diumenge, 14 d’agost del 2011

Ya están negociando con las indulgencias.

Martínez Camino, ese clérigo atildado, relamido y petimetre de sonrosadas mejillas y lustroso semblante, dice que quienes nos manifestaremos en contra de esta visita del Papa somos grupúsculos minoritarios que lo que hacen es parasitar. Eso de "grupúsculos" me suena mucho. Es el lenguaje del poder que he escuchado muchas veces probablemente porque he pasado media vida en grupúsculos, alguno tan exiguo que sólo constaba de mi modesta persona. De "grupúsculos" tildaban los franquistas a los estudiantes de izquierda; de "grupúsculos" Carrillo a quienes se oponían a su política en el Partido Comunista de España. El término revela la altanería y prepotencia de quien se arroga la representación de una gran masa y el derecho a hablar en su nombre. Pretende ridiculizar a los que designa simplemente por la escasez de su número, como si la razón, la moral, el valor de las actitudes dependieran de la cantidad de gente que las suscriben. En esto, como en todo lo demás, los curas practican lo contrario de lo que predican. Porque ¿sabe Martínez Camino cuál fue uno de los primeros grupúsculos de la historia? El de los doce apóstoles en el conjunto de Imperio romano. Un grupúsculo que permitió siglos después que pueda existir un Martínez Camino, lo que no es un éxito.

Además, un grupúsculo de parásitos. Y eso lo dice un cura. Parásitos son los animales que viven de otro, como la iglesia española del Estado, por ejemplo. Pero el elegante prelado, que pasaría por un clérigo libertino del XVIII de no ser porque no dice más que insultos y tonterías, en realidad se refiere a que los laicos pretendemos sacar partido o tajada de la visita del Papa. "Parasitar" significa aquí el deseo de adquirir notoriedad y visibilidad públicas aprovechándonos de la luz que irradia el sumo pontífice. Está hablando de un parasitismo mediático que es, en el fondo, lo que le preocupa, que la visita del Papa quede oscurecida por el ejercicio de la libertad de manifestación y expresión que los laicos hemos conquistado en contra de todos los Martínez Caminos. Con la dictadura lo tenían más fácil. No había laicos y si los que había pretendían manifestarse, se los encerraba en la cárcel, en un acto de caridad para defenderlos de sí mismos.

Lo mediático es aquí determinante porque esta visita está concebida desde el principio como un espectáculo y un negocio, al servicio de los cuales estas gentes, oficialmente dedicadas a Dios pero entregadas al becerro de oro, ponen sus creencias y dogmas. Comos buenos mercaderes, entienden que todo se compra y se vende. Parece mentira, pero ya están otra vez comerciando con las indulgencias, como en los tiempos de Martín Lutero. Así, el Papa perdonará los pecados a todos los que vengan a verlo y cumplan ciertos requisitos de confesar y comulgar, es decir, de usar los servicios de la iglesia y de rezar por Benedicto XVI. Se supone que, cuanto mayores sean los pecados que se perdonen, más inflamados serán los rezos. Rezos no por la paz en el mundo o por el hambre y la miseria sino por la salud corporal y espiritual del que les ha perdonado los pecados. En fin, no sabe uno ya qué decir.

Igual que monseñor Rouco Varela permite levantar la excomunion de quienes hayan abortado, siempre que profesen arrepentimiento. De aquí sale por lo menos un reality show. A estos eficaces gestores de la empresa eclesiática no se les ocurre pensar que excomulgar a una mujer por abortar es un acto de violencia, un pecado contra el evangelio y una afrenta a su dios. Mucho menos lo que sin embargo es evidente, que tendrían que ser las que han abortado quienes los perdonasen a ellos, cosa difícil porque son muy soberbios.

Y mentirosos. Gran parte de la crítica a la visita toma pie en el lujo y el boato de que viene rodeada en época de escasez; en los millones de euros que se van a gastar a costa de los contribuyentes. Pues bien, la jerarquía asegura que la visita no costará un euro a las arcas del Estado y que quienes hablan del coste para los contribuyentes son demagogos o ignorantes o paletos, otro insulto muy típico de señoritos. La financiación no es pública, dicen, porque el grueso proviene de donaciones de empresas y comercios. Pero no dicen que esas donaciones están acogidas a una generosa desgravación fiscal que permite trasladar prácticamente la totalidad del gasto al Estado, es decir, a los contribuyentes en forma de un dinero que Hacienda no recauda. De no ser así, de no salir prácticamente gratis las donaciones, seguro que los comercios exigían contraprestaciones materiales, por ejemplo, que la casulla del Papa mostrara el logo de Nokia o Addidas o el Corte Inglés.

Como financiación pública es el uso masivo y sin pagar de medios y personal público, desde los conserjes de los colegios en que se hospedarán los peregrinos hasta las rebajas en los transportes públicos, justo en el momento en que suben para todos los demás. Prácticamente la totalidad del coste de la visita del Papa recae sobre los contribuyentes siendo, además, una visita privada. Quien diga que esto no es así obviamente falta a la verdad. O sea, miente, cosa nada extraña en esta partida de desalmados que basa su negocio en la mentira y el engaño.

La fe, las creencias de la gente, el respeto a los demás, la convivencia ciudadana; todo eso les importa un rábano. Lo único que les importa es el negocio. El becerro de oro.

(La imagen es una foto de Iglesia en Valladolid, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 13 d’agost del 2011

Balance de Zapatero.

Una de las críticas más frecuentes y más amargas que se hacen a Zapatero es que ha afrontado la crisis con medidas neoliberales, haciéndosela pagar a los más desfavorecidos. De aquí se sigue que el mentado se ha hecho neoliberal y, con él el PSOE entero. Por eso se dice que PSOE-PP, la misma mierda es. No sabemos con exactitud qué efecto en términos de votos habrá tenido esta queja. En las recientes elecciones autonómicas y municipales, IU ha aumentado su voto en algo más de 200.000 papeletas mientras que el PSOE ha perdido más de millón y medio de votos. El PP ha ganado más de medio millón. En resumen si el voto "desertor" del PSOE dio pábulo a la crítica del giro neoliberal del PSOE, desde luego no ha ido a IU; y tampoco por supuesto al PP, aunque es de suponer que éste haya recibido más votos antiguos del PSOE que la coalición de izquierda. La inmensa mayoría de los "no votantes" socialistas se quedó en casa.

Ahora bien, si la crítica resultara injusta, ¿cabría esperar que esos abstencionistas críticos reconsideraran su actitud? Espero que sí, sobre todo porque demostrar esa injusticia es relativamente sencillo.

En primer lugar, la crítica ignora la anterior legislatura de Zapatero, en la que hubo una serie de avances legislativos en derechos de las mujeres, de los homosexuales, en igualdad de género, en cuestiones de dependencia, de la memoria histórica y reformas estatutarias que ningún espíritu de izquierda puede pasar por alto. Esa legislación progresista se mantuvo en la segunda legislatura aunque, dadas las circunstancias, más atenuada y timorata; ejemplo la ley de la muerte digna. Es cierto que en algunos aspectos este impulso izquierdista del gobierno ha desaparecido, en especial todo lo relativo a la iglesia católica, ante la cual el gobierno ha cedido de plano, al no tocar ninguno de sus privilegios, aumentar su cuota de asignación en el IRPF y aplazar ad calendas la ley de libertad religiosa. Un fallo muy revelador del poder de la Iglesia en España y que habrá de tenerse en cuenta en el futuro. Pero es claro que no puede empañar los avances legislativos en su conjunto en materia social. Si algún gobierno ha llevado adelante el principio de igualdad de género ha sido el de Zapatero. Eso es algo que ninguna mujer, sea de izquierda o de derecha, debiera olvidar.

La crítica de conversión al neoliberalismo, sin embargo, se orienta a la política económica. Quede de lado la cuestión de si es sensato inducir de unas medidas a todas luces extraordinarias, dictadas por las circunstancias, un giro ideológico del presidente del Gobierno o de su partido. Y teniendo en cuenta que se tomaron a partir de mayo de 2010, tras dos años de aplicación de políticas keynesianas anticrisis, dentro del ideario socialdemócrata tradicional.

Aunque la derecha sostiene que esas medidas se tomaron demasiado tarde (todo keynesianismo, para la derecha, es perder el tiempo), la realidad demuestra que, al contrario, se tomaron con muy oportuna prontitud. Esta es una conclusión a la que es justo llegar viendo lo que estaba pasando entonces en Grecia, pasó luego en Irlanda y Portugal, ha seguido pasando en Italia, Bélgica y estaba comenzando en Francia. Es decir, las medidas fueron mejores o peores, pero se tomaron a tiempo y el gobierno actuó con una celeridad que probablemente salvó al país del "rescate".

Vamos a si fueron mejores o peores. Debate estéril porque eran las únicas que podían tomarse dadas las circunstancias interiores y exteriores. En las interiores, era verdad que el sistema financiero era sólido; el bancario. No se contaba con la situación de las cajas, muy comprometidas con la burbuja inmobiliaria generada por la política de liberalización del suelo de Aznar. Y tampoco con los ayuntamientos entrampados hasta las municipales cejas a cuenta de esa misma burbuja. En cuanto a las exteriores el asunto es claro. España no es un país plenamente soberano. Ninguno en la UE lo es, sobre todo los de la zona euro. Ciertamente, unos (los más pobres) lo son menos que otros (los más ricos) y España está entre los dos, tirando a pobre. Y esta falta de soberanía, falta de libertad de movimientos en un mercado que impone sus reglas tampoco puede ignorarse. De forma que las medidas del gobierno español están en línea con las que se han visto obligados a tomar todos los miembros de la zona euro: reducir gastos. Se puede discutir si la renuncia a aumentar ingresos por la vía fiscal es o no acertada; Palinuro cree que no y que, igual que los impuestos han venido reduciéndose en los últimos años, especialmente a empresas y rentas altas, ahora está justificado que aumenten, sobre todo en un país con más de cuatro millones de parados en el que las grandes empresas defraudan 42.700 millones de euros al año. Pero ese aumento de ingresos no impediría la necesidad de reducir el gasto si el país quiere cumplir con el compromiso del déficit libremente aceptado en la UE. Cabe pensar que también puede España salir de la zona euro, pero no es una propuesta que tenga muchos partidarios. Así las cosas, sin alternativas reales a la necesidad de reducir el déficit, la acusación de neoliberal a la política económica de Zapatero no lleva a ninguna parte. Eso sin contar con que, comparado con el neoliberalismo de papel de lija allí donde la derecha gobierna (Inglaterra, Portugal, Italia) el español es de papel seda. La diferencia se verá si gana el PP las elecciones por mayoría absoluta. Será la hora de las medidas valientes, esas que la derecha está siempre exigiendo a Zapatero, señal de que no las ha tomado y, sin embargo, en comparación con otros, los resultados son aceptables.

Hay también una crítica más alargada, procedente de la llamada izquierda transformadora (IU y organizaciones a su izquierda, que son bastantes) según la cual acusar al PSOE de giro neoliberal es absurdo porque lo ha sido siempre desde el momento en que hace mucho que aceptó el modo de producción capitalista y renunció a substituirlo por otro. Eso es no entender qué sea la socialdemocracia. En efecto, ésta no postula revolución alguna ni quiere substituir el capitalismo por otra cosa; quiere regular y humanizar el mercado y aumentar la democracia para que haya más justicia social, más igualdad y más libertad. Y ahí es donde la crítica del giro neoliberal es especialmente injusta puesto que el neoliberalismo abomina de la justicia social (véase Hayek), lo de la igualdad le parece "envidia igualitaria" (lo que pensaba Rajoy en sus años mozos) y por libertad sólo entiende la de depredación.

Es razonable revisar una apreciación injusta y actuar en consecuencia. A su vez, si el PSOE quiere recuperar el voto desafecto tiene que mostrar que ha entendido el mensaje. Pero no limitarse a decir: hemos entendido el mensaje sino detallar las medidas que piensa tomar para realizarlo. Y en ese mensaje tiene que estar el grueso de las peticiones del 15-M.

(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 12 d’agost del 2011

La marcha laica.

Parece que la delegación del gobierno en Madrid entra en razón y está dispuesta a permitir que la llamada marcha laica pueda celebrarse en condiciones que a los organizadores les parecen satisfactorias. Me alegro mucho. No hay motivo para limitar el derecho de manifestación pacífica de los ciudadanos.

¿Y la visita de SS, Benedicto XVI, qué?

Este es uno de esos casos en que quienes sostienen que el PSOE y el PP son lo mismo tendrían que encajar los hechos en sus afirmaciones. ¿Creen quienes esto afirman que con un gobierno del PP se pudiera celebrar una marcha laica en este momento? Aguirre y Gallardón están en contra; el alcalde de Valladolid (el de los "morritos") dice que es "inaceptable". Resumen: no habría marcha. No, el PP y el PSOE no son lo mismo.

La cuestión del nombre no es inocente. De marcha antipapa la tildan los partidarios de suprimirla. Quieren ser contundentes y llamar a las cosas por su nombre, aunque ese "antipapa" a muchos latinoamericanos les sonará a "antipatata". A mí tampoco me gusta el nombre de "marcha laica" y no por lo de laica, sino por lo de "marcha", que suena a militar. No veo por qué no mantener el viejo y acreditado de "manifestación". Porque los laicos también nos manifestamos. No con tanto boato y alharaca como la iglesia católica, sin banquetes de alta cocina, sin agasajos oficiales, sin apoyo alguno de las instituciones, sin subvenciones ni privilegios en el uso de los espacios y servicios públicos, sin traernos autobuses de Polonia. Nos pagamos la entrada en el Reina Sofía. Somos ciudadanos, aunque de segunda.

La marcha laica es un acto de civismo. Sirve para recordar a la iglesia que, en su ceguera, actúa como si España le perteneciera y a la jerarquía, volcada como está en el negocio de las jornadas, que la sociedad es plural y que todos tenemos los mismos derechos. Esa iglesia y esos católicos que se sienten ofendidos por una fotografía de un desnudo con un crucifijo en las partes pudendas, ¿se les ha ocurrido que otros ciudadanos puedan sentirse ofendidos por un via crucis, una ceremonia que conmemora un acto de crueldad, en el Paseo de Recoletos? Se dirá que es cuestión de sensibilidades; precisamente por eso. Que quien no sea partidario del via cricis, que no vaya; lo mismo que se puede hacer con la fotografía de Cristo: no mirarla. No debiera ser difícil de entender que las razones de uno puede que no sean mejores que las de otro. No debiera pero lo es. Y tiene que serlo necesariamente ya que el jefe máximo de esta religión reclama para sí el increíble e irrisorio don de la infalibilidad.

Me parece que en la manifa laica hay cristianos de base o redes cristianas o algo así. Son gentes con gran entereza y valor y merecen público aplauso. No creo que haya asociación atea alguna en los actos públicos de Benedicto XVI. En sí misma la iglesia es la organización totalitaria por excelencia. No sólo por el motivo evidente y de todos conocido de que el Vaticano, como Estado, sea una teocracia y una monarquía absoluta, Monarquía absolutísima pues los tres poderes están concentrados en el Papa.

Es totalitaria porque la jurisdicción que ejerce el Papa sobre los creyentes no es material (por más que esas relaciones tengan mucho de materiales a través de empresas, bancos, inversiones, suculentos beneficios, etc) sino espiritual. Esto es, el Papa gobierna no las personas sino sus conciencias. De ahí que la iglesia, a veces, sostenga que una u otra ley son ilegítimas y no deben obedecerse. Es posible que sea parte del discurso que trae preparado Benedicto XVI. El Papa rige las conciencias de los creyentes y les dice lo que deben hacer y pensar. La iglesia católica es lo más parecido a una asociación de esclavos felices o de los que entonan el discurso de la servidumbre voluntaria.

¿Por qué felices? ¿Por qué servidumbre? ¿Por qué voluntaria?

Porque servirse de la propia conciencia sin recurso a principio de autoridad alguno, ateniéndose solamente al de la recta razón es siempre angustioso. Uno no está nunca seguro de haber acertado. Es mucho más cómodo que venga alguien diciendo que trae la palabra de Dios y que ésta es que los homosexuales son enfermos a los que no debe permitirse el matrimonio; por ejemplo. La razón dice que los seres humanos hacen los dioses a su imagen y semejanza. El de los católicos se pasa el día metido en la alcoba de sus fieles. No piensa en otra cosa.

La marcha laica es un acto de visibilidad; se trata de que la iglesia católica comprenda que España no es de su propiedad y menos la conciencia de todos los españoles. Es razonable que el Papa venga a predicar sus principios, sus dogmas, sus creencias, en fin, a sus fieles y los haga, así, felices. Por lo demás, estos le hacen un caso relativo y, si alguien lo duda, que mire la tasa de natalidad en España. Casi todo el mundo emplea métodos anticonceptivos y a misa van cuatro gatas. Todos seguramente piensan que Dios tendrá algo más importante que hacer que fisgar si la gente usa o no condón. Insistir tanto en este aspecto sobre todo cuando uno viene arrastrando la acusación de pederastia en la iglesia revela la infinita capacidad que tiene este Papa de reducir las cuestiones a sus niveles más bajos y elementales; a niveles de cotilleo enfermizo. Si por la iglesia fuera, no habría matrimonios civiles, ni registros de nacimiento, ni entierros laicos. Esos y otros derechos son los que hay que defender en la calle frente a la oleada de beaterío que se nos viene encima.

Lo que ya es disparatado es querer imponer las creencias de su grupo, iglesia, tribu o lo que sea que esta gente profese, al conjunto de la población porque lo dice un mortal que tiene el rostro de asegurar que es infalible cuando le da la gana.

(La imagen es una foto de lleuger, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 11 d’agost del 2011

El discutido fin de ETA.

ETA es una reliquia del pasado; una herencia envenenada del franquismo y la mayor y más permanente amenaza a la consolidación de la democracia española desde esa transición que tantos flecos dejó sueltos, entre ellos, el del terrorismo etarra. Su desaparición será en parte como otro fin de la transición, en especial en el País Vasco. Y es también una de las mejores noticias que se puedan dar a los españoles, a su inmensa mayoría, que la espera con mucho interés.

Pero cuarenta años de pistolerismo o de lucha de liberación nacional, según quién hable, no se liquidan de golpe, tanto desde el punto de vista orgánico-empresarial como desde el simbólico. Porque ETA era y, mientras no desaparezca, sigue siendo, un conglomerado empresarial, si bien con una práctica contable sui generis, y las empresas no cierran de la noche a la mañana; hay unos procedimientos, hay que avisar a los empleados, etc. Además, el aspecto simbólico. ETA forma parte de la cultura política abertzale desde siempre y sustituirla por una organización política legal, por muy díscola que sea, requiere preparación.

La banda (o la organización, como dice la izquierda patriótica) se resiste cuanto puede. Trata de sacar el máximo provecho de lo que implícitamente acepta como inevitable: su desaparición que, en definitiva, implica el reconocimiento de su derrota, algo que a nadie gusta admitir. Los llamados "duros" no acaban de aceptar que la actividad legal compense por el cese de la armada. Temen que, terminada ésta, la política se institucionalice y no permita avanzar hacia la autodeterminación que es lo que dice pretender la izquierda abertzale en su reciente documento para volver al frente soberanista que el PNV ya ha rechazado.

Y ese parece ser el gran abstáculo a que se haga pública la decisión de ETA de dejarlo, cosa que, al parecer, está poniendo nerviosos a los presos que no entienden por qué no se ha anunciado ya. Efectivamente, tiene poco sentido, sobre todo porque, cada día que pasa se cuestiona más y más la actividad política legal de Bildu. Mientras haya una amenaza, aunque sea latente, de violencia la derecha española seguirá pidiendo la ilegalización de Bildu y presionando al gobierno para que la inste. Si eso se produjera, sería un retroceso inimaginable en la normalización del País Vasco. Precisamente por ello pide la derecha la ilegalización, para paralizar el proceso ya que bajo ningún concepto quiere que el fin de ETA sea con un gobierno socialista, sobre todo ahora, con unas elecciones en ciernes.

Es una actitud muy reprobable que antepone los intereses del partido a los del país, aunque tampoco tan extraña. El comportamiento del PP durante la crisis ha sido boicotear en lo posible las medidas internas y externas del gobierno para salir de ella. Y lo mismo en la lucha contra ETA. No le interesa el fin de ETA con un gobierno socialista. Como eso no se puede decir a las claras, se retuercen los argumentos a extremos inverosímiles. Que Arenas ponga en duda la voluntad de Rubalcaba de acabar con ETA, esto es, del ministro del Interior más eficaz de la democracia en la lucha contra ETA y el que la ha acogotado es algo incalificable, como incalificable es que Mayor Oreja repita como un vinilo rayado que el gobierno lo que está haciendo es negociar con ETA. Todo propio de quienes alimentan el caso Faisán con el que se pretende procesar por colaboración con banda armada a los que más la han combatido.

Desaparezca ETA de una vez y cuanto antes y Bildu, que tendrá mayor margen de acción y no estará acosada en el frente judicial, podrá desplegar su práctica independentista desde las instituciones, como hace ERC en Cataluña. Y para ello tiene que convencer a los de las pistolas de que, si se acepta el juego democrático, se acepta con todas las consecuencias una de las cuales es que se puede perder, depende de los votos. Jugar sólo a ganar por las buenas o por las malas no es democrático, depende de las balas. Y la gente ya ha decidido votos. El que pide que el Estado español respete la voluntad del pueblo vasco ha de empezar por respetarla él mismo.

(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 10 d’agost del 2011

Carta de Palinuro al Papa.

Estimado señor Ratzinger, sumo pontífice: es costumbre inmemorial de los pueblos civilizados acoger al peregrino en cumplimiento del deber de hospitalidad que prescribe igualmente su dios de usted cuando recuerda a su pueblo que él también fue peregrino en la tierra de Egipto. Por eso mismo no dude usted de que será bien recibido en esta tierra española, en donde convivieron largos años las tres religiones del libro junto al habitual puñado de descreídos hasta que su religión prohibió las otras, persiguió y expulsó a sus creyentes, se autodeclaró la única verdadera y se constituyó en propia de la nación española para siempre, según reza el artículo 12 de la constitución de 1812, la muy liberal Pepa.

Ahora bien, el deber de hospitalidad no excluye el uso de la razón y el juicio, sobre todo con alguien que, como usted, viene juzgando ya en vuelo; de donde se colige que habrá calibrado la posibilidad de que se le aplique el enunciado evangélico de "no juzguéis y no seréis juzgados". Salvo que se crea usted por encima de los preceptos que, sin embargo, predica. Y no digo esto a humo de pajas. El boato de su llegada, más publicitada que la del hombre a la luna, no casa con el dicho evangelio. Jesucristo lavaba los pies a sus discípulos y, francamente, Herr Ratzinger, entre lavar los pies al prójimo y andar por ahí en papamóvil de banquete en banquete media un trecho.

Es verdad que el coste de la visita es un disparate. ¡Millones para atender la visita apostólica (esto es, privada) a los miembros de una asociación también privada como es la Iglesia! Si de verdad quiere usted evitarse esas acusaciones que debieran sonrojarle, puede usted aceptar el plan de viaje que le ofrezco con un presupuesto de un par de miles de euros y tirando por lo alto: en primer lugar, se paga usted el vuelo (le recomiendo un low cost, los hay fabulosos); luego lo recoge a usted en el aeropuerto el cardenal Rouco con un taxi o incluso con varios si trae usted su habitual séquito. Alojarse puede usted hacerlo cómodamente en la sede del obispado. Las misas y otros actos de su liturgia celébrelos en donde le plazca siempre que su iglesia contrate por su cuenta con una empresa de organización de eventos y catering. Trate de que no sea de la trama Gürtel; da mala imagen. Si el rey y, del rey abajo todos se dan de puñadas por invitarlo a comer, (con cargo a sus personales bolsillos) no se prive usted. Alguna tarde libre que tenga quizá quiera usted recorrer los lugares turísticos y comprar algunos recuerdos de Madrid para repartir entre la curia. Se le hará un precio.

El costo total de su viaje sería, como dicho, unos miles de euros. El resto, hasta los cincuenta y tantos millones de pavos, en efecto, se puede mandar a Somalia, o a Palestina o a cualquier otro lugar donde haga falta. Y creo que podría usted aumentar el importe. No tanto como los panes y los peces de su modelo pero significativamente. Por ejemplo, aconsejando a esos grandes empresarios españoles que defraudan a Hacienda 42.700 millones de euros al año que dediquen parte de esa pastuqui a tan nobles objetivos. No es preciso que lo haga en público, aunque estaría bien, sino que bastará con que sus mandados se lo susurren a los interesados en el secreto de la confesión, sacramento al que, como buenos cristianos, recurrirán con frecuencia.

En estas condiciones, es de esperar tenga usted grata estancia entre nosotros. No sé si es preciso que el cardenal Rouco impetre de las potencias celestiales que no haga calor porque eso recuerda mucho las procesiones en rogativa de lluvia y suena antiguo, como la Iglesia. Claro que la Iglesia también sabe ser nueva. El obispo de León, por ejemplo, no quiere que haya huelga de metro durante su visita; pero no se lo pide a las potencias celestiales, sino a las sindicales.

Los privilegios que la habilidad clerical ha extraído de las autoridades madrileñas (que disparan con pólvora del rey pues los pagamos los demás) no son de recibo y es de esperar que su delicadeza le haga rechazarlos aunque sea pro forma. Como no lo conseguirá, dado que las autoridades creen que así se ganan el cielo, y hasta es posible que sea cierto, esperamos que, en justa correspondencia, cada vez que un madrileño visite el Vaticano, sus tiendas le regalen el agnus dei, el rosario y la estampita del sagrado corazón, privilegio que le sugiero consagre a perpetuidad.

Permítame señalarle repetuosamente que la imagen de esos niños y adolescentes disfrazados de guardia suiza, de lansquenetes (Landsknechte, esto es, siervos de la gleba, con quienes se ejercía el derecho de pernada) para recibirlo al pie del avión no es la más apropiada tratándose de alguien a quien se acusa de haber amparado u ocultado la pederastia crónica en la iglesia. No tienen ustedes el don de la oportunidad o carecen del sentido del ridículo.

No seré yo quien limite su derecho a criticar cuanto quiera la legislación propiciada por el gobierno español pues el argumento según el cual el extranjero no debe inmiscuirse en los asuntos del país que lo acoge me parece ramplón. Ya lo dije al principio: juzgue y critique lo que quiera; y esté preparado a que lo critiquen y juzguen. Por lo demás, en esto de las críticas coincidimos en el objeto, pero no en el sentido. Usted encuentra esa legislación condenable por exagerada, radical y anticristiana. A nosotros nos parece condenable por pacata y moderada; lo de anticristiana no es asunto de nuestra incumbencia

Cuando digo "nosotros", sumo pontífice, me refiero al arriba firmante y a todos los perroflautas a los que no represento, en cuyo nombre no hablo, pero con los que estoy de acuerdo y a los que brindo la idea de invitar formalmente al señor Ratzinger a alguna asamblea con un tema en debate: la afirmación del cardenal Cañizares de que el problema de Europa no es la crisis, es olvidar a Dios.

Ose hacerlo, Joseph R. y no se arrepentirá.

(La imagen es una foto de Sergey Gabdurakhmanov, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 9 d’agost del 2011

Carta del Papa a los españoles.

Me ocurre como a Rousseau, que soñaba despierto. Y en mi sueño de ayer me encontré esta carta:

Amadísimos hijos en Cristo: a punto de emprender ese anhelado viaje, tercero de mi humilde pontificado, a la tierra del apóstol Santiago, mis pensamientos están con vosotros. La emoción me embarga ante la idea de reencontrarme con ese pueblo que ha dado santos sin cuento a la Iglesia y sigue haciéndolo a medida que vamos canonizando a los mártires de vuestra Guerra de Liberación.

Me dice el cardenal Bertone, mi ministro de Asuntos Exteriores, para que me entendáis, que se escuchan críticas en España por el coste de este viaje apostólico y que algunos grupos masones aseguran que mejor estuvieran los millones de euros camino de Somalia en donde, al parecer, reina la hambruna. Pero, según me informa el cardenal Rouco Varela, vuestro pastor, esos millones, en realidad, servirían para comprar preservativos con los que los africanos seguirían en esa vida de promiscuidad contranatura que, en definitiva, los conduce después a las hambrunas. El modo de resolverlas, pues, no es dando dinero sino quitándolo, según reza el evangelio de Mateo.

Ya sé que Rouco Varela es visto en muchas partes como un clérigo ultramontano y hasta nacionalcatólico. Además se le reprocha que la Iglesia española esté expoliando el común en una especie de reamortización de innumerables bienes públicos. El justo milagro se hace a través de una hábil reforma de la Ley Hipotecaria de los tiempos de aquel gran adalid de la fe cristiana, nuestro amadísimo hijo Aznar. Debéis entender que, con el paso de los años, las almas piadosas que tanto han luchado en nombre de Cristo tienden a endurecerse, a hacerse intransigentes y codiciosas. ¿Qué queréis? Cristo eligió sus apóstoles entre hombres del común y los sacerdotes somos también hombres del común. Con la vejez, nos hacemos avariciosos.

Tengo entendido que hay grupos minoritarios de anarquistas, masones, perroflautas, okupas, antisistema, comunistas, homosexuales, relativistas, ecologistas, ateos y cristianos de base que protestan por mi visita y, si pudieran, la boicotearían. Por fortuna, las autoridades de la católica España están en primera fila para garantizar la seguridad, no de mi modesta persona, que presto estoy al martirio, sino de los millones de jóvenes que, procedentes de todo el mundo, traen a Madrid testimonio generoso de Dios vivo. Tendré ocasión de bendecir personalmente al Rey (que lo es de Jerusalén), al presidente del Gobierno, a algunos ministros y dirigentes políticos, probablemente también a nuestro vicario general parlamentario, José Bono y, desde luego, al aspirante al gobierno, Mariano Rajoy a quien no digo que votéis, pues el Reino al que represento no es de este mundo, pero a quien yo votaría si lo fuera.

Las autoridades no sólo celebran con mundano oropel nuestra visita sino que son muy útiles a la hora de garantizar el derecho del rebaño de Dios a ocupar la ciudad de San Isidro labrador y de reprimir los intentos de las minorías sectarias y diabólicas de impedirlo. La delegada del Gobierno en Madrid ha prohibido la manifestación muy justamente llamada antipapa y le ha ofrecido un trayecto alternativo que no se diferencia mucho del que se solicitaba. Un error que seguramente se debe a su condición de mujer, ser imperfecto. Según el cardenal Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, hombre de recio juicio, lo suyo hubiera sido que el trayecto alternativo consistiera en dar vueltas a la Plaza de Castilla, en honor al protomártir de vuestra cruzada, Calvo-Sotelo, cuya estatua sigue abriendo el paseo de la Castellana. Desconozco el urbanismo de Madrid pero, si lo dice Cañizares, será justo y cristiano.

Bertone me avisa de que ha negociado con las autoridades su apoyo a cambio de mi silencio en asuntos del mundo en vuestro país. Pero esa es una condición de imposible cumplimiento y, por lo tanto, no me obliga ya que el pastor se debe a su rebaño, a vosotros, amadísimos hijos de España, a quienes estoy obligado a tranquilizar y fortalecer en vuestras convicciones sobre el derecho absoluto a la vida y la condena del aborto y la eutanasia que vuestro gobierno radical y homicida promueve. También sobre el derecho de los cristianos a no compartir el sacramento del matrimonio con los homosexuales que, de acuerdo, quizá no sean delincuentes, pero son unos degenerados. Igualmente sobre el control de la natalidad, el anticlericalismo trasnochado rampante, el relativismo de las costumbres y la falta de respeto al clero, al que amplios sectores de la sociedad mira con repugnancia por considerarlo proclive a la pederastia. Una doctrina ésta directamente inspirada por Satanás.

Sé que la capital del reino lleva casi tres meses en una especie de estado de excepción, con cientos, a veces miles de jóvenes por las calles y plazas en el movimiento que llaman del 15-M. Son almas descarriadas que, habiendo perdido a Dios, lo buscan a tientas en la noche oscura del alma. Plegue al Señor iluminar su camino con mi presencia y que se acerquen a la misa solemne que oficiaré a recibir Su gracia. Si no es así, que Él se apiade de ellos. Nos seguiremos incluyéndolos en nuestras oraciones.

Esta Jornada Mundial de la Juventud, tan necesaria para reorientar al camino de la verdad a la juventud en una época de materialismo y libertinaje, supone una gran esfuerzo para la Iglesia en general y la española en particular y, aunque es cierto que, fieles a los votos franciscanos, todos daríamos todo por la evangelización del mundo, aquella atraviesa momentos de dificultad y estrechez a causa de las políticas laicistas del gobierno socialista. Es urgente que colaboremos en el mantenimiento de estas gloriosas jornadas aportando cada uno lo que pueda. En todas partes tendréis puestos convenientemente señalados en los que podréis depositar vuestro óbolo en cualquier moneda convertible. En breve os haré llegar el número de la cuenta corriente en la que pueden hacerse los ingresos y la página web para tramitarlos por la red.

Recibid, hijos, mi bendición apostólica con un paternal saludo

La imagen es una foto de Catholic Westminster, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 8 d’agost del 2011

Crónica de la revolución indignada (XXII).


Revisión del contrato social.


Lo hemos repetido hasta la saciedad: el 15-M no es sólo un problema de orden público (y eso, en el caso de que lo fuera de verdad) sino que es un problema político de envergadura, de calado, no indigno sino muy digno de consideración. Son afortunados los israelíes cuyas autoridades han entendido el mensaje a la primera y, a las veinticuatro horas de la magna manifa en Tel-Aviv y otras ciudades, ya han designado una comisión para negociar políticamente con los indignados. Es verdad que la comisión es de competencia económica pero no tengo duda de que los indignados israelíes, que están ultimando los textos de sus reivindicaciones, la desbordarán apuntando a más campos que el estrictamente económico.

Las autoridades españolas, mucho más lentas, no han reaccionado institucionalmente todavía, aunque Palinuro lleva dos meses diciendo que había que nombrar una comisión parlamentaria para negociar. Por desgracia Palinuro no es el monitor de La Moncloa. Las instituciones han seguido tratando el 15-M como un problema exclusivamente de orden público aunque, en privado, algunos políticos de la izquierda admitieran que es algo de mayor enjundia. Por fin, después de fracasar estrepitosamente en un par de ocasiones, las autoridades parecen haber aceptado el derecho de los indignados a seguir deliberando colectivamente en público marcando unos límites que estos acatan pero que desbordan de nuevo en cuanto pueden y siempre de modo pacífico.

Poco a poco se abre paso la idea de que lo que los indignados proponen es una revisión del contrato social, esa fértil invención con la que dio comienzo la teoría política moderna. Hay muchas propuestas de contrato social (Locke, Hobbes, Rousseau, Kant) pero la más útil a nuestros efectos aquí es la de Pufendorf, contemporáneo de Locke quien, con meticulosidad germánica, distinguía tres contratos o pactos sociales: a) el pacto de unión (los seres humanos deciden convivir), b) el pacto de ordenación (se dotan de una forma determinada de gobierno), y c) el pacto de sujeción (delegan en ese gobierno sus poderes para que vele por el bien común). Es fórmula feliz porque pone en términos prácticos la idea de Locke del gobierno por consentimiento; consentimiento de los gobernados.

La revisión de ese pacto es lo que los indignados plantean cuando requieren reformas constitucionales y medidas de control del poder político así como de organización de la democracia. Hay quien dice que están pidiendo una actuación del poder constituyente. Eso es muy rígido. Están planteando su derecho a una novación del pacto de sujeción porque el Estado no vela por el bien común y no hace un uso juicioso de sus poderes delegados. Si en esa renovación hay que tocar o no la Constitución y cómo, ya se verá. Lo inmediato es replantear la relación entre los poderes y los ciudadanos de forma que aquellos estén sometidos a estos y no al revés. El pueblo puede disolver el gobierno pero el gobierno no puede disolver el pueblo como quería el burlón de Brecht.

Además de moverse en este terreno especulativo y teórico, el 15-M realiza acciones prácticas y plantea problemas concretos que todo el mundo conoce. Tiene, por ejemplo, una acción en marcha en contra de los desahucios en toda España. Se pronuncia en contra de la privatización de los servicios públicos (sanidad, educación, etc, que tanto importan a los ciudadanos) y tiene convocada una manifa para el 18 de septiembre. En la actualidad está preparando la respuesta a esa payasada que ha montado la jerarquía católica con los dineros públicos para traer a Ratzinger (que viene en visita pastoral pero lo van a recibir todos los barandas del reino, desde el rey hasta el último macero) a rezongar de España, a regañarnos a los españoles y a poner verde al gobierno. Que este hombre que dice saber tanto ignore la elemental regla de educación de no faltar al anfitrión en su casa y cuando se viene de gorra es curioso y da que pensar que no es ignorancia sino soberbia, prepotencia y preocupación porque se le escape la clientela del negocio. Una España laica es una España que no engorda el cepillo, que es de lo que se trata.

Al mismo tiempo el 15-M está aportando ideas y prácticas nuevas en el campo de la movilización política. Muchos sostenemos que lo más conveniente sería que se convirtiera en partido o coalición y se presentara a las elecciones. Pero esa propuesta choca con la desconfianza de los indignados que tienden a ver los partidos como parte del poder que cuestionan. Tampoco hay que discutir por eso. De hecho ya son un partido, de nuevo tipo, con estructuras distintas y forma de organización también diferente pues es prácticamente un partido virtual. La decisión de presentarse o no a las elecciones es la que decidirá si el movimiento da el paso a convertirse en partido convencional o no. De todas formas tampoco es imprescindible dado que los partidos de la izquierda, que tienen un oído puesto en las asambleas, están adoptando partes de su programa porque, se ponga como se ponga el 15-M con el apartidismo y un cierto apoliticismo no confeso, este es un programa de izquierda.

IU está volcada en el 15-M. Le cabe además la honra de que algunas de las reivindicaciones indignadas son suyas de tiempo atrás, como la reforma del sistema electoral. Pero de ahí no pasa a causa de su cortedad de miras y falta de iniciativa. IU busca, dice, una unión de la izquierda. ¿Por qué no propone que ésta se haga tomando como programa común el de los indignados? No se me ocurre ninguna razón salvo la de que no se le ha ocurrido.

A su vez, el PSOE ya está prometiendo incluir reivindicaciones de los indignados en el programa electoral que presentará en septiembre. Una de las más significativas es la reforma del sistema electoral, cuestión a la que se había negado unos meses atrás. A ella añadirá otras como transparencia de las administraciones, reforma fiscal, etc. La crítica que suele hacerse aquí a los socialistas es por qué no las aplicaron cuando estaban en el gobierno. La respuesta sólo puede ser porque no quisieron o no pudieron. Dado que ahora dicen que quieren, estaría bien que pudieran. Entre otras cosas porque confiar en que pueda hacerlo IU es como confiar en encontrar un unicornio.

Igualmente es de plantearse lo siguiente: si los partidos de la izquierda llevan en sus programas electorales el programa del 15-M, en todo o en parte, ¿seguirá habiendo en éste esa corriente en favor de no votar a ninguno de los dos grandes partidos y, en cierta medida, tampoco a los más pequeños? La idea de crear un partido político para promover la abstención, teniendo en cuenta que lo definitorio de un partido es presentarse a las elecciones introduce un elemento de política surrealista que tiene su chiste. Si no es a través de los partidos en sede parlamentaria, ¿cómo piensa el 15-M que pueden realizarse sus reivindicaciones? ¿O no quiere que se realicen?

(La imagen es una foto de Motarile, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 7 d’agost del 2011

El Papa y los indignados.

¡Qué buen artículo el de Ruth Toledano en El País del viernes (¿¿¡¡Perdón!!??)! Uno de esos redondos, logrados, que se lee con tanto agrado como provecho y que lo deja a uno pensando. En efecto si, como dice Toledano, la jerarquía instala doscientos confesionarios en el Retiro de Madrid, el límite es el cielo. Doscientos indignados no pueden acampar en la Puerta del Sol, pero doscientos pecadores pueden ocupar un parque público. Porque sí, porque España es católica y los indignados, unos perroflautas.

Ya nadie duda de que la repentina, sigilosa y contundente actividad de las autoridades para despejar Madrid de indignados está movida por el deseo de que la visita del Papa discurra sin incidentes. Es fácil imaginar a Rouco Varela impartiendo órdenes al teléfono a Gallardón, a Aguirre, a Camacho y quizá a Zapatero. Con los primeros no necesita usar mucha retórica; su acendrada devoción ya los ha empujado a poner las administraciones que gobiernan a los pies del Santo Padre con todo tipo de facilidades, privilegios, subvenciones, rebajas y canonjías que pagarán los contribuyentes, les guste o no, sean o no católicos. En cincuenta millones de euros se calcula el coste total del evento. Y me parecen pocos.

Con los segundos el prelado tiene que utilizar sus armas y la primera de todas, el sutil chantaje: si el gobierno no colabora en los fastos, el Papa podría criticarlo en sus prédicas por homicida, anticristiano, disoluto e infernal. Y el gobierno se echa a temblar. Por nada del mundo quiere que Benedicto XVI hable de España, porque ya sabe lo que va a decir. Así que, presa del terror, se lanza a la tarea de reprimir el 15-M; es decir, pacta en la ingenua creencia de que el Papa cumplirá su compromiso de silenciar las críticas. Es no conocer al Papa, ni la Iglesia, ni prácticamente nada.

La Jornada Mundial de la Juventud es una vergüenza en todos los sentidos. Los medios han aireado esa protesta generalizada porque se gasten cincuenta millones en un momento de hambruna en el llamado "cuerno" del África. En efecto, es difícil encontrar algo más anticristiano que gastar el dinero a manos llenas, pero no dar de comer al hambriento. Me temo, sin embargo, que esa crítica sólo nos afecta a los no cristianos. Los otros, al menos su jerarquía, hace ya mucho tiempo que saben que lo suyo es una empresa, una empresa mercantil cuyo producto es la salvación de las almas. Y ¿dónde se ha visto que una empresa se rija por criterios cristianos del evangelio?

Además, la empresa iglesia vende el producto de la salvación de las almas, no de los cuerpos, a los que tiene en tradicional desprecio y, si se apura, tampoco de todas las almas sino solamente de las de los suyos. Así las cosas están mucho más claras y se entiende mejor ese insólito juicio del Cardenal Cañizares de que el problema de hoy no es económico sino que los ciudadanos "se han olvidado de Dios". Sí señor, por encima de la Economía está la Teología. Lástima que este enunciado tenga el mismo valor que el de un fabricante de coches que dijera que el problema es que la gente no compra coches y prefiere ir andando. El problema para el empresario es siempre su empresa.

La crítica justa a ese festival no es la que se refiere a su coste, con todo y ser ésta importante, sino la de la escasa altura filosófica y moral que revela toda la tramoya, que ha llegado a justificarse sosteniendo que la visita papal supondrá tantos y tantos millones de euros. Nada de experiencias místicas, inefables o de la fe: el beneficio. No os quejéis, que todos salimos ganando. Lo dicho, una vergüenza. Estos no son pastores de almas ni nada parecido; son empresarios con un negocio planteado de modo tan abusivo, donde todo sea beneficio y nada coste, que únicamente puede hacerse en connivencia con la autoridad política a la que tiene sometida. Es la alianza del trono y el altar, como siempre.

En el otro lado del problema, los indignados. Hasta ahora han mostrado una capacidad de resistencia que pocos vaticinaban. El empeño de considerarlos como un puro problema de orden público no solamente no lo resuelve sino que genera otros añadidos. El asunto es objeto de debate público incesante. Los comerciantes de Sol se quejan de pérdidas y urgen contundencia en resolver la situación. Eso da alas a la oposición que, como siempre, dispara con todas las armas a la vez, a ver si consigue tumbar a Zapatero. Por un lado, pide al Gobierno junto a IU, en enésima edición de la pinza, explicaciones por la carga policial del jueves, como si fueran delegados del 15-M y representantes de los indignados. Por otro lado, urge al ministro del Interior y también a Rubalcaba que aclaren si están con los indignados o con la policía nacional. Él mismo, qué duda cabe, apoya sin fisuras a la policía y da a entender que quiere que cargue, en representación de los indignados con los indignados, que son muchos, sobre todo entre la gente bien. Por algo está la derecha a punto de ganar las elecciones, porque dice a cada uno lo que quiere escuchar; aunque sea contradictorio.

Naturalmente que el ministro del Interior y Rubalcaba están con la policía nacional; sólo planteárselo indica mala fe o estulticia. Lo probable es la mala fe porque es lo habitual: el gobierno es incompetente, España no puede pagar sus deudas, va a la ruina, o se rompe, o se hunde, ETA está en las instituciones, todo es un desastre y, claro, el ministro del Interior apoya a los delincuentes. Los socialistas no sólo están con la policía nacional; también tratar de entender el 15-M, buscar una respuesta política y garantizar el orden público con respeto a los derechos de todos, incluidos los indignados. Que es mucho más de lo que cabe esperar del modo en que González Pons, por ejemplo, gestionaría el asunto, al estilo de "teníamos un problema y lo hemos resuelto", también llamado "discurso del haloperidol".

En ese estar con la policía al tiempo que se trata de no enconar los ánimos, a veces el compromiso institucional pesa mucho y eso se nota. Dice Rubalcaba, por ejemplo que 200 personas no pueden poner patas arriba una ciudad. Sin duda quiere decir que no deben porque poder es claro que pueden. El problema del enunciado de Rubalcaba está en el número. Esos 200 son el retén de un movimiento mucho más amplio, capaz de seguir echando a la calle a miles más cuando los necesitan. El 15-M es un problema serio para el Estado

Y, digo yo, ¿por qué no invitan los indignados a una asamblea a S.S. Benedicto XVI? Un ejemplo de oro para que éste demuestre que, como discípulo de Cristo, le interesan más las ovejas descarriadas que las que tiene en el redil. De éstas puede ocuparse Cañizares que se le da bien estar en la majada y tocar el caramillo. Sería fabuloso ver al Papa en Sol.

(La imagen es una foto de FaceMePLS, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 6 d’agost del 2011

Entre bobos y no tan bobos anda el juego.

De cumplirse lo que los sondeos permiten augurar, en breves meses el PP habrá ganado las elecciones y estará gobernando España al igual que ya gobierna casi todas sus comunidades autónomas y municipios. Una abrumadora concentración de poder.

Pero se trata de una figura retórica, una forma de hablar, una metonimia. Los partidos no gobiernan nada; gobiernan las personas. Estas pueden ser más o menos fieles a sus partidos. No es infrecuente que haya también gobernantes independientes; en el Gobierno español actual varios/as ministros/as dicen serlo. Y sean fieles o infieles a sus partidos, dependientes o independientes, lo decisivo es que se trata de personas, individuos concretos con nombres y apellidos, con unos u otros caracteres, forma de ser, inteligencia, laboriosidad, moralidad, etc. Es la prueba de que la crítica habitual a la personalización de la política no está del todo clara porque la política es siempre una cuestión de personas en justa correspondencia con eso que suelen decir las/los feministas de que lo personal es político. Interesa, pues, sobremanera averiguar qué personas se aprestan a gobernar España o lo que quede de ella después de la crisis.

En cabeza aparece Mariano Rajoy, quien ya ha perdido dos elecciones generales y, en consecuencia, es muy conocido. Tan conocido como escasamente valorado. El último barómetro del CIS muestra que más del 77 por ciento de los ciudadanos tiene escasa o ninguna confianza en él. ¿La razón? Comienza por apuntarla el Economist con una mezcla de flema y "humor seco" típicamente británica al definirlo como el hombre que no tiene nada que decir. ¡Nada que decir un político, con lo gárrulos que son! Rajoy también: habla y habla sin parar. Lo que el Economist sostiene es que no tiene nada que decir de interés. Y, cuando cree que tiene algo de interés y lo dice, más valdría que se hubiera callado. En entrevista a Europa Press afirma el candidato del PP que no tocará el Estado del bienestar en lo esencial, esto es, sanidad, educación y pensiones, dice. Dado que no piensa subir los impuestos y que sólo puede reducir el déficit recortando el gasto, la afirmación es inverosímil. Al contrario, sostiene el candidato, se pueden aumentar ingresos sin tocar los impuestos. ¿Cómo? Creciendo y generando empleo. Y ¿cómo se crece y se genera empleo? Creciendo y generando empleo. No es malicia mía; es literal si se lee con atención el artículo.

Sin embargo, Rajoy hace un esfuerzo y desgrana medidas concretas, a saber, un objetivo prioritario que es contar con unos presupuestos cuyo objetivo prioritario sea acabar con el déficit y tres proposiciones de ley: 1ª) de estabilidad presupuestaria (que coincide maravillosamente con el objetivo prioritario); 2ª) de emprendedores (a los que propone bajar un cinco por ciento el impuesto de sociedades); y 3ª) de trasparencia de las administraciones públicas (muy de esperar de un partido minado por el caso Gürtel).

Y este hombre en concreto aspira a gobernar España. Claro que si lo hizo Aznar, ¿por qué no su ungido? Hay diferencias entre ambos. Aquel es un cool killer; éste es más dado a la mesa camilla, como Dios manda; es campechano, familiar y tiene un punto retorcido, pero no es un killer ni cool ni hot

Junto a Rajoy y como su equipo se presentan otras personas concretas que llevan un par de años batallando con el peor asunto que afecta al partido, el de la corrupción. Hay decenas de cargos públicos del PP imputados en la trama Gürtel y las adyacentes (caso Matas, caso Brugal, caso espías madrileños) que protagonizan de continuo espectáculos bochornosos. Francisco Camps, el Curita, recién dimitido de la presidencia de la Generalitat, se ha calzado un puesto en el Consell Consultiu y mantiene su escaño en las Corts valencianas con lo que conserva un sueldo público y otras canonjías y beneficios. Algo sorprendente, típicamente campsiano ya que, como diputado, tomará decisiones sobre las que habrá asesorado como consejero, con voz pero sin voto.

Lo de Camps, ya se ha dicho, parecer ser solamente la punta del iceberg con el que se hundió el Titanic. El otro día, un testaferro de Correa, Antoine Sánchez, manifestó por escrito al fiscal estar dispuesto a tirar de la manta si le desbloquean una cuenta de 9.000 euros porque dice que no tiene dinero. El tal Correa es el de la pastuqui que debe de ser tanta que el juez le mantiene la astronómica fianza de quince millones de euros. Y un hombre con tanta guita ¿no puede apartar unos milloncejos, como Sancho espumaba gallinas en las bodas de Camacho, y dárselos a su testaferro y primo para que calle la boca? Porque si el tal Antoine habla a lo mejor acaba saliendo aquí Fantômas.

Y si Antoine no habla otros lo harán porque la Gürtel no para. La fiscalía del caso pide que se impute al constructor Ulibarri por delito fiscal. Ulibarri ha tenido que ver con la trama Gürtel en Valencia, si para bien o para mal, la justicia lo dirá. Pero Valencia es un sitio pintoresco. Asegura allí el PP que no descarta llevar imputados en sus listas a las elecciones generales. Si salieran elegidos Rajoy podría echar mano de ellos para redactar la ley de Transparencia de las Administraciones Públicas. En fin, no hay que tomarse esta opción del PP valenciano como un intento de agraviar el sentido común moral de la colectividad. Según lenguas perversas (y seguramente falsarias) el problema es que no encuentran gentes sin imputar para las listas.

En todo caso, estas son las gentes que aspiran a gobernar España, vistas de cerca. Añádanse a ellas Trillo quien, como el holandés errante, arrastra una maldición por vida con el Yak 42; los suculentos sueldos del campeón Arenas, látigo de la corrupción y el despilfarro socialistas; la devoción del Corpus, los sueldos y las vacaciones de Cospedal, de cuya afición al trabajo queda agradecido recuerdo en el Senado; los aspavientos de Monago ante la foto de un Cristo que debió despertar en él el freudiano temor a la castración; la inimitable Aguirre con su toque castizo de aristocracia rabanera; el gazmoño Gallardón; González Pons de chupadita en chupadita.

Llegar estas personas al poder y resolverse la crisis en un santiamén será cosa antes hecha que dicha. De ello se encargará el intercesor con la divinidad, Benedicto XVI quien, imitando a Ecclestone, podrá anunciar que España tendrá el siguiente congreso mundial de lo que sea si gana el PP.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 5 d’agost del 2011

Adelantar las elecciones fue un error.

Los hados no han sido caritativos con Zapatero. Aquel diputado relativamente joven que se hizo con la secretaría general del PSOE de una forma casi inesperada, supo luego ejercer una oposición leal, constructiva y elegante, se encontró por fin presidente del Gobierno de una forma también bastante abrupta e imprevista. Su primera legislatura fue un tiempo de estabilidad y prosperidad en el que parecía que todo fuera posible. Nadie sospechaba que pudiera tratarse de la calma que precede a la tormenta. Nadie, en verdad, la previó; aunque ahora haya muchos profetas retrospectivos que afirman lo contrario.

En aquellos dulces años (2004-2008) Zapatero pudo aplicar un programa de reformas sociales progresistas que fue la admiración de Europa y le ganó fama de ser el nuevo gobernante de izquierda. La situación económica no era en absoluto alarmante y la lucha contra el terrorismo parecía encauzada, aunque con problemas con la oposición a cuenta del llamado proceso de paz. Ello indujo al presidente a hacer pronunciamientos cuya audacia era desmentida por la realidad de inmediato o a medio plazo. Así, en cuestión de lucha antiterrorista, afirmaba que hoy estamos mejor que ayer y mañana estaremos mejor, veinticuatro horas antes de que ETA volara la terminal T4 de Barajas y, con ella, las negociaciones entonces en curso. En cuanto a la economía, Zapatero anunciaba que España alcanzaría el pleno empleo en la actual legislatura en la que el paro se ha multiplicado por 2,5 desde 2008. La cuestión que entonces se planteaba era si estas y otras expresiones no menos absurdas procedían en exclusiva de su carácter, de su forma de ser algo desmesurada o le venían de unos asesores especialmente ineptos.

La segunda legislatura ha sido un calvario. Con la inercia de la primera y algo de doctrinarismo socialdemócrata, Zapatero se negó a reconocer la importancia de la crisis (que estalló en el verano de 2008) y no tomó medidas contundentes hasta mayo de 2010, casi dos años después. Entre medias siguió mostrando un sorprendente alejamiento de la realidad que lo impulsaba a hacer aseveraciones tan increíbles como las citadas; por ejemplo, el 29 de junio de 2008 dictaminaba que es un tema opinable si hay crisis o no hay crisis, seis meses después de la quiebra de medio centenar de bancos en los Estados Unidos y dos antes del hundimiento de Lehman Brothers.

De nuevo la pregunta es si tal empecinamiento en el error viene de su carácter o de la incompetencia de sus colaboradores y me temo que la respuesta es que de ambos. Desde luego, Zapatero no ha sido un lince en los nombramientos. No es cosa de dar nombres pero ha habido ministros/as y alguna vicepresidenta que parecían puestos por el adversario. Pero la mayor responsabilidad, entiendo, recae sobre el carácter del personaje que resulta inestable y dado a los extremos voluntaristas. En resumen y con todos los respetos, inmaduro. Su pauta de comportamiento ante las dificultades (y las ha afrontado inmensas) consiste en enrocarse en una posición, muchas veces -aunque no siempre, claro- errónea y, luego, ante los malos resultados y/o las presiones, virar a todo trapo en la dirección contraria, con resultados tan catastróficos como los que quería evitar.

Eso es lo que le pasó con la fecha de las próximas elecciones generales: se encastilló (razonablemente a mi juicio, dadas las circunstancias) en agotar la legislatura y luego, de la noche a la mañana, no siendo capaz de resistir las presiones, las adelantó a noviembre. Ciertamente, no es seguro que agotar la legislatura hubiera sido un acierto, pero acortarla ya ha demostrado que fue un error y no solo por romper el celebérrimo principio ignaciano de no hacer mudanza en tiempo de turbación.

Los mercados, como era de prever, se han lanzado al degüello de una presa que ven debilitada por estar de hecho en periodo electoral, lo que equivale a una pauta de espera e inacción. Si este renovado ataque que tiene a muchos políticos españoles a punto de gritar "salvese el que pueda" se debe sólo a la desafortunada decisión de anticipar las elecciones o proviene de la crisis estadounidense es aquí irrelevante. Hay un ataque recrudecido y al país le crujen las cuadernas.

La estabilidad que Zapatero decía buscar con el adelanto brilla por su ausencia. La oposición es como la langosta, que devora hasta el último vestigio de verde. Ya está pidiendo que se anticipe el anticipo a fines de septiembre. De hacerse, el resultado sería aun más catastrófico. Por si no lo fuera suficientemente los políticos del PP ayudan a la postración de España difundiendo noticias negativas sobre sus cuentas, su endeudamiento, su capacidad de pago. Esta claro que, en este momento, lo que se debería imponer es un cierre de filas de todas las fuerzas políticas para ayudar al gobierno a sacar el país de esta situación cuyas consecuencias negativas padecerá toda la población. Pero eso es pedir demasiado a la derecha cuyo único objetivo es ocupar los puestos de poder al coste que sea, incluido el de la quiebra del Estado.

El 15-M añade un elemento de incertidumbre nada desdeñable a una situación de turbulencias. La derecha ya ha encontrado el tono joseantoniano apropiado y amenaza con sacar sus huestes a la calle es de suponer que en contramanifestación. De movilizar a 70.000 militantes habla Granados, como el que cuenta las tropas de asalto. El caso es añadir un problema a otro, curiosamente sin tener en cuenta que, de seguir así, el Papa Ratzinger puede llegar en unos días a una ciudad bastante alterada.

Resulta aburrido recordar de nuevo que el 15-M no es solo un asunto de orden público. Pero así es como se está tratando quizá porque, no habiendose reaccionado a tiempo, ahora ya no se pueda hacer otra cosa. La cuestión es si todavía se puede hacer ésta a un coste asumible por la opinión pública o hay que recurrir a los métodos que las autoridades llevan tres meses negándose a emplear. Téngase en cuenta que a estas autoridades (delegada del Gobierno, ministro del Interior, presidente del Gobierno) les quedan menos de cuatro en el cargo. ¿Quién va a tomar una decisión drástica en estas condiciones? Y, si se toma, ¿quién garantiza que surtirá el efecto deseado y no el contrario?

Adelantar las elecciones fue un gran error.

Desde luego, los hados no han dado respiro a Zapatero y lo han maltratado. Quizá no se lo merecía. Tengo por cierto que el hombre ha hecho lo que ha podido, que ha trabajado denodadamente por su país en muchos momentos considerando que lo hacía más como estadista que como político de partido, lo que, en otras circunstancias hubiera tenido su grandeza. Pero las que le ha tocado vivir lo han aplastado como aplasta el carro de Moloch a quien se le pone por delante y parece claro que ni él ni sus ministros han estado a la altura de las circunstancias. Es un final de ciclo amargo y probablemente injusto, pero no sé si queda mucha gente en España que no considere que Zapatero le haya fallado.

dijous, 4 d’agost del 2011

Crónica de la revolución indignada (XXI).


El sol que más revienta.


La persistencia en la movilización del 15-M que las autoridades se empeñan en tratar como un problema de orden público no es solamente un problema de orden público sino uno político mucho más profundo. Pensar que el asunto va a resolverse desalojando la Puerta del Sol porque, al ser un espacio emblemático, su "expropiación" por las fuerzas del orden desmantelará el movimiento es un error de bulto. Una idea parecida a la de los antiguos estrategas convencidos de que al acabar con el jefe del ejército enemigo se derrotaba a éste. Pero eso era antes. Ahora no hay jefe ni ejército. Ahora hay una multitud de ciudadanos indignados, con mucho tiempo libre porque, sobre haber muchos parados, estamos de vacaciones, con una coordinación a través de la red, muy laxa por lo tanto, sin jerarquías ni organizaciones que se puedan detener. La movilización es colectiva por decisiones individuales, aunque parezca contradictorio, permanente y muy concurrida.

Madrid tiene muchas puertas del sol: la Plaza Mayor, la Gran Vía, las calles más anchas, Colón, Cibeles, la Plaza de la Ópera, etc, etc. Dado el carácter callejero del movimiento indignado y la época del año en la que la capital rebosa de turistas, la proyección mediática de la protesta sigue asegurada. De hecho ya vienen siendo parte del paisaje urbano madrileño, se han convertido en la sal de Madrid, aunque bastante más fina que la que menciona Esperanza Aguirre cuando dice que los antitaurinos son la sal de la fiesta. Una fiesta que la misma señora considera una obra de arte (es un misterio desde cuándo necesita sal el arte) tan identificada con el ser español que quienes están en contra es porque quieren dejar de ser españoles. Enésimo intento de unos españoles, siempre los mismos, de excluir a otros de la condición nacional por no ajustarse a las pautas que mandan, en este caso, una liberal que pierde la minerva cuando tiene un micrófono delante.

Volviendo a los indignados, la represión por sí sola no va a resolver nada y el problema es que no hay ni siquiera indicios de un proceso de negociación política con el que podría legitimarse pedir a los acampados que, mientras se negocia, despejen la vía pública. Da la casualidad de que esa ocupación es un pronunciamiento político. Se observa en las frecuentes consignas del tipo tomalaplaza.ya, nombre que además apunta a la importancia de internet en el movimiento que se expresa y se manifiesta a través de las pautas lingüísticas y los iconos de la red. En este terreno el debate es muy encendido. Los comerciantes de Sol y alrededores quieren que la policía desaloje, si necesario es, por la fuerza. Las autoridades tratan de evitar la violencia pero, como están las cosas, es probable que, tarde o temprano, hayan de recurrir a ella y abrir así una etapa nueva del movimiento indignado que nadie sabe cómo pueda acabar.

El aspecto claramente político de este conflicto se va perfilando más a medida que se acerca la visita de Benedicto XVI, a quien parece que el autor de la entrada sobre Franco en el fascionario biográfico de la Academia de la Historia ya ha dado la emocionada bienvenida. Está claro, ¿no? Por la misma razón que este franquista celebra la llegada del Papa, los indignados sostienen que su derecho a ocupar los espacios públicos no puede ser menor que el de los papistas a hacer lo mismo. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) a la que las autoridades de este Estado laico se han rendido como si fuera la llegada del Mesías y a cuyo pomposo fin han asignado cantidades ingentes de todo tipo de recursos públicos convertirá Madrid en una ciudad de fastos católicos guste o no a la población. Es posible que haya algún conflicto con los indignados; precisamente lo que las autoridades más quieren evitar con los desalojos una quincena antes del evento papal y con buenas maneras.

Esta visita, probablemente muy importante en la carrera de Rouco Varela, es un acto de afirmación del poder de la Iglesia católica en España. Reunirá a miles de personas a irradiar al mundo entero esos mensajes intolerantes, fanáticos, a veces incluso delictivos en contra del aborto, de los matrimonios gays, de la muerte digna, de una serie de investigaciones científicas, del control de la natalidad. Y lo más claro que se deduce de los preparativos es que es un gran negocio gestionado por unos clérigos ayunos de todo sincero sentimiento religioso que tienen una idea mercantil de la Iglesia. Tales descarados hombres de negocios (en la Iglesia las mujeres no pintan nada) legitiman su lucrativa gestión con grandilocuentes consideraciones morales que no practican.

Estas buenas gentes pueden ocupar los espacios públicos y contar con subvenciones y todo tipo de ayudas públicas ¿y los indignados no? ¿Por qué?

(La imagen es una foto de Tomas Fano, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 3 d’agost del 2011

Los mercados terroristas.

Nadie parece entender lo que está pasando. Los expertos, los legos, los gurús mediáticos, los intelectuales. Nadie. Los más avisados dan lecciones sobre la deuda soberana, las primas de riesgo, los hedge founds, la burbuja inmobiliaria, la financiera, el rescate y el default, o sea, la suspensión de pagos. Pero esas no son explicaciones sino descripciones de los efectos de una causa que se ignora. Sin embargo está claro que algo se ha hecho mal y no funciona, lo que está provocando trastornos que van en aumento.

La crisis, curiosamente, afecta al primer mundo, esto es, los países capitalistas desarrollados, Estados Unidos, Europa Occidental, el Japón, Australia y Nueva Zelanda. Es, pues, una crisis que se desata en los cuatro centros financieros mundiales (EEUU, Unión Europea, el Japón y la China), si bien la China parece haber remontado con cierta celeridad. Es como si el capitalismo estuviera castigándose a sí mismo. Supongo que son las famosas contradicciones del sistema. La fórmula de andar por casa que se empleó en un principio de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades tiene mucho alcance porque puede entenderse de varias formas, no sólo de la económica que es la más evidente. También cabe entender que hemos vivido por encima de las posibilidades de la biosfera; otro argumento nada desdeñable, lo que explica la aparición de los partidos verdes, pero no su peculiar inoperancia.

En el terreno económico eso de por encima de las posibilidades se entiende intuitivamente porque le pasa a cualquiera que haya cometido un error en la vida, un cálculo falso, por ejemplo, que lo arruina. Se ve obligado a reajustar sus posibilidades. Pero esto ahora se predica de los Estados. Son los Estados capitalistas los que han vivido por encima de sus posibilidades, se han endeudado en exceso, han perdido parte de sus ingresos y ahora quizá no puedan pagar sus deudas, con lo que se crea esta espiral absurda según la cual el país en problemas tiene que aceptar condiciones leoninas de rescate que lo sumergen más en la crisis... y más soluciones leoninas. Los mercados no admiten excusas: si se han aceptado las reglas del juego, hay que jugar y ganar o perder. No cuentan consideraciones morales de ningún tipo. Sólo cuenta el beneficio tangible a corto plazo y, al que está caído, se le remata. Los mercados son terroristas.

El Japón lleva diez años languideciente y ha encadenado esta crisis con la que ya tenía de antes mientras que en los EEUU es la crisis la responsable de que el Estado casi haya quebrado. En el ámbito internacional la globalización impide toda previsión a medio plazo. Lo que parece haber es una confusa lucha de divisas entre el dólar, el euro, el yen y el yuan cuyo valor está fijado directa o indirectamente por decisiones políticas. El caso típico, el del yuan que, según todos los demás, se mantiene artificialmente bajo, en detrimento de las otras economías exportadoras.

Y aquí es donde la crisis tiene un aspecto específicamente europeo porque el euro no es una moneda respaldada por una única autoridad política, lo que la hace especialmente vulnerable a los ataques especulativos. La consecuencia de esa falta de autoridad política es un vendaval que está llevándose países enteros por delante, como Grecia, Irlanda y Portugal; antes se había llevado a Islandia, pero ésta no pertenece a la UE. Los siguientes en la lista en pasar por la casa de empeños pueden ser España, Italia y Bélgica. Una UE con seis países en práctica suspensión de pagos no es viable.

Desde sus orígenes la hoy Unión Europea fue una asociación de Estados que trajo bienestar y progreso para todos. España se benefició mucho del ingreso, a pesar de sufrir un periodo de carencia muy largo y aceptar muchas condiciones limitadoras. Los fondos estructurales y los fondos de cohesión fueron una especie de Plan Marshall para el país, como compensación por el que no tuvo cuarenta años antes. Pero la decisión de la moneda única puesta en marcha en 1999 en aplicación del Tratado de Maastricht no fue acertada. No porque no fuera conveniente la existencia de la moneda única sino porque ésta lo era a tipo fijo sobre países con políticas fiscales distintas, con políticas distintas a secas ya que, en principio, son soberanos.

En las condiciones devastadoras de esta crisis es recomendable replantearse las bases de la Unión Europea. Algunos países pueden salirse del euro; incluso la propia Unión puede renunciar a él. Tiene costes, desde luego, pero también los tiene y muy graves la situación actual. Otra posibilidad, que Palinuro considera más deseable, es que la Unión se plantee una nueva reforma constitucional en el sentido del federalismo. El federalismo podría tener dos tipos de Estados, los federados (el continente excepto, quizá, los países nórdicos) y los confederados, o sea, todos los demás. El primer paso sería que la UE como tal respaldara las deudas de los futuros Estados federados. Estos perderían soberanía, lógicamente, en el marco de la federación y nos evitaríamos espectáculos bochornosos como el de esos alemanes pidiendo a Grecia que renuncie a parte de su soberanía porque tal cosa es confundir el federalismo con el neocolonialismo.

dimarts, 2 d’agost del 2011

Fanatismo.

La atrocidad cometida hace unos días por el nazi noruego Anders Behring Breivik ha puesto al mundo a reflexionar sobre el fanatismo. A excepción del propio Breivik todos abominan de su acto y, al preguntarse por sus móviles, recuerdan que se trata de un joven fundamentalista cristiano, islamófobo y ultraderechista. Los tres términos se consideran componentes de un espíritu fanático; pero el fanatismo no se agota en ellos. También se puede ser fundamentalista islámico, antisemita y ultraizquierdista o fundamentalista católico, antisemita y ultraderechista. Hay muchas combinaciones y todas caben en el saco del fanatismo, porque éste convive con ellas y probablemente tiene algo más que es común a todas. Ese algo más es una mentalidad, un modo de ser, una actitud antes que unas u otras convicciones religiosas, morales, políticas. Lo que define al fanático, crea en lo que crea, es su convicción de que quienes profesan otras creencias están en el error, son unos pecadores o unos delincuentes.

El fanatismo es intolerante. No admite la pluralidad de creencias y valores sino solamente aquella situación en que los suyos dominan por entero. En consecuencia hay que reconocer que el fanatismo no se limita a casos como el de Breivik. Estos son los extremos, los fanáticos que creen que quienes piensan de otro modo son delincuentes a los que hay que liquidar físicamente. También son fanáticos quienes piensan que los discrepantes no son delincuentes pero sí gente que vive en el error y, eventualmente, según pinte la cosa, en el pecado. Estos fanáticos preparan el brebaje que ingieren los Breivik, los terroristas suicidas y los no suicidas, incluidos los relacionados con instituciones legales, como el Mossad o la CIA, igual que lo habían hecho antes gente como Carlota Corday o Mateo Morral. La intolerancia frente al otro (religioso, étnico, político) es el primer paso del fanatismo, que lleva al terrorismo y, en último término al genocidio. Un terrorista es un genocida potencial; si pudiera, con su bomba exterminaría toda una confesión (o no confesión), una etnia, una ideología política. Por eso hilan fino pero también justo esos fiscales que consideran la posibilidad de acusar a Breivik de genocidio. Ciertamente. Ello obliga a ampliar el concepto de fanatismo para que incluya comportamientos y actitudes que, no siendo terroristas, desembocan en el terrorismo.

Por ejemplo, la iglesia que los españoles sufrimos, la católica, es una organización esencialmente intolerante. Los sistemas políticos democráticos en Europa y también en España, Estados de derechos pluralistas, la obligan a guardar las formas y sostener de palabra un respeto a las otras confesiones y convicciones morales que luego niega en los hechos. Monseñor Rouco Varela sostiene que los jóvenes tienen la ética bajo mínimos. Ya antes había dicho que los jóvenes del 15-M no conocen a Dios y tienen sus vidas rotas. En román paladino: quienes no piensan como Rouco Varela carecen de moral y tienen sus vidas rotas. Aparentemente por boca del prelado habla la preocupación y la caridad, pero éstas son fingidas; habla la prepotencia y la intolerancia, cuando no el odio. Porque, de entrada y con el Evangelio en la mano, ¿quién es Rouco Varela para juzgar a los demás? ¿No repara el cardenal en la soberbia que revela negar la moral de quienes no son católicos o cristianos? ¿Tampoco en el fanatismo que supone y en el peligro de que llegue algún legionario de Cristo a ajustar cuentas a los de la acampada?

Eso es muy propio del catolicismo que, a fuerza de intolerancia, es incapaz de comprender el mundo en el que vive y de mostrar un respeto mínimo por sus semejantes. El catolicismo tiene una misión de universalidad que pregona en su nombre. Pero no es universal en absoluto; al contrario, es minoritario. ¿Qué sucede con los miles de millones de personas (musulmanes, hinduistas, budistas, sintoístas, etc) que también desconocen al dios de Rouco y no en el sentido figurado del cardenal sino en el literal? ¿También carecen de moral y tienen sus vidas rotas? Sus dioses (cuando tienen alguno) son "falsos", son ídolos y ellos, idólatras que viven en el pecado y a los que hay que salvar aunque sea en contra de sí mismos

Es una visión del mundo completamente parroquial (nunca mejor dicho) y soberbia al mismo tiempo. Fanática. Un fanatismo aplicado por una organización única en el mundo pues es un Estado del que Rouco y los católicos todos son ciudadanos espirituales pero con proyecciones materiales de todo tipo: bancos, tierras, casas, empresas, medios de comunicación, centros educativos, negocios de diversos tipos, monumentos y bienes culturales, administración material de ritos sociales como bautismos, bodas y funerales, colaboración con el Estado en los ámbitos penales y militares, etc. Un reino bien de este mundo en el que todos sus súbditos, clérigos seculares y regulares, legos a su servicio, laicos en órdenes y sectas religiosas civiles, como el Opus, trabajan denodadamente a la mayor gloria y boato de la organización y de su Estado Vaticano. Una organización terrenal basada en el fanatismo.

Nada de lo anterior se refiere a los católicos que tienen una idea evangélica de la iglesia. Pero carecen de fuerza, son una especie de enemigo interior que la Iglesia como institución vigila de cerca y, cuando lo cree necesario, extirpa.

(La imagen es una foto de desaparezca.net, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 1 d’agost del 2011

Las explicaciones peligrosas.

Rubalcaba es hombre de palabra. Dijo que su campaña sería muy explicativa y, como se ve, ha comenzado a dar explicaciones. Pero, en contra de lo que suponía Palinuro ayer, versan sobre la acción del gobierno al que perteneció durante dos legislaturas y del que ya no forma parte, y lo ha hecho como si cantara la palinodia. Las explicaciones, al igual que las amistades, pueden ser peligrosas.

Desde cierto punto de vista ese reconocimiento de que tuvieron ocho años para pinchar la burbuja inmobiliaria y no lo hicieron es encomiable; demuestra un estilo realista, racional de hacer política; en resumen, nuevo. En lugar de recurrir al "sostenella y no enmendalla", aunque se trate de la mayor barbaridad que hubiera podido cometerse (como la de Aznar en el Irak), es bueno que los políticos adapten su discurso, habitualmente triunfalista e inverosímil, a las percepciones ordinarias de la gente a la que piden el voto. Y la percepción ordinaria en este caso es que, efectivamente, tuvieron ocho años (en realidad, cuatro, pues en los otros cuatro ya no pudieron hacer casi nada) para pinchar la burbuja y no lo hicieron. Tuvieron igualmente ocho años para hacer otras cosas y tampoco las hicieron, por ejemplo, convertir en realidad la aconfesionalidad del Estado y legislar la libertad religiosa.

Es sano reconocer los errores; es de sabios. Pero también es peligroso porque reconocer los errores no es suficiente. Ni siquiera es una explicación. Es una descripción. Para que sea una explicación hay que decir por qué se cometieron esos errores.

La respuesta es sencilla: porque abandonaron la política socialdemócrata, cuyo eje es la justicia social, es decir, tiene un fondo ético. La socialdemocracia no es una teoría revolucionaria que aspire a sustituir de cuajo el capitalismo por otro modo de producción sino que es una teoría reformista que trata de moralizar las relaciones capitalistas de producción con criterios igualitarios y redistributivos. Pero esa política no puede financiarse con los excedentes de una actividad especulativa desaforada, al margen incluso de la lógica del mercado, primero porque es inmoral y segundo porque acaba en la catástrofe que se está viviendo. Sin embargo, el primer gobierno de Zapatero, fascinado por la abundancia aparente de recursos de la sociedad "aburbujada", se dejó comprar y hasta participó en la alegre almoneda neoliberal con la pintoresca teoría de que "bajar impuestos es de izquierda" lo cual no sólo es falso en sí mismo sino como principio. Bajar o subir los impuestos, como otorgar subvenciones o recortar el gasto público no es de izquierda ni de derecha. Primero hay que saber a quiénes se les bajan, a quiénes se les suben, quiénes reciben las subvenciones y qué gasto publico se recorta y luego se sabrá si son de izquierda o de derecha. Esto es elemental.

El primer gobierno de Zapatero no atinó ni en lo elemental. Se subió al pescante de la burbuja y empezó a repartir el excedente en mercedes con un tufo populista pronunciado, 2.500 euros a los nacidos a partir de cierta fecha, ayuda de 400 euros a ciertos sectores de la población, ignorando cuánto tiempo podría mantener estas larguezas. Es verdad que en los aspectos sociales, de protección de derechos de las minorías y cuestiones de género aquel gobierno rompió barreras y tabúes y puso a España en la vanguardia de la opinión progresista mundial que miraba a nuestro país como un faro orientador. Pero eso no bastaba. Había que ocuparse de la economía en un sentido también de izquierda, socialdemócrata, y no se hizo porque era más fácil administrar el dinero que sobraba que preguntarse por su procedencia.

Añádase a ello que, también desde el principio el gobierno presidido por el hombre que prometía a los jóvenes que no les fallaría estaba tan contento consigo mismo que no creía necesario escuchar a nadie más. Estaba cegado por su doctrina del relevo generacional que algunos veteranos y viejos pesos pesados del PSOE criticaron acerbamente, aunque con nulo resultado. Zapatero sabía muy bien lo que hacía, incluso cuando no lo sabía. No estoy seguro de que aquellos críticos hubieran avisado sobre el impending doom de la burbuja pero sí es claro que debieron escucharse sus voces. Todo el que manda está interesado a rodearse de gente que le diga lo que piensa y no de aduladores que le digan lo que quiere oír. Algo también elemental.

A lo mejor Rubalcaba tiene una explicación distinta a por qué no pincharon la maldita burbuja. Si es sí, será bueno escucharla; si no, la de más arriba valdrá. Lo que viene a continuación es explicar qué se piensa hacer ahora, qué medidas van a tomarse para remediar el mal provocado por los errores que se aceptan y para evitar que se reproduzca. Ese es el reto del candidato; ahí es donde se juega su crédito. Esas son las explicaciones que hay que dar y que la gente espera y, en principio, Rubalcaba las dará porque eso es lo que dice. Su estilo es explicativo y ya decía el gran Buffon que el estilo es el hombre.