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dilluns, 7 de desembre del 2015

Al servicio de Dios.

En el museo del Prado hacen tres por el precio de uno. Con la entrada de la exposición de Ingres puede verse también otra de Luis de Morales, llamado el divino Morales y otra de cristalería artística de Milán en el siglo XVII, llamada arte transparente que también está muy bien para los aficionados a estas piezas de lujo, vinagreras, salseras, jarras, joyas labradas en cristal de roca con procedimientos secretos en la época y con un espíritu ornamental sobrecargado y barroco, escasamente de mi interés.

El Divino Morales ya es otra cosa. No sabemos en dónde nació el pintor, pero pasó toda su vida entre Cáceres y Badajoz en el siglo XVI, el gran siglo del Imperio. No se movió jamás de la zona salvo alguna breve estancia en Sevilla, en Portugal y en Milán y aun el viaje a Milán no es muy seguro. Puede parecer demasiado sedentarismo o quizá falta de curiosidad... o de necesidad en aquellos años en que en España todo el que podía, se movía. No era el caso de Morales que estableció un taller para pintar retablos, altares, obra de encargo para conventos, monasterios e iglesias, cosa que hizo casi a ritmo de producción industrial. Extremadura era entonces muy rica, estaba en la ruta de la plata de América y bullía de cenobios y edificios eclesiásticos que actuaban como mecenas y clientes del pintor. De hecho, la última parte de la exposición está dedicada a la obra de Morales por encargo directo del obispo de Badajoz Juan de Ribera, más tarde canonizado. El artista estaba tan a su servicio que se le consideraba el pintor de cámara del prelado, quien gustaba de hacerse retratar en los retablos de tema piadoso. Algo frecuente en la pintura flamenca que solía incluir a los donantes en las alas de los trípticos. En Flandes los donantes eran religiosos pero también personalidades de la vida civil, aristócratas, banqueros, altos funcionarios, comerciantes, mientras que en España solo había, al menos en Extremadura, mecenas del clero. Esta diferencia revela mucho sobre las que se daban entre los dos países, culturas y sociedades que, con el tiempo, no han hecho sino aumentar.

Toda la pintura de Morales es sacra. Entre él y su taller debieron de pintar decenas de Vírgenes, Madonas, todas según el mismo o muy parecido modelo, pasiones de Cristo, descendimientos, piedades y otros momentos religiosos con predominio de temas atormentados que invitaran al arrepentimiento a los fieles. Prácticamente en serie. Para individualizar algo sus cuadros, Morales incluía algún trampantojo, por ejemplo una mosca sobre una gasa o el antebrazo del niño Jesús. Con tal afluencia de dinero de América y tanta riqueza en los conventos y monasterios, el taller sin duda prosperaba y se limitaba a producir lo que la clientela demandaba, pintura piadosa. Los compradores no querrían correr riesgos y pedirían modelos de éxito garantizado y el taller se acomodaba a un nivel bajo de exigencia.

Morales había absorbido algunas influencias a las que se mantuvo fiel toda su vida, casi sin desarrollarlas: sus madonas son todas figuras de Rafael tratadas con el sfumato de Leonardo y con poderosas influencias flamencas. Por ejemplo, de los cuatro tipos predominantes de vírgenes que producía (y siempre la Virgen con el niño): la Virgen de la leche (que es el emblema de la exposición), la del sombrerete o gitana, la Virgen con el niño escribiendo y la del huso, las del sombrerete o gitanas tienen siempre una fuerte impronta de Durero, visible en el peinado y el color del cabello. No sé si la Virgen del huso tiene alguna concomitancia con el mito de las tres parcas y el hilo de la vida, pero pudiera. Los Cristos de la pasión también son todos muy parecidos.

Las obras no producidas en serie (aunque sí, probablemente, por encargo) tienen más personalidad y en ellas el artista revela considerable maestría. Las influencias siguen siendo italianizantes y flamencas en paisajes y composiciones, pero tienen personalidad y atrevimiento. La resurrección de Cristo o la oración en el huerto son piezas de mucha calidad. Llama la atención un Varón de los dolores que aparece sentado con las piernas cruzadas y el mentón apoyado en el brazo en una actitud que recuerda la Melancholia de Durero. 

Una última observación respecto a la pintura religiosa católica.  El Concilio de Trento, la cumbre de la Contrarreforma, describió al dedillo el programa iconográfico de la Iglesia, lo que era y no era admisible en punto a imágenes en lugares de culto u oficiales en que hubiera pintura sacra. Ese programa era estricto y estaba ya en vigor en todo el mundo católico que utilizaba la pintura como un instrumento de propaganda en sociedades en que el analfabetismo era casi total y apenas había clases medias, comerciantes y burgueses, empeñadas en leer. El mensaje se transmitía a través de las artes plásticas, la pintura y la escultura. La imaginería española, Berruguete, Montañés, Salzillo, etc., forma un género aparte dentro de la escultura. Se distingue en sus materiales (madera, ya que se trataba de imágenes que se sacaban en andas para encender el fervor popular) y en su expresividad, casi caricaturesca, acentuando los sentimientos. En verdad, parte de la pintura del Divino Morales muestra una expresividad que pudiera pasar por influencia flamenca de no estar más cercana a la imaginería española. 

La observación se refiere al valor intrínseco de este arte al servicio de curas y frailes, hecho en serie, con un programa definido y que, aunque sea producido por artistas del talento de Morales, resulta frío y falso. No me parece que los protestantes que decretaron la desaparición de las imágenes de los templos, siguiendo criterios iconoclastas para fomentar la devoción como relación íntima con Dios y no como escenificación, perdieran gran cosa.

dijous, 19 de novembre del 2015

La política de Dios.

Ya están los curas otra vez en danza, metiéndose en política con la orientación de siempre. Ahora la toman con el independentismo catalán y convierten la unidad de España poco menos que en dogma de fe. En realidad, la iglesia española no ha dejado de ser nacionalcatólica nunca. Y sigue en cruzada. Rouco Varela, de la tierra del glorioso manco de barbas de chivo, es un cruzado de la causa, un cura trabucaire en defensa del trono y el altar. Es inútil explicar a los prelados españoles que el clero catalán ve la cuestión desde un punto de vista muy distinto que cabe considerar favorable al independentismo. ¿Van a excomulgar a los curas catalanistas? No parece ni remotamente posible. Así que esta es una batalla que los españoles podían haberse ahorrado.

Pero no lo harán. Es un clero hirsuto, montaraz. Trae causa de la cruzada que arrancó un glorioso 18 de julio. Por eso, según parece, mañana, 40 aniversario del fallecimiento del Caudillo que la Iglesia llevaba bajo palio, se celebrarán quince misas en su memoria y, supongo, por el eterno descanso de su alma. Amén, que descanse, sí, eternamente. Se dirá que son los franquistas, los excombatientes, los veteranos de la División Azul, los que organizan los actos. Pero, para que haya misas, tiene que haber curas que se presten voluntariamente porque, que yo sepa, los servicios de los curas no son como los de los taxis. Y, con los curas, la Iglesia entera honra la memoria del caudillo.

Y no solo honra la memoria del Caudillo sino que sigue su obra. Allí donde Franco había combatido a los homosexuales con la Ley de Vagos y Maleantes, el obispo Reig, de Alcalá de Henares, los considera enfermos y se ofrece a curarlos. Porque está muy puesto en razón que la sexualidad de cada cual solo pueda vivirse según las ordenanzas de uno que no sabe lo que es o, si lo sabe, que todo es posible en este pícaro mundo, debiera callarse.

La Iglesia está en política en España siempre, y del lado de la derecha, de la más tradicional oligarquía. Hace un trabajo espléndido en garantizar la obediencia y sumisión del pueblo controlando el sistema educativo, interviniendo activamente en la organización de la vida cotidiana colectiva organizando las festividades, los ritos, los símbolos y propagando su doctrina a través de medios de comunicación audiovisuales financiados con cargo a las aportaciones que todos los ciudadanos hemos de hacer a su caja.

Con esta intensa actividad política, la Iglesia defiende sus intereses, amplios y muy diversos, como corresponde a una organización que en España es un Estado dentro del Estado, con abundancia de ingresos procedentes de transferencias públicas directas, subvenciones, exenciones de todo tipo y de actividades mercantiles privadas todas ellas acogidas a un sistema de privilegios por el que la Iglesia no paga impuestos de ningún tipo. Eso es lo que la derecha (y el PSOE hasta la fecha) ha conservado y lo que las izquierdas (ahora también con el PSOE en algunas partes) pretenden quitarle.

Vamos, que ganan las izquierdas y empiezan a pedir que la Iglesia pague el IBI. Ganan las izquierdas y empiezan a pedir que la Iglesia devuelva la Mezquita.

La Iglesia en España, ¡qué tema!

dilluns, 16 de novembre del 2015

Es la religión.

Disparaban fusiles Kalashnikov, hablaban en francés perfecto, llegaron en coches, se coordinaron con móviles. Son gentes civilizadas. No hirsutos pashtunes analfabetos de las montañas del Afganistán.

El mismo día del atentado, ese lumbreras que habita en La Moncloa, creyéndose llamado en tan grave situación a hacer alguna reflexión que diera su talla, soltó la habitual melonada:  No estamos ante una guerra de religiones, sino ante una lucha entre civilización y barbarie. El hombre se supera: en 15 palabras, dos mentiras y un insulto. Por supuesto que se trata de una guerra de religiones. Por supuesto que no tiene nada que ver con la civilización, concepto que más vale emplear en singular porque, en el fondo, solo hay una civilización: la humana. Esto de la guerra de las civilizaciones fue popularizado por Huntington a fines del siglo para definir la época de la postguerra fría, recogido con su habitual ligereza por Zapatero con fines propagandísticos y empleado hoy por este zote que confunde civilización con cultura. Y, de paso, insulta a los islamistas, pues la parte de "barbarie" de su diagnóstico les corresponde a ellos, mientras que nosotros somos los "civilizados". Dos mentiras y un insulto.

No me parece desmesurado insultar a unos asesinos. Pero con eso no adelantamos nada si los insultos y las tonterías sobre las civilizaciones no se sitúan en su debida perspectiva.

Desde luego que estamos ante una guerra de religiones. En concreto, las tres llamadas del Libro, las tres religiones monoteístas, la hebrea, la cristiana y la musulmana, que han sembrado la historia de odio, destrucción y crímenes de todo tipo. No tengo noticias de que las demás confesiones luzcan un palmarés tan prolongado de barbarie como estas, aunque alguna habrá, probablemente. Pero nada comparado con la escabechina que estas tres llevan siglos ocasionando. La cristiana (en sus tres ramas de protestante, católica y ortodoxa) y la musulmana de un modo concentrado hasta el día de hoy; la hebrea, que empezó muy lucidamente en el Antiguo Testamento, masacrando los pueblos en torno suyo, se vio luego obligada a hacer un alto de veinte siglos a causa de la diáspora pero, desde el restablecimiento del Estado de Israel, se ha propuesto recuperar el tiempo perdido, cosa que hace a conciencia con los palestinos.

Las tres religiones monoteístas, basadas en la convicción de que sus respectivos creyentes son el pueblo elegido por Dios, sienten un impulso incontenible de matar paganos, infieles o no creyentes a mayor gloria de aquel. La intención puede ser convertirlos a la fuerza y/o exterminarlos, pero es la misma en los tres casos. Solo que con diferencias en cuanto a los tiempos históricos en que viven sus conflictos. Teóricamente, en la actualidad, los cristianos -tras haber masacrado medio  mundo y haberse entrematado entre ellos durante siglos- no van ya por ahí evangelizando a sangre y fuego. Del mismo modo, los hebreos se especializan en machacar a los palestinos y solo ocasionalmente agreden a otros pueblos fronteriozos. Mientras que son los musulmanes quienes están lanzados a la guerra santa contra los infieles con todo tipo de barbaridades.

Es un conflicto religioso, el de siempre. Ciertamente se desarrolla en muy distintos escenarios, en frentes variados, incluso en ausencia de frentes, lo cual lleva a la legión de estrategas de salón a perorar sobre la IIIª guerra mundial atípica ya que ahora los combatientes a muerte pueden compartir el rellano de la escalera o encontrarse en la frutería. 

Los países occidentales (todos ellos cristianos) llevan años, decenios, prosiguiendo su tradición de potencias coloniales en los del Islam, interfiriendo en sus destinos, en perpetua injerencia en su política, su economía, sus fronteras y sus relaciones. En un escenario geopolítico que ni ellos mismos entienden,  se arrogan el derecho a  bombardearlos, ocuparlos, partirlos o volverlos a unir a su antojo. Su política de alianzas a corto plazo (armando a unos, atacando a otros) se vuelve contra ellos en un medio extraordinariamente volátil. Su acción provoca verdaderas masacres, guerras civiles, destrucción de cientos de miles de vidas, destrozos de riqueza sin cuento, interminables columnas de refugiados que desbordan las fronteras occidentales y traen la inestabilidad y, como puede verse, el terror más ciego e inhumano. 

Tanta destrucción, tanta humillación, tanta masacre  de una confesión, la musulmana, que antaño fue un glorioso imperio, provoca reacciones desesperadas, un verdadero frenesí de locura, destrucción y venganza en sus sectores más combativos. Pero eso no preocupa a los gobernantes porque las víctimas somos siempre las poblaciones pacíficas, no ellos. Obviamente, cuando se produce algún monstruoso atentado como el de París, se oyen voces de musulmanes "razonables" que recuerdan que el Islam no es terrorismo, masacre y crueldad y que, por lo tanto, las sociedades cristianas deben refrenar sus impulsos más inmediatos de acudir a la ley del talión y empezar a masacrar  musulmanes o a expulsarlos. Ocurre con estos como con esos católicos que dicen no estar de acuerdo con las crueldades de su iglesia en el pasado o sus demasías y abusos en el presente y no hay que juzgar a todos los fieles por el mismo patrón.

Todos estos creyentes "moderados" y "razonables" de las tres religiones monoteístas están en su derecho de exigirnos respeto a quienes, no siendo confesionales, queremos vivir en órdenes sociales en los que los fanáticos de sus credos no se piensen con derecho a asesinarnos. Pero también estamos nosotros en el nuestro de exigirles una intervención más activa para apaciguar a los criminales que asesinan en nombre de sus dioses. Se dirá que solo asesinan los fanáticos musulmanes, mientras que nosotros, los cristianos, nos defendemos. Mentira. No es necesario recordar la siniestra pantomima por la que tres criminales en Las Azores planearon con detalle una guerra de rapiña y destrucción basada en engaños y falsedades y de la que, entre otras cosas, se deriva buena parte del desastre actual. La diferencia entre los crímenes de los terroristas yihadistas y los de los Estados cristianos es que nosotros los hemos institucionalizado. Ayer, el Papa de Roma, típica voz del establishment católico decía con una conciencia feliz ante una muchedumbre de fieles entregados que cometer actos de barbarie como los de París en nombre de Dios es blasfemia. Ese bárbaro concepto con el que se torturó y asesinó a tanta gente por estos pagos, sigue vivo en el imaginario de los creyentes. Da miedo.

No, no es un choque de civilizaciones. Es una guerra de religiones con elementos geopolíticos, de dominación estratégica, política y económica y de expolio de riquezas y recursos naturales. Como siempre en las guerras de estas tres religiones que llevan dos mil años (algo menos la musulmana) ensangrentando el planeta.

dilluns, 2 de novembre del 2015

Breve noticia sobre el nacionalcatolicismo.


Hace un par de días, un comentario de una lectora sobre un post de Palinuro subido a FB, desató una polémica sobre el uso del término nacionalcatolicismo en la prosa palinuresca. El comentario venía a decir que el término en cuestión oscurecía otro lado del catolicismo, el que, para entendernos, llamaremos "catolicismo de base", de creyentes entregados a vivir su fe, ajenos al comportamiento de su Iglesia y que tanto hacen por el prójimo. Como siempre, había argumentos en favor y en contra. Me pilló de viaje y, si bien el tema me interesa moderadamente, pensé que debería cuando menos explicarme algo, por respeto a l@s lector@s, para lo cual necesitaba un poco de sosiego que he pillado ahora de chiripa. Esta es mi posición que, por supuesto, estoy dispuesto a matizar frente a argumentos más convincentes racionalmente y solo racionalmente.

El nacionalcatolicismo es término que designa la coyunda entre la Iglesia Católica (IC) y la dictadura franquista durante la guerra y la postguerra civil. Coyunda total. Fueron los obispos (catalanes, por cierto), los que legitimaron el golpe de Estado fascista como una cruzada. Eso es un hecho. Y la IC fue el principal apoyo del régimen en todos los órdenes, incluido el de la legitimación internacional a través del Concordato de 1953. El franquismo fue una dictadura militar corrupta y criminal con una faceta hierocrática. Dos estamentos fueron sus bases hasta el final: los militares y los curas, que lo controlaban todo, desde el nacimiento y la educación hasta la muerte. Luego nos percatamos de que esa ideología nacionalcatólica no solo explicaba el franquismo (y explica hoy el neofranquismo), sino que, en realidad, retrataba la ideología de la oligarquía dominante española desde el siglo XVI, aunque el nombre solo se pusiera en circulación en el XX. Suscribo esta idea, que es una brillante aportación del historiador italiano Alfonso Boti y que en España gusta poco, incluso entre los círculos teóricamente librepensadores.

Es decir, se usa el término para dibujar el efecto político de la permanente injerencia de la IC en los asuntos del Estado español desde siempre y precisamente para no utilizar el de catolicismo a secas. Esto quiere decir, por tanto, que la crítica que afea en el término nacionalcatolicismo su hipotético olvido del lado humano del catolicismo, no opera. Todo nacionalcatolicismo es catolicismo. ¿Se nos recuerda que no todo catolicismo es nacionalcatolicismo? Sea. No hacía falta porque por eso mismo hablamos de "nacionalcatolicismo" y no de catolicismo a secas. En resumen, la observación es innecesaria.

¿O tiene alguna otra intención? Perdónenme los católicos de buena fe, pero la experiencia de lo que su confesión ha hecho en la historia, especialmente en España, autoriza a maliciarse algo. Lo siguiente: nadie niega la realidad, el valor, el interés, lo que se quiera del "catolicismo de base", aunque cabe preguntar por las dimensiones exactas de esa acción: su necesidad social, su fundamento económico, su utilidad real y otros asuntos no menos espinosos. Las gentes de mi orientación queremos justicia social, no beneficencia. Apreciamos los valores de quienes, llegado el caso, se desviven por los demás, pero señalamos que eso lo hacen muchos otros, gentes del voluntariado, de ongs, del mutualismo y la solidaridad tradicionales en muchos movimientos y, por cierto, muchas veces sin más financiación que la que aportamos voluntariamente quienes los apoyamos y no piden a cambio que su acción sirva para embellecer o compensar por actos de barbarie y tiranía que puedan hacer otros bajo su misma denominación. Supongo que entre los católicos de base los habrá sacrificados y autónomos en lo financiero, valiéndose de sus propios recursos y no de los de la colectividad canalizados por la IC porque, en tal caso, se plantea el también complejo asunto de por qué los recursos públicos han de ser empleados según las convicciones de una confesión concreta.

Pero hay más. Nadie carga sobre los hombros de los católicos de base la barbarie inhumana del comportamiento de la IC a lo largo de los siglos, que se ha arrogado el derecho, entre otros no menos monstruosos, de quemar vivos a los discrepantes en conciencia. Nadie los obliga a creer, como creemos los librepensadores, que si la IC no sigue quemando vivos a "herejes", "brujas", etc, no es porque no quiera sino porque no puede. Pero estaremos de acuerdo en que los católicos de base -esos que no quieren ser invisibilizados- y los quemadores de seres humanos vivos pertenecen al mismo cuerpo místico, como ellos lo llaman. Esa común pertenencia es voluntaria. Cómo los "católicos de base", gente tolerante, abierta, respetuosa y demócrata, supongo, conviven con los criminales que en nombre de su Dios han cometido y siguen cometiendo todo tipo de demasías, es asunto que ell@s ventilarán en su conciencia. También supongo que habrán salido en defensa de los humillados y ofendidos (antes torturados y quemados) en nombre de su fe, como salen en defensa del catolicismo cuando se habla de nacionalcatolicismo.

Solo que no hace falta que lo hagan. Hablamos de nacionalcatolicismo, precisamente para respetar a los católicos de buena fe. Y estos harán el favor de dejarnos poner nombre a nuestras ideas sin querer torcerlas y sin acusarnos ladinamente de hacer con ellos lo que su Iglesia lleva siglos haciendo con nosotros, los no creyentes.

El nacionalcatolicismo es el nacionalcatolicismo. Palinuro sabe lo que dice y sostiene que es uno de los principales (si no el principal) responsable del desastre español.

dilluns, 19 d’octubre del 2015

Topar con la Iglesia.


La Iglesia está muy presente en la vida pública. La jerarquía se expresa con frecuencia sobre asuntos de interés general y habitualmente en la perspectiva más conservadora y hasta reaccionaria. Monseñor Cañizares se pasea por ahí con una capa de cinco metros de cola roja por si alguien no se había dado cuenta de que es cardenal y aprovecha para enredar y azuzar contra los refugiados. Pregunta si todos ellos son trigo limpio. Puede que no, claro, pero la cizaña ya la pone él. Monseñor Rouco, desde su ático de lujo, seguirá planeando, es de suponer, la re-evangelización de España. Monseñor Reig, desde Alcalá de Henares elabora doctrina homófoba a base de entender la opción sexual como una patología. Él, que es cura católico y, por tanto, de cosas sexuales solo sabe lo que le haya contado el Espiritu Santo. El cura ese de los Jerónimos, que oficia misas por Franco y anhela una nueva cruzada para salvar a España de la hez habitual. La Iglesia es presencia permanente y los clérigos no paran de opinar sobre lo que les compete y lo que no les compete.

A su vez, las personas públicas civiles, políticos, comunicadores, periodistas, publicistas, son extraordinariamente parcas en su discurso sobre la Iglesia. Reina el silencio de la prudencia, por no decir miedo. Unos no hablan porque no se atreven a suscitar la reacción eclesial y otros, porque no les hace falta. No hablan de su fe sino que la ejercen a la vista pública sin ningún respeto mundano. El ministro del Interior lleva condecorada media docena de vírgenes o sea, de estatuas de la Virgen, es decir, media docena de leños policromados con cargo al erario. Algunas mujeres del gobierno y el partido, en cuanto pueden, se visten de mantilla y peineta, todas de negro al estilo tradicional de la devoción española. Todos los cargos juran delante de un crucifijo, con una mano sobre los evangelios. Muchas de sus medidas políticas se adoptan invocando poderes milagrosos de diversas vírgenes y santas. Y no se trata solamente de políticos de la derecha. En el PSOE hay chupacirios más beatos que los del PP. Algunos, incluso, son más papistas que el Papa. Sobre todo este, que es medio montonero.

Obviamente, nadie niega a la Iglesia el derecho a predicar y hacerse oír sobre cuanto juzgue conveniente que es todo pues su negociado es la salvación de las almas. Pero ese derecho debe ejercerse en condiciones de igualdad con otras gentes con negociados igualmente encomiables: la asociación de alcohólicos anónimos, los amigos de los animales o la Liga Antidifamación B'nai B'rith, etc. El clero católico recibe un trato privilegiado. La Iglesia en su conjunto, como asociación o sociedad perfecta, según ella misma, es un Estado dentro del Estado y no solo tiene una condición de absoluta inmunidad fiscal sino que recibe transferencias netas de las arcas públicas en miles de millones de euros. Con parte de estos financia sus medios audiovisuales desde los que defiende al gobierno y su partido y ataca sistemáticamente a la oposición. La que sea.

Esta situación tan absurda debe acabarse de modo tajante, aplicando cuando menos la timorata separación entre la Iglesia y el Estado que se prevé en la Constitución. El PSOE, según parece, se compromete a revisar los famosos Acuerdos de 1979, sucesores del Concordato de 1953 y de dudosa constitucionalidad. Debiera denunciarlos sin más y pasar a una ejecución del principio de autofinanciación de la Iglesia, recogido en los Acuerdos pero jamás aplicado. Amén de ello, la Iglesia, como asociación privada que es, por muchas que sean sus peculiaridades, debe atenerse al régimen fiscal ordinario en todos los aspectos, desde el impuesto de sociedades, el IRPF, el IBI, el IVA, todos. Y sin excepciones. Carece de sentido esa que introduce el PSOE de que no paguen el IBI los edificios destinados al culto. ¿Por qué no?

Para ser una sociedad moderna es necesario que los ciudadanos que quieran disponer de los servicios de una iglesia se la paguen de su bolsillo. No del de todos. Asimismo es preciso revisar otra serie larga de abusos y privilegios. Por ejemplo, hay que suprimir el cobro de una entrada en las catedrales y templos importantes, igual que la Iglesia deberá devolver todos aquellos bienes inmuebles que hayan inmatriculado a su nombre sin tener títulos para ello. El PSOE promete aquí una especie de nueva desamortización ya que, según parece, la Iglesia ha inmatriculado más de 4.000 propiedades por este procedimiento. Entre otras, la mezquita de Córdoba que ha pasado a su propiedad por 60 euros

Tomamos nota de estos compromisos del PSOE y recordamos con escepticismo que la ejecutoria de ese partido en materia de relaciones Iglesia-Estado no es brillante. Ni los gobiernos de González ni los de Zapatero amagaron siquiera con cumplir con la aconfesionalidad del Estado. Pusieron un ejemplar de la Constitución junto a los evangelios por si algún rojo quería prometer por lo civil y se dedicaron a mimar al clero. El último gobierno de Zapatero se atrevió a pergeñar un proyecto de ley de libertad religiosa que metió luego en el cajón, asustado cuando los curas fruncieron el ceño. Para contentarlos ese mismo gobierno socialdemócrata incrementó del 0,5 al 0'7% de la cuota de cada cual la cantidad que los contribuyentes católicos pueden aportar a su Iglesia.

A la vista de lo anterior, el crédito de los socialistas en referencia a las relaciones Iglesia/Estado es escaso.

En un asunto me pica la curiosidad. La Iglesia está también muy presente en Cataluña. Incluso más que en el resto del Estado. En Cataluña hay dos monjas muy implicadas en el ámbito público y en el proceso independentista, Teresa Forcades y Lucía Caram. Pero, además, hay mucho clero y jerarquía detrás del independentismo. No solo párrocos vehementes con la estelada sino prelados que ponen los puntos sobre las íes a sus pares españoles cuando a estos se les escapa la fiebre nacionalcatólica en versión imperial. A su vez, los políticos catalanes soslayan todos los temas religiosos, excepción hecha de Unió, claro, que es organización democristiana. Misma prudencia que en España. Sin embargo, la pregunta es obligada: en el caso de una República catalana, ¿qué lugar ocuparía la iglesia católica? ¿Seguiría siendo una organización privilegiada, un Estado dentro del Estado?

divendres, 22 de maig del 2015

La Iglesia topa con la Iglesia.


¡Cómo está el rebaño! Según parece, las autoridades españolas, con el ministro Fernández Díaz a la cabeza, se quejan al Vaticano de las dos monjas Lucía Caram, dominica y Teresa Forcades, benedictina. Ambas son dos activistas muy conocidas, muy mediáticas, ambas de izquierda y ambas independentistas. ¡Cómo no van a protestar estos gobernantes nacionalcatólicos! En otras épocas de más acendrada fe las dos estarían ahora confesando sus entendimientos con el diablo entre salvíficas torturas de la Santa Inquisición. Pero vivimos tiempos de descreimiento general y es preciso contentarse con protestas epistolares al Nuncio, al dicasterio correspondiente, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, regido por un español por cierto, y enfurruñadas declaraciones en los medios.

Cualquiera pensaría que los gobernantes españoles no acaban de aclararse. ¿Está mal que el clero se meta en política? Y ¿qué hacen todos los días Rouco, Reig, Cañizares y la docena y media de prelados de rompe y rasga del nacionatolicismo? Política y más política: contra el aborto, el matrimonio homosexual, por la conservación de los privilegios de la Iglesia (en el fondo, un Estado dentro del Estado), por la implantación de la enseñanza de la religión. Pura política. ¿Qué hace el ministro Fernández Díaz cuando condecora vírgenes con medallas de la policía o manda guardias civiles de peregrinación a Lourdes? Hace religión, pura religión. Religión y política es lo mismo para los nacionalcatólicos. ¿Qué les molesta del activismo de las dos monjas? Que no es su política. Además les molessta, y mucho, que sean mujeres. Mujeres, monjas católicas. Es extraño que el obispo Reig, el que la tiene tomada con los gays, no les haya sugerido que vayan a consultar con un exorcista.

Aunque no haya Inquisición, la derecha suspira porque se reprima esta disidencia y aspira a que suceda. Pero el asunto es más complicado de lo que parece. Obligar a las dos monjas a exclaustrarse puede ser un disparate en la medida en que crea dos mártires y realimenta el movimiento que se quiere sofocar. Dos monjas expulsadas de sus respectivas órdenes era lo que necesitaba el movimiento soberanista para presentarse como completamente transversal. Si habrá encarnado en la sociedad civil el ánimo independentista que hasta las monjas se adhieren a él. A la próxima Diada pueden apuntarse congregaciones enteras cantando loores a la Moreneta. Tampoco pinta bien en las relaciones personales. El Papa es argentino, como Caram y se entenderán bien. Y Forcades es una autoridad con prestigio internacional. No es fácil decir a estas dos siervas de Dios que se hagan laicas en un país en el que los curas pueden celebrar misas en presencia de banderas con el escudo del franquismo.

Dominica y benedictina tenían que ser. Las dos órdenes de más antiguo trato con el saber y el pensamiento. Y lo cierto es que exponen su punto de vista con una sencillez y una claridad doctrinal asombrosas. Dice Caram que ella no tiene por qué guiarse por lo que diga el ministro o el gobierno, sino por el Evangelio. Y en el Evangelio no hay nada sobre si se debe ser nacionalista español o catalán. Le guste o no al ministro, la religión que dice profesar es universal, no reconoce fronteras. Y el nacionalcatolicismo es un disparate, una contradicción en los términos que ha llevado este país al desastre.

divendres, 8 de maig del 2015

Al pie de la cruz.

Muy buena idea la del Museo del Prado de dedicar una exposición monográfica a Rogier van der Weyden, un oriundo del Tournai francés que, en realidad, se llamaba Roger de la Pasture (o, sea, Rogelio de los Pastos o de los Pastizales) pero germanizó su nombre al residenciarse en Bruselas a comienzos del siglo XV. Van der Weyden tuvo un gran reconocimiento internacional, disponía de un poderoso taller, servía a clientes en el extranjero, cortes, palacios, iglesias, monasterios. Hoy, sin embargo, apenas sabemos nada de él y ese apenas, tras haberlo rescatado de un injusto olvido en los últimos doscientos años. Al no firmar ninguna de sus obras, el artista contribuyó mucho a emborronar su figura como autor y creador.

Casi todos sus datos biográficos se han perdido en destrucciones provocadas por guerras o incendios y una parte considerable de su muy extensa (presuntamente extensa) obra fue destruida en el curso del movimiento iconoclasta del siglo XVII, un antecedente de lo que hacen ahora los guerreros de Alá en Afganistán y el Irak. Su obra más conocida, la que asentó su prestigio, las Justicias de Trajano y Herkinbald, destruida en 1695, nos ha llegado por descripciones o comentarios de artistas posteriores, como Durero o en copias o tapices. 

Así que las obras aquí expuestas, como una veintena, son atribuciones, otras de su taller y otras copias de terceros. Las atribuciones gozan de consenso universal, aunque no todas. Por ejemplo, se exhibe el retrato del hombre robusto, que siempre se atribuye a Robert Campin, pero que Lorne Campbell, que debe de ser quien más sepa de Van der Weyden, atribuye a este, argumentado su parecido con el José de Arimatea del Descendimiento.

 En realidad, la exposicion quiere mostrar la relación de Van der Weyden con España, juntando las piezas que la prueban, bien porque están aquí, bien porque se pintaron para estar aquí. Son el celebérrimo Descendimiento, la Madonna Durán, ambas en el Museo del Prado y el Tríptico de Miraflores, actualmente en Berlín. Se les añade el Calvario en San Lorenzo del Escorial. Por supuesto, hay más cosas y algunas bien interesantes, como el retrato de Felipe el Bueno y el de Isabel de Portugal, que está en Los Ángeles, ambas del taller del maestro y ambas muestras del estilo Borgoñón, que luego se haría mucho más adusto en España.

La atribución del descendimiento a Van der Weyden es incuestionable. No hay nada parecido en toda la historia del arte. Ni entre los primitivos flamencos, de los que el autor era uno de los más representativos. Se le igualan y en algunos aspectos superan, los otros dos genios contemporáneos, Jan Van Eyck y Robert Campin. Campin y Van de Weyden que parece estudió con él, se influyeron mucho recíprocamente. Pero el estilo y los temas de Campin son muy otros y tienen un espíritu muy distinto al descendimiento que, por cierto, debe de ser uno de los cuadros más copiados de la historia.

Los tres artistas procedían del gótico internacional y se valían de medios similares. A veces recurrían a formatos parecidos: altares o retablos. Eso nos permite comparar, por ejemplo, tres piezas extraordinarias pero con similitudes formales: el tríptico de Dresde, de Van Eyck, el maravilloso retablo Mérode, de Campin y el descendimiento de Van der Weyden. Nada que ver unos con otros. Son tratamientos totalmente distintos, personalísimos. La piedad al pie de la cruz no tiene parangón en ninguno de los otros. Si Van der Weyden no hubiera existido hubiera sido necesario inventarlo.

La pintura primitiva flamenca es muy religiosa, aunque Van Eyck atendía a una numerosa clientela burguesa, sobre todo en cosa de retratos. Basta recordar su retrato del matrimonio del banquero Arnolfini, esa suma iconográfica de un mundo y una mentalidad. Pero Van de Weyden estaba concentrado en la religión. Su tema obsesivo era la la pasión, el Calvario, la crucifixión, el descendimiento, la inhumación, la resurrección, la ascensión, en suma el ciclo esencial de la fe cristiana. Todo presidido por la cruz, aunque tratado con una paleta de colores vivos y alegres, que eliminaba la truculencia medieval del tormento para dejar el sitio al dolor de la piedad, el decaimiento de la madre, la soledad de los discípulos.
 
Van der Weyden quizá no sea tan imaginativo con Van Eyck o tan detallista como Campin, pero es más profundo. Pinta almas, sentimientos. Es imposible olvidar esa Virgen desvanecida en el descendimiento. Van der Weyden trataba con arquitectos y él mismo tenía trazas de escultor. Muchos critican la inverosímil distribución espacial o las proporciones de sus composiciones. Desde luego, Cristo no hubiera podido ser crucificado en la cruz que aparece en el descendimiento, es demasiado pequeña. Pero es que eso da igual. Toda la dislocación del espacio y la perspectiva resalta el motivo central de la obra: el dolor de la madre. A este propósito, ayuda mucho contemplar el tríptico de los siete sacramentos, que está en el museo de bellas artes de Amberes. Es un ejemplo magnífico: Cristo crucificado alcanza desde el suelo casi hasta la bóveda de la nave gótica, con el travesaño de la cruz en Tau a la altura de las nervaduras de los arcos, muy por encima de las columnas laterales. En la parte de abajo, los seres humanos apenas guardan proporciones entre sí.

Ver las cosas como son lo hacemos todos. Verlas como debieran ser es privilegio del genio.

dilluns, 6 d’abril del 2015

Rajoy y el obispo.

¿Qué mejor broche de oro para cerrar la semana santa que con tanta devoción como entusiasmo ha celebrado el pueblo español que resucitar a Cristo? Así debió de pensar el Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, cuando redactó el artículo El sepulcro vacío de Jerusalén, ayer en  Infocatólica. ¿Qué conmemoramos el domingo de Resurrección? Pues lo que el nombre indica, responde monseñor, recién retornado de una peregrinación al Santo Sepulcro y henchido de fe evangélica: la resurrección de Jesús. Pero, ojo, insiste el prelado, no la resurrección en sentido metafórico como admiten hoy muchos doctores de la Iglesia, inducidos a error por el espíritu científico de la época, sino la resurrección real, tangible, verdadera. La reencarnación, en una palabra. Y la aparición en carne y hueso a los discípulos, nada de ilusión o alegoría. Si los doctores dudan solo tienen que alargar la mano, como Tomás, y tocar las llagas.
He aquí un interesante tema para añadir a las clases de religion en los colegios como complemento y parcial rectificación de las de biología: algunos seres vivos no mueren del todo sino que, al cabo de un tiempo, resucitan y suben al cielo por su propio impulso. En algún otro caso que suele olvidarse por desidia y abandono, como el de la Virgen, también resucitan. La resurrección no es un asunto reservado a los hombres. Participan de él igualmente las mujeres, como recuerda el obispo a fuer de avanzado, feminista y partidario de la igualdad de género. Lo de la ascensión a los cielos ya es otro cantar. La virgen no asciende por su propia fuerza sino que es asunta, cosa lógica pues la iglesia no practica un igualitarismo radical y absurdo, ignorante de que las mujeres necesitan siempre una ayuda... a menos que sean del PP en donde, según Cospedal, se valen por sí solas.
Algunos son escépticos respecto a las aseveraciones del obispo Munilla. Víctimas del positivismo y el racionalismo del siglo ven con incredulidad la figura histórica de Cristo y, cuando se trata de admitir no ya solo que el personaje haya nacido sino que haya renacido, la incredulidad se convierte en sarcasmo. Pero los seres humanos somos imprevisibles. Muchos de quienes dudan o incluso niegan el milagro de la resurrección de Cristo creen a pie juntillas en la de Rajoy, bastante más improbable.
De regreso de las correspondientes meditaciones y mariscadas de semana santa, el presidente viene dispuesto a avocar todo el proceso electoral que se avecina y se lo anuncia no a los apóstoles, sino a los 600 miembros de la Junta Directiva Nacional. No enviará emisarios a los territorios en pugna sino que los visitará él en persona, uno a uno, para animar el espíritu de los decaídos votantes del PP. Encabezará la campaña en todas partes, como hizo en Andalucía. Los escépticos y aguafiestas temen un resultado de la segunda llegada de Rajoy, a modo de parusía, todavía más catastrófico que el de la primera.
Debilidades y temores de gentes sin fe como la del obispo Munilla y sin carácter ni energía. Rajoy está, en cambio, pleno de vigor y determinación, seguro del mensaje que va a transmitir, el de la recuperación de la crisis gracias a los sacrificios de este noble pueblo. Tiene confianza en sí mismo y, aunque su valoración popular sigue siendo la más baja de todos los políticos de toda la segunda Restauración, está convencido de ser capaz de "dar a vuelta a las encuestas".
Solo necesita que sus colaboradores inmediatos, los barones, los alcaldes que se enfrentan a unas elecciones difíciles crean, confíen en él. Pero no parece ser el caso. Los interesados, Aguirre, Fabra, Monago, etc, prefieren hacer eso que se llama "campañas personalizadas", centradas en sus figuras y nombres y dejando en la penumbra el de su superior jerárquico, Rajoy, que huele a resucitado y el de su partido, que suena más en las salas de los juzgados que en los mítines políticos. Toman ejemplo de Susana Díaz quien enfocó su campaña envolviéndose en la bandera de Andalucía e ignorando cuanto sucediera al norte de Despeñaperros. Pero no es seguro que lleguen a la perfección de dejar a Rajoy de telonero, como hizo la andaluza con su flamante secretario general. Rajoy manda mucho en el PP y ha sido él quien nombró a todos los candidatos y quien puede desnombrarlos como vino a hacer con el hoy semiproscrito Ignacio González.
Pero justamente esa inevitabilidad de la presencia del resurrecto Rajoy, luego de la humillante derrota andaluza, puede ser el golpe de gracia para las expectativas electorales del PP en especial en las Comunidades Autónomas en las que los sondeos auguran resultados modestos.
Como dice el obispo en su artículo, la resurrección de Cristo no puede interpretarse fuera del orden físico, y es inadmisible la negación del hecho histórico sucedido en el sepulcro vacío de Jerusalén. Difícil de creer, ¿eh? Pues no digamos la de Rajoy.

dimarts, 17 de març del 2015

¡Somos españoles!


Con las dos crisis que se ceban con España, la económica y la de vocaciones, muchos empiezan a flaquear y a sentir que esto de ser españoles es una incomodidad cuando no una tortura. Hay que combatir la quinta columna espiritual de la Antiespaña. Somos más españoles que nunca y orgullosos de serlo y de exhibirnos a los maravillados ojos del mundo con la prez y la honra que siempre nos han caracterizado.

Ahí tienen ustedes al ministro del Interior de un Estado no confesional, inaugurando un cuartel de la Guardia Civil en Fitero, en compañía del obispo y un ayudante, quienes han bendecido los locales, hisopo en mano, exorcizando de paso al maligno. Estaba previsto construir un centro sanitario en el lugar pero es obvio que un cuartel es algo más reciamente español. Un cuartel de la Benemérita en una localidad navarra que lleva años clamando por él. A la izquierda, en actitud gallarda, los charolados tricornios. A la derecha, en discreto segundo plano, el ministro del Rey. Trono, altar y orden público. ¿Somos o no somos la España eterna? Si le quitan el color a la imagen, verán que no ha cambiado nada.

Bueno, algo así: estamos en un Estado democrático de derecho en donde ya no se tortura en los cuarteles de la Guardia Civil. En este de Fitero, desde luego, en absoluto, pues así se lo han asegurado al ministro San Raimundo y San Bernardo, que le han inspirado. Es textual; no invento nada. Con tan poderosos santos, es seguro que a la Guardia Civil del cuartel no se le irá la mano con los detenidos. Y si, por desgracia, se le va, mira, ya están bendencidos. Eso que se llevan. Porque, además, a ver, que ya está bien de pacifistas izquierdosos, ¿no apoya el Vaticano una intervención militar de la ONU contra el Estado Islámico? Es lamentable, sí, pero, a veces, Cristo tiene que coger la metralleta. Este Papa medio rojo va aclarándose. Eso es reconocer el glorioso espíritu de las Cruzadas. Y ¿qué va nadie a enseñarnos a nosotros de cruzadas?


Esas vacas saltarinas están locas de contento del trato que la auténtica y verdadera España de siempre da a sus maridos los toros, verdaderos protagonistas de ese arte, ese patrimonio cultural inmaterial, esa sublime fiesta nacional consistente en asesinarlos entre horribles sufrimientos. Ya sé que sueno como una de esas guarras de Femen que en cuanto pueden muestran los pitones y se embadurnan de pintura roja para denigrar nuestra esencia racial. Lo hago a propósito porque se vea cuán difícil es alcanzar la condición de español digno de la Patria. Qué redaños hay que tener y qué agallas, para no responder a la Antiespaña como merece.

Recuperar la dignidad patria, el orgullo de ser español, miembro de una gran nación y ciudadano de un Estado moderno, justo, libre y culto. Y sabemos honrar a nuestros mayores, a nuestro próceres, aquellos que, con su esfuerzo, construyeron la grandeza de la que hoy gozamos. El Ayuntamiento de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) ha decidido homenajear a un anterior alcalde y jefe local del Movimiento Nacional, el falangista ya fallecido, Eugenio Molina Muñoz, alcalde nombrado por Franco entre 1963 y 1979. Van a poner su ilustre nombre, conocido en todo Alcázar y pedanías aledañas a un parque de la ciudad. Se lo quitan a un tal Pablo Picasso, del que casi nadie sabe nada en el lugar y los que saben, se hacen cruces al mencionar a un depravado comunista, afrancesado, mujeriego y pintamonas, desdoro de la verdadera pintura, la de los españoles de temple, como Sáenz de Tejada.

Y si alguna duda tenéis, escuchad al presidente del gobierno, en la mejor tradición espiritual y verbal de un Vázquez de Mella. ¡Con qué claridad afirmaba en la radio que él representa la auténtica lucha contra la corrupción que, por lo demás, es una parte pequeñísima de ese gran país que es España! En realidad, bastaría con que Floriano dedicara dos tardes a la tarea. Pero quiere ser él, quien nunca escurre el bulto, quien dirija el ataque regeneracionista. ¿Los SMSs a un delincuente? Ama comunicarse con su pueblo y envía SMSs continuamente a todo el mundo, los de arriba, los de abajo, las personas libres y los cautivos. Es tradición de caridad nacionalcatólica.

Siendo realistas, quizá el presidente no sea muy buen presidente. ¡Pero es un gran español!

dissabte, 7 de març del 2015

De dónde venimos; a dónde vamos.


Tan preocupados estamos por saber a dónde vamos que se nos olvida de dónde venimos. Obsesionados con el futuro, que cualquier líder de medios pelos nos promete "conquistar", descuidamos el pasado. Seguramente lo demos por "conquistado" y, así, tendemos olvidarlo. Pero el pasado pervive precisamente en nosotros, en nuestra lengua, en nuestra habla, nuestra cultura, tradición y costumbres. Ignorarlo es ignorar una parte de nosotros, quizá la más importante porque muestra lo que somos. Lo que seremos, ya se verá. Y, si no vemos lo que hemos sido, en realidad, no vemos nada. Cegados por el el presente nos empeñamos en compararlo con un pasado que desconocemos y así salen las comparaciones, propicias para que los vaticinios no los hagan ya los profetas o los arúspices, los poetas o los científicos, sino los charlatanes, los mercaderes. Clase esta última siempre moralmente denostada en el catolicismo de derechas e izquierdas ("no queremos una Europa de los mercaderes"), pero la única que ha movido realmente el mundo hasta traerlo al momento presente, cuando queremos "conquistar el futuro" a base de ignorar el pasado.

Quien quiera darse una vuelta por lo que ha sido parte importante del pasado del hombre en todo el planeta y muy especialmente en España, que visite la exposición fotográfica del Jardín Botánico de Madrid (hasta el 15 de marzo), llamada En movimiento, sobre la trashumancia en el Mediterráneo. Son unas sesenta fotos de fotógrafos profesionales de Marruecos, Túnez, Grecia, Turquía y el Líbano sobre distintos tipos de trahumancias de ovejas, camellos, vacas, caballos. Se añaden dos temas monográficos, ambos espléndidos, de España, uno de Gemma Arrugaeta genérico sobre "Pastoreo y trashumancia" y otro de Raúl Moreno sobre "vaqueros trashumantes". Las explicaciones, muy instructivas (aunque ya podían editar un pequeño catálogo) inciden especialmente en los aspectos científicos, ecológicos e industriales de la actividad. Pero las fotos son sobre todo arte en la naturaleza, a lo mejor ese momento cuando "la naturaleza imita el arte", de Wilde.

La trashumancia probablemente sea anterior a la revolución neolítica, ya que se trata de una forma de nomadismo, una de trayecto fijo; pero trayecto. En España forja partes de la nación desde antes de los tiempos de los celtíberos. Los 120.000 kilómetros de cañadas, cordeles, veredas, que surcan la península ibérica son a veces la planta de las calzadas romanas, algunas en uso hoy día, como la posteriormente llamada vía de la plata, desde Extremadura hasta los montes leoneses y más allá por donde viajaba el metal de América. Esos desplazamientos periódicos de cientos de kilómetros con los ganados dejaron, sí, un rastro ecológico y otro cultural riquísimo: las ventas, las majadas, las fiestas, las costumbres, los cantares e historias de zagales y zagalas, los canales, los abrevaderos, prendieron en la cultura a lo largo de los siglos. Añádase que la actividad llegó a ser políticamente dominante puesto que, estando la península dividida en dos entre moros y cristianos, las tierras de la frontera no ofrecían seguridad para la agricultura y solo podían explotarlas los ganaderos. Esto se institucionalizó cuando Alfonso X el Sabio creó el Honrado Concejo de la Mesta de Pastores en 1273, con lo que la Mesta debe de ser el gremio más antiguo de Europa. Y, en España, casi un Estado dentro del Estado, hasta su abolición en el siglo XIX y una actividad que, en su enfrentamiento con la agricultura, condicionó el desarrollo del país.

La Mesta sucumbió en el siglo XIX, pero no a la ley, sino al ferrocarril. La actividad había cambiado de signo mercantil. El ganado se transportaba en vagones. Los ferrocarriles habían venido a cerrar el pasado y abrir el futuro. O eso creían los ingenieros e industriales hasta que, a la vuelta de unos años, la trashumancia empezó a hacerse por carretera, en camiones ganaderos. Las cañadas se han reducido y estrechado, pero se han hecho mucho más rápidas. Aún así, el desplazamiento a pie siguió siendo mayoritario hasta mediados del siglo XX. El pasado se resistía a morir. No morirá nunca, salvo con la especie, que es trashumante. De hecho, trashumar es cambiar de humus, de suelo. Si no somos de donde nacemos sino de donde pacemos y hoy se pace aquí y mañana allí, no somos de lado alguno. Más al fondo oscuro de las cosas si el mismo término de hombre, homo, viniera del humus latino, cuestión que Corominas reputa prudentemente de "las más oscuras de la lingüística indoeuropea" y fuéramos menos prudentes, diríase que la trashumancia es la forma por la que el hombre cambia de sí mismo. La trashumancia es la vida. Aunque queramos olvidarla y darla por cerrada o "conquistada". Somos lo que fuimos. Y más cosas, claro. Pero, sobre todo, lo que fuimos.

La presión de avance de la técnica nos incita a lo dicho: olvidarnos del pasado, que es lo que nos explica, para obsesionarnos con el futuro. Pero, como el hombre es más cosas, además de humus, esa misma técnica pone en sus manos no solo la posibilidad de olvidar el pasado, sino de volver sobre él y destruirlo, hacerlo desaparecer, para negar su existencia. Esos bulldozers que han arrasado la antiquísima ciudad asiria de Nemrod, así llamada desde los tiempos bíblicos con el nombre del rey al que se atribuye la torre de Babel, van dirigidos contra el pasado de los mismos que ciegamente los manejan y no por soberbia técnica, sino por fanatismo religioso. La ciudad era mucho más antigua, su primitivo nombre en escritura cuneiforme parece haber sido "Levekh" y fue capital del Imperio neoasirio durante muchos siglos. De ella proceden los famosos toros alados que pueden contemplarse en Londres, París y Chicago. En ella había zigurats. Con todo han arrasado los del ISIL que también han destruido los antiquísimos fondos de la biblioteca de Mosul. Quemar bibliotecas, destruir monumentos, enterrar sabios vivos, derribar estatuas, arrasar ciudades. Los hombres han hecho mucho más por destruirse ellos mismos que todas las demás fuerzas de la naturaleza juntas. Iba a poner ciegas, pero ciegas son todas.

En fin, que la trashumancia es importante y la exposición está muy bien.

divendres, 6 de març del 2015

La princesa está contenta.

¿Qué tendrá la princesa? Sencillo, una promesa de que en unos días podrá vestirse un lujoso trajecito y ser el centro de la atención en una ceremonia que no entiende ni puede entender, pero que le han dicho que es muy importante. Y, como se lo han dicho sus padres, en quienes ella confía ciegamente, como buena hija, no duda de que lo será. Sea lo que sea, la culpa no será suya.
 
Va a integrarse ya totalmente en una secta religiosa en la que ingresó en el bautizo y la comunión, dos ceremonias que oficiaron por ella pues ella no tenía uso de razón ni libre albedrío. Por primera vez en su vida va a recibir en su cuerpo la carne y la sangre de su Dios bajo la forma milagrosa de una hostia consagrada. ¿Y quién ha metido estas estupideces en su cabeza?  Obviamente sus padres, en uso de su derecho paterno que no es tan bestia como el de la familia romana (cuyo pater podía vender un hijo como esclavo, por ejemplo), pero tampoco se le aleja mucho porque si vender como esclavo un hijo está mal, esclavizarlo espiritualmente a la estupidez para siempre incluso puede ser peor. Pero tienen derecho. Allá ellos con su conciencia, si es que la tienen y no se la administra el cura de turno. Como si quieren educar a sus hijos en la fe de Krishna o en la mormónica o en las prácticas vegetarianas o nudistas. Nada que objetar.

Pero estos padres no son unos padres cualquiera, sino los reyes de España. Lo que ellos hacen tiene una extraordinaria repercusión. La prueba es que una noticia que afecta a su hija es noticia antes de ser noticia, para regalo de las publicaciones de los infragéneros del corazón y prensa lacaya en general. Los reyes son pieza esencial del poderoso engranaje del  abuso y secular opresión de la oligarquía nacionalcatólica española sobre este triste pueblo, que todavía no ha conseguido liberarse de estos parásitos a pesar de haberlo intentado un par de veces. Es el círculo vicioso del atraso español: gobiernan los curas porque los gobernados quieren. Parece mentira, pero es así.
 
En un Estado aconfesional, el Jefe del Estado es muy libre de practicar un culto u otro o ninguno. Pero no como Jefe del Estado, sino como ciudadanos privados, Felipe y Letizia. Pero insistir en que este sea así no solo es iluso sino hasta un poco ridículo. Imposible evitar que en una sociedad mediática deje de funcionar el negocio de la publicidad y la propaganda sobre el que la Iglesia ha montado siempre el suyo: la ostentación, el lujo, el boato. Dios está con nosotros y el Rey nos obedece. Y la prueba la tienen ustedes en el Boletín Oficial del Estado (esa muestra de la racionalidad moderna) en el que un ministro del Rey ordena a los españoles que crean que su dios ha creado el universo, entre otras necedades.
 
Ignoro lo que pensará esta pareja pero, según todos los indicios, nada. Lo suyo es representar un papel, dejarse llevar por razones y criterios ajenos, carecer de propios. Adaptarse a lo que les dicen y hacer y decir lo que les ordenan en nombre de una interés superior de España que no existe ni ha existido nunca porque esta oligarquía de chupacirios, explotadores y vendepatrias jamás se ha ocupado para nada del bienestar, los derechos y las libertades del pueblo.

dissabte, 28 de febrer del 2015

Mosul y el B.O.E.


De acuerdo con una interpretación estricta del libro santo, ese que las tres religiones más sanguinarias dicen seguir, la Biblia, los seres humanos no podemos representar en imágenes nuestras propias creencias. Es absurdo prohibir que sea físicamente visible lo que se empeñan en hacer mentalmente dominante: puedes creer un dios, imaginártelo en tu interior, pero no representarlo. Puedes rezar a tu dios y hablar con él en tu fuero íntimo, pero no pronunciar su nombre. De lo contrario, vienen los "verdaderos creyentes" con mazas y te abren la cabeza a ti y a tus criaturas. O te degüellan. O te queman vivo. Las tres religiones del Libro, mosaica, cristiana y musulmana, repletas de "verdaderos creyentes" son iconoclastas. La mosaica y la musulmana o ojos cerrados. Bien cerrados. La cristiana, más contagiada del mundo pecaminoso y las hechuras del diablo, oscila. Ha habido momentos iconoclastas y momentos iconográficos. Las distintas denominaciones protestantes tienden más a la iconoclastia, son más puritanas y austeras. No llegan ni de lejos al frenesí destructor de los bárbaros islámicos actuales, pero tampoco son el carrusel de estampitas de colores en que se ha convertido el catolicismo.

El mundo entero asiste pasmado a la exhibición de barbarie de los combatientes del ISIS cuando destruyen tesoros artísticos y bibliográficos incalculables que son patrimonio de todos, de la humanidad. Se ve cómo utilizan mazas y martillos eléctricos para facilitarse la tarea. Ni se les pasa por la cabeza que, si pueden utilizar estos medios es, precisamente, gracias al espíritu que llevó a conservar las estatuas. Para ser lógicos con sus creencias estos fanáticos debieran destruir el mármol con los dientes. Pero pedir lógica a tan feroces brutos es como pedírsela a las brutos nobles que, sin embargo, tienen mucha más.  

Quienes se duelen de estos espectáculos, ponen el grito en el cielo por tanta barbarie y piden que se detenga en nombre del arte, la tolerancia, la cultura y la civilización lo hacen mojando un croissant en el café mientras leen en la prensa que el Boletín Oficial del Estado de su país del 24 de febrero de este año contiene la Resolución de 11 de febrero de 2015, de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial, por la que se publica el currículo de la enseñanza de Religión Católica de la Educación Primaria y de la Educación Secundaria Obligatoria. Una resolución en la que, entre otras estupideces, se lee que:

No obstante, el ser humano pretende apropiarse del don de Dios prescindiendo de Él. En esto consiste el pecado. Este rechazo de Dios tiene como consecuencia en el ser humano la imposibilidad de ser feliz. Dado que su naturaleza está hecha para el bien, su experiencia de mal y de límite le hace añorar la plenitud que él no puede darse por sí mismo y busca de algún modo restablecer la relación con Dios. Esta necesidad del bien, el deseo de Infinito que caracteriza al ser humano se expresa en las religiones como búsqueda del Misterio.

Interpretación sin necesidad de grandes conocimientos de hermenéutica: que no está el horno para los deliciosos bollos de Mosul y que, por obra del sempiterno maligno, hoy no es posible imponer la religión católica a base de torturas y martillazos, no se puede quemar vivos a los herejes y no es posible prohibir que la gente piense, hable, escriba, pinte con un grado de libertad que, sin ser completo, resulta insoportable para los curas y sus monaguillos en el gobierno.

Pero no tenga nadie duda de que, si pudieran, estos nacionalcatólicos de rezo público, sucia conciencia y vicio privado, quemarían un buen puñado de libros y, de echarles mano, también a su autores.
 
De momento ya tienen publicado en el Boletín Oficial del Estado (sí, ese Estado secularizado, no confesional, de derecho, "desmitificado", burocrático, racional, blablabla), su programa de mano para imbuir en el tierno cerebro de los niños sus desvaríos de secta alucinada. Esa es una conquista que nadie ya podrá reñir al señor Wert, una pica en Flandes para contar a las generaciones venideras. Aquí empieza la recristianización de España, que pide a gritos el cura Rouco Varela desde su franciscana celda en un ático de 370 metros cuadrados en Bailén. De momento viene como asignatura no obligatoria pero evaluable. Parece poca cosa. Jesús nació en un pesebre y, ya se ve en dónde está ahora. La fe renació en un peñasco en Covadonga, pero reconquistó España. La verdadera religión de los auténticos españoles saldrá de esta norma esclarecida del BOE, aportación típicamente hispana a la tradición occidental de las luces y la Ilustración. Trento resucitado. Y a todo esto irá unido por los siglos de los siglos el nombre de esa lumbrera, antiguo tertuliano "progre" de la SER, Wert.
 
Nada me extrañaría que, antes del fin de la legislatura, su compañero de mesa, el pío Fernández Díaz, propusiera su beatificación y una medalla pensionada de la Virgen del Perpetuo Mohín.
 
 

dilluns, 23 de febrer del 2015

Las corrupciones, II.

Antes de nada un matiz a los amigos de eldiario.es a cuenta del titular. El coste de la reforma del medio millón de euros del ático de Rouco no recae sobre la Iglesia sino sobre los contribuyentes, que somos quienes pagamos esta vida de lujo asiático porque nos sobra el dinero. La Iglesia se financia casi en su totalidad directamente con transferencias netas de dineros públicos e indirectamente por sus privilegios fiscales.

Al asunto en sí y tratado en modo civil. Luego vamos al espiritual. Monseñor okupa Rouco Varela se muda a un ático de 370 metros cuadrados, seis dormitorios, cuatro WCs, en la calle Bailén, pegando al arzobispado, con una vista de ensueño, con un cuerpo de casa compuesto por dos monjas y un cura. Se hace uno una idea. Pero se puede completar yendo a idealista.com y buscando algo parecido. Aquí está. Ático de 470 metros cuadrados en el mismo sitio por 2.100.000 euros. Son 100 metros cuadrados más. Bajen el precio a 1.800.000 porque el de Rouco tiene mejores vistas y, además, no vamos a reñir por calderilla. Merece la pena verlo. Tiene gimnasio y una biblioteca que parece de Oxford. No está mal para un jubilado forzoso que quiere seguir vigilando la recristianización de España y necesita un lugar acorde a su importancia.

Además, córcholis, lo mismo hizo SS. Benedicto XVI, retirado como está a un palacio de dos plantas al que llaman monasterio Mater Ecclesiae, construido en los años 90 dentro de los jardines del Vaticano, cabe la Fontana dell'Aquilone y regido por clarisas. Y ¿qué decir del arzobispo de Granada, cuestionado por su gestión de los abusos sexuales en su diócesis, que vive como un Boabdil, en un palacio de más de 1.200 metros cuadrados, con Visa oro a cargo del arzobispado y gastos estratosféricos? Si lo hacen Ratzinger y Javier Martinez, ¿por qué no Rouco?
 
El modo espiritual tiene otras facetas. La obvia: hay que ver qué vida se dan los encargados de difundir el mensaje de uno que dicen que nació en un pesebre y siempre estaba de visita porque no tenía domicilio propio. Con estas cosas se enciende el ánimo de las llamadas comunidades de base, compuestas por "auténticos cristianos", indignados por conductas que no creen compatibles con el Evangelio. Estos protestones se sienten hoy respaldados por el Papa Francisco quien, para dar ejemplo, reside en un apartamento de cincuenta metros cuadrados. Sí, es un ejemplo. Cincuenta metros cuadrados. Pero en San Pedro.
 
Y es que hay una contradicción insalvable en el catolicismo. Uno no gestiona una gran empresa ecuménica, con intereses materiales y espirituales en todas partes del planeta desde un pesebre; no confía las relaciones diplomáticas con los poderes de la tierra a los frailes mendicantes; no envía a los de la teología de la liberación a negociar unas u otras medidas legislativas de los gobiernos. Hay que ser alguien en el mundo. Tener un Estado. Con Guardia suiza. Y un banco. O más. Y pisos, casas, tierras, palacios, monumentos, catedrales, iglesias. Y un PIB altísimo, aunque no creo haberlo visto nunca. 
 
Sería ideal que un renacimiento evangélico purificara a la Iglesia de la corrupción. Los cristianos de base hacen bien en esperarlo. Tienen experiencia. También esperan la vuelta del Mesías y, según parece, la resurrección de los muertos. La esperanza es lo último que quedó en la caja de Pandora.
 
Y, mientras esto llega ¿por qué la Iglesia católica, que es una asociación privada, no se financia por sus propios medios? O sea, ¿por qué no cumple lo previsto los Acuerdos vigentes con la Santa Sede?

dilluns, 16 de febrer del 2015

La Iglesia militante.



Con su pompa y boato habituales, la Iglesia católica escenificó el sábado el nombramiento de veinte nuevos cardenales, veinte príncipes de la Iglesia. Un cuadro solemne. ¡Cuánta púrpura! ¡Cuánto color! Los hay de todos los continentes. La Iglesia es ecuménica. Pero el Papa Bergoglio los ha tratado uno a uno, según sus circunstancias personales; algunos han pasado a presbíteros, otros, además, han conservado la diaconía a título presbiteral  pro hac vice, por así decirlo, "a término". La Iglesia cuida de sus hijos, incluso cuando son príncipes para que asciendan en el espíritu sin perder la seguridad del mundo.  Presente estaba el Papa jubilado Ratzinger. Grandioso consistorio. Una imagen de otro mundo.

El Pontífice pronunció una breve homilía militante, casi combativa, y en un lenguaje con copyright, cuando animó a los nuevos purpurados y al resto del colegio cardenalicio a que “no se aíslen en una casta”. Precisamente. Con razón titula el reportaje el autor, Pablo Ordaz, Un Papa contra "la casta". Va a resultar en efecto que hay una afinidad electiva entre Pablo Iglesias y el Papa. Probablemente cuenta el origen argentino de SS. Y no menos que se trate de uno de origen italiano. El grueso de los argentinos son de origen hispano o italiano (con grandes aportaciones de otros pueblos y razas) pero ignoro si hay algún saber convencional acerca de cuál de los dos grupos sea más chanta. Porque escuchar a un Papa decir a los cardenales que no hay que ser una casta produce cierta perplejidad.

¿Y por qué se atribuyen al Papa esas motivaciones reformistas radicales? ¿Por qué se lo teme en los obispados y sacristías? Pues, según parece, porque invoca el nombre y la autoridad de Cristo. El Papa anterior, más dado a lo contemplativo, sobre Cristo teorizaba. Escribió una biografía suya, llena de celestiales consideraciones que Palinuro reseñó en su día allá por 2007, (El Cristo del Papa). Este Papa Bergoglio parece practicar las enseñanzas de Cristo en vez de teorizar sobre ellas. Es curioso que, cuando esto sucede, se arma considerable revuelo, los capelos se erizan, las sotanas se encrespan. Es justo el momento que suelen gozar los cristianos de base, esos fieles descontentos con una Iglesia jerárquica y burocratizada. Creen que, por fin, el Cristo al que el mínimo Francisco seguía, se enseñoreará de su Iglesia. Porque es suya. Que esto lo inste el Papa, animando a la curia a echarse a esos polvorientos caminos, al rescate de los oprimidos, los marginados, los repudiados, los perseguidos, les parece verosímil y muy esperanzador. Los cristianos de base tienen su hogar en la primera de las bienaventuranzas, bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
 
No obstante, la homilía debió ser incendiaria para los purpurados. El español Blázquez regresa a España, firmemente decidido a luchar contra la pederastia en la Iglesia. Solo con que lo haga con la mitad de denuedo que pone el obispo Reich de Alcalá de Henares en luchar contra la homosexualidad en el mundo, los curas pedófilos van a salir si no escaldados, sí aburridos. Denodadas batallas a las que podrá contribuir monseñor Rouco ahora que, para demostrar que no pertenece a casta alguna, acaba de mudarse a un piso de 370 metros cuadrados en Madrid, procedente del palacio episcopal.
 
Terminó el Papa Bergoglio avisando de que el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre. Y lo dijo delante de la copiosa delegación española, compuesta por la vicepresidenta del gobierno, los muy píos ministros de Asuntos Exteriores e Interior y otros ocho altos cargos de un gobierno que acaba de establecer la cadena perpetua, o sea, para siempre. Los españoles siempre más papistas que el Papa, hasta cuando es argentino.
 
Y, por cierto, ¿qué hacían estos gobernantes españoles en la vaticana celebración a cuenta del erario? ¿No es España un Estado aconfesional? Si los señores Sáenz de Santamaría, García Margallo, Fernández Díaz y resto del piadoso séquito querían ir a unos rituales y liturgias de la religión que profesan, que se lo paguen de su bolsillo.  Pero no ha lugar. España sigue siendo un país nacionalcatólico.
 
El más directamente interpelado por la afirmación del Papa de que la Iglesia no condena a nadie para siempre era el ministro Fernández Díaz, a quien los espectadores pudieron contemplar ayer en crueles close ups  en la entrevista con Jordi Évole. No es interesante lo que dijo, que fue la sarta habitual de dislates y falsedades, aunque hubo momentos sublimes, como cuando negó tener previstas multas para quienes fotografiaran a los policías haciendo los trabajos que él les encarga. Lo interesante fue cómo lo dijo, con qué acritud, destemplanza, altanería, obcecación, irritación apenas contenida en un mar de gestos, guiños, tics nerviosos que hacen temer seriamente por el equilibrio anímico del personaje. Este hombre necesita asistencia psiquiátrica inmediata. Se ve que sus continuas plegarias no son remedio suficiente.

dimecres, 4 de febrer del 2015

Un mundo lleno de santos.

José Miguel Marinas (2014) El poder de los santos. Valor político de las imágenes religiosas. Madrid: La Catarata (158 págs.)
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Interesante libro sobre un tema que, no por tratado, pierde interés. Al contrario, lo gana cuando se le aportan nuevos enfoques, cosa inevitable en algo tan vasto a nada que el interpretante peirceano, que Marinas sitúa en el comienzo de este viaje semiótico, tenga algo que decir. Si de decir se trata, el autor trae el zurrón lleno. Y, por cierto, en un estilo muy personal, de notable originalidad, de referencias cruzadas, como al desgaire, que el lector va encontrando aquí y allá como ventanas que se abrieran y cerraran de pasada. Un estilo hecho de complicidades y sugerencias que lo obligan a mantenerse alerta y no dejarse adormecer por una narrativa que, por resultarle quizá familiar, pudiera arrullarlo.

No es una obra de lectura fácil y quienes busquen un  prontuario o vademécum al estilo de los años cristianos o las leyendas áureas en la tradición del bendito Jacopo da Voragine tendran que desistir ya en las primeras páginas. Quienes, al contrario, busquen originalidad, novedad y frescura, verán recompensados sus esfuerzos.

La actitud de la Iglesia cristiana en sus primeros siglos frente al culto a las imágenes fue oscilante entre la iconolatría y la iconoclastia, cuestión decidida finalmente en el Concilio de Nicea (787) que condenó la iconoclastia, uno de los vestigios del monofisismo previamente condenado en el de Calcedonia (451). Desde entonces hasta hoy, la Iglesia ha ido acumulando santos de los que se cuentan actualmente, según Marinas, unos 10.000 (p. 41), lo cual implica un inmenso caudal iconológico al que podrían dedicar sus vidas, de hecho así sucede, cientos de hagiógrafos  pero también investigadores con un espíritu secular, como el autor de la obra, en diálogo con las cuestiones mundanas o, más exactamente, políticas. No es que sea un tratado sobre la relación entre el poder (y, por ende, el conflicto político) y los santos, pero se le acerca. Marinas se detiene especialmente en cinco aspectos del tema: los patronos, las reliquias, los niños jesuses, el corazón de Jesús y la historia de Cristo Rey y la cuestión de la religión y el consumo.

Tratándose de la relación entre imágenes religiosas y políticas, la referencia a los patronos es obligada. En Occidente todos los Estados aparecen amparados por alguna potencia celestial: España, Santiago Apóstol; Francia, San Luis; Alemania, el arcángel San Miguel; Inglaterra, San Jorge, como Cataluña, etc. Si alguien señala que los Estados Unidos no tienen santo patrón, debe recordar que  con una hybris que muchos considerarán típicamente americana, el país se sitúa bajo la protección de Dios mismo, patrón de patronos. Así queda reflejado en el emblema de los billetes de dólar, In God we Trust. Poner la moneda bajo la protección del Dios tiene su tela. Incidentalmente, la autora de culto neoliberal, Ayn Rand, atea neitzscheana y militante, se hizo enterrar poniendo en la lápida como imagen, un dólar en lugar del habitual crucifijo o el sagrado corazón en llamas o el compás masónico. No debió de ocurrirsele que, al poner el dólar, estaba situándose bajo el amparo del Dios que rechazaba.

Quien dice Estados, naciones, dice jerarquías, organizaciones, cauces del poder en todas sus manifestaciones. Biopoder. Los santos patronos se multiplican. Marinas se detiene aquí y allá en algunos para nuestro solaz. Santa Bárbara, patrona de los mineros  (p. 45) cuya leyenda, por cierto, trae a la memoria la de Dánae, aunque obviamente con muy distinto alcance.  San José, patrono de los carpinteros. Santa Apolonia, de los dentistas, relación de patronazgo derivada más de su condición de paciente que de profesional. Cosme y Damián, de los médicos, que no en balde la dinastía dominante en Florencia, se llamaba de los Medici, razón por la cual abundaban los Comes y Damianes.
 
De los santos, sus huellas y las más frecuentes, las reliquias. Al autor le falta tiempo para reconocerlas como fetiches y recordar la audacia de Karl Marx en su tratamiento del fetichismo de la mercancía (p 53), una expresión que no ha hecho sino mostrarse más y más pertinente con el paso del tiempo, aunque moleste reconocerlo, por la fuerza que tiene para explicar comportamientos colectivos cotidianos. Basta ver la moda de la marcas. Su equivalente individual procede del uso freudiano también mencionado por Marinas, aunque no hasta sus últimas consecuencias, que no pueden ser sino conjeturales. Pero muy reales. Una visión a lo diablo cojuelo de Vélez de Guevara, de lo que las apariencias ocultan a la vista, nos mostraría la importancia del fetichismo en las relaciones humanas, sobre todo las relaciones de poder, que tantos aspectos sadomasoquistas muestran.  El genocida Francisco Franco se hacía acompañar a todas partes, al parecer, por el brazo incorrupto de Santa Teresa. Hace falta estar literalmente para los cochinos para hacer algo así.

Las reliquias están en el corazón mismo de la simonía y otras prácticas nefandas de la Iglesia que acabaron produciendo la Reforma. Al ser su compraventa lucrativo negocio, era lógico que acabaran acumulándose e inundando los mercados por la misma razón por la que hoy no hay vendedor callejero que no te ofrezca un nummulites de cincuenta millones de años por dos cuartos. En algunos casos, la acumulación, a diferencia de lo que sucede con los fósiles, efectivamente muy comunes, mueve a risa por su naturaleza misma. Es imposible determinar cuántos santos prepucios andan rodando por las iglesias de Europa y América y, en cuanto a las reliquias de la Crucifixión, los trozos de madera de la cruz, el lignum crucis (p. 81), Eça de Queiroz, creo recordar, aseguraba que se podría llenar un navío con ellos.

El capítulo dedicado a los niños jesuses es un verdadero hallazgo porque no suele tener tratamiento iconográfico independiente fuera de la imagen habitual de la Virgen con el Niño, que domina toda la imagineria católica hasta el día de hoy. Sin embargo el niño aislado, independiente, como adelanto o personificación diminuta del Cristo adulto, el pastorcito que aparece ya en las imágenes más edulcoradas de Murillo, tiene una gran importancia en el  mundo católico y un destinatario muy claro en la familia cristiana (p. 83).

El Niño Jesús goza de amplísimo arraigo en la cultura popular por razones evidentes que, por cierto, también están oscuramente relacionadas con el fetichismo si bien este crítico no quiere ser malévolo y remite sinceramente a la recomendación de San Mateo de hacerse como niños para entrar en el reino de los cielos. Entre tanto, aquí en la tierra, las devociones infantiles son numerosísimas y están llenas de ejemplaridades. El autor detecta  y comenta el santo Niño de Atocha en España y América, el Niño Cebú en Filipinas, el Divino Niño en Colombia, el Niño Jesús Cieguito, el Niño Jesús Doctor o el Niño Jesús Cubanito, una verdadera legión celestial que tiene el limbo en ascuas.

Más político y militar (o militar a fuer de político) es el capítulo sobre la devoción al corazón de Jesús, un legisigno peirceano (p. 117), cuya devoción se inicia con su aparición y mandato a Santa Margarita de Alacoque (p. 121) a la que hizo portentosas revelaciones. Milagroso, sí, pero, aunque parezca contradictorio, muy lógico y de esperar, teniendo en cuenta que el confesor de Margarita era San Claudio de la Colombière, perteneciente a la Compañía de Jesús y que venera en grado sumo el corazón de aquel a cuya defensa se ha consagrado.

Si el Corazón de Jesús es el símbolo de la orden religiosa con espíritu militar consagrada a su mayor gloria, lo natural era que, de pura víscera, pasara  a configurarse como Cristo Rey, a quien todos los creyentes y poderes de la Tierra deben someterse, como quiere la disparatada encíclica Quas Primas, de aquel fanático, Pío XI, según la cual "el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no solo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes" (. p. 131). De este dislate teocrático derivan directamente la estatua de Cristo Rey del cerro Cubilete en Guanajuato, México y la del cerro de los Ángeles en Madrid, que para tanta leyenda ha dado (p. 126). Así que si a alguien ha llamado la atención el grado de imbecilidad y barbarie que exhiben los llamados "guerrilleros de Cristo Rey" o "legionarios de Cristo Rey", ya sabe a dónde mirar.

El último capítulo, quizá el menos trabajado y un poco escrito a vuelapluma sobre un tema que carece de límites como es lo santo y el consumo (con nuevos ecos fetichistas) tiene, sin embargo, un muy feliz acierto al traer al recuerdo esa extraña reliquia que es el autoicono de Jeremy Bentham, conservado en una vitrina en el University College de Londres (p. 150), algo parecido a la idea de la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética de preservar para la posteridad la momia de Lenin en la Plaza Roja, convertido en lugar de respeto, culto y peregrinación de los rusos, lo que le da ese uso de "mercado de lo santo" (p. 155) si bien, al tratarse del revolucionario marxista, firme defensor del materialismo, el asunto tiene su ironía.

Un libro erudito, a veces difícil, pero muy interesante.