divendres, 8 de maig del 2009

Empatados pero no revueltos.

Lo dice el barómetro de abril del CIS. En este momento, 40,8 por ciento de voto para el PSOE y 40 por ciento para el PP. El resto de las puntuaciones, también las esperadas y esperables. Hay que ver qué poco se mueve el electorado en momentos de zozobra, como si quisiera no aumentar los riesgos: IU se sitúa en un 4,5 por ciento, recuperando terreno desde las elecciones de 2008 (3,9 %) pero aún por debajo de las de 2004 (4,9 %) y Unión, Progreso y Democracia un 2,9 por ciento, casi dos puntos por encima de lo logrado en 2008. Las valoraciones de los líderes, las que cabe esperar: el señor Rodríguez Zapatero (4,43) va por delante, y a mucha distancia y detrás de la señora Rosa Díez (4,28) y el señor Durán i Lleida (3,89) se encuentra el señor Rajoy (3,54). En lo que hace a la valoración de líderes tiendo a pensar que el juicio del personal es bastante exacto. El señor Rajoy no tiene ni una de las cualidades de un líder o dirigente popular: no habla bien, siempre dice lo mismo, no resulta convincente y tiene un pasado tenebroso. El señor Rodríguez Zapatero, en cambio, sin hipotecas pasadas, tiene mejor imagen y resulta más natural y espontáneo al tiempo que muestra procupación por las tareas de recuperación de la crisis que es cosa que preocupa grandemente a los ciudadanos.

Lo verdaderamente extraño es que haya empate en las intenciones de voto a los respectivos partidos pues contradice la sabiduría convencional de que en mitad de la legislatura hay más afición a castigar a los gobiernos, sobre todo en medio de una crisis como la actual, de intensidad desconocida. Da la impresión sin embargo de que la gente ha admitido que la crisis tiene su origen fuera de España y que aquí es poco lo que cabe hacer en su contra. Por ello el electorado es benevolente con el Gobierno. Éste ha entendido que lo que le importa es generar imagen de ser activo en contra de la crisis; otra cosa es que esa actividad sea positiva. Pero eso pertenece a un segundo momento. Lo primero es ver que se hace algo. Y en esto, la política de comunicación del Gobierno atina porque un tercio de los españoles piensa, siempre según el barómetro, que son las cuestiones de índole económica de las más se ocupan los gobernantes. Pero, ignorando que la gente atribuye la crisis a origen extranjero, el PP echa las culpas al PSOE, cuando todo el mundo sabe que eso no es cierto. Y no aporta alternativa alguna.

En fin el barómetro es buenas noticias para el PSOE que, dadas las circunstancias podría esperarlas muchísimo peores.

¿Por qué no sube el PP en intención de voto respecto al PSOE? Por la imagen de corrupción que genera y que afecta a todo el partido. Es cosa de la que se habla poco porque al PP (siempre reproductor ampliado de pifias ajenas) no le interesa, y los medios progres no entienden su función como aparato de propaganda de un partido (al que se puede ordenar que traiga la corrupción en portada venga o no a cuento), razón por la cual no se manifiesta hasta qué punto hay una sensación ciudadana de indignación con estos políticos que han constituido un verdadero clan de presuntos mangantes, apropiadores indebidos, de juerga continua a cuenta del contribuyente, haciendo negocios ilegales, viviendo en el lujo, haciéndose regalos deslumbrantes, coches, joyas. Dice doña Dolores de Cospedal que este escandalazo "no es Filesa". Pobre señora, qué infeliz; era muy joven entonces y no se ha dado cuenta de que nadie en la Brunete ha sacado el ejemplo de Filesa, Malesa y Time Export que en los noventa no se les caía de la boca. ¿Por qué ahora no, excepto en el caso de la metepatas oficial señora De Cospedal? Está claro porque Filesa era un caso de financión ilegal del Partido, esto es, se obtenían unos dineros ilícitos y se destinaban a las arcas del partido, aunque en el itinerario, algún aprovechategui se quedara con algo. Pero es que en el caso Gürtel, el dinero era todo para los presuntos sinvergüenzas que, desde las alcaldías, concejalias, consejerías, asesorías, diputaciones parlamentarias y hasta una presidencia de Comunidad Autónoma, estaban hasta ayer supuestamente llevándoselo crudo.

Y luego la gente ve que los imputados, unos dimiten y otros conservan el cargo no en función de criterio honrado alguno a favor de la justicia sino de los intereses procesales de los acusados. Quienes conservan la condición de diputados autonómicos quedan así protegidos por el fuero parlamentario frente a la posibilidad de que la justicia ordinaria les exija cuentas, como a todo hijo de vecino. El comportamiento de esta tropa de presuntos granujas es siempre el mismo probablemente porque está coordinado: dicen que declararán en tiempo y forma y que están deseando hacerlo pero luego no solo no lo hacen (los tres imputados madrileños se han negado a declarar) sino que tratan de impedir que se les pueda siquiera interrogar, como ha intentado hacer el señor Camps solicitando del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que anule todo lo procedido anteriormente y poniendo de manifiesto su sinceridad cuando decía que estaba deseando acudir a declarar al sitio apropiado.

Las preguntas del barómetro sobre corrupción y fraude dan unos resultados irrisorios porque nadie (entre un uno por ciento y 0,4 por ciento) dice que sea un problema lejanamente equiparable al paro, la crisis económica o la vivienda. Sin embargo, lo es. Tardará más, tardará menos pero la lluvia fina de las sucesivas imputaciones en asuntos cada vez más alucinantes (varietés, cruceros por el Mediterráneo...) irá minando los muros de la indiferencia y el electorado no revertirá al PP los votos que no entregue al PSOE a causa de la crisis.

Y ¿a dónde se irá ese voto que se retire del bipartidismo estatal? No creo que a los terceros partidos, en concreto IU y UPyD porque, aunque los dos se pasan el día subrayando que son nuevos o innovados o renovados, los dos son partidos típicos del sistema que critican amargamente. ¿A dónde, pues? A la abstención cosa que, en elecciones al Parlamento europeo es más que de esperar. En las elecciones de 2004, la abstención fue de 54,9 por ciento. En éstas pude llegar al 60 o 65 por ciento. Y no creo que el PP las gane en modo alguno. Ni tendrá buenas perspectivas para 2012.

¿De qué va internet?

Internet es sinónimo de coste cero o gratuidad y ya se ve que todas las broncas que se arman giran en torno a esa cuestión con el conflicto claramente delimitado: unos quieren que otros paguen por acceder a sus productos por internet; otros no quieren pagar por eso. Hasta ahora en el mundo pre online los derechos de autor estaban mejor o peor protegidos, por lo general bien y hasta cuentan con una organización internacional de mucho empaque destinada a protegerlos, la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) que, con la llegada de internet puede acabar en el cuarto de los trastos viejos, junto a la rueca y el huso, como decía Engels que acabaría el Estado. La rueca y el huso, el mundo de la bella durmiente.

En España, la Sociedad General de Autores está dispuesta a que nadie pueda "bajarse" película, vídeo, música algunas sin pagar el correspondiente fielato. Para ello ha incrustado a una de las suyas en el Gobierno como ministra de Cultura. Francamente, una razón más para pedir la abolición de ese ministerio, su incorporación al de Educación o su reducción a una agencia efectiva y autónoma como el Instituto Cervantes. Limitar el acceso en la red a unos u otros productos es muy difícil y, sobre todo, muy costoso y con escasa eficiencia. No solamente porque cuanto más mejoren los mecanismos de control mejores serán las posibilidades de burlarlos, sino porque tampoco hay unidad de criterio respecto al tratamiento de los problemas en internet. Hay muchos creadores que cuelgan sus productos directamente en la red (canciones, música, novelas, etc) para consumo libre y gratuito y lo hacen por diversas razones; una de ellas es que esa es una buena forma de darse a conocer. Para que el sistema de derechos de autor funcione habrá que obligar a quienes quieren ponerlo en abierto a cobrar por sus productos en contra de su voluntad, cosa que no parece viable.

El señor Rupert Murdoch, habiendo echado cuentas de sus negocios de prensa en sus influyentes diarios, llega a la conclusión de que la caída de ingresos de publicidad en el papel obligará a volver a un sistema de cobro de la lectura de periódicos en internet. Eso ya se intentó hace diez años y fracasó. El único periódico español que no es en abierto es El Mundo y no parece que eso compense por la pérdida de popularidad de sus productos. Los periódicos que cobren por acceder en red perderán audiencia. No sé si la alternativa consiste en insistir en el modelo y adecuar los ingresos por publicidad a la realidad económica de los medios en la red, pero lo que está claro es que el intento de cobrar no trata de resolver la crisis de los medios online sino la de los medios de papel que son los ruinosos. Y ese de que paguen justos por pecadores es un mal criterio empresarial. Si el papel no renta hay que cerrarlo o pedir subvenciones, pero no gravar la línea de negocio de los medios online cuya característica esencial es que sus cifras de facturación y negocio son moderadas. Y ese es el problema: que la prensa de papel se había acostumbrado a unos márgenes y beneficios que son insostenibles y, en lugar de adaptarse (si puede), trata de cerrar el chiriguito de la competencia, aunque sea de la misma casa. Pero como eso es imposible porque internet es un mundo abierto, la solución no funcionará.

(La imagen es una foto de Violinha, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 7 de maig del 2009

La atomización de la izquierda.

De momento y hasta nueva orden la izquierda se presenta a las próximas elecciones al Parlamento europeo dividida en cinco opciones: PSOE, IU, Iniciativa Internacionalista, Izquierda anticapitalista y Partido Comunista de los Pueblos de España. Y estos grupos sólo hablan entre sí para insultarse y llamarse derechuzos. Más que dividida, la izquierda está atomizada, pulverizada.

Ya sé, ya sé que los lectores de Izquierda Unida quizá piensen en dejar de leer a estas alturas haciéndose cruces (u hoces y martillos) de que Palinuro sea tan despistado, estúpido o provocador o las tres cosas a la vez para contar al PSOE en la izquierda cuando, como sabe todo el mundo y en especial los manes de Marx y Engels, el Partido Socialista es en realidad otro partido de la derecha. Si piensan hacerlo (digo, dejar de leer) que tengan algo de paciencia y se informen de que desde el punto de vista de alguna de las otras formaciones también a ellos se les acusa de ser parte del sistema, de derechas y, desde luego, no de izquierda. Véase cómo lo dice un miembro de la candidatura de la Iniciativa Internacionalista: Es obvio que, por razones de actuación y curriculum, dejo al margen a formaciones como el PSOE o IU cuyo intento de confundirse con el paisaje del sistema, las exonera de llevar consigo tamaña carga de ser “socialista”, “obrero” y de “izquierdas”. Divertido, ¿eh? Nada impedirá que a su vez los compañeros de Izquierda Anticapitalista o del PCPE piensen lo mismo de los de Iniciativa Internacionalista y viceversa. En principio ningún maestro ciruelo tiene el poder para repartir credenciales de izquierda y decidir quién es y quién no es de izquierda. Si alguno de estos ciruelos alguna vez triunfara (no lo quieran los dioses), entonces sí; entonces fusilaría sin más a todos los que diciendo ser de izquierdas, en el fondo no lo son, que lo sabe él muy bien.

Espero que los hipotéticos lectores de IU a pique de abrirse se hayan quedado para comprender que tanto derecho tienen ellos a decir que el PSOE es la derecha, el PP, etc, etc como los de Iniciativa Internacionalista a añadir que también los de IU son de derechas y unos burgueses acomodaticios y que, por supuesto, tan verdad puede ser lo uno como lo otro o ni lo uno ni lo otro.

Se comprende por tanto por qué sigo diciendo que la izquierda se presenta fragmentada, atomizada, a las susodichas elecciones. De los cinco grupos mencionados, el PSOE es abrumadoramente mayoritario y único partido con posibilidades reales de ganar elecciones, constituir mayorías parlamentarias, gobernar y, en definitiva, cambiar la sociedad. Los demás van de mirones, a lamentarse de que un electorado manipulado y estupidizado no los vote a ellos que son la órdiga de listos y de revolucionarios y puros y blablabla y, de paso, a restar votos al PSOE recordando que la derecha, a diferencia de la izquierda, no se divide de modo tan suicida y se presenta aglutinada porque sabe que lo importante es ganar las elecciones y no emborronar cuartillas en tu casa para que te lea tu cuñado.

Por supuesto, el PSOE es más un partido de centro-izquierda. Hasta hay quien dice que la derecha "civilizada" en nuestro país está en el Partido Socialista, lo cual sería cierto de serlo que hubiera derecha civilizada en España. Como no lo es porque la única derecha civilizada en España es nacionalista catalana o vasca, dejamos al PSOE ocupando el espectro del centro izquierda que es al que vota la mayoría de los electores salvo que suceda algo. Los demás partidos de la izquierda no tienen posibilidades reales, exceptuada IU que, si consigue el cinco por ciento del voto ya puede darse con un canto en los dientes. Y todavía en las elecciones europeas, al ser circunscripción única pueden albergar algunos la esperanza de colocar uno o dos diputados en el Parlamento europeo, pero eso es todo; claro que como serán los barandas de la cofradía dirán haber abierto el cauce a las tumultuosas aguas de la revolución.

Por supuesto nadie pretenda averiguar cuál sea el motivo de esta desunión crónica de la izquierda porque sólo conseguirá que le llenen la cabeza de abstrusas discusiones sobre temas estatutarios, lamentables bizantinismos doctrinales que no entienden ni los que los exponen o cuestiones de discordia perfectamente baladíes.

Sin embargo hay que suponer que los dirigentes de la izquierda (exceptuados ahora los del PSOE) tienen la inteligencia y la formación precisas para entender que la desunión es un gran inconveniente y que, si se unieran, seguramente ganarían elecciones y se impondrían, lo que no está mal. Tal como andan las cosas sólo pueden perderlas. ¿Qué sucede en todo caso? Pues que, en el fondo, esa atomización, esa incapacidad para unificar esfuerzos traduce el peor defecto de esta izquierda : los personalismos y la vanidad de las docenas de dirigentes que prefieren ser cabeza de ratón a cola de león, la afición por mandar y ejercer el poder, aunque sea sobre una base compuesta por la familia del dirigente y unos cuantos allegados. La ficción (otros lo llaman estafa) de que un puñado de amigos que todos quieren ser Secretario General pueda ser un partido con relevancia electoral y peso parlamentario en España y en Europa es una alucinación propia de gente tan inconsistente como pagada de sí misma. Es una lástima que en esos reinos de Taifas de la izquierda se sepulten decenas de miles de votos inútiles.

La Serenísima en el Settecento

Por fin pudimos ir a la exposición sobre el settecento veneciano que está en la Real Academia de bellas Artes de San Fernando, en Madrid, ya que tiene un horario complicado porque cierra a mediodía, de 14:00 a 17:00. La organizan el Banco de Santander, el Instituto de Cultura de la embajada de Italia y la Academia, gracias les sean dadas. No es que se exhiban muchas piezas pero son muy representativas de la pintura veneciana en aquel siglo de decadencia del antiguo poderío de la República. Los nombres más conocidos, de los que hay alguna muestra, son Tiepolo, Sebastiano Ricci, Longhi, Rosalba Carriera y los autores de las vedute que es por lo que es más conocida la pintura veneciana de la época, Guardi, Carlevarijs, Canaletto y su sobrino Bellotto. Por entonces ha desaparecido el mecenazgo del dogo y la Iglesia (San Giorgio reúne a algunos de los más fascinantes pintores del sigloXV), substituidos por las nuevas clases burguesas con sus familias y sus individuos descollantes que quieren aparentar y representar estatus social, posición en la vida, desahogo económico, como lo harían años después las clases medias altas británicas que emplearían a los grandes retratistas del XVIII.

El protagonista absoluto de la pintura veneciana en la forma es la luz y los colores, dos elementos que manejaba como los ángeles Gian Battista Tiepolo, el que se mudó a vivir a Madrid, en donde murió o que dominaban los cálidos pasteles de Rosalba Carriera. Los temas preferidos, paisajes, costumbres, familias, retratos, escenas de la mitología y de la literatura, sobre todo de la Jerusalén liberada o de Orlando Furioso, con las dos parejas entonces tan famosas como frecuentes y que luego desaparecieron prácticamente de la pintura, Rinaldo y Armida y Angélica y Medoro en el Orlando y, por supuesto, las vedute. Hay poca pintura sacra. Algunos autores muestran las influencias de la pintura cortesana francesa y se desempeñan al modo de Boucher. De los costumbristas hay dos piezas de Pietro Longhi, el autor de un cuadro célebre que contenía un rinocerante y era la atracción de la feria que me gusta mucho. En el que se expone , más arriba, vemos una escena privada en una época concreta. Aquí ya no hay nobles ni héroes ni dioses sino que se trata de burgueses acomodados que también organizan reuniones, tienen sus gustos y pretenden ponerse como ejemplos. Una sociedad cultivada. En este caso se encuentra este retrato de grupo en un momento en que la mujer está recibiendo clase de geografía. Ciencia y utilidad que serán después lema distintivo de las clases acomodadas. Por el atuendo y los detalles estamos entrando en el Rococo. La dama a la que se ilustra recuerda a una galante al gusto de la pintura francesa de la época, ocupa el centro de la composición, se muestra segura de sí misma, bañada en una luz especial, es el equivalente de las mujeres bien aisées y cultas francesas que abren los salones en donde brilla el espíritu.

En cuanto a las Vedute las hay de los citados más arriba con los temas más tratados en este subgénero con algunos de sus referentes típicos: el gran canal, el puente de Rialto, San Marcos, Santa María de la Salud. El que traigo aquí, de Canaletto es una vista de Santa María de la Salud mirando hacia el Molo que respeta la perspectiva, algo que siempre se le ha criticado mucho que, para pintar esos grandes angulares tiene que forzar la perspectiva. Las vedute son el canto del cisne de la pintura veneciana; hasta los grandes pintores del género trabajarán y vivirán ya fuera de la ciudad de las lagunas, en otras cortes europeas. Estas vistas son las ùltimas que la gran ciudad, cargada de gloria y pasado, echa sobre sí misma a la prodigiosa luz del Mediterráneo.

dimecres, 6 de maig del 2009

Lehendalópez.

Cayó el último bastión nacionalista en España. En este momento, de las tres Comunidades Autónomas (mal) llamadas "históricas", en ninguna gobierna un partido nacionalista si se exceptúa la participación de Esquerra Republicana de Catalunya en el tripartito catalán. Si esto es o no un vaticinio de lo que esté por venir lo dirá el porvenir cuando venga. Lo que sí ha quedado diáfano en los días que precedieron a la votación de investidura en el Parlamento de Vitoria y en la misma votación de investidura es que separar al PNV del Gobierno del País Vasco ha sido más difícil y laborioso que despellejar la res muerta.

El PNV estaba tan identificado con el país (al fin y al cabo su bandera, la diseñada por su fundador Sabin Arana, es la oficial de Euskadi) que ninguno de sus miembros más prominentes parecía ayer haberse mentalizado de que ahora toca oposición. Calentó la sesión el indómito vascón, expresidente del Euskadi Buru Batzar (EBB), señor Arzallus, tan indignado de lo que estaba a punto de pasar (¡rayos y truenos, el PNV desplazado de Ajuria Enea por un español, un maketo, un gorrino!) que lanzó un par de bravatas, de esas que sirven para engrasar luego las tertulias de la Brunete mediática durante meses. Dijo el señor Arzallus que, de seguir las cosas así, con esta agresión españolista, acabaría habiendo "una rebelión" en el País Vasco. Siempre están amenazando con rebeliones pero jamás sucede nada. Sabiéndolo, el mismo Arzallus pensó en algo aun más creíble: no participar en las elecciones españolas. Será creíble para él porque eso, el PNV, que es muchas cosas y entre ellas una sociedad anónima, no lo hará jamás. Pero es prueba evidente del grado de enajenación y desquiciamiento en que se encuentran los jeltzales ante la sorprendente realidad de que un López ocupe la Lehendakaritza.

En su discurso -último, pues abandona la política- el señor Ibarretxe, tan irritado como el señor Arzallus, pero menos hirsuto, dijo también cosas peregrinas y explosivas. Negó que el Gobierno del señor López represente a la mayoría de la sociedad vasca que, según el expresidente, es abertzale, punto de vista en el que coincide -y no es el único- con el señor Otegi. Añadió, en típica escalada verbal, que el Gobierno del señor López subordinaría los intereses del País Vasco a los de España. Este modo de encarar las relaciones del País Vasco con España muestra que no hay contacto ni acuerdo posible entre los dos nacionalismos, el vasco y el español. Para éste último el interés de España es eo ipso el del País Vasco y viceversa. Para el vasquista, al revés, el interés de España y el del País Vasco no sólo no coinciden sino que son antagónicos.

Después del señor Ibarretxe habló el señor Egibar, portavoz oficioso de los excluidos abertzales y afiliado a la corriente soberanista en su partido, quien también se negó a aceptar el resultado y señaló que el gobierno del señor López no era una alternancia normal en Ajuria Enea sino el triunfo del PP que será quien verdaderamente gobierne en la sombra. A su vez, desde el otro lado de la trinchera, desde esa sombra, el señor Aznar no se privaba de decir que el señor López debe su cargo al camino iniciado en su día en el país Vasco por el señor Mayor Oreja, muñidor de la primera alianza de hecho del nacionalismo español frente al vasco en Euskadi.

En realidad, aunque tanto el señor López como el señor Basagoiti estuvieron muy conciliadores, sobre todo el primero que se pasó todo el tiempo hablando de su "mano tendida" es muy difícil no visualizar la situación en Euskadi como una de dos frentes: nacionalistas vascos contra nacionalistas españoles, con el inconveniente de que este segundo pone en el mismo bando a los dos partidos que están radicalmente enfrentados en España. Esta asimetría entre las alianzas nacionales y autonómicas no es infrecuente en Alemania en donde a veces, como ahora, gobierna una coalición de los dos partidos mayoritarios (coalición roja/negra) que están a su vez enfrentados en los Estados federados o Länder y no en todos pues en algunos también se da la alianza rojo/negro. El experimento es meritorio y no se ve por qué no habría de salir en España igual que en Alemania o Austria. Detecto una opinión muy extendida en el sentido de que otorga al experimento corto recorrido. En mi opinión, la combinación será duradera por cuanto cualquier otra forma era peor, excepto la que el mismo Palinuro propuso en un artículo de Público, titulado El embrollo vasco, esto es, una alianza del PNV y el PSE con los señores Ibarretxe y López de Lehendakari cada uno de ellos dos años. No fueron capaces de hacerla y a fe que pueden lamentarlo porque estos dos pueden terminar la legislatura pero eso no quiere decir que la repitan.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

La bohemia parisién.

La compañía de la Ópera Romántica estrenó ayer la Bohème, de Giacomo Puccini en el teatro Compac de Madrid, primera de una serie de cuatro, otra más de Puccini y dos de Verdi, todas ellas muy populares.

La Bohème, basada en la famosa novela por entregas de Henry Murger, Escenas de la vida de Bohemia es una serie de cuadros costumbristas en la que se alternan momentos cómicos y trágicos, lo que da a la pieza un ritmo insólitamente rápido para tratarse del género, aunque un tanto deslavazado. Los intérpretes hacen un trabajo lucido sin grandes virtuosismos que alcanzan sus mejores momentos en los dúos, en especial, el que me pareció más bello y logrado, el cruzado de las dos parejas de Rodolfo (tenor) y Mimí (soprano) de un lado y Marcello (barítono) y Musetta (soprano) del otro. Los otros momentos, especialmente los de calle, con muchos figurantes, me parecieron en cambio menos logrados y más confusos. En general el autor sabe transmitir el carácter incierto, romántico y, sobre todo, joven de esta vida de bohemia, cosa que se observa en los temas a los que da relieve. La presencia de los leit Motive es bienvenida en una obra que no tiene estructura de trama y el autor los lleva a tal extremo que hay escenas que suenan wagnerianas, con gran contraste con los temas tratados por el músico alemán.

Es fama que la obra de Murger y la versión operística de Puccini (y la de Leoncavallo) consagraron la expresión "bohemia" (por lo demás, una región de Chequia) para calificar la vida de los artistas sin medios económicos que vivían a salto de mata y de forma poco convencional por lo que se los conoce desde entonces como "bohemios". La obra inauguró también adelantada el género del melodrama porque tal es la historia de los amores desgraciados del pobre e iluso poeta con la puta de buen corazón que muere joven de miseria pero enamorada de su héroe.

Siendo "escenas" de la vida bohemia y al carecer de trama la obra queda reducida a la historia del amor de Mimí que sigue pautas similares a las de las otras mujeres de Puccini (Manon Lescaut, Madame Butterfly) que mueren por el amor de un hombre. Ya hablaremos más detenidamente de esa visión pucciniana de las mujeres sacrificadas siempre al amor de los hombres cuando lo hagamos de Madame Butterfly de próxima revisión en Palinuro.

dimarts, 5 de maig del 2009

PP: Partido de los Presuntos.

Aparte de la miriada de alcaldes y concejales populares en diversas circunstancias procesales a lo largo y ancho del país por malversaciones, prevaricaciones y otros delitos; aparte del inefable señor Fabra, presidente de la Diputación de Castellón e imputado por media docena de fechorías desde hace años; aparte del señor Trillo, a quien todavía no se ha imputado por las tropelías del Yak 42 pero cuyo futuro procesal es incierto ya que algunos familiares de los fallecidos en aquel accidente perfectamente evitable están dispuestos a pedir el amparo de la justicia donde quiera que se encuentren; aparte de todo ello, en el caso Gürtel hay 57 personas implicadas, de las cuales el partido aporta una considerable cantidad, en concreto, un presidente autonómico, cuatro diputados regionales, cuatro ex alcaldes, el tesorero nacional del PP y un eurodiputado del partido. Que se dice pronto. De momento, once personas de bastante peso en la organización, una red de presuntos mangantes que han causado un quebranto a las arcas públicas de millones y millones de euros y que funcionaba a base de relaciones personales de los supuestos delincuentes con altos cargos de las distintas administraciones del PP que se encargaban de perpetrar los presuntos delitos.

Es tal la abundancia ya de cargos del PP pringados en la trama corrupta que, según como se desarrollan las cosas los implicados pueden acabar ocupando una galería de la cárcel y formando una comuna. La comuna del trinque.

Y mientras tanto el PSOE va por detrás del PP en intención de voto y sigue siendo "el partido de la corrupción, de Filesa, Malesa y Time Export" sin que, al parecer, el PP sea "el partido de Orange Market, Easy Concept y Fat Buck", el partido de Camps, Bosch o "el albondiguilla". Según se dice hasta es posible que en mitad de esta historia miserable de sinvergüenzas y ladrones el PP aumente su ventaja frente al PSOE. ¿Por qué? ¿Porque de la corrupción del PP no habla nadie en tanto que todo son dimes y diretes sobre la crisis, la responsabilidad del señor Rodríguez Zapatero o la política económica socialista? Ni hablar: porque, según está demostrándose y puede quedar ya definitivamente claro el siete de junio, cuanto más corrupto eres, más te vota el personal.

Sin embargo los presuntos delitos que ya se van conociendo y están siendo imputados a los detenidos son una increíble saga multitudinaria, un ejemplo perfecto de la delincuencia organizada, capaz de hacer sombra o anular a las historias novelescas más audaces. Así, el señor Camps se hacía regalar supuestamente los trajes por los delincuentes en una forma de pago en especie por los servicios prestados, mientras mantenía una tierna relación telefónica con el bigotes. El mismo señor Camps que, tras asegurar que está feliz porque ya tiene a dónde ir a proclamar sus verdades, ha intentado que se anularan todas las actuaciones judiciales habidas hasta la fecha en una flagrante confesión de culpabilidad.

Los diputados de la Asamblea de Madrid y cargos públicos del PP de la Comunidad han estado llevándoselo presuntamente crudo a cuenta de adjudicaciones fraudulentas en billetes de quinientos euros, binladens bien lavaditos, procedentes de las islas Caimán y otros acreditados centros de pago de las empresas que hacían negocios con tan destacados miembros del PP.

El excalde de Pozuelo recibía, al parecer, todo tipo de regalos de la trama corrupta en justa reciprocidad por los favores que les hacía y de los que su ex-mujer asegura no saber nada. Hasta ha tenido la desfachatez la señora Ana Mato de querellarse contra quien ha dicho que estaba relacionada con la trama Gürtel la misma señora que, según se ha sabido después, parece haber aceptado los cumpleaños para sus hijos también gratis total, al tiempo que fungía como verdadera némesis de la corrupción socialista.

Igual que el señor Trillo Figueroa, responsable político (esperemos que también penal) del desastre del Yak42 que se niega a admitir responsabilidad alguna, sostiene que no la tiene, que si la tuvo la canceló presentándose a las elecciones, que piensa repetir como diputado que mola mucho y seguir actuando como martillo de herejes.

Todo esto está lejos de ser el consabido caso aislado o puñado de amigos al margen de la dirección. Es imposible que ésta, la dirección, ignorara que el señor Bárcenas, tesorero del Partido anduviera en malos pasos y, en verdad, la resistencia del señor Rajoy a forzar la dimisión tanto de éste como del presidente de la Comunidad Valenciana, cuando fulmina como rayo jupiterino a alcaldes y concejales, sólo puede alimentar el bulo de que también él se haya beneficiado de las larguezas del señor Correa, presunto cabecilla de un verdadero holding de la corrupción y la estafa que pasó años muy cerca del señor Aznar cuando era presidente del Gobierno a su vez. Ahora resulta que también a él le organizaba los eventos. Pues nada, habrá que averiguar quién, cómo y qué se pagó y a quién.

Según la marcha que llevan las investigaciones, de aquí al siete de junio, se habrán descubierto varios casos más de corrupción de estos u otros miembros del PP. Si son lo suficientemente graves, ello puede darles una importante ventaja sobre sus más inmediatos competidores, los socialistas, que no tienen ni una miserable malversación que presentar.

Las máscaras de la democracia.

Quien quiera tener una idea del estado de la filosofía política contemporánea, brillantemente expuesto y actualizado, así como acceder a sus puntos neurálgicos de debate, deberá hacerse con este libro de Félix Ovejero, Incluso un pueblo de demonios: democracia, liberalismo, republicanismo, Madrid, Katz, 2008, 357 pags. Al mismo tiempo hará bien en transitar por él con precaución porque, aunque el título haría pensar en otra cosa, el contenido no está estructurado en una unidad discursiva con un desarrollo coherente sino que se compone de partes separadas, muy bien ensambladas (tanto que casi parece una obra unitaria) pero que no soslayan del todo los inconvenientes de este tipo de empeños que, al mismo tiempo, son los testigos de su verdadera naturaleza, en concreto, las reiteraciones o simples repeticiones que no son aquí muy abundantes pero sí muy llamativas. Asimismo, al tratarse de un ensamblamiento de textos autónomos escritos en distintos momentos del desarrollo intelectual del autor, hay alguna inconsistencia que puede inducir a error, por ejemplo, el distinto peso atribuido a la deliberación como arquitectura misma de la democracia que si, al principio del libro, aparece como una variante de la democracia liberal, con sólo un mínimo de virtud como necesidad (p. 56) se muestra al final firmemente anclada en la democracia republicana y como epítome mismo casi demiúrgico de la virtud (p. 334). A este cuidado debe añadir el lector algo de paciencia para enfrentarse a un texto complejo, a veces abstruso y no muy felizmente organizado sobre todo por lo que hace a la relación entre el cuerpo principal del relato y el discurso agazapado en las notas a pie de página que, muchas veces, se convierte en un segundo texto por necesidad fragmentario pero que asimismo fragmenta el relato principal hasta la exasperación porque no siempre esas notas están justificadas.

El título remite al famoso pasaje de Kant en su Proyecto de paz perpetua en que afirma que hasta un pueblo de demonios, siempre que sean inteligentes, será capaz de dotarse de un sistema de normas, un Estado, para garantizar su convivencia. Por cierto que este es aspecto nada desdeñable en la obra. Ovejero la adorna con un abanico de citas todas muy pertinentes y de amplio espectro, testimonio de la gran cultura y el buen gusto del autor.

La obra arranca levantando constancia de una situación poco satisfactoria en la teoría política contemporánea. Se asiste a un evidente deterioro de la cultura cívica cuya causa y síntoma más evidentes son el individualismo y la abstención y ante el cual lo único que se escucha son lamentaciones (p. 23). La calidad misma de los ciudadanos deja mucho que desear pues son ignorantes, inconsistentes (inconsistencia que el autor tipifica por referencia al teorema de Arrow y la paradoja de Condorcet), egoístas e irracionales ya que tienen evidentes sesgos y hacen inferencias frecuentemente erróneas (pp. 28/35). Resumiendo (y simplificando bastante) diríamos que el problema es que el liberalismo nunca ha confiado mucho en los ciudadanos, que hay una tensión entre democracia y liberalismo (p. 39).

A la citada tensión consagra Ovejero la primera parte de su admirable obra, esto es, al estudio de la "democracia liberal", construcción muy extendida y nada exenta de problemas. Supone el autor que el meollo del liberalismo (del político, se entiende; en ningún momento hace Ovejero la habitual distinción entre liberalismo político y económico, pues los considera juntos) es la protección de la libertad negativa que queda garantizada en la dicha democracia liberal a través de tres provisiones: 1) la profesionalización de la actividad política; 2) la neutralidad del Estado; 3) un catálogo de derechos que impone límites a lo que los ciudadanos pueden votar, o sea, a la democracia (p. 50). Esta última provisión, en cuyo enunciado se encierra la típica tensión entre liberalismo y democracia o, para expresarlo en términos más clarificadores, entre Estado de derecho y democracia tiene, obviamente, una importancia capital. Por ello es uno de los temas más reiterados a lo largo de la obra, pero sólo en su mero enunciado, sin que el autor haya profundizado en él, salvo alguna pasajera referencia a la obra de Dworkin. Para los constitucionalistas (obviamente), como para Kelsen, que fue quien introdujo en Europa la jurisdicción constitucional, ésta es la clave del arco del problema de la defensa de la democracia y, por ende, de la democracia misma. Para los demócratas, como muy acertadamente señala Ovejero, ese por así decirlo encroachment de la jurisdicción constitucional (no representativa) sobre el legislativo representativo está lejos de ser enteramente compatible con un sentido pleno de la democracia como soberanía popular. El problema es que tenemos ejemplos para los dos casos y ejemplos no teóricos sino bien prácticos: es difícil negar que los EEUU, patria de la jurisdicción constitucional, sea una democracia; pero no menos lo son aquellos países en que tal jurisdicción no existe (por ejemplo, Gran Bretaña y su descendencia, Australia, Canadá, Nueva Zelanda o los países nórdicos) o incluso en donde está expresamente prohibida, como en los Países Bajos. Lo que puede querer decir que quizá el problema, si es que hay uno, no esté ahí.

La democracia liberal, sigue diciendo Ovejero, no requiere virtud ciudadana para funcionar y en eso se parece al mercado (p. 51) Y aquí entramos en un mundo de consideraciones del autor algunas francamente brillantes por moverse en un terreno económico que domina especialmente; pero no todas son convincentes por igual. Empieza por advertir que nos encontramos con dos tipos de democracia liberal: la democracia liberal de mercado y la de deliberación. La primera funciona sin virtud y la segunda sólo requiere un mínimo de ésta (p. 56). La democracia liberal de mercado se entiende a través de la venerable teoría económica de la democracia que parte de cuatro principios que se toman como guías heurísticas: 1) el individualismo metodológico; 2) la racionalidad individual; c) la presunción del equilibrio; y 4) el egoísmo humano (p. 60). Para complementar: de acuerdo con el teorema de la imposibilidad de la función única del bienestar social de Arrow no hay ningún sistema de decisión que pueda satisfacer a la vez los cinco razonables requisitos siguientes: a) racionalidad (consistencia y transitividad); b) ausencia de dictadura; c) soberanía individual o ciudadana; d) unanimidad; e) independencia de las alternativas irrelevantes (pp. 63/64). Las implicaciones de esto para la teoría de la democracia son: 1ª) la inestabilidad; 2ª) la injusticia; 3ª) la arbitrariedad de los resultados; 4ª) la manipulación de la voluntad general (pp. 65/66). Añade el autor la consideración del mercado político a través de la teoría espacial (p. 69) y las distintas reglas de elección, incluido el logrolling (p. 73). Algunos teóricos sostienen que esta teoría (económica) es falsa y no explica nada y otros que es verdadera pero insatisfactoria y conviene sustituirla por algún tipo de democracia deliberativa (p. 76), entre ellos, presumo, el propio Ovejero.

La fundamentación de esta última por medio del liberalismo no es aceptable ya que el liberalismo no es una teoría normativa y no puede fundamentar nada. Es el propio autor quien realiza una brillante tarea de distintas fundamentaciones según tres criterios: a) grado de autogobierno; b) de participación; y c) mecanismo de toma de decisiones. Emerge así con ocho posibilidades (p. 83), según se ve en el cuadro de la derecha, de las cuales escoge dos específicas, las ya consabidas democracia liberal de mercado y democracia liberal deliberativa (la que él quiere construir) según se ve a su vez en el cuadro de la izquierda en el que se evidencian sus respectivos caracteres.

Luego, la tesis de la bondad de la democracia liberal deliberativa se apoya en varias premisas: a) epistémica (la consecución de las decisiones más justas); b) pragmática (compromiso con los intereses públicos); c) aristocrático-antropológica (división entre ciudadanos virtuosos y los otros); d) identificación de la virtud (p. 95).

Hay un interesante apartado a continuación dedicado a las relaciones entre democracia liberal y mercado que es donde encuentro mis discrepancias con el autor que probablemente sean más de forma que de fondo y desde luego debidas a mi falta de comprensión cabal de la materia. Estas relaciones son curiosamente asimétricas. Es decir, que lejos de postular el famoso: "No hay socialismo sin democracia ni democracia sin socialismo", de Oskar Negt, Ovejero sostiene que así como el mercado necesita de la democracia, a la democracia no le conviene el mercado. Concretamente: el mercado precisa de la democracia pero tiende a socavarla y más aun en aquellas democracias que requieren mayor compromiso cívico (p. 111). Pero esto es dudoso y no se deduce de la definición ni de la realidad de ambos (democracia y mercado). La afirmación de que el mercado es incapaz de generar las normas que precisa para su supervivencia, aparte de identificar a estas normas con la democracia -que está lejos de ser el caso y también podrían identicarse con el Estado de derecho o aquella parte de la democracia menos "democrática") contradice la experiencia histórica antigua, media y moderna desde Babilonia hasta el Chile de Pinochet y la China contemporánea que prueban que el mercado es compatible con todas las formas posibles de organización política excepto, obviamente, con aquella que esté basada en una abolición expresa del mercado, que, por cierto, bien puede ser el resultado de una deliberación democrática. El razonamiento de que nadie en el mercado está interesado en la producción de bienes públicos (y la ley es el primero de ellos) ya que no hay modo de cobrar a los individuos que los consumen suena a escolástico y contradice la experiencia histórica y una de las más palpables realidades contemporáneas a través de internet. El ejemplo que pone (p. 113), que es un caso de juego bipersonal de suma no cero, variante del dilema del prisionero, en el que hay dos empresas A y B, ambas interesadas en la financión de un faro pero cada una de ellas obviamente más interesada en que sea la otra la que lo financie y cuya matriz de pagos aparece en el cuadro de la derecha solamente es válido para sostener su punto de vista en el caso de que, como en el dilema del prisionero, sólo se juegue una vez e incomunicado; si existe comunicación, como es de suponer al tratarse de una decisión que afecta a ambas empresas en un contexto de publicidad, lo más normal es que el mismo mercado genere la norma de la cooperación y maximice los beneficios de ambas empresas. Supongo, aunque puedo estar equivocado. Añade Ovejero que a la democracia no le conviene el mercado (p. 116) hasta el punto de que funcionamiento se ve erosionado por ese mercado dado que la democracia no funciona sino hay una trama de normas que el mercado no produce (p. 117) . No me parece convincente por un motivo que es doble: porque todos los órdenes políticos en cuyo seno ha vivido el mercado a lo largo de la historia han producido las normas precisas para el funcionamiento de ambos entes, orden y mercado, incluido el orden político democrático que no sería verdaderamente tal (de acuerdo con la propia teoría del autor) si no fuera autónomo y sólo fuera heterónomo. Podría admitirse (y no necesariamente) que el mercado erosione las tales normas (por ejemplo, todo mercado tratará siempre de soslayar la legislación antimopolio) pero no que éstas no puedan ser producidas por el orden político. El resto de las consideraciones sobre esta supuestamente difícil relación entre el mercado y la democracia como que las desigualdades generadas en el mercado dificultan el reconocimiento de la voluntad general (p. 118) o que el mercado hace improbable la igualdad política a través de la siempre posible compra-venta de voluntades (p. 121) me parecen variantes de la famosa correlación entre democracia y desarrollo económico (más que propiamente mercado) que ya planteara en su día Seymour M. Lipset y a la que ha contestado no solamente el comportamiento teórico de la democracia sino el práctico a través de ejemplos que no cabe soslayar como los casos de Irlanda o la India. Entiendo el punto de vista del autor cuando afirma que "una sociedad donde la distribución (se entiende, la económica) no se percibe como, en algún sentido, justa, no favorece el compromiso entre los ciudadanos", lo entiendo y me parece plausible; pero ya no me lo parece tanto que el autor concluya diciendo que "...sin éste (sin el mencionado compromiso) los derechos son papel mojado" (p. 122). Es más, me parece un non sequitur puesto que esos derechos pueden servir como cauce e instrumento para articular una protesta (voz) de los ciudadanos descontentos que, unas veces más otras menos, pueden acabar resolviendo problemas como se prueba considerando, por ejemplo, la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos en los años sesenta del siglo pasado.

La segunda parte del libro versa sobre el republicanismo, una construcción teórica o tradición política, como él la llama, por la que el autor siente mayor simpatía que por el liberalismo. El enfrentamiento entre liberalismo y republicanismo puede sintetizarse en una feliz fórmula triádica al contraponerse delegación a participación, derechos a mayorías y negociación a deliberación (p. 130). No hace falta decir que los primeros términos de los binomios son los correspondientes al liberalismo. Frente a la hipóstasis liberal de la libertad negativa el republicanismo postula la igualdad de poder, el autogobierno y la libertad como no dominación (p. 131) y se recurre de nuevo a acentuar la discrepancia entre mayorías y derechos amparados en los tribunales constitucionales que ya se trató más arriba. En varias partes de la obra Ovejero tiene la honradez de reconocer que, a veces, los puntos de vista de liberales y republcanos se entreveran (muy claramente en el caso de Rawls, al que dedica un par de capítulos), cosa que ya empieza por suceder incluso con los criterios distintivos reseñados, singularmente el de autogobierno.

La parte más señera del republicanismo es la deliberación. No puede haber en el mundo, dice el autor, ley justa ni por ende libertad, sin deliberación (p. 157). He aquí un ejemplo claro del paso del tiempo en las convicciones morales (a ejemplo de las variaciones en las científicas) desde que ya en épocas pasadas se haya venido especulando sobre la ley justa e injusta sin tomar en cuenta deliberación alguna. Trae a cuento Ovejero una interesante contraposición entre negociación (liberal) y deliberación (republicana) que abre el camino a una definición de esta última como "un procedimiento de toma de decisiones basado en una discusión pública en la que priman criterios de racionalidad e imparcialidad" (p. 163). Cuando la vena de realismo político que llevamos muchos de los que nos dedicamos a esto está a punto de sublevarse, reconoce el autor que está enunciando un tipo ideal (p. 166). Ancha es Castilla. Los valores que aduce en defensa de su tipo ideal son la autonomía, el potencial humano, la legitimidad y el consenso (pp. 167/169). Parece razonable. A la deliberación ayuda mucho la participación (un término este con una connotación orondamente positiva que habría que cuestionar con intensidad y rigor a mi modesto entender pero no necesariamente ahora) consiguiendo algunas ventajas como la corrección de los sesgos cognitivos, la disminución de la asimetría informativa y el incremento de la "producción" de virtud (pp. 177/178). Opina que la deliberación requiere la honestidad de las opiniones, cosa que se consigue (p. 179). Nada que objetar, ya que estamos en un territorio de tipos ideales.

La tercera parte de la obra es un agudo diálogo con John Rawls (en la Teoría y el Liberalismo político) que, por extraño que parezca aporta puntos de vista frescos y nuevos al tratar con el autor al que más ha manoseado la filosofía política contemporánea. Interroga al gran filósofo sobre las motivaciones de los ciudadanos desde el punto de vista liberal (motivaciones que, según Rawls, pueden ser abstractas, egoístas y comprometidas normativamente, funcionales para reproducir las condiciones de producción (p. 216) y detecta una contradicción en el autor de Teoría de la justicia entre su liberalismo y su admisión de cierto republicanismo al aceptar que sólo podemos disfrutar de la máxima libertad individual si no la anteponemos a la búsqueda del bien común (p. 223). Tras repasar la confrontación entre republicanismo y liberalismo en el tratamiento del bien público por excelencia, la libertad , sin olvidarnos de los free riders (p. 224) establece cuatro modelos de relación entre la participación y la democracia que vienen de la clasificacón de la primera parte: 1) el liberal puro; 2) el republicanismo comunitario; 3) el republicanismo autorrealizador; y 4) el republicanismo virtuoso (pp. 230/232).

La cuarta parte, dedicada a las fundamentaciones de las democracias, tiene un carácter todavía más abstracto y filosófico, como el mismo autor avisa y, de hecho, aunque el único capitulo de que consta se titula Tres miradas sobre tres democracias, no se trata de tres democracias en el sentido de realidades materiales sino de tres concepciones de la democracia. Contrapone así tres enfoques de fundamentación, que son el instrumental, el histórico y el epistémico (p. 282) que es el que él favorece. La fundamentación instrumental le parece insuficiente porque: a) relaciona tautológicamente la democracia con el valor que sirve para fundamentarla; b) debilita la fuerza de la democracia al considerar la posibilidad de su superación; c) desprovee a las decisiones políticas de calidad normativa y recala en un "relativismo incondicional que deja sin razones a las decisiones" (p. 299). Como buen partidario de la concepción instrumental de la democracia, estas objeciones no me parecen satisfactorias. Un instrumentalista honrado huiría horrorizado de toda acusación de tautología (sospechando, además que esa se encuentra en otra parte) al recordar que lo que el instrumento democracia persigue no es que se tomen unas u otras decisiones sino que se tomen decisiones a secas ya que, ciertamente, despoja a las decisiones políticas de toda "calidad normativa" e incurre gustosamente en ese "relativismo incondicional" contra el que últimamente cargan todas las fuerzas del cielo y de la tierra. La crítica que aquí enuncia Ovejero recuerda mucho a la de los comunitaristas que, entiendo, tiene rancia prosapia pero no me resulta convincente en un mundo ancho y ajeno al que no renuncio a comprender y querer en toda su abigarrada y contradictoria complejidad, aunque sea al precio de quedarme sin cuadrilla. La segunda objeción no reza en modo alguno para quienes hemos hecho del instrumento democracia puro un fin en sí mismo que nos permite relativizar alegremente todo lo demás. Somos los relativizadores quienes sospechamos de los no relativizadores (por no llamarlos esencialistas) la proclividad a encontrar algo en cuya ara pueda sacrificarse la democracia como Agamenón hizo con Ifigenia.

Ciertamente, la fundamentación de carácter histórico no es aceptable sin más y Ovejero muy atinadamente entiende que si la democracia es modo de vida, la tarea intelectualmente correcta es descriptiva (p. 304) y que los límites fundamentales de la fundamentación histórica son: 1) la historia explica, pero no justifica; 2) no hay vinculación fuerte entre democracia y moralidad; 3) la confianza en los valores no arranca de una consideración rezonada que juzga imposible, sino del cobijo afectivo y referencial que proporcionan (p. 309).

Por último, la brillante explicitación del punto de vista del autor en defensa de la superioridad de la fundamentación epistémica sobre las otras dos. La argumentación epistémica, razona, parte de la idea de que sin democracia no podríamos concebir la idea de elegir sobre la vida colectiva (p. 319). Estoy de acuerdo con esto, pero no veo cómo puede el autor evitar en esta perspectiva el defecto que señaló al comiezo de su capítulo al afirmar que para fundamentar la democracia necesitamos saber qué sea una democracia y, por lo tanto, una teoría de la democracia (p. 295) pero ¿cómo se puede tener una teoría de la democracia sin su correspondiente fundamentación? Para aclarar esta cuestión, el autor indaga por detrás (y, es de suponer, "antes") de las razones epistémicas y ahí encuentra un "núcleo compartido que equipara -las condiciones de- la democracia a la buena formación de los juicios morales" (p. 320). Es decir, no hay un "antes" ni un "después" pues son coincidentes, simultáneas, en el fondo la misma cosa: democracia y formacion de juicios morales; esto es, la deliberación, que era lo que se quería demostrar. "Sencillamente, no hay un modo independiente de determinar la voluntad general que la voluntad de todos formada desde las buenas razones" (p. 323). Si alguien empieza sentirse incómodo en este territorio rousseauniano y algo inefable que se haga cargo de que la fundamentación epistémica "hace de la democracia la gramática colectiva del ejercicio de la racionalidad práctica" (p. 324). Entiendo aquí el término gramática no metafóricamente sino en el sentido de la gramática generativa, lo que no está mal si se tiene en cuenta que seguimos sin saber qué sea la democracia como se deriva del hecho de que el autor considera inadmisibles formas de fundamentación de ésta que otros autores tienen por plausibles.

En resumen, un gran libro, minuciosa y rigurosamente argumentado de esa materia viva y palpitante que es la teoría política que otros daban por muerta hace ya años. El mejor de la materia que yo haya leído en los últimos tiempos.

dilluns, 4 de maig del 2009

Vuelve el sabelotodo .

Reaparece el señor Aznar en entrevista a Raúl del Pozo en El Mundo del domingo. Al parecer ha perpetrado otro de esos librillos que publica a veces, majestuosos compendios de bobadas y lugares comunes escritos con mucha facundia como facundo es el autor. Prometo que lo leeré y lo reseñaré. Voy camino de convertirme en aznarólogo del Reino, a ver si consigo encontrar respuesta a la pregunta que ya me hice en las elecciones de 1996: ¿cómo un hombre con tan evidentes carencias intelectuales y morales ha podido ser presidente del Gobierno español?

Las deficiencias intelectuales están a la vista y a la oída. Las morales se desprenden de su reacción en los dos acontecimientos más graves que se dieron durante su mandato: en la guerra del Irak mintió sobre las armas de destrucción masiva y mantuvo su mentira durante años hasta que en una charleta tuvo a bien reconocer la verdad, que no había tales armas de destrucción masiva, pero no admitió haber mentido. El otro gran acontecimiento de su mandato fue el de los atentados del 11-M. De nuevo la reacción de Aznar fue mentir, afirmando que era ETA la responsable de los crímenes. De esta mentira todavía no se ha retractado. Y un hombre que miente y se empecina en la mentira es un inmoral.

Pues este inmoral, presunto criminal de guerra, de facultades intelectuales francamente limitadas carga contra el Gobierno en la citada entrevista afirmando que su tiempo (el del Gobierno) debería terminar cuanto antes entre otras cosas porque, según sabemos de otras intervenciones públicas suyas, él sabe "cómo salir de la crisis". Lo típico de los que don Pío Baroja llamaba "tontos ordinarios" es que carezcan de mesura. Se nota ¿verdad? Porque al señor Rodríguez Zapatero lo eligió la gente encabezando la lista del PSOE para cuatro años. ¿Quién es él para decirle que se vaya antes?

(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).

Fantasmas del pasado.

Otro que retorna y no vencedor. Después de su temporadita a la sombra el señor Arnaldo Otegi vuelve como si no hubiera pasado nada y, con su habitual desparpajo, responde el ministro español del Interior (que había dicho que la opción de ETA es que "lo deja o lo deja") devolviéndole el tropo al afirmar que la solución al conflicto en el País Vasco es "negociación o negociación" y sosteniendo que habrá una negociación. Una de las características más típicas de la enajenación mental es la crasa ignorancia de la realidad. Ya hubo una negociación; ya se la cargaron a bombazos le amigos del señor Otegi; ya dijeron los gobernantes españoles que no volvería a haber negociación. ¿De dónde saca el señor Otegi que la habrá a pesar de todo? Sólo se me ocurren dos posibilidades: la ya citada enajenación mental o bien la chulería habitual y el matonismo de los proetarras que, amparados en las pistolas, piensan que los términos de la realidad los dictan ellos y si su dictado no coincide con la realidad, peor para ésta y para quienes tengan el estúpido prurito de atenerse a ella.

En el País Vasco tendrá que haber una negociación porque lo dice el señor Otegi, lo confirman los amigos del señor Otegi y lo garantizan los de las pistolas, mentores espirituales de todos ellos. Es el viejo estilo de amedrentamiento e imposición por trágala a que estaba acostumbrado el nacionalismo radical hace unos años, cuando mantenía impunemente su doble juego de estar en las instituciones y colaborar con los pistoleros. Ahora el intento es similar pero las circunstancias han cambiado mucho. Según parece hay en Batasuna un debate entre los partidarios de dejar las armas (o que ETA deje las armas, que es lo mismo) y los de la violencia. Antes ya sólo esta noticia provocaba todo tipo de comentarios y análisis para averiguar cuál sería su alcance. Hoy no interesa a nadie.

Porque esto se ha acabado. A nadie importa ya si Batasuna sobrevive o no. Además, no es verosímil que haya un Gobierno español, del partido que sea, que vuelva a abrir negociaciones. En el País Vasco sólo habrá una negociación después de que ETA haya dejado las armas de forma fidedigna y comprobable. Entre tanto, nada de nada y el señor Otegi ya sabe que puede volver a la cárcel en cuanto dé motivos para ello... y en Euskadi no pasa nada..

La imagen es una foto de ukberri.net, bajo licencia de Creative Commons).


diumenge, 3 de maig del 2009

Socorridos GAL.

Decía ayer Palinuro en su entrada titulada Vuelven los GAL que la señora Aguilar debía prepararse porque se le iban a echar encima sus antiguos camaradas a despellejarla y que lo menos que le dirían sería que pagaba un peaje en el PSOE con sus declaraciones sobre Felipe González. Palinuro se quedó corto: ¡qué frente de diatribas e improperios empezando, desde luego, por el del peaje! ¡Qué mal reaccionan las colectividades que se sienten como todos o sistemas complejos cuando uno de sus miembros se separa, se independiza, se autorregula, se va! Y estos son los que a su vez aleccionan a los demás sobre su respeto a la autodeterminación de todo quisque.

No han dejado hueso sano a la doña. Y el grado de frustración y rencor se echa de ver en que casi todos han reaccionado como Cayo Lara el primer día, como la zorra de la fábula que, no pudiendo pillar las uvas concluye que están verdes. No pudiendo frenar la fuga de la señora Aguilar resulta que todos estaban deseándola y va a hacer más bien que mal y permitirá que lleguen mil claveles...y "florezcan cien escuelas ideológicas".

Parte de esta batahola ha consistido en sacar de nuevo en procesión la mojama del GAL con la interpretación canónica que se sentó desde la línea de propaganda de El Mundo y que tanto ha calado en la sociedad donde la repiten todos como papagayos: el GAL fue cosa del PSOE, como ha quedado definitivamente fijado por sentencia del Tribunal Supremo y ¿cómo iba el PSOE a hacer algo así sin que se enterara el baranda máximo? Mr. X es Felipe González. Pte., recuérdese.

Por delante mi opinión de que este largar el pensamiento único sobre los GAL lo que pretende, en el fondo, es ocultar los casi catorce años de Gobierno socialista en España, borrar su recuerdo y dejarlos reducidos a la corrupción y el terrorismo de Estado. Construir una memoria de las legislaturas socialistas que se agote en corrupción y terrorismo de Estado y escamotee lo demás. En eso están muy interesadas la derecha e Izquierda Unida porque así se nota menos que, en esos casi quince años, las dos no hicieron otra cosa que hablar. En concreto IU se los pasó hablando de ser la izquierda "transformadora" pero no haciendo nada.

Porque quien transformó el país en esos años fue el PSOE, el primer gobierno socialista de la historia de España, el que consolidó la democracia, desmontando para siempre el peligro de las intentonas cuarteleras gracias a la reforma militar; el que puso a España de nuevo en el mapa del mundo después de casi cincuenta años de ausencia y nos integró en la OTAN (el comienzo fue de Leopoldo Calvo-Sotelo) y en la Unión Europea. Lo de la OTAN lo vivió muy mal la izquierda "transformadora"; tanto que IU surge precisamente de la plataforma Anti-OTAN que, innecesario decirlo, no se salió con la suya. También fue el Gobierno que promulgó la primera ley del aborto en la historia de España. A la vista de la que está organizando hoy la Iglesia con el proyecto actual de ampliación, podrá calibrarse cómo se puso la pía institución con la ley originaria. El Gobierno se enfrentó por primera vez con la Iglesia por la educación y si ahora nos parece que no fue muy lejos, no se pueder negar que se empezó y que hoy, tras cinco años de gobierno socialista, no estamos mucho más allá. Aquel gobierno universalizó la educación y la Seguridad Social y desarrolló el Estado del bienestar. También se quedó corto en esto pero no puede negarse que lo hizo. Igual que generalizó y racionalizó la organización y financiación de las Comunidades Autónomas. Tuvo que hacer frente a una reconversión industrial salvaje con enormes tensiones sociales que le costaron la primera huelga general, pero también es el gobierno que promulgó la ley de pensiones, la de las contributivas y las no contributivas, etc.

No sigo por no aburrir pero se ve lo que digo: esas vestiduras desgarradas y esos alaridos monocordamente escandalizados pretenden sepultar tan fecunda tarea de la izquierda bajo la mierda de la corrupción y el terrorismo de Estado.

No tengo mucho que decir sobre la corrupción: los socialistas llevaban diez años en el poder, relajaron los controles y se les vino encima media docena de sinvergüenzas que hicieron trizas la tradición de honradez del partido de Pablo Iglesias. Eso es innegable. Lo que no es de recibo es generalizar como entonces se hizo asegurando que, pues había corruptos en los círculos del poder, todos los socialistas eran uno ladrones.

Como tampoco es de recibo que, pues hubo unos casos de terrorismo de Estado, la consecuencia sea que el Gobierno socialista era un gobierno de terroristas de Estado. Y ya que estamos en esto del terrorismo de Estado, los GAL, voy a exponer por enésima vez mi punto de vista: que hubo terrorismo de Estado también es innegable; y también lo es que es todo muy oscuro en el tratamiento judicial de la cuestión. Ya el comienzo fue extraño: inició procedimiento el juez Garzón con los famosos policías Amedo y Domínguez pero lo paralizó para ir en las listas del PSOE segundo por Madrid detrás de Felipe en las elecciones de 1993. El procedimiento quedó congelado mientras el señor Garzón sufría revés tras revés en el seno del PSOE en donde no le nombraron lo que quería con lo que a mitad de legislatura, dio un portazo, se fue e inmediatamente reabrió el procedimiento paralizado entre los aplausos unánimes de los medios de la derecha que, como siempre, abarcan periódicos, dominicales, empresas de cine, emisoras de radio, y que estuvieron batiendo el cobre sin parar hasta que el asunto se vio en el Tribunal Supremo. El medio que encabezó la campaña fue El Mundo, cuyo director había jaleado la guerra sucia en el País Vasco cuando lo era de Diario 16. Por último recayó sentencia firme que, cuando menos yo, acato plenamente pero no comparto en modo alguno pues me parece injusta ya que condena al señor Barrionuevo con una prueba basada en la interpretación subjetiva que los magistrados hicieron de un ¡careo entre el ex-ministro y un supuesto cómplice! Hasta ahí la historia judicial. Se comprenderá que resulte de risa el intento de atribuir al señor González la condición de Mr. X basado en la consideración de que era imposible que algo que estaba haciendo el señor Vera, Secretario de Estado, no podía ser ignorado por el presidente del Gobierno.

En todo caso está claro que el hecho de que los dos protagonistas de la pinza de entonces, IU y el PP, vuelvan a exhibir los GAL trata de ocultar el balance positivo del gobierno socialista desde 1982 a 1996. En esos años, la alianza IU y el PP nos trajo finalmente el gobierno de los ochos años del PP en el cual el país se vio envuelto en una guerra en el Irak. Y mientras el PSOE transformaba a España hasta el punto de que no la reconocería ni la madre que la parió, como dijo el señor Guerra (primera dimisión forzada por un asunto de corruptelas), IU, la llamada izquierda "transformadora", no transformaba nada.

Hace bien la señora Aguilar en pensar en pedir perdón a González por la infamia de hacerlo responsable de los GAL. Eso fue una canallada que montaron los que, según reconocieron ellos mismos, no conseguían ganarle las elecciones y trataban de echarlo como fuera con la inapreciable ayuda del señor Anguita. Habiéndose producido Il sorpasso el político cordobés ya se veía al frente de ciento cincuenta o doscientos diputados de la "verdadera" izquierda que por fin podría transformar algo gracias a su "programa, programa, programa". El programa ahí sigue; IU tiene dos diputados; el señor González no es Mr. X, igual que el PSOE no es el partido de los GAL sino un partido socialdemócrata, reformista y progresista que ha gobernado durante diecinueve de los treinta y un años de democracia en España por voluntad de diez y once millones de electores.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Malos datos.

Igual que el Publiscopio de hace unos días, la encuesta de Metroscopia para El País de ayer vaticina un triunfo del PP si hubiera hoy elecciones. La ventaja sigue siendo muy baja, de 1,2 puntos porcentuales. Ello quiere decir que la crisis está pasando factura al Gobierno pero la oposición, lastrada por los escandalazos de corrupción, no sale mejor parada.

Da la impresión de que, si no hay cambio de tendencia, el Gobierno perderá las elecciones al Parlamento europeo. Puesto que el PP, aunque ganador, también apunta a la baja, ¿quizá debamos esperar un aumento del voto a otras formaciones nacionalistas (incluida la nacionalista-española UPyD) o de la izquierda más a la izquierda del PSOE? Estas últimas se presentan en una situación de fragmentación, casi atomización que no augura nada bueno para sus resultados electorales pero si uno lee sus encendidas proclamas se hace patente una actitud de voluntarismo infantil con una fantasia de omnipotencia discursiva que mueve a risa: todas las demás candidaturas son de burgueses o de antiguos izquierdistas vergonzosamente vendidos al enemigo de clase que tiene a la "verdadera" izquierda en estado de sublevación permanente.

En el terreno de las realidades electorales, los malos augurios del Gobierno, descontado el efecto crisis se originan, entiendo, a la vista de qué bajo puntúa el electorado a los ministros que no los conoce ni dios. ¿No habíamos quedado en que habría un cambio de ritmo? Me niego a creer que el cambio de ritmo sea que los ministros están tomándose ahora las vacaciones de Semana Santa a las que hubieron de renunciar para mostrar qué duro trabajan los ministros. Pero ahora están desaparecidos. No solamente no están en dónde debían estar sino que, además, nadie los ha visto ni parece que tengan gran cosa que proponer. Hasta ahora lo único que hemos sabido es que esa inenarrable ministra de la Vivienda, Beatriz Corredor, ha metido trescientos millones de euros en los bolsillos de los construtores para comprar suelo sobre el que construir VPOs. Como todo el mundo sabe, con un stock de un millón de pisos por vender, lo que España necesita es... más pisos.

(La imagen es una foto de guillaumepaumier, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 2 de maig del 2009

Los misterios de Madrid.

Madrid, la ciudad del "¡No pasarán!", la que resistió heroicamente los bombardeos fascistas durante dos años y medio en la guerra civil; Madrid, origen de la revuelta contra el francés; foco de la resistencia al franquismo, lleva decenios bajo gobiernos de la derecha del PP, libremente votados por los madrileños con mayorías absolutas. Y no gobiernos de una derecha más o menos potable, como la que representa el señor Basagoiti en el País Vasco, sino de corte de los milagros y astracanada, al estilo de doña Esperanza Aguirre, epítome de la verdulería aristocrática, modelo de chulería neoliberal, quintaesencia de la estulta pillería, referente universal del desparpajo gazmoño, meapilas avanzada, demagoga refitolera. La derecha madrileña no se molesta en simular modernidad, apertura de miras, afán de servicio público y preocupación por el bien común. En el caso del Ayuntamiento va a una política del espectáculo faraónico con vistas a ligar la capitalidad de los próximos juegos olímpicos, que es lo único que importa al consistorio y para conseguir lo cual está dispuesto a hacer lo que sea, incurrir en gastos suntuarios y subir en un ciento por ciento el impuesto de circulación de vehículos. En el de la Comunidad prima una política de expolio de lo público a base de privatizarlo todo en beneficio de los allegados y amigos; todo menos la televisión, claro, que es un medio de adoctrinamiento y propaganda a favor de la presidenta de la Comunidad. La única diferencia entre esta piratería institucional y la de los siglos XVII y XVIII es que ahora son los propios piratas quienes expiden las patentes de corso desde las instituciones.

¿Cómo es posible que Madrid sea el baluarte de una derecha retrógrada y agresiva, habitualmente enfrentada al Gobierno socialista del Estado incluso en el ámbito legislativo y boicoteando sus medidas? Una encuesta de Metroscopia para El País predice que, de celebrarse hoy elecciones, el PP lograría la mayoría absoluta de nuevo y ello pese a los escándalos que han caracterizado al gobierno de la señora Aguirre, desde el Tamayazo (por el que dos diputados sociatas cambiaron su voto y dieron la presidencia a doña Esperanza, presuntamente por dinero) hasta los espionajes de unos consejeros a otros y la implicación de la estructura del PP de Madrid en el caso Gürtel que es como decir corrupción a lo largo de toda la cadena del mando.

Viendo cómo mis paisanos, que son lo que el alcalde Pedro Castro llama tontos de los cojones, votan gobiernos de expolio de lo público, de manejo rumboso con los dineros de todos, me pregunto si es que los madrileños somos genética, constitutivamente reaccionarios o hay algún otro factor explicativo. ¿Es cosa de la naturaleza o de la cultura? ¿Tiene Madrid más de tres millones de ricos que voten a esta acaudalada señora para que esquilme los recursos colectivos y empobrezca a todo el mundo menos, según parece, a sus amigos o a los parientes de sus consejeros? Desde luego que no pero sí es cierto que presenta una peculiar composición demográfica: es, sobre todo, una ciudad de funcionarios. Ya lo era antes de Galdós, que la retrató, y sigue siéndolo al día de hoy cuando aquí se concentra toda la administración del Estado más la de la Comunidad Autónoma y los ayuntamientos, algunos de los cuales son como la famosa cueva de Alí Babá. Puede ser el famoso "poblachón manchego" que decía no estoy seguro de si Ortega, Azorín o algún otro, pero repleto de empleados públicos, entre los que domina una personalidad autoritaria de ordeno y mando desde el subsecretario hasta el último conserje.

Ocurre además a la administración como a los ejércitos de antaño: que tras ellos arrastraban una nutrida recua de putas, chulos, charlatanes, trujimanes, conseguidores, oficios varios. Si recordamos que Madrid, además de villa es corte y que a la anterior amalgama ha de añadirse la piña de aristócratas, rentistas, curas, monjas, otros parásitos, matones, petimetres, zahoríes, charlatanes, militares y mangantes ya tenemos el abigarrado foro capitalino que vota a la derecha como un solo hombre (o mujer). Ahora bien, eso sólo no justifica que Madrid sea un baluarte de la derecha. Hay algo más porque hubo un tiempo en que en la Capital gobernaba la izquierda, con el señor Tierno Galván en el Ayuntamiento y el señor Leguina en la Comunidad. ¿Qué ha podido pasar desde entonces para que la izquierda parezca condenada a ser un partido segundón frente al siempre potente PP?

Entre otras cosas, que el PSOE ha venido presentando como candidatos al Ayuntamiento y a la Comunidad a auténticas nulidades, gentes muy creídas y poseídas de su importancia pero que tenían tantas posibilidades de ser electas como el pato Donald. Y esto no es invención alguna. En la Comunidad de Madrid los candidatos del PSOE han sido gentes sin relieve ni personalidad, excrecencias del aparato partidista y normalmente pringados en los tejemanejes de influencias y cortijos ideológicos más o menos corruptos. El último que se presentó frente al ciclón Aguirre fue el señor Simancas, sin duda muy honrado y buen chico, muy bien considerado en su partido y bien situado en él, sobre todo económicamente, pero incapaz de parir una idea o de dar muestra alguna de personalidad y experto tan sólo en trapisondas internas de la organización. En el Ayuntamiento, despúes de la muerte de don Enrique Tierno, el PSOE presentó varias veces, con contumacia, a don Juan Barranco, cuyo atractivo electoral es como el de un banco del Retiro. Después del señor Barranco vino algún otro candidato (o candidata) cuyo nombre no fue conocido ni durante la campaña electoral, para terminar con la propuesta del asesor del señor Rodríguez Zapatero, don Miguel Sebastián, en las últimas penosas elecciones. Éste no conoce Madrid y mucho menos su complejísimo Ayuntamiento, pero aceptó alegremente la oferta del jefe cuyo desprecio por los madrileños puede verse en esta unción de un valido que no duró ni un asalto al peso pesado de Ruiz Gallardón. Como premio de consolación, el presidente del Gobierno nombró ministro de Industria al audaz inepto que continúa dando amplias muestras de su no saber hacer en su nuevo puesto.

Con esos adversarios, ¿cómo no va a ganar las elecciones el PP? Y para las próximas locales y autonómicas la cosa pinta igual. En la amorfa oposición municipal no parece haber nadie que pueda ser alcalde, con lo cual pretenderán improvisarlo en el último mes, cabreando más a los madrileños que se sienten menospreciados y nombrando por fin a algún honrado compañero (o compañera) de la agrupación de Móstoles, Parla o Lozoyuela, a quien revolcará el candidato del PP muy a su sabor. En la Comunidad, para desgracia del progresismo capitalino, ya tenemos de candidato sociata a don Tomás Gómez, un muy votado como alcalde en su pueblo, a quien la alcaldía se ha subido a la cabeza y parece absolutamente dispuesto a hacer realidad el principio de Peter de que cada cual alcanza el nivel de su máxima incompetencia.

En esta situación de tranquilo descuido para la derecha que gobierna en los dos niveles con mayoría absoluta y sin verse apremiada por la oposición, los jefes conservadores se atreven a amagar cambios y reformas que ponen los pelos de punta. Según leo en Público, el alcalde planea ceder a Ana Botella la Alcaldía de Madrid. Magnífica jugada por la que la Villa pasaría a estar gobernada por un duunmulierato, que es muy progre y mola mazo. Una meapilas liberal y una legionaria de Cristo más currutaca y cursi que un repollo con lazo. Claro que los candidatos de la izquierda serán peores; de uno, el de la Comunidad, ya lo sabemos; a ver con qué nos soprenden en el Ayuntamiento. Ojalá fueran Pedro Zerolo o Beatriz Gimeno (que no sé si es del PSOE), pero no será así. ¡Podrían ganar las elecciones!


(La imagen es una foto de Pulsarín, bajo licencia de Creative Commons).

Censurar al Papa.

A iniciativa dels Verts/Iniciativa per Catalunya e IU, el Congreso de los Diputados debatirá esta semana si reprueba o no al Papa por sus desatinos sobre el condón en el África.

- Pero, ¿cómo? -Salta Monseñor Cañizares desde una clínica de Roma en donde lo están tratando de una tromboflebitis que debe de haber pillado en algún vuelo y a quien el Congreso de los Diputados le parece el patio de un colegio-. ¿Cómo? Si el Parlamento recusa al Papa, estará recusando a España.

Toma ya prudencia, respeto al legislador, sentido de Estado y sentido común. Los que llevan veinte siglos condenando, censurando, anatematizando (y quemando en la hoguera) se molestan porque alguien, en nombre de la salud pública en los países más pobres del mundo, pida que se censuren las palabras de SS condenando el condón y asegurando que no sólo no remedia la enfermedad sino que la fortalece.

La muy católica Bélgica ya ha reprobado las palabras de este ignaro provocador. Pero no las tengo todas conmigo en que también lo haga España y al final el PSOE no se doblegue. Al pío señor Bono la condena puede producirle otra tromboflebitis como prolongación de la de Monseñor Cañizares, al modo en que las llagas de San Francisco lo eran de las del Señor.


(La imagen es una foto de Mr. Heston , bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 1 de maig del 2009

Vuelven los GAL.

¡Uy, lo que ha dicho doña Rosa Aguilar! Que pedirá "disculpas a Felipe González por relacionarle con los GAL". Realmente esta mujer tiene agallas o está pidiendo que la crucifiquen. Me extraña que la tropa de demagogos, embusteros y gente sin escrúpulos que en los años de la conspiración pretendieron enredar a González en el sucio asunto de los GAL no haya salido aún al degüello de la cordobesa. Seguramente están tan atónitos por su osadía que les faltará el habla. Pues que se prepare la doña porque lo menos que van a decirle es que eso de exonerar a Mr. X del terrorismo de Estado es el peaje que cobra el PSOE por admitir en su próvido seno a los prófugos de IU.

No hace falta que diga que, a mis ojos, la señora Aguilar ha ganado muchísimo porque siempre he sostenido que aquel atropello fue un montaje urdido entre gente como la arriba mencionada con delincuentes de toda laya al que prestó su interesado apoyo IU entonces de la mano del señor Anguita. Añadiré que nunca he sabido si al señor Anguita lo movía más su mezcla de odio y envidia hacia González que sus discursos de maestro ciruelo sobre el marxismo leninismo. Pero el asunto de los GAL -del que sigo sosteniendo que se desfiguró para utilizarlo con éxito en contra del Gobierno de entonces- fue el pivote sobre el que funcionó la famosa pinza entre el PP e IU que finalmente se coronó con el notable éxito de ocho años de gobierno de la derecha. Y en aquella pomada estaba doña Rosa Aguilar, tan látigo de "terroristas de Estado" como su jefe, acusando a González de "tener las manos manchadas de sangre con los GAL". Por eso sus palabras de hoy me parecen emocionantes y la felicito por ellas de todo corazón. Son éstas:

Probablemente entonces no era consciente de la trascendencia que tenía. El día que pueda, después de la experiencia que he acumulado, le pediré disculpas y perdón a Felipe González. Nunca pensé que aquello tuviera tanta trascendencia. Trascendencia que luego he valorado en términos humanos. A veces hacemos daño innecesariamente en la política. Hace ya mucho tiempo que me di cuenta de que a veces lo que en la política puede ser un titular de gran dimensión causa daño a un ser humano. El día que tenga oportunidad lo comentaré personalmente con Felipe González y le pediré disculpas.

Nada, doña Rosa, bienvenida a un club que todavía hoy, casi quince años después, cuenta con muy pocos miembros. Poquísimos, se lo aseguro. Muchos menos de los queVd. imagina. No sé si llegaremos a la docena. En todo caso mi concepto sobre Vd. ha subido mucho porque estoy seguro de que ha pronunciado Vd. esas palabras por pura necesidad de alivio de conciencia y no con fin utilitario alguno.

Porque supongo que, al hacerlo sabe -si no lo sabe es Vd. una ingenua sin remedio- que está echándose encima a la jauría de granujas que, tras jalear a los GAL, GOL, GUL y cualquier forma de guerra sucia contra ETA, se convirtieron luego de la noche a la mañana en exquisitos defensores del Estado de derecho sólo porque en ello vieron la posibilidad de derribar al gobierno de la izquierda. Manipulando, por supuesto.

Lo que no sé si sabe, ni siquiera sé si se lo espera, es que entre sus nuevos amigos se ha ganado un buen puñado de enemigos: todos aquellos que en nombre de los inmarcesibles principios socialistas se sumaron al carro de la infamia de verter la mierda de los GAL sobre su propio Gobierno y llenaron las ondas y las páginas de los periódicos de escandalizadas críticas y aquellos otros, muchos más, que estando moralmente obligados a defender lo que tenían que defender, si no por convicción (que no cabe pedir peras al olmo) cuando menos por gratitud, callaron como piedras por ver si escampaba el temporal, no los afectaba y volvían a disfrutar de sus canonjías. Como siguen haciendo hoy, prestando su valiente apoyo a un Gobierno que no lo necesita, por si cae algún nombramiento.

Sí, doña Rosa, ha coronado Vd. su acto de transfuguismo con una declaración suicida y van a despellejarla.

Pero ha ganado Vd. un amigo en Palinuro.

Enrocamiento.

Mal negocio el que ha hecho el PP permitiendo que dos personas tan señaladas como Francisco Camps y Luis Bárcenas sigan en sus cargos porque representan munición para los ataques del adversario sobre la trama de corrupción y, además, no tienen razones que justifiquen su comportamiento cuando en otros casos de cargos y/o militantes bajo sospecha ha actuado de modo contundente. Precisamente esa irritante diferencia de trato ante el comportamiento de personas presuntamente implicadas en ilegalidades, lejos de clarificar la situación la está complicando mucho.

En el Parlamento valenciano, preguntado por quinta vez acerca de los comprometedores asuntos, algunos con una innegable vis cómica, en los que se ve mezclado, el señor Camps se limita a decir que las acusaciones son falsas y un montaje y que él arde en deseos de explicarlo todo donde corresponda. Un buen sitio sería el Parlamento valenciano, sin perjuicio de las aclaraciones que este singular y escurridizo personaje tiene pendientes en sede judicial.

A medida que pasan los días y van conociéndose nuevos elementos incriminatorios de las personas imputadas por Garzón, la situación de éstas se hace más insostenible. Y en nada ayuda la conocida doble o triple moral del partido que toma represalias con unos pero deja a otros en paz, pide que se respete la presunción de inocencia y respalda por entero a los imputados. Además de estar descalificada esta actitud a causa de la doble moral citada, es un error porque cada vez que se conozca algo nuevo sobre los imputados, será noticia de primera de todos los medios lo que quiere decir que el PP está hipotecando el resultado electoral.

Es tan inexplicable y suicida esta actitud del partido que suscita la idea de si es que el señor Rajoy y sus asesores tienen miedo a su tesorero por lo que éste pueda largar.

(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).