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dimecres, 7 de març del 2012

Las soluciones políticas.

El País y Bankia han organizado una jornadas que han llamado Encuentro financiero internacional Bankia 2012 y en las que han participado destacadas personalidades de distintos campos, algunos muy previsibles, como el presidente del gobierno, el ministro de Economía, el lider de la oposición o Rodrigo de Rato, y otros algo menos, como Ana Botella quien sin embargo estará a cuenta de la cuota que haya podido imponer Bankia.

Lo más llamativo es que el evento esté organizado por Bankia y El País. El diario es una empresa y resulta lógico que se trate con banqueros; pero la empresa también es un diario y debiera mostrar más sensibilidad hacia otros sectores no tan del establishment. Es verdad que han tenido el olfato de invitar a Barrabés (de Barrabés internet), a Sebastián Muriel (de Tuenti) y al notable cibergurú Enrique Dans. Pero el resto es una capilla bancaria. Veinte varones y tres mujeres. Es representativo y no es representativo al mismo tiempo.

Cebrián ha pronunciado una conferencia, de la que da cumplida cuenta El País. En ella ha puesto en evidencia el desconcierto que reina en Europa, en donde no se reconoce que la crisis, lejos de ser económica es política, revela falta de liderazgo político y (supongo) falta de declarada voluntad de actuar mancomunadamente pues no hay una acción unitaria del ente politico Europa. Eso es lo que el conferenciante echa en falta, como se sigue del hecho de que reclame políticas comunes en el exterior, en defensa, económica y fiscal, impulso a los eurobonos, que el BCE actúe como prestamista de último recurso.... Si la Unión pudiera hacer eso casi sería ya una federación.

El asunto es más complejo de lo que parece. No faltan orientación ni medidas políticas. En realidad las medidas económicas son medidas políticas, responden a orientaciones y decisiones políticas. Por tanto, no faltan medidas políticas. Europa no está desgobernada. Faltan otras medidas políticas, otro gobierno de la Unión. El gobierno neoliberal, las políticas neoliberales no han fracasado una vez, sino dos. Fracasaron al provocar la crisis y han fracasado de nuevo al no saber restañarla como se prueba por el hecho de que Europa entre en su segunda recesión en tres años.

Pero aquí aparece la verdadera dificultad: que no hay políticas de recambio, alternativas. El discurso neoliberal se ha impuesto como verdad incontrovertible y frente a él solo se dan quejas, lamentos y propuestas deshilachadas, sin un plan general o sistema, sin eso que se llama un "proyecto". Y no los hay porque la izquierda socialdemócrata no ha considerado oportuno reunirse para tratar de sacar adelante un programa europeo de acción contra la crisis. Al contrario, los partidos socialdemócratas se han encastillado en la defensa de lo que consideran sus intereses nacionales yendo, una vez más, contra su supuesto postulado internacionalista o, cuando menos, europeísta. Algo que recuerda aquel fatídico 4 de agosto de 1914 en que los diputados socialdemócratas alemanes votaron a favor de los créditos de guerra. Cebrián se pregunta si podremos financiar el Estado del bienestar. La socialdemocracia tiene que explicar cómo.

Si la socialdemocracia, la única izquierda que puede, no pone en marcha un programa político para Europa, sobre todo un programa político que aplauda tan nutrida representación bancaria, ¿de qué medidas políticas podemos hablar? En el plano de las ideas políticas parece razonable propugnar un regreso a alguna forma de keynesianismo (el truco consiste en ponerle un "neo" delante: neokeynesianismo) para una Europa capaz de resistir el dumping social de la China con el aumento de la productividad. En el plano de las realidades políticas, tiene que haber una posición común de la socialdemocracia sobre Europa ya que es la única pues la derecha no está interesada en hacerlo. En todo caso esa respuesta no puede estar pendiente de imponderables como que Hollande gane las próximas presidenciales francesas y el SPD las siguientes legislativas alemanas.

dimarts, 6 de març del 2012

El órdago de Rajoy.

Va a resultar que Rajoy tiene más determinación de la que mostraba siendo líder de la oposición. No acepta el límite del déficit del 4,4% que él mismo refrendó días atrás al firmar el Pacto de Estabilidad y se fija unilateralmente el del 5,8%. En principio, nada que objetar de la parte española y el líder de la oposición ya le ha expresado su apoyo. Relajar el límite del déficit es respirar un poco.

La cuestión es, sin embargo, si es posible mantener el órdago. La Comisión quiere cumplimiento y amenaza con sanciones que pueden llegar a multas del 0,1 o el 0,2% del PIB. Posibilidad que también firmó Rajoy y que nos puede dejar tullidos. Supongo que si esta decisión de incumplir los compromisos la hubiera tomado Zapatero, Rajoy no solo no lo hubiera apoyado sino que habría prometido hacerle pagar la multa de su peculio. Precisamente la Comisión recuerda aviesamente a Rajoy que si España se salvó de la intervención en 2010 fue porque Zapatero cumplió sus compromisos. La Comisión se queja además de que el gobierno no le facilite cifras definitivas de nada, sino que los valores están cambiando continuamente que, si se recuerda, era una crítica favorita de Rajoy a Zapatero. En política las críticas son boomerangs.

No obstante puede salirle bien la jugada al presidente quien prevé que la Comisión no recurrirá a expediente sancionador alguno porque, razona, lo importante es el resultado final. Entre tanto gana tiempo para apretar las clavijas a las exangües comunidades autónomas y se ahorra el trago de presentar los presupuestos antes de las elecciones andaluzas.

Pero el problema quizá no sea la Comisión sino los sempiternos mercados que son los que hacen el trabajo sucio a la Comisión. La prima de riesgo de España sube y ha vuelto a pasar a la italiana. Si esa prima sigue subiendo, lo que es probable porque el incumplimiento de un compromiso es siempre muy mal signo, la situación se puede poner muy chunga, con una amenaza de intervención en el horizonte. La idea de que España es "demasiado grande para caer" no tiene más valor que el de una jaculatoria y, si no funciona, Rajoy puede encontrarse vencido en donde Zapatero salió airoso y eso al comienzo mismo de su mandato.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).


dissabte, 3 de març del 2012

El déficit es un tigre de papel.

Rajoy se ha hecho maoísta y ha decidido que el déficit es menos fiero de lo que lo pintan, que es un tigre de papel. Así, se ha armado de valor y ha decidido incumplir la última promesa electoral que le quedaba por saltarse: el respeto al límite del déficit en el 4,4% del PIB. Ese límite estará ahora en el 5,8%. Los barandas europeos rezongan en sulfurados apartes contra esta laxitud hispana y amenazan con las jaurías en los mercados porque este incumplimiento español arrastrará otros en la eurozona y esto puede convertirse en un quilombo.

Rajoy ha hecho bien porque la gente merecemos un respiro, al menos antes de ponernos a marcar el paso de la oca después de las elecciones andaluzas. Pero nada de esto le hubiera lucido si ahora se encontrara con un Aznar tronando a los cuatro vientos en todos los foros internacionales en contra del incumplimiento español y sosteniendo que, de hecho, es una quiebra del Estado, que España no puede pagar, que está en default. Por fortuna para él, Rajoy no tiene detrás un Azar sino un Rubalcaba que lo apoya expresamente en la medida (en lugar de atacarlo, como hubiera hecho el propio Rajoy de estar en la oposición) y hasta le dice que es bienvenido por haber vuelto a la racionalidad.

Esa es una diferencia notoria entre la izquierda y la derecha. La derecha pone sus intereses de partido por delante de los del país y la izquierda hace al revés, los del país por delante de los del partido, como demostró Rodríguez Zapatero. La izquierda hace política; la derecha, guerra.

(La imagen es una foto de La Moncloa,en el dominio público).

divendres, 17 de febrer del 2012

Armageddon en Europa.

Ahora, cuando parece que el PIB de los Estados Unidos vuelve a crecer y el país genera empleo, está ya claro que la crisis queda prácticamente circunscrita a Europa. Desde luego, es de una extraordinaria gravedad. Según dice Paul Krugman, más de lo que fue la gran depresión de 1929. Se refiere seguramente a los aspectos económicos porque en los políticos la de 1929 fue mucho peor. Trajo la inestabilidad a Europa, la polarización política, el auge de los totalitarismos, el nazismo y, a medio plazo, la guerra. Nada de eso está dándose ahora mismo. La razón probablemente reside en el Estado del bienestar, que actúa como un factor de integración y estabilización. No es difícil imaginar en dónde estaríamos si no existieran la seguridad social, las prestaciones por desempleo, los sistemas de pensiones. Por eso es tan absurdo, tan delirante , desmantelar el Estado del bienestar. El aviso lo tenemos estos días en las turbulencias en Grecia, cuyo rescate se parece más a una explosión controlada que a una operación de salvamento.

Y no es solamente Grecia. Cada vez que un gobierno acepta nuevas condiciones draconianas y castiga más a su población, los mercados lo premian con mayores y más furibundos ataques a su deuda. Es el caso de España. La drástica reforma laboral (que, en realidad, supone la supresión de los derechos de los trabajadores) y la reforma financiera, aprobada casi por unanimidad en el Parlamento, se han traducido en un batacazo bursátil y una escalada de la prima de riesgo. Por no mencionar las agencias de rating que se han lanzado como hienas a morder en las vacilantes calificaciones de entidades bancarias y comunidades autónomas. Que la deuda de la Generalitat esté al nivel del "bono basura" es una ruina y una bofetada a la autoestima catalana. Y ahora, la reducción del consumo en España (¿cómo vamos a consumir si no tenemos con qué?), amenaza con hundir al país de nuevo en la recesión de la que había salido renqueante.

En su segunda recesión en menos de tres años han entrado ya varios países europeos, entre ellos los muy prósperos de Alemania y Holanda. Resulta patente que las políticas neoliberales de carácter restrictivo a las que se aferra la canciller Merkel han sido un estrepitoso fracaso. Pero ¿qué posibilidades hay de que la política democristiana reconsidere su actitud y cambie de proceder? Probablemente ninguna. Alemania está en una posición de fuerza y dicta las condiciones que consolidan esa posición y debilitan las de todos los demás. Insaciable el capitalismo (especialmente el alemán) en su pretensión de aumentar sus beneficios y la tasa de explotación de todos los trabajadores europeos, da otra vuelta de tuerca y hace más verosímil una catástrofe europea, un Armageddon continental.

Porque la crisis no es solamente un asunto económico sino que, por ser Europa, tiene asimismo un aspecto político. Lo que está en juego es el mantenimiento de la Unión Europea. Mientras los factores económicos, la crisis de la deuda soberana, los desequilibrios macroeconómicos, sean determinantes, los procesos de adopción de decisiones tenderán a parecerse a los de un consejo de administración de una sociedad mercantil. Pero esos procesos no se pueden transferir a una organización política como la UE, basada en la ficción jurídica de la igualdad de sus miembros. No es pensable una Unión Europea (un ente en busca de una Constitución eficaz) desigual, en la que unos Estados estén sometidos políticamente a otros.

Grecia no es un país soberano y su gobierno no es autónomo. Y lo mismo puede pasar (si es que no está pasando ya, aunque de forma larvada) con otros países, entre ellos, esa gran nación que es España, al repetido decir de Rajoy. Esta dinámica destruirá la Unión Europea.

En Europa, la crisis económica es también una crisis política pero, así como no se imponen alternativas a la política económica neoliberal, tampoco parece haberlas frente al retroceso de Europa hacia el tradicional sistema de Estados mal avenidos. Por eso no parece haber otra esperanza a corto plazo si no que los socialistas ganen las próximas elecciones presidenciales en Francia y legislativas en Alemania. Y aun esto será insuficiente. La izquierda europea debe dar una respuesta continental a la crisis partiendo de que Europa es de hecho una federación. No hay salidas nacionales del embrollo y el empeño neoliberal por imponerlas ya ha fracasado. Es urgente una conferencia europea de partidos socialdemócratas que proponga una alternativa europea de izquierda a la crisis.

(La imagen es una foto de Gorgrave, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 10 de desembre del 2011

La sombra de De Gaulle y el euro.

El general De Gaulle fue siempre enemigo del ingreso del Reino Unido en la Unión Europea, por aquel entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE). Entendía el francés que Inglaterra sería un factor disgregador de la unión dada su relación especial con los Estados Unidos que nunca se han entusiasmado con la unidad de sus aliados por su cuenta. Y tenía razón. Gran Bretaña trató en su día de socavar la CEE poniendo en marcha una especie de zona de libre cambio con los países europeos que no habían firmado el tratado de Roma, Irlanda, Noruega, Dinamarca, Suecia, Suiza, etc., la EFTA o AELC (Asociación Europea de Libre Cambio); una organización condenada al fracaso, cosa que vieron rápidamente los británicos por lo cual, tomando en consideración sus intereses antes que la elegancia, abandonaron su criatura a la intemperie y pidieron el ingreso en la CEE en 1961.

Hubieron de esperar diez años y sólo lo consiguieron al siguiente a la muerte del general francés, en 1971. Desde entonces Gran Bretaña ha sido un constante lastre para el avance de la unidad de Europa. Ha estado sistemáticamente en contra de todos los intentos de fortalecer la unión política del continente y ha favorecido la ampliación indiscriminada de la unión en la esperanza de delibilitarla. Asimismo se ha desmarcado de casi todas las decisiones colectivas que iban en ese camino: en 1984 hubo que renegociar los términos de su entrada, en 1985 quedó fuera del acuerdo de Schengen (aunque participa de algunos de sus aspectos), en 1989 rechazó sumarse a la Carta Social Europea y en 1999 no aceptó formar parte de la zona euro. Ahora se queda fuera del nuevo tratado que establece una mayor unidad fiscal de Europa y avanza en el camino de la unidad, y es el único país que queda fuera. Mucha razón tenía De Gaulle. Sólo que, en este momento, Gran Bretaña corre el peligro de encontrarse demasiado fuera de la Unión, casi en la situación de dos entidades independientes, Gran Bretaña de un lado y el resto de los países apiñados en una mayor unidad política.

Porque ese es el resultado de la Conferencia de Bruselas, un notable avance en la unión continental que se ha conseguido por la muy eficaz vía de la chapuza. Lo que los sucesivos proyectos de Constitución de la UE no han logrado lo ha conseguido el llamado pacto del euro, un acuerdo de carácter económico y fiscal que trata de paliar la crisis y fortalecer la UE para hacer frente a aquella. Una chapuza in extremis, acordada cuando los mandatarios ya auguraban la catástrofe si no se alcanzaba, que es lo que llevan cuarenta años augurando cada vez que hay que adoptar alguna decisión salvífica, normalmente al margen de los procedimientos ordinarios; esto es una feliz chapuza que dará un magnífico juego, como en otras ocasiones.

El asunto es fácil de entender, aunque no enteramente agradable de aceptar; sobre todo si se opera con categorías de soberanía nacional que, siendo obsoletas, siguen muy presentes en el ánimo de quienes dicen haberlas superado. Es una típica disonancia cognitiva de muchos políticos europeos, especialmente los conservadores, que son hostiles a toda merma de sus soberanías nacionales y las usan como banderas electorales, al tiempo que apoyan el fortalecimiento de la unidad supranacional europea. Una disonancia cognitiva de campanario. Como la inglesa.

La crisis actual, agravada por la existencia de un euro al que falta el apoyo de una unidad de decisión política ha puesto de relieve las insuficiencias actuales y obligado a remediarlas un poco a la brava. En efecto, la pretensión de los países más afectados por la deuda (Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia) y de quienes razonan como ellos es que la Unión en su conjunto salga garante y avalista de sus deudas (eso es lo que pretenden quienes postulan los eurobonos) pero sin tener los instrumentos necesarios para controlar ahora y en el futuro el modo en que los países contraen y gestionan sus obligacioness. Ninguna organización del tipo que sea sobrevivirá si da a sus miembros libertad para endeudarse pero sale luego garante de unas deudas que no puede controlar.

Así que, para poner remedio a esta situación en el futuro los países europeos han dado el paso decisivo de aceptar la coordinación de sus políticas fiscales, la supervisión de sus presupuestos por los órganos comunitarios y otras medidas que significan simplemente cesiones de soberanía. Eso que los europeos predicamos continuamente pero no aceptamos sino a regañadientes, como se ve en ese fracasado intento de Rajoy de conseguir para España un poder de veto de las decisiones comunitarias. Es lo de siempre: más unidad, pero mi país por encima. Sin embargo, el pacto es vital para la consolidación de la Unión Europea como una unidad política con una moneda única fuerte que no actúe como una vía de agua en el navío común.

Hay una crítica frecuente al pacto que debe considerarse y es la de que esa unidad política hacia la que se avanza se presenta bajo la hegemonía alemana y, en parte francesa, lo que atenta contra la pretensión de una igualdad de los miembros de la Unión. Ciertamente. No hay una Europa de dos velocidades pero unos países son más importantes que otros. La susodicha igualdad es una quimera, más propia de un organismo internacional (como la Asamblea General de la ONU) que de un único Estado en términos reales. Prácticamente ningún Estado del planeta es igualitario en su composición interna. En todos hay partes más importantes y decisivas que otras; regiones, provincias, estados, comunidades de mayor productividad y renta que otros; entes territoriales a los que afluye la inmigración interna y otros de los que parte la emigración. En todos los Estados hay desigualdades territoriales que se aceptan mejor o peor pero son inevitables y eso mismo pasa con la Unión Europea como unidad política. Resulta absurdo decir que Alemania es la locomotora europea y, al mismo tiempo, sostener que sus derechos y obligaciones son los de los vagones de los que tiene que tirar.

Alemania tiene la responsabilidad de consolidar la Unión Europea con la ayuda de Francia y de otros países sólidos. Su voto no puede valer lo mismo que el de Grecia. Y no lo vale. Otra cosa es que se tenga la elegancia de mantener la ficción jurídica de que todos somos iguales y no se haga patente en ningún instrumento político. Pero esa desigualdad es un hecho y, mediando la conciencia común europea, no tiene que ser necesariamente un desdoro.

dimecres, 7 de desembre del 2011

Achtung! Europa, chapuza.

La teoría de Palinuro de que la Unión Europea se hace mediante chapuzas se confirma. El acuerdo a que están llegando Merkel y Sarkozy es otra de éstas. Pero seguramente funcionará como lo han hecho las anteriores. Y es lógico. La unión europea es algo nuevo, carece de precedentes, no hay modelo y va construyéndose a medida que se resuelven los problemas que la ponen en peligro como buenamente se puede. Si procediéramos con modelos y protocolos fijos la tal unión ya se hubiera deshecho. Esta nueva chapuza nominalmente francoalemana pero en realidad germanofrancesa prosperará porque media Europa está con el agua al cuello y no tiene más remedio que aceptar las píldoras de caballo.

Los periódicos, que aman los términos fuertes, ya han caracterizado la situación cuando, como hace Público, utilizan el verbo acatar, cuyo significado, según el DRAE, deja bien clara la posición en Europa de esta gran nación que es España, al reiterado decir de Rajoy. El acuerdo en cuestión es una especie de Diktat a los países en dificultades y a todos los demás para que acepten un derecho de supervisión (y veto, ya veremos en qué términos) sobre sus presupuestos. Además quiere fijar castigos automáticos a los países que no respeten el techo del déficit. Eso ya estaba previsto pero no funcionó cuando fueron Alemania y Francia quienes rompieron el techo del tres por ciento de déficit y no les pasó nada. Los demás pensaron entonces que ancha es Castilla pero descubrieron sobre sus lomos que sólo para unos y no para todos.

La prevista reforma de los Tratados se hará previsiblemente por acuerdo entre los Estados y no se convocará referéndum alguno. La chapuza es completa pero, al mismo tiempo, muy racional, con la irritante racionalidad de la Realpolitik. La UE ya está actuando de hecho como una unidad política. Otra cosa es que lo haga mejor o peor o a gusto de unos pero no de otros. Y una unidad política no puede depender del resultado de un hipotétiuco referéndum en alguna de sus partes. Una consideración para quienes creen que el referéndum en una parte de un conjunto y que puede invalidar la acción de éste, es ya de por sí una prueba de democracia: si, por ejemplo, se convocaran sendos referéndums sobre la reforma de los Tratados en España y Alemania es posible que ambos fueran negativos pero por motivos diametralmente opuestos; para los alemanes la reforma sería demasiado; para los españoles, demasiado poco.

La conclusión a que llegan los dos mandatarios españoles, el que viene y el que se va, Rajoy y Zapatero es coincidente, lo cual tranquiliza. España hablará por fin con una sola voz en Bruselas; un voz para acatar, pero una sola. Antes, cuando gobernaba Zapatero, España hablaba con dos voces, la del gobierno adquiriendo compromisos y la de la oposición de Rajoy saboteando y diciendo que no los cumpliría. Ahora el mismo Rajoy sabe que tiene y tendrá el apoyo de la oposición en sus negociaciones con la UE. Eso quiere decir algo y la gente debe entender qué significa. Simplemente que la izquierda sabe hacer una oposición constructiva.

Produce un poco de inquina la injusticia de la situación. Pero todavía queda por pasar a través de las toneladas de basura que el gobierno del PP verterá en sus primeros meses sobre la acción del anterior, especialidad de la casa que la batería de medios de la derecha utilizará sin descanso para seguir castigando las posiciones de la izquierda. Es ley de vida. La derecha no es mayoría en el país, pero la respalda un sólido treinta por ciento del electorado. Franco tenía un respaldo mucho menor. Esta derecha, que es su heredera ideológica, llega hasta el treinta por ciento y con eso le basta para imponerse sin miramientos o "sin complejos", como suele decir. La izquierda tiene similar apoyo, incluso algo mayor, pero es más fácil de desmovilizar.

Así las cosas Rajoy no tiene empacho en presumir de que España y Alemania son las únicas que han cumplido el requisito de la reforma constitucional, siendo así que fue una iniciativa de Zapatero a la que él se sumó con todo género de reticencias. Es también estilo de la casa. Cuando Zapatero, entonces en la oposición, propuso el Pacto antiterrorista, Rajoy, entonces en el Gobierno, lo calificó de "conejo sacado de la chistera". Un par de años más tarde él era el principal defensor del conejo y Zapatero, en cambio, quería despellejarlo o algo así.

Lo mismo va a pasarle con todo lo que dijo en la campaña electoral que se convertirá ahora en la fiesta del lindo don Digo Diego. Lo más llamativo viene con los impuestos. No iba a subirlos pero sí, sí que va a hacerlo y mucho. Él no querría pero es Europa la que lo obligará a hacerlo, es Alemania, la misma Alemania que protestaba cuando Aznar pedía fondos de cohesión para España y, al mismo tiempo, bajaba los impuestos. Ese tipo de pillerías ya no podrá hacerse. En definitiva las chapuzas acaban siendo productivas.

diumenge, 4 de desembre del 2011

Una interpretación de Europa

Europa es un lugar asombroso. En algo más de la mitad de Rusia conviven 49 Estados, esto es, sin contar la propia Rusia. Sus formas políticas van desde la teocracia vaticana al cantonalismo suizo, pasando por monarquías y todo tipo de repúblicas y, hasta hace poco tiempo, también dictaduras. Hay una enorme variedad de lenguas, fundamentalmente germánicas, eslavas y romances y algunas de imposible clasificación como el vascuence y las lenguas ugro-finesas que tampoco son indoeuropeas; tres religiones mayoritarias, la católica, la ortodoxa y las protestantes, y otras minoritarias como el islam o la religión mosaica, sin contar un buen puñado de ateos; tres alfabetos, el griego, el cirílico y el latino y varias unidades de pesos y medidas; y no hablo de equipos de fútbol y festivales de cine. Lo característico de Europa es su inmensa diversidad que convive alegremente con una clara conciencia de unidad. Europa no es sólo el mito de la mujer de ese nombre, sino que se siente a sí misma como una unidad civilizatoria; unidad que ha pretendido institucionalizar políticamente a lo largo de los siglos con escaso resultado hasta la fecha.

Esa conciencia unitaria (que no es nacional pues Europa no es un Estado/nación pero sí tiene algo de nacional/continental) va aparejada con cierto complejo de superioridad. Europa se piensa el centro del mundo. ¿No pasa el meridiano cero por Greenwich y Castellón, entre otros lugares? Esa seguridad de los europeos en sí mismos, esa conciencia de su superioridad los lleva a convencer a los demás de que hasta sus errores son certidumbres. ¿Hay algo más absurdo que el hecho de que Europa se vea a sí misma como un continente y haya convencido a todo el mundo de que lo es cuando no lo es a tenor de la definición más general de la palabra? En términos de estricto realismo geográfico Europa es una península de Asia. Grande, pero península.

Ha habido sucesivos intentos de conseguir la unidad política de Europa. Siempre por las armas y siempre frustrados. Lo pretendieron los romanos hasta cierto punto ya que a ellos les interesó siempre más el Mediterraneo en todas sus orillas. Los árabes lo hubieran intentado también de no haber sido rechazados por Carlos Martel. Luego, los españoles, aunque con escaso empeño. La casa de Austria fue más europea que española y, cuando se hispanizó, se volcó en América. La siguiente acometida fue la de Napoleón y la ultima, por ahora, la de los alemanes, que desembocó en la segunda guerra mundial.

El desastre de la guerra llevó a algunos europeos en los años cincuenta del siglo XX a intentar la unidad por la vía económica, comercial, mercantil, o sea, pacífica. Y así surgió el Mercado Común que, de seis miembros originarios llegaría a veintisiete hoy y que parecía ser capaz de llevar a cabo lo que los militares de unas u otras naciones no habían conseguido en veinte siglos. El proyecto se adornaba trayendo a colación todos los sueños europeístas que los pensadores, clérigos, filósofos y filántropos han venido formulando, desde Pierre Dubois en el siglo XIV hasta el conde Coudenhove-Kalergi, un mestizo de europeo y japonesa, en el siglo XX. Una larga historia.

Que jamás había cristalizado hasta la creación de la Unión Europea. Esta traía la renuncia al uso de las armas (para eso se creó en primer lugar la CECA, que ponía en común el carbón y el acero, los dos pilares de las guerras hasta entonces) y el propósito de cimentar la unidad en el estrechamientos de lazos comerciales, económicos, financieros. ¿No son los mercaderes los que siempre han relacionado a los pueblos entre sí y los han acercado?

Pero. entretenidos con la creación del mercado único y, luego, la aventura de la moneda única, Europa pareció olvidar que no hay más unidad que la que se constituye políticamente, lo que quiere decir que erige un poder político a ser posible legítimo, esto es asentado sobre el consentimiento de los gobernados. Pero unos mercados en los que rige la ley del más fuerte, que a fuerza de no conocer Estado se encuentran en uno de naturaleza, hicieron recordar de pronto aquella verdad elemental: sólo el poder político garantiza la armonía y la unidad.

Esa convicción es la que late bajo las palabras de Angela Merkel de avanzar hacia una mayor unidad fiscal de Europa. Es un modo esquinado y disimulado de hablar de una mayor unidad política. Lo que sucede es que ésta amanece bajo el imperio alemán que, como toda concesión sólo parece dispuesto a compartir su hegemonía con Francia y algunos países de su influencia como Austria o Dinamarca. No deja de ser interesante que el país que perdió la segunda guerra mundial, que quedó arrasado, que vivió durante treinta y cinco años dividido y parcialmente ocupado, sea el que dicta las condiciones de la paz sesenta años después. No es el poder militar (Alemania no es potencia nuclear; Francia y el Reino Unido, sí) sino el poder económico, el financiero el que puede imponer la unidad política del continente.

Qué forma política adopte la UE si consigue sobrevivir a esta enésima amenaza a su misma existencia es imposible predecirlo. Probablemente será una chapuza, por recordar la teoría de Palinuro de que la unión de Europa avanza a golpe de parches, de improvisaciones, de soluciones in extremis y no mediante la aplicación de sesudos planes racionalistas que jamás prenden. Pero eso tampoco tiene nada de extraño. Por un lado Europa ha sido la inventora de todas las formas políticas. ¿Por qué no una más? Algo que no es un Estado, ni una federación, ni una confederación, ni una organización internacional. Algo distinto.

Por otro lado los alemanes, cuya conciencia europea es patente, son especialistas en esto de organizar institucionalmente la diversidad. Durante casi nueve décimas partes de su historia, Alemania ha sido una unidad cultural pero no política. De hecho sigue sin serlo desde el momento en que Austria es independiente. Hasta el Imperio no fue otra cosa que una aglomeración de entes políticos autónomos, desde ciudades libres hasta monarquías extensas. Al final es posible que la unidad política de Europa sea una especie de aggiornamiento del Sacro Imperio Romano-Germánico.

dimecres, 3 d’agost del 2011

Los mercados terroristas.

Nadie parece entender lo que está pasando. Los expertos, los legos, los gurús mediáticos, los intelectuales. Nadie. Los más avisados dan lecciones sobre la deuda soberana, las primas de riesgo, los hedge founds, la burbuja inmobiliaria, la financiera, el rescate y el default, o sea, la suspensión de pagos. Pero esas no son explicaciones sino descripciones de los efectos de una causa que se ignora. Sin embargo está claro que algo se ha hecho mal y no funciona, lo que está provocando trastornos que van en aumento.

La crisis, curiosamente, afecta al primer mundo, esto es, los países capitalistas desarrollados, Estados Unidos, Europa Occidental, el Japón, Australia y Nueva Zelanda. Es, pues, una crisis que se desata en los cuatro centros financieros mundiales (EEUU, Unión Europea, el Japón y la China), si bien la China parece haber remontado con cierta celeridad. Es como si el capitalismo estuviera castigándose a sí mismo. Supongo que son las famosas contradicciones del sistema. La fórmula de andar por casa que se empleó en un principio de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades tiene mucho alcance porque puede entenderse de varias formas, no sólo de la económica que es la más evidente. También cabe entender que hemos vivido por encima de las posibilidades de la biosfera; otro argumento nada desdeñable, lo que explica la aparición de los partidos verdes, pero no su peculiar inoperancia.

En el terreno económico eso de por encima de las posibilidades se entiende intuitivamente porque le pasa a cualquiera que haya cometido un error en la vida, un cálculo falso, por ejemplo, que lo arruina. Se ve obligado a reajustar sus posibilidades. Pero esto ahora se predica de los Estados. Son los Estados capitalistas los que han vivido por encima de sus posibilidades, se han endeudado en exceso, han perdido parte de sus ingresos y ahora quizá no puedan pagar sus deudas, con lo que se crea esta espiral absurda según la cual el país en problemas tiene que aceptar condiciones leoninas de rescate que lo sumergen más en la crisis... y más soluciones leoninas. Los mercados no admiten excusas: si se han aceptado las reglas del juego, hay que jugar y ganar o perder. No cuentan consideraciones morales de ningún tipo. Sólo cuenta el beneficio tangible a corto plazo y, al que está caído, se le remata. Los mercados son terroristas.

El Japón lleva diez años languideciente y ha encadenado esta crisis con la que ya tenía de antes mientras que en los EEUU es la crisis la responsable de que el Estado casi haya quebrado. En el ámbito internacional la globalización impide toda previsión a medio plazo. Lo que parece haber es una confusa lucha de divisas entre el dólar, el euro, el yen y el yuan cuyo valor está fijado directa o indirectamente por decisiones políticas. El caso típico, el del yuan que, según todos los demás, se mantiene artificialmente bajo, en detrimento de las otras economías exportadoras.

Y aquí es donde la crisis tiene un aspecto específicamente europeo porque el euro no es una moneda respaldada por una única autoridad política, lo que la hace especialmente vulnerable a los ataques especulativos. La consecuencia de esa falta de autoridad política es un vendaval que está llevándose países enteros por delante, como Grecia, Irlanda y Portugal; antes se había llevado a Islandia, pero ésta no pertenece a la UE. Los siguientes en la lista en pasar por la casa de empeños pueden ser España, Italia y Bélgica. Una UE con seis países en práctica suspensión de pagos no es viable.

Desde sus orígenes la hoy Unión Europea fue una asociación de Estados que trajo bienestar y progreso para todos. España se benefició mucho del ingreso, a pesar de sufrir un periodo de carencia muy largo y aceptar muchas condiciones limitadoras. Los fondos estructurales y los fondos de cohesión fueron una especie de Plan Marshall para el país, como compensación por el que no tuvo cuarenta años antes. Pero la decisión de la moneda única puesta en marcha en 1999 en aplicación del Tratado de Maastricht no fue acertada. No porque no fuera conveniente la existencia de la moneda única sino porque ésta lo era a tipo fijo sobre países con políticas fiscales distintas, con políticas distintas a secas ya que, en principio, son soberanos.

En las condiciones devastadoras de esta crisis es recomendable replantearse las bases de la Unión Europea. Algunos países pueden salirse del euro; incluso la propia Unión puede renunciar a él. Tiene costes, desde luego, pero también los tiene y muy graves la situación actual. Otra posibilidad, que Palinuro considera más deseable, es que la Unión se plantee una nueva reforma constitucional en el sentido del federalismo. El federalismo podría tener dos tipos de Estados, los federados (el continente excepto, quizá, los países nórdicos) y los confederados, o sea, todos los demás. El primer paso sería que la UE como tal respaldara las deudas de los futuros Estados federados. Estos perderían soberanía, lógicamente, en el marco de la federación y nos evitaríamos espectáculos bochornosos como el de esos alemanes pidiendo a Grecia que renuncie a parte de su soberanía porque tal cosa es confundir el federalismo con el neocolonialismo.

dimecres, 13 de juliol del 2011

La dictadura del capital.

La Unión Europea vive horas dramáticas. Las noticias parecen llegar de unos campos de batalla en una guerra no muy lejana que nadie entiende pero que ya tiene tres bajas: Grecia, Portugal e Irlanda, cuya deuda acaba de ser declarada basura por ese oráculo impredecible e inexpugnable que son las agencias de calificación, en este caso, Moody's. Durante la semana las baterías han concentrado su fuego sobre las líneas españolas e italianas, dos países cuyos gobiernos están contra la cuerdas por la situación política interna. Ya hace tiempo que hay quien dice que la lucha final por la supervivencia del euro se librará en España. La lucha final ya no será entre el proletariado y la burguesía, como supone el himno, ni entre comunistas y excomunistas, como decía Koestler, sino entre el euro y los insaciables mercados. ¿Qué es lo que ha pasado?

La globalización tiene aquí mucho que ver: un proceso de internacionalización prácticamente total en lo económico, comercial, financiero, pero muy poco avanzado en lo político y apenas iniciado en lo jurídico. Y, dentro de ese proceso absurdo, la región más avanzada del mundo, la que, orgullosa, señalaba al resto el camino que hay que seguir, era Europa. Europa se ha constituido en un solo mercado, al extremo de compartir una única moneda (no todos los Estados), pero, al no haberse unificado el continente política ni jurídicamente, esa moneda no tiene autoridad que la respalde. Ni siquiera frente a los ataques procedentes de su propio campo. ¿O es que la mayoría de los tenedores de deuda española, inversores, especuladores en definitiva no reside en otros países de la Unión?

La palabra mágica aquí es mercado, el instrumento a través del que se ejerce la dictadura del capital, un instrumento intangible, inasible, sin rostro ni entidad, algo a lo que los medios, desesperados por darle alguna forma, designan en plural, los mercados, en la esperanza de que estos sean alguna substancia aristotélica frente a la inasible idea platónica del mercado, una entelequia. Sin embargo es el mercado lo que domina, no los mercados, no las plazas bursátiles de Milán, Madrid, París o Franfurt; estos no son más que los escenarios de un drama profundo que se expresa en fríos porcentajes, tasas, tipos, primas, bonos, deuda, puntos, etc. Meros apuntes contables que tienen efectos sociales devastadores, echan a la calle a decenas de miles de griegos a pegarse con la policía o generan un amplio movimiento pacífico en España, el 15-M que se opone precisamente a la dictadura del mercado.

Dominio del capital a través del mercado el que sus apologetas consideran la forma más racional de asignación de recursos. Racionalidad económica, se entiende, que consiste en atender a un único objetivo: el lucro individual con independencia de todo lo demás. El mercado no tiene valores como patria, dios o ley. Sin duda cuenta con que la gente los tenga y hasta piensa que debe tenerlos; pero con el mercado no rezan. El mercado no tiene más patria que el interés, más dios que Mammon ni más ley que la del beneficio y, por tanto, si hay que renegar de la patria, apostatar o delinquir, se reniega, se apostata o se delinque.

El mercado no se rige por otro criterio que la maximización del beneficio privado en el que cada cual va a lo suyo, con lo que se piensa que esto permite predecir el comportamiento del conjunto, de ese ente que no tiene rostro ni dirección ni identidad, como el resultado de cientos de miles, millones de decisiones simultáneas de individuos privados que tratan de maximizar sus beneficios y minimizar sus pérdidas. Este comportamiento de suma racionalidad desemboca en la suma irracionalidad según la célebre tragedia del común de Garret Hardin.

Y mientras llega el momento en que los bárbaros entran en Roma, podemos ir contabilizando las bajas. Al capital le sobra el Estado del bienestar porque no es rentable. Concebir la educación o la salud como derechos universales es un absurdo. La educación y la salud, como la vivienda y, desde luego, la pensión, son negocios porque esos bienes tienen un precio y deben quedar reservados para quienes puedan pagarlo; los demás, que arreen. Lo que el mercado está pidiendo es que se suprima el gasto social

En realidad, al capital, en el fondo, le sobra el Estado sin más o eso cree él. Es lo que viene a decir un representante de los empresarios andaluces en Córdoba, que los funcionarios son unos privilegiados y que eso del empleo de por vida es un gran error. Sólo han ganado las elecciones municipales y autonómicas y ya quieren desmantelar la estructura misma del Estado. Desde un punto de vista mercantil, de racionalidad pura, no tiene por qué haber funcionarios vitalicios, ni jueces, ni médicos, ni profesores universitarios o de enseñanza media, ni policías, ni abogados del Estado. Cada partido que gane las elecciones, que traiga los suyos y que se los lleve cuando las pierda. Estos apóstoles del anarco-capitalismo no entienden ni siquiera la idea obvia de que el capital necesita un contexto de seguridad jurìdica para prosperar, cosa imposible cuando ésta depende de los partidos políticos. Claro que, desde el punto de vista del capital, ¿para qué sirven los partidos políticos? Los empresarios ya tienen sus propagandistas, para predicar su verdad, y sus somatenes, para imponer su orden. Al capital también le sobra la democracia y, como ha demostrado muchas veces, convive plácidamente con la dictadura. Al fin y al cabo ¿no acaba de descubrir ese genio de Aznar que las mayorías democráticas no determinan la verdad? Naturalmente que no. La verdad la determina él, a quien, como es sabido, los dioses han otorgado luces portentosas.

A esta situación se llega cuando la gente no depende de la ley sino de la voluntad omímoda y el capricho de los empresarios, un proyecto al que sobran los funcionarios que son un obstáculo a esa situación en que todo el mundo dependa de la magnanimidad del patrón y de su disposición a protegerlo con su policía privada y ampararlo con su jueces particulares. Una sociedad en la que nadie esté seguro de nada (¡la seguridad social es un invento de los rojos!) y todos estén a merced de los caprichos de los capitalistas, sin seguridad en el empleo, sin garantías ni derechos es el mejor de los mundos. Nada de jornada laboral, contratación colectiva a prohibicion de trabajo de los niños. Nada de ley, que ya están las bandas de la patronal para imponer la suya. La implantación de la racionalidad absoluta del mercado lleva a una feudalización de la sociedad en la que los ciudadanos son reemplazados por siervos. Esa es la naturaleza de la dictadura del capital.

dissabte, 5 de febrer del 2011

La productividad

Hasta la revolución egipcia pasa a segundo plano cuando nos tocan el bolsillo. La atención se centra ahora en ese plan germano-francés para fomentar la unidad económica en la UE presentado en Bruselas que trae pinta de mayores sacrificios y más cinturones apretados.

Francia y Alemania, sobre todo Alemania, insisten en controlar los déficit. No es que tengan mucha autoridad moral para hacerlo dado que fueron las primeras en saltarse los controles cuando les interesó y, aunque había sanciones previstas para estos casos, no se les aplicaron. Pero no les hace falta autoridad moral ya que tienen el poder económico. Además, su exigencia no es disparatada. Aumentar la productividad general de la UE es el primer paso para ganar la batalla de la competitividad que es en donde está el problema de la recuperación. Dicho en cinco letras: China. Y desde luego es un avance que la UE entienda que ha de verse como una unidad económica en un mercado altamente competitivo en el que juegan también los EEUU y la China.

La imagen muestra la situación de la competitividad de la UE, la eurozona y la OCDE comparativamente en 2007. La situación no estaba mal pero, desde entonces, ha habido una recesión muy fuerte y el cuadro seguramente es hoy muy otro. Basta pensar en ese tercer lugar de Irlanda. La marca España no era deslumbrante pero tampoco era catastrófica: por debajo de la media de la eurozona pero por encima de la de la OCDE y por delante de Italia.

Mas las cosas han cambiado y hay que adaptarse aumentando la productividad y la competitividad. Lo que no está tan claro es que el aumento de la primera haya de hacerse a costa de los salarios. Desvincularlos de la inflación y ligarlos a la productividad puede sonar razonable en un principio hasta que nos damos cuenta de que una de las formas de aumentar la productividad (que, al fin y al cabo, es la relación entre cantidad de recursos empleados y producto obtenido) es precisamente bajar los salarios. Esto me parece una aporía: bajando los salarios aumenta la productividad y, al aumentar la productividad, hay que subir los salarios. Y no hablo de los beneficios porque esos son tema tabú que jamás se menciona en esta fiebre de planes de recuperación. La productividad ¿no aumentará también incrementando la eficiencia de la mano de obra invirtiendo en formación e I + D? Cierto que sí. Y no menos cierto que esos aumentos de productividad tienden a generar paro y el paro, ya se sabe, presiona los salarios a la baja. Y es que la situación es muy complicada.

La posición de Alemania es muy sólida porque es la que paga. Pero esto no quiere decir que pueda sin más imponer sus condiciones sin escuchar alternativas. Al fin y al cabo, la primera interesada en la prosperidad de la eurozona y de la UE en su conjunto es Alemania que tiene en ellas su principal mercado.

Hay dos tipos de medidas que también están directamente racionadas con la productividad y de las que nunca se habla: una lucha decidida contra la economía sumergida y el fraude fiscal y una revisión de los abanicos y diferencias retributivas. En un país en el que el salario mínimo es de 640 euros al mes no es de recibo que haya gentes que ganen como retribución, un millón de euros, también al mes. Como tampoco lo es que en un país con una tasa de paro altísima haya empresarios que emplean mano de obra ilegal probablemente en condiciones de semiesclavitud. De lo cual nos enteramos con casos como el de ese trabajador sin papeles abandonado en un hospital tras perder una mano en el trabajo. Eso sin duda es muy productivo (hasta que pasan estas desgracias) pero profundamente inmoral. Así que ojo con la productividad que puede llevarnos a admitir la esclavitud.


EGIPTO

Hay un momento en la revolución egipcia en que se ha alcanzado el nivel de lo sublime y es cuando Barack Obama pide a Mubarak que escuche la voz de su pueblo, es decir, que se vaya, dicho en los términos un poco bíblicos en que suelen hablar los presidentes gringos. Porque la voz del pueblo dice que Mubarak se vaya. Más diplomáticos, los europeos que, por supuesto, condenan la violencia en Egipto, es decir, condenan a Mubarak porque son sus matones quienes han recurrido a ella, al mismo tiempo piden a la oposición que negocie con Mubarak. ¿Está claro? Muy diplomático: que se vaya pero que se quede.

dissabte, 18 de desembre del 2010

El corazón de Europa.

El Consejo que acaba de celebrarse en Bruselas es un ejemplo de manual del funcionamiento de la Unión Europea (UE) a la luz de la acreditada teoría de la chapuza. Parte de esta chapuza es el pánico escénico que invade a los Estados cuando deciden dar un paso simbólico importante en el muy incierto camino de la unión política. Ya sea una reforma en profundidad de los tratados o, incluso, un Tratado nuevo o una Constitución. Entonces aparece ese pánico y todos se echan para atrás, piden excepciones, desvirtúan el alcance del acuerdo y reclaman referéndums en sus países sabiendo que estos tienden a ser negativos.

En cambio, basta que haya una reunión de rutina, dedicada, como ha sido ésta, a un asunto urgente, crítico, momentáneo (hacer frente al asalto de los mercados, por usar la prosa poética de los reportajes económicos) para que se tomen medidas de mucho calado y largo alcance a título de parches, como soluciones prácticas a problemas. En este caso, la medida que supone una verdadera mutación de los tratados es la de comprometer un fondo de rescate "sin límite". Se presenta como un mal menor frente al fracaso de la idea de emitir eurobonos, pero tiene un alcance real similar a aquella. Sin límite quiere decir que el fondo de rescate es europeo en un sentido político por cuanto compromete a todos los Estados sin límite. Ahora el euro está fuerte porque lo respalda Alemania. La zona euro se ha salvado, como siempre, con una chapuza. Basta con escuchar a todos los mandatarios diciendo que hay que avanzar en la unificación política de la UE. Es decir, anuncian que harán lo que ya han hecho. Porque esta especie de Consejo permanente en que se ha convertido Europa durante la crisis es, en realidad, el gobierno de la Unión.

La zona euro es el corazón de Europa, como puede verse en la imagen. (Por cierto, quien quiera "traducir" las banderas para enterarse de en dónde está cada cual, que vaya a la entrada Eurozone, de Wikipedia, lugar en que la ilustración aparece como un diagrama Eulen y da el nombre e información sobre el Estado correspondiente a cada bandera). El corazón de una Europa de muchos niveles y un abigarrado entrelazamiento de países en muy diversas organizaciones. O sea, Europa. Un majestuoso popurrí de lenguas, culturas, religiones, símbolos, razas, instituciones e historias. El corazón de todo eso es la Zona Euro, el Imperio carolingio ampliado, el eje franco-alemán, cosa que a veces molesta a los demás, que somos los "periféricos" y, en último término, Alemania. Lo de corazón suele cambiarse también por "núcleo duro", que suena menos sentimental, sobre todo si intervienen los alemanes. Pero es un núcleo duro ablandado por la ternura de permitir que tres Estados que no pertenecen a la zona euro puedan acuñar euros: el Vaticano, Mónaco y San Marino, tres paraísos fiscales y otros tantos (Andorra, Montenegro y Kosovo) funcionen con euros pero no puedan acuñar.

En torno a la zona euro, como los anillos de Saturno, la UE en su conjunto. Y cuando parece que el modelo va a seguir una pauta de círculos concéntricos de diámetro creciente, surge el espacio de Schengen, que corta a través de los círculos, creando una forma organizacional nueva en la que está parte de la zona euro, parte de la UE más Mónaco, Islandia, Noruega y la muy aislada Suiza que, además de Schengen, sólo pertenece a lo que queda de la Asociación Europea de Libre Cambio después de que el Reino Unido (que "no tiene amigos sino intereses") la abandonara por la UE. Schengen es un espacio judicial y policial, lo que deja claro que la Europa de "geometría variable" y "varias velocidades" es un hecho. Países que no pertenecen a la zona euro, ni siquiera a la UE, como Noruega o Suiza colaboran persiguiendo delincuentes más estrechamente con estas organizaciones que algunos otros que sí pertenecen a ellas, como Irlanda o Chipre.

La UE, además, extiende sus maternales tentáculos al Oriente y al Occidente, generando formas asociativas sui generis, cortadas a la medida de diversos gustos: el Espacio Económico Europeo reúne a la UE con sus díscolos vecinos nórdicos aún no integrados en el corral común, Islandia y Noruega y el pequeño principado de Liechtenstein que no todos los europeos saben situar con exactitud en el mapa. Al Oriente, cómo no, una simpática "Unión Aduanera de la UE", que recuerda algún experimento del siglo XIX, como la Zollverein, junta a la UE con Turquía, San Marino y Andorra. Por último, a vista de pájaro todos los países de Europa pertenecen al Consejo de Europa excepto el Vaticano. Obviamente, pues el Vaticano no es un Estado de derecho. El absolutismo es lo contrario al Estado de derecho, sobre todo si el monarca, además de absoluto, es infalible cuando quiere.

(La imagen es una foto de Wikipedia Commons, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 9 de desembre del 2010

Luchas en espacios simbólicos,

El euro se tambalea. El rostro claro, nítido, visible de la Unión Europea, pues que todos los demás, humanos o institucionales, son borrosos (¿alguien recuerda últimamente algo del evanescente señor Van Rumpuy?), está en peligro. La propuesta de Jean-Claude Volcker, el PM de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo (el único político con altura de miras de la UE, según Helmut Schmidt), de emitir eurobonos y poner en marcha para ello una institución europea de crédito se ha dado de bruces con la obstinada negativa de Alemania. La señora Merkel no quiere que su país acabe pagando los platos rotos de los Estados endeudados. Volcker piensa que los alemanes son "simples"; pero Austria y los Países Bajos los apoyan. Si se emiten eurobonos, los países en riesgo de quiebra aflojarán en sus esfuerzos por salir de la crisis.

Muchos, entre ellos el presidente del FMI, piensan que hay que reforzar políticamente el euro, que hay que avanzar hacia una mayor integración de la UE, especialmente de la Eurozona, si se quiere que el euro sea una moneda creible. Mientras esto no suceda será vulnerable y corre el riesgo de hundirse. Y en esto la señora Merkel parece tener las ideas muy claras: "si fracasa el euro", dice, "fracasa Europa". El euro es pues una idea, un símbolo, el símbolo de Europa, de la legendaria y mítica Europa, la del rapto. Merkel, por supuesto, no quiere pasar a la historia como la enterradora del euro; pero tampoco quiere que sea Alemania quien pague el rescate.

No sé si fracasaría Europa; ni siquiera si fracasaría la Unión Europea; en todo caso, lo haría la Eurozona, es decir, esa clara manifestación de la vieja idea de la Europa de las dos velocidades. Lo que Frau Merkel no parece entender es que, en cualquiera de los dos casos, euro sí (con eurobonos) o euro no, Alemania pagará las consecuencias. Con la diferencia de que, en el caso del no, las consecuencias las pagará también el proyecto de integración política de Europa, que sufrirá un marcado retroceso. Justo en el momento en que, cara a una crisis global, lo más sensato que puede hacer Europa es integrarse hasta constituir una entidad económica y políticamente relevante en el escenario global y no un mero conjunto de Estados a quienes los chinos compran y venden lo que quieren y los Estados Unidos dan órdenes.

La moneda es un testimonio, un termómetro, un monitor de cómo se encuentra una economía perteneciente a una entidad política; pero es imposible evaluar la situación de una economía perteneciente a dieciséis entidades políticas.


El otro simbolismo del momento, el episodio WikiLeaks, continúa haciendo estragos. No contentos con intentar criminalizar como terrorista a Assange, algunos políticos yanquies, como el senador Joe Lieberman, que parece haber perdido la Minerva, amplian el rango de sus diatribas y apuntan ahora a la prensa, como el New York Times. Y quien dice el NYT dice The Guardian, etc. Van por los periódicos. Resulta obvio: si se acepta que WikiLeaks ha infringido la ley de secretos oficiales (o la que sea), lo mismo han hecho las cinco publicaciones que han difundido los cables fatídicos. Si se persigue a Assange, hay que perseguir los periódicos. Hay que ser consecuente, pensará Mr. Lieberman.

A propósito de los periódicos hay una curiosa campaña en la blogosfera para pedirles que, ya que se han beneficiado de los papeles de WikiLeaks, contribuyan ahora cuanto puedan a la defensa y liberación de Assange. Se pueden escribir cartas al director que se encuentran en los respectivos idiomas del medio en el blog El Teleoperador. Pues sí, creo que está en el interés de los periódicos defender su fuente y ayudar a Assange en su lucha por la libertad de expresión.

Tanto el senador Joe Liberman como todos cuantos piden persecución penal para Assange por revelación de secretos debieran sopesar los pros y contras de su empeño. Quienes dramatizan con voz engolada la cuestión de la defensa nacional deben precisar de qué diablos hablan. Pasan los días, los secretos se amontonan a la vista del respetable y aquí no sucede nada; no estalla una guerra, ni hay atentados o secuestros, ni siquiera disturbios callejeros. Todo lo que sucede es que los Estados Unidos se revelan ante el mundo como un Estado de matones y los demás, excepción hecha de la China, en parte Rusia y Francia, y los irreductibles Cuba, Venezuela y Bolivia, aparecen como lacayos y tiralevitas. Pero nada más. Es incómodo y vergonzoso para los implicados, pero no es peligroso para nadie. El impacto de WikiLeaks se da más en el terreno simbólico que en el real. En el simbólico es una bomba; en el real, apenas se percibe. Por eso es tan absurdo hablar de defensa nacional. Es no querer ver que la cuestión, la guerra, es virtual, digital, por la justificación y permanencia o no de unos u otros métodos de gobierno.

Los contra son muy importantes. De insistir en la persecución penal de Assange se causará un daño irremediable al principio de la libertad de expresión, que es la piedra angular de Occidente. Cargar contra los periódicos ya muestra claramente el síntoma. Detrás vendrán los libros, el teatro, las películas y tendremos la censura establecida de nuevo, fisgando y rastreando todos los días la red. Un panorama imposible.

Aunque parezca un chiste, está previsto que este año de 2011, del primero al tres de mayo, Washington acoja la celebración del Día mundial de la UNESCO de la libertad de expresión. Si se leen con atención la exposición de motivos y los criterios por los que se regirá la otorgación del premio está clarísimo que tendrán que darselo a Assange.

(La primera imagen es una foto de hegarty_david; la segunda, de gwydionwilliams, ambas bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 26 d’octubre del 2010

Cuba, perla de las Antillas.

Trinidad Jiménez se ha estrenado con buen pie, en una gestión coronada por un relativo éxito que ha tenido la gentileza de tributar a su antecesor. Digo relativo porque lo suyo habría sido que el Consejo de Ministros de Exteriores de la UE hubiera aceptado sin rechistar la petición española en relación con Cuba, consistente en "flexibilizar" (lo que en lenguaje diplomático quiere decir suprimir) la posición común, abriéndose a las relaciones bilaterales (UE/Cuba) en un diálogo y una colaboración para ayudar a la transición democrática en la Isla. Y no ha sido así del todo. La UE se da un plazo de unos dos meses para tantear el terreno antes de acceder por entero al requerimiento español. Al fin y al cabo, la posición común de dar con la puerta en las narices a Castro se adoptó en 1996 a petición de España, gobernada entonces por el PP con José María Aznar al mando.

Es una especie de costumbre no escrita en la UE que las viejas metrópolis coloniales ejercen en cierto modo de lobbies en favor de sus antiguas colonias en sus relaciones con la UE, sobre todo si las tales metrópolis (París y Londres, por ejemplo) mantienen lazos orgánicos con sus ex-colonias. En función de ese criterio se adoptó la posición común, según el giro radical que Aznar imprimió a la política de España para Cuba, adhiriéndose por entero a la posición estadounidense y respaldando sin reservas la inicua Ley Helms-Burton que endurecía el bloqueo a la isla. Era un giro en toda regla no ya en relación a la política de los gobiernos socialistas anteriores sino, incluso, en relación a la de la Dictadura, pues Franco siempre mantuvo las relaciones con Cuba a pesar de los feos que le hacía Castro. Y hasta en relación con su propio partido pues su fundador, Fraga, siempre ha cultivado excelentes relaciones con la isla y personales con Castro. Ya desde el comienzo de su mandato Aznar dio pruebas de que se consideraba como una especie de gobernador del Estado más oriental de la Unión, España. La confirmación le vino en las Azores.

Cubanacán, Cuba, la última colonia que pierde España en el XIX, junto a Puerto Rico, Filipinas y diferentes islotes, es la que ha mantenido más lazos con la Madre Patria. Está llena de descendientes de gallegos y asturianos. Esa Cuba ganó mucho cuando los rebeldes de Sierra Maestra expulsaron a Batista, entraron en La Habana y proclamaron la isla "territorio libre de América". Ahí, por cierto, nació la bebida cuba libre. En el subconsciente de los españoles que por entonces tenían bases yanquis en su territorio y voluntarias, no a la fuerza como en Guantánamo, la victoria de la revolución cubana fue una especie de venganza por la derrota en la guerra del 98. Porque los cubanos habían expulsado a Batista pero de quien se declaraban libres era del imperialismo yanqui. Así que ponerse del lado de los yanquis en contra de los cubanos no se le ocurrió ni a Franco. Pero sí a Aznar.

Ahora parece que se ha articulado una especie de frente del "no" a Cuba en la UE en el que se cuentan, entre otros, Suecia, Alemania y la República Checa, lo suficiente para bloquear la decisión dado que la posición común ha de adoptarse por unanimidad. Así se desbarató ya el primer intento "flexibilizador" de Moratinos en el primer mandato de su gobierno (si bien se levantaron las sanciones) y ahora se impone una especie de "periodo de reflexión". A la ministra Jiménez le queda tajo hasta hacer aceptar sin más el criterio español en virtud de la relación especial.

Tiendo a pensar que un bloqueo que dura cincuenta años y no ha conseguido nada debe considerarse un fracaso cuya primera consecuencia debiera ser cambiar radicalmente el enfoque. Suprímase el bloqueo, flexibilícese la posición común, restablézcanse relaciones normales con Cuba, sólo por pura coherencia y honradez. Si se mantienen y fomentan dichas relaciones con la China, a la que se acusa de mayores violaciones de derechos humanos que a Cuba, ¿por qué no con Cuba? Porque China es poderosa y Cuba no, razón que convierte en hipocresía la aparente moralidad de la posición común y, por supuesto, el bloqueo.

Además de esta razón de principios también hay una táctica para pedir la normalización de las relaciones con Cuba: si se restablecen relaciones normales y Cuba puede prosperar, la democracia vendrá por su propio pie.

(La imagen es una foto de K. Hurley, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 20 de novembre del 2009

Perfil bajo.

Pudieron escoger a un lider de proyección mundial como Felipe González o a uno rutilante, como Tony Blair, mas prefirieron apostar por la eficiente segunda línea de gente poco conocida pero competente en el desempeño de sus tareas. De eso no cabe duda. Si Vd. quiere encontrar a alguien capaz de mediar en el conflicto más enconado que quepa imaginar, si quiere contratar a alguien que componga una vajilla rota, elija a un primer ministro belga. Un hombre capaz de formar gobierno en Bélgica pude hacerlo todo en esta tierra y, siendo demócrata-cristiano, quizá también en el cielo.

La segunda persona del ticket elegido, Catherine Ashton, Baronesa Ashton de Upholland, es otra gris eminencia gris pero que tiene una cumplida ejecutoria como Comisaria de Comercio de la UE y, aunque carece de experiencia en relaciones internacionales, lleva toda su vida en puestos de grave responsabilidad habiendo sido, entre otras cosas, presidenta de la Cámara de los Lores, el lugar británico más cercano a un nido de víboras, y Lord President of the Council, cuarto cargo en jerarquía en el Reino Unido.

La doble candidatura triunfante para dirigir la UE en los próximos dos años y medio ha sido el precipitado del acuerdo franco-alemán, viejo tándem de la chapuza europea que más de una vez ha sacado el invento de una crisis mientras británicos e italianos se sienten preteridos. La pareja incorpora todos los equilibrios importantes en el mundo de hoy: está compuesta por un hombre y una mujer, un conservador y una socialdemócrata, un confesional y una librepensadora, un oriundo del corazón mismo del proyecto europeo y una nacida en la periferia, cuyo europeísmo, estando fuera de la eurozona y de Schengen, es más que dudoso, un sólido partidario de la profundización y una tibia partidaria de la ampliación.

Y probablemente, a pesar de su tufo a imposición caciquil, sea un decisión acertada. Hay que rodar el Tratado de Lisboa, de cuyas potencialidades nadie está cierto, y configurar el contenido de ambas magistraturas, cosa nada fácil por cuanto su regulación en los Tratados es muy imprecisa y tendrán que acoplarse a una compleja realidad institucional. Por no señalar sino uno de los muchos ejemplos: ¿cómo se armonizará la figura del presidente de la Unión con la de las presidencias semestrales? Habrá que hacer encaje de bolillos, mostrar paciencia y constancia y capacidad para controlar situaciones complejas. En todo eso puede destacar la actividad de Van Rompuy, un hombre que entretiene sus ocios componiendo haikus. Vamos a darles cien días, a ver si nos aprendemos sus nombres.

Los dos únicos perjudicados por esta decisión de la UE son Bélgica, que se queda sin primer ministro es decr, que vuelve por donde solía, y Turquía cuyas posibilidades de acceder al club europeo han pasado de cero a menos diez. Algo quizá no tan disparatado porque si todavía no está claro que la Unión procedió bien en sus dos últimas ampliaciones, meter ahora con calzador a un enorme país asiático y musulmán sería, entiendo, el tiro de gracia de la gloriosa chapuza europea.

(La imagen es una foto de Luc Van Braekel, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 17 de novembre del 2009

El pacto de la presidencia de la UE.

Pero ¿a quién se ha ocurrido esta melonada de un pacto por la presidencia española de la UE? Europa es un sistema político por derecho propio, no una catástrofe sideral ni la invasión de los bárbaros frente a la que el país haya de precaverse uniendo las fuerzas de sus hijos; no una competición en la que España como partícipe tenga que imponerse a Italia, Portugal, Rumania Alemania, etc. Europa es un sistema político por derecho propio con un parlamento en que la representación no es por países sino por opciones políticas siendo las mayoritarias la popular y la socialista, precisamente las dos que ha pactado aquí. Y menudo pacto en el que el PP queda con las manos libres para hacer todo el daño que quiera con los dos asuntos que ha dejado fuera de él, la política de la UE hacia Cuba y la querella contra Diego López Garrido. ¿Qué es, pues, lo que han pactado? Todo el resto de posibles medidas sobre las cuales (o la mayoría de las cuales) tendrá después que votar el Parlamento Europeo siguiendo criterios partidistas. ¿Qué harán entonces los eurodiputados españoles? ¿Romper la escasa disciplina de voto?

Es decir, el PSOE ha pactado la presidencia europea sin necesidad, incluso sin deber, poniendo su programa europeo a discreción del partido de la oposición que ha dado sobradas pruebas de que entiende todo, absolutamente todo, incluida por supuesto la política europea, como material para su política de oposición radical de derribo del Gobierno sin cuartel alguno.

El pacto de la presidencia de la UE, como el nombramiento del beato señor Carlos Dívar en el Supremo son dos muestras del complejo de ilegitimidad que tiene el PSOE frente al PP. El primero está en el gobierno porque ganó unas elecciones y lo hizo con su programa, no con el programa del PP. Los ciudadanos tenemos derecho a que la presidencia española de la UE aplique el programa del PSOE, incluido el del PSOE para las elecciones europeas en donde, por cierto, no se habla nada de un pacto posible con el PP que no es necesario ni conveniente.

dissabte, 31 d’octubre del 2009

Europa camina de nuevo.

Los dioses han sido magnánimos una vez más con este continente de chapuceros y la cumbre de Bruselas se ha cerrado con resultados que no son óptimos pero sí muy aceptables y que permiten ser optimistas: con una chapucilla de última hora, el Tratado de Lisboa podrá entrar en vigor antes de fin de año y la Unión Europea habrá dado otro paso decisivo hacia la unificación política. A pesar de las maniobras dilatorias de la falange auroescéptica; a pesar de las zancadillas puestas por nuestros aliados, especialmente Gringolandia, tan interesada en la unificación política europea como en la partición de los Estados Unidos; a pesar de la inexistencia de una verdadera política europea en los principales partidos que vertebran el continente, el Popular Europeo y el Socialista; a pesar de los pesares, Europa avanza hacia lo que es en verdad un manifest destiny federal.

Ha sido necesario ceder ante las pretensiones del presidente de Chequia, Vaclav Klaus, e incluir a su país en el grupo de los que, a su vez, se excluyen de la Carta de Derechos Fundamentales que contiene el Tratado de Lisboa, esto es, el Reino Unido y Polonia. Estos dos países se han auomarginado por razones sobre todo sociales y laborales: les horroriza la posibilidad de que los ciudadanos puedan hacer valer ciertos derechos ante sus gobiernos, como el derecho al trabajo. El presidente checo, a su vez, está preocupado por las repercusiones de la Carta en las posibles solicitudes de amparo y restitución que puedan cursar los más de tres millones de alemanes de los Sudetes (o sus descendientes) expulsados masivamente al final de la segunda guerra mundial merced a los decretos del entonces presidente Benes que los acusaba de colaboración masiva con los nazis, lo que en realidad no fue sino un acto más de "limpieza étnica" de los que ya se habían realizado algunos antes (tártaros de Crimea, etc) y se han seguido realizando después, por ejemplo en la extinta Yugoslavia.

El hecho es que, con los consabidos parches, excepciones, chapuzas como el segundo referéndum irlandés, el camino de la unión europea está expedito. No va tan lejos como lo que pretendía el último fracasado proyecto de Constitución, pero es un avance muy notable, es asumible por los Estados y no ha sido necesario arbitrar medidas compensatorias de carácter neoliberal que, a la postre, fueron las que hicieron intragable el proyecto de Constitución. De modo tajante, sencillo, orgánico, a partir de la entrada en vigor del Tratado:

  • aumentan las decisiones del Consejo que se adoptan por mayoría cualificada en detrimento de la unanimidad;

  • aumentan las competencias del Parlamento europeo, especialmente en el ámbito de la codecisión;

  • se integran en la Unión y se reforman instituciones decisivas para su funcionamiento como el Banco Central o el Tribunal Europeo de Justicia;

  • desaparece el sistema de pilares, sustituido por una personalidad jurídica única de la Unión;
  • Europa hablará con una sola voz al mundo a través de las figuras del Presidente del Consejo Europeo y del "Ministro de Asuntos Exteriores" (el nombre oficial será, como siempre, un galimatías: Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad)
  • se definen las competencias de la Unión y las de los Estados miembros (clasificadas como "competencia exclusiva, compartida y de apoyo") que es un paso decisivo en la evolución federalizante del continente;
  • se incluye una cláusula de secesión que, para quienes sostenemos el derecho de autodeterminación, es también esencial a la hora de garantizar el carácter voluntario de toda unión política y, por lo tanto, su viabilidad. Hasta la fecha no se me ocurre quién pueda estar de verdad interesado en salir de la UE (otra cosa es amagar con hacerlo; forma parte del juego político más o menos limpio, como el que practican los nacionalismos en España), pero es importante que haya un cauce previsto para que quien quiera hacerlo, pueda.

Ahora toca jugar al factor más o menos morbosamente político de quién será el primer presidente europeo: descartados Felipe González (que hace bien en no querer el cargo) y Tony Blair (que no se lo merece), las opciones están todas abiertas. Es importante acertar en la persona porque, al estrenar mandato, probablemente marcará la pauta para años venideros. Y es imprescindible que, tanto a través de su Presidente/a como de su Ministro/a de Asuntos Exteriores, Europa hable al mundo alto, claro, con un criterio progresista, solidario, redistributivo, medioambiental y de género.

La histórica chapuza europea funciona y cabe a España, presidenta de turno en el primer semestre de 2010, la tarea de poner en marcha la nueva Unión. A ver qué tal lo hacemos.

(La imagen es una foto de Tristam Sparks, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 4 d’octubre del 2009

Europa: el estado de la chapuza.

Irlanda, la otrora próspera Irlanda, orgullo del modelo de desarrollo neoliberal, adelantada de la e-economía y de la cristiandad, cultura de la avazadilla del pelotazo, ejemplo de la flexibilidad del capitalismo 2.0, habiendo visto las orejas al lobo, con la economía al borde de la quiebra, teniendo que recurrir al FMI como si se tratara de Guatemala, ha decidido reconsiderar su orgulloso "no" anterior al Tratado de Lisboa, cambiándolo por un "si" masivo, sin condiciones. Todo antes que verse a la intemperie. Les ocurre hoy a los irlandeses lo mismo más o menos que les pasa a los islandeses, también amenazados de ruina y habiendo descubierto una súbdita pasión europeísta capaz de fundir los hielos eternos de su amada tierra. Parecido con los irlandeses que han dicho "sí" a esta Europa de abortistas, descreídos y sin Dios.

Con la sumisa aceptación de Irlanda en el bolsillo, los estrategas de la Unión Europea dan por consolidado el marco político lisboeta. Los dos últimos rezongones, Polonia y Chequia, no son verdaderos problemas; basta con que Alemania apriete un poco las clavijas para que los checos se acuerden de que, gracias a Jorge Podiebrad, ellos cuentan entre los primeros paladines medievales de la unión europea.

Así que todos de enhorabuena con ese resultado del referéndum irlandés de rectificación. Ahora ya podemos dedicarnos a fortalecer la unión europea para lo cual se prevé que el señor Tony Blair formalice su candidatura para el nuevo cargo de presidente de la Unión. Imagínese qué felicidad para quienes sostenemos la teoría de la chapuza europea: nombrado el señor Blair, tendremos al frente de Europa a dos de los cuatro paladines de las Azores, el dúctil señor Barroso, anfitrión de aquel aquelarre de buitres y el fogoso señor Blair, Lawrence de Bagdad, fabricante de trolas mundiales sobre las armas de destrucción masiva al servicio de los piratas gringos. Es un momento excelente para confiar en las posibilidades de Europa como potencia independiente de los Estados Unidos.

Y no sólo eso, la chapuza europea ha alcanzado el grado del sublime oriente habiendo puesto al zorro inglés al cuidado de las gordas gallinas continentales. Menos mal que en el próximo semestre se inicia la presidencia española de la Unión que añadirá sin duda a la chapuza un sólido proyecto de alianza de las civilizaciones seguramente alentado pot los turcos.

(La imagen es una foto de Septem Trionis, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 23 de juliol del 2009

La Unión Europea en sus partidos.

He aquí un tema poco tratado por la politología. (Cesáreo Rodríguez-Aguilera de Prat (2009)Partidos políticos e integración europea, Institut de Ciències Politiques i Socials, Barcelona, 255 págs.) Porque, aunque sus dos elementos cuentan con abundancia de estudios por separado, la unión de ambos, los partidos políticos y la unión europea es tema casi inexplorado. En estos momentos las formas dominantes en la Union Europea son los respectivos partidos nacionales que, aunque suelen formar parte de alguna organización europea, se reservan el derecho a actuar de modo independiente. Por ello es conveniente contar con un estudio sobre el modo en que se entienden los partidos en la UE actual. Según el autor ese estudio de los partidos nacionales en la UE debe considerar tres dimensiones: estatal (y subestatal), eurogrupos en el Parlamento Europeo y las federaciones suprnacionales de los partidos, que es a lo que aquí se llama europartidos, una realidad problemática. Las tres dimensiones han de verse en paralelo con tres líneas de indagación: 1ª) incidencia interna de la europeización; 2ª) comportamientos políticos en el Parlamento Europeo; 3ª) configuración progresiva de los europartidos que por ahora son más virtuosas que morales.

Desde un punto de vista de contenidos o, si se quiere, ideológico la UE pivota sobre dos ejes; el de la izquierda y la derecha (referido a la integración) y el de las tendencias intergubernamntales y las supranacionales.

La naturaleza de los europartidos no cuenta con una definición aceptada y aceptable. El art. 3 del actual reglamento del Parlamento Europeo (PE) ya reconoce los europartidos cuando se dan tres requisitos que son: a) tener personalidad jurídica propia en el Estado en que ésta tenga su sede central; b) tener eurodiputados por lo nenos en un cuarto de los estados y haber alcanzado el 3 por ciento de los votos; 3ª) respetar los principios de la UE; 4) haber participado en elecciones al Parlamento Europeo o tener intención de hacerlo (p. 33). Los europartidos existentes en el PE son el Partido Popular Europeo (PPE) el Partido Socialista Europeo (PSE), la Alianza de Demócratas Liberales Europeos (ADLE), el Partido Verde Europeo (PVE) y la Alianza Libre Europea-Partido Democrático de los Pueblos de Europa (ALE/PDPE).

Rodríguez-Aguilera comenta en repetidas ocasiones la falta de entidad ideológica y organizativa de estas organizaciones que no pasan de ser federaciones de partidos y en muchos casos solo son confederaciones. También se refiere al conocido criterio de considerar las elecciones europeas como "elecciones de segundo orden". Para comprobar esta conclusión, el autor analiza las elecciones al Parlamento Europeo de 2004, las anteriores a las que acabamos de celebrar y dictamina que aquellas elecciones tampoco fueron europeas porque: 1) no se hicieron con un sistema electoral común, como está previsto; 2) las listas electorales son puramente nacionales, sin candidatos de otros países; 3) los programas de los eurogrupos y europartidos son muy vagos y poco operativos; 4) las campañas se hacen con estricta referencia a la política interior (p. 71). Por ello concluye que las dichas elecciones de 2004 se caracterizaron por: 1) ser elecciones de "segundo orden"; 2) una elevada abstención; 3) unas campañas poco europeas; 4) un amplio voto de castigo a los gobiernos excepto al español; 5) la primer fuerza política siguió siendo el PPE/DE; 6) hubo aumento de las familias euroescépticas; 7) el Parlamento europeo se ha renovado poco (p. 76).

Se ocupa luego Rodríguez Aguilera de los métodos de análisis hoy para operacionalizar las posiciones de los partidos en Europa y enumera cuatro: Budge y su Comparative Manifesto Research Group, Marks/Steenberger con su Expert Survey, Eijk y su European Election Study y Katz con sus encuestadores a europarlamentarios (p. 77) . En su opinión los métodos cuantitativos, con ser imprescindibles en el estudio de los programas de los partidos, muchas veces no son explicativos e inducen a error. Para evitarlo propone un sistema de análisis cualitativo muy sistematizado, considerando caso por caso los programas de cada partido dentro de los europartidos en relación con tres asuntos: a) la naturaleza y el espacio territorial de la UE; b) la ciudadanía europea y la cuestión de los extracomunitarios; c) las instituciones y las políticas. A su vez, este último asunto se subdivide en dos: las propuestas de reforma institucional (básicamente el Tratado Constitucional de la UE) y las políticas respecto a los tres pilares (economía y sociedad, la Política Europea de Securidad Común/ Política Europea de Seguridad y Defensa y la Cooperación en Asuntos de Justicia e Interior (CAJI) y el Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia (ELSJ). La razón de hacerlo así es que cada europartido federa en su seno los correspondientes partidos nacionales, que tienen a veces posiciones discordantes y hasta opuestas sobre los asuntos en cuestión. Dado que son los partidos nacionales lo que dominan, a los programas de estos remite el autor su estudio.

En cuanto a los países que escoge, su análisis afecta a Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España y Polonia. Los cuatro primeros son fundadores del Mercado Común en 1957, el quinto es el mayor de los no fundadores y el nuestro y el sexto, Polonia, el país más importante de la reciente incorporación de los antiguos PECOs (Países de Europa Central y Oriental).

Toda la segunda parte del libro está dedicada a este minucioso análisis del que es imposible dar cuenta detallada ya que ello nos obligaría a relatar la posición de cada partido distinto sobre los diferentes asuntos mencionados tal como viene en la obra. La utilidad de esta segunda parte reside en su valor de vademécum: sirve para saber en cada momento cuál es la posición de cada europartido sobre los asuntos en debate (por ejemplo, sobre el ingreso de Turquía o sobre el contenido de la ciudadanía europea) y la de cada partido dentre de su federación que coincide o no con la del europartido.

En resumen un estudio valioso sobre el incipiente sistema de partidos (europartidos) de la Unión Europea de gran ayuda para avanzar en la construcción de eso que todavía no puede llamarse un "sistema político europeo".