es otra cosa que un cementerio de víctimas de la barbarie y el odio. Y que los españoles caminamos literalmente sobre los huesos de las víctimas de un genocidio. Ahora mismo están unos geólogos excavando una fosa común en el jardín de una vivienda privada. Y ahora también, merced al descubrimiento de una peineta en una calavera queda probado lo que todo el mundo sabía: que, además de asesinar a los rojos, los franquistas asesinaban también a sus mujeres. Iban por ellas como iban por los hijos, los hermanos, los padres o los abuelos. El terror sembrado fue infinito y dura hasta hoy. Es un crimen de lesa Patria, cometido por quienes se pasan el día hablando de ella.

La otra atrocidad fue el robo de hijos de republicanos. Ahora ya sabemos mucho de esa práctica inhumana. Sabemos que esperaban a que las condenadas dieran a luz para fusilarlas y quedarse con los críos; sabemos que se llevaban los hijos de las presas y ya no se los devolvían; sabemos que secuestraban a los hijos de los exiliados mediante el servicio exterior de la Falange; sabemos que el robo de niños estaba amparado en las doctrinas inenarrables de un psiquiatra, Vallejo-Nájera, con calle en Madrid, que, en su demencia, consideraba, por ejemplo, que el marxismo era una enfermedad y que no tenía mucho que envidiar a los racistas alemanes.

Con el paso del tiempo seguramente empezaron a escasear los hijos de rojos que pudieran robarse y fue necesario buscar suministro en otra parte porque, muy probablemente, ese delito del robo de niños se había convertido en un negocio. Así, por lo que vamos sabiendo de esta siniestra trama en la que, cómo no, está mezclada la iglesia católica a través de sus curas y monjas, la actividad duró hasta fines de los años setenta y primeros de los ochenta. Que haya monjas metidas en este crimen demuestra hasta qué punto l@s religios@s católic@s hacen lo contrario de lo que predican. Se oponen a la contracepción y, con uñas y dientes, al aborto en nombre del supremo valor de la vida humana en abstracto, pero su respeto por la vida humana en concreto termina en el momento en que esta sale del seno materno.

La imagen de esa madre reunida con su hija de 29 años, que le fue robada nada más nacer, podría titularse rostros que irradian felicidad y la hacen contagiosa. Una felicidad mayor que los 29 años de sufrimientos impuestos por una gente desprovista no solo de corazón sino también de entendimiento. Fanátic@s y/o canallas.

(La primera imagen es una foto de Foro Cultural Provincia de El Bierzo, bajo licencia de GNU Documentación libre.). La segunda es la portada de El País de hoy.

Mingote.

Mingote era un hombre muy de derechas. En determinadas cosas francamente reaccionario. Pero tenía sentido del humor (le dedicó su vida) y una especie de honradez natural que le hacía interesarse por los puntos de vista de los demás. Retrató el franquismo y lo hizo con tanto realismo que sus dibujos adquieren el doble valor de ser testigos de una época y documento de ella. Y no solo el franquismo, también la transición y la democracia subsiguiente. Sus dibujos son una crónica de cincuenta años de la vida del país.

Mi madre, que era lectora del ABC no porque fuera monárquica sino porque decía que era el diario menos fascista de todos, era muy aficionada a Mingote y celebró mucho uno de ellos en los tiempos del impacto del Concilio Vaticano II, del que se hablaba sin parar en España porque parecía ir contra el nacionalcatolicismo. En el dibujo se veían dos señoras bien, endomingadas, a la entrada o a la salida de misa y una de ellas decía: "Sí, pero al cielo, lo que se dice al cielo, iremos los de siempre." Le servía, a mi madre, digo, para demostrar la contumacia de la derecha española y estuvo años valiéndose de él.

Siempre he tenido a orgullo que Mingote me dedicara un chiste que reproduzco a la derecha. Corría el año 1993 y así queda probado que algunos llevamos luchando contra ese vicio nacional del ruido hace mucho tiempo. Poco a poco se va admitiendo que la contaminación acústica es un vicio o, incluso, un delito. Al principio, a los que protestábamos por el ruido nos miraban como a excéntricos, algo chalados y maniáticos, cuando no directamente como a antiespañoles. El patriotismo español es extraordinariamente vocinglero. Me dedicó otro chiste, aunque no expresamente, como este, poco después a propósito de un episodio chusco que me ocurrió en el Congreso de los Diputados con una novia que tenía por entonces. Era un chiste muy divertido pero, por desgracia, no lo tengo.

dimarts, 3 d’abril del 2012

España, ese protectorado.

Nunca es tan evidente la distancia entre lo que dice y lo que hace la derecha como cuando enarbola la bandera dizque nacional y entona melopeas patrióticas, hablando de España, unidad de destino en lo universal, madre de naciones, fundadora de imperios, orgullosa de su independencia, celosa de su soberanía nacional. Es la retórica del nacionalismo español. La práctica no solo es distinta; es lo contrario. La derecha está siempre dispuesta a sacrificar los intereses nacionales si no coinciden con los suyos de clase, casta o grupo. Franco, por no irnos más atrás, a Alfonso XII, educado en el extranjero, en París, Ginebra, Viena y Sandhurst en Inglaterra, discurseaba sobre la grandeza de la Patria y la gloria de su ejército, que él capitaneaba como invicto caudillo. Había añadido al escudo nacional la leyenda Una. Grande. Libre. Era un militar patriota. Basta leer su novela Raza, pasada al cine por José Luis Sáez de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, para darse cuenta de ello. La Patria, identificada continuamente con la madre, es el único horizonte al que el bravo militar consagra su vida.

No es solamente que la gloria del ejército español deba residir en el hecho peculiar de no haber ganado una sola guerra en los últimos 300 años, es que el propio general firmó un tratado de asistencia mutua con los EEUU en 1953 por el que cedía zonas del territorio nacional a los estadounidenses para usos militares, es decir, renunciaba a la soberanía nacional en las famosas bases, donde el Estado no tenía jurisdicción de ningún tipo. Tal situación produjo algún hecho chusco, como de película de Berlanga, cuando en un accidente entre dos aviones gringos cuatro bombas termonucleares cayeron sobre Palomares, en Almería, lo que daba a España el privilegio de ser el segundo país del mundo en ser bombardeado por los EEUU con bombas atómicas, si bien es cierto que por accidente. Ello obligó al recientemente fallecido Fraga a darse un baño en la zona para demostrar la inocuidad de las aguas.

La cuestión de la soberanía nacional es especialmente amarga en España que reivindica como propio el Peñón de Gibraltar bajo soberanía británica desde que en 1713 cediera a Gran Bretaña el territorio a perpetuidad. Es una espina de la política exterior de todos los gobiernos españoles, sean del color que sean. Pero así como las izquierdas entienden la complejidad del problema y buscan soluciones pacíficas, la derecha suele encenderse en ardor patriótico y hace el ridículo pues España no está en situación de reñir a Inglaterra la soberanía del Peñón mediante la ultima ratio.

Algo parecido a Franco, aunque en clave menor, le pasaba a Aznar. Agregio patriota, ordenó izar en la madrileña Plaza de Colón una banderaza borbónica de tamaño descomunal. La idea le había venido de la que hay en El Zócalo, frente al palacio presidencial de México. Eso no obstante, no tuvo el menor inconveniente en ponerse al servicio de los Estados Unidos en todo, hasta el extremo de causar una división en la Unión Europea y arrastrar su patria a un guerra que no solamente era ilegal y criminal sino, a los efectos españoles, de todo punto utópica ya que el país carece de capacidad estrictamente militar para mantener un frente de batalla a diez mil kilómetros de distancia. Es decir, el apoyo de Aznar a la guerra del Irak era político y no militar. Le sirvió a él para poner los pies en una mesa del rancho de Bush y a España para hacer el ridículo una vez más.

Llega ahora la crisis. Gobierna el país la derecha. Rajoy se ha hartado de decir que España es "una gran nación" y que a él nadie le diría lo que tenía que hacer y el resultado ha sido que España será una gran nación pero, según su propio diagnóstico, está en la UVI y él ha hecho lo que le han dicho, incluso tratando de hacer otra cosa. La Kanzlerin, que más parece una Kaiserin, le envió el domingo un procónsul para tomarle la lección que el aventajado pupilo aprobó, no sin que se le recordara que tendrá que seguir metiendo la tijera.

Así que, al día siguiente, el atristado presidente cantó la palinodia ante el Comité Ejecutivo Nacional de su partido con el semblante que pinta la foto. Lo hizo por dos vías que domina a la perfección: echó las culpas a la herencia zapateril y cargó sobre los hombros de los sufridos ciudadanos de las clases medias y bajas la responsabilidad de sacar el país de la crisis a base de sacrificios. Las clases medias y bajas, no las pudientes a las que, al contrario, regala una amnistía fiscal infumable moralmente hablando; no a la iglesia católica, cuyos privilegios, canonjías, subvenciones, exenciones, prestaciones y donaciones no se cuestionan. Son los intereses de clase, de casta, de culto y clero los que prevalecen. No los nacionales.

(La imagen es una foto de La Moncloa, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 2 d’abril del 2012

La trama valenciana.

El PP ha presentado una querella contra los presuntos responsables de la trama Gürtel, Francisco Correa y Álvaro Pérez, el bigotes, así como contra los cómplices, encubridores e inductores. Entre estos bien pudieran estar Francisco Camps, el curita y otros altos cargos del PP y de la Generalitat valenciana, ya que la vertiente gurteliana en Valencia, además de las menudencias de petimetre de los trajes, afecta a cuestiones más substanciosas, en las que se movió una pastuqui muy considerable. El Tribunal Superior de Justicia de Valencia, ante quien se ha interpuesto la querella, investiga la posible financiación ilegal del PP de la comunidad a base de supuestas estafas, malversaciones y prevaricaciones que llevaron, por ejemplo, al gobierno de Camps a pagar cinco millones de euros a la empresa Gürtel en Valencia, Orange Market, para que organizara en cinco años seguidos el pabellón de la comunidad en la FITUR. Por otro lado anda investigándose la desaparición de unos millones de euros en las cuentas de la visita del Papa a Valencia en 2006, de la que algunos sacarían beneficios espirituales y otros ganancias materiales ilícitas. Igualmente se indagan unos chanchullos también millonarios con la televisión valenciana, caja de resonancia y agitprop del gobierno del PP. Valencia es un verdadero jardín de corrupción.

Lo extraño es la presentación de la querella, que ya ha provocado malestar en el partido de la derecha. La dirección la justifica por su interés en velar por el buen nombre del partido. En realidad, la acción obedece a un requisito impuesto por el presidente del tribunal: si el PP quiere personarse en el proceso, como ya lo está en el que se sustancia en Madrid, tiene que interponer una querella y, claro, esta no va a fundamentarse en el deseo del partido de obstruir la acción de la justicia y de que los suyos se vayan de rositas. De ahí que se invoque el buen nombre del partido. Ahora bien, tanto la fiscalía como las otras partes se quejan de que, en el proceso en Madrid, el PP no hace más que obstaculizarlo, poner inconvenientes, recurrir sistemáticamente. Y esa será probablemente su actitud en Valencia. Siendo Cospedal, especialista en decir una cosa y hacer otra, quien ha dado la orden de querellarse, hay poca duda de que así será y con eso hay que contar. Parafraseando a Hegel, todo lo que es legal, es racional.

De todos los delitos que pueden cometerse en nombre de los partidos el más feo es el de financiación ilegal. El PSOE lo cometió en los años ochenta en el caso Filesa, Malesa y Time Export. ((Por cierto, qué sorprendente manía la de los delincuentes de bautizar sus "empresas" en inglés. Probablemente piensan que, en esa lengua, resultan los nombres menos absurdos, incluso surrealistas. Porque es difícil tomarse en serio una empresa que se llame "Exportación de tiempo" o "Mercado naranja".)) Y es el más feo porque, al margen de que suponga el enriquecimiento ilícito de alguno o no, rompe el principio elemental del juego limpio, de la igualdad de oportunidades de los contendientes. La financiación ilegal es en la pugna partidista el equivalente al dopaje en el deporte. El atleta que se dopa tiene una ventaja injusta sobre los demás y no es merecedor del triunfo. En el caso de los partidos, en puridad de criterio, la financiación ilegal probada debiera ser causa de anulación de las elecciones. Recuérdese cómo el curita sostenía que sus mayorías absolutas venían a exonerarlo de sus posibles responsabilidades penales. Si, a su vez, esas mayoría se obtuvieron ilícitamente, sus reponsabilidades penales serán aun mayores.

(La imagen reproduce el esquema que se encuentra en El País de hoy.

diumenge, 1 d’abril del 2012

La Tuerka: vida y crítica contra el adocenamiento..



El 29-M, el día de la huelga, después de una jornada reivindicativa agotadora nos reunimos a charlar sobre la HG en el cuartel general de La Tuerka, el programa de TeleK que no tiene parangón en la oferta televisiva del país. Cinco contertuli@s (seis contando con el moderador, Pablo Iglesias, con el que hay que contar siempre) sin inhibiciones ni cortapisas. Algo sin par frente a esos programas relamidos de las televisiones comerciales que oscilan entre los arrumacos seudoacadémicos y la vocinglería de jayanes tabernarios, pasando por la catequesis cuartelaria de Telemadrid. La verdad es que lo paso bien. Hay una diferencia notoria de edad y planteamientos entre el resto y un servidor, pero nos entendemos y el programa da mucho juego pues los puntos de vista son, por lo general, libres, espontáneos y radicales.- Por cierto, el personal de TeleK hace prodigios de profesionalidad con medios escasísimos y merece un aplauso. - Me considero privilegiado por participar en un programa así y, en lugar de gimotear por su escasa audiencia, lo miro desde el punto de vista de la minoría selecta que accede a productos no al alcance del consumo del rebaño.

El analista político.



Primero de mes, cambio de imagen. Hay un enlace sobre ella en la columna de la derecha.




Hay que ver cuántos analistas políticos hay en nuestro país. Prácticamente todo el que se asoma a los medios para hablar de política dice ser analista de la quisicosa. Y es tal la variedad de analistas que resulta difícil agruparlos en algún tipo de clasificación racional. Por no hablar de la discrepancia de sus juicios, a veces tan enfrentados que casi llegan a las manos y, desde luego, a los juzgados. Reflejan en su tumultuoso proceder la naturaleza misma cambiante, imprevisible, del objeto del que se ocupan, la política, cuya complejidad es legendaria.

Sin embargo, al titularse "analistas" estas gentes parecen aspirar a que se les reconozca algún grado de competencia basada en la ecuanimidad, el distanciamiento, el juicio sosegado y hasta la neutralidad. Evidentemente el análisis está reñido con la pasión y los analistas quieren enfrentarse a su objeto, la política, los políticos, con el mismo distanciamiento anímico con que lo hacen los veterinarios a los cerdos. Pero en el caso de los analistas eso es muy difícil porque, a diferencia de las relaciones entre el veterinario y los cerdos, los analistas políticos son, en el fondo e innumerables veces en la forma, políticos y están tan divididos y son tan sesgados como los propios políticos. En principio esto no está mal y, ademas, es inevitable aunque no sea si no en función de la famosa línea de Terencio de que, siendo humanos, nada humano les es ajeno.

Aunque sea inevitable, sin embargo, no lo es también que los analistas trasladen al terreno del discurso, del análisis, la agresividad, la mala fe y las peores formas de que suelen hacer gala los políticos. Es como si el veterinario imitara a los cerdos en los gruñidos. Los insultos, las descalificaciones, las injurias, no son análisis sino mera falta de educación y quienes a ellas recurren tienen más de matones que de otra cosa.

Los demás analistas, los más civilizados, no necesitan fingir una neutralidad que no sienten. La política es una actividad fascinante para muchos porque versa sobre aquello que todos los seres humanos, salvas rarísimas excepciones, anhelan: el poder. La neutralidad frente al poder, la indiferencia de Diógenes, es casi imposible. Y no es necesaria. Basta con que los analistas hagan explícitas desde el principio sus simpatías y antipatías. De esa forma los lectores o auditorios no se llamarán a engaño y sabrán cómo interpretar el análisis. Porque todo análisis es siempre una interpretación que, a su vez, puede (y debe) interpretarse. Y de esa forma, es de esperar, no se le atribuirá un partidismo ciego que anule el valor del análisis.

Eso suele pasarle a Palinuro cuando sale de analista político, que le acusan de ser una especie de abanderado del PSOE, cuando no constitutivamente socialista. De nada sirve que el pobre explique en su justificación como blog que no tiene partido ni referencia partidista alguna, sino solamente una genérica adscripción a la izquierda y un acendrado republicanismo. Es verdad que dedica mucha atención al partido socialista, pues es con el que simpatiza en líneas generales. Pero simpatizar no quiere decir defender a toda costa lo que proponga, incluso en contra de las propias convicciones.

Palinuro está interesado en el avance de las ideas socialistas, no en las peripecias de las personas que dicen encarnarlas en sus luchas por el poder. Pero las personas tienen tendencia a monopolizar las ideas, esto es, a imponer su interpretación de ellas, lo que hace que el interés por las ideas lleve al enfrentamiento con las personas. Como dicen las feministas, lo personal es siempre político. Como analista, Palinuro goza de la envidiable situación de que los cuadros y mandos de los dos partidos mayoritarios y del tercero más pequeño pero también nacional/estatal, no le profesen especial simpatía. Eso le da aplomo.

(La imagen es un cuadro de Carl Spitzweg (1808-1885), llamado El ratón de biblioteca (1850). Spitzweg es un romántico representativo del estilo biedermeier).