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dilluns, 6 de juliol del 2015

El cortijo de los indeseables.

Wert debe de llevar todos los números para ocupar el puesto de peor ministro de Educación y Cultura de la democracia y hasta es posible que de la dictadura que, en el fondo, debe de ser su régimen preferido. Ha destrozado la enseñanza pública en todos los niveles, como si de una enfermedad se tratara. Ha abandonado las universidades, expulsado de ellas a los sectores menos favorecidos de la población, ha hundido la investigación y el desarrollo y hecho trizas los planes de estudio de los demás niveles educativos. En cambio, ha privilegiado la enseñanza privada, acumulado las ventajas y favores en especial sobre la iglesia. Ha autorizado la apertura de "universidades" privadas, chiringuitos en donde inútiles parecidos a la ministra Báñez van a comprar sus títulos que luego no ejercen porque ni saben cómo. Ha implantado de nuevo la religión católica en los colegios y eliminado la formación para la ciudadanía con el argumento de que es doctrina, sabiendo perfectamente que la única doctrina es la católica, que él dice profesar. Ha intentado provocar en varias ocasiones a los nacionalistas catalanes, dentro de la actitud de hostigamiento al catalanismo del gobierno de franquistas al que perteneció, con expresiones tan estúpidas como hay que españolizar a los niños catalanes. Ha perseguido la libre creación en la red, un régimen justo de derechos de autor y tratado de imponer una censura a raíz de su reforma de la ley de propiedad intelectual. Ha destinado millones de euros a las corridas de toros, euros necesarios en un país en el que la gente pasa hambre, incluidos los niños, catalanes o no, por las políticas disparatadas, abusivas y corruptas del partido de presuntos ladrones al que pertenece. Además de subvencionar las corridas con cargo al erario, ha mostrado su cociente intelectual y fibra moral sosteniendo que esta salvajada infame, coreada por energúmenos, tiene algo que ver con el arte y la cultura.

Este personaje fascista, reaccionario, nacionalcatólico ha resultado insoportable hasta para el sufrido pueblo español acostumbrado a aguantar políticos tan tiránicos como imbéciles, el pueblo de ¡vivan las caenas!, que le ha venido atribuyendo la valoración más baja de todos los políticos de la democracia. Inferior hasta a la de Ana Mato. Lo profundo del desprecio de la gente por el pájaro viene compensado, supongo, por su capacidad para mentir y hacerse pasar por lo que no es, dando a entender a los gestores de la SER y otros medios del grupo Prisa, que era hombre moderado, medido, tolerante y abierto y no la especie de tarugo cuartelario que es. Claro que, a lo mejor, tampoco es engaño, sino complicidad. La SER necesitaba un franquista que hiciera las veces de demócrata y dieron con este ambicioso patán.
 
Ya a punto de vencer la legislatura, Wert ha aprovechado su boda con su propia Secretaria de Estado de Educación, Monserrat Gomendio, para huir con el rabo entre piernas de un ministerio en el que no ha hecho nada más que destrozos. Es decir, huir como ha estado entrando y saliendo durante estos cuatro años en todos los recintos a los que acudía oficialmente: a hurtadillas, por la puerta de atrás, sin avisar, oculto porque dondequiera que iba todos los estamentos docentes y discentes lo silbaban, abucheaban y escracheaban. Porque se lo merecía.
 
Ahora se casa con la citada Gomendio. Es un asunto privado sobre el que aquí no se dirá nada, salvo señalar que a la boda acudirá Mariano Sobresueldos Rajoy. Pero sí se comentará algo de la novia/esposa, Gomendio que, hasta hace poco era número dos del ministerio de Wert y corresponsable de sus estupideces.
 
Gomendio era la primera o la segunda fortuna del gobierno de Rajoy, con unos 14,5 millones de euros declarados. Una millonaria entre los millonarios. Como puede apreciarse en la información de la revista Mongolia esta fortuna no se origina en ninguna actividad empresarial propia, en ningún esfuerzo ni trabajo que haya realizado la propia interesada, sino que es un dinero heredado. Y heredado de fuentes hediondas. Parte procede de los enchufes y privilegios que el primer Gomendio tuvo con Franco, de sus dudosos pelotazos y asuntos judiciales que no le supusieron perjuicio (pero sí al conjunto de la población española) porque estaba protegido por la  corrupción franquista. La otra parte viene del general Kindelán, uno de los facciosos que se sublevó contra la República y, gracias a eso, hizo su fortuna y la de su bisnieta Monserrat Gomendio Kindelán, con las normas y formas que se verán a continuación. Kindelán fue, al parecer, corresponsable del bombardeo de Gernika, una de las mayores atrocidades de los fascistas durante la guerra. Ahí es nada lucir como timbre de gloria haber masacrado a miles de víctimas indefensas para aterrorizar a la población. O sea, el timbre de gloria de ser un verdadero terrorista a cuyo lado muchos de la Yihad son aprendices. Gernika es hoy un símbolo doble, de barbarie y de gloria. La barbarie a cargo de quienes, como Kindelán, asesinaron a sus semejantes. La gloria a cargo de quien, como Picasso, inmortalizó esa barbarie. Picasso y Kindelán, el bien y el mal, el genio y la inmundicia.
 
Pero no acaban ahí las andanzas del antecesor de Gomendio. Kindelán fue también uno de los generales de Franco sobornados por el Foreign Office para que aconsejaran al dictador no entrar en la guerra del lado del eje. Según parece, los ingleses entregaron al "héroe de Gernika" (a quien ellos mismos consideraban en sus documentos como una granuja) 1,5 millones de dólares de la época, equivalentes a 18 millones de euros de hoy, a cambio de que trabajara por sus intereses, cosa que el granuja parece haber hecho a entera satisfacción de sus amos. Es decir, y para terminar la semblanza, el criminal que planeó el bombardeo de Gernika era el mismo sinvergüenza que hablaba en tonos líricos de la Patria, España, el Imperio mientras se enriquecía con los sobornos. Un estilo habitual en la casa, entre la derecha nacionalcatólica. ¿O no están los nacionalcatólicos peperos con España a vueltas todos los días mientras la esquilman y se llevan el producto de sus latrocinios a Suiza o las islas Caimán?
 
Desde luego, los hijos no heredan los pecados de los padres y menos de los bisabuelos. Aunque el dinero, sí. Y precisamente porque esta señora recién casada heredó una fortuna de tan siniestra procedencia y jamás ha dado un palo al agua para ganar algo, sino que ha estado siempre enchufada en actividades de la supuesta organización de delincuentes a la que pertenece el matrimonio, resulta la menos apropiada para ejercer a lo bestia la teoría y la práctica del más cruel neoliberalismo desde el ministerio de educación. Esta señora es la que ha justificado las políticas de recortes, privaciones, mermas y sisas de la educación pública a favor de la privada, las políticas de impedir que los menos favorecidos tengan opciones con discursos falsos, hipócritas, indignantes acerca de que los estudiantes deben pagar el coste real de las tasas, que el que quiera estudiar que se lo pague, que hay que acabar con la cultura de las subvenciones y aceptar el libre mercado, etc.,. Discursos glorificadores de la ideología yanqui del hombre/mujer hechos a sí mismos que, en su boca de heredera del latrocinio y el expolio sin haber trabajado en nada útil en su vida, son una burla, una hipocresía, una muestra de la mala ralea de estos neofranquistas. Más que nada teniendo en cuenta que no todo el mundo tiene un abuelo que hiciera negocios con la corrupción de la dictadura ni un bisabuelo que mandó bombardear Gernika y cobraba sobornos de potencias extranjeras.
 
Decíamos que la boda se verá agraciada por la presencia del Mariano Sobreueldos Rajoy. No es de extrañar, cuenta habida de que esta pareja de tunantes millonarios ya se ha preparado la vida en París, en sendos puestos de designación del gobierno, para los que no tienen la menor preparación, pero que pagaremos todos los contribuyentes.
 
Sus antepasados fueron unos granujas y ellos siguen en su huella viviendo opíparamente a cuenta de lo público porque, al igual que el resto de franquistas y presuntos ladrones del PP, creen que este país es un cortijo. El suyo.

dimecres, 20 de maig del 2015

La vileza hecha mujer.

Hubo un tiempo, un tiempo largo, parecía inacabable, en el que España se jugaba su porvenir como Estado democrático de derecho en una denodada lucha contra el terrorismo etarra. Había atentados y disturbios constantes. Las calles de las ciudades del País Vasco eran inseguras y, aunque en menor medida, las de otros lugares del país. Decenas de ciudadanos llevaban escolta y estaban obligados a vivir vidas angustiosas por el permanente temor a un asalto armado. Muchos de ellos, de todo tipo, condición o edad, caían victimas de la vesania de ETA. Teníamos una lucha en dos frentes: había que vencer al terrorismo e impedir que, en la lucha, la democracia recurriera a los mismos procedimientos que combatía y se deslizara así de nuevo hacia la dictadura con lo cual, en último término, los etarras hubieran ganado. Fueron años muy duros. Años de plomo y goma 2.

Poco a poco fue asentándose la convicción de que la victoria sobre el terrorismo solo sería posible mediante la unidad de las fuerzas democráticas. Mal que bien, acabó consiguiéndose. Incluso se firmaron dos pactos de lucha antiterrorista entre los dos partidos dinásticos. El segundo de ellos, si no recuerdo mal, a instancias de Rodíguez Zapatero, entonces en la oposición y con la oposición, a su vez, del vicepresidente del gobierno que lo consideraba un "conejo que se sacaba de la chistera" Zapatero.Adivínese quién era el autor de este hallazgo: el mismo Rajoy que unos años más tarde defendía el pacto del conejo en la chistera como si fuera suyo, como un producto de sus entretelas y acusaba a Zapatero de querer traicionarlo. Rajoy en estado puro.
Aun así, había un consenso cerrado, cerradísimo, de todas las fuerzas políticas, apoyadas por el conjunto de la sociedad, en el sentido de que la política antiterrorista era exclusiva del gobierno y no estaba sometida a crítica. Los demás, punto en boca. Ese consenso se cerraba con un broche de oro: nadie usaría el terrorismo como arma política y mucho menos electoral. Y así aguantó nuestra sociedad la tormenta de fuego y odio que la azotó durante largos años. Hubo momentos de flaqueza como cuando el inevitable Rajoy acusó a Zapatero, entonces presidente del gobierno, de "traicionar a los muertos" y de poco menos que de connivencia con ETA. Con ello solo consiguió mostrarse como lo que es, una persona sin escrúpulos. Pero, en términos generales, la unidad se mantuvo, el terrorismo quedó fuera del debate político, el frente social y mediático antietarra era total. Y ETA sucumbió, eliminando así el último obstáculo a la plena instauración de la democracia en España. Lo que ha venido después ya es otro asunto sobre el cual hay hoy día muy encontradas versiones.

Con estos antecedentes, ¿cómo se le ocurre a esta señora Aguirre usar el terrorismo como arma electoral? Tenía razón ayer Palinuro. Aguirre no vive en la realidad, sino en un teatro siniestro que se ha montado en su cabeza. Ayer la comparaba con algunas heroínas. Le venían grandes todas. Se acerca más al tipo Medea: movida por pasiones irrefrenables, un odio sin limites y una obsesión por imponerse capaz de destruir todo lo que la rodea. Lo que hace. ¿Cómo rompe el acuerdo básico que posibilitó la derrota del terrorismo y, además, con carácter por así decirlo, retroactivo, con el fin de insinuar odiosas connivencias entre Carmena y los terroristas? ¿Es que no está en sus cabales?

Aguirre no tiene cabales. No tiene limites. El límite es ella misma. Un caso de mitomanía colosal. Es ella sola, la única. Ya se ha enemistado con todos los dirigentes de su partido, absolutamente todos, que están deseando verla estrellarse. Y lleva camino de hacerlo si sigue mostrando tanta ruindad, tanta mezquindad, tanta ansia por vilipendiar a su adversaria de las formas más repugnantes. Empezó hace unos días poniendo en cuestion la profesionalidad de Carmena al afirmar que es jueza por el cuarto turno con lo que consiguió ofender a todos los del cuarto turno, que son unos profesionales dignísimos y dejó impoluta a Carmena que es jueza por oposición. Y por oposición anterior a la implantación del cuarto turno. Una mentira, un infundio hecho con mala uva, con un espíritu bastante mezquino. Ahora llegan las venenosas insinuaciones sobre las decisiones de Carmena como jueza de vigilancia penitenciaria. Aquí, lo de menos es que Aguirre hable sin saber lo que dice y tome las providencias judiciales como decisiones de las que ella adopta con esos colaboradores que luego acaban todos en la cárcel. Esta saña revela que la dama es una simple y así se lo dice una reposada y segura Carmena que lamenta escuchar cómo su interlocutora, a su edad, dice tales "simplezas".

Es que vive de ellas. Cuanto más simples, elementales, chocantes y agresivas sean sus afirmaciones, más conseguirá la condesa que no se hable de lo que realmente le preocupa, la corrupción, en la que vive anegada hasta las cejas y últimamente hasta más arriba de las cejas. Con buena parte de sus amigos, colaboradores, asesores, subordinados y allegados por diversos motivos entre rejas, procesados, imputados o a punto de serlo, el repentino descubrimiento de ese pintoresco ménage à trois gastronómico entre la presidenta de la comunidad, su amigo del colegio y el marido hace añicos su justificación de que ni ella ni su familia aparecen pringados. Y, de paso,  sitúa el asunto en el nivel adecuado, más bien entre la cocina y el servicio, propio de una novela de Galsworthy. Y luego dicen que la aristocracia española es estirada, cuando se mezcla con los fogones porque, según parece, gracias a las generosas concesiones y contratas que la Comunidad concedía al amigo del cole, este colocaba en los más distinguidos comedores de distintas instituciones los sabrosos quesos del marido de la presidenta.

Para evitar el bochorno de esta inmersión absoluta en el mundo del chanchullo, la mamandurria, el enchufe y el favoritismo, de la corrupción en definitiva, Aguirre arremete con verdaderos insultos, infundios y golpes bajos contra Carmena a la que acusa sin prueba alguna, de laxitud con los asesinos y, en el fondo, de simpatizar con ellos, de ser equidistante, de ser totalitaria. Tanta bajeza, tanta ruindad, tanta desmesura e injusticia con una jueza que ha cumplido siempre su deber, no ha sido nunca sancionada sino, al contrario, galardonada con un premio, seguramente ganarán para Aguirre los votos de la ultraderecha de la de brazo en alto. Pero solo esos. Los otros, de gente normal, más templada, huirán de ella. A lo mejor cae en la cuenta y nos ahorra a todos un espectáculo tan bochornoso como el del debate de ayer.

Preguntaba Aguirre si, dadas ciertas circunstancias de carácter judicial privado aclaradas por la jueza, Carmena no creía que en Inglaterra se vería obligada a deponer su candidatura. Esa pregunta debiera empezar por contestarla ella: si no se vería obigada a dimitir por haber presidido un gobierno que ha sido un muestrario de corrupciones y episodios propios de la pantera rosa, con maletines volanderos, espionaje en los ascensores, sobornos, fundaciones fantasmas. Con el agravante de que su propio marido, su familia están implicados en presuntos tratos de favor y supuestos cabildeos con la institución que ella presidía. Si se añade a la comitiva el divertido sainete del triángulo nutricional, a lo mejor ya ni siquiera se le plantea lo dimisión como candidata porque quizá no le dejen entrar a presentarla. Estos ingleses conservadores son muy estirados y, así como no les gustan los toros, aborrecen el olor a ajo y a queso de oveja.

dimarts, 17 de març del 2015

La enésima calumnia de los GAL.

Ayer, un tal Enrique González Duro se metió en mi muro en Facebook y dejó escrita la calumnia siguiente (tengo captura de pantalla por si alguien quiere verla): “Ramon fue contertulio de la SER donde defendió a capa y espada el GAL” (sic).

Le respondí que es un miserable mentiroso y un sinvergüenza por calumniador y le advertí de que, si insistía, lo bloquearía. Insistió. Lo bloqueé.

Ahora, vamos a los hechos. Jamás he sido contertulio en la SER. Lo fui en Onda Cero. Se dirá que da igual. Contertulio de radio fui. Pero de Onda Cero, de donde, por cierto, me echó Luis del Olmo por orden del gobierno de Aznar. En la SER, jamás. Nunca me quisieron. Da igual y no da igual porque, si uno acusa a otro de un delito (defender a capa y espada los GAL, una organización criminal, es un delito), lo menos que se le puede pedir es veracidad. Salvo que, claro, el acusador sea un calumniador. O sea, un tipo que acusa a otra de un delito sabiendo que es falso. O sea, un delincuente.

Para no ser conceptuado como tal deberá presentar una prueba de que yo haya defendido alguna vez a los GAL. Una sola. Y, por cierto, suficiente para levantar esta otra que aquí aporto: un artículo publicado en el hoy extinto El Independiente el 18 de noviembre de 1988, titulado “GAL, GANE, gatos”, en el que, entre otras cosas, se pedía que se investigara el asunto de los GAL judicialmente, hasta el final, cayera quien cayera.  




Era el año 1988. Todavía no se habían iniciado las acciones judiciales pertinentes. Gobernaban los socialistas y Garzón –que luego sería gran azote del terrorismo de Estado- se presentaría en las listas del PSOE en las elecciones de 1993.
 
1988. En aquellos años, muy pocos se atrevían a escribir en contra de los GAL y menos relacionándolos con el gobierno socialista, salvo en el País Vasco. Al contrario: aun resonaban los aplausos a esta forma de terrorismo de Estado de Pedro J., Ramírez, por entonces gran amigo y compadre de Julio Anguita, esa pareja que después se desgañitó denunciando los GAL. Pero eso fue después.
 
Ignoro en dónde estaba el señor González Duro en 1988 y qué decía, pero si decía o escribía algo en contra de los GAL, me gustaría verlo. Por supuesto, siempre después de ver las pruebas que tiene de que yo los defendiera. Estará el lector de acuerdo en que tiene gracia que uno de los pocos que dio la cara en los años duros en contra de los GAL haya de ver cómo un cuarto de  siglo después llega un difamador a acusarlo de defender lo que atacaba.
 
Esos son los hechos. Ahora vamos a las interpretaciones.
 
Desde luego, jamás defendí los GAL y probado queda que pedí que se investigaran cayera quien cayera. Pero sí defendí al gobierno socialista en la primera mitad de los noventa, cuando comenzó lo que después todo el mundo ha reconocido que fue una conspiración en contra. Paradójicamente también me quedé solo porque, cuando arreció la campaña de la derecha y la izquierda anguitista en contra del “felipismo”, los socialistas, hasta entonces abundantes como las flores en la primavera, desaparecieron de golpe y alguno, especialmente sincero y cobarde, incluso me aconsejó que no me significara mucho, que venían tiempos duros.
 
Por supuesto, mi defensa del gobierno socialista siempre excluyó el terrorismo de Estado y la corrupción, dos lacras del gobierno del PSOE. La prensa de entonces está sembrada de artículos de servidor haciendo esta distinción. Siempre pensé –y sigo pensando- que era mentira que González fuera el Mr. X de los GAL y no hay una sola prueba de ello. Y siempre dije igualmente que, si los socialistas habían organizado el terrorismo de Estado y la corrupción, debían pagarlo con todo el peso de la ley. Pero no quería que, a causa de los GAL o la corrupción, el PSOE fuera substituido por el PP, que fue lo que pasó.
 
No era por entonces, ni lo soy ahora, miembro del PSOE y no pienso que hiciera entonces nada que no debiera hacer un ciudadano de izquierda. Pero, por si hay alguna duda: jamás nadie del PSOE, personal o institucionalmente, me agradeció en público (en privado era otra cosa, había miedo) una defensa obviamente desinteresada. Jamás. Al contrario: cuando todos los valientes socialdemócratas que, a partir de 1993, se escondieron debajo de las piedras, volvieron al poder en 2004, ninguno tuvo un mínimo gesto de reconocimiento. Ni yo lo esperaba. Como tampoco lo espero ahora cuando sigo defendiendo que el PSOE es un partido de izquierda y es injusto y estúpido equipararlo a la derecha. Ni falta que me hace.
 
Pero en este asunto está la explicación de esta calumnia que el tal González Duro reproduce y reitera. Las izquierdas anguitistas, las del “sorpasso”, las visceralmente antisocialistas, no podían soportar que alguien de izquierda defendiera al PSOE, así que fieles a su más acendrada tradición de encanallamiento estalinista, trataron entonces de calumniarme con esta infamia de los GAL, como lo intentan ahora de nuevo porque otra vez me niego a aceptar la estúpida patraña de que el PSOE sea igual al PP, y estos no se andan con chiquitas. Van directos a la calumnia, la acusación falsa, la mentira. Y no van más allá como en tiempos del glorioso camarada Stalin porque no pueden, no porque no quieran.
 
Alguien les ha dicho que se atengan al apotegma de “calumnia, que algo queda”.
 
Pero, a veces, esto es un error y de la calumnia lo único que queda es la basura que vierte el calumniador más estúpido y que solo lo califica a él.

dimarts, 3 de febrer del 2015

Gestas y gestos.


Acabar con el terrorismo etarra fue una gesta de la sociedad española, que lo había heredado del franquismo. Costó treinta y cinco años y muchos muertos pero, al final, las instituciones democráticas, con todos sus defectos, y duramente puestas a prueba, lo consiguieron. Fue una gesta colectiva en la cual la sociedad tuvo que madurar. También de los políticos. Aunque, como siempre, no de todos por igual. Los socialistas entendieron siempre que lo básico era la unidad de las fuerzas democráticas y por eso propusieron, lo hizo Zapatero, el primer pacto antiterrorista, el Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo en 2000. Los populares no lo querían y, con su habitual inteligencia, el señor Rajoy lo calificó de conejo que se saca de la chistera Zapatero. A pesar de todo, firmaron porque estaban en el gobierno y podían rentabilizarlo. Con protestas y abstenciones de otros grupos (a veces muy puestas en razón), pero firmaron.

Lo cual no impidió que, cuando la derecha pasó a la oposición, utilizara siempre la lucha antiterrorista como arma para desgastar al gobierno. El mismo señor Rajoy llegó a acusar a Zapatero de traicionar a los muertos y revigorizar a ETA moribunda a cuenta de su política antiterrorista, exclusiva competencia suya que los demás debían respetar. A pesar de la falta de colaboración e incluso el boicoteo de la derecha, el terrorismo etarra acabó durante el gobierno de Zapatero, quien tuvo el buen gusto de no reclamar para sí solo el mérito. Lo hizo gracias al tesón del ministro del Interior, Rubalcaba, quizá el mejor del ramo que haya habido en España.

Fue una gesta y fue obra de tod@s.

Lo de ayer fue un gesto y fue obra de dos.

Exactamente, ¿qué han firmado estos dos? Nadie lo tiene muy claro. Algunos dicen que un nuevo pacto antiterrorista. ¿Para qué, si ya hay uno? Otros que una renovación del existente o, incluso, uno nuevo en contra del nuevo terrorismo yihadista. Y ¿en qué consiste? En endurecer las penas por terrorismo y en reintroducir la cadena perpetua con un subterfugio lingüístico al estilo de la neohabla gallardoniana.

Como los socialistas están en contra de la figura, dicen que firman pero recurren la perpetua al Tribunal Constitucional. Al tiempo han obtenido la promesa del PP (por lo que pueda valer) de no oponerse si en el futuro la condena revisable es derogada. Subterfugio sobre subterfugio para justificar un gesto de contenido simbólico: estamos unidos frente al terrorismo. Lo dijo Rajoy, el mismo que llamaba al pacto antiterrorista por el que ahora daría la vida, el conejo de la chistera de Zapatero.

Estamos unidos frente al terrorismo. Pero si no hay terrorismo y el llamado yihadista aun no se ha materializado. Es igual, razonan los socialistas, tenemos que dar imagen de ser partido con sentido del Estado. Tenemos que firmar pactos de Estado para demostrar que somos estadistas y no perroflautas acampados en Sol. Aunque sea a costa de hacerle el juego a la derecha, sabiendo que el sentido del Estado de esta es inexistente ya que solo mira por sus intereses de partido y en los bolsillos. Es un gesto, desde luego. Absolutamente estúpido.

Su explicación está en la herencia de Rubalcaba quien, preso del síndrome del Coronel Nicholson en el Puente sobre el río Kwai, está dispuesto a sacrificar su objetivo estratégico por conservar su obra, aunque esta, como es el caso ahora, ya no sirva para nada salvo para legitimar un gobierno que ha perdido todo justo título a seguir gobernando.

El PSOE debiera haberse librado de esa tutela paralizante. No hay nada que pactar con un gobierno que ha roto todos los consensos, faltado a todas las promesas, dinamitado todos los puentes, ignorado la institución parlamentaria, manipulado los medios de comunicación, interferido en la acción de la justicia, legislado en contra de la ciudadanía, recortado o suprimido sus derechos, amparado, encubierto la corrupción y provocado un conflicto territorial de consecuencias imprevisibles.

Al contrario. Hay que marcar las distancias. El domingo, Sánchez daba pruebas de una nueva resolución, un nuevo estilo que todos detectaron: somos socialdemócratas, somos de izquierda, no hablamos de Podemos, nuestro adversario es el PP. Y lo primero que hace al día siguiente es firmar un pacto con su adversario. Bueno, pero hay "líneas rojas". Los socialistas llevan días hablando de líneas rojas, pero solo para saltárselas. Como los enfermos de alguna adicción, que se ponen plazos y límites para no respetarlos. Y ahora vienen con un harapiento gesto de estadistas cuando en realidad son comparsas de la escenificación gestual de la derecha. Si de verdad quieren trazar una línea roja presenten ya una moción de censura. Es insólito que no lo hayan hecho. Pero no lo harán. ¿Por qué?

Porque el mensaje no es estamos unidos contra el terrorismo, sino estamos unidos. Punto.

Gesto eres y en gesto te quedarás. En nuestra época la imagen cuenta mucho. El Sánchez que anunciaba el cambio de actitud e identificaba al adversario no llevaba corbata, al estilo de los nuevos políticos, los de Podemos o los griegos de Syriza. El Sánchez que firmó el pacto con Rajoy llevaba corbata. España no es Grecia. En España, los estadistas llevan corbata cuando hacen gestos.

Luego, al mezclarse con la gente de la calle, a la que se puede decir cualquier cosa, ya no hace falta.

Luego, ya tal.

dijous, 8 de gener del 2015

Notas mínimas sobre la blasfemia.


Los responsables de la matanza de Charlie Hebdo son quienes la han perpetrado.

El Islam no es culpable. Lo es el fanatismo. Hace cuatro años otro fanático de extrema derecha, Anders Behring Breivik, asesinó en Noruega a tiro limpio a 77 personas. Y no es musulmán, sino cristiano; seguidor de los templarios, por más señas.

Las religiones son caldo de cultivo del fanatismo. Sobre todo, las tres del Libro, mosaísmo, islamismo y cristianismo. Las tres son muy crueles.

El islamismo parece la más bárbara. También es la más perseguida. Hace años que las otras dos, lo que llamamos Occidente, hacen una guerra de exterminio contra la otra. Persiguen a los islamistas, los encarcelan,  los asesinan, les roban sus tierras, les destruyen sus casas, matan a sus hijos, sus familias, todo lo cual obviamente, exacerba los fanatismos y los lleva al terrorismo, a los atentados suicidas, a la barbarie contra inocentes.

Un par de tuits de Willy Toledo ha levantado polvareda. Dice uno:  El Pentágono y la OTAN bombardean y destruyen países enteros, asesinan a millones, cada día. D verdad esperamos q no hagan nada? El propio Toledo no está justificando los atentados, los repudia, pero nos obliga a reflexionar sobre nuestro comportamiento. Lo que pasa hace años en Palestina, en Irak, en Afganistán, en Siria, también es terrorismo. Decapitar rehenes es abominable. Y Guantánamo ¿qué es?

Toledo tiene el don de la impertinencia. Está en la línea de San Mateo; "quien a hierro mata, a hierro muere" (Mat., 25: 52), sin hacer distingos sobre las manos que manejan los hierros.

Dos acontecimientos podrían ayudar a que el Islam se modernizara y entrara en la edad de la tolerancia: un cambio de actitud de Occidente y una reforma interna en la religión similar a la luterana en el cristianismo, que tanto hizo por civilizarlo. Lo primero depende de nosotros, de nuestros gobiernos, a los que hemos de presionar, cosa que no hacemos. Lo segundo depende del propio Islam, pero debiera hacerse lo posible por fomentarlo.

La lucha contra el fanatismo y el terrorismo, en defensa de la tolerancia y las libertades, empezando por la de expresión, es la lucha por la supervivencia de la civilización y la dignidad del individuo. Y debemos hacerla sin ambigüedad ni desfallecimiento.
 
Pero también debemos barrer nuestra casa y revisar nuestro comportamiento. Solo así tendremos la autoridad moral que invocamos en muchas ocasiones con harta hipocresía.
 
La Iglesia católica sigue siendo intolerante. Se ha apropiado -indebidamente a jucio de Palinuro- de la mezquita de Córdoba y la está llenando de simbología y parafernalia católica. Eso es intolerancia. El obispo de Alcalá niega sus derechos a los homosexuales y, si pudiera, seguramente haría algo peor con ellos. El ministro del Interior es fervoroso miembro del Opus, una secta que considera "pecado grave" la llamada blasfemia. No lo ha convertido en delito del código penal porque no ha podido, pero no por falta de deseos y porque, además, el delito de escarnio del Código Penal  (art. 525, 1) ya se le acerca bastante. Blasfemia es lo que los asesinos islamistas ha ido a castigar en Charlie Hebdo. La diferencia, nada desdeñable por cierto, está en la cantidad y el tiempo. Pero el parecido reside en el contenido.
 
La  blasfemia puede ser un pecado, según las convicciones morales de cada cual, pero no un comportamiento socialmente punible y mucho menos un delito. Es más, es un derecho. Mientras esto no esté definitivamente asentado, las tres religiones del Libro serán un peligro para la tolerancia y la libertad. Según la época de que se hable, unas más que otras.
 
Palinuro tributa profundo reconocimiento a todas las víctimas de ayer, mártires en la lucha por la libertad de expresión.

dimarts, 9 de desembre del 2014

Víctimas de tercera.


Cuesta creer que el 90% de los diputados no acuda a un acto en el Congreso sobre las víctimas del franquismo. Hay que frotarse los ojos y leer de nuevo. Pues no, al parecer no van a ir los diputados de CiU y los del PSOE. El partido que ha votado en el consistorio madrileño a favor de una placa conmemorativa del atentado de Carrero Blanco por considerarlo víctima del terrorismo.

Hay víctimas y víctimas. Viene a la memoria una noticia, probablemente apócrifa, atribuida a un diario barcelonés a mediados del siglo XIX que, al informar de un accidente ferroviario con muertos concluía: afortunadamente todos los muertos viajaban en tercera. Obviamente, las víctimas del franquismo son de tercera. Es más: no son. ¿Subleva esta diferencia de trato? ¿Por qué? ¿Por tratarse del franquismo? Nada de eso. Para la derecha gobernante todas sus víctimas son de tercera: las del 11M, las del Yak 42, las del metro de Valencia, las del tren de Angrois. No hay más que ver cómo se ha comportado con ellas. A todas las desprecia por igual. ¿No van a serlo las del alejado y cicatrizado franquismo que jamás ha condenado?

¿Y el PSOE? ¿Puede el PSOE explicar por qué habiendo avalado un reconocimiento a Carrero Blanco como víctima, no concurre a  un acto por las del franquismo? Según he leído, pretexta "problemas de agenda". Espero haber leído mal pues, si lo he hecho bien, además de una excusa, es una burla. ¿Forma parte de pacto de la transición no hacer justicia a las víctimas del franquismo?

A regañadientes el gobierno de Rodríguez Zapatero sacó adelante una timorata Ley de Memoria Histórica que, según parece, la entonces vicepresidenta del gobierno y muy católica señora Fernández de la Vega se encargó de emascular para que no sirviera para nada, como así ha sucedido. ¿Hay que entender por tanto que aquella ley era una hoja de parra y que, en el fondo, el PSOE está de acuerdo en volver a enterrar a los muertos en las fosas comunes? Sí, está de acuerdo, con gran contento de la mentada Fernández de la Vega, socialista leal a la memoria del fascismo redentor y sierva de la clerigalla.

Eso es muy fuerte. Requiere aclaración. Alguien dirá que Carrero y las otras víctimas a las que se honra lo fueron del terrorismo. Pero ¿acaso no fue el franquismo la forma más bestial, prolongada e inhumana del terrorismo? ¿No produjo cientos de miles de víctimas? ¿No ha pervertido y encanallado la sociedad española por entero? A la vista está en el comportamiento del PSOE, un comportamiento servil y cobarde. También se dice que no cabe asistir al acto porque en él se hablará de la solicitud de extradición presentada por la justicia argentina de unos ciudadanos españoles por unos presuntos delitos, lo que pone en cuestión la soberanía española.  Eso no es cierto, si se acepta, cual se supone que deberían hacer unos socialistas, el principio de la justicia universal. Y, aunque lo fuera, ¿qué? Son asuntos judiciales sobre los que no hay que pronunciarse. La cuestión es mucho más amplia y profunda: las víctimas del franquismo, ¿merecen justicia o no?

¿O son víctimas de tercera?
 
Si no lo son, si merecen justicia, déjese actuar a la justicia, que lo hará con plenas garantías para los justiciables. Y si no se quiere que intervenga la Argentina, hágase la justicia aquí.  Ábrase proceso a la Dictadura. Encárese la verdad.

dimarts, 10 de desembre del 2013

¡Qué alto hablan los muertos!


Los muertos. Los asesinados, paseados, fusilados, desaparecidos y enterrados en las innumerables fosas comunes a lo largo y ancho de España.

Durante los cuarenta años de la dictadura se decretó el silencio sobre esta tragedia. Nadie podía hablar de ella. Un silencio sostenido en el miedo de una población aterrorizada que había comprobado en sus carnes cómo los vencedores de la guerra actuaban en la posguerra sin misericordia alguna con los vencidos, asesinándolos, amedrentando a los familiares y allegados supervivientes, represaliándolos de modos arbitrarios, robándoles los hijos.

Un silencio denso, sostenido en el terror del Estado y con la complicidad de la iglesia católica que había declarado Cruzada el golpe de Estado de 1936 y la subsiguiente guerra civil. Complicidad que, en muchos casos, derivaba en colaboración activa en las denuncias, persecuciones y asesinatos. Esa misma iglesia que beatifica a sus quinientos mártires, mientras olvida a las decenas de miles asesinados por los de su bando, muchos de ellos, católicos y algunos, sacerdotes. Sacerdotes asesinados y sacerdotes asesinos. Esa es la realidad.

Un silencio que sobrevivió al franquismo y se impuso a la transición. Aquella política de “reconciliación nacional” del PCE, probablemente animada de nobles intenciones, degeneró en un olvido de los muertos que quedó torticeramente consagrado en una ley de punto final, norma antijurídica, que se llamó la Ley de Amnistía, por la que los asesinos decretaron su impunidad.
La transición arrancó con una mácula que ha acabado devorándola. Quienes sellaron aquel pacto creyeron que con él consagraban la reconciliación y quienes lo contemplamos, no supimos o no pudimos o no quisimos elevar la voz y creímos –o quisimos creer- que aquel pacto era la esperada y siempre dilatada reconciliación de los españoles que, tras reconocer noblemente sus culpas, todas, recuperarían esa unidad entre el hoy el ayer en que se basan las naciones.

Así, el silencio de la dictadura prosiguió durante la democracia, incluso con gobiernos socialistas. ¿No era cierto que la transición había traído la reconciliación?

No, no era cierto. La derecha española sigue siendo lo que era, viéndose como la vencedora de la contienda y negando toda justicia a las víctimas del franquismo. El gobierno de Zapatero aprobó una tímida, alicorta, Ley de la Memoria Histórica, que el PP en el poder incumple y ha anulado de hecho. El presidente del gobierno comenta a veces con displicencia que está harto de oír hablar del franquismo y la República.

Pero la palma de la iniquidad se la lleva ese diputado y portavoz del PP, Hernando, quien sostiene que los familiares de los asesinados solo se movilizan en busca de los suyos cuando hay subvenciones, una expresión indigna que califica a quien la profiere como un ser despreciable y sin escrúpulos. Teniendo en cuenta, además, que precisamente es su gobierno quien ha suprimido las subvenciones

Sin embargo, los muertos se han alzado y están haciendo oír su voz. Un sonido que ha cruzado el océano y ha encontrado audiencia en la Argentina, en donde una jueza que aplica la doctrina de la jurisdicción penal internacional, acuñada entre otros, por Garzón, ha puesto en marcha un procedimiento para hacer justicia a las víctimas del franquismo. Algunas de estas, valiéndose de sus propios escasos medios -y no de ninguna inexistente subvención- emprenden un viaje de 10.000 kilómetros a edades muy avanzadas para buscar allende los mares la justicia que los tribunales españoles debieron brindarles. Es el caso de esa anciana de 88 años, Ascensión Mendieta que, por fin, ha podido relatar ante un tribunal lo que lleva setenta y cuatro años callando: cómo su padre, dirigente de UGT, fue fusilado en 1939 -bajo la acusación de un vecino- por "auxilio a la rebelión", tras un juicio sumarísimo de guerra, sin derecho a defensa; una farsa. Fusilado y enterrado en secreto. Y toda la ambición de Ascensión es llevarse a la tumba cuando menos un hueso de su padre. Es imposible que los Hernandos de este mundo entiendan esto.

Y los muertos hablan cada vez más alto y más recio. Es la voz del derecho, de la justicia, de la reparación. La que el gobierno y la iglesia se obstinan en desoír, aunque ya se escucha en el mundo entero. La ONU pide al gobierno justicia para las víctimas del franquismo. Contra dos torturadores de la dictadura hay ya una petición de extradición. Y a estas, seguirán otras.

Esa voz no se puede acallar porque ya no es posible volver a matar a los muertos. Esa voz mueve a los vivos que han perdido el miedo y ven cómo crece la solidaridad hacia ellos, dentro y fuera de nuestro país. Cómo se pide (¿a qué espera la oposición para sumarse?) la constitución de una Comisión de la Verdad, que haga justicia a las víctimas y exponga a la luz pública a los victimarios.

Es una voz potente la de los muertos. La única que puede traer la verdadera reconciliación entre los españoles. 

dilluns, 28 d’octubre del 2013

¡Despierta, hierro! Vencedores y vencidos.


Regresando por la A-4 desde Chiclana, se pasa por Santa Elena, Jaén, a cuya vera la Junta edificó en los años 90 un Museo de la batalla de las Navas de Tolosa que es más bien un centro informativo de aquel decisivo hecho de la Reconquista española. Cuando se llevan 400 kms de monótona autovía, viene bien detenerse y sumergirse un momento en una lucha de hace ochocientos años que enfrentó una coalición de ejércitos cristianos (unos 70.000 hombres) al mando de Alfonso VIII de Castilla con otro muy superior de musulmanes almohades y confederados (unos 120.000), a su vez encabezado por el califa Muhammad An-Nasir, más conocido como Miramamolín. Tiene cierta gracia que el lugar esté a unos 30 kms de Bailén, lugar de otra batalla unos 600 años después tan decisiva para echar a los franceses de España como la de las Navas lo fue para acabar echando a los agarenos. El lugar es modesto, austero y relata el episodio a base de reproducciones de tapices y diversos objetos de los dos bandos: espadas, cascos, ballestas, arcos, lorigas, arzones y diversos tipos de utensilios. Porque la explicación de la batalla y su contexto, no solamente es objetiva (en cuanto no se incurre en alharacas propagandísticas), sino minuciosa. Se nos informa hasta de lo que comían las caballerías, solo para que nos hagamos una idea del prodigio de logística que supuso para los cristianos organizar las líneas de avituallamiento de aquella tropa en territorio enemigo. El centro tiene también una torre, llamada "Mirador" desde la que puede contemplarse el campo de batalla, cosa que hace uno dejando libertad a la imaginación para ver aquellos parajes de olivos y monte bajo las zonas de los ataques y contraataques, los avances de los peones y las infanterías, las maniobras de las caballerías, sobre todo la de la almohade, terrible heredera de los jinetes númidas. En fin, aunque parezca mentira, una distracción y un descanso para el espíritu.

Los dos bandos habían declarado la guerra santa. Inocencio III proclamó la Cruzada, una de verdad y no como la de la sublevación de Franco, proclamada tal por los obispos españoles pero no por el Papa de Roma, como lo fue esta del siglo XIII. Los musulmanes también habían proclamado la Yihad. Querían liberar de infieles Al-Andalus. Igual que los cristianos trataban de liberar de infieles la Hispania que había sido romana en sus tiempos. Guerra santa en ambos bandos. Algo que dejaría huella.

En el ejército cristiano, entre las tropas de Pedro II de Aragón, había un fuerte contingente de almogávares, catalanes y aragoneses, guerreros profesionales que no hacían prisioneros y atacaban al grito de ¡Despierta, hierro! y ¡Matad, matad! aunque en catalán, pues no hablaban castellano.

Esa exigencia de la manifa de la AVT de una paz con vencedores y vencidos me ha traído a la memoria el despierta, hierro de los almogávares. Indica el mismo tipo de extremosidad. El ánimo de los manifestantes era muy exaltado y, en su rabia, tiraba contra el Tribunal de Estrasburgo y contra el gobierno español, tildado de "traidor", exactamente lo mismo que Rajoy llamó en su día a Zapatero en sede parlamentaria al acusarlo de traicionar a los muertos. Así, los altos cargos del PP presentes en la manifa tuvieron que abandonarla escoltados por la policía entre insultos y abucheos. Poco después sonarían los acordes del himno nacional y muchos asistentes alzarían el brazo fascista en su mejor estilo fascista. Quizá todo esto haga ver a Rajoy los frutos de la demagogia de jugar con los sentimientos de las víctimas por intereses partidistas. Quizá.

Pero la extremosidad es aun mayor. El deseo de que haya, y sea manifiesto, vencedores y vencidos (cosa que contradice el saber convencional de que, para restañar heridas es mejor que no haya vencedores ni vencidos o se haga como si no los hubiera) está lejos de ser un ex-abrupto motivado por la indignación que se moderará así pasen unos días. Ni hablar. Es una actitud ante la vida. Es la actitud de quienes siguen considerando que en la guerra civil hubo vencedores y vencidos y conviene que así siga siendo, razón por la cual beatifican a cientos a sus mártires mientras se niegan a desenterrar de las fosas anónimas en las cunetas a las decenas de miles de asesinados. Esos brazos en alto, como las banderas franquistas, son el lazo que une el pasado con el presente con un fuerte elemento de venganza.

La exigencia de la AVT de que el gobierno no acate la sentencia del TEDH es inviable. Lo que se está pidiendo es que aquel incumpla un convenio internacional, en el que es parte sin reserva alguna, de protección de los derechos humanos. Porque por muy sanguinarios que sean los etarras, no se les puede negar un principio básico, universal como es el de la no retroactividad de las normas penales. Tampoco es avisada solución desprestigiar el TEDH como hace Esperanza Aguirre al sostener que no se trata de jueces sino de "políticos" por la muy elemental razón de que las reglas de juego se cuestionan antes de jugar, y revela bastante baja estofa cuestionarlas cuando se pierde.

En el terreno jurídico las habas están contadas. Se acata la sentencia del TEDH y se aplica a todos los casos como el de Inés del Río. Si ello suscita rechazo, como lo hace, la respuesta ha de articularse en el terreno político, en el legislativo. ¿De qué tipo? Deberán ser quienes solicitan la decisión quienes lo determinen. Aznar no asistió a la manifa. Pero es evidente que tampoco ve el mundo con los ojos del gobierno. Muchos -quienes le piden que vuelva y quienes están esperando a ver qué dice- confían en algún tipo de pronunciamiento del presidente del honor del PP que les aclare el camino.

Pero, entre tanto, ni la AVT ni todas las víctimas del mundo pueden imponer sus pretensiones y sentimientos, por profundos que sean, a la voluntad del legislador, que ha de atender al bien común y no al de una parte. Y el gobierno que envía a destacados miembros de su partido a manifestarse contra sí mismo y pedirse en la calle lo que de ningún modo puede hacer, jugando a un doble juego para tratar de evadir la responsabilidad que contrajo por su demagogia cuando estaba en la oposición, simplemente incurre en una mezcla de falsedad, hipocresía y estupidez. Como acostumbra.

(La foto está tomada de Twitter).

dijous, 24 d’octubre del 2013

Tragicomedia de España.


"Usted traiciona a los muertos", dijo Rajoy en cierta ocasión a un atribulado Zapatero, presidente del gobierno, que no sabía en dónde meterse. No era cierto, como Rajoy, entonces en la oposición, sabía muy bien. Pero indiferente a toda cortesía, toda contención, toda ética y toda estética, lo soltó porque calculaba que venía bien a sus intereses, consistentes en llegar al poder al precio que fuese.

Ahora es de él de quien ya están diciendo las asociaciones de víctimas del terrorismo que traiciona a los muertos al acatar la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) en relación con la doctrina Parot. Lo que le exigen es que España denuncie el Convenio Europeo de Derechos Humanos, que la sentenia invoca. Si no lo hace, estará traicionando a los muertos. Tiene su gracia que le suceda esto precisamente a él. Parecería un caso de alguacil alguacilado, algo simétrico, de no ser porque hay una diferencia fundamental entre las asociaciones de víctimas y este Rajoy a quien ahora presionan. En concreto, aquellas pueden ser radicales y extremas en sus peticiones, pero hay pocas dudas de que son genuinas. Las víctimas han sufrido injustamente y es comprensible que respiren por la herida y reaccionen con extremosidad, a veces demasiada, porque han sido heridas. Pero a nadie se le ocurre que estén fingiendo y que su dolor y su rabia sean impostados. 

No cabe decir lo mismo de Rajoy. Este no era ni es víctima ni allegado a víctima alguna. No estaba cegado por la indignación o el dolor; sabía que era mentira lo que afirmaba de Zapatero; pero le daba igual porque carece de escrúpulos y porque, por llegar al poder, está dispuesto a decir lo que sea: que bajará el paro, no subirá los impuestos, no tocará la sanidad, la educación ni las pensiones, dará siempre la cara, llamará pan al pan y vino al vino y Zapatero traiciona a las víctimas. Lo que sea. Si París bien valía una misa, La Moncloa bien vale un rosario de embustes que no le cuestan mucho porque el pájaro es un redomado mentiroso.

Quienes agitaron las calles contra ZP en su día se echarán a ellas de nuevo el domingo pero esta vez contra su sucesor que ahora no se atreve ya ni a esconderse, como es su inveterada costumbre. Y con el añadido de que se suman gentes muy significadas de su mismo partido. Gentes levantiscas que ya se la tenían jurada de antes por considerarlo demasiado blando con el secesionismo catalán. Él, que acusaba a Zapatero de romper España, se ve ahora acusado de lo mismo por su inactividad y negligencia. Al final parece que será el PP entero, como banda organizada que es, quien se sumará a la manifestación del domingo para evitar que esta se vuelva contra el gobierno.

Que en el siglo XXI un partido de gobierno de un Estado de derecho en un país civilizado se manifieste en contra de la sentencia de un tribunal de justicia es algo tan asombroso que parece un chiste. 

Las desventuras nunca llegan solas. El nombre de Bárcenas, tan obstinadamente silenciado, en lugar de sumirse en el olvido, está en todas las noticias todos los días, recordando perpetuamente que el caso Bárcenas es el caso Rajoy. A veces desde la severa austeridad de una sala de vistas judiciales, a veces en un escenario rocambolesco como de vodevil. Un intruso armado que, según la policía, no tiene bien la azotea, ha entrado en la vivienda del ex-tesorero, ha maniatado a su familia y ha exigido sus pen drives y discos duros portátiles. Venía el hombre medio disfrazado de cura, esgrimía un revólver de la guerra de Cuba y su ánimo era arreglar los problemas de España. Justo lo mismo que dice Rajoy, que no puede distraerse con habladurías pues está concentrado en resolver los problemas de España.

De momento no se le ha visto con alzacuellos ni portando un pistolón pero no es algo impensable.

Siempre que los necios al uso creen estar llamados a resolver los problemas de España solo se consigue que aumenten la confusión, la humillación, el desorden, la injusticia. Y, como directa consecuencia, la policía tiende a extralimitarse en sus funciones. En un par de días las agentes de servicio en el Congreso parecen haber vejado a una invitada obligándola a desvestirse, aunque sostienen que no es cierto; la policía ha entrado en el campus de la Completense en Somosaguas y el de la Autónoma sin permiso de la autoridad académica; unos seis u ocho mossos catalanes parecen haber matado a un hombre a patadas en plena calle. Todo esto para que vayamos enterándonos de cómo las gastan los matones y granujas de uniforme y con armas que pagamos todos con nuestros impuestos; incluidos los que mueren bajo sus coces.

Y así vamos a estar otros dos años. Arreglando los problemas de España.

dimarts, 22 d’octubre del 2013

El veneno de la "doctrina Parot"


El escándalo montado con motivo de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), dando la razón a la etarra Inés del Río en su recurso contra la aplicación en su caso de la "doctrina Parot" es un fiel indicador del estado moral de nuestra sociedad. Apenas conocido el hecho, un miembro de Nuevas Generaciones tuiteó su furia insultando al diputado Alberto Garzón, quien había celebrado el fallo del TEDH por entenderlo ajustado a derecho y respetuoso de los derechos humanos que, por lo demás, es para lo que está el Tribunal de Estrasburgo. El cachorro de NNGG llamaba de todo al diputado de IU (payaso, gilipollas, hijo de puta) y, finalmente, lo amenazaba de muerte. NNGG salía al paso rápidamente, censurando a su miembro y abriéndole un procedimiento de expulsión. El propio insultón, habiéndose enfriado un tanto, presentaba acto seguido su dimisión.

Es solo una muestra del estallido de indignación que la sentencia produjo en mucha gente, especialmente las víctimas del terrorismo, quienes hablan en su nombre, la opinión pública derechista y conservadora y una buena parte de la de izquierda, incluida IU. Era muy de ver cómo algunos izquierdistas se ponían estupendos, argumentando unas insospechadas complejidades técnicas de la cuestión con el objetivo implícito pero muy habitual, de desautorizar a quienes como Garzón y, desde luego, Palinuro, consideran que la sentencia es justa, arguyendo falta de competencia específica en el asunto. Es un viejo truco de leguleyos: tratar de llevarse la razón aduciendo profundidades misteriosas que, no estando al alcance del común de los mortales, deben ser suficientes para que estos se callen.

Y no ha lugar porque, afortunadamente, el TEDH no está en manos de rábulas sino de jueces capaces de hacer justicia en un lenguaje llano comprensible para todo el mundo. Según su sentencia, el Estado español ha vulnerado los artículos 5 y 7 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que él mismo firmó y se comprometió a acatar en todos sus términos. El artículo 5 habla del derecho de toda persona a un proceso justo y el 7, prohíbe algo que también prohíbe el ordenamiento jurídico español, esto es, la retroactividad de las normas sancionadoras y penales. Pero hay más, la segunda parte del art. 7,1 del citado convenio dice: Igualmente no podrá ser impuesta una pena más grave que la aplicable en el momento en que la infracción haya sido cometida, que es exactamente lo que hace la llamada "doctrina Parot" que el Tribunal Supremo se sacó de la manga en el caso Parot en 2006: prolongar injustamente una pena de prisión más allá de la aplicable en el momento del delito. Así que el TEDH ha hecho justicia y eso es para alegrarse.

Las gentes de mala ralea -muchas-, siempre retorciendo las cosas, inquieren escandalizadas: ¿se alegran ustedes de que los asesinos etarras salgan en libertad? En modo alguno. Nos alegramos de que se haga justicia porque vivimos en un Estado de derecho bajo el imperio de la ley y odiamos que sea ese mismo Estado quien la infrinja porque eso es una especie de terrorismo. Si por cumplir la ley se beneficia a personas que, según las convicciones morales imperantes en el momento, no debieran beneficiarse, será la ley quien deba resolver la situación y no una decisión de un tribunal adoptada, según se ve, contra el mismo derecho que, como tribunal, está obligado a defender.

No hay mucha diferencia entre los GAL y la doctrina Parot. Ambos son veneno para el Estado de derecho. La única es que mientras los primeros fueron una chapuza de terroristas y criminales más bien toscos, la segunda tiene el refinamiento de saberse amparada por tan altos tribunales como el Supremo y el Constitucional que, evidentemente, cuando establecieron esa "doctrina", no estaban en su mejor día o quizá lo hicieron dejándose arrastrar por las pasiones del momento. Algo que un juez no debe hacer jamás. 

Nadie se alegra de que los asesinos salgan en libertad antes de tiempo. Pero es que no salen antes de tiempo sino, según establece la sentencia del TEDH, después de tiempo a tal extremo que hemos llevado nuestra ignominia a tener que pagar una indemnización de 30.000 € más intereses, impuestos, costas, etc a la terrorista Inés del Río. En verdad, una vergüenza.

Es comprensible la indignación de las víctimas del terrorismo y sus allegados, pero no es necesariamente justificable. Las víctimas (en el fondo, todos, pues todos somos, directa o indirectamente, víctimas de los crímenes terroristas) están en su derecho de protestar, mostrar su disgusto, hasta su rabia. Pero no pueden obligar al Estado a desacatar una sentencia firme de un tribunal cuya jurisdicción ha aceptado voluntariamente; no pueden obligar a las instituciones a ir contra la ley del Estado de derecho. No pueden dictar su voluntad al resto de la sociedad porque, en el momento en que intenten hacerlo, su indignación se troca en odio y venganza y ninguna sociedad puede sobrevivir sobre el odio y la venganza.

Si las víctimas del terrorismo creen que los terroristas convictos deben padecer mayores castigos que los previstos en la ley, si quieren imponer la cadena perpetua o la pena de muerte, por ejemplo, que lo propongan abiertamente y será la colectividad la que decida. Pero, a falta de eso, carecen de todo derecho a exigir de esta y de sus autoridades comportamientos ilegales. 

Porque lo que ha hecho el TEDH ha sido algo muy sencillo: obligar al Estado español (o sea, a todos nosotros) a cumplir la ley que nos hemos dado y que excluye taxativamente la retroactividad, como hace el art. 25, 1 de la Constitución española: "Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento". Alguien podría decir que esta prohibición no afecta a los cálculos o cómputos sobre aplicación de beneficios penitenciarios hechos por los tribunales, que es de lo que va la doctrina Parot . Es absurdo y además no merece la pena detenerse en esto. Lo que el TEDH sentencia es que España ha infringido no su Constitución sino el vigente Convenio Europeo de Derechos Humanos en su artículo 5, 1, más arriba citado, y que repito aquí como colofón:Igualmente no podrá ser impuesta una pena más grave que la aplicable en el momento en que la infracción haya sido cometida. A nadie, incluida la terrorista más sanguinaria.

dimecres, 27 de febrer del 2013

Yolanda.

El 1º de febrero de 1980 dos criminales, Emilio Hellín Moro e Ignacio Abad Velázquez, secuestraban, torturaban y asesinaban de tres disparos en la cabeza a una chica de diecinueve años. Se llamaba Yolanda González, era vasca y vivía en Madrid, en donde estudiaba formación profesional y militaba en un grupúsculo trostkista. El frío relato de los hechos en Wikipedia da una idea de la época y ayuda a comprender el espíritu de la transición: los militantes de Fuerza Nueva andaban asesinando gente, como habían hecho -ellos u otros de la misma vena- con los abogados de Atocha, con la connivencia, cuando no la activa ayuda de la policía.

Hoy, treinta y tres años después de aquel crimen, nos enteramos de que el ministerio del Interior tiene contratado al asesino de Yolanda como asesor o instructor o adoctrinador de la policía y la guardia civil. Tras haber cumplido de forma bastante accidentada una parte de la condena original, el sujeto ha mudado de nombre y, entre otras, realiza las colaboraciones señaladas y alguna más para ocasionales autoridades del PP. Aquí se plantea la cuestión de qué sucede con los delincuentes cumplidos y su reinserción social. Seguramente. Pero el delito de Hellín, sobre ser especialmente odioso, tiene unos elementos de ideología política imposibles de ignorar. El asesinato de Yolanda fue un crimen político, un acto de terrorismo típicamente político. Que yo sepa, Hellín no ha pedido perdón ni mostrado arrepentimiento por el crimen cometido. ¿Acaso esas exigencias se plantean únicamente a los etarras o proetarras? Con tanta mayor razón aquí porque no existe garantía ninguna de que el Hellín de extrema derecha no aproveche su posición para orientar ideológicamente las actividades de la policía o, incluso, para cometer una nueva fechoría. La muestra de arrepentimiento tampoco sería una garantía, pero es de todo punto exigible.


Hellín fue contratado por el ministerio en 2006. Entonces era responable de Interior Rubalcaba. Quiero creer que el ministro socialista no sabía a quién se contrataba para la instrucción de la policía. No me cabe en la cabeza que lo supiera y no dijera nada. Y, si es así, ya está tardando en comparecer en público a decirlo. ¿O le parece bien contratar a un criminal fascista que no se ha arrepentido?

Veintiséis años después de su muerte, Yolanda fue asesinada de nuevo en su memoria por quien la había matado y quizá con la connivencia de quienes entonces lo ayudaron.

dilluns, 20 d’agost del 2012

Estampas del verano. Mayor Oreja, el franquista que no ceja.

Hace un tiempo preguntaron a este veterano, correoso, contumaz y bastante pesado político del PP si condenaba el franquismo. Respondió que por qué tenía él que condenar el franquismo cuando, a su parecer, había sido una epoca extraordinariamente apacible, una expresión que se ha hecho célebre y lo perseguirá hasta su último día que Palinuro le desea lejano.
El menda procede de la democracia cristiana, que nunca llegó a articularse satisfactoriamente en España por estar llena de zapadores ideológicos, sobre todo la de Óscar Alzaga. Cuando el intento democristiano fracasó, Mayor, beato como es, quiso fundar su propio partido, la Unión del Pueblo Vasco, pero estos tiempos de relativismo no le fueron propicios. De vuelta se integró en el PP, el partido de los franquistas, todos ellos católicos al fin ya al cabo y ahí se quedó, formando su ala más intransigente en punto a cuestiones morales como el matrimonio y el aborto y nacionales, como la de ETA.
En su larga carrera política (de hecho no ha tenido otra; muy típico de los peperos, que hablan de la "sociedad civil" pero son todos políticos profesionales) ha sido de casi todo y la culminó como ministro del Interior del hombrecillo enfurecido, azote del Irak. Desde entonces vegeta en el cementerio de elefantes del Parlamento europeo, de donde lo traían los sectores más carcundas, ultramontanos y reaccionarios de la derecha española cuando montaban alguno de sus alborotos callejeros al gobierno del impío Zapatero, para que diera el do de pecho y dijera la barbaridad mayor. Para eso lo lleva en el apellido.
En su falta de raciocinio, de flexibilidad, de discernimiento, el hombre acabó ganándose fama de ogro tragasables con quien no convenía enemistarse pues arrastraba a los sectores más integristas de la derecha. Rajoy que, en su falta absoluta de principios morales de todo tipo, lo temía como Herodías temía al Bautista, trató siempre de congraciarse con él, de suavizarlo, no fuera a empezar a rugir y le incendiara la peña.
Pero todo tiene un límite. Por fin Rajoy ha tenido que medirse con la realidad del País Vasco como protagonista, no como espectador desde la barrera; ha tenido que tomar decisiones en lugar de criticar siempre las de los demás y hete aquí que, a la primera de todas, la excarcelación de un etarra con cáncer terminal, la fiera ha vuelto a salir del cubil rugiendo al grito de: España se rompe si el gobierno manda al canceroso a morir en su casa.
En fin, es verano y Palinuro tiende a la ensoñación y la indiferencia. Propone ignorar los aspavientos de este incansable franquista cuyo obvio interés es mantener la situación de crispación y violencia en el País Vasco cuanto pueda. Su tiempo ha pasado y sus admoniciones y avisos ya no los escucha más que su alter ego, aquel insólito Carlos Iturgaitz que se llevó con el al Europarlamento y de cuya condición racional hay serias dudas.
Solo una última reflexión: ¿qué cristianismo es el de un pavo carente de piedad para un hombre frente a frente con su muerte en un breve y cierto plazo? ¿No será otra estafa como la del apacible franquismo que, en realidad, fue una dictadura de asesinos como sabe de sobra el meapilas Mayor Oreja?
(La imagen es una foto del PP de Madrid, bajo licencia Creative Commons).

dimecres, 27 de juny del 2012

Víctimas y victimarios


Vamos a robar unos minutos a la obsesión colectiva con la nueva catástrofe del 98 y considerar un problema de índole moral muy profunda que agita los corazones. Hay en marcha una confusa experiencia gubernativa de poner en contacto las víctimas de ETA con sus victimarios con intenciones nada claras sobre las consecuencias de la práctica en el destino de los presos etarras. A ella dedicaba un artículo en El País Jorge M. Reverte, titulado Las lágrimas de 326 verdugos según el cual no es defendible otorgar gracia alguna a los presos si no median arrepentimiento y delación. A ese artículo responde al día siguiente Euclides Perdomo en su blog AMANADUNU con una entrada titulada Víctimas, presos y chivatos defendiendo lo contrario con duras descalificaciones de Reverte. Creo que, a pesar de todo, Reverte haría bien en contestar para aclarar la cuestión. Puede decirse que no merece la pena porque AMANADUNU es un modesto blog mientras Reverte publica en El País. Pero eso no nos dice absolutamente nada sobre el asunto de fondo. Y suponiendo que nos pongamos de acuerdo sobre cuál sea este.
Conozco a ambos autores, aunque no sé si ellos se conocen entre sí, pero imagino que podrían encontrar estimulante darse réplica y contrarréplica. En cuanto a mí respecta, considero el razonamiento de Reverte vigoroso, claro, pero no convincente. Me inclino más del lado de Euclides, aunque yo no lo pondría en términos tan agresivos, si bien comprendo que, como víctima del franquismo, se sienta personalmente interpelado en la refriega.
Yo tampoco entiendo cómo ha podido Reverte escribir esta pieza. Desconozco su última obra y quizá esté a tono con ella, pero no me parece justa. Euclides predica aquí su indignación como un profeta bíblico por el clamoroso olvido de las víctimas del franquismo, tan víctimas como las de ETA, los GAL, los GRAPO, lo que sea. Porque están desaparecidas. Parecería decirlo Reverte: hay miles de personas en España que no saben ni quién mató a sus familiares ni por qué. Y vuelve a decirlo: Hay miles de personas en Euskadi y también en el resto de España que quieren saber quién mató a sus familiares y por qué. Pero un error de cálculo delata enseguida la desaparición de las víctimas del franquismo: no son miles, Jorge, son decenas de miles, más de un centenar de miles que llevan setenta años esperando saber "quién mató a sus familiares y por qué". Eso, me temo, no se puede olvidar ni hay derecho a pretender imponer el olvido a las víctimas, nos pongamos como nos pongamos. Pero pasa. Y, por donde pasa, lo envenena todo.
Habrá quien diga que esto no vale pues los conflictos morales deben resolverse aquí y ahora; no en el pasado. Hasta cierto punto. Un sistema basado en la amnistía de cuarenta años de dictadura terrorista no tiene la legitimidad intacta. A pesar de todo, puede abordarse como un problema concreto, de hoy. Veamos: ¿se puede negar el derecho de las víctimas a la reparación? No. El problema reside en qué se entienda por "reparación". Según Reverte, se entiende arrepentimiento y delación. Es lo que llama "reparación moral". Lo demás es una burla a las víctimas. No estoy seguro; quisiera escucharlas directamente.
Arrepentimiento y delación son requisitos muy serios en lo jurídico y en lo moral. Además, externamente se da la impresión de imponer condiciones de imposible cumplimiento e, internamente, la de tratar de conseguir la quiebra de la personalidad del etarra que no pueda volver a su pueblo o caserío como un héroe sino como un delator. Y no es de consuelo alguno que quepa la vía de la mentira o el fingimiento pues en cualquiera de los casos la obra destructiva ya está hecha ya que opera sobre la conciencia del sujeto. Delatar a un muerto, como aconseja el pragmatismo, no es válido pues siempre será acusar falsamente a alguien de un delito; o sea, otro delito.
Es un requisito cruel. Innecesario decir que no lo es menos porque el preso lo sea más. La delación que se exige no es la de un delincuente común por otro a quien no conoce, sino algo más: se trata de delatar a alguien con quien se ha tenido una comunidad de espíritu e idea (falsa o errónea es irrelevante), con quien se ha luchado por la misma causa con clara conciencia de sacrificio. Convertir a alguien en delator es, para mucha gente ligada por códigos del honor (o deshonor) del guerrero, matarlo en vida; hacerle comprar su libertad al precio de la de un compañero.
Cabe eludir la cuestión y sus aristas morales llevándola a la del mero cumplimiento de la ley, al margen de las intenciones de cada cual: hay obligación de denunciar los delitos que se conozcan. Punto. Cierto. Pero para castigar el incumplimiento fuerza es probarlo. No hacerlo equipararía el procedimiento penal a una ordalía medieval. Euclides se refiere a la época de Franco con experiencia propia y tiene razón. Pero no es necesaria aquí. Todo Estado democrático reconoce el derecho del acusado a no declarar y hasta a mentir en su propia defensa. Una confesión obtenida bajo amenaza y con el añadido de una delación de terceros no puede servir para condenar a nadie. Eso si se quiere ser justo.
Al tratar de la justicia, reaparecen las víctimas, rodeadas del cariño de la sociedad.  Y ¿cuáles son sus derechos? Exactamente los que diga la ley. Si esta es clara, se aplica; si no lo es, que decidan los jueces y, si no pueden decidir los jueces, a lo mejor es una buena idea promulgar una ley particular, especial para regular las gracias y concesiones que el Estado pueda otorgar a los reclusos condenados en firme por delitos violentos siempre que se dé una circunstancia nueva de cese el fuego total, definitivo, comprobable y disolución de la banda armada. Así obtiene un título más general una ley pensada para el caso vasco, igual que se hizo con la famosa Ley de partidos políticos de 2003.
Lo que no parece prudente es dejar el destino de los victimarios en manos de las víctimas y menos de quienes las apoyan o dirigen. Es más, si la nueva ley recurriera a esa práctica sería inconstitucional por llevarnos a un sistema penal bárbaro de expiación de la culpa a manos de las víctimas que impondrían su justicia a la de la voluntad general.
(La imagen es una foto de VinothChandar, bajo licencia Creative Commons, titulada: United Support For Victims Of Torture - June 26th, 2011, en honor del millón y pico de tamiles asesinados en Sri Lanka).

dissabte, 5 de maig del 2012

Los dolores del sepelio.


Deslomada, contra las cuerdas, sin capacidad de golpear y, lo que es más importante, habiendo comprendido por fin que en España se puede conseguir más desde 1978 por la vía institucional que por la violenta, ETA quiere dejarlo. Se lo ha dicho a los de la Comisión Internacional de Verificación y estos, tras recordar a los gudaris que no parece bien verlos por ahí pistola al cinto, han comunicado al gobierno el nuevo giro de la situación... y lo han pillado prometiendo aliviar la condenas de los etarras en la cárcel si se portan bien al tiempo que se mete hasta el gaznate en una fea pugna con los suyos, los militantes de su partido, los de otros y los ciudadanos que actúan como víctimas en lo relativo a los contactos con terroristas. De inmediato Sáez de Santamaría, vicepresidenta y portavoz del gobierno aclara que este no va a negociar con terroristas Lo bueno del semblante querubínico de Saéz es que resulta convincente a la hora de enunciar absurdos. Si hubiera de hacerlo Cospedal con su gesto adusto y amenazador no quedaría tan bien. Cada cual está para lo que está y la vicepresidenta está para hacer creíble lo increíble. Si el gobierno tiene un adarme del sentido común que Rajoy suele apropiarse como si fuera de su consumo exclusivo, negociará con terroristas y con el mismo Satanás si hay una posibilidad razonable de conseguir un resultado beneficioso para la colectividad. Es más, contará para ello con toda la izquierda parlamentaria que se abstendrá de organizar el guirigay que organizaba el PP cuando era el PSOE quien pretendía negociar.
Por otro lado la misma Sáez de Santamaría hace saber que el gobierno no necesita comisiones de verificación para tratar el asunto. El razonamiento es parcialmente autodestructivo porque, si el gobierno no va a negociar con terroristas, la cuestión de la verificación ni se plantea. Si se plantea es porque dice que no, pero sí negocia. Afortunadamente. Esta comisión, por lo demás no es nada del gusto del integrismo nacionalcatólico. Son seis personas, creo, todas ellas procedentes de la Commonwealth o de lo que Churchill llamaba the English speaking peoples y uno de Sri Lanka que probablemente también será anglófono: la antiespaña protestante, la leyenda negra, la pérfida Albión. Para verificar nos bastamos y sobramos pues nos conocemos todos.
Lo que sucede es que el gobierno no se enfrenta aquí a la oposición, sino a la hostilidad de sus propias filas. Y con enfrentamientos así como campanudos, con los intervinientes lanzándose al rostro epítetos injuriosos como traidor que es muy fuerte y suena a teatro del Siglo de Oro, sin ánimo de ofender al Siglo de Oro. Y no solo de sus filas; también de las adyacentes. Rosa Díez ha lanzado otra acusación similar al PP por engañar con el asunto de los presos. No hace falta hablar de Mayor Oreja. En cuanto a las víctimas, a algunas de las asociaciones, ya solo las medidas penitenciarias las llevaron a hablar con el ministro del Interior. La nueva noticia de la posible negociación para la disolución de la banda puede echarlas a la calle.
En el fondo, Rajoy está sufriendo los vendavales que él mismo sembró cuando, con una falta de sensibilidad pasmosa, acusó al presidente Zapatero de "traicionar a las víctimas". Siempre que la derecha se pone estupenda habla como Calderón de la Barca, insisto, sin ofensa para don Pedro. El político del PP vasco que apadrina la iniciativa de medidas penitenciarias, Borja Semper, ha escrito una tribuna en El País (¡El País! ¡Qué clara está la traición!) titulada, muy euskaldunamente, Presos en la que se lamenta con amargura de Díez y Mayor Oreja. Pero estos están encendidos. Sobre todo Mayor Oreja que, de no ser por su figura corpulenta y un poco plomiza (como su mentalidad) recordaría al flamígero Elías o a Juan el Bautista. Sostiene el exministro que no solamente es un error monumental negociar nada con los etarras sino que se está cayendo en la trampa de estos que consiste en que volverán a las andadas en cuanto puedan y en una situación de mayor debilidad y desmoralización del campo constitucional.
Es tal la efervescencia en la derecha que se ha considerado obligado a intervenir el hombrre providencial, Aznar. Y, como siempre, ha dejado el campo mucho más minado de como lo encontró. Dice Aznar, casi desde la altura del oráculo de Delfos, que lo obligado en España es "cumplir la ley sin atajos ni ocurrencias". Estas verdades de perogrullo son muy dañinas, al menos mientras exista la posibilidad de que a uno lo acusen de ser innoble partidario de los atajos o un ocurrente. Un peligro que pende sobre Rajoy como una espada y blandida precisamente por quien tuvo la ocurrencia de acercar muchos presos etarras a las cárceles del País Vasco mientras alimentaba las esperanzas de un final feliz en una no negociación en Ginebra que jamás se produjo.
(La imagen es una foto de peru, lili eta marije, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 22 de març del 2012

El periodismo fábula

Esto no es ya ni periodismo basura. Es en realidad una fábula. El País informa hoy de que El Mundo trató de sobornar a dos testigos protegidos del 11-M para que se desdijesen de su declaración y así ayudasen a exculpar a Jamal Zougam, el principal condenado, a deslegitimar el juicio y sembrar dudas sobre la imparcialidad del presidente, Gómez Bermúdez.
Por descontado, todo esto supuestamente y pendiente de demostración. Pero no hay duda de que está en la línea que El Mundo adoptó desde el principio en el caso 11-M y en donde ya se produjeron hechos suficientemente alucinantes como el del condenado Trashorras, al que el periódico daba cancha cuando denunciaba ser víctima de un golpe de Estado encubierto tras un grupo de musulmanes. Una fórmula que condensa el mensaje de la derecha a la hora de interpretar el 11-M: los islamistas son una pantalla de una oscura y sórdida conspiración en la que están pringados ETA, el PSOE, sectores de la policía y algún servicio secreto, la antiEspaña, en definitiva. Su finalidad: echar al PP del gobierno mediante eso, un "golpe de Estado". Lo sostiene asimismo Aznar: el atentado trataba de acabar por la tremenda con el gobierno del PP al que no podían ganar las elecciones. Y así llevan once años dando la murga con ocurrencias tan peregrinas que las aventuras de Pimpinela Escarlata, a su lado, parecen la rutina de un regimiento prusiano, hurgando entre la chatarra y vociferando desde los titulares. Lástima que el propio Trashorras se fuera de la lengua y acabara confesando aquello tan famoso de "Mientras 'El Mundo' pague, yo les cuento la Guerra Civil". Es decir, siempre aparece El Mundo pagando a cambio de historias imaginarias, fabulosas. Y no de ahora. Ya en el asunto de los GAL, al parecer hubo pagos a Amedo para que contara una historia y no otra. Aquí se trata de imponer frente a la que el periódico y el resto de los conspiranoicos llaman la versión oficial otra que está oculta, pero acabará viendo la luz como una versión mundial (o sea, de El Mundo).
La pregunta inmediata es: ¿para qué está el periodismo, para informar sobre la realidad o para crearla y, cuando menos, inventársela? Pasa la práctica por ser "periodismo de investigacion", pero no deja de ser periodismo de agitación y bastante malo, en el fondo pésimo porque es una imitación andrajosa del mítico Watergate. En verdad no hay diferencia entre este tipo de prensa y aquel primer Informaciones de la Dictadura del que, cuando los alemanes iban perdiendo la guerra y preguntaban por esta a Hitler, el cabo austriaco decía "no tan bien como dice Informaciones pero vamos tirando".
De ser ciertas las denuncias de las dos testigos rumanas, los tratos que aseguran haber tenido con las gentes de El Mundo son casi un estudio de antropología. ¿A quién se le ha ocurrido que las rumanas valorarían, además de una ayuda con la hipoteca y una mejora en el empleo, una camiseta del Real Madrid? Yo, en lugar de los merengues me cabrearía. ¡Tratan nuestras camisetas como si fueran abalorios! Periodismo de fábula, fábula ramplona y ruin, pero fábula. Recuerda este proceder el del tabloide de Murdoch, el extinto News of the World pues plantea la misma cuestión: ¿vale todo en el periodismo? ¿Se puede hacer periodismo cometiendo delitos? Presionar, sobornar, corromper testigos son delitos, igual que las escuchas ilegales.
Uno está tentado de asimilar estas fábulas a las inocentes leyendas de la inmortalidad del héroe o del supremo villano: Elías volverá, pues no murió; Arturo regresará de Avalon porque tampoco murió; ni el rey Sebastián, ni Hitler, ni Walt Disney. Lo unico que distingue la fábula de la versión mundial del 11-M de estas otras leyendas es que está pensada para hacer daño.
(La imagen es una foto de NetraaMT, bajo licencia de libre documentación GNU).