dilluns, 14 de novembre del 2011

Una semana.

Todos los sondeos dicen lo mismo y todos los analistas también. Y las tertulias, los inefables mercados, las empresas, los medios, la banca, el proceloso extranjero. Victoria arrolladora del PP y derrota humillante del PSOE. Diferencias que van de 14 a casi 18 puntos porcentuales a favor de la derecha. Una hecatombe de la izquierda.

Quiere la sabiduría convencional que el electorado sea sabio. Es la voz del pueblo que se expresa sin apelacion política posible. Esa sabiduría se basará, es de suponer, en un juicio sobre los hechos, en una interpretación de estos, en un "relato" o historia que tiene que ser bastante terrible para justificar lo que se vaticina como un voto de castigo, como un rechazo frontal al PSOE.

En efecto hay un relato, una historia dominante con una fuerza demoledora en su simplicidad: vivimos en una crisis que el gobierno ha provocado o, cuando menos, no ha sabido gestionar. Su cara más visible son los cinco millones de parados. El culpable es Zapatero y quienes con él han estado. Es como una bomba que ofusca. Frente a ese relato, la primera legislatura de Zapatero (modelo para la izquierda europea) no cuenta. El fin de ETA, tampoco. A contrario, tampoco cuenta en detrimento del partido alternativo la corrupción de la Gürtel. Es un relato-apisonadora.

Sin embargo, la realidad narra otra historia, si bien más complicada de explicar. Grecia, Irlanda y Portugal están intervenidos; España no, aunque no será por falta de deseos de Aznar. Es más, se encuentra mejor que Italia que sólo ha evitado la intervención mediante una dimisión del primer ministro. En Italia, tercera economía de la zona euro, los mercados toman las decisiones políticas más claramente que en España. Es decir, dadas las circunstancias, de momento España no ha salido mal librada. Y ello porque el gobierno, al contrario de lo que dice el relato dominante, ha gestionado bien la crisis.

Lo que sucede es que la ha gestionado con medidas neoliberales, lo que complica las cosas a la hora de explicarlas a su electorado socialdemócrata. En realidad, no ha sabido hacerlo. Como esas medidas son las que propugna la derecha, ésta no las cuestionó de raíz sino por ser torpes o insuficientes. La izquierda, sin embargo, sí ha visto una ocasión de oro de arrinconar al PSOE en la poco airosa posición de escudero neoliberal y predicar la necesidad de la vuelta a las políticas socialdemócratas. Es decir la ocasión de apartar a un PSOE en horas bajas enarbolando la bandera del Estado del bienestar que éste, desfalleciente o acobardado, no supo defender. Eso también forma parte del relato.

En ambos casos la derecha y la izquierda transformadora hacen muy bien, favorecen sus intereses. El adversario común es el PSOE porque está en el gobierno. Y a las elecciones se va a ganarlas, aunque las probabilidades no sean equiparables. Ninguna ha malgastado tiempo y recursos en ir contra la otra. Todo el fuego se ha concentrado sobre el PSOE y eso es, también, lo que ha hecho hegemónico el relato. Pero que sea hegemónico no quiere decir que sea justo.

¿Y el PSOE? ¿Cómo va abordando la campaña? Medio bien y medio mal. Está bien sacar a Felipe del brazo de Rubalcaba porque aquel sigue teniendo mucho tirón (aunque va disminuyendo) y su figura se asocia con el socialismo triunfante. Creo, sin embargo, que está mal que no saquen a Zapatero, lo que demuestra que los socialistas han interiorizado el relato que debieran combatir: Zapatero, culpable. Eso es lo más injusto del relato. Hay, por lo menos, tres razones para que Zapatero participe en la campaña: a) porque debe despedirse de los suyos con la cabeza alta; b) porque es el secretario general del partido que presenta el candidato; c) porque debe tener una ocasión de explicar su política y reivindicar sus resultados, incluso a la sombra de los cinco millones de parados, que no serían menos si España estuviera intervenida.

Igualmente está bien que el candidato haga propuestas concretas y las explique. Especialísimamente bien que esté haciendo doble campaña, real y virtual. Eso de estar accesible en twitter y en las redes sociales es un acierto. Casi tanto como el dar a conocer que el candidato habla inglés, francés y alemán turístico. Está igualmente bien que no se amilane y triplique sus esfuerzos en denodada lid por la victoria. En verdad lo primero que se requiere para ganar es querer ganar. Pero está mal que no se rentabilicen los logros del pasado. La memoria es una facultad con tendencia a dormirse y hay que despertarla.

Está bien que el candidato reconozca errores, como ese de no haber pinchado antes la burbuja inmobiliaria u otros menores. Pero está mal no explicar los aciertos, el mayor de los cuales es que, mirando alrededor, en donde la crisis se ha llevado por delante prácticamente cuatro países, España sigue en donde estaba. Está claro que eso ha sido obra del gobierno de Zapatero y Rubalcaba. Pues explíquese.

(La imagen es una foto de brooklyntheborough, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 13 de novembre del 2011

La derecha insultante.

Afirma Javier Marías que tradicionalmente la derecha en España sólo dice estupideces. No seré yo quien enmiende la plana al ilustre novelista. Pero sí añadiré algo: desde luego, lo que hace la derecha es insultar a mansalva. Gallardón ha tenido que destituir a uno de sus altos cargos municipales porque "tuiteaba" en la red social del PP insultos a granel del tipo de Ya sé que la tele engorda, pero vaya culo tenia la Srta. Trini!!! (Jiménez) o urkullu ez de euzcadi porque ez jilipollaz, etc. Cierto, quien insulta se retrata, pero eso no es decir mucho. La reacción social a los insultos, que son insultos a la comunidad, debe ser contundente; como la de Gallardón o más. Un insultador es un maltratador de palabra (de momento) y no debe tener sitio en la vida pública.

Pero no hay muchos Gallardones en el PP. León de la Riva, el alcalde insultador de Valladolid, del PP, llamó el otro día "payaso" a un ciudadano que cuestionaba las altísimas retribuciones de los cargos municipales; el mismo León de la Riva que hablaba de los morritos de Leire Pajín sin haber tenido la precaución de mirarse antes los suyos en un espejo. Si nadie en su partido explica al regidor que insultar no es una competencia del alcalde habrá de pensarse que condona los insultos.

Un candidato del PP malagueño, llama a los parados que reciben ayudas en su tierra "barrigas agradecidas", uno de esos insultos colectivos que los andaluces suelen soportar de muchos españoles al norte de Despeñaperros. Ahora también al sur, en boca de alguien del PP que no respeta a sus paisanos ni deslumbra por su inteligencia. ¿O los candidatos de los partidos no tienen barrigas? Y teniéndolas, ¿no son agradecidas? La suya en concreto, ¿es desagradecida con los que lo han puesto de candidato?

Francisca Pol Cabrer, militante del PP, consideró necesario dimitir de todos sus cargos públicos por haber colgado en Facebook un fake de la ministra Chacón con un pecho al aire y un comentario insultante: Lo que tiene que hacer una ministra del PSOE para ganar votos. En verdad el feminismo lo tiene muy crudo en un país en el que quien más insulta a una mujer por ser mujer es otra mujer. Eso es la derecha y eso es una mujer de derecha; algo que da vergüenza.

La política es y debe ser una actividad universal en la que intervengan todos los ciudadanos, desde los más refinados a los más patanes. Pero el tono en que se realiza ha de guardar las formas en civilizado término medio. Sería insoportable (y falsa) una política versallesca, pero también lo es una de rufianes; y no menos falsa. Insisto: el insulto es maltrato; de palabra, pero maltrato. Y debe tener la sanción que le corresponde como maltrato. Las instancias del PP no pueden consentir que la pauta de la oratoria de sus cargos la establezca su frente mediático que, por su grosería y zafiedad, es una partida de la porra.

No todos en el PP insultan, se dirá. Y es verdad; pero casi todos los que insultan están en el PP. Si éste no quiere que la ciudadanía asimile derecha a insulto tiene que condenar toda manifestación insultante de sus cargos y sancionarlos. La política del insulto no es democrática y, de no cortarse de raíz, a partir del 20-N, si gana las eleciones el PP, esto no habrá quien lo aguante. El insulto político se hace a la persona, pero se dirige al partido, a la ideología, a las ideas. Y si insultar cuando se está en la oposición es detestable, hacerlo cuando se está en el gobierno es peligroso.

(La imagen es una de las famosas tallas en alabastro de Xavier Messerschmidt, titulada El picudo, entre 1770 y 1783.)

dissabte, 12 de novembre del 2011

Urdangarín no es el problema. Es el síntoma.

Las incidencias procesales de Iñaki Urdangarín han despertado un enorme interés colectivo morboso. Primeras en los periódicos, noticias por doquier, comentarios en la red, avisos de todo tipo, especulaciones sobre si será juzgado, si "se irá de rositas" o si se le tratará como a un ciudadano más. Esa avalancha demuestra que, en efecto, no se le trata como a un ciudadano más; pero no por culpa de los jueces sino de los medios de comunicación y la opinión. Al contrario, los jueces están tratándolo como a un ciudadano más. Y nadie gana nada poniéndolo en duda. Iñaki Urdangarín no es un ciudadano más, pero se lo tratará como a un ciudadano más. Si ha de llegar a juicio, tendrá un juicio justo. Contará con buenos abogados porque puede pagarlos, pero no con jueces más favorables. Ese no es el problema.

En otros predios se ha ido a buscar el problema a la casa real y hay ya quien toca a difunto por la monarquía. En estos tiempos de crisis con la institución en no buena opinión ciudadana, según el CIS, la corona no aguantará un deslustre de este calibre. Me parece una opinón propia de programas del corazón y no me extrañaría nada que esto acabara siendo desmenuzado en uno de esos espacios de corrala de postín mediático. Pero si todos los argumentos que tenemos contra la monarquía se reducen a lo que haga el yerno del rey, o su hija en sus actividades "profesionales", por llamarlas de algún modo, en realidad no tenemos argumentos. En toda familia hay algún garbanzo negro y en todo aprisco una oveja descarriada. Los argumentos contra la monarquía son de orden ético y político. Una institución que descansa sobre la idea de que se tiene un derecho al poder (sea o no simbólico pues lo simbólico es muy importante) por herencia familiar no es compatible con el principio de la igualdad de derechos. Cuando el rey, en un esfuerzo meritorio por justificar lo injustificable, habla de la "monarquía democrática" está enunciando un absurdo del género Ubu doble porque para que la monarquía fuera democrática, todos los ciudadanos deberían tener igual derecho a ser reyes. O sea, éste tampoco es el problema.

Centrar exclusivamente la atención en el lado personal de Urdangarín y la infanta y otros aspectos suculentos como su expatriación de hecho a Washington cuando empezó a agitarse el gallinero tiene otra consecuencia. Como también la tiene aprovechar la presunta trapisonda para cargar contra la monarquía y salir dando vivas a la IIIª. ¿Qué consecuencia? Distraer la atención del verdadero problema.

Urdangarín y la monarquía son síntomas. El verdadero problema es el PP, el que se encuentra al otro lado de este nuevo presunto desfalco de las arcas públicas por millones de euros. El problema es que el llamado caso Babel (o sea, Urdangarín) es pieza separada del caso Palma Arena y que en los dos aparece Jaume Matas, presidente del PP de Baleares cuando los hechos, responsable último de ellos y quien también puso pies en polvorosa haciendo las Indias, con escaso resultado. El problema es que en Valencia, al otro lado aparece Francisco Camps, expresidente del PP de de la comunidad, que lleva dos años enredado en los tribunales, dando espectáculo tras espectáculo y con los negros nubarrones de la Gürtel ciñéndole las sienes como la corona del martirio, pues ya le llamaban el curita. Ni que decir tiene que el caso Urdangarín, si hay caso, también gira en la órbita de la Gürtel.

El problema está en esas administraciones del PP gobernadas como cortijos. Que el aeropuerto de Castellón vaya a contar con un grupo escultórico de Carlos Fabra colosal, ciclópeo, de 24 metros de altura, 18 de ancho y 300.000 euros de precio a la entrada es algo que deja chico el Ubu borbónico. Y más cuando se recuerda que en ese aeropuerto, que nos ha costado una millonada, no hay tráfico aéreo, que está abierto para que la gente vaya a pasear, pero tiene un director que cobra una pastuqui por mantener en forma una partida de halcones previstos para cuando unos pájaros inexistentes entorpezcan unos vuelos tan existentes como los pájaros. Y los halcones también nos cuestan un riñón, como si la patria fuera un Prometeo, atado a una roca mientras un buitre le comía los hígados. O más que un buitre, los pájaros de Hitchckok. Esto pasa ya Ubu, es puro El perro andaluz. O, para seguir con el cine y venirnos de hoy, merito tema para Alex de la Iglesia.

El problema es que el PP no solamente no se distancia de estos comportamientos ni los condena sino que se constituye en parte en los procesos con la intención de dificultarlos. Cuando su comportamiento debiera ser el contrario: hacer expedita la acción de la justicia y corruptos fuera. Pero es el contrario del contrario: en repetidas ocasiones Rajoy ha puesto a Matas, Camps y Fabra como modelos de comportamiento, como políticos modelos. El problema es que la corrupción no tiene respuesta política y, lo que es más grave, tampoco parece tener sanción electoral. Y efectivamente, eso es muy grave. En monarquía, república, oligarquía o imperio.

(La imagen es una foto de ÁNGEL RUIZ ALMANSA, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 11 de novembre del 2011

La dictadura del capital.

Se ha dicho ya tantas veces que los mercados dominan la política que, cuando dan una vuelta de tuerca más, hasta parece lógica. Se hace realidad la célebre exclamación de Maura de ¡Que gobiernen los que no dejan gobernar!. Se llega así a la alucinante situación de que los banqueros, que forman parte del conglomerado financiero que ha provocado el mayor desastre del capitalismo, ya no sólo dan las órdenes desde sus lujosos despachos, sino que descienden a la arena política y se hacen cargo de los gobiernos. No los banqueros propiamente dichos, que no se manchan en estos menesteres, sino los bancarios, sus empleados, sus peones de brega, tanto más peligrosos cuanto que han de mostrar resultados para justificar sus astronómicos salarios. Y es lógico: si los países están en quiebra, hipotecados, los bancos se quedan con ellos con la intención de ponerlos en subasta, a trozos o enteros.

Esta situación es el resultado esperable de las políticas neoliberales de la derecha en todo el mundo en estos últimos treinta años. La dictadura del capital que ahora se impone (como se ha impuesto en Grecia, en donde el Gobierno no puede ni convocar un referéndum) se alza sobre un terreno concienzudamente preparado por la derecha con sus políticas económicas de desmantelamiento del Estado del bienestar y hegemonía del mercado irrestricto. Se trata de una especie de golpe de Estado financiero planeado con mucha antelación.

La derecha se propuso destruir el Estado del bienestar a base de asfixiarlo económicamente y hacerlo inviable. Lo anunció en los años setenta del siglo XX con la "Crisis y hundimiento de las democracias", que vaticinaba por entonces la Trilateral. El Estado del bienestar era inviable a largo plazo por un crecimiento exponencial del gasto público que llevaría a una crisis fiscal pues no podría hacer frente a las demandas crecientes; esto es, lo que se llamaba la "revolución de las expectativas crecientes" y la correspondiente quiebra. En esto coincidía la derecha con algún economista marxista. Pero había una diferencia esencial: el economista hablaba de lo que preveía; la derecha lo tenía como un programa de acción. Es decir, el Estado iría a la quiebra porque ella lo llevaría a la quiebra. Una "profecía que se autocumple" como mejor manera de destruir el Estado del bienestar.

El procedimiento es sencillo: allí en donde gobierna la derecha, descapitaliza el Estado (baja impuestos, desregula, liberaliza, malvende, privatiza) y lo endeuda durante años en obras faraónicas o militares pero no sociales. No es causal que Ronald Reagan dejara los Estados Unidos endaudados con el mayor gasto público de la historia, que Clinton los volviera al superavit y que el segundo Bush retornara a la deuda incrementando el gasto militar.

Es la fórmula conservadora: se reducen ingresos, se gasta sin tino, se endeuda al país, se le arruina y, cuando está en la ruina, se dice que hay que rescatarlo haciendo pagar a los más desfavorecidos. Eso es también lo que ha hecho la derecha en España. El gobierno de Aznar al crear la burbuja inmobiliaria, endeudó España para los años venideros (que son estos de ahora), cuando él ya no estuviera en el gobierno y otros tuvieran que cargar con las consecuencias de su despilfarro. Lo mismo ha hecho Camps en la Comunidad valenciana, dilapidando los recursos en proyectos faraónicos y dejando una comunidad tan endeudada que no puede pagar la enseñanza. Lo mismo también Ruiz Gallardón en el ayuntamiento de Madrid, que carga con la mayor deuda de todos los de España o Esperanza Aguirre en la Comunidad que estará (estaremos) pagando sumas ingentes durante los próximos treinta años por media docena de hospitales nuevos de gestión privada y que, cuando retornen al pleno dominio público, estarán anticuados.

Así que la dictadura del capital obedece a un plan bien diseñado y premeditado en el que ya no solamente está en juego el Estado del bienestar sino las propias instituciones democráticas que cada vez se configuran más como meros escenarios inútiles porque las decisiones se toman en otras partes y porque el gobierno real de las democracias, el gobernalle, el timón, el que dirige la nave, está en otras manos, manos que no ha elegido nadie, que no responden ante nadie y que ni siquiera explican lo que pretenden, como estaban obligados a hacer los pretores al comienzo de su mandato anual en la República de Roma.

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Por el triunfo incontestable del capitalismo a escala mundial, que no solamente se ha deshecho de su viejo rival, el comunismo (hundido irremisiblemente hace ahora veinte años) sino que no se enfrenta en casa a ninguna alternativa viable. La izquierda está desorientada y sin capacidad de respuesta. La socialdemocracia, la única opción verosímil, lucha contra una derecha avasalladora que se impone por el poder del capital y el monopolio de los medios de comunicación y una izquierda en la órbita comunista que sigue operando con los conceptos zombies (Beck) procedentes de un mundo en el que había una Unión Soviética, de cuya desaparición ha sido incapaz de dar cuenta.

Y sin embargo es imprescindible que la socialdemocracia se imponga a la dictadura del capital porque ésta no sólo vacía de contenido la democracia sino que, a la larga, nos llevará a la guerra pues para esa siempre hay dinero. Ya lo está haciendo, aunque no lo parezca, porque las guerras quedan lejos. Pero eso es de momento.

La belleza de la violencia.

Espléndida exposición de Caixaforum en Madrid sobre Delacroix. Trae piezas del Louvre y de colecciones privadas. Están algunas de sus obras cumbre, como su Medea, el autorretrato con el chaleco verde, el secuestro de Rebeca, la novia de Abydos, Hamlet y Horacio, Grecia en Missolonghi y otras menos conocidas, así como bocetos, la colección de grabados del Fausto, muchos paisajes (entre ellos, alguna marina y, entre las marinas, el inevitable acantilado de Etretat), obra de su época marroquí, pintura religiosa, retratos, etc. Lo más completo que haya visto nunca del genio del romanticismo.

Porque de romanticismo, de exaltado romanticismo, va la obra de Delacroix que debía de verse a sí mismo como una encarnación de Lord Byron, aunque mucho mejor parecido, desde luego. Y, si no el propio Byron, un típico héroe byroniano. Toda la pintura de Delacroix está cargada de literatura, es narrativa, tiene argumento, pero los temas byronianos son decisivos. Además de la masacre de Quíos y Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, muestras de su simpatía por la independencia de Grecia, en la estela del autor de Lara, el naufragio de Don Juan, la muerte de Lara y, sobre todo, ese tumultuoso prodigio de composición que es la muerte de Sardanápalo, lo atestiguan.

Y no sólo Byron. Muchas de las grandes obras de la literatura están presentes en la pintura de Delacroix, sobre todo las que tienen personajes con destinos trágicos. Pero lo están no como mera ilustración o referencia, sino de forma creativa, en los momentos que el pintor elige y que proporcionan una visión nueva, muy personal, de los temas: de Ivanhoe (Scott), representa el secuestro de Rebeca, de Hamlet, ese impresionante óleo (varias versiones) del príncipe con Horacio ante la calavera de Yorick; de Otelo, Desdémona, de Fausto (Goethe) los grabados de Margarita (entre otros), de Tasso, Angelica y Roger, lo que le da pie para un San Jorge y Andrómeda.

Si se repasan los temas y se añaden Sardanápalo, Baco y Ariadna o, desde luego, la célebre la libertad guiando al pueblo, que no está en la exposición, se detecta enseguida el hilo conductor: la violencia. Nada nuevo, en el fondo. Es patente en la pintura de Delacroix que rebosa fuerza, vitalidad, ataque, defensa, lucha por la existencia. Son bellísimos sus cuadros sobre la caza de los leones, del tigre, las algaradas morunas, las batallas, las luchas de caballos, los cuerpos de los animales retorcidos, tensos, estallando en violencia. Nada nuevo, en efecto. Pero la violencia imprega no solamente las escenas de guerra o caza sino también las literarias; todas ellas. Y en casi todas gira en torno a las mujeres. Violencia contra las mujeres (secuestros, abandonos, engaños, humillaciones, crímenes) que alcanza su paroxismo en La muerte de Sardanápalo, una orgía de muerte y crimen contemplada por un déspota impasible, sin olvidar el de la humillación en ese increible cuadro en que el duque de Orléans muestra los encantos de su amante a un amigo suyo que es el esposo de ésta. El arte de Delacroix toca fibras morales muy sensibles, difíciles de encajar en la pura consideración estética. Una sola excepción es la violencia que ejercen las mujeres en su Medea asesinando a sus hijos en donde la princesa de la Cólquide, una figura que recuerda las de Miguel Ángel, está a punto de cometer su crimen, fuera de sí. No cuenta en cambio la libertad guiando al pueblo porque no es una mujer, sino una alegoría.

Delacroix viajó mucho y estuvo en lugares muy diversos; anduvo por Inglaterra y tomó como modelos a los mejores retratistas, Reynolds y Gainsborough, cuyas elegantes filigranas supo imitar, si bien no era su estilo. Estuvo varias veces en Flandes para sumergirse en Rubens, su gran influencia que es patente en muchas de sus obras, así como lo es el referido Miguel Ángel y, desde luego, Goya. Su estancia en Marruecos lo convierte en uno de los primeros "orientalistas", fascinado con el encanto del exotismo. Su muy hermosa novia judía no tiene nada que envidiar a la de Rembrandt a la que desde luego remite, igual que sus odaliscas vienen de Ingres. Pero de nuevo es el tumulto de los árabes en sus caballos, las correrías por los campos, las procesiones de los derviches lo que le interesa. Y todo ello lo lleva a experimentar con la luz y el color y a presagiar el impresionismo.

El último cuadro de la exposición y, al parecer, el último que pintó Delacroix, representa a Ovidio lamentando su triste suerte en el exilio al borde del Ponto Euxino mientras los pastores escitas le traen leche de burra. Una meditación sobre el destino del genio, algo que no le pasó a él quien, a pesar de su violencia y hasta su ferocidad, siempre fue bienquisto de los salones y los poderes del siglo.

dijous, 10 de novembre del 2011

Un debate muy clarificador.

El segundo y último debate electoral tuvo mucho interés. No comparable con el primero porque fueron formas y fondo muy distintos pues, aunque se trató de encorsetarlo en el esquema de aquel, gracias a Jáuregui y, sobre todo Llamazares, se abrió a los temás tabú del fin de ETA y la corrupción. No fueron lo mismo porque si en el primero se trataba de medir el liderazgo de los dos candidatos (su conocimiento de los problemas, su temple, sus ideas, su coherencia, su fuerza de convicción) en el segundo había que hablar de las cuestiones reales en términos prácticos y por eso hubiera sido inadmisible que no se tocaran todas, incluidas el fin de ETA y la corrupción.

Si bien se trataba de un intercambio de cinco, en realidad lo fue de tres (PSOE, PP e IU) con dos solistas alternos, CiU y el PNV, que iban a hablar exclusivamente de lo suyo y cuyo discurso desentonaba del de los otros que enfocaban los problemas con perspectiva nacional (o estatal). Además de los solistas, TVE amenizó los intermedios dando la palabra brevemente y como por vídeoconferencia a los galleguistas, los nacionalistas canarios y UPyD. Aunque hubieran dicho genialidades, la actitud de agrio y altanero desprecio de Rosa Díez hacia los intervinientes en la mesa fue tan irritante que no ha lugar a comentario.

Jáuregui es tan bueno como Rubalcaba. Es más reposado, más contundente aunque quizá no tan rápido; en definitiva, equiparables y ambos sólidos políticos de nivel europeo. En cambio Gallardón es mil veces mejor que Rajoy: no gesticula compulsivamente, no farfulla, tiene buena dicción, su tono es firme, no repite topicazos ni dice perogrulladas, se hace entender y es convincente. También es mucho más peligroso; es friamente demagógico y falta a la verdad con un desparpajo apoteósico, cosa que se echa de ver por cuanto, cultivando una imagen de moderación, no reconoce las demasías, la agresividad y el duro neoliberalismo de su partido sino que los niega.

Llamazares tiene fuerza moral, es cercano, nada engolado, razonable y radical, pero le falta base, datos de experiencia, en definitiva, verosimilitud. No ha gobernado nunca y no es probable que vaya a hacerlo ahora con lo que la ética de la convicción campa por sus respetos porque es a beneficio de inventario. Pero estuvo muy bien y fue el único que se atrevió a sacar el tema tabú de la corrupción igual que Jáuregui lo hizo con ETA (aunque Rubalcaba sí lo mencionó en el primer debate); es decir, los dos temas de los que el PP no quiere hablar. Es una pena que el discurso de Llamazares y el de Jáuregui no sean uno solo pues son complementarios. Y no lo serán mientras Llamazares e IU en general se obstinen en tratar por igual al PSOE y al PP como si fueran lo mismo, sin darse cuenta, lo que es asombroso, de que eso los deja sin margen de maniobra, triturados entre los dos grandes.

Gallardón estuvo muy bien e hizo lo que pudo. El problema es que el PP no tiene discurso práctico, no tiene más programa que hablar mal del PSOE y, de paso, practicar lo que los psicólogos llaman "proyección", o sea, acusar al PSOE de limitarse a eso mismo, a hablar mal del PP siendo así que aquel tiene un claro programa electoral en positivo y lo exhibe a diario. Me quedo con la última intervención de ambos, Jáuregui y Gallardón, porque fueron significativas. Gallardón concluyó adjudicando su confuso proyecto como si fuera la regeneración nacional expresamente a Mariano Rajoy. Jáuregui atribuyó todos los avances que ha habido en España desde comienzos de los ochenta y lo que se propone para el futuro al partido socialista. Son dos experiencias y dos enfoques. Caudillismo frente a proyecto colectivo.

Un minuto más sobre la corrupción. Desde luego que el caso Urdangarín, si hay caso, podría llevarse por delante la monarquía. Todo dependerá de cómo reaccione la casa real y el rey, que no está en su mejor momento. Pero eso son fuegos de artificio o cortinas de humo, como diría González Pons, para distraer de lo realmente importante, que es el el nuevo supuesto caso de corrupción del PP. Si ha de ser, Urdangarín comparecerá ante los tribunales y tendrá un juicio justo. Pero lo importante aquí son esos millones de euros cobrados de modo presuntamente ilegal por el duque de Palma pero pagados por las administraciones del PP, Camps en Valencia y Matas en Baleares. Porque esto ya no es que una corrupción "externa" (la Gürtel) haya inficcionado al PP, sino que, de ser cierto, es una corrupción propia, interna, del PP. Y es este partido el que debe explicar qué va a hacer; sin tardanza y de modo claro..

(La imagen es una captura del vídeo de TVE reproducido por e El País).

dimecres, 9 de novembre del 2011

De la corrupción hay que hablar.

Según parece, entre los diversos asuntos que los dos debatientes del lunes pactaron a espaldas del auditorio estaba que no se hablaría de la corrupción. Eso es como si dos caballeros se citan en duelo pero antes acuerdan que las balas sean de algodón. Algo más de villanos. Es muy probable que el PP, el afectado por la corrupción, impusiera su exclusión como requisito para el debate y también lo es que el PSOE no tuviera otro remedio que aceptarlo so pena de quedarse sin debate. Bastante probable, sí.

Pero ese acuerdo no vincula a la opinión pública. La corrupción es un cáncer de la democracia y puede ser su destrucción de hecho si no se denuncia y se persigue en los tribunales con toda claridad y diligencia. Aunque la corrupción lo afecte más a él que, de hecho, concentra casi el cien por cien de ese asombrosa red delictiva de expolio sistemático de las administraciones públicas, el PP no puede afrontar el problema negándolo u ocultándolo. A estas alturas, la Agencia Tributaria ya ha destapado la fabulosa trama de financiación de la Gürtel. Ahora se sabe que la Gürtel también está metida hasta las cachas en AENA en tiempos de Álvarez Cascos. Y que el extesorero del PP, Bárcenas, sí está imputado por un tribunal de justicia en el caso Gürtel. Al final, las cosas son como son.

Pero no no tienen que ser peores. En estas circunstancias, el asunto de Iñaki Urdangarín tiene una pinta fatal. Es evidente que de un miembro de la casa real sólo cabe esperar un comportamiento: plena, leal y rápida colaboración con la justicia para el esclarecimiento de los hechos. Ni una sola táctica procesal dilatoria debe intentarse por más que el duque de Palma, como ciudadano, tenga derecho a ella. Pero moralmente sería inasumible.

Como es inasumible que en España no haya una contundente reacción política y judicial del PP en relación con el caso Gürtel que lo haga ponerse por entero y sin reserva al servicio de la justicia y no constituirse en parte en los procesos para retrasarlos o dificultarlos, aunque ese sea un derecho de todo acusado. Como el de mentir. Pero un partido político no puede mentir. Hay que hablar de la corrupción para acabar con ella de raíz. La corrupción y todo cuanto se le parezca. No sé cuántos sueldos cobra María Dolores de Cospedal y es preciso que quede claro que sólo es uno.

De la corrupción en España hay que hablar porque es una de las principàles causas de nuestro desprestigio en el exterior. Como lo es que a los electores no parezca importarles. Y como lo es y mucho, mucho más, que la primera persona que vaya a sentarse en el banquillo por el caso Gürtel sea el juez que lo destapó y lo persiguió. Aunque ese proceso fuera el summum ius, el resultado será la summa iniuria.

Las categorías de la locura y la locura de las categorías.

José Luis Moreno Pestaña ha escrito un magnífico libro sobre Foucault (Foucault y la política, Tierra de nadie ediciones, Madrid, 2011). Ya le viene de antiguo su conocimiento del pensador al que ha dedicado otros trabajos. Eso no quita para que éste sea no sólo muy bueno y muy claro sino también valiente. Moreno se atreve con el mito, con el mito del laberíntico y contradictorio Foucault y lo hace inteligible, le da un sentido. Me parece que no coincido del todo con el sentido que le da pero eso será por mi peor conocimiento de su obra, si bien creo haberla leído casi toda, incluidos esos extraños escritos póstumos del Colegio de Francia.

En fin, quiero decir que Moreno expone clara y brillantemente su interpretación de Foucault y estoy seguro de que admitirá que no es necesario proponer una alternativa para poder coincidir o discrepar sobre las bases de la suya; incluso para proponer variantes colaterales que puedan ser esclarecedoras. Máxime cuando el propio autor ha limitado su indagación a los aspectos políticos del pensamiento de F.

Moreno insiste de comienzo en que precisamente la política de F. es difícil de entender (por ejemplo, el significado político de la Historia de la locura (p. 29) y en que en toda su obra hay un ataque a la dialéctica (p. 30) para afirmar acto seguido como de pasada que su homosexualidad le causaba sufrimiento (p. 31).

Bien, si nos detenemos en la importancia de la actitud de F. ante sí mismo como homosexual podemos abrir otro blog. Me limito a señalar un campo inmenso de enorme fuerza explicativa no solo del pensamiento de F. sino del pensamiento a secas: el de su contingencia. Antes de Foucault hubo casos como el de Oscar Wilde y, después de él, las manifas del orgullo gay. ¿En que momento se sitía F.? En ninguno. Se instala en su propio sufrimiento, por necesidad inefable e intransferible. ¿Cómo formular eso? No se puede, pero condiciona todo lo que se dice. Su experiencia básica, repite Moreno, "fue su sexualidad" (p. 37). ¿No parece lógico vincular esto a su abrupta ruptura con la tradición freudomarxista (p. 61)? Sobre todo si le añadimos, sin ánimo de enredar, su edípica relación con su padre (39). Y conste que no creo que Moreno mencione a Edipo; es de mi cosecha pero es también evidente a lo largo de la obra de F.

En verdad tomarnos como centro e imagen del mundo y buscarnos y explicarnos en él, es decir, hablar de nosotros cuando decimos hablar del otro es lo que hacemos todos. Hay muchísima gente que arrastra un estigma y/o una desgracia. Milton era ciego, Quevedo patizambo, Leopardi y Ruiz de Alarcón jorobados, Dostoievsky epiléptico, etc, etc. ¡Ah, pero esas son desgracias que no están moralmente condenadas por la sociedad! Y aquí viene el ataque foucaltiano a la represión social mediante la locura, la utilización de la psiquiatría, el biopoder y su despotismo sobre los cuerpos. Thomas de Quincey era opiómano, Baudelaire y Cocteau asiduos, sino adictos. ¡Ah, pero el consumo de drogas no era entonces un crimen! Bueno, Byron parece haber tenido relaciones incestuosas con su hermana y a Trakl eso mismo probablemente le costó la vida. Y aquí sí que la condena social es absoluta, total, sin paliativos. La homosexualidad está o estará admitida; el incesto, según parece, no, nunca. ¿Qué poder sanciona el incesto que, para Lévi-Strauss es la única prohibición universal porque es natural a la par que cultural? ¿No es biopoder en estado puro?

La crítica de F. a las ciencias humanas (producida en la entrevista con Aron) es, con todos mis respetos, convencionalmente positivista. Y no arregla nada la generosa mano que le echa Moreno al decir que lo que el autor de la Arqueología del saber tenía en la mira era el uso instrumental, tecnocrático, de esos saberes (p.49). Pues claro; de esos y de todos, incluidas las ciencias verdaderas, incluida la filosofía si no quiere quedarse en la tertulia ilustrada de Rorty. Por cierto, está bien sacar a Aron, y más sacar Merleau-Ponty (aunque a veces éste diga verdaderas obviedades), pero hay que animarse a meter la otra pata de este terceto de antiguos amigos y luego rivales, Sartre. Y ya, de paso, incluir en el cuadro algo del clima intelectual de Francia en los años sesenta por razones obvias. El trabajo de Verstehen que hace Moreno es fabuloso y uno lee su narrativa cronológica de F. con pasión; pero le falta contexto, perspectiva. Decir en aquellos años que el GOULAG era un pretexto lo hacían muchos otros, como Garaudy o Aragon. El mismo Sartre, a pesar de El fantasma de Stalin, era ambiguo. Claro que lo que se pretendía tapar era de naturaleza distinta, en un caso la tiranía comunista y en el otro el Programa Común de la izquierda. Pero el reproche no se dirige al fin sino al medio, a la idea de que el GOULAG fuera un pretexto. Era y es y será siempre un fin en sí mismo.

El estudio de Moreno sobre las tres dimensiones del análisis foucaultiano del poder (filosófica, política y existencial) es espléndido. Y de nuevo hay algo que chirría. Dice Moreno que la idea de F. de la relación entre la verdad y el poder fluctuó (p. 59). Por supuesto, la verdad es un juicio (de qué naturaleza está por ver) y el poder, una relación, y su conjunción apunta al abismo insondable de la condición humana. Si la afirmación se queda en eso, en que la opinión sobre una endemoniada relación fluctúa, no tengo nada que decir; si es una crítica, no me parece acertada. Ya sé que seguir a F. en todas sus especulaciones sobre la verdad y el poder nos lleva a un jardín borgiano de los senderos que se bifurcan, aunque a veces no queda más remedio. Al fin y al cabo, puede ser un jardín epicúreo.

El fenómeno del siglo XX es el sobrepoder. ¿Por qué no? También es otras cosas. Por ejemplo y siempre sin ánimo de buscarme líos, la libertad. Cierto que la sociedad hoy está supervigilada. Excuso decir la feudal o la victoriana. Hasta el término escogido (poder pastoral) (p. 97) traiciona su carácter de préstamo de épocas pasadas. Recuérdese La letra escarlata y, en otro nivel, La cabaña del Tío Tom, el libro más vendido en los Estados Unidos, antes o después de la Biblia. Sí, en efecto, sobrepoder. Muy foucaultiano y muy francés pues el prefijo "sur" es tan frecuente que a veces no se traduce, como en surrealisme. Lo curioso es que los dos sobrepoderes citados sean el fascismo y el estalinismo. ¿Qué tal si decimos fascismo y comunismo? Pues que la armamos, porque F. militó en el Partido Comunista y eso deja huella hasta en un filósofo.

Moreno señala que F. se enfrenta al marxismo y al psiconálisis (p. 85) y, ya refiriéndose al F. del Colegio de Francia, que nos habla desde ultratumba, como Chateaubriand, dice que oscilaba entre el socialismo y el liberalismo (p. 105). No veo qué haya de malo en ello. Son dos ideas muy plausibles y complementarias. El socialismo tiene una vertiente económica y el liberalismo política y juntas han dado mucho juego; el máximo hasta la fecha. Pero Moreno se felicita de que ésta no fuera la última palabra de Foucault porque todavía lo sigue en su acercamiento a las teorías comunicativas habermasianas. Subraya ls importancia de la parresía democrática (la libertad de palabra) (p. 111), como aportación a la vía de la emancipación dialógica. Sí, y se le añade la isegoría con hincapié en la igualdad a la hora de hablar. Y está muy bien que Moreno recuerde que los requisitos foucaultianos de la libre expresión democrática arrancan de tres discursos de Pericles como nos los trasmite (y seguramente fabrica) Tucídides. No hay duda. Lo que no se ve es en qué sea esto superior o más avanzado o más profundo o verdadero que andar por la vida diciendo que uno es socialista y liberal que, por lo demás, era lo que decía Prieto.

En cuanto a la última palabra de F., ¿quién la sabrá? Creo recordar que F. murió cuando tenía apalabrado un encuentro con Habermas para dilucidar la respuesta kantiana a la pregunta ¿Qué es la Ilustración? Ahí podría haber dicho algo nuevo... o no. En todo caso, gran obra la de Moreno, notable cartografía del tortuoso itinerario de un hombre que siempre tuvo problemas consigo mismo y filosofó para ir a buscar las causas fuera de él, lo cual estaba muy bien pero no llevaba lejos si al tiempo no veía las que estaban en él.

dimarts, 8 de novembre del 2011

Contra la corriente.

Con razón no quiere la derecha que haya debates televisados entre los dos dirigentes de los partidos mayoritarios. Los cinco que ha habido en España lo han sido con gobiernos del PSOE. Cuando manda el PP no hay debates y cuando cree que puede mandar, tampoco. A punto hemos estado esta vez de quedarnos también sin él. No gusta a la derecha el diálogo. Prefiere el monólogo y, a ser posible, sin preguntas, que es como Rajoy entiende las ruedas de prensa en la era de la política 2.0.

Pero ha habido debate y ha quedado claro que, por más trabas que se pongan, por mucho que se edulcore la imagen, se oculten las intenciones y se quiera sacar algo de donde no hay nada, al final se ve quién tiene algo que decir y quién no quiere (o puede) decir nada. Según algunos Rubalcaba cometió un error estratégico en los primeros veinte minutos por hablar como si diera a Rajoy por ganador. Eso sólo pueden decirlo los que creen que a los debates no se va a debatir sino a soltar soflamas como una carraca. Sería estúpido que Rubalcaba ignorara que entraba en la arena con una desventaja de 15 puntos porcentuales en intención de voto, es decir, que nadaba contra la corriente de opinión.

Pero vamos a lo que importa, a los asuntos de contenido. Rubalcaba probó ser un dirigente moderno, con experiencia, impuesto en los temas de que habla y capaz de exponerlos sin chuletas a la vista. Es decir, llevaba el debate bien preparado a pesar de que el día anterior anduvo de mítines y sin encerrarse a ensayar nada. Es espontáneo, directo, tiene las cosas muy rumiadas, huye de la retórica y aporta ideas.

Enfrente tuvo a un buen hombre al que el destino ha puesto en un lugar que le viene grande, que carece de recursos, que no sabe los temas ni tiene respuestas claras para los problemas y cuyo refugio es una retórica huera. Todo lo llevaba en los papeles, que leía como un doctrino y eso que se pasó el domingo preparando el debate. Se entiende muy bien porqué los responsables de comunicación de su campaña no quieren que responda preguntas de los periodistas. Simplemente, no sabe qué decir. Salvo lo que lleva cuatro años repitiendo, una especie de jaculatoria que parece un monólogo para besugos: el mayor problema es el paro; para acometerlo, hay que crear empleo; para crear empleo hay que cambiar el gobierno y ponerlo a él, que se compromete a crear empleo para así acabar con el paro. Profundo, ¿eh? Pues esa es la receta que aplica a todo, a la sanidad, la educación, las pensiones y ¡hasta el paro! Reténgase bien: para acabar con el paro hay que crear empleo.

Rubalcaba hizo propuesta sobre propuesta y, de paso, pero con insistencia, reveló la doble cara de las de Rajoy, haciendo hincapié en la contradicción entre lo que dice éste y lo que dice su programa. Una contradicción tan flagrante que hasta el previsible y reiterado bombardeo con las cifras del paro quedó en nada.

Pero el momento decisivo de la noche fue el de las políticas sociales. El candidato socialista enumeró la larga lista de las del PSOE (igualdad de género, matrimonios homosexuales, dependencia, etc), señalando que todas habían contado con la oposición del PP. La respuesta de Rajoy fue no tratar ninguna de ellas (excepción hecha de los dichos matrimonios y para justificar su oposición) y, como no podía quedarse callado, optó por leer unos folios que correspondían al primer momento, el de economía y trabajo. Ya solamente esta huida por la tangente le hizo perder el crédito que le quedaba tras haber estado esquivando cuerpo en los comprometidos asuntos de la sanidad y la educación, en donde su partido lleva años haciendo lo que él niega que vaya a hacer con tanta sinceridad como conocimiento de causa.

Una cosa son los debates y otra el juicio que merecen y que suele emplearse luego en pro de la causa que se esgrime. Todos esos sondeos que dan ganador a Rajoy por una horquilla entre cinco y siete puntos porcentuales probablemente reflejan el espíritu que subyace a los famosos quince puntos de diferencia en las encuestas y están lastrados por la fuerza de la inercia. ¿Que quién ha ganado el debate? Obvio: el que va ganando en intención de voto. Bien, Palinuro cree que el debate lo ganó Rubalcaba sin sombra de duda y contra la corriente, y cree también que hasta los sondeos que lo dan por perdedor, al hacerlo por menos de la mitad de los puntos de diferencia en intención de voto, significan que lo ha ganado. Y me apuesto algo fuerte a que se ha reducido mucho la cantidad de indecisos. En su partido deben de estar orgullosos de él, que se lo ha ganado a pulso. A ver si ahora él puede estar orgulloso de su partido.

Supongo que hoy se conocerán los índices de audiencia del programa que, como dijo Campo Vidal, fue planetario. Será interesante conocerlos para aquilatar la propuesta de Cayo Lara horas antes del debate de que lo mejor que podía hacer la gente era apagar el televisor e irse de copas. No sé si él habrá hecho lo que aconseja a los demás pero, si ha sido así, se ha perdido un muy enjundioso intercambio de pareceres sobre la cosa pública, acerca de la que también él opina. Hubiera podido comprobar cómo, en contra de lo que dice, Rubalcaba y Rajoy no son lo mismo ni dicen lo mismo ni mucho menos. Claro que a lo mejor por esto aconsejó no encender el televisor.

(La imagen es una captura del vídeo que trae Público.)

dilluns, 7 de novembre del 2011

No hay color.

Valoración de urgencia del debate de hoy

Opinión a bote pronto: Rubalcaba ha dado un repaso a Rajoy. Cinco puntos en los que se aprecia una diferencia llamativa. No sé lo que dirán las encuestas mañana y cuál será la percepción de la gente. Habrá opiniones para todos los gustos, según el tinte de quien opine. Palinuro, que trata de ser objetivo, habla de lo que él ha visto y lo que él sabe de ambos candidatos. Los cinco puntos:

  • Rajoy lo ha leído todo y lo ha leído mal. Rubalcaba no ha leído nada. Hay una diferencia esencial entre quien sabe de qué habla y quien habla de lo que le dicen.

  • Rajoy tenía un guión: paro, paro, paro y hacer las cosas como dios manda. Rubalcaba tenía muchos, fue flexible, completo y concreto.

  • Rajoy carece de propuestas concretas o las oculta y, o no conoce su programa o no lo ha leído o no entiende su letra, pero va de triunfal. Rubalcaba tiene una batería de propuestas específicas y, además, reconoce errores.

  • Rajoy soslaya las preguntas y no las responde muy en su línea de no aceptar preguntas. Rubalcaba, sin embargo, las plantea y, como el otro no contesta, las contesta él, entrando en el terreno del adversario y dejándolo al descubierto.

  • Rajoy no quiso hablar de ninguna política social y de ampliación de derechos. Silencio absoluto sustituido por una "clase de primero de economía". Rubalcaba dejó claro que todos los avances de políticas sociales, igualdad y ampliación de derechos en España han sido obra del PSOE con la oposición del PP.

Mañana, Palinuro contará sus impresiones con más detalle.

(La imagen es una captura del vídeo de La Sexta que traía Público.

La izquierda y las elecciones.

La derecha se presenta a las elecciones del 20-N unida como una piña. Sabe, y tiene razón, que la base del triunfo es la unidad, concentrar el voto en una sola opción, no fraccionarlo. ¿Quiere esto decir que toda ella comparte un único punto de vista, una misma ideología? En absoluto. En el interior del PP hay muchas discrepancias teóricas, hay conservadores, liberales, liberales al estilo de Esperanza Aguirre, demócratas-cristianos, ultranacionalistas, neoconservadores, neofranquistas y gentes de extrema derecha. Una gran variedad de criterios. Pero coinciden en algo, en la necesidad de supeditar sus diferencias al único objetivo que importa, conseguir el poder. A él lo sacrifican todo. Incluso su acendrado amor a la patria pues, llegado el caso, no tienen inconveniente en aliarse con los nacionalistas periféricos como estos tampoco lo tienen en aliarse con los españoles jacobinos y ultracentralistas. El poder es lo que importa, ganar las elecciones. Luego, ya se verá cómo se gobierna. Si es necesario llamar a la banda ETA Movimiento Vasco de Liberación Nacional se hace. La derecha no pierde el tiempo en debates por cuestiones de principios. Tiene, además, pocos de estos. Apenas el de conseguir el poder pra preservar el orden constituido, desmantelar el Estado del bienestar, consolidar el capitalismo de libre mercado, favorecer a los empresarios, debilitar los sindicatos, deshacer los avances en materia de igualdad y derechos de las minorías, facilitar la vuelta del nacionalcatolicismo.

Por el contrario, la izquierda se presenta fragmentada. A la izquierda del PSOE aparece una multitud de formaciones de las que sólo dos o tres tienen esperanza de conseguir representación parlamentaria, por lo demás ínfima. Las otros no es que no lleguen al 3 por ciento; es que no suelen llegar al uno por ciento, pero restan votos a las otras formaciones más viables, especialmente al PSOE. Al no concentrar las opciones y desperdigarlas, los votos se pierden. Como tiene aguda conciencia de este inconveniente, la izquierda habla continuamente de unidad. Prácticamente todos los partidos ha hecho ofertas de unificación de forma que es posible que haya tantas plataformas unitarias como candidaturas. Sobre la validez y viabilidad de estas pretensiones de unidad da idea una de las primeras ofertas que se hizo que pretendía forjar la unidad de la izquierda excluyendo expresamente al PSOE al que los habituales guardianes de la fe que, al parecer, tienen derechos de autor sobre los conceptos, niegan la condición de partido de izquierda.


Breve digresión sobre el Programa Común de la Izquierda. En los años setenta del siglo pasado, luego de muchos otros de enfrentamientos estériles, el Partido Comunista y el Partido Socialista franceses firmaron un Programa Común de la Izquierda con el que ganaron las elecciones presidenciales de 1981 (François Mitterrand) y las legislativas de ese año. Por primera vez desde 1947 volvió a haber ministros comunistas. Muchas de las reformas del gobierno de la izquierda fueron canceladas por los posteriores, pero otras, sobre todo de carácter laboral y social, se mantuvieron. Ese gobierno no habría sido posible si los comunistas se hubieran negado a la unidad por sostener que el Partido Socialista "no era de izquierda".


En España el fraccionamiento más dañino para la izquierda se da entre IU y el PSOE. No es exagerado decir que, de cada diez intervenciones de Cayo Lara, nueve van en contra del PSOE, al que Izquierda Unida considera el verdadero adversario porque es entre sus votantes entre quienes busca los suyos. Si, como dicen en la coalición de izquierda, el PP y el PSOE fueran lo mismo, uno esperaría una distribución más equilibrada de las críticas. Pero no es así, obviamente, porque tampoco es cierto que el PP y el PSOE sean lo mismo. Por eso, los ataques van al PSOE.

Podría pensarse que se trata de una hostilidad por asuntos de calado teórico, de los consabidos principios. Pero no hay tal. Los principios se han esfumado. Alguien en IU podría decir que el PSOE abjuró del marxismo hace más de treinta años, pero la coalición tampoco lo invoca hace otros tantos. Puede que Marx siga en su corazón, pero no en su discurso. Tampoco cabe decir que la izquierda radical abomina (como acostumbraba) de la socialdemocracia porque, precisamente, de lo que acusa ahora al PSOE es de haberla abandonado, de haberla traicionado. Ahora la socialdemocracia pareciera ser patrimonio de sus antiguos críticos.

No, no es discrepancia de principios o asuntos teóricos, sino oportunismo. En IU (y en su núcleo esencial, el Partido Comunista) late la vieja ilusión del sorpasso anguitiano: la verdadera izquierda sustituiría a la falsa ganando las elecciones y rectificando sus falacias. Es más, en estas horas bajas del PSOE, que tiene todos los elementos en contra, aquel latir se convierte en una consigna. Ahora o nunca. Los dirigentes de IU piden el voto de los socialistas "desencantados". Por cierto, eso mismo hace Rajoy. Se ve que tienen al PSOE como un cuerpo exangüe al que hay que arrebatar sus vestimentas. Es una actitud poco gallarda que, en el caso de IU puede estar abocada al ridículo si, pasadas las elecciones, se comprueba que apenas ha recogido votos socialistas.

Entre los votos de IU y el PSOE hay cierta movilidad, mucha gente vota a la una o al otro según diversas consideraciones del momento. Es posible que IU alcance mayor porcentaje (y algunos diputados más) que en las elecciones de 2008 pero lo cierto es que su relevancia seguirá siendo inexistente y, por tanto, ese incremento de votos no servirá para nada. Enfrente habrá un gobierno de la derecha con una sólida mayoría parlamentaria que aplicará su programa máximo, ahora oculto, sin ningún miramiento. Para entonces es de esperar que en IU entiendan que el PP y el PSOE no son lo mismo. Claro que esto ya lo sabe la coalición desde el momento en que posibilitó el gobierno del PP en Extremadura.

El PSOE es el único partido que puede impedir o contrarrestar un gobierno de mayoría absoluta de la derecha. ¿Que su política, la pasada y la futura, no se ajusta a los cánones de una izquierda que sienta plaza de doctrinaria y no pasa de posibilista? Por supuesto. Si el PSOE hiciera suyo el programa de una opción que se sitúa en torno al tres por ciento del voto es patente que no conseguiría el 43 por ciento y no podría gobernar. La izquierda no parece entender lo que la derecha comprende a la primera, esto es, que primero hay que concentrar el voto y luego ya se discutirá. Es incluso peor pues da la impresión de que lo que la mueve no es la posibilidad (harto improbable) de ganar las elecciones sino de que las pierda el PSOE. Fraccionar el voto es un disparate que la izquierda pagará carísimo.

(La imagen es un cartel de Dmitri Moor de 1920 titulado: ¿Te has presentado voluntario?)

diumenge, 6 de novembre del 2011

Pasado presente.

En el velódromo de Dos Hermanas un mitin de la memoria para animar a los suyos. La presencia de Felipe y Guerra tiene siempre un efecto estimulante de consumo interno en el PSOE y por ello es acertado comenzar así la campaña, porque es a su propio partido al que Rubalcaba tiene que movilizar en estas horas adversas. Si el partido se pone en marcha hay una posibilidad de atraer voto y a esa se aferra el candidato que tiene que bregar con unos pronósticos sombríos y su escaso carisma.

Casi treinta años después de su histórica victoria Felipe sigue provocando entusiasmos y Guerra regocijo merced a su capacidad para el sarcasmo. Parte importante de la política en lo que tiene de espectáculo. Pero ambos aportaron algo más, producto de su experiencia en las lides electorales: el enunciado claro y escueto de los temas en los que el PSOE tendrá que centrar su campaña si quiere remontar. El fin de ETA y la defensa del Estado del bienestar. Y no solo por experiencia sino también por instinto, dado que son los dos puntos débiles del PP. En el fin de ETA la derecha no ha tenido arte ni parte ya que ni siquiera se dignó estar en la Conferencia de paz de Donostia en que se selló aquel. Al contrario, ha intentado boicotearlo y, al no ser ello posible, relativizarlo y negarlo. Ahora no puede evitar que el PSOE lo saque a relucir como mérito propio.

El otro punto débil es la defensa del Estado del bienestar. El PP tiene una imagen claramente contraria al mantenimiento del Estado del bienestar, lo cual es un error. Rajoy aclara que meterá la tijera en todo excepto en sanidad, educación y pensiones. Es un intento de escamotear la realidad porque nadie ignora que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas y ya están sometidas a ataques a aquellas en las que gobierna el PP. A su vez la desafortunada imagen de la tijera para todo lo demás hace temer que no quedará títere con cabeza. Es muy prudente que el candidato del PP no se someta a las preguntas de los periodistas dado que hasta cuando habla de su Minerva, sin ser preguntado, deja mucho que desear.

Para Rubalcaba quedaron las propuestas concretas. Insistió en las políticas de estímulo de la contratación y el consumo comprometiéndose a financiarlas con mayores impuestos a los que más tienen y una especie de tasa a la banca. Eso es esencial y hará bien en reiterarlo permanentemente, machacarlo, siendo también más específico respecto a qué impuestos, por cuánto y quiénes los pagarán. En un país en que es del dominio público que los capitalistas no cumplen con la Hacienda pública, en el que hay una bolsa enorme de fraude fiscal y otra también enorme de economía sumergida, la gente quiere oír planes concretos acerca de cómo se restablecerá la justicia social y cómo se financiarán las medidas de recuperación. Todo ello tiene un nombre en la tradición socialdemócrata que debiera estar más presente en la campaña: redistribución, asunto nada menor si se tiene en cuenta que, con la crisis, España ha resultado ser el cuarto país Europeo en punto a desigualdad de ingresos tan sólo por detrás de Letonia, Rumania y Letonia y a la par con Portugal.

También es de justicia recordar que si hoy pueden plantearse de nuevo medidas redistributivas creíbles es gracias a que, como señala Zapatero, España es el único país periférico en el que no ha habido intervención ni rescate, en cuyo éxito ha tenido su parte el candidato.

Así que, en resumen, el mitín de Dos Hermanas estuvo bien, pero no cabe ignorar que exhalaba cierto aroma retro, como del PSOE de antaño. Rubalcaba, que no se encuentra ya in the prime of life, debe sin embargo aparecer tambien rodeado de juventud y sentar plaza de candidato intergeneracional. La madurez da seguridad pero no apunta precisamente a la renovación. Ésta se asocia siempre con los rostros nuevos y frescos, las ideas originales y el ímpetu de compromisos claros. Hay que dar más voz a los jóvenes porque del futuro deben hablar sobre todo los que van a hacerlo y deben hablar a los que van a vivirlo, un porcentaje elevado de votantes para quienes González y Guerra son tan lejanos como Daoíz y Velarde.

dissabte, 5 de novembre del 2011

O no.

Todos los sondeos son apabullantes. A día de hoy dan por seguro el hundimiento de la izquierda y una victoria rotunda, sin precedentes, de la derecha. Cunde el derrotismo y la resignación en las filas socialistas, mientras en el PP reina una eufórica seguridad en el triunfo.

Nada habría que objetar a estas predicciones si hubieran surgido de un juego democrático limpio, civilizado y respetuoso con las instituciones y los participantes. La esencia de la democracia es la regla de la mayoría y la mayoría puede ser cambiante, lo que da lugar a la alternancia en el poder después de un período de debate en el que haya quedado claro que la oposición se ha ganado el apoyo de la mayoría y el gobierno lo ha perdido.

Pero no ha sido así. La oposición de la derecha en las dos últimas legislaturas ha sido un aluvión estridente, continuo, generalizado, de descalificaciones, insultos e infundios. Después de los cuatro primeros años de las patrañas sobre los atentados del 11-M, han venido sucesivas campañas de insidias, calumnias, acusaciones falsas. Grandes escándalos jaleados desde los medios e instrumentalizados por el grupo parlamentario, que se han mantenido vivos cuanto se ha podido con el fin de desprestigiar al gobierno aun sabiendo que no respondían a hechos ciertos. Acusaciones como la de los EREs en Andalucía, las supuestas prevaricaciones de Chaves, el presunto enriquecimiento ilícito de Bono, las increibles fábulas del caso Faisán son luego desactivadas por los tribunales pero, entre tanto, cumplen su función de erosionar y, cuando se descubre que son falsas, nadie reconoce haber actuado de modo injusto. Probablemente lo mismo sucederá en lo referente a José Blanco pero, mientras así es, el supuesto caso permite bambardear al PSOE con todo tipo de acusaciones.

La ventaja de estas prácticas de escandalosos linchamientos es que no permiten que se hable de otros asuntos, como el caso Gürtel que sí tiene peso procesal y apunta a una red generalizada de corrupción y delito que afecta de lleno al PP. El ámbito mediático, la esfera pública, la opinión publicada es atronadoramente contraria al gobierno, mediante estos procedimientos sensacionalistas. Éste, el gobierno y el partido que lo respalda, carecen de apoyos mediáticos. Ninguno de los medios privados tiene una relación tan estrecha con el PSOE como la que tienen los de la derecha con el PP. En cuanto a los públicos cualquier persona imparcial que compare RTVE con Telemadrid sabe que la diferencia es abismal.

Tiene razón Rubalcaba cuando dice que la izquierda sólo cuenta con los votos puesto que no tiene medios de comunicación ni capital. Lo de los medios es evidente. Lo del capital también, pero hay que mencionarlo. Si Rajoy gana las elecciones, su lucha contra el paro sin duda se verá beneficiada por una actitud colaboradora de los empresarios que estos han negado al PSOE, convirtiéndola en hostilidad. Es posible que el PSOE merezca perder las elecciones -habría que demostrarlo relacionándolo con la(s) alternativa(s)- pero, desde luego, el PP no merece ganarlas ya que su buena perspectiva no nace de haber demostrado las insuficiencias del PSOE sino de haber acumulado dicterios sobre su gobierno. Por lo demás los mismos ciudadanos que hablan de votar en masa al PP tienen en mejor concepto a Rubalcaba que a Rajoy.

Además de la derecha, el candidato socialista se encuentra a una izquierda convencida de que ha llegado el momento del sorpasso. Espera ésta un batacazo del PSOE similar al de la UCD en 1982 y ayuda a ello pidiendo que no se le vote, ya que es igual que el PP. Ve así el momento de salir del marasmo de casi 35 años de irrelevancia parlamentaria en los cuales no ha hecho nada por transformar la realidad a pesar de designarse a sí misma como izquierda transformadora. Realidad que el PSOE sí ha transformado y hasta radicalmente, como suele decir Aznar. Ciertamente las posibilidades de esta izquierda de ser contrapeso parlamentario real al PP son inexistentes pero eso no es decisivo ya que de lo que se trata es de que el PSOE no gobierne, con lo que lo hará el PP que, al fin y al cabo, es igual que él. Pero ¿lo es en realidad?

A pesar de las ambigüedades programáticas de la derecha, de los silencios y escapatorias de su candidato, tomando noticia de lo que dice y hace allí en donde aquella gobierna, no es exagerado decir que una victoria del PP significará no sólo el desmantelamiento del Estado del bienestar sino también una involución en todos los frentes: se suprimirán derechos como el aborto, el matrimonio de los homosexuales, la igualdad, la ayuda a la dependencia o el de no recibir adoctrinamiento religioso en la escuela. Un retorno del nacionalcatolicismo que los obispos dan por seguro. Francamente, no veo a los cristianos de base, los demócratas, votando este programa.

En cuanto a los servicios públicos, la política será la privatización a mansalva en todos los órdenes, por supuesto la educación y la sanidad los primeros. Dice el candidato que no los tocará, pero es que apenas son de su incumbencia, ya que se trata de competencias de las Comunidades Autónomas. La privatización afectará a todo servicio público que presente el mínimo atisbo de ser un negocio a expensas de los derechos de los ciudadanos: las radiotelevisiones públicas, la justicia, la defensa, prácticamente todo gasto público que pueda convertirse en ingreso privado. Tampoco entiendo que las clases medias vayan a apoyar estas previsones.

Los destrozos mayores esperan en lo ecónomico y laboral: reducción de salarios, disminución de impuestos al capital y a los empresarios, reforma laboral orientada al despido gratuito y sustitución de los convenios colectivos por acuerdos de empresa. Tampoco veo a los trabajadores votando a favor de condiciones laborales que, pactadas en un tiempo de cinco millones de parados, pueden frisar en la esclavitud.

Por todo lo cual supongo que el PP hará bien en no creer que el triunfo esté asegurado y el PSOE en no darse por vencido sea cual sea la diferencia en intención de voto. Porque una cosa es la intención y otra el voto.

divendres, 4 de novembre del 2011

Underdog.

Nunca había estado tan clara en unas elecciones la doble posición en que se encuentran los dos candiatos. Uno, Rubalcaba, de underdog, el perro que lleva la peor parte en una riña de canes. El otro, Rajoy, de bandwgon, el que va en el carro triunfador a tambor batiente y con las banderas al viento.

Predecir que el voto indeciso por fin se decidirá y por qué opción lo hará no es nada fácil. Lo primero que uno piensa es que la gente irá tras el bandwagon porque gusta de la fanfarria, la victoria tiene muchos padres y todos corren en ayuda del vencedor mientras que el underdog le resulta molesto, es la imagen de la derrota, no quiere verlo, ni siquiera cuando es un beautiful loser, un hermoso perdedor, al estilo de Cohen, que no es el caso. Pero esa misma gente puede arremolinarse en torno al underdog, movida por la pena. El débil siempre inspira simpatías, sobre todo entre la gente de buen corazón, o sea, la mayoría, que no quiere que el infeliz can acabe molido y puede desvincularse del bandwagon y lo deje seguir solo traqueteando por la carretera con sus cacerolas colgantes chocando entre sí.

El que lo tiene más crudo es Rubacaba, desde luego, y no sólo porque vaya tan por detrás, perdiendo el resuello y su fama de sprinter sino porque su campaña es intrínsecamente contradictoria. De un lado tiene que lucir aspecto de perro apaleado para inspirar lástima pero, por otro, ha de animar a sus huestes con su fe en la victoria y ambas cosas no encajan fácilmente. El mismo candidato dice en un lado que su victoria es tan difícil como la del Madrid sobre el Barça y en otro que lo importante no es cómo se sale en una carrera sino como se llega a la meta. En efecto, sobre todo teniendo en cuenta que puede llegarse con los pies por delante.

El del bandwagon a su vez va por la tierras de España con su carromato como el vendedor de crecepelos y el elixir de la eterna juventud. Habla tanto como él y, como él, no permite que le hagan preguntas no sea que alguien quiera saber la fórmula de la pócima y resulte que no hay fórmula ni pócima. Es precaución inútil porque cuando a la gente le va mal de verdad compra el primer elixir que le ofrezcan.

Ahí el candidato socialista también pincha en hueso. Su idea es hacer propuestas concretas e inteligibles y explicarlas racionalmente, lo cual está muy bien pero se ve que no funciona del todo, así que habrá que dejar algún espacio para lo irracional. No será la razón sola la que nos saque del lío en que la razón nos ha metido. Algún sentimiento será posible tocar. Pero hay que descubrirlo. Ese sentimiento es el de comunidad, integración, paz social. Rubalcaba tiene que señalar que España, comparada con Grecia y hasta con Italia, es una balsa de aceite, que se han hecho los ajustes -y muy duros y muy simbólicos- sin que haya habido turbulencias, violencia o o disturbios, al margen de la presencia de los indignados que el ministerio del Interior, con Rubalcaba y su sucesor, ha sabido tratar con habilidad y eficacia.

Si la derecha gana y aplica de modo drástico ese programa que no muestra es verosímil que aumente la tensión social y haya disturbios, esto es, que se rompa el sentimiento patriótico unitario y avance la fórmula de las dos naciones, de Benjamin Disraeli. Eso es lo que el PSOE tiene que demostrar: que es capaz de unificarlas de nuevo. Es el sentimiento de comunidad en paz el que tiene que despertar, la que sale adelante con medidas de integración y solidarias, las que matienen la cohesión social frente al intento de fracturar la sociedad en privilegiados, la minoría, y no privilegiados, la mayoría.

(La imagen es una foto de www.la-Moncloa.es, en el dominio público).

dijous, 3 de novembre del 2011

El legado de Zapatero.

A dos días del comienzo de la campaña electoral que monopolizará la atención mediática y aprovechando que Rodríguez Zapatero asiste a uno de esos aquelarres de una Unión Europea al borde del abismo, Palinuro cree que es un buen momento para hacer un primer balance de las dos últimas legislaturas. Sin duda los habrá mejores y más completos en unos meses, pero no es inoportuno acometer uno provisional ahora para averiguar en dónde estamos y qué nos jugamos en estas elecciones.

En su primera legislatura, un Zapatero bisoño, con muchos años de experiencia parlamentaria, bastantes menos de oposición y ninguno de Gobierno trajo un estilo nuevo de hacer política basado en un talante y una clara línea ideológica: el republicanismo de Philip Pettit. El talante consistía en desterrar la bronca, la crispación y el insulto como medios de hacer política, en respetar al adversario y rendir cuentas cuando se le pedían. El "republicanismo" era y es una doctrina democrática radical, de fomento de las virtudes cívicas y muy ligada a la socialdemocracia, pero que soslayaba las ambigüedades de la terceras vías.

El talante tropezó con el muro de una oposición feroz, intransigente, intratable, que amontonó toneladas de insultos sobre Zapatero y mantuvo abierta una campaña de infundios, calumnias y patrañas sobre la autoría de los atentados del 11-M que ni la decisión de los tribunales consiguió desactivar del todo. En cuanto al republicanismo, la faltaron desarrollos teóricos, se hipostasió en su mero nombre y acabó apagándose como un mortecino candil. Y esto apunta a lo que quizá sea el mayor fallo de Zapatero: su mal ojo para elegir colaboradores. Ha tenido gente fiel, alguna buena, otra no tan buena, pero ninguna con fuste teórico. Tuvo intelectuales próximos pero no con capacidad para hacer elaboraciones doctrinales sobre lo que habría de ser una etapa brillante de la socialdemocracia en materia de derechos y ciudadanía.

En ese otro aspecto, el de la práctica, la legislatura fue ejemplar, como se sigue del hecho de que concitara el aplauso de la izquierda europea y la radical oposición de la derecha y la iglesia católica en España. Además de cumplir su promesa de retirada de las tropas del Irak, pese a los malos modos del amigo de Aznar, los hitos son innegables: la ley de igualdad fue un paso enorme en la emancipación de las mujeres: tantos ministros como ministras y casi la mitad de los diputados socialistas mujeres daban fe de que, por una vez en la vida, en España no sólo se legisla sino que se cumple lo legislado y se transforma la realidad. La ley de la dependencia, que responde a una clamorosa necesidad social no anduvo a la zaga. El reconocimiento del derecho de los homosexuales al matrimonio nos puso a la cabeza de Europa en el camino de una sociedad más justa. La reforma de los estatutos quería ahondar la organización autonómica de España. La educación para la ciudadanía, la legislación sobre el aborto y la Ley de la Memoria Histórica fueron otros tantos logros del espíritu cívico, progresista, en definitiva, republicano. Sin duda estas leyes presentan insuficiencias y defectos (y Palinuro los ha señalado muchas veces), que habrá que enmendar en el futuro. Pero, en conjunto, se trata de una obra legislativa que ha modernizado España, la ha hecho un país más decente y de la que Zapatero y su esposa pueden sentirse orgullosos.

Conviene saber que todo lo anterior se perderá o quedará muy mermado si, ganando las elecciones el PP, se imponen los criterios de su sector más ultramontano que, con Alejo Vidal-Quadras a la cabeza, pide que en los primeros cien días del gobierno de Rajoy se haga tabla rasa de lo legislado.

La segunda legislatura se la comió la crisis. Zapatero que, como muchos otros, creyó en un principio que sería coyuntural (¡ay, esos colaboradores ciegos!), la abordó con criterios keynesianos tímidos pero ortodoxos: pretendió estimular la demanda agregada mediante subvenciones e inversiones públicas. Llegó luego la fatídica noche del 10 de mayo de 2010, en la que, amenazado por los socios europeos -todos ellos fervorosos doctrinarios neoliberales- Zapatero dio un volantazo (similar al que ha dado Papandreu, pero en sentido contrario), aceptó el reto de cumplir a rajatabla la otra ortodoxia, la neoliberal, sabedor de que podría costarle su carrera política, como así fue, dando pie a que a su izquierda se forjara esa imagen del PPSOE que tan injusta es. Y cumplió hasta el final, hasta apurar el caliz de hacer una reforma constitucional de gran calado en política económica sin consultar a la ciudadanía.

A estas alturas es inútil preguntarse qué hubiera pasado si Zapatero se niega a girar 180º y hace lo que un año y medio después ha hecho Papandreu. Es una cuestión vacía, contrafáctica. Pero no lo es reconocer su mérito, ahora que el candidato Rubalcaba afirma y con razón que no basta con los ajustes para salir de la crisis, sino que hay que estimular el crecimiento. Así es, pero también es de justicia reconocer que eso es lo que empezó a hacer Zapatero. Lo que sucede es que el contexto europeo que se encontró fue hostil mientras que es de esperar que el que se encuentre ahora Rubalcaba, más escarmentado, preste mayor atención a una idea tan evidente.

Mención aparte merece el fin de ETA. Éste ha sido obra de Zapatero que, contra una oposición que iba al degüello, se lo jugó todo a la carta de la negociación y, terminada ésta, contó con Rubalcaba, el ministro del Interior que ha puesto coto a la siniestralidad en las carreteras y ha derrotado policialmente a ETA, ahorrando por el camino buena cantidad de vidas. Tampoco debe olvidarse la aportación del juez Garzón, decisivo en el acoso judicial al terrorismo, éxito por el que el magistrado pagará un duro precio sentándose en el banquillo el próximo día veintinueve. La historia dirá lo que quiera, pero quienes escuchamos a los tres pistoleros encapuchados decir que lo dejan definitivamente sentimos que España había cambiado de época. Y eso es obra de Zapatero y de Rubalcaba.

El candidato se enfrenta ahora a una elecciones decisivas en unas condiciones muy malas, lo que habla mucho en su favor. Pero la parte más importante de su bagaje es un gran legado del que él también ha sido artífice. Eso es lo que está en juego en las elecciones. Así que, pase lo que pase, gracias, Presidente.

(La imagen es una foto de Ricardo Stuckert/PR (Agência Brasil), bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 2 de novembre del 2011

¡Viva Grecia!

No sé si después de tres años de crisis, recesiones, desempleo, burbujas, caos bursátiles, deudas, diferenciales, etc., queda alguien que entienda qué está pasando, si está pasando algo. Los periódicos se imprimen en tipos de letra crash del 29; los gobiernos hacen planes en los que no creen; los políticos celebran o aplazan cumbres que no sirven para nada y corren alocados haciendo profecías que se revelan falsas en horas; los economistas proponen recetas que los economistas rechazan; la gente lo pasa cada vez peor, atenazada por la inseguridad, el paro, los desahucios; los bancos piden -y obtienen- miles de millones para evitar la quiebra, mientras su directivos se enriquecen como si fueran el rey Midas.

Nadie tiene idea de qué sucede. Se habla de unos mercados, entes míticos e insaciables que arrollan y destruyen lo que encuentran a su paso, como un dios Moloch o un monstruoso Leviatán. Se los presenta como furias que se abaten sobre los infelices que hemos tenido la desfachatez de vivir por encima de nuestras posibilidades sin que nadie explique cuánto por encima y qué posibilidades eran aquellas. Al final, los más avisados susurran llenos de miedo que los mercados mandan sobre la política y eso es una catástrofe.

Sin embargo los mercados no existen; los que existen son los agentes que los mueven, unos puñados de inversores, especuladores, financieros, gentes sin escrúpulos que están haciendo fabulosas fortunas a costa de millones de personas. Algo inhumano, injusto, inmoral y posiblemente delictivo. ¿O no debieran comparecer ante los jueces esos directivos de bancos en quiebra rescatados con dineros públicos que se llevan sueldos y pensiones de millones de euros? Los beneficiarios de la crisis proceden de acuerdo con una antiquísima ley humana de tipo hobbesiano: siempre que amenaces a otro y el otro ceda no sólo ganas sino que estás en posición de fuerza para seguir amenazando y el otro seguirá cediendo hasta su completa aniquilación. Es el proceder del abusón, del matón que cada vez exige más, apremia más, más rápido, sin respirar, sin tiempo para pensar. Es la ley del más fuerte.

Pero ¿son los mercados los más fuertes? ¿Qué sucede si se les hace frente? ¿Si la política recupera su territorio? En la política, como en el arte de Cúchares, hay tres momentos a la hora de enfrentarse a un problema: parar, templar y mandar. Eso es lo que ha hecho Papandreu con su anuncio de referéndum en Grecia: empezar parando en seco la acometida de los mercados, el torbellino, la vorágine destructiva, el griterio, el alboroto, el "rápido", "rápido" dame todo lo que tengas. Pasmo general. Las bolsas, en picado, las primas de riesgo como cohetes hacia arriba, Italia a punto de que la fulmine el rayo y los relámpagos amenizando la noche de los banqueros franceses y alemanes, tan pillados en las turbulencias como los demás.

Los expertos, los responsables, los financieros, los políticos amenazan con lo peor a Grecia: si hay un referéndum las consecuencias pueden ser imprevisibles, como si la realidad impuesta a fuerza de trágalas fuera previsible; si Papandreu se sale con la suya será el caos, como si Atenas no viviera en él hace meses; si en el referéndum triunfa el "no", puede ser la crisis del euro, como si el euro no estuviera en crisis. Hasta uno de esos negocios de listos a las que llaman agencias de rating, Fitch, Fotch o Futch, se permite decir que quizá vaya Grecia a la quiebra cuando son ellos los que la han llevado ahí calificando sus bonos de "bonos basura". Eso sin contar con que una quita del 50 por ciento ya es una quiebra.

O sea, todas la amenazas están vacías porque ya se han cumplido y los matones no tienen nuevas pues no se puede exprimir más a Grecia. Papandreu ha recurrido al pueblo, ultima ratio democrática y legítima y los mercados tendrán que aguantarse y esperar. Es posible que no salga el referéndum porque el viernes el Primer Ministro pierda el voto de confianza en el Parlamento. Habrá mendas podridos de millones que quieran comprar votos de diputados del PASOK, al modo en que Berlusconi gana votaciones. Pero, aunque no le salga, la decisión política está tomada (incluso desactivando un hipotético golpe militar a base de susbtituir a toda la cúpula del ejército), el gobierno caerá y habrá que convocar elecciones anticipadas que, a los efectos, serán como un referéndum y el matonismo de los mercados se habrá detenido.

Los mercados pueden en este caso buscar otras víctimas, Italia y España, y proceder con ellas como han hecho con Grecia, en la esperanza de que los políticos españoles e italianos no tengan los arrestos de Papandreu. La presión sobre éste es ignominiosa. Sarkozy lo ha convocado a que se explique ante el G-20 igual que Carlos V convocó a Lutero ante la dieta de Worms y ojalá que con los mismos resultados. A partir de ahí, ¿cómo se impondrá la ortodoxia financiera a los levantiscos griegos? ¿Mandaremos los tanques? ¿Impondremos un bloqueo como en Cuba? Si Grecia pone en peligro el euro, España e Italia lo entierran. Y entonces nadie sabe qué pasará. Pero ¿lo sabemos ahora?

Tanto decir que la política debe recuperar la hegemonía y, cuando así sucede, cunde el pánico.

(La imagen es un cuadro de Delacroix titulado Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, de 1826).

dimarts, 1 de novembre del 2011

Respuestas sin preguntas.

En rueda de prensa en la que no se admitieron preguntas de los periodistas, Mariano Rajoy enunció algunos puntos de su programa electoral, en espera de que hoy, quizá, se haga público en su integridad.

Esas ruedas de prensa sin preguntas son la negación misma del principio discursivo, dialogante de la democracia, un régimen en el que se supone que los gobernantes explican sus decisiones y responden de ellas en público al electorado, a los medios, al Parlamento, pues todos tienen derecho a informarse yendo a las fuentes. Con más razón han de explicarse quienes aspiran a gobernar.

Una comparecencia sin pregunas es como una sesión de posado fotográfico o un mero trámite que podría resolverse con una videoconferencia; más aun, podría resolverse con una cinta de magnetófono. Es una muestra de mal estilo y denota altanería y cierto desprecio hacia los periodistas y, por encima de estos, a su audiencia, el electorado del que, sin embargo, suele decirse que es sabio. Pues lo será por ciencia infusa o por tomar la palabra del candidato como revelación divina. ¿O es que Moisés admitió preguntas cuando trajo las tablas de la Ley?

No hace falta picar tan alto. En realidad la negativa a las preguntas es una táctica anunciada por el PP y que ya Palinuro trató en un post titulado El silencio de los lobos. Es una táctica de conveniencia a causa de una situación excepcional. De ordinario los candidatos, que no están seguros de ganar, se desviven por aclarar sus puntos de vista y quieren que los pregunten para explicarlos. Cuando se llevan 15 puntos porcentuales de ventaja en intención de voto probablemente haya más que perder contestando preguntas que prohibiéndolas. Meter la gamba en un asunto concreto puede ser peor que ganarse fama de autoritario. Sobre todo porque, en épocas de crisis y turbulencias, mucha gente anhela el autoritarismo.

Al escuchar las propuestas los socialistas preguntan a Rajoy cómo cuadrará las cuentas que, según ellos, no salen. Pero es poco probable que Rajoy conteste, dado que no admite preguntas.

En realidad no hace falta preguntar, pues el propio Rajoy, que no deja de hablar, aclara siempre el significado de sus palabras. Hace un par de días dijo al Washington Post que no le gustaría recortar en sanidad y educación lo que, desde luego, quiere decir que considera la posibilidad de recortar, si bien con disgusto. Esta actitud contradice de plano la afirmación que hizo ayer de que defenderá la sanidad y las educación públicas, salvo que recortar sea defender, que todo es posible.

En fin, probablemente la táctica de no admitir preguntas en las comparecencias públicas sea acertada. Nunca se puede estar seguro de que Rajoy atine con una respuesta conveniente a alguna pregunta malévola. Ni siquiera aquí se le ocurre decir que la sanidad y la educación son competencias de las Comunidades Autónomas, que es una salida elegante, y que éstas ya están haciendo el trabajo más difícil.

(La imagen es una foto de Partido Popular de Melilla, bajo licencia de Creative Commons).