diumenge, 22 de febrer del 2009

El partido de la porra y la ley de Lynch.

La experiencia histórica y el sentido común advierten de que en épocas de crisis y turbulencias, cuando la gente lo pasa mal, hay paro, inseguridad, miseria, incertidumbre sobre el futuro, aumento de la delincuencia, etc., es cuando asoman las tendencias autoritarias, la intransigencia, el nacionalismo excluyente, el racismo, la xenofobia, en fin, los peores vicios de la convivencia. Las opciones políticas, sobre todo las radicales de la derecha y la izquierda, extreman sus posiciones y proponen medidas simples, unilaterales, basadas en la fuerza y el ordeno y mando. Y la gente, aparte de inclinarse algo más por las opciones políticas radicales, tiene tendencia a reclamar también soluciones drásticas, mano dura, cuando no a tomarse la justicia por su cuenta. En esta época de crisis económica generalizada, tales derivas resultan más y más visibles.

Hace un par de días, el Gobierno del señor Berlusconi -vanguardia del proceso de fascistización europeo- aprobó por decreto-ley la creación de grupos de ciudadanos de vigilancia nocturna en la vía pública, las llamadas "rondas" o patrullas que, criticadas en un principio por el Vaticano, recibieron ayer sin embargo pleno respaldo de la Santa Sede, faltaría más. De momento estas "rondas" (Berlusconi dice que no son tales, sino asociaciones de excarabinieri y expolicías al servicio del prefecto, o sea una especie de nuevo somatén) están desarmadas, pero eso no quiere decir en modo alguno que no tengan efecto intimidatorio. En un par de meses, probablemente, veremos si esta especie de somatén sigue desarmado o es ya un "somatén armado", como el de Franco.

En este clima de creciente autoritarismo y radicalización es donde adquiere todo su significado la actitud bronca, agresiva y amenazadora del PP (que actúa ya como el Partido de la Porra) contra jueces, magistrados, fiscales y policías. Es obvio que lo que se pretende con ello es desviar la atención de los procedimientos judiciales sobre las tramas de corrupción y espionaje que están minando al partido conservador. En consecuencia es tanto más de celebrar que el presidente del Gobierno haya salido al paso de esa actitud afirmando que su Gobierno no tolerará que se intimide a jueces, fiscales y policías. Es muy bueno porque estos funcionarios tienen que tener el respaldo oficial para hacer su trabajo con eficacia. También tendrían que tener el de la oposición, pero está visto que eso es imposible en el caso del PP, más interesado en ocultar sus escándalos atacando a los jueces y fiscales que en coadyuvar a que se haga justicia.

En cuanto a la gente normal, algo parecido. Ayer hubo una manifestación en Madrid en apoyo de la familia de Marta del Castillo y de su petición de que se endurezcan las penas para los delitos de asesinato en ciertas circunstancias y que se imponga la prisión de por vida. Está claro que la familia de Marta del Castillo merece todo el apoyo, el cariño y la comprensión de sus conciudadanos y estoy seguro de que los tienen. Pero de ahí a convertir en ley su comprensiblemente irritada reacción por el presunto asesinato de su hija media un abismo. Las víctimas deben tener el reconocimiento de la comunidad pero su condición no les otorga la de legisladores; no más que a cualquier otro ciudadano. Cualquiera comprende que las víctimas tiendan a ver el mundo en términos de venganza, pero lo venganza ni la ley del Talión son fundamento del derecho penal de los países civilizados. Tengo entendido que hoy o mañana el señor Rodríguez Zapatero recibe a los padres de Marta del Castillo. Es de esperar que les trasmita su solidaridad y comprensión y les prometa (y cumpla su promesa) de poner el máximo empeño en el esclarecimiento de los hechos y en que sobre los culpables caiga todo el peso de la ley. Pero nada más.

La petición de prisión perpetua no es compatible con la Constitución española que en su artículo 25, 2 dice que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados". Esta petición tampoco es susceptible de informar una posible iniciativa legislativa popular ya que afecta a leyes órganicas que están expresamente excluidas de dicha iniciativa (art. 87, 3). Pero aunque no existieran estas salvaguardias legales, la razón aconseja no dictar normas penales en el calor de la indignación del momento... porque ese es el camino más seguro de acabar estableciendo la ley de Lynch.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons)

Peregrino de la memoria (XLIV).

Viaje al pasado.

(Viene de una entrada anterior de Peregrino de la memoria (XLIII), titulada Tiempos oscuros).

En espera del regreso de Beatriz, Esteban cambia la silla de la mesa por un sillón que hay en un extremo del comedor enfrente del televisor, felizmente apagado, y dice:

- Tengo muchos recuerdos de mi abuela.

- Empezando, supongo, por el de que no quería que le llamasen abuela.

- No. Nos obligaba a llamarla por su nombre de pila, Pilar, pero aun así, era nuestra abuela y nos lo pasábamos muy bien con ella. Nos enseñaba manualidades. Hay que ver la de cosas que sabía hacer.

- Sí, ¿verdad? Tocaba el piano, cantaba muy bien, tallaba y esculpía pasablemente.

- A mí me enseñó a hacer figuras con papier maché que me vienen de miedo con mis hijos ahora. Y nos contaba historias. Las que más me gustaban eran las de cuando ella era niña en Galicia y las de la guerra.

Y tanto. La República y la guerra habían cogido a mi madre en sus diecitantos y veintipocos años, en el bachillerato y la Universidad. Le gustaba mucho recordar aquellos tiempos que había vivido muy intensamente. Hija de una familia rica, casada dentro de su clase social con un catedrático de biología, el vendaval de la República se llevó por delante su matrimonio y sus últimos reparos de clase: siempre había sido de izquierda pero con la guerra se radicalizó, se divorció y se junto con quien sería mi padre, un comisario del 5º Regimiento. En alguna ocasión me dijo que aquellos habían sido los años más felices de su vida.

- Pero también nos contaba historias que se inventaba. De piratas, de descubridores de tesoros, de leyendas medievales.

Todo eso lo sabía yo muy bien. Como era una mujer muy culta, tenía un gran repertorio y me constaba que disfrutó mucho refrescándolo con sus nietos.

- Se sabía las novelas de Zane Grey.

- Pero las que más le gustaron siempre fueron las de Fenimore Cooper, por quien tenía veneración, heredada de su abuelo, vuestro tatarabuelo, a quien ella quería mucho y las del más moderno Jack London.

Para mí Colmillo blanco fue siempre tan familiar como el Pato Donald. y me sabía de memoria la historia de El último mohicano, casi a la par con Los hijos del capitán Grant, de Verne que también era una pasión suya de cuando niña. Nos quedamos los dos en silencio un instante, probablemente reviviendo nuestros respectivos recuerdos, entre los que hay un décalage de treinta y tantos años. Esteban suspira y añade:

- Pero de todo lo que aprendí de ella lo que siempre tendré presente será su sentido de la integridad y la rectitud moral. ¿Sabes? Siempre pensé que tenía algo de puritana, lo que era curioso pues, al tratarse de una persona de opiniones tan avanzadas, quebraba ese prejuicio habitual de que quien rompe con los cánones morales tradicionales tiene una moral, digamos laxa. Y no era el caso; no era el caso en absoluto.

Por fin regresa Beatriz, se acomoda en otro sillón, se me queda mirando unos segundos y dice:

- ¿Qué pasó entonces?

- ¡Ah, sí! Pues que lo primero que me dijeron al ingresar en el PC allá por los años sesenta fue la historia esa de mi madre, figúrate tú.

- Pero lo que no entiendo... ¿Y tú seguiste en ese partido de mierda?

- Ya sé que es difícil de entender con la mentalidad de ahora. Fue mi madre la que me animó a ingresar y, cuando hablé con ella sobre el infundio me dijo que lo sabía y que no hiciera caso, que eran viejas historias, murmuraciones de gentuza; jamás creyó que fueran otra cosa. Lo que no quiere decir que no la afectaran y mucho. Precisamente por esa fibra moral de la que hablas, Esteban, que era muy fuerte en ella. Pero, al mismo tiempo creía que la militancia comunista estaba por encima de esas cosas.

- Pero -pregunta Esteban retóricamente porque sabe la respuesta- tu madre no era comunista, ¿verdad?

- No; eso es lo gracioso. Se había casado con un comunista, mi padre, pero ella no lo era. Como buena intelectual influida por el existencialismo y la obra de Sartre, que había devorado y al que seguía, estaba convencida de la superioridad moral de los comunistas y de que los burgueses, en cierto modo, no estaban a su altura, debían apoyarlos en todo porque eran la vanguardia, etc, etc, pero no militar directamente porque tenían, por así decirlo, vicios de clase y darían mal resultado. El proletariado era el futuro; la burguesía, el pasado. Los burgueses podemos ayudar al advenimiento del futuro pero estamos irremisiblemente condenados al pasado. Ella modelaba su comportamiento sobre el ejemplo de Simone de Beauvoir, a quien llamaba "doña Simona". Teníais que escuchar cómo hablaba de los obreros en su círculo de amistades, todos intelectuales como ella. Los obreros tenían la conciencia de clase, una especie de sabiduría infusa que les hacía ver con claridad en los más intrincados problemas sociales y políticos donde los burgueses se perdían sin remedio en sus prejuicios de clase.

- Y sin embargo fueron esos obreros los que la hicieron objeto de ese infundio.

- No sabes hasta qué punto aciertas. Uno de ellos, un imbécil a quien llamaban "el albañil" porque lo era y que fue el que años después se lo trasmitió al tal Lizcano que lo reprodujo en su libro sin contrastar nada.

- Pero ¿por qué? -pregunta Beatriz.

- En aquellos años la clandestinidad era muy dura, las caídas constantes y la confusión, en buena medida propagada por los agentes franquistas, grande. Mi madre era una mujer muy guapa. Cuando vosotros la conocísteis ya era mayor...

- Aun así, era muy guapa -dice Beatriz-, menuda planta tenía. Mucho mejor que sus hijos y nietos, desde luego.

- Bueno, yo he salido a mi padre, que tampoco era feo... En fin, una mujer guapa, de izquierda, intelectual, emancipada... blanco evidente para las insidias de la policía franquista. Si había una caída de militantes era más destructivo de la moral comunista decir que una mujer tenía un lío con un policía que reconocer que alguien a quien habían inflado a hostias había cantado. Ya se sabía: para la mentalidad de la época, las comunistas y compañeras de viaje, todas putas, sobre todo si eran guapas y cultas. Y no hace falta que os diga que esa mentalidad la compartían los comunistas.

- ¿Qué quieres decir?- vuelve a preguntar Beatriz, - ¿cómo...?

- Muy sencillo: que los comunistas españoles eran comunistas pero, más que nada, españoles y su idea de las mujeres era más coincidente con la de los policías franquistas que con la tuya, por ejemplo. Alguno de ellos que a lo mejor pensó que tenía alguna posibilidad con mi madre. viéndose rechazado, se encalabrinó y dio pábulo al infundio de la policía. Las calumnias se fabrican así. El albañil ese, sin ir más lejos...

- ¿Estás seguro?

- Me lo dijo ella...y, además, cuando mi padre se fue al exilio y nosotros nos quedamos aquí, en alguna ocasión lo vi yo mismo. Muy de izquierdas, muy comunistas pero si una mujer sola, guapa y avanzada no cae rendida ante los avances de cualquier mastuerzo, es una puta o una confidente de la policía.

Se quedan ambos en silencio, como meditando lo que acabo de decir. Y yo también. Porque es cierto. Y lo es todavía hoy. La izquierda gusta decir que el machismo es de la derecha pero yo lo he visto tanto en la izquierda como en la derecha y no sabría decir en dónde es más odioso. Para mí el de la izquierda pero es posible que no sea imparcial por haber tenido que sufrirlo en carne propia.

- Y, a pesar de todo eso, ¿ella siguió creyendo en el Partido Comunista?

- Sí; es magnífico, ¿verdad? Ya os dicho que hay que ponerse en la mentalidad de la izquierda de la época. Mis padres habían hecho la guerra, habían estado en campos en Francia, volvieron en 1943, se incorporaron a la lucha clandestina, estuvieron en la cárcel. Para mi padre el Partido Comunista era todo en la vida y para mi madre casi otro tanto puesto que lo era para mi padre. Si "el Partido" actuaba en contra de ellos -como lo hizo, dando pábulo al infundio- eso sólo podía ser un error que se corregiría cuando se supiera la verdad. A los dos les costó mucho librarse de aquella especie de hipnosis, de embrujo que ejercía el PC.

- ¿Y a ti?

- Mucho menos. Muchísimo menos porque, aunque mi madre me dijo que no me dejara influir por aquella historia, que el PC era el único partido revolucionario y antifranquista de verdad y aunque mis camaradas en el PC se esforzaban en hacerme la vida placentera, a mí repateaba lel asunto, así que duré un mes más y me fui. En total, tuve una militancia de tres meses.

- ¡Pero fue para hacerte "pro-chino"! -exclama Esteban.- Que eso sí que debía de molar entonces. ¡Pro chino!

- Bueno, ahí estuve un mes. Luego, se acabó. No volví a militar en partido alguno. Fui preso político en el franquismo pero no por organización ilegal sino por propaganda y manifestación.

- No me extraña -dice Beatriz- con esa experiencia que tuviste...

- ¿Verdad? Y casi milagroso que todos seguimos siendo de izquierda en la familia.

- Sobre eso habría mucho que hablar. -Dice Esteban- Porque yo no tengo nada claro que los comunistas sean de izquierda.

- De acuerdo, Esteban, yo tampoco. Pero ese es otro asunto que ahora hace poco al caso. Los contabilizan en la izquierda. Ahí los dejamos por ahora. Lo que yo quiero es haceros ver la ironía de que, con esta historia, con una familia que ha pasado toda ella por las cárceles de Franco, salga un pobre imbécil que no sabe ni de lo que habla, cincuenta o sesenta años después repitiendo aquella patraña. Y, por supuesto, tiene la importancia que tiene. Ahora véis por qué no me tomo muy en serio esta bazofia.

Vuelve a hacerse el silencio, tengo la impresión de que me quedaría toda la noche contando historias del pasado, síndrome del abuelete, pero es casi la una de la madrugada y supongo que Beatriz tendrá que madrugar, así que me levanto para despedirme.

- Me gustaría que en otro momento en que tengamos más tiempo nos cuentes más cosas.

- ¿De este asunto?

- No, no necesariamente -dice Beatriz-, en general, de tu madre. Era una mujer extraordinaria. Por eso, toda esa basura...

- Le resbala, Beatriz, le resbala. Cualquiera que la haya conocido sabe hasta dónde puede llegar la mierda y a ella no le alcanza. Pero sí, cuando queráis volvemos a hablar de ella. Es uno de mis temas preferidos de conversación... y de monólogo.

Me acompañan a la puerta. En el descansillo, Beatriz me planta dos besos y me dice:

- Para ti fue muy importante, ¿verdad?

- Esencial, Bea. Le debo todo.

(Continuará)

(La imagen es una viñeta de Aubrey Beardsley, 1894).

dissabte, 21 de febrer del 2009

La justicia en España-

No voy a hablar del concepto abstracto de justicia, tampoco de su concepto puro si existe, ni de la idea platónica de justicia, de la justicia como virtud cardinal o como ideal utópico. Acerca de eso lo sabemos todo en España y estamos al cabo de la calle. Los españoles somos justos, magnánimos y caritativos, al menos es la opinión en que nos tenemos a nosotros mismos.

Hablo aquí de eso que suele llamarse "administración de justicia" un término algo desconcertante porque da la impresión de que la Justicia es algo que quepa "administrar", como la lotería. En realidad se trata de la aplicación práctica de la justicia, de la actuación de las gentes que la representan y forman parte de ella; de la justicia como vivencia cotidiana del ciudadano en la calle cuando ha de habérselas con jueces, abogados, pleitos, recursos, fiscales, sobreseimientos y mil experiencias más que le alegran o amargan la existencia.

Hace unos días los jueces y magistrados fueron a la huelga y parece que hay otros que tienen previsto ponerse en tal situación el próximo mes de junio. Pues menos mal que ese plazo no depende de un proceso judicial civil o penal; si así fuese a lo mejor su señoría convocaba la huelga para el mes de junio de 2011.

El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano de gobierno de los jueces encontróse de pronto en ridícula situación de irrelevancia: los jueces se le sublevan en huelga pero el CGPJ no puede hacer nada porque carece de base legal para ello. Para una vez que tiene algo que hacer carece de protocolo para hacerlo ya que nadie sabe si los jueces tienen derecho de huelga o no. Curándose en salud el CGPJ dictamina unos días después que los jueces no tienen tal derecho. Y no es solamente que sea incomprensible cómo han llegado los ilustres consejeros a tal conclusión sino que el dictamen en sí mismo, diga lo que diga, es irrelevante, carece de vigor y todo lo más podría aceptarse como un dictamen consultivo por quien quisiera tomarse la molestia de saber qué opina un órgano como el CGPJ. La pregunta es: estos señores del CGPJ ¿desconocen sus competencias o deciden ignorarlas porque sí?

A su vez los jueces van a la huelga por motivos poco elegantes y fuertemente corporativos y acaban soliviantando en su contra a la opinión pública porque lo ùnico que ésta ha visto es que el CGPJ ha impuesto una pena ridículamente baja a un juez cuya falta de celo fue causa indirecta de que una niña muriera por una agresión de alguien de debería haber estado entre rejas.

Subiéndose al carro de esta irritación el señor ministro de Justicia, hombre temperamental, de modos algo chusqueros, dice que prohibirá por ley a los jueces la huelga. La verdad, dudo mucho de que el ministro haya soltado semejante baladronada (las leyes no las hacen los ministros sino los parlamentos, aunque la iniciativa suela ser ministerial) y si lo ha hecho, pues en efecto, da con ello un motivo más para pedir su dimisión, como hoy pide Palinuro en su artículo de Público, titulado ¿Por qué no dimite Bermejo? Aparte de ello, lo que pueda pensar el CGPJ en este y otros asuntos puede verse en las declaraciones de su vicepresidente, señor De Rosa que reproduce al pie de la letra las argumentaciones del PP como si fueran un catecismo: 1) el juez Garzón debe inhibirse o estará prevaricando; 2) Hay una cacería en contra del PP pues no existen imputaciones sino simples suposiciones; y 3) el señor Camps es de una honradz acrisolada. Estas declaraciones ¿son de recibo? El angelical señor Dívar, presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo ¿va a dejarlas estar? ¿Cómo puede ser vicepresidente de nada un hombre que se apresura a proclamar la inocencia de otro a pesar de que sobre él pesan sospechas de la fiscalía anticorrupción y se instruye un proceso penal? ¿Quiere decir que los ciudadanos debemos fiarnos más en materia de justicia de lo que diga un partido que de lo que diga un fiscal?

El propio señor Camps ha salido gallardamente al paso de la noticia de que podría ser imputado en el proceso de corrupción con un bravío "¡A mí la legión!", repitiendo la doctrina de que hay una conjura contra el PP ("no es a mí a quien atacan", decía Franco, "es a España") y recordando, entre otros datos perfectamente irrelevantes que es muy querido por el pueblo porque gana elecciones. También a Barrabás el pueblo lo quería tanto que lo absolvió por unanimidad para condenar a Cristo y no por elló dejaba de ser Barrabás.

En la línea con todo lo anterior, el PP ha puesto cerco al juez Garzón y piensa actuar asimismo en contra de la fiscalía. A Garzón le anuncia que si el lunes no se inhibe procederá contra él por prevaricación. Asiste al PP en este caso, supongo, la competencia técnica en la materia del juez Gómez de Liaño, condenado en firme por prevaricación él mismo, quien al parecer explica en un artículo en El Mundo por qué la instrucción de Garzón no es admisible. Heavy, ¿eh? Very heavy.

Ignoro si el patatús que ha dado al juez Garzón se debe a la tensión nerviosa a que está sometido estos días o a la mala conciencia que se la ha creado por andar por ahí matando ciervos que qué culpa tendrán. En todo caso, Palinuro hace votos por su presta recuperación para que siga este zoco insólito de la justicia española con el macroproceso por corrupción del PP.

Pasen señores y vean, que ya empieza a hablarse de posible participación en la trama del despacho del ex-ministro Michavila y de la implicación de otros altos cargos del PP. Todo filtraciones sumariales que tienen al partido que echa las muelas, habiéndosele borrado de la memoria cómo se beneficiaba él cuando las filtraciones sistemáticas al diario El Mundo perjudicaban al PSOE; actitud conocida como "ley del embudo".


(La imagen es una foto de John Linwood, bajo licencia de Creative Commons).

Peregrino de la memoria (XLIII).

Tiempos oscuros.

(Viene de una entrada anterior de Peregrino de la memoria (XLII), titulada Niños).

Los niños acostados, Beatriz retirada a sus cosas, probablemente leyendo porque lee mucho, quedamos Esteban y yo mano a mano en el comedor a la mesa, entre los restos caóticos de la cena, con yogures a medio terminar, unos platos de natillas y una fuente en el centro con una sopa que nadie se ha decidido a probar. Esteban me pregunta si quiero café y, al decirle que sí, desaparece unos minutos y vuelve con dos tazas humeantes. ¿Algo de beber? Yo no quiero. Hace años que no pruebo el alcohol que, en realidad, no me ha gustado nunca y me siento estupendamente. Él se sirve un whisky, apaga la luz cenital, deja una indirecta de pie y se sienta a mi lado. No parece haber tenido un día complicado. Cuando no está mostrando el Taj Mahal a un grupo de turistas mexicanos, Esteban trabaja en Madrid, en las oficinas centrales de una agencia trasnacional de viajes y otros servicios, como alquliir de vehículos, reservas hoteleras, organización de conferencias y eventos en general, en donde tiene un cargo de cierta responsabilidad. Es un hombre metódico y responsable, en el que uno tiene tendencia a confiar, el tipo de persona que se gana a la gente. Por eso es buen guía turístico, porque inspira simpatía y habla correctamente español, inglés, alemán, francés y japonés. Siempre se le dieron bien las lenguas Y siempre está aprendiendo alguna. Ahora, al parecer, el italiano, que ya lo domina pero de una forma autodidacta y quiere perfeccionarlo. La empresa lo escoge muchas veces para viaje delicados: visitantes vips que los gobiernos quieren agasajar especialmente y los ponen al cuidado de Esteban durante tres o cuatro días, dotándole de todos los medios imaginables, desde coche con chófer hasta cheque en blanco para hoteles, espectáculos, atracciones. La única función de Esteban es que, al final, los clientes se vuelvan encantados a su tierra, haciéndose lenguas del país anfitrión y presionando para que se firme tal o tal tratado o firmándolo él mismo directamente.

- ¿Qué haces? -me pregunta Esteban, mirando a través del vaso de whisky a la luz.

- Ya lo sabes: ando de viaje.

- Pero ¿a dónde?

- A ningún sitio en concreto; voy y vengo, me dejo llevar por incentivos del momento. Nada seguro. Hoy estoy allí, mañana allá. Sólo quiero moverme.

- ¿Para qué? Dice Kavafis, ya sabes, que "Iré a otra tierra, iré a otro mar,/ buscaré una ciudad mejor que ésta.(...)/No hallarás otras tierras ni otros mares./La ciudad irá contigo a dónde vayas."

- No lo dudo, no lo dudo. Ya sé que todo lo mío lo llevo conmigo y en ese "conmigo" hay de todo: mi ciudad, mi familia, mi gente, mi pasado... Pero mientras estás moviéndote, de viaje, vas de un lugar a otro, ves cosas nuevas, aprovechas para pensar en las tuyas.

- ¿En dónde has estado hasta la fecha?

- No muy lejos, no creas: Madrid, el levante, Barcelona, Madrid, Melilla, Jerez de la Frontera y ahora de nuevo por aquí. Pero me han ocurrido cosas divertidas o no tan divertidas, pero de interés.

- ¿Cómo qué?

- Estaba en Melilla en el momento del último asalto a la verja.

- Ya veo.

Esteban no es persona que atienda gran cosa por los asuntos sociales, económicos, políticos, los colectivos en general. Nunca he conseguido que se interese por las controversias colectivas, cuestiones como el aborto, la eutanasia o la independencia del País Vasco o Cataluña y mucho menos que se involucre en ellos. Al respecto es muy distinto de su hermana Gloria que debe de ser militante de más causas de las que consigue recordar. Esteban se interesa por lo que le concierne a él y a su familia en sentido estricto, su mujer y sus dos hijos. Su círculo colectivo más amplio alcanza a la familia en sentido amplio: padres, primos, tíos, etc y acerca de éste Esteban profesa una especie de pasión. A veces me da la impresión de que es como un sacerdote de los dioses manes, lares y penates, como si sólo a él quedaran reservadas las cuestiones familiares litigiosas como los recuerdos compartidos pero acerca de cuya cronología hay discusiones.

- Hay una cosa que quería preguntarte: en vuestra separación (se refiere a la de mi mujer y yo; sabía que al mencionarle la verja de Melilla, perdería interés en el tema y se concentraría en su pasión: su familia), ¿pensásteis en algún momento, sobre todo al principio, que podiáis rehacer la pareja?

- Eso siempre se piensa. Al principio y al final. Nadie sabe qué será de él en las próximas veinticuatro horas, imagina a diez años vista. Pero bueno, ya ves que no se terció.

- Sabías que Gloria y yo hicimos apuestas sobre si volvíais o no?

¿Sí? ¿Quién ganó?

- Ella.

- Tú apostabas por que volveríamos, ¿o querías que lo hiciéramos?

- Supongo que lo segundo. Lo pasé mal.

- Ya imagino. Pero tampoco te duró mucho. Tengo fotos de la época y se te ve bastante risueño.

- La procesión iba por dentro.

- Venga ya, no te enrolles. ¿Es de esto de lo que quieres que hablemos?

- No; es de un libro que acabo de leer por indicación de un amigo.

Creo percibir que no le es de todo grato tratar el asunto. Sale del comedor y vuelve con un libro que deja encima de la mesa, delante de mí, mientras que queda mirándome, como si quisiera dejarme claro que me observa. El libro es La generación del 56, de Pablo Lizcano (Leer, Madrid, 2007) así que ya sé de qué quiere hablarme y por qué no parece resultarle de todo grato.

- ¿Lo has leído?

Asiento con la cabeza.

- Entonces sabes que ahí se dice que tu madre, o sea, mi abuela, era confidente de la brigada político-social de Franco porque era amante de un inspector.

- Sí.

- Pero esto no será verdad ¿no?

- Tú, que la conociste y la trataste, ¿qué piensas?

- Que no. Pero entonces, ese tío, ese tal Lizcano...

- Es un mentiroso, un difamador, un falsario y un calumniador; o sea, pura escoria.

- Y ¿por qué no te has querellado?

- En realidad, la edición que has leído es la segunda. Conozco el libro desde que salió, en 1982.

- ¿Y no hiciste nada?

- No, tampoco, pero es que ésta es una historia muy distinta que a lo mejor te cuento en otro momento.

- ¿Por qué no ahora? Tenemos todo el tiempo del mundo. Yo mañana puedo levantarme tarde y tú puedes coger un tren a Torrelodones.

- De acuerdo, todo ahora, pero vamos a ir por orden; primero el libro y luego lo demás. El libro es calumnioso. Yo lo había hablado con mi madre y tú sabes cómo era tu abuela. Una cosa así es impensable en ella. Es pensable en los comunistas, con los que trataba, ya sabes, y en su modo de actuar, pero no en ella que era una persona excepcional. El autor no aporta prueba alguna; se basa en la maledicencia de los comunistas en la época. Fíjate que hablamos de fines de los años cuarenta y primeros cincuenta. Los comunistas que actuaban en la clandestinidad vivían en un clima de sospecha permanente, casi de histerismo, en medio de rumores que muchas veces contenían insidias y calumnias. Se llevaban muy mal entre ellos. Fue en aquellos años cuando los mismos comunistas asesinaron a su propio dirigente Gabriel León Trilla, por no citar más que un caso. Ese era el clima: todo eran rumores tildando de repente a éste de agente trostkysta y a aquel de agente franquista. Yo sabía que era mentira porque lo había hablado con mi madre, así que en 1982 decidí no hacer nada. No le dije nada del libro. No quería que de mayor, se le reapareciera un fantasma del pasado que ya le había amargado la vida lo suficiente. Confiaba en que, como el libro es una mierda, pasara, como pasó, sin pena ni gloria y, una vez ella fallecida, ya vería yo lo que hacía. Han vuelto a sacar el libro con motivo de su veinticinco aniversario, sigue siendo igual de mierda y, por supuesto, contiene la misma infamia. Y ahora ya me pregunto si merece la pena iniciar una acción judicial que va a quedar en nada. He pensado que es él quien tiene que probar su afirmación. Yo me limito a decir en público que eso es falso y que el autor es un falsario, un calumniador y un embustero y seguirá siéndolo mientras no pruebe su infundio cosa que no podrá porque es falso. Eso lo he publicado en dos revistas, una digital El Catoblepas y otra de papel Sistema, y ahí queda eso. Cualquier historiador del futuro está ya sobre aviso de que el libro de Lizcano es calumnioso y la bola de la calumnia deja de rodar.

Mientras hablo, uno de los niños ha empezado a llorar; Beatriz ha ido por él y, con él en brazos, acunándolo se ha sentado en una silla libre a la mesa y ha estado esuchando muy intersada la última parte de mi relato.

- Ahora vamos a la otra parte, que te decía. Te he dicho que yo lo hablé con ella, pero no te he dicho cuándo. Yo sabía esa historia mucho antes de que el libro se publicara. Ten en cuenta que en la Universidad ingresé y estuve unos meses militando en el Partido Comunista, en donde fue le primero que me dijeron.

- No fastidies -dice Beatriz, que no pudo contenerse.- Y tú, ¿qué hiciste?

- Ya os lo he dicho: me fui a hablar con ella.

Beatriz conoció a mi madre, a la que adoraba. En alguna ocasión había dicho en su presencia que ella se había casado con Esteban pero de quien estaba enamorada era de su madre.

- De eso es de lo que voy a hablaros ahora para que entendáis el clima de una época, las formas de actuar de unas gentes y midáis el fondo de miseria y calumnia de ese libelo así como alguna constante de la naturaleza humana..

El niño, que ha llegado hipando, se ha vuelto a dormir. Beatriz lo levanta con mucho cuidado y sale del comedor diciendo:

- Espera, espera, no empieces, que voy a acostar de nuevo a éste y vuelvo de un salto, que esto no me lo pierdo yo.

(Continuará)

(La imagen es una viñeta de Aubrey Beardsley, 1894).

divendres, 20 de febrer del 2009

La quiebra del sistema.

Poco a poco va abriéndose paso la idea de que esta crisis mundial carece de precedentes y que puede tener una gravedad hoy insospechada pero que ya comienza a barruntarse con temor en las cancillerías: puede ser una crisis del sistema capitalista en su conjunto. Hace menos de un año el señor Rodríguez Zapatero se negaba a pronunciar la palabra maldita, prefiriendo "frenazo" o algún otro eufemismo. Hoy no solamente no se le cae de la boca sino que tanto él como sus ministros del área económica parecen noqueados en sus comparecencias públicas, casi balbucientes. Como todo el mundo por lo demás. Sólo los imbéciles van por ahí diciendo que saben lo que pasa y tienen el remedio. Hace poco también el inefable señor Greenspan confesaba a un Comité del Senado que estaba estupefacto y que jamás soñó que el mercado fuera realmente incapaz de autorregularse. Este genio de las finanzas ignoraba lo que sabe todo el mundo: que si hay que autorregularse es porque las reglas son necesarias y, lo dicho, todo el mundo sabe que la peor forma de imponer unas reglas es autoimponiéndoselas. Estoy seguro de que a estas alturas, quinientos años después, el buen Sancho todavía no se ha dado ni la milésima parte de azotes que había de propinarse a cuenta del desencantamiento de doña Dulcinea. Y ello sin mencionar los varios miles (creo) que se descuenta el muy pillo dándoselos a un árbol y fingiendo estar recibiéndolos a oídos de don Quijote y cuenta de sus borricos. Que ya Sancho entendía muy bien cómo funciona el mercado capitalista. Mucho mejor que don Quijote.

Las comparaciones con 1929 no se mantienen. Entre otras cosas porque entonces se pudo echar mano a la creación del Estado del bienestar y las políticas keynesianas. Ahora todo eso existe. Y nadie sabe a dónde puede conducir el catástrófico rumbo de la economía global, que encadena los datos macro negativos en razón creciente. Un vendaval que puede arrasar mercados, Estados, organizaciones internacionales. Un vendaval que puede avivar las brasas, nunca muertas en Occidente, del nacionalismo, el proteccionismo, el fascismo, el racismo y otros ismos no menos temibles.

Odio exagerar pero si, hace cinco años, no más, excuso decir veinte, alguien dice que el presidente de los Estados Unidos iba a considerar la posibilidad de nacionalizar la banca de acuerdo con una reciente propuesta de Paul Krugman que tiene bastante consenso entre los propios banqueros ese alguien terminaría la jornada en un frenopático. Hoy, sin embargo, lo consideran y proponen otros estadistas, como Silvio Berlusconi y Gordon Brown, claro que en el caso del señor Berlusconi la condición de estadista no excluye la de frenópata. Hasta el Gobierno alemán tiene planes para nacionalizar bancos cuando se encuentren con problemas como pasa ya con el gigante Hypo Real State (HRS). Bien es cierto que los accionistas gringos del HRS quieren plantar batalla al Gobierno e impedir la incautación.

Se dibuja una línea de conflicto entre los gobiernos y la banca. Esa petición del Gobierno gringo a la banca suiza USB, la principal del país, de que levante el secreto de 52.000 cuentacorrentistas estadounidense es casi un casus belli. El secreto bancario es la base del negocio suizo, como la de todos los paraísos fiscales pues a estos efectos, Suiza, Liechtenstein, Bélgica y Luxemburgo con sus secretos bancarios, son verdaderos paraísos fiscales, razón por la cual USB se niega a levantar el secreto bancario de los 52.000 clientes. Pero localizar ese dinero e impedir el uso de los paraísos fiscales es, al día de hoy, el primer paso de una política creíble de resolución de la crisis y salir de la crisis quizá sea cuestión de subsistencia de los Estados occidentales. El choque, por tanto, es frontal y no se le ve fácil solución. Antes se hacía una guerra, se abrían los puertos del Japón al comercio a cañonazos, por ejemplo; pero ahora eso no es posible o, cuando menos, no lo parece, aunque nunca se sabe.

Y si fueran sólo los bancos... A estas alturas la crisis es tan profunda y virulenta que no sólo los bancos sino los países son los que están amenazados de quiebra. ¿Pueden quebrar los Estados? Por supuesto y unos más fácilmente que otros. Consúltese el gráfico del Frankfurter Rundschau para ver el grado de riesgo de quiebra que tenemos los países de la eurozona (alto en Irlanda, Grecia, Eslovaquia y eslovenia; medio en Portugal, España, Italia, Austria y Bélgica; y bajo en Francia, Alemania, Países Bajos, Luxemburgo y Finlandia) y los de fuera de la eurozona. Los países extraños a la Unión Europea que tienen su propia moneda y es fuerte no suelen tener problema de quiebra porque dan a la manivela de hacer billetes a costa de la inflación que nunca es mala para todos. Lo más fastidioso es lo de los países de la eurozona con problemas porque al no poder devaluar su moneda pues no la tienen, pueden encontrarse en situación de quiebra, de no poder pagar sus deudas. En estas condiciones, ¿cuánto durará la Unión Europea si hay que decir a los ciudadanos que es preciso ayudar a Irlanda, a Grecia, a Eslovaquia, Eslovenia y quién sabe a cuántos más?

Por eso se dice aquí que esta crisis puede tener unas consecuencias impensadas para las cuales, me temo, nadie está preparado. Y nadie es nadie.

(La imagen es una foto de Daquella manera, con licencia de Creative Commons).

Tirar sobre el pianista.

Veo que los del PP han decidido tomarse la instruccion del juez Garzón por la tremenda y han pasado al ataque. Los mismos que habitualmente recurren a los tribunales para todo se ponen nerviosos cuando les toca reponder ante esos mismos tribunales. Porque esta batería de acusaciones, querellas, recursos, denuncias etc, etc sólo prueba que, ante todo y sobre todo, se trata de entorpecer la acción de la justicia. Luego ya se verá. Ya se verá cántas manos se han quemado y cosas así. Siempre que se consiga llevar el debate político a una atmósfera de entendimiento y no de chulapería madrileña. ¿No tengo dicho que la señora Aguirre no suele saber lo que dice? En este vídeo de su intervención en la Asamblea de Madrid se oye la parte final de su alegato de la que parece colegirse que ha citado el famoso poema de la resistencia alemana que la gente suele atribuir a Bertolt Brecht aunque hay más acuerdo en que sea de Martin Niemöller, eso de "Primero vinieron por los comunistas y yo no hice nada..., etc". Pero lo cita mal: se saca unos homosexuales de la manga que le deben de parecer a ella como de lo más progre. En fin...

Por cierto, eso de ver cómo el juez Gómez de Liaño, condenado en firme por prevaricador imparte lecciones desde El Mundo acerca de la posible nulidad de las actuaciones del juez Garzón tiene bemoles, muchos bemoles.

Finalmente, luego de enterarme de que el señor Fernández Bermejo ha ido de caza sin la preceptiva licencia, me uno al coro de los que piden su dimisión. No hay nada que irrite más que la gente practique el "haz lo que digo y no lo que hago".Yo, ya se sabe, prohibiría la caza; pero si ha de haberla y requiere licencia, los que la practiquen que la tengan.


(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons)

Hamlet en comedia.

Está esta obra tan publicitada en la Villa que ayer me planté en el teatro Matadero a verla y he de decir que no me gustó nada y que hasta me pareció de coña. Supongo que todo eso se debe a mi incultura teatral, que confieso, mi ignorancia, que reconozco y mi falta de gusto, de la que estoy convencido. Pero explicaré brevemente por qué no me gustó aun reconociendo que todos los que la hacen, del director al último cortesano trabajan como fieras, se esfuerzan y tratan de sacar lo mejor de sí mismos. Pero para nada bueno porque la libérrima interpretación de la obra de Shakespeare no da un Hamlet convincente. Se hace hincapié, mucho hincapié, en que el príncipe es interpretado por una mujer, de lo que hay pocos antecedentes, pero los hay, la Bernhardt, que se atrevía con todo, y no sé si la Xirgu. Pero es que este asunto del sexo es perfectamente anodino desde el momento en que Hamlet es literalmente la personificación de la duda, de la duda metafísica, dentro de la que está como es obvio la de género; pero no se agota en ella. La señora Portillo, por lo demás, interpreta un Hamlet monolítico, decisivo, contundente. Probablemente porque quiere reflejar a un varón y mostrar virilidad (de ahí que empiece la obra castigando duramente a un punching-ball) pero con eso lo fastidia ya que el príncipe es duda porque es indecisión, vacilación, reparo (de ahí que pueda haber una interpretación de Hamlet como homosexual o bisexual) y por más que la señora Portillo luzca atributos femeninos su acción, a saltos y carreras por el escenario, no inspira nada de aquello. Pero ¿cuál es el sentido de que a Hamlet lo interprete una mujer? ¿No es el de subrayar entre sus ambigüedades sus rasgos femeninos?

A partir de aquí la obra no tiene ya mucho sentido. Bueno, la escenografía, mostrando indudables aciertos, resulta creo exagerada, alambicada, pelín pretenciosa y la coreografía a veces era enloquecedora. Hay cuadros en Shakespeare en que está presente una gran cantidad de gente pero es que los de este Hamlet cada cual está haciendo algo por llamar la atención, portando manzanas o luciendo un espejo o trepando por una cuerda, lo que distrae mucho de la historia. Y ese es el principal defecto del montaje, que no conduce al contenido lírico y filosófico de los parlamentos de Shakespeare sino, al contrario, distrae de él y eso cuando el volumen de la música o los correspondientes horrísonos gritos que da algún personaje, permite oír los parlamentos.

En general creo que no es acertado reducir el texto de Shakespeare (o esa impresión me ha dado) a los trozos más célebres y memorables y al desnudo relato de la trama y no de toda. Sobre todo para sobreponerle una coreografía caprichosa, generalmente pomposa y violenta con abundantísimos silencios. No hay modo de seguir la evolución psicológica de los personajes, esa tortura interna que se va iniciando en ellos desde el comienzo, como sucedió con Hamlet padre que murió envenenado por el oído. Justo la venganza que toma él después: vierte su veneno en el oído de su hijo, el veneno del rencor, el odio, que luego lo emponzoñará todo y los destruirá a todos.

Volviendo a la escenografía: esa costumbre que tienen en el Matadero de poner agua en el escenario no siempre es grata. Acaba uno un poco harto de agua, aunque reconozco que es buena aliada cuando quiere uno dar sensación de mucho coraje: se marcha dando patadas al agua y levantando espuma, como un dios. No hay ambientación, gracias al cielo, ni muchos decorados, pero esa costumbre también de vestir a todos los personajes con uniformes como de soldados vieneses o motoristas de Jean Cocteau tampoco es convincente. Se dirá que cada cual puede representar a la gente de Helsingfor como quiera y es muy cierto. Simplemente esta forma de imaginarlos no me gusta y menos el vestuario de los cuatro cortesanos. Lo de las bicis mola pero el bombín, la chaqueta, el pantaloncito corto y el faldellín son asombrosos y lo peor no es que estén ahí tan apropiados como en el entierro de Tutankamon sino que, además, toman luego al asalto el espacio común del descanso con la música a todo trapo, grito va, berrido viene, muy cosa de gay cool y macizo, lo cual ya me parece un abuso. Porque es una invasión de territorio.

Discrepo de casi todas las formas de presentar los momentos más célebres de la obra: la muerte de Polonio, la de Ofelia, la calavera de Yorick (que aquí aparece, creo, no estoy seguro, pero en un momento irrelevante), el viaje a Inglaterra, pero a lo que más objeto es a la escena final en la que todos mueren y Hamlet mata a Claudio de un disparo de revólver. Ya han aparecido antes y se han disparado armas de fuego, un anacronismo que no tiene mayor importancia de no ser porque incorpora un simbolismo en la línea errónea dado el carácter fálico de las pistolas. Pero el tiro del que muere Claudio suena un poco como los obligados sonoros disparos fuera de escena con los que se ponía sumario fin a muchos enredados dramones en el siglo XIX. Aquí el final es tumultuoso, veloz, como si tuviéramos prisa por despachar el importante momento de la muerte (cuando ha habido escenas literalmente a cámara lenta) y amontonar los cadáveres de cualquier modo, para que Hamlet, en cuyo honor está hecho este montaje, recite su parlamento final.

¿Lo ven? Probablemente no he entendido nada y soy incapaz de marchar con el paso del tiempo.

dijous, 19 de febrer del 2009

El caso de Marta del Castillo.

Mientras no se dé con el cuerpo de Marta del Castillo no se podrá condenar por asesinato ni homicidio a quienes se han confesado autores y/o encubridores de su muerte, sino en todo caso por detención ilegal como delito continuado si no hay lugar a dudas de que lo han cometido. Todo ello contribuirá a aumentar la insana curiosidad, el morbo de que está rodeado el caso. Y tambien los compungidos, escandalizados e hipócritas lloriqueos de tertulianos, comentaristas, analistas y demás variada fauna de opinantes de que goza este país en radio, TV y prensa escrita que suelen ser los mismos, que van de emisora en emisora colocando sus opiniones a un auditorio al parecer ansioso por escucharlas o leerlas porque, de otro modo, los opinantes tendrían que buscarse otro quehacer.

Precisamente en relación con este asunto de Marta del Castillo hay una amplia coincidencia entre comentaristas en horrorizarse y rasgarse la vestiduras por el tratamiento mediático que está recibiendo y que se compara con ánimo condenatorio con el de las niñas de Alcasser que, según se dice, se convirtió en un circo mediático. La mayoría de los opinantes, que suele razonar más o menos de acuerdo con la mediana de opinión de lo que juzgan que es la "mayoría silenciosa" a efectos de no perder el favor del público, estaba horrorizada porque, al parecer, Tele 5 entrevistó a la novia del presunto asesino, considerando que era una prueba más de un modo moralmente condenable de tratar el material informativo, morboso, inhumano. Creo que hasta escuché a una señora muy conocida sosteniendo que no se puede poner un micrófono delante de unos padres cuya hija acaba de ser asesinada. O sea, que los bien pensantes del país quieren que la gente se calle o que los medios la silencien.

¡Con qué fruición sacamos al censor que todos llevamos dentro! ¡Con qué facilidad encontramos razones para silenciar a los demás! Sobre todo si nos autoubicamos en posiciones morales intachables de buenas conciencias y hablamos de derechos de las víctimas o el dolor de los padres como si con ellos hubiéramos emprendido un cruzada.

En principio la curiosidad malsana, la cotillería y el morbo están muy extendidos en la sociedad. Creo que El caso ha dejado de publicarse pero durante bastantes años fue un exitazo de tirada con un contenido hecho de crímenes, violencia, asesinatos y sangre en sus muchas formas. Igual que ahora con estos crímenes u otros asuntos no menos crudos como las muertes de inmigrantes ilegales. Los medios no son quienes han cometido los hechos sino quienes informan sobre ellos y lo hacen en el estilo que suponen mejor para captar audiencia que es de lo que viven. Y a quien le moleste, que no vea la tele, que apague el receptor de radio o cierre el periódico pues, que yo sepa, ninguno de ellos es de consumo obligado. Además la variedad de medios es tal que siempre encontrará el que informe de acuerdo con sus gustos que no tiene por qué imponer a los demás.

¿Por qué los informadores no van a pedir su opinión a los padres de la víctima? Ya ellos, que son mayores de edad, decidirán qué dicen y si a nuestro censor no le gusta, que no oiga pero que no se ponga fariseo y trate de buscar una justificación para callar opinión y coartar la libertad de expresión y el derecho a la información del público.

Pero, dicen los censores, una cosa es el derecho a la información y otra el morbo. ¡Cómo me suena eso! Una cosa es la libertad y otra el libertinaje, claro, claro; una cosa es el erotismo y otra la pornografía, por supuesto, por supuesto; una cosa la alegría y otra el pecado, faltaría más, monseñor. ¿Y quién decide esas diferencias? ¿Hay alguna duda? Los censores, siempre provistos de un superior conocimiento que los autoriza a decidir por nosotros lo que podemos o no podemos ver u oír.

Sólo conozco un supuesto en que la censura (porque censura es toda restricción de la expresión por el motivo que sea) esté justificada: el de los menores de edad. En este caso su padres o tutores serán quienes decidan por ellos lo que ven u oyen. Pero sólo en este caso. En todos los demás, los censores pueden y deben meterse sus justificaciones (que si morbo, mal gusto, sadismo y otras estupideces) por donde les quepan porque los auditorios somos mayores de edad y perfectamente capaces de discernir lo que queremos o no queremos ver sin que nadie nos tutele. La libertad de expresión en fondo y forma debe ser lo más amplia posible y su único límite, el Código Penal.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons).

Huelga de jueces.

"Los jueces no tienen derecho de huelga" dice el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). ¿Por que no? ¿Porque lo dice el CGPJ? Y ¿quién es el CGPJ para decidir sobre los derechos de los ciudadanos, sean jueces o tragasables? Nadie, no es nadie.

Mientras una ley orgánica no diga taxativamente lo contrario los jueces tienen derecho a la huelga porque éste está reconocido en la Constitución que no excluye de él a sus señorías. Ayer escuché también a un prominente opinador diciendo que (y cito textualmente) "no todo lo que no esté expresamente prohibido está permitido". Pues va a ser que sí, que así es, guste o no a este aprendiz de Torquemada: está permitido todo lo que no esté expresamente prohibido. En la entrada anterior se veía con qué facilidad sale el bicho censor que todos llevamos dentro. En ésta, con qué facilidad sale el autoritario guardia de la porra. ¡Cuánto daño ha hecho el franquismo!

Claro que los jueces tienen derecho a la huelga mientras no se les prohíba por ley orgánica. Otra cosa es que moral o políticamente deban ejercerlo. Yo no lo hubiera hecho, pero ellos están muy en su derecho.

(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

Una fábula de amor.

Estupenda película esta de Danny Boyle, el de Trainspotting. Es fascinante. Está basada en una novela india y tiene que ser así porque juzgo imposible que a un occidental se le ocurra una historia de este tipo con unas características tan acusadamente no occidentales. Esto sí que es alianza (o choque) de civilizaciones.

Se trata de una historia de amor, fórmula de éxito asegurado eterno mientras la humanidad sea lo que es, entre dos niños (niño y niña) que crecen en la miseria de los arrabales de Bombay, una historia de amor que se ve obstaculizado e impedido a lo largo de su infancia y adolescencia hasta que ya en su juventud se impone porque, como le dice él (Jamal) a ella (Latika) es su destino. Mientras esta historia de amor llega a su sorprendente final en unos diez años el relato nos muestra a un ritmo trepidante, sin descanso, con abundancia de efectos especiales y escenas sorprendentes en un alarde de dirección como he visto pocos, la realidad de la India contemporánea en su abigarrada complejidad: la vida de miseria de los barrios de chabolas, las más diversas formas de la picaresca y los extremos a que han de llegar los chiquillos solos, abandonados, para sobrevivir, cayendo a veces en manos de delincuentes que los usan para sus fines, el tumultuoso desarrollo de Bombay, convertida en Mumbai, a través de la gigantesca especulación del suelo, las luchas de bandas de delincuentes, gangsters y pistoleros, la explotación de los trabajadores precarios, los conflictos religiosos entre hindúes y musulmanes y, por supuesto todo ello sobre algunas de las constantes de la vieja India de las historias clásicas: las ciudades superpobladas, los dédalos de callejuelas de barrios pobres, los largos trenes en los que se apiña todo tipo de pasajeros, las muchedumbres, los hacinamientos, las jerarquías sociales, los ricos y los pobres y los turistas occidentales.

Desesperado por no poder reunirse con su amada, secuestrada por una banda de pistoleros, Jamal, que es analfabeto, decide participar en el famoso programa-concurso de televisión "¿Quién quiere ser millonario?" en la esperanza de que como la tele la ve el país entero, sobre todo ese programa, Latika lo haga también y sepa en dónde encontrarlo. El programa es de preguntas y respuestas que, si son acertadas, van aumentando la cantidad de dinero a un ritmo veloz de doble o nada. Las preguntas son complicadas pero Jamal va contestándolas todas lo cual levanta las sospechas del presentador que no entiende cómo un chaval al que, obviamente, el dinero no importa nada (ya que siempre dobla y no se retira) consigue acertar siempre por lo que piensa que quizá esté haciendo trampas. Así hace que lo detenga la policía la noche anterior al último programa en el que, si acierta la pregunta, se llevará veinte millones de rupias y será rico, para interrogarlo, cosa que hace la policía con torturas incluidas. Pero Jamal no hace trampas. Quiere el destino que sepa la respuesta a las preguntas que se le van haciendo porque cada una de ellas está relacionada con un episodio violento o trágico de su existencia de niño y adolescente en el que estaba cada respuesta concreta, lo que proporciona el medio para que la peli nos cuente todo lo mencionado antes, como una especie de cuadro sociológico de la India, a base de flash-backs. Es el destino del que él está tan seguro que va actuando por su cuenta. Hasta llegar a la última pregunta, la de los veinte millones de rupias, cuando todo el país está literalmente paralizado ante el televisor para ver el resultado y que también remite a un episodio concreto de su infancia pero cuya respuesta ignora esta vez.

Definitivamente la peli merece la pena. Es tan distinta de lo que vemos normalmente en las pantallas que constituye una experiencia.

dimecres, 18 de febrer del 2009

La estafa del capitalismo.

Ya han pillado a otro presunto granuja a gran escala, al estilo Madoff: Robert Allen Stanford puede haber estafado más de 8.000 millones de dólares a más de 30.000 clientes en unos 131 países. Como en el caso de Madoff se trata de gente que se pasó de lista al estilo "toco-mocho" invirtiendo en productos de rentabilidad mucho más alta que la del mercado, en duros a cuatro pesetas. Dejemos de lado el interesante problema ético de quién estafa a quién en el toco-mocho, así como el divertido hecho de que este supuesto mangante tenía el título de "Sir" expedido por el Estado de Antigua y Barbuda, antaño refugio de corsarios y hoy paraíso fiscal del que aquel se había hecho ciudadano. Dejemos ambos asuntos de lado pero sin perderlos de vista porque hablan mucho sobre la naturaleza humana.

Lo interesante aquí es que, a medida que avanza la crisis, de la que ya no se libran ni los casinos, icono del capitalismo triunfante, van aflorando más y más casos de estafas y fraudes gigantescos que muestran no ser excepción sino norma en el capitalismo y parecen probar que los mecanismos de supervisión y control del sistema financiero estaban en manos de ineptos y analfabetos financieros. Es posible.

Y también lo es que tales mecanismos de control estén en manos de cómplices de un sistema que en sí mismo es una gigantesca estafa y en el que sólo por ingenuidad, bondad angelical o, sí, verdadera ineptitud, cabe distinguir entre actividades especulativas lícitas e ilícitas. Un ejemplo: al aceptar el puesto de Ministro de Hacienda del gobierno del señor Bush en junio de 2006 el señor Henry Paulson, el del famoso plan de rescate de los bancos en quiebra en los EEUU, tuvo que dimitir como directivo del banco de inversiones Goldman Sachs, por cierto, principal donante a la campaña del señor Obama, por incompatibilidad. La baja supuso al señor Paulson 18,7 millones de dólares de prima por cinco meses trabajados como directivo y un beneficio por venta anticipada de acciones acumuladas en siete años en la casa de 486 millones de dólares; en total más de 500 millones dólares por siete años de trabajo consistente en lo esencial en magia financiera, en sacar de la chistera miles de millones de dólares de beneficios que, al estallar la burbuja especulativa, se han volatilizado sin que el mismo señor Paulson haya devuelto sus 500 millones sino que ha echado mano del dinero de los contribuyentes para salvar de la ruina a las entidades financieras, bancos de inversiones, fondos, etc a los que él y cientos, miles de pájaros como él han llevado a la ruina mientras ellos se enriquecían con el mismo descaro que él.

¿Cuál es la diferencia entre los Sir Robert Allen Stanford y los Hank Paulson fuera de que los primeros son media docena y están muy mal vistos y los segundos son, ya se ha dicho, miles y pasan por expertos y ejecutivos de prestigio? Que los segundos se van de rositas, que quedan impunes, que se guardan la pasta; pero nada más. La estafa, el fraude y, por ende, la ruina de cientos de miles, de millones, centenares de millones de personas son lo mismo. Porque es el sistema el que es una estafa. El sistema capitalista regido por piratas hoy llamados neoliberales cuyo evangelio de rapiña descansa sobre tres propuestas no solamente falsas sino en parte delictivas: 1ª) la codicia es buena; 2ª) el mercado se autorregula; 3ª) lógicamente, el Estado absit. Y digo delictivas porque, cuando el mercado se "autorregula" impera siempre la ley del más fuerte, del más ladrón y sinvergüenza. Por ello es necesario que el Estado se abstenga.

Hoy, en plena catástrofe a causa de estas recetas neoliberales, el Estado tiene que intervenir por doquier: tiene que salvar bancos e industrias en los EEUU, nacionalizar bancos en Alemania, Islandia, Inglaterra, acudir en ayuda de las entidades financieras y empresas en Francia, España, Italia...Hoy toca zafarrancho de salvamento a cargo del denostado Estado que no es otro que la sufrida población de sujetos fiscales a los que primero se robó con técnicas neoliberales y ahora se sigue esquilmando con técnicas intervencionistas. Por supuesto, el discurso dominante vuelve a ser del sano "espíritu capitalista protestante", se condena la codicia y se niega que el mercado pueda autorregularse pero ¿alguno de los citados estafadores "legales" ha devuelto un euro de sus fabulosas primas cobradas hasta ayer mismo? ¿Alguno ha ido a la cárcel como irán, es de esperar, los Madoff y los Stanford?


Coda carpetovetónica.

Los escándalos de corrupción de presuntos defraudadores organizados supuestamente en conexión con cargos del PP en España son la versión hispánica de este modo fraudulento, piratesco, neoliberal de entender el capitalismo. Los neoliberales españoles suscriben a pie juntillas las tres propuestas citadas más arriba (viva la codicia, abajo las regulaciones y fuera el Estado) y las ponen en práctica desde los puestos de la administración pública, desde sus cargos representativos, desde los puestos de gestión oficiales. Porque así como en los países avanzados el robo a la sociedad y al Estado se hace desde la robusta sociedad civil, en Carpetovetolandia se hace desde las covachuelas de ese mismo Estado, chupando de él con programas de desmantelamiento de lo público, de lo estatal, autonómico, municipal, de privatización de la riqueza y el patrimonio público. En el camino, según parece y presuntamente (por supuesto) muchos de estos avispados neoliberales se llenan los bolsillos. Es lo de Paulson y otros imaginativos gestores pero adaptado al país del Lazarillo de Tormes y Bienvenido Mr. Madoff.

(La primera imagen es un cartel antiguo de una película del famoso Fantomas, procede de Wikipedia y está en el dominio público), la segunda es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).

¿Qué pasa con la izquierda italiana?

Hubo un tiempo en que la izquierda española miraba a la italiana con admiración y sana envidia. Se estudiaba y se comentaba a Gramsci, se escuchaba con respeto a Enrico Berlinguer, como se había escuchado antes a Palmiro Togliatti, se leía a Giorgio Napolitano (hoy presidente de la República), Umberto Cerroni, Galvano della Volpe, Norberto Bobbio, Rossana Rossanda, etc, etc. Eso se ha acabado. Desde los años noventa, la izquierda italiana ha entrado en barrena. La dimisión ayer de Walter Veltroni, secretario general del Partido Democrático pareciera venir a darle la puntilla.

En este desastre parece haber razones específicamente italianas y otras propias de la izquierda en el mundo occidental. Entre las italianas se cuenta en primer lugar el problema de legitimidad del comunismo. Con el hundimiento de la URSS, el Partito Comunista Italiano, antes el más poderoso de Occidente, pues llegó a alcanzar el 33 por ciento del voto en los años setenta, juzgó oportuno camuflar su identidad comunista (como había hecho el Partido Comunista de España en los ochenta al crear IU) e inició una serie de mutaciones nominales hasta acabar en esos "Demócratas de la izquierda" que se unieron con otras fuerzas de centro y centro izquierda para formar el actual Partido Democrático (PD). Pero el problema de legitimidad comunista persiste y únicamente se agrava cuando, para sobrevivir, se arropa (como el español) con una miriada de partidos y partidillos que hacen muy difícil una acción unitaria. Distingo en el actual PD hasta catorce facciones, sin contar los dos aliados externos con los que perdió las elecciones de 2008, esto es, el Partido Radical e "Italia dei Valori" de Antonio di Prieto, por quien se pronunciaba Paolo Flores d'Arcais hace un par de días en El País en un artículo cuyo título lo dice todo: Italia necesita una oposición a Berlusconi, lo que implica que el PD no lo es. Y el asunto es grave porque si el PD obtuvo el 33,2 por ciento del voto en 2008, Italia de los Valores se quedó en el 4,4 por ciento. Y sin embargo es cierto que el PD no es oposición para Berlusconi en primer lugar porque un partido compuesto por catorce corrientes no es un partido sino una corrala. Cierto, es la tradición italiana: en sus tiempos áureos, la Democrazia Cristiana (cuya izquierda está hoy en el PD) llegó a albergar ocho corrientes; pero el fraccionamiento actual es peor porque se enfrenta a una derecha crecida y no muy unitaria pero sí infinitamente más que la izquierda; y en segundo lugar porque esas corrientes internas de la izquierda suelen ser partidillos cabezones, esto es, de escasa implantación pero con líderes rutilantes, algunos más que el propio Veltroni (D'Alema, Rutelli, Prodi, Zanone; por no mencionar los "externos" Di Prieto y Panella) con lo que el PD tiene un grave problema de liderazgo, como todos los medios han señalado al valorar la dimisión de Walter Veltroni/Walterloo ; y la corrala se convierte en una jaula de grillos.

La razón común a la izquierda occidental es la paradójica situación en que ésta se encuentra y sobre la que Palinuro está preparando una entrada para próximas fechas. La izquierda se sentó a ver pasar el cadáver de su enemigo, éste está pasando bajo la forma de la esperada crisis general del capitalismo pero ella carece de programa, propuestas, ideas concretas que ofrecer como alternativa. Hasta la fecha, que yo sepa, ningún partido electoralmente relevante de izquierda (reitero lo de electoralmente relevante para ahorrarme las recriminaciones de los "auténticos comunistas de Olivejos del Valle", etc) ha propuesto algo distinto a medidas reformistas para salvar y restaurar el capitalismo. Ni una sola alternativa. Así las cosas, parece lógico que el electorado se incline por los partidos que, por unidad y consistencia prometan de modo más creíble retornar a la senda del desarrollo capitalista, crecimiento sostenido y pleno empleo que en unos sitios serán de derecha (como en Italia o en Francia) y en otros de centro-izquierda (como en España) pero en ningún caso considerará experimentos como el PD italiano que ya fracasó bajo las bucólicas formas de la Margarita y el Olivo.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons).

dimarts, 17 de febrer del 2009

Batería de preguntas.

Sobre la vida y la muerte.

¿Quién ha educado a esos críos capaces de asesinar a una adolescente, deshacerse del cadáver y fingir durante días preocupación por su paradero?

¿Qué hemos hecho mal para que, escapando del hambre, los africanos se lancen a cientos a la mar que a veces se cobra un tributo espeluznante?

¿Qué idea de los derechos humanos tiene una policía que contingenta inmigrantes como quien descasta la fauna de un territorio?


La ética del príncipe.

¿Por qué preside la comisión de investigación sobre el espionaje un presunto implicado en alguna de las tramas corruptas relacionadas con el PP?

¿Qué pinta de concejal de Boadilla quien dimitió de alcalde por supuesta corrupción? ¿Qué de diputado otro que dimitió de consejero por igual motivo?

¿Por qué no rinden cuentas los gobernantes valencianos de los fondos públicos que gestionan? ¿No saben distinguir entre la hacienda pública y la privada?

El pueblo soberano.

¿Cómo pueden los sondeos anunciar mayoría cuasi absoluta en Galicia para un PP rebosante de escándalos?

¿No tiene nada mejor para ofrecer a sus paisanos el señor Ibarretxe que otra vuelta de consulta que tampoco podrá celebrar?

¿De dónde saca la izquierda abertzale que el voto nulo es mejor que el válido?

No huele.

¿Por qué no emplea el Banco de Santander parte de los ocho mil millones de euros de beneficios de este año en devolver su dinero a los impositores de Banif?

¿Por qué no bajan las inmobiliarias los precios de las viviendas si quieren venderlas?

¿A dónde creen que llegará el Ibex si los bancos siguen sin abrir el crédito?

El bocón.

¿Por qué no se calla el señor Chávez?


(La imagen es una foto de alexanderdrachmann, con licencia de Creative Commons).

In dubio pro puero.

(Aviso destripafinales: en esta reseña se cuenta la trama del film).

Interesante la peli La duda interpretada por Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman, dirigida por John Patrick Shanley sobre una obra de teatro también suya, ganadora de un Pulitzer (un éxito en Broadway hace unos años) y con guión asimismo suyo. La cosa va de pederastia de clero católico, asunto de mucha actualidad y mordiente. De ahí probablemente el Pulitzer y el éxito en escena.

Un colegio mixto en el Bronx (parroquia de irlandeses e italianos) un año después del asesinato de Kennedy, esto es, en 1964. El colegio está regido por monjas al mando de la hermana Aloysius prototipo de religiosa estricta, severa, intransigente pero también amorosa y caritativa. Cuenta con un sacerdote responsable, el padre Flynn, a su vez representativo de los aires de renovación en la Iglesia entonces en pleno concilio Vaticano II. El padre incorpora todo lo que la hermana Aloysius detesta: es alegre, vividor, lleva las uñas largas y cuidadas, fuma, bebe y... confraterniza con los chavales. Por ahí viene el problema. Una serie de circunstancias permite sospechar que el cura acosa sexualmente a un niño negro que, al ser el primero que llega a la escuela, vive marginado de sus compañeros que se burlan de él y hasta lo atacan. Gracias a la confidencia de la hermana James, una monja jovencita toda ingenuidad y dulzura, la hermana Aloysius llega a la convicción de que el padre Flynn es culpable si bien no hay una sola prueba irrefutable, el interesado lo niega con indignación y la madre del niño víctima confiesa a la monja que su hijo es homosexual. Valiéndose de una artimaña impropia de una religiosa, la hermana Aloysius consigue que el cura pida el traslado y el obispado lo asciende mientras Aloysius, en la escena final, confiesa que le corroe la duda.

La intención de la obra es mostrarnos que estos asuntos de pederastia son sobremanera turbios, muy complejos y nada fáciles de desentrañar, especialmente con prejuicios e intolerancia religiosa. En verdad da la impresión de que todo el interés del autor-guionista-director sea subrayar estos aspectos dudosos. Presenta al cura en un almuerzo con el obispo y otro colega en una escena rayana en el desenfreno, comiendo a dos carrillos, bebiendo, fumando y contando chistes, en contraste con el ascetismo y la frugalidad del refectorio de las monjas. La contraposición entre los dos religiosos, el cura y la monja, es casi tópica. Afortunadamente la soberbia interpretación de Streep salva a un personaje que resulta excesivamente acartonado. Tampoco el papel de la hermana James es especialmente sutil.

Todo parece orientado a inducir en el espectador la duda del título. Se dan las pistas, pero se niega la evidencia. El padre Flynn se muestra en claroscuro pero eso lo humaniza frente a la religiosidad tajante de la hermana Aloysius. Es más, el recurso a la homosexualidad del chaval debe apuntarse también en este obvio intento de la historia de enredar. Incidentalmente, tengo mis dudas acerca de si chavales tan críos pueden saber ya de cierto su inclinación sexual, pero reconozco que eso no es decisivo.

Al final el asunto queda envuelto en las brumas de la duda del título... pero será para quien quiera. Con lo que ha llovido la pederastia del clero católico (con las excepciones de rigor) está fuera de duda en la ficción o en la realidad y si, con todo, la hubiere, la decisión habrá de ser siempre en favor del niño, que es lo que hace Aloysius, razón por la cual se gana la simpatía del espectador. Al menos, la mía. Bueno, confieso que se la había ganado desde la primera escena porque su interpretación mejora notablemente el personaje que el autor ha contrahecho deliberadamente, mientras que sentí de inmediato cierta repugnancia frente al cura coleguilla y blandorro, género que no he podido soportar jamás. Prefiero a los torquemadas. Son más auténticos. Claro que a lo mejor todo esto era lo que buscaba el autor.

Reitero que la interpretación de Meryl Streep es sensacional y añado que la ambientación del colegio está pasablemente conseguida. Sólo pasablemente. La peli arrastra demasiado su origen teatral, prácticamente no hay exteriores, salvo un paseo por la calle de la hermana Aloysius y la madre del niño negro y un par de escenas fugaces en un jardín y un patio. Pero los diálogos y el guión están tan conseguidos que uno se olvida de ello.

dilluns, 16 de febrer del 2009

El latrocinio como forma de gobierno.

Permíteme, curioso lector, la pequeña vanidad de la autocita. Decía Palinuro ayer domingo que: "Esa misma red (la de Correa y otros presuntos ladrones) actuaba con anterioridad en el plano nacional del PP en tiempos del segundo Gobierno de Aznar pero de los aspectos concretos de estas actuaciones y acerca de quiénes estaban implicados todavía no se sabe nada, aunque debe de haber asuntos de mucha enjundia a juzgar por el pesado manto de silencio que ha caído sobre lo relativo a esos años. El señor Aznar, el señor Agag y hasta el señor Álvarez Cascos están callados como tumbas, cosa extraña con lo parlanchines que han sido siempre, especialmente el primero y el tercero."

Bien. Según cuenta hoy El País, las empresas del presunto sinvergüenza Correa obtuvieron contratos de AENA siendo ministro de Fomento Álvarez Cascos, del PP quien, naturalmente, ya ha empezado a hablar, más que nada para decir que sí conocía al inefable Correa pero que, claro, no sabía nada de que fuera un (presunto) ladrón. Esto no ha hecho más que empezar. Ya se verá cuántos más negocios tiene la trama corrupta durante el Gobierno de Aznar y a quién salpica. De momento, los señores Aznar y Agag siguen callados y ausentes...

Por otro lado, en la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), según parece, el Vicepresidente Ignacio González ha hecho ganar millones de euros a sus familiares a través de adjudicaciones de contratas para la empresa pública que él presidía, según revela hoy Público. Una empresita presidida por su hermano y su cuñado pasó de facturar 95.000 euros en 2005 a facturar un millón cuatrocientos mil en 2006 y todo gracias a las adjudicaciones del próvido González. Un millon cuatrocientos mil euros son doscientos treinta y tres millones trescientas veinticuatro mil pesetas. O sea, unas mil Filesas pues, cuando de robar se trata, los sociatas son unos pardillos al lado de los verdaderos profesionales.

Este asuntillo viene a sumarse al métodico procedimiento de saqueo de las arcas públicas que, según parece, tenía establecido de consuno con la trama de mangantes el hoy dimitido consejero señor López Viejo y que le reportó, cuando menos, unos 238.000 euros en concepto de sobornos por lo que relata hoy El Mundo que parece haber cambiado de trinchera en esta guerra. Por este López Viejo puso la señora Aguirre su mano al fuego y, bien se ve, ha quedado manca de las dos porque también puso la otra por el señor González, el de las milagrosas adjudicaciones. Pero es que, además de tostarse las manos, la señora Aguirre dijo que el señor López Viejo no había hecho nada ilegal ni irregular. ¿No va siendo hora de que dimita esta señora que preside un gobierno de presuntos ladrones?

Si a estas hazañas se añaden las proezas del mangue y trinque protagonizadas por la llamada "trama corrupta" en presunta connivencia con los políticos del PP de la Comunidad Autónoma de Valencia (CAV) en donde organizaba todos los actos públicos, incluidos los mítines del señor Rajoy, cabe hablar ya de un procedimiento sistemático de asalto y saqueo de los caudales públicos como forma de gobierno de la derecha, de los que están en política "para forrarse" y a fe que lo han conseguido en los últimos años. Cuando estaban en el Gobierno de España, en el orden llamado nacional y, al ser desalojados de él, en los órdenes autonómico y municipal. Y no se crea que es un caso aislado, ni siquiera una trama aislada, no. Es un conjunto de tramas, una forma de entender la gestión pública a base de robar a manos llenas en todo momento y circunstancia y con el motivo que sea. Por increíble que parezca estos presuntos ladrones y sus cómplices robaron también en la organización de los actos con motivo de los atentados del 11-M, según cuenta hoy El Plural. Robar a los huérfanos de la Guardia Civil, como hizo Roldán, estaba feo, pero robar con motivo del peor atentado terrorista que ha sufrido España con casi doscientos muertos y mil quinientos heridos es muchísimo peor; es moralmente repugnante.

Todavía me parece estar oyendo a la repipi señora Aguirre diciendo que no existe una superioridad moral de la izquierda, dando por supuesto que es la derecha quien la ostenta y hablando, como siempre, con total desparpajo de lo que no sabe nada. A la vista de esta cleptocracia que se ha instalado en la CAM (ya veremos si con su connivencia o no), en la CAV y, según va viéndose, quizá también en el Gobierno del Estado en tiempos aznarinos, de este robo descarado y sistemático de los caudales públicos, ¿por qué no dimiten todos ipso facto en lugar de pretender que están haciendo política?

Si has llegado hasta aquí, estimado lector, es porque me perdonaste la pequeña vanidad de la autocita del comienzo, lo que me hace suponer que también me perdonarás otra para culminar la entrada de hoy. El siete de febrero pasado, apenas estallado el escándalo, Palinuro colgó una entrada a la que te remito de título premonitorio: Os han pillao, tronkos. Y tanto.

(La imagen es una foto de Gérôme, con licencia de Creative Commons).

Otra historia de la filosofía.

Con este tercer volumen (Los libertinos barrocos. Contrahistoria de la filosofía III, Anagrama, Barcelona, 2009, 312 págs.) continúa Onfray su proyecto de escribir una historia alternativa de la filosofía; alternativa a las historias consagradas, académicas, al uso de las sucesivas generaciones, que le parecen falseadas y sesgadas y cuyos dos primeros volúmenes fueron Las sabidurías de la antigüedad, Anagrama, Barcelona, 2007, 330 págs. y El cristianismo hedonista, Anagrama, Barcelona, 2007, 339 págs.

Para Onfray la escritura de la historia de la filosofía ha sido siempre platónica, lo cual es obvio. Basta recordar el famoso dicho de Whitehead de que la historia de la filosofía no es más que una serie de glosas a los diálogos de Platón. La cuestión consiste en enfrentarse a la filosofía idealista en su triple fórmula platónica, cristiana y alemana contraponiendo la historia de una filosofía hedonista (que él, Onfray, defiende), materialista, atea, existencialista, pragmática y corporal. Merced al triunfo de Platón y sus herederos, los estoicos y los cristianos, se ha impuesto la lógica del odio al mundo terrenal, la aversión a las pasiones, y al cuerpo, todo sacrificado a las pulsiones de la muerte. Pues bien, de lo que se trata es de dibujar otra historia de la filosofía, la del pensamiento contrario al anterior, silenciado, vencido, muchas veces perseguido y eliminado en las hogueras de la inquisición.

En el primer volumen (Las sabidurías de la antigüedad) Onfray atribuía el comienzo de esta otra corriente al materialismo abderita y, en concreto, a la obra de Leucipo y, sobre todo, del gran Demócrito al que las historias al uso consideran "presocrático" cuando es un estricto contemporáneo de Sócrates y de quien corrimos el riesgo de no saber nada si se hubiera cumplido el deseo que , según cuenta Aristoxeno en sus Memorias históricas, abrigaba Platón de quemar todas sus obras; un Platón que no se digna mencionar a Demócrito ni una sola vez en las dos mil páginas de sus diálogos (p.59). De Demócrito resalta Onfray en especial su teoría relativista del conocimiento, su ateísmo (un tema especialmente querido para el autor) y la dietética de los deseos (p. 70).

Este primer volumen repasaba asimismo brevemente las obras de Hiparco, Anaxarco, Antifón (predecesor del psicoanálisis y teórico del hedonismo libertario y el principio de igualdad de los seres humanos) (p. 102), Aristipo de Cirene, los cínicos (Diógenes, Filebo, Eudoxio, Pródico), y el epicureísmo grecolatino.

Dentro de éste especial atención, claro, a Epicuro, cuya doctrina puede resumirse en cuatro puntos: 1) no hay nada que temer de los dioses; 2) ni de la muerte; 3) se puede soportar el dolor; 4) y lograr la felicidad (p. 183). La ataraxia epicúrea es similar a la felicidad ascética con la diferencia del rechazo del dolor (199). Define Onfray el jardín de Epicuro como la anti-república de Platón (p. 211). El paso a Roma, en el llamado epicureísmo de Campania, se hace de la mano de Filodemo de Gadara quien complementa a Epicuro añadiendo a su doctrina una estética y una política hedonistas (240).

Otro punto fuerte de la contrahistoria en Roma es el De rerum natura de Lucrecio, caracterizado por su materialismo radical, su odio a la religión y los sacerdotes y la deconstrucción de los mundos del más allá, todo lo cual fue causa de que San Jerónimo se dedicara a calumniarlo y a tratar de ocultarlo (p. 246). De Lucrecio es la idea de que las religiones nacen de la incultura de la gente lo que, entre otras cosas, explica por qué el poeta se ganó el odio de las masas, los sacerdotes y los príncipes (p. 253).

El segundo volumen, El cristianismo hedonista, daba cuenta asimismo de una larga serie de pensadores normalmente ausentes en las historias ad usum y trataba otros que sí aparecen de forma original. Empezaba reflexionando sobre los gnósticos que no son cristianos, como dice Renan, sino filósofos que caminan por el mismo sendero que Jesús pero con resultados metafísicos contrarios (p. 44), entre ellos Simón "el mago", Basílides, Valentín, Carpócrates, Cerinto, Marcos y Nicolás.

No todo en la Edad Media es oscuridad: Boecio sostiene que la filosofía puede valerse por sí misma, sin necesidad de la teología, Roger Bacon propone una ciencia experimental y Dante y Marsilio de Padua separan lo espiritual de lo temporal (p. 79). La corriente llamada del espíritu libre, relacionada con el milenarismo de Joachim de Fiore recoge casos como el panteísmo de Amaury de Bene o el de Heilwige de Bratislava y las beguinas libertinas (p. 109), entre otros casos, muchos de ellos víctimas de la intransigencia eclesiástica.

El territorio humanista es especialmente rico en hedonistas, que tampoco suelen aparecer en las historias ordinarias. El primero en proponer un cristianismo epicúreo (fórmula a la que se acogerán los otros) fue Lorenzo Valla con variantes como un cristianismo hedonista (p. 150). Tras los pasos de Valla, Marsilio Ficino y Erasmo de Rotterdam, otro cristiano epicúreo.

Casi la tercera parte de este segundo volumen estaba consagrada a los Ensayos de Montaigne y al propio Montaigne, con respeto a la tradición que ve en él un pensador en tres etapas: estoico, escéptico y epicúreo (p. 212), si bien Onfray matiza que el escepticismo del señor de Montaigne no es el de Sexto Empírico sino el de Sócrates (p. 215). Como es bien sabido, los Ensayos son un pozo de todo. Subrayo que Onfray atribuye al autor el descubrimiento del inconsciente y el ser predecesor de Freud (p. 246) y algo más allá y sin que sea necesario decir a quién precede, la idea de que el hombre es un ser para la muerte y la conciencia de no ser sino para la muerte (p. 247).

Lo anterior era necesario como prolegómenos a este tercer volumen de Los libertinos barrocos que versa sobre los autores del Grand siècle francés. Quizá sea esa la mayor crítica que quepa hacer a esta contrahistoria de la filosofía: que es casi exclusivamente francesa. Se queja de que la historiografía, dominada por Le siècle de Louis XIV, de Voltaire, reseñe la obra de Descartes, Corneille, Racine, Pascal, Bossuet, Boileau, Mme. de Sévigné, Molière, La Bruyère y La Rochefoucauld, pero deje fuera a Pierre Charron, De la Mothe Le Vayer, Pierre Gassendi, Cyrano de Bergerac y Spinoza, que son a los que dedica el volumen Onfray bajo la consideracón genérica de "libertinos barrocos" caracterizados por: a) una genealogía montaigneana; b) un método de deconstrucción escéptica; c) una ética radicalmente inmanente; d) una creencia religiosa fideísta (p. 29); o sea, los antecesores del siglo de las luces.

Pierre Charron, el de la "voluptuosidad prudente" fue víctima de la estrategia que señala Diógenes Laercio en la Vida de Epicuro, la de calumniar al hombre para no hablar de la obra. En este caso las calumnias y las infamias fueron a cargo del jesuita François Garasse, en Doctrina curiosa de los espíritus refinados.... Amigo de Montaigne, Charron elabora una obra (un gigantesco De la sabiduría) con una teología inmanente, una ontología monista y una metafísica laica. Dios existe pero, como dicen Epicuro y Lucrecio, no es una amenaza para la vida cotidiana (p. 67). De Charron es la idea revolucionaria (atribuida a Pierre Bayle, que fue posterior) de que se puede ser impío, incrédulo y hasta ateo y virtuoso (p. 74)¡Cuánto está costando liberar al ser humano de las garras de los curas!

De La Mothe Le Vayer dice Onfray que es una mezcla de Pirrón y Jesús, que no está mal (p. 83). Mantiene el criterio de la justa medida, la prudencia, la acatalepsia. Su obra El banquete escéptico es un batiburrillo que recuerda los gabinetes de curiosidades tan de moda entonces: allí se trata de la antropofagia, la homofagia, la cropofagia, la zoofilia, la homosexualidad, el incesto, la masturbación, etc bajo criterio relativista y culturalista (p. 94) y como las cosas obedecen a la relatividad de lugar y tiempo, el sentido se encuentra en la suspensión escéptica del juicio, la epojé (p. 109).

La existencia de Saint-Évremond transcurre entre los campos de batalla y los salones mundanos de parís y Londres, en donde pasó la mayor parte de su vida en el exilio. Un típico autor al que los filósofos consideran un literato y los literatos un filósofo y nadie acaba de conocerlo bien. Su obra es fragmentaria y está dispersa por su actitud contraria a la publicación de trabajos definitivos: "aprecio más una hora de vida bien vivida que el interés por una mediocre reputación" (p. 136). Es un escéptico , también partidario de la epojé (p. 140), un epicúreo pero de influencia de los poetas elegíacos latinos (p. 144), fideísta, libertino, cristiano, epicúreo y católico cabal (p. 153). Una mezcla muy matizada.

Pierre Gassendi tiene la curiosa condición de ser un sacerdote prototipo del libertino (p. 156) cuya divisa es nada menos que sapere aude (p. 160). Polemiza con Descartes hasta que éste abandona la controversia; pero Onfray señala por mor de la justicia que mientras que la Iglesia lanza a los jesuitas contra el autor del Discurso del método hasta incluirlo en el Índice, no hará nada parecido con Gassendi quien siempre fue católico y que, a semejanza de Valla, Erasmo o Montaigne, quiere conciliar el materialismo atomista antiguo y el espiritualismo cristiano, la ética hedonista epicúrea y el ideal ascético paulino, Epicuro y Cristo (p. 183). El cristianismo lo echó a perder, como dice Nietzsche que sucedió con Pascal (p. 193).

Cyrano de Bergerac, uno de mis autores preferidos, sí que no es visitante habitual en las historias de la filosofía que seguramente lo encuentran excesivamente fantasioso. Su vida, presidida por el percance de su nariz, es oscura en todo lo demás. No se sabe si era bisexual u homosexual, si padeció sífilis; ni siquiera se sabe si murió por accidente o asesinado. Su obra, tan desigual como su vida, cubre varios campos pero la principal es ese prodigio (indebidamente ignorado) de literatura utópica que se titula El otro mundo o los Estados e Imperios de la Luna y los Estados e Imperios del Sol. Onfray le atribuye la paternidad de lo que acertadamente llama el "panteísmo encantado" (p. 210) que hace un desmontaje de lo religioso a través de lo cómico. Un ejemplo en relación con la cuestión de la resurrección de la carne: la hipótesis de que nos demos un festín caníbal y nos comamos a un mahometano, ¿qué sucede el día de la resurrección de la carne? (p. 222) Cyrano anticipa varios inventos contemporáneos, como la bombilla eléctrica o el magnetófono. En punto a ética sigue el espíritu de Etienne de la Boétie en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria, con la conclusión que siempre me ha parecido certera: pensar es vivir en libertad (p. 227).

Finalmente, Onfray dedica certeras páginas al único filósofo no francés en la obra y que sí aparece en las historias ordinarias, si bien en ellas se subrayan otros aspectos de su vida y pensamiento. La vida de Spinoza es epicúrea a lo que curiosamente ayuda el hecho de que viviendo en un país protestante, es maldecido por "hereje" y excluido de la comunidad judía. Su lema (que no se encuentra en la Ética, sino en una carta a Oldenburg) es "ni reír ni llorar sino comprender" (p. 240). La epistemología es la condición previa de la ética hedonista y hay tres formas de conocimiento (en otras partes, el filósofo dirá que son cuatro): el que nos viene de la experiencia ajena en forma de relato de otros, el de la razón discursiva y el intuitivo (pp. 250/251). La fórmula Deus sive natura encierra el panteísmo espinozista, igual que la dialéctica entre natura naturans y natura naturata. El libre albedrío es una ilusión. Si los hombres supiéramos qué es lo que nos mueve, dejaríamos de recurrir a esta fórmula. Dios es la naturaleza igual que el cuerpo es el alma y el alma el cuerpo. Nada de extraño que Spinoza aparezca como materialista, racionalista y ateo. Por lo demás, su evidente republicanismo y su oposición a la monarquía (del Tratado Teológico-Político) lo convierte en un pensador muy actual. Conocida es su doctrina acerca de la diversidad de sentimientos que procede de la combinación de tres de ellos: deseo, alegría y tristeza. El deseo es el apetito acompañado de la conciencia de sí mismo; la alegría, la pasión por la que el espíritu pasa a mayor perfección; y la tristeza a una menor perfección. Para terminar: relación de pasiones tristes: la vergüenza, el odio, el desprecio, el dolor, la melancolía, el horror, la aversión, la burla, la desesperación, el desdén, el miedo, la humildad, la decepción, el acatamiento, la piedad, la aprensión, la indignación, el pudor, la envidia, el estupor, la cólera, la venganza, la censura, la crueldad, el arrepentimiento, el desprecio de uno mismo y los celos (p. 262). ¿Cómo no iban a odiarlo los curas de todas las confesiones?

Onfray resume este siglo diciendo que en él se da el uso metódico y experimental de la razón y la crítica a la religión como obstáculo al ejercicio de la inteligencia (p. 268). No es un siglo ateo, pero sí conduce al ateísmo (p. 270) que, dentro del programa filosófico de Onfray viene a ser como el fin de la emancipación filosófica del ser humano.

Es de esperar que los tomos que faltan (tiene tres más anunciados) sean tan interesantes como estos. No obstante me queda una duda y ella es si cabe en propiedad llamar a esta obra una contrahistoria de la filosofía; no porque no sea contra sino porque no es historia. Claro que siempre se puede argumentar que nadie sabe qué sea la historia de la filosofía y hasta habrá quien diga que la filosofía carece de historia. Pero, al margen de esto, la cuestión es si el magnífico trabajo de desenterramiento de Onfray es una historia o, antes bien, un relato temático de la sucesión de los filósofos. El tema es el hedonismo y de lo que obviamente se trata es de ir descubriendo aquellos pensadores que, por predicarlo y/o practicarlo, quedaron marginados de las historias "ortodoxas". Pero, al ser un relato tematico, es monocorde, se abordan siempre las mismas cuestiones, siglo tras siglo, y no estoy seguro de que quepa llamar historia (contra o no contra) a esto. ¿La prueba? Que también aparecen arrimados a los pensadores directa o indirectamente hedonistas o epicúreos otros que, no siéndolo, tratan temas que puedan ser tangenciales y que, de paso, recuerden las historias tradicionales de la filosofía. Esa es, me parece, la razón por la que, a veces, emergen autores como La Boétie, Bacon, Marsilio o Dante que no son hedonistas ni epicúreos. Más que de una contrahistoria de la filosofía que implicaría, supongo, una lectura alternativa de los filósofos que la han hecho, se trata de investigar una línea complementaria, aunque suprimida u oculta, de la historia tradicional. Ello no resta mérito a la obra; sólo la resitúa.