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dimarts, 17 de juliol del 2018

La Crida catalana

Tengo para mí que el digital que mejor sigue la política catalana e informa más cumplidamente sobre ella es El Confidencial. Le mata un poco un sesgo nacional español muy pronunciado que lo lleva a confeccionar titulares interpretativos, como ese verbo "chantajear" en el de hoy que presupone un conocimiento de nefandas intenciones en Puigdemont quizá meros deseos del periódico. No obstante, es el único que trae en portada la presentación en Barcelona de la Crida Nacional per la República. Es de sentido común hacerlo pues Catalunya es actualmente la cuestión candente del Estado. Sin embargo, el resto de la prensa española, al menos la que Palinuro consulta, ha decidido ignorarla. Se ocupa del tropezón del PSOE en la renovación del Consejo de RTVE, entre temores de Tamayazo. También de las bribonadas del rey emérito y las del PSOE amparándolas. Cosas del decadente reino de España.

En Cataluña, en efecto, presentación de la Crida, bajo responsabilidad de Puigdemont, Torra y Sánchez. Otro triunvirato, si bien en este hay una cabeza más visible que las otras, la del presidente-expresidente. Estaba claro que, en cuanto los tribunales alemanes liberaran a Puigdemont de la extradición, este se lanzaría a la acción. Se veía venir. Como ahora se ve venir la convocatoria de elecciones anticipadas, una vez que aquel tiene base para intentar una lista de presidente que, por muy bien que den las encuestas para ERC, tiene un tirón fortísimo. En dos horas, el manifiesto de la Crida contaba ya con 3.500 adhesiones

El desarrollo de la República Catalana va articulando poco a poco el modelo gaullista. El ejecutivo bicéfalo y la formación de un movimiento suprapartidista dan buena fe de ello. La legitimidad viene aquí de la fuerza que da la acción exterior y la internacionalización del conflicto en comparación con la cárcel, cuyo valor simbólico es superior, pero menor su eficacia. Para los tiempos más próximos, el debate será si lista única o listas separadas en las próximas elecciones. Esta cuestión está sutilmente relacionada con la de si se tratará de elecciones ordinarias o un referéndum.

La Crida Nacional per la República  tiene voluntad suprapartidista y transversal y se supone se dirige también al voto independentista no alineado con partidos. Pero no es probable que esa vocación estilo rassemblement se materialice porque no es de esperar que los partidos decidan sumergirse en el magma movimental. Por otro lado, tampoco la fusión es necesaria a la hora de maximizar el voto porque no es disparatado sostener que las dos formas (lista única/listas separadas) tienen un resultado electoral similar. 

Nada obsta la aparición de la Crida para mantener el principal activo del movimiento indepe que es la unidad de acción. Mientras siga firme el compromiso de llevar adelante el mandato del 1-O y el 21 de diciembre no es relevante que haya unos u otros partidos políticos.

Lo inevitable, sin embargo, es que, en unas elecciones "ordinarias", la Crida (sea cual sea la forma que finalmente tome en su congreso constitutivo) actuará como una opción "sifón", que tirará de las otras simplemente porque es la del presidente. Los nombres lo dicen todo. Puigdemont marca distancias con el PDeCat, en el que ya rechina el término "partido". El título Crida Nacional per la República (CNR, que recuerda el Consejo Nacional de la Resistencia en la Francia ocupada) ha sido cuidadosamente escogido. La Crida tiene una gran tradición y omite los partidismos porque es un "llamamiento". El Nacional deja claro el nivel del independentismo y el Republicano se mete de lleno en el territorio que ERC ha reivindicado siempre como propio, el de la República. Pero eso es  acorde con el mandato del 1-O en el que la pregunta a la que la gente contestó por mayoría abrumadora que sí fue la de si se quería que Catalunya se convirtiera en un Estado independiente bajo forma de República. Por eso, el partido/llamamiento/movimiento del presidente se presenta como el ejecutor del mandato del 1-O.

Hasta el punto de que anuncia su autodisolución una vez haya hecho efectiva la República Catalana.

divendres, 13 de juliol del 2018

Demá al vespre, Palinuro a Reus

Per un acte de reconeixement del 1-O. El 1-O, on tants participem i que constitueix ja una fita en les nostres vides, es perfila com la merescuda festa nacional de la República. La Diada serà substituïda pel dia de l'alliberament. I és logic qu'el reconeixemnt no només sigui al ente merament cronològic (com 1º d'octobre) o abstract (com a referéndum), però a tots i totes dels que van fer-ho possible. Per això em sembla una molt bona idea invitar als membres de les meses, bombers, veïns, voluntaris, advocats, mússics, etc, etc. En definitiva, ens comportarem com aquells desposados de l'Evangeli que van sortir al carrer a compartir la seva alegria amb els veïns convidándolos a entrar, el cèlebre compelle intrare de totes les ànimes generoses.

Tots i totes junts vam fer possible el 1-O i tots i totes junts farem tambè possible la resta: l'alliberament del nostres presoss y l'allberamente del nostre poble. 

Fins a demà.

dimecres, 11 de juliol del 2018

Puigdemont el rebelde

El mismo juez que retrasa 24 horas la suspensión de cargo electo para no interferir en las conversaciones políticas entre Sánchez y Torra es incapaz de ver que, declarando en rebeldía a Carles Puigdemont, en realidad, pone en rebeldía a la mayoría del pueblo catalán, que votó por aquel, en definitiva, a la propia Catalunya. Su sensibilidad política está en sintonía con el gobierno y solo con el gobierno. El pueblo catalán es una ficción y, ahora, una ficción rebelde.

La declaración de rebeldía de Puigdemont viene bien al juez porque es lo que más se aproxima a ese delito de rebelión que se ha inventado y no consigue probar por falta del elemento constitutivo esencial, la violencia. Y, ciertamente, si rebelde es Puigdemont, rebelde es la mayoría que lo ha votado. Es más, la rebelión consiste precisamente en esa votación. Un rebelde, al fin y al cabo, es uno que se ha rebelado; o sea, que se ha alzado o intentado alzar violentamente, que ha cometido o intentado cometer el delito de rebelión. De forma que, como dijimos unos posts más atrás, la instrucción no estará acabada en tanto no se procese asimismo a los dos millones trescientos mil votantes de los que, por lo demás, consta nombre, apellidos y domicilio. 

Vaya por donde vaya esta lamentabilísima causa, burla de todos los procedimientos judiciales imaginables, acaba siempre en una situación insostenible y ridícula. Si votar es un delito, los votantes son delincuentes. Preparen campos de concentración. Es ridículo, ¿verdad? Pues más lo es que el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Lesmes, pida explícitamente al gobierno de Sánchez que defienda al juez Llarena ante la justicia belga para "salvar la integridad de la acción del Estado" y porque la demanda no es civil, sino que afecta a "decisiones soberanas" del Estado español. ¿Suena? ¿Es preciso seguir? Los jueces españoles piden al gobierno que interfiera en la acción de la justicia belga en función de razonamientos puramente políticos,  invocando la razón de Estado del ambiguo jesuita Botero, quien reconocía que no era sino "razón de intereses". Cuando los jueces anteponen los intereses de Estado a la justicia faltan a su vocación y, si, como es el caso ahora, no consiguen su objetivo, vuelven a quedar en ridículo.

Estos son los que dicen que no hay presos ni exiliados políticos, que son políticos presos. O sea, como Zaplana, Matas (de quien nunca sé si está fuera o dentro), Urdangarin, etc. Llamar con el mismo nombre a esta gente y a quienes están en prisión por sus convicciones es una desvergüenza.

Falta por conocer la sentencia del tribunal de Schleswig-Holstein sobre la extradición de Puigdemont, el rebelde. Hasta ese momento, que está al caer, será bueno contener la impaciencia y no debatir opciones sin fundamento. Aunque se espera una negativa a la extradición, no se debe ignorar la inseguridad de la fortuna en las cosas humanas. Algo sí está claro: sea cual sea la decisión, la estrategia independentista no variará; pero sí lo hará necesariamente y mucho la táctica, según que Puigdemont sea detenido para extraditar o puesto en libertad. Entre tanto, cada cual afine su táctica para ponerla en práctica apenas se pronuncie la justicia alemana.

Porque de eso se trata, de implementar la República catalana según mandato del 1º y el 27 de octubre de 2017. De la asimétrica y muy previsible reunión de Sánchez y Torra no salió nada ni podía salir. El Estado no negocia porque no tiene nada que negociar y porque cree que, si hace un referéndum, lo pierde; cosa bastante probable. No tiene margen de maniobra y está a la defensiva. Su única esperanza es que su adversario se divida y fracase; no ganarlo ni imponerse a él. Sabe que no puede ganar; esspera que el otro pierda. 

Por su lado, Torra mantiene el compromiso del mandato del 1-0 y conserva la iniciativa política. Conservada expresamente la unidad de acción, el margen de esta es muy amplio, pero a costes variados. Tal será el cálculo que sea preciso hacer al decidirse por una u otra opción: el coste. A la vista del que los políticos están soportando y el que los votantes han arrostrado, el umbral del coste es muy alto. Tanto que el Estado español quizá no pueda infligirlo.

Llegados aquí, un país declarado en rebeldía por un juez debe culminarla y, como Napoleón ante Pío VII, coronarse a sí mismo con la independencia, como pueblo libre. 

Nada ilumina más el paso de la historia que los pueblos rebeldes.

dilluns, 9 de juliol del 2018

Teoría de Catalunya

En los Cuadernos de la cárcel, de Antonio Gramsci, en el 7º, nota 6, de la edición de Einaudi se encuentra una célebre observación que ha hecho correr ríos de tinta en la exégesis marxiana: "En Oriente, el Estado era todo. La sociedad civil era primitiva y gelatinosa. En Occidente se daba un equilibrio entre el Estado y la sociedad civil y, en el temblor del Estado se observaba de pronto una estructura robusta de la sociedad civil. El Estado solo era una trinchera avanzada tras de la cual había una robusta cadena de fortalezas y cuarteles." Innecesario decir que, a lo largo de esos Cuadernos, escritos en tan difíciles condiciones, se encuentran otras numerosas anotaciones, citas, observaciones que matizan la anterior cuando no lo contradicen. Una razón de más para que la resurrección de la dicotomía Estado-sociedad civil, que procedía de los economistas clásicos y la ilustración escocesa, abriera un horizonte de controversias en el campo del marxismo empezando por Marx en su Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel", que llega a hoy.

Nada raro. La disyuntiva Estado-sociedad civil es el meollo de la teoría gramsciana de la hegemonía, acertado giro con que el filósofo sardo consiguió aunar el espíritu revolucionario del marxismo con la práctica reformista y hasta fabiana de las sociedades capitalistas desarrolladas. Esta doctrina, que fue muy seguida en la segunda mitad del XX acabó convertida en un huero lugar común a partir de 1989 con el hundimiento de los países comunistas. En nuestro tiempo aun la emplea Podemos en un alarde de desconocimiento de sus raíces. Van a buscarlas en algunos países subdesarrollados y cambian así la China o la India por lugares como Bolivia y Venezuela, aunque el enunciado de Gramsci es un sutil quiebro a la espinosa cuestión del modo de producción asiático (el "Oriente" gramsciano), por cuanto, a estos efectos, tan "asiático" es el imperio chino como el inca en América. A este disparate se llega precisamente, al ignorar la importancia de la citada relación Estado-sociedad civil.

En realidad, Gramsci quería actualizar la dicotomía. En los cuadernos hay frecuentes referencias a Hegel y al hecho de que este hubiera contrapuesto su concepción de la eticidad del Estado a la liberal del "Estado gendarme". Una idea que el autor de los Cuadernos recogería en su postulado de un "Estado integral" o "Estado alargado", con el que daba cuenta del creciente intervencionismo estatal en los años 30 del siglo XX, con los totalitarismos y el New Deal. Prolongaba así la crítica marxista a Hegel. La fuerza de transformaación estaba en la sociedad civil en occidente Y de aquí saliéron polémicas como la de Poulantzas y Milliband sobre si la sociedad era capitalista o el capitalista era el Estado.

Marx acababa fusionando ambos términos y lo mismo hizo Gramsci. Su "Estado integral" es la suma de la sociedad política y la civil. La teoría pareció encontrar su triunfo cuando en 1989, las sociedades civiles que se habían desarrollado en los países comunistas en contra del Estado a través de movilizaciones ilegales y clandestinas se rebelaban contra la dominación totalitaria y destruían unos regímenes dictatoriales. Pero en su triunfo, la teoría encontró su fracaso pues no parece que aquellas sociedades civiles, capaces de derribar regímenes despóticos hayan podido luego poner en pie sistemas democráticos aceptables.

A pesar del interés de la teoría, no he hallado casos concretos en que se haya aplicado al caso de Catalunya y, sin embargo, parece pensada para explicarlo. Sabido es por la historia que Castilla, tras unificar y mantener por la fuerza en diversos momentos la unidad de un país al que llamó España, convertida en gigantesca cabeza de un desmedrado imperio, acabó configurando el ejemplo típico del modo de producción asiático o "despotismo oriental" que está en la base de la teoría gramsciana, esto es, una sociedad civil subdesarrollada, miserable, inexistente y un Estado hipertrófico que consumía los escasos recursos colectivos.  


Ese mismo modelo se trasladó a la periferia, a Catalunya, los països catalans, Euskadi y Galicia: estado parásito que saqueaba los recursos sociales y económicos pero con una variante. Aunque en Castilla el Estado “español” saqueaba, la población esquilmada seguía viéndolo como algo suyo pues el Estado llamado “español” ha sido casi siempre mayoritariamente monopolio de los castellanos. Todas las familias castellanas querían que sus hijos vivieran de lo público, que fueran funcionarios, militares o curas, todos ellos mantenidos por los contribuyentes. Nada de dejar entrar a periféricos, sobre todo, vascos y catalanes. Un Estado parásito anula toda posibilidad de florecimiento e innovación de una sociedad civil abrumada por las gabelas, sin iniciativa y que, además, comparte el ideal estatolátrico de sus retoños.

Frente a Castilla, las zonas periféricas, especialmente Catalunya se vieron obligadas a desarrollarse y crecer al margen del Estado. Es notorio que lo que no se dio en España, una revolución industrial, comercial, burguesa, sí se dió en Euskadi y, más profunda y ampliamente, en Cataluña. Fue aquí en donde, por pura fuerza de supervivencia, se produjo una acumulación primitiva de capital y un desarrollo de la burguesía ya desde fines del XVIII que acabó originando una robusta sociedad civil no solo al margen del Estado sino, en muchas ocasiones en contra de él. En Catalunya el Estado español no existía más que para parasitar y esquilmar recursos. Pero sí nació, creció y acabó imponiéndose una robusta sociedad civil, ágil, empreendedora, distribuida por todo el país y muy coordinada. 

Una sociedad civil que, a diferencia de las de los antiguos países comunistas, no solo será capaz de poner fin al Estado español esquilmador, sino también de construir luego una república democrática, próspera, abierta. Y aquí reside el principal problema de ese Estado español, dominado por una oligarquia castellana, nacional católica, parásita y esquilmadora. Y bastante inepta. Un Estado que no ha dudado nunca en recurrir a los medios más atroces para someter a los catalanes y asimilarlos a los castellanos a base de tratar de exterminar su lengua y cultura y prohibir sus instituciones. Y que jamás lo ha conseguido. 

Y menos que lo conseguirá ahora cuando ya está clara la situación: Catalunya lucha por su independencia de este Estado español fallido y despótico que ya no puede responder con el mismo grado de violencia y crueldad con que lo hizo en el pasado, dadas las circunstancias europeas.

Un Estado que, además, es incapaz de comprender lo que tiene enfrente, incapaz de ver que se trata de una revolución apoyada por una sociedad muy desarrollada, interclasista y transversal. Un Estado tan obtuso como los jueces franquistas de que se sirve para contener su hundimiento y que cree que su adversario no es todo un pueblo movilizado, sino un grupo de políticos a los que se puede reprimir, amenazar, encarcelar en la vana esperanza de extirpar el movimiento social que encabezan. 

Por esta profunda incapacidad para entender al otro perdió España su imperio. Y sigue haciéndolo ahora. Sánchez no es mejor que la recua de gobernantes nacional-españoles mesetarios que le han precedido. Por reaccionarios y carcundas que fueran.

La independencia de Cataluña será una realidad más pronto que tarde debido a la robustez de la sociedad civil catalana (la real, no la fake de la SCC) y el carácter gelatinoso del Estado español. Porque España es un caso acabado de despotismo oriental, aunque sea parte de Occidente.

diumenge, 8 de juliol del 2018

¿Qué distensión?

El País vuelve al periodismo interpretativo, si no directamente fantástico. Da por sentada una "distensión con Madrid" que solo existe en la colectiva cabeza de su redacción. Y ese ente de razón abre "fisuras en el independentismo". El País lleva años abriendo fisuras en el independentismo; años tratando de sembrar la desunión en el bloque independentista. Con los flacos resultados que se ven.

En el fondo, esa división entre "inmovilistas y pragmáticos" (tan inventada como la de la distensión) pretende introducir la consabida fisura entre la dirección política del movimiento y su base popular. Un llamamiento a un hipotético sector más autonomista del movimiento para que, obtenidas algunas ventajas cuantificables, se separe de aquel y, por fin, se rompa la temible unidad. Es el recurso a la puta y la Ramoneta que tanto se denigra en el independentismo. Los estrategas del gobierno central siguen yendo muy por detrás de los hechos y sin comprenderlos. 

No hay sectores autonomistas en el bloque indepe. Están en otros partidos. El independentismo se proclama "transversal" lo que, en román paladino, quiere decir que los burgueses se han hecho independentistas también y un apreciable sector del establishment cultural, empresarial, eclesiástico, etc. ERC ha sido siempre republicana e independentista y la CUP nació como un independentismo revolucionario y radicalmente democrático. Transversal quiere decir transversal. Todas las clases y todos los sectores. 

Pero lo que mantiene esta unidad es la presión popular. Eso es lo que los gobiernos españoles no comprenden y se niegan a ver la revolución catalana como una cuestión política. El PSOE en la oposición reprochaba al PP haber judicializado el asunto y proponía un enfoque político. Una vez en el poder ha seguido la vía judicial y llama enfoque político a una negociación de carácter administrativo de políticas públicas, sin afectar el marco general de legalidad/legitimidad del sistema, o sea, lo que el independentismo cuestiona. 

Sin embargo los más de dos millones de ciudadanos que votaron bajo las porras el 1-O de 2017 y volvieron a hacerlo en las elecciones impuestas el 21 de diciembre del mismo año quieren seguir adelante con lo que votaron. Quieren implementar la independencia en forma de República. El presidente Torra tiene ese mandato y a cumplirlo va a Madrid mañana. De no conseguirse nada el gobierno está sobre aviso de que se seguirá adelante con la Declaración de Independencia del 9N de 2015 y la actualización de la legislación. 

Tan sobre aviso está que ya tiene preparado el recurso de inconstitucionalidad pertinente. Lo mismo que hizo en parecida circunstancia el PP. Seguro que obtiene el mismo resultado: el Tribunal Constitucional anulará por unanimidad la resolución del Parlament resucitando el 9N de 2015. Un bucle. De seguir las cosas así, el actual govern puede ir a hacer compañía al anterior. Es obvio que esta no es la solución.

En un arranque de realismo, El País reconoce que los dos puntales del independentismo son los presos políticos (él los llama políticos presos, vamos, como Zaplana) y el peso de la Generalitat. Pero no sabe interpretarlo. Tanto el factor simbólico, pero muy real, de los presos políticos, como el muy real pero también muy simbólico de la Generalitat, dependen de la movilización social a través de la desobediencia pacífica. Una sociedad movilizada que se ve agredida día a día por bandas fascistas contra las que las instituciones españolas apenas actúan con el poco disimulado deseo de que haya violencia en Catalunya que justifique una intervención gubernativa. Es una revolución democrática de nuevo tipo que no se puede detener con los procedimientos al uso del poder.

La prueba será el resultado de la entrevista de mañana: ambos gobiernos acordarán seguir trabajando en las tarea administrativas de la parva política y la Generalitat continuará implementando sus planes republicanos e independentistas por su cuenta. En qué momento esos dos polos, gobierno central y govern volverán a chocar, dependerá del alcance y profundidad de las medidas del govern y la correlación de las fuerzas políticas del resto del Estado. Ese nuevo choque volverá a poner en cuestión la crisis constitucional que vive España y no se alcanza otra solución que el reiteradamente pedido referéndum pactado de autodeterminación. 

divendres, 6 de juliol del 2018

Orden republicano

El acercamiento de las presas políticas catalanas, siendo un acto de justicia inicuamente retrasado y no completo, pues lo justo sería liberarlos y exonerarlos como personas inocentes que son, plantea una situación nueva en Catalunya.

Que no ha lugar a su procesamiento se echa de ver en que, no habiendo habido violencia, no se han dado los delitos que se les imputan. Pero, aun en el supuesto de que hubiere delito, que la convocatoria y celebración de un referéndum el 1-O de 2017 fuera un delito, sería preciso imputárselo a los convocantes, organizadores y coadyuvantes, esto es, a los dos millones trescientas mil personas que, al votar, consumaron el delito. Dos millones trescientos colaboradores necesarios en el delito. Esa sí que sería una macrocausa.

Ya en serio. La presencia de los presos políticos catalanes en cárceles de Catalunya, vigilados por la Generalitat, genera una situación moralmente muy difícil para el independentismo. Los presos y exiliadas siguen siendo un símbolo y su liberación el requisito de todo diálogo. Y, al tiempo, se da la necesidad de gestionar los asuntos corrientes. El gobierno central quiere ver la situación como "normal"; pero el independentismo no puede aceptar como normal el encarcelamiento de sus dirigentes. Por eso se dan dos formas de entender la situación. Una de ellas requiere proceder sin más en la vía unilateral. Tal cosa supone hacer efectiva la Repúblicana Catalana ya y nada mejor para ejercer la soberanía que liberar a los presos políticos. Crisis, conflicto y casi segura aplicación de un renovado y más duro artículo 155 con previsibles nuevos procesamientos, encarcelamientos y, quizá, exilios.

La otra vía, que se hizo oír ayer pide contener la reacción popular a la llegada de las presas y ajustarse a las orientaciones de la ANC y Ómnium. Contención, pues, a los CDRs. ¿Con vistas a qué? A no obstaculizar el esperado encuentro entre los presidentes Sánchez y Torra en el que, según la vicepresidenta Calvo, habrá un diálogo sin cortapisas. Algo es algo. Por supuesto, se admitirá que el MHP Torra hable de autodeterminación y se adelanta que se rechazará la idea, el concepto y la práctica. Además se hablará de los otros 45 famosos puntos de Puigdemont a Rajoy hace tres años. Y hasta es posible que se sienten las bases para futuras negociaciones, en aspiración de Elsa Artadi.

Pero lo esencial es que pueda hablarse de todo. Ya solo con eso, los bonachones del independentismo, PDeCat y ERC, votan a favor de la renovación del consejo de RTVE propuesta por PSOE/Podemos. Se puede hablar de autodeterminación. Sin duda, un avance. Pero no he leído ni oído en parte alguna que también vaya a hablarse de los presos políticos. Los/las presas/os exiliados políticos son el auténtico obstáculo a toda normalización y no las especulaciones sobre el derecho de autodeterminación.

El nacionalismo español confía en mitigar la reivindicación independentista comprometiendo los 45 puntos y una reforma constitucional. Mitigarla al extremo de encontrar una especie de independencia económica de hecho dentro de una monarquía española renovada. Pero eso tiene mucho de ilusión. El carácter republicano del independentismo es incompatible con la monarquía. Por lo demás, ese movimiento independentista no se desmigajará con ofertas de políticas públicas en especial financieras. Y, si la CUP acepta que se tiente el terreno dialogante y negociador, es a cambio de que, paralelamente, el movimiento independentista siga su curso unilateral, aunque amortiguado.

Ayer mismo, el Parlament votó reactivar los objetivos políticos del procés. Votaron en bloque JxCat, ERC y CUP. Es una moción que reitera la validez de la declaración del 9N de 2015, por la que "El Parlamento de Cataluña declara solemnemente el inicio del proceso de creación de un Estado catalán independiente en forma de República." Ni que decir tiene, esta resolución fue anulada fulminantemente por unanimidad por el Tribunal Constitucional. No es seguro que el gobierno de Sánchez pueda digerir este acto de descarada desobediencia al alto tribunal. 

Además de pedir al Govern que ponga en marcha la declaración independentista, el Parlament se apresta a reactivar un manojo de leyes suspendidas por el mismo TC. En este punto de la declaración de ayer, la mayoría independentista aumenta con los votos de los Comunes, partidarios de la medida de aplicar la legislación. Ese es el bagaje con el que el presidente de la Generalitat se apresta a dialogar con el de España. Y la cuestión de las personas presas por razones políticas debe tratarse. 

Los dos modos de entender la iniciativa catalana, la más radical y la más contemporizadora, acaban siempre coincidiendo en un punto: la República se consolidará desobedeciendo.

dimecres, 4 de juliol del 2018

La política catalana debe hacerse en Catalunya

La arrogancia españolista (¿o hay que decir directamente franquista?) de esta peña del PSOE es alucinante.  Vende como una concesión graciosa estar dispuesta a "dialogar sin cortapisas". Es más, la vicepresidenta Calvo, tan ayuna de sensibilidad como sobrada de impertinencia, señala por adelantado que Sánchez no aceptará la petición de referéndum que le hará Torra. No deja así en buen lugar al líder del PSOE, pero eso es lo de menos; está acostumbrado. Lo gracioso es la posición oficial del gobierno español: dialogaré sin cortapisas y tambièn sin escuchar. Es la gran novedad que Sánchez ofrece para Catalunya, cuando afeaba a M. Rajoy (a) "el sobresueldos" que fuera por lo judicial sin entender que se trata de un problema político que requiere diálogo. ¿Qué diálogo? Uno sin cortapisas en que no se escucha a la otra parte porque no hace falta. En cuanto le digas que habrá diálogo sin cortapisas, esa otra parte se derrite y te da lo que pidas.

La verdad, no sé cómo explicar esta actitud salvo tildándola de servil. Los indepes catalanes que, en un ejercicio de buena fe y ánimo conciliador, votaron la moción de censura y posibilitaron que Sánchez fuera presidente del gobierno se encontraron con que ese nuevo gobierno se constituía con los elementos más furibundamente catalanófobos (Borrell, Robles, Ábalos) y actuaba en menoscabo directo de Catalunya. Tanto que decidieron no votar ninguna medida más suya y, así, precipitar su caída.

Eso es lo único digno que puede hacerse, salvo que ese gobierno cambie 180º de actitud, derogue la ley mordaza y se la aplique en exclusiva a su matón Borrell.

Pero no. Resulta que basta con que estos señoritos, que gobiernan gracias a los indepes catalanes, se dignen autorizarlos a hablar recordando que no van a hacerles ni puñetero caso para que los de ERC se ablanden como melocotones y voten a favor de la última chapuza que hayan hecho los españoles en la TVE y, como siempre, sin duda, anticatalana. 

Mientras la política catalana, no se haga en Catalunya y, en caso de terciarse, se lleve ya hecha a España, seguiremos dándole vueltas la noria como los burros, sin librarnos de esta maldición. En un parlamento con un 80% de nacionalistas españoles (todos: PP, PSOE, C's y dos tercios de Podemos) no hay nada, absolutamente nada que esperar de bueno para Catalunya. Al contrario, todo será mentira, abuso y represión.

Ahora han intentado vender como otro gesto comprensión el acercamiento de los presos políticos siendo así que: a) son inocentes y no debieran acercarlos sino ponerlos en libertad sin cargos y procesar a quienes han cometido los desafueros con ellos. Lo veremos; b) no es un favor, sino el cumplimiento de una obligación jurídica. Una razón más para querellarse contra los responsables de haber mantenido a inocentes en prisión por medios torticeros.

No hay nada que negociar con Madrid mientras nuestros dirigentes democráticamente elegidos estén injustamente en prisión y en el exilio y el gobierno de turno se niegue incluso a hablar de lo único que puede desencallar este problema y restablecer un mínimo de equilibrio y rechace la única vía posible para resolverlo de todo: el referéndum de autodeterminación pactado, vinculante y bajo vigilancia exterior. Eso de lo que los políticos españoles no quieren ni oír hablar.


diumenge, 1 de juliol del 2018

Lo que los carceleros no entienden

Toda noticia de Catalunya que sugiera algún tipo de disensión en el independentismo tiene garantizada cobertura mediática española. Me extraña no ver alguna crónica de El País anunciando que Junqueras ha enviado los padrinos a Torra.

El bloque independentista es una alianza de partidos con un objetivo estratégico común pero que mantienen su plena libertad como partidos. Es un bloque, no una fusión. Y en uso de su libertad, expresan sus opiniones porque se trata de libertad de expresión. La prensa quiere ver en las observaciones de Junqueras advertencias más o menos ceñudas a Torra, quién sabe si a Puigdemont y, en general, podría decirse, al "exterior" desde dentro de los muros de la patria mía. Y Torra y Puigdemont son muy libres de darse o no por aludidos.

Pero tampoco tiene mayor importancia. Al fin y al cabo habrá de reconocerse que lo que dice es estrictamente cierto en su visión histórica y la claridad y contundencia del independentismo republicano. Otra cosa es que sea necesario recordarlo frente a "recién llegados" y conversos. De nuevo observaciones que pueden escocer más o menos pero también son ciertas en términos generales. 

Otra cosa es asimismo hasta qué punto son justas en este caso concreto. Por si acaso, ya los del PDeCat recuerdan que el 1-O fue obra de todos en respuesta a la afirmación de Junqueras dando preeminencia a ERC y así fue en efecto, obra de todos; en especial de los millones de personas que fueron a votar.

Pero tampoco esto es muy grave. La carta de Junqueras advierte paladinamente que se trata de dar prioridad a la efectiva realización de la República Catalana. Algo con lo que los demás partidos del bloque independentista están de acuerdo. La unidad de objetivo no está reñida con la libertad de expresión; al contrario.

La medida de la realidad de la República Catalana nos la dará la cantidad que se recaude para depositar la desorbitada fianza impuesta por el juez con amenaza de embargo de los patrimonios de los presos y exiliados políticos en caso de impago. El apoyo cerrado que da el pueblo catalán a sus dirigentes encarcelados o exiliadas sin distinción alguna y mantenido en el tiempo es la demostración palpable de su condición  nacional y su derecho a contar con un Estado que la proteja. 

Algo que los carceleros no entienden ni entenderán.

divendres, 29 de juny del 2018

Hoy, Palinuro en Arbúcies

A las 19:00 en el salón de actos del Hogar del Jubilado. Y para hablar de neofranquismo y República Catalana. Sin mucho misterio. El Neofranquismo y la República Catalana tienen una curiosa relación de causa efecto que debiera haber sido considerada por los estrategas del nacionalismo español. Pero no lo hicieron por su consabida incompetencia. Y bien claro estaba cuando decidieron restablecer el franquismo "sin complejos" que se dispararía el sentimiento independentista catalán, como sucedió cuando este pasó de contar con el 20% de apoyo social más o menos en 2008 a alcanzar más del 50% en la actualidad. 

Pero eso es obvio. Aprovechando el lugar de la xerrada vamos a revelar otro dato que los citados estrategas no han advertido y, al tiempo, servirá para rendir homenaje a unas gentes que anónimamente han hecho posible está revolución. El dato es la extraordinaria importancia de los jubilados/as y prejubiladas/dos en la organización, coordinación, extensión y publicidad del independentismo. Sin ellos no se hubiera llegado hasta aquí. Sin ellas sería imposible mantener el movimiento con tanta fuerza. Cuando los estrategas de la reacción hablan de conspiración e ignoran que las famosas "clases pasivas" de una sociedad desarrollada como la catalana son el caldo de cultivo del voluntariado político demuestran que todavía no han entendido a lo que se enfrentan.

Nos vemos en Arbúcies.

Mañana, Palinuro en Riells i Viabrea

A las 19:30 en el Casal del Poble en la Plaça de la Vila. Será una xerrada grata y espontánea, sin duda, pues versará sobre "la situación actual", como reza la convocatoria. Imposible avanzar nada porque, a la velocidad de los acontecimientos, la "situación actual de hoy" no será la de mañana ni de lejos. Por ejemplo: es encomiable que el gobierno español decida acercar los presos políticos a sus casas. Pero no debe olvidarse que lo más cerca de sus casas que pueden estar los presos es en sus casas, que es en donde debieran estar y no como presos sino como personas libres.

¿Han visto ya el documental de Roures? Es la prueba evidente, aplastante, de que todo el procesamiento de los Jordis en concreto es una fabulación, una maquinación que contradice los hechos y se mantiene como un castillo de naipes de una interpretación retorcida que no se sustenta en nada. La violencia de que se los acusa no existió jamás y no existió precisamente porque los Jordis la impidieron.

¿Cabe mayor iniquidad?

dijous, 28 de juny del 2018

Hoy, Palinuro en Vidreres

En el contexto de unos cafés por la República, para hablar de ese hecho cuya inevitabilidad es cada día más abrumadora, el de que, mientras Catalunya avanza, España queda cada vez más atrás, embarrancada en su decadencia autoritaria. De nada sirve que cambie el gobierno central, que un partido de delincuentes sea substituido por otro de tan autoritario como el anterior aunque, en principio, menos delictivo. Pero quizá por eso mismo y por la pintoresca buena conciencia que trae con eso de que es "la izquierda", más peligroso para las libertades públicas.

En realidad, a cada instante, España aparece como más rezagada, más de otra época, de otro mundo. La intervención del impresentable Morenés ayer en Washington nos retrotrajo a los días más felices de esta tropa de hinchados, pretenciosos y petulantes franquistas, los de su amado caudillo. Es tan ridículo ver al traficante en armas Morenés insultando al MHR Torra como el cardenal Cañizares arrastrando sus cinco metros de cola cardenalicia, como M. Rajoy (a) "Sobresueldos" bailando, como las podridas vestales de la derecha, Cospedal y Santamaría con sus peinetas y mantos y crespones negros, como Casado luciendo títulos sospechosos que no pueden ocultar su infinita ignorancia...

En fin, de lo que se trata es de ver en qué momento la República Catalana se libra de esta siniestra rémora española. Nos vemos luego a les 20:00 al Teatre del Casino en Vidreres.

De República a República

Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Joc entre republicans. Versa sobre esta delicada cuestión de la República. Durante años, Palinuro ha lucido en la columna de la derecha un Gif con una bandera republicana ondeante para proclamar su ardoroso republicanismo. Y muchas veces abordó el tema República, muy dolido de que la izquierda siempre adujera que no era el momento de plantear el asunto. Durante treinta años nunca fue el momento. Palinuro arrió la bandera de la república española y se sumó a la de la catalana. No por ello dejaba de simpatizar con la española, pero era y es evidente que no goza del apoyo de que debiera ni de quien debiera y sus perspectivas son más bien escasas. La República catalana es un hecho, en cambio. Y, por si alguno hubiere más purista del realismo de la lengua, cabe decir, una República in fieri. A partir de aquí, ese enclenque republicanismo español pudiera vigorizarse y ojalá que así fuera. Pero también podría suceder lo contrario. El republicanismo catalán es independentista y el español, me temo, a cambio de impedir la independencia de Catalunya está dispuesto a abandonar su ideal republicano.

Y así es difícil construir una República española.

Aquí el texto en castellano:

Entre republicanos anda el juego

El independentismo catalán es republicano y, por tanto, doblemente molesto, por independentista, para todos los españoles, y por republicano para los españoles monárquicos. No debiera serlo para estos últimos y, según sus esporádicas declaraciones, no lo es. Antes al contrario, se proclaman relaciones fraternales entre el republicanismo español y el catalán.

Ahora bien, así como el republicanismo catalán es consistente, pertinaz, masivo, transversal, mayoritario y muy activo y eficaz, el español es disperso, ocasional, minoritario y enclenque. No es un juicio despectivo ni apresurado. El pasado sábado hubo una consulta popular en el barrio madrileño de Vallecas para un referéndum a escala estatal sobre monarquía o república. Algo que venía a ser una especie de réplica de la mítica consulta independentista de Arenys de Munt en 2009, movida por la CUP, en la que votó más del 40% del censo y más del 92% lo hizo a favor del sí.

En el caso de Vallecas, y los datos son suyos, votó el 4,8% del censo y, de este, cerca del 90% lo hizo por la República. Señalar este dato no es malintencionado sino simplemente realista. Si en una zona como Vallecas esta consulta anima al 4,8% del electorado, en otros lugares será sin duda peor. Muchos arguyen que el referéndum vallecano se hizo sin medios, sin infraestructura, sin logística, cosa muy digna de tenerse en cuenta. Pero lo cierto es que ningún partido ni movimiento social de envergadura la apoyó. Y eso también tiene su significado a la hora de hablar del republicanismo español y calibrar sus posibilidades en comparación con el catalán.

Todos esperan que Vallecas funcione como una chispa que encienda la adormecida pradera republicana española. Pero ese deseo se formula sobre el fondo de una realidad muy desalentadora. Los datos son los que son. La causa republicana en España es de poco más que cenáculos literarios y depositarios de un viejo legado. Los partidos políticos son casi todos dinásticos. De modo directo (PP y C’s) o indirecto a través de algún descarado absurdo del tipo de que los republicanos se sienten muy a gusto con esta monarquía como en el PSOE. Quedan los indepes catalanes y los nacionalistas vascos y gallegos y queda Podemos, como siempre, nadando entre dos aguas. Piden que el rey someta su corona a referéndum, pero no mueven un dedo para hacerlo realidad, como se demuestra en el caso de Vallecas.

Y como el republicanismo español carece de vigor, se apunta el remedio de vincularlo a su rozagante hermano catalán utilizando diversos artilugios verbales como que la lucha por la República catalana es, en realidad, la vanguardia del republicanismo español. Y, aun más audazmente, el republicanismo español será el aliado natural del catalán.

Esta idea del republicanismo fraterno requiere reflexión. Por supuesto, el catalán aceptará siempre toda ayuda que proceda de España y demuestra –acaba de hacerlo- disposición a colaborar con la izquierda española, a la que presume más republicana que la derecha, de modo gratuito. Pero hasta ahí llega la colaboración. Porque, mientras no se demuestre lo contrario, el republicanismo español es más un desiderátum que una realidad.

Y sobre todo porque una hermandad más sentimental que real tropieza con dos inconvenientes que corresponde aclarar al republicanismo español, antes de incurrir en la habitual confusión que conduce al fracaso. Hay confusión histórica y confusión actual. La histórica no es preciso refrescarla, pues está en la memoria de todos: las relaciones de la Generalitat con la República españolas oscilaron entra malas y pésimas. Fue la República española la primera en encarcelar a Companys.

La confusión presente es más preocupante. El republicanismo español carece de pulso político. No hay siquiera un Partido Republicano en las Cortes. Los núcleos republicanos más activos suelen estar animados por comunistas y tanto estos como los que son más puramente republicanos son profundamente antindependentistas. El republicanismo español no existe y, en la medida en que existe, es antiindependentista e incluso anticatalanista.

No hay ni puede haber relaciones fructíferas entre los dos republicanismos, al menos mientras el catalán no deje de ser independentista o el español antiindependentista. Fraternales pueden ser. Siempre sin olvidar que hermanos eran Caíny Abel y Rómulo y Remo.

dimecres, 27 de juny del 2018

Hoy, Palinuro en Sant Hilari

Para hablar sobre la oleada de neofranquismo que nos invade y las tareas y oportunidades de la República Catalana. Tal ha sido el desarrollo de los últimos años. Franco regresaba de la mano de un partido de mangantes y estafadores, que lleva veinte años saqueando el país. A su vez, el independentismo catalán, hasta 2010, aproximadamente, sostenido por menos del 20% de la población catalana, escalaba hasta el 50% y seguirá haciéndolo. Ese éxito del movimiento republicano independentista se debe tanto a los méritos propios en organización, perseverancia y trabajo como a los deméritos del nacionalismo español, gobernado por granujas y auténticos merluzos de los de España una, grande libre y muy y mucho españoles.

Es el neofranquismo de la derecha española el que ha disparado las opciones de la República Catalana. Si el referéndum de autodeterminación en Cataluña se hubiera hecho hace diez años, lo habrían ganado los unionistas. Como están las cosas, tras la barbarie del 1-O, la prisión y el exilio de los líderes, el 155 y demás actos de tiranía, lo más seguro es que lo ganen los independentistas. Por eso no quieren hacerlo los españoles; porque saben que lo pierden. Pero tendrán que hacerlo, pues no hay otro remedio, por más que Sánchez ande a la desesperada en busca de algún ideólogo de esos que firman manifiestos que le fabrique una teoría para seguir negando los derechos de los catalanes pero sin transmutarse en M. Rajoy.

Quizá lo consiga; quizá no. Pero, en todo caso, nosotros a lo nuestro. La República Catalana tiene mucho camino que recorrer.

Nos vemos en St. Hilari,

La edad de la razón

Tiene razón quien yo me sé. Es posible que Sánchez no traiga cambios en las líneas generales de gobierno del PP, pero parece haber infundido cierto valor y un ánimo más osado en diversos estamentos sociales. Casi como si estuvieran perdiendo el miedo. Es como si hubiera un despertar general del estado comatoso y hasta catatónico en que parecía encontrarse la opinión pública y hasta los sectores fabricantes de doctrina. 

Tengo registrados varios casos que avalan este juicio. Un magistrado dice ahora que sufrió tremendas presiones mientras se ocupaba de la Gürtel. No lo dudo, pero señalo que pudo haberlo dicho antes. Una asociación de juristas se querella contra una veintena de jueces y fiscales por entender que han faltado gravemente a sus deberes en defensa de la independencia de la justicia. El personal se rebela (de rebelión), ya no se deja callar y menos pisar, pero también podía haber actuado antes. 

Pablo Iglesias va a visitar a los presos, gesto loable, desde luego. Pudo haber ido hace meses porque llevan más de seis injustamente encarcelados. El mismísimo Sánchez ha firmado un salvoconducto urgente para que la visita se realice. El Sánchez que hace poco pedía se prolongara el 155 y se reformara el Código Penal para convertir el independentismo en delito. Con Sánchez en el gobierno se anima a lo desconocido hasta el mismo Sánchez. Impulsado por este general envalentonamiento de la ciudadanía, Iglesias se postula como mediador en el conflicto catalán, facilitador del diálogo. Mediador entre Torra y... ¿quién? No será el PSOE cuando el PSC se suma al PP y a C's en el rechazo a una moción de ERC pidiendo diálogo "sin condiciones". La mediación a lo mejor consiste en establecer un diálogo "con condiciones". 

Al espíritu generalizadamente crítico se suma Domènech planeando otra visita a los presos políticos. Estos acabarán siendo punto de peregrinación, de seguir las cosas así. Otro que podría haber encontrado tiempo en seis meses de injusto cautiverio para ir a testimoniar su aprecio a los encarcelados. En seis meses se ha dicho que los presos políticos son políticos presos (como Zaplana, por ejemplo) y se les han negado reiteradamente sus derechos, habiéndose llegado a afirmar que era preciso aplicar el 155 porque los indepes se habían vuelto locos. Casi como un ejercicio de perspectiva foucaultiana: los locos, a la cárcel.

Desde la posición indepe, estos movimientos son siempre bienvenidos porque todo cuanto sea conocerse, hablarse y entenderse será beneficioso. Pero su acción autónoma es independiente de esa nueva red de contactos. La República Catalana lleva su propia vía e implementación. La dualidad de poder de hecho sigue funcionando. Torra abre una oficina diplomática privada en Washington. De inmediato, miriada de conjeturas: ¿es competente? ¿Se extralimita? ¿Está privatizando el servicio exterior de la Generalitat? ¿Se salta la ley?¿Qué ley? Y ¿qué pretende? ¿Organizar un lobby, seguramente con más éxito que los de Aznar? ¿Puede el Estado tolerar un servicio exterior de una parte de sí mismo que le hace la contra y le socava su propaganda externa? ¿Lo sabe el ministro de Asuntos Exteriores? ¿Se debe volver a intervenir? ¿Regresar al 155? 

Y esto no ha hecho más que comenzar.

Está bien que se pierda el miedo que inspiraba la banda pepera y sus anclajes en otros poderes del Estado, pero, a estas alturas, visitar a los presos es lo menos que cabe hacer, casi como si fuera una obra cristiana de caridad. Si Iglesias quiere recortar una figura de estadista, algo a lo que Sánchez ni se atreve, que vaya a visitar a Puigdemont en el exilio. Puede hacerlo cuando quiera, no dependerá del humillante salvoconducto del presidente Sánchez y es seguro que el presidente Puigdemont lo recibirá encantado.