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dilluns, 2 de maig del 2011

Eppur si muore.

Actualización a las 11:30.

Obama contra Osama o cómo el orgullo herido de una poderosa nación se toma la revancha. "Los Estados Unidos" -dice Obama- "han matado a Ben Laden". EEUU, no un comando de 40 personas al estilo de Misión imposible. Hollywood estará ya preparando la correspondiente peli pues nada puede darse por real hoy si no pasa al cine. Y hay que reconocer que, despues de casi tres años de crisis económica, con el agua al cuello, la sufrida población planetaria se merecía algún espectáculo enardecedor.

¿Y es real? Este tipo de acontecimientos son el suelo en que crecen las más salvajes teorías conspirativas. Todavía hay gente que cree que a John Kennedy lo mató el FBI, que las torres gemelas las reventaron los Bush, que el 11-M lo hizo ETA y que el Rey Arthur descansa en Avalon en espera de su vuelta. No ayuda nada que los gringos hayan arrojado el cuerpo en el mar, al estilo rioplatense. Si no han conservado pruebas irrefutables se encenderán mil hipótesis conspirativas. Dicen los estadounidenses que no querían enterrarlo por evitar que se creara un santuario de peregrinación, pero ahora cualquier orate con un Kalashnikov puede ir por el mundo diciendo que es Osama Ben Laden y alguno será peligroso.

La muerte del capo deja cojo el esquema maniqueo del mundo contemporáneo: hundido el comunismo y muerto Osama, el polo del Bien (los EEUU y sus aliados/vasallos) ya no tiene nada enfrente; el polo del Mal se ha extinguido. Habrá que crear otro cuanto antes y será difícil que dé tanto juego mediático como dio le feu Ben Laden, que Alá conserve junto a sí por los siglos de los siglos.

(La imagen es una foto de POPOEVER, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 28 de març del 2011

ETA y Libia.

La incapacidad de cierta izquierda (esa que se considera verdadera o transformadora sin que en treinta años haya conseguido transformar algo relevante como no sea su nombre) para calibrar objetivamente el resultado de sus propuestas solo es comparable a su afición a culpar a los demás de sus propios fracasos. En el asunto impropiamente llamado de la cuestión vasca dicha izquierda se ha opuesto a todo: a la Ley de Partidos Políticos, a las sucesivas ilegalizaciones de las sucesivas siglas de la izquierda abertzale, a las instrucciones del juez Garzón, a la última ilegalización de Sortu, a la exclusiva lucha policial y judicial contra ETA..., a todo. El mismo Palinuro lo ha hecho en alguna ocasión. Y siempre con dos argumentos: a) las medidas a las que se opone son contrarias al Estado de derecho y la democracia en España y b) sólo contribuirán a prolongar la violencia, el terrorismo, el sufrimiento.

El balance, sin embargo es al revés: a) el Estado de derecho y la democracia en España no están especialmente mal o, cuando menos, no peor que si las tales medidas no se hubieran tomado; y b) jamás hemos visto tan cercano el fin de ETA. ¿Servirá esto de algo? Probablemente no porque el discurso político es voluntarista y está vacunado contra el virus de la realidad.

Ahora, con el nuevo comunicado de ETA sobre la verificación internacional del alto el fuego, volverán a alzarse voces pidiendo que se haga caso a la banda, atacando la intransigencia de las autoridades españolas y llamando "fascistas" (o poco menos) a los sociatas españoles. Pero ¿cuál es la lectura de los últimos hechos? SORTU está ilegalizado y ETA, en lugar de romper la tregua unilateral y cometer algún atentado, emite otro comunicado. Sin embargo, las cosas no están mejor que hace veinte años: Euskal Herria sigue tan sometida a los Estados español y francés como antes; Navarra, por su cuenta; la autonomía de Euskadi cabe en un estatuto; la izquierda abertzale sigue fuera de las instituciones; ella misma, ETA, no levanta cabeza; y la Comunidad Autónoma Vasca está gobernada por una coalición de hecho de los dos partidos españolistas. Hace veinte años esto hubiera sido un rosario de bombas; ahora es un rosario de comunicados a cada cual más ovejuno, con un sonido que recuerda el adagio final de la Sinfonía del adiós de Haydn. ETA se deshace y al final sólo van a quedar el que da las órdenes y el concertino.

Cuando vea que no hay comisión ni verificación internacional, ETA tendrá que soltar otro comunicado más aporético aun: uno a medio camino entre la situación del momento y la que es inevitable, esto es, la entrega de las armas. A este deseable resultado la izquierda no habrá contribuido gran cosa, por no decir nada.

Pues no importa, está dispuesta a repetir el patinazo con la guerra de Libia. El domingo desempolvó los viejos carteles del ¡No a la guerra!, se echó bravamente a la calle... y se quedó sola. Es posible que esta guerra de Libia no despierte entusiasmos, no es frecuente que las guerras lo hagan. Pero no suscita oposición. La gente tiene más sentido común y flexibilidad que la izquierda. ¿No a la guerra? Bueno, depende, hay que pararse a pensar un poco y no tomarse el enunciado como un dogma. Porque hay guerras y guerras y no todas son iguales.

Una guerra por mandato de la ONU para librar a un pueblo de la vesania de un tirano dispuesto a masacrarlo no es lo mismo que otra a espaldas de la ONU y de pillaje para apropiarse los recursos de otro país. Eso es tan obvio que hasta la izquierda lo entiende, aunque no le guste reconocerlo. Ella cree tener una crítica, una objeción más poderosa: ese tirano demente era nuestro amigo y fiel aliado hasta ayer. ¿Con qué legitimidad moral le hacemos ahora la guerra? Obviamente, con toda. Tardía pero toda. De momento, aprovechemos la ocasión para derrocar al tirano y ver si se consigue que los libios se organicen autónomamente. Luego ya llegará el momento de señalar con el dedo a quienes se daban el pico con Gadafi.

Pues no señor: es ¡No a la guerra! sin más. Con esa absurda contundencia con que en cierta ocasión escuché a un izquierdista clamando que él, en las guerras, estaba siempre del lado del perdedor. Lo cual lo ponía del lado de los nazis en la segunda guerra mundial, un sitio extraño para uno de izquierda.

Lo que sucede es que en buena medida ese tremolar del ¡No a la guerra! viene bien para alimentar el gusanillo del principio de la identidad propia: cargar contra el PSOE por traidor, neoliberal, belicista, imperialista. En estas cosas se nota quién es la verdadera izquierda; en estas y en que no la apoya prácticamente nadie, cuestión que en una democracia tiene su aquel.

(La segunda imagen es una foto de B. R. Q., bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 22 de març del 2011

Es imposible comprender una guerra.

Para no repetir eso tan manido de que la primera víctima de una guerra es la verdad, lo diré de forma más suave, más susceptible de debate: la guerra es siempre confusión. Aparte de la que se genera por sí en todo conflicto armado en que las actividades cotidianas se interrumpen y la vida se altera, está la confusión que generan a propósito los combatientes. Pues es el abc de la guerra que al enemigo hay que engañarlo. Dado que el enemigo hace lo mismo, el resultado sólo puede ser la confusión y el caos. Confusión y caos a los que ayudan mucho los que saben de buena tinta cuáles son las verdaderas razones de los combatientes. Los que se las saben todas, vamos.

Pero al mismo tiempo, en medio de esa confusión y caos se crean situaciones reales que afectan a seres humanos concretos. La foto es de un campo de refugiados de la ONU en la frontera de Libia con Túnez a primeros de marzo. Hay decenas de miles de inmigrantes de Túnez, de Bangladesh, de Egipto, que huyen de la guerra líbica. ¿Quién explica a uno de esos refugiados que tiene que hacer cola para comer y dormir en una tienda de campaña qué está pasando en Libia? ¿Qué está pasándole a él, precisamente a él?

La guerra es una cuestión política cien por cien. Las pelean militares pero las deciden políticos. Y política es su interpretación. En España, para la derecha, la guerra de Libia es como la del Irak, dígase lo que se diga en sentido contrario. Se justifica así la decisión de las Azores y se deja al gobierno como traidor entonces y seguidista hoy. Para la izquierda la situación es la misma sólo que es ahora cuando se juzga que el gobierno es traidor porque traiciona el "No a la guerra" de 2003. Quizá el último renuncio que quedaba por hacer a Zapatero, tras haber abandonado más o menos sus políticas progresistas, laicas, sociales, de igualdad. Quiso ser Prometeo que traía el fuego a los españoles y se quedó en Epimeteo, el marido de Pandora.

En este mundo de ahora, ¿alguien ha conseguido alguna vez parar una guerra? Sólo los bolcheviques en la Paz de Brest-Litovsk de 1918 y porque tenían que concentrarse en la guerra civil en casa. Una vez que se ponen en marcha las guerras son imparables y sólo terminan por rendición de una de las partes o negociación, que suele ser el otro nombre de la rendición.

Los combatientes viven en esa confusión y se aprovechan de ella. Gadafi ha desaparecido, al estilo Sadam Husein y ya habla por la tele pero sin imagen suya, lo cual quizá no sea tan poco recomendable entre los árabes que son iconófobos. Además ha politizado extraordinariamente su propaganda de guerra, volviendo al lenguaje de lucha de liberación nacional contra el imperialismo y ha llamado exprofeso a la comunidad arábiga y la islámica. Quiere tocar el corazón de la izquierda occidental. Pero lo tiene muy crudo. Con respecto a la comunidad étnica y religiosa no hay nada que hacer porque la Liga Árabe respalda la acción militar occidental. En cuanto al izquierdismo, por muchas que sean sus ganas a sus respectivos gobiernos, nadie puede admitir un poder personal de cuarenta y dos años, tiránico, probablemente hereditario, corrupto y servil. Gadafi, en el colmo de la confusión, cree que puede extender la guerra sin darse cuenta de que no hay guerra porque el enemigo está fuera del alcance de sus armas. Ya Napoleón decía que el poder llega allí donde llega el poder de las armas. O sea que la Libia de Gadafi es casi impotente.

Por último ese pintoresco batiburrillo que es la alianza occidental, una vez conseguido el primer éxito bombardeando objetivos estratégicos, se apresta a hacer eso que la Unión Europea hace también magistralmente: debatir en sesiones interminables. Hay una petición italiana, probablemente secundada por los EEUU, de que la OTAN se haga cargo de la operación porque en una guerra el mando debe ser único. Pero esta petición tan lógica puede retrasarse porque hay diferentes proyectos políticos en juego. Da la impresión de que los franceses y los ingleses viven una especie de nostalgia imperial y se consideran las metrópolis del viejo imperio arábigo, aunque con excepción de Libia, que fue italiana. Cuando se juntan Inglaterra y Francia y los árabes vienen a la memoria Lawrence de Arabia, Paul Nizan, Rimbaud en Adén tratando de hacerse rico.

En todo caso lo han tomado como una cuestión europea. Hasta los EEUU hablan de dejar paso a otro mando. Y Putin, con fina ironía eslava, dice que se trata de una cruzada. Algo de eso hay.

Y, por cierto, el del diálogo de las civilizaciones es el primero que se ha montado en un F-18. Otra cosa es lo que haga ahí arriba. Parece que poco.

(La imagen es una foto de B.R.Q., bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 21 de març del 2011

El negocio de la guerra.

Esta guerra de Libia, como todas, tiene partidarios y detractores, así como detractores que son partidarios y partidarios que son detractores. La guerra suele confundir bastante el juicio. Los partidarios hablan de guerra justa. Los detractores dicen que no hay guerra justa alguna salvo la de legítima defensa.

La cuestión es que el terreno de las ideas es resbaladizo. Los teóricos postmodernos del derecho internacional sostienen que hay un derecho y un deber de injerencia cuando se violen derechos humanos. Es decir, cabe entender esta injerencia como un caso de legítima defensa en cierto modo ampliada. Los críticos dicen reconocer este punto de vista pero señalan que no siempre se aplica sino según los intereses de Occidente. Lo cual puede ser cierto, pero no es un argumento en contra del principio de extensión de la legítima defensa, sino en contra de quienes no lo aplican.

El juicio moral de las guerras está siempre indeciso hasta que se terminan. Luego ya se ocupa el vencedor de explicar el sentido de la contienda. Mientras esto sucede, se puede analizar el asunto desde una perspectiva más práctica como es la económica que responde a la clásica pregunta de ¿a quién beneficia? Desde luego los más obvios beneficiarios son los fabricantes de armamento. Supongo que los fabricantes de carros de combate estadounidenses, franceses, etc estarán encantados de ver cómo sus aviones y sus misiles, vendidos a los gobiernos humanitarios, revientan sus carros ya que Gadafi se los compró a ellos que ahora tendrán que sustituirlos. Un negocio.

También estarán encantados los fabricantes de todo lo demás. Una guerra no solo destruye armas, destruye todo lo que encuentra, viviendas, monumentos, infraestructuras, agricultura, ganadería y todo eso hay que reconstruirlo luego. La perversión del asunto quiere que, si se alegran los fabricantes, se alegren los que trabajan en sus fábricas porque así tienen más trabajo y ganan más, según el acreditado efecto llamado de spill over, o sea, la pedrea de los trabajadores, que también se llevan su tajada. Más negocio. El capitalismo es destrucción que no solamente atenta contra el medio ambiente sino contra sí mismo como sistema. La guerra es un concepto económico. Basta con recordar los cálculos que hacía uno de aquellos buitres de la administración de Bush sobre los negocios de la reconstrucción del país que iban a "liberar" o machacar, según se mire.

Por supuesto los occidentales van a lo suyo, a controlar el petróleo y el gas y lo disfrazan invocando principios de libertad del pueblo libio, como si el pueblo libio estuviera ahora peor que hace veinte años, sojuzgado por un déspota terrorista que, sin embargo, dejó de ser terrorista unos años después, previo pago de certificado de buena conducta, que estos tipos todo lo compran precisamente porque otros, o sea nosotros, todo lo vendemos. Hasta la limpieza de sangre civil. ¿Fuiste terrorista en tus años mozos? No importa; paga una pastuqui y cátate ahí convertido en un flamante miembro de la comunidad de naciones civilizadas.

Gadafi, obviamente, también va a lo suyo que no es expoliar sino conservar y acrecentar lo expoliado. Para él la guerra sólo será negocio si la gana. Le ha venido impuesta por haber recurrido a la violencia, incluso la militar, en contra de unos opositores que empezaron como los demás árabes pero se fueron radicalizando al ver que el poder sólo sabía reprimir. Aquí las discrepancias se dan en la motivación última de tales opositores sublevados. Para unos serán agentes pagados por las potencias occidentales y para otros genuinos representantes de la voluntad popular, el pueblo en armas. ¡Ah, no! El pueblo en armas es el de Gadafi, que las ha repartido entre la población. He aquí la prueba de su apoyo popular. Sin embargo sus tropas se retiran de Bengasi sin que la población se le haya unido, prueba de su falta de apoyo popular. Obviamente el negocio de la guerra para Gadafi y los suyos es la oportunidad de legitimar su poder.

Pero todo eso está ahora en el aire. Puede que se haya hecho lo que era preciso hacer. Pero algo es seguro, sin embargo, las guerras son negocio para todos excepto para aquellos en cuyo nombre se hacen y quienes mueren en ellas, que suelen coincidir.

(La imagen es una foto de B.R.Q., bajo licencia de Creative Commons y representa el dormitorio de la residencia de Gadafi en el aeropuerto de Bengasi).

diumenge, 20 de març del 2011

La política por otros medios: la guerra.

Los Estados Unidos y buena parte de la Unión Europea, en una apresurada coalición de términos inciertos, estamos en guerra con un régimen que lleva cuarenta y dos años rigiendo Libia. Estamos por decisión de último momento del Consejo de Seguridad de la ONU (y ya va siendo hora de replantearse la reforma de ese Consejo) con lo que sobran todas las comparaciones con el acto de agresión ilegal que se cometió en el Irak. Aunque a quienes las hacen da igual que sean o no razonables porque lo que buscan es justificar la tropelía pasada como sea. Por cierto, siempre en esta línea de preparativos políticos de la guerra, la dicha coalición cuenta también con el visto bueno de la Liga Árabe que avala las operaciones militares contra la Jamahiriya Árabe Socialista.

Del otro lado, el de Gadafi, la guerra ha condicionado desde el principio la política. El alto el fuego decretado a raíz de la resolución del Consejo de Seguridad era un señuelo para ganar tiempo y tratar de asestar el golpe definitivo a los rebeldes tomando Bengasi. Era una estratagema. Al no funcionar, Gadafi se apresta al combate volviendo a un lenguaje político de los años sesenta, el de las luchas de liberación nacional. Califica el ataque de agresión neocolonial y llama a los pueblos de América Latina, Asia y África, esto es, el viejo Tercer Mundo, a mostrarle su solidaridad porque su causa es la de la independencia y, se supone, el socialismo.

Pero los tiempos han cambiado mucho. Parte de ese Tercer Mundo que se invoca está ya en el primero al menos en cuanto a potencial militar e industrial, como la China. Además, la amplia difusión de la información en nuestro tiempo hace que sea difícil interpretar el papel de lider invicto en la guerra por la independencia y el socialismo cuando se apalean miles de millones en cuentas e inversiones repartidas por todo el mundo, una fortuna que se ha amasado mediante el latrocinio y la dictadura sempiterna y hereditaria. En definitiva, que las proclamas de este barbián suenan a mofa y chulería.

A su vez la pintoresca coalición enarbola la idea del derecho de injerencia por razones humanitarias, una actitud encomiable en sentido puro pero que se presta a todo tipo de abusos y arbitrariedades siendo la más frecuente la de que se invoque según los intereses de los intervinientes o interventores. Esa crítica que apunta a la instrumentalización de razones morales para enmascarar meros actos de piratería tiene contenido y es necesario responder a ella de modo convincente, no saliendo del paso como sea.

Las operaciones militares de la coalición (de guerra sólo habla Gadafi) se dan en un tablero político muy variable. La OTAN no interviene por expreso deseo de Francia que se ha alzado con la iniciativa y ha sido la primera en abrir fuego, secundada por Inglaterra, con exclusión de Alemania por voluntad propia. Es decir, la Unión Europea tampoco ha intervenido. sino que lo hacen los dos principales Estados, vencedores en la segunda guerra mundial, con Alemania, la vencida, en segundo plano. La participación de los Estados Unidos y la abstención de Rusia y la China dan las dimensiones de lo que hoy se entiende por "acción europea".

Al pasar de la política a la guerra las necesidades militares se hacen perentorias e impregnan todo cálculo civil. Gadafi ha respondido diciendo que considera el Mediterráneo zona de guerra a todos los efectos. Pero esto parece una de esas baladronadas de los gobernantes despóticos, como la de Sadam Husein anunciando que, si era atacado, se desencadenaría la madre de todas las batallas. La cuestión es la capacidad militar del dictador libio frente a los occidentales que, está claro, es ínfima. Obviamente Gadafi no puede aspirar a ganar la guerra, ni siquiera a resistir mucho tiempo. Le queda, sin embargo, una baza para regresar a la política, negociar su rendición. La idea de que no tiene fuerza negociadora si pierde la guerra olvida que, para que, en efecto, tenga que dar la guerra por perdida es preciso que se invada el país con infantería, que es la única que conquista territorio. Y esta coalición, con la imagen del Irak y el Afganistán en la memoria, sostiene que no piensa invadir Libia con lo cual podrá destruirla, pero no controlarla y menos conquistarla. Nunca estuvo tan claro aquel escéptico dicho de que se sabe cómo empiezan las guerras pero no cómo acaban.

(La imagen es una foto de B.R.Q., bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 18 de març del 2011

Bombardeos humanitarios.

La decisión de intervenir militarmente en Libia se ha retrasado algo respecto a lo que suponía Palinuro en la entrada del 1º de marzo titulada En puertas de la intervención armada, pero ya se ha tomado. En este momento puede haber aviones estadounidenses y/o franceses bombardeando las posiciones de Gadafi. El conflicto libio se ha internacionalizado con la abstención de los rusos y los chinos que, pudiendo pararla, no lo han hecho. Cuando se diga que los gringos han montado otra bronca en otro lugar del planeta, debe recordarse que estuvo en la mano de la China y Rusia evitarlo. Porque en esto, al menos, se diferencia la administración de Obama de la anterior, en que ha ido a buscar el mandato de las Naciones Unidas antes de ejercer de pacificador (como el Colt que conquistó el Oeste) mientras que en la anterior la decisión de invadir el Irak la tomaron dos cuates en una isla con un español al lado ejerciendo de Matamoros. Algo es algo.

El retraso en la intervención armada ha tenido además dos razones de peso. De un lado la diplomacia se ha movido para conseguir el apoyo de la Liga Árabe a las acciones militares contra Libia; lo cual, aunque seguro, lleva su tiempo. De otro, se ha jugado a la posibilidad de que los rebeldes triunfaran y se deshicieran de Gadafi como fuera. Entre tanto se congelaban todos los activos del Padre de la Patria en Suiza, Inglaterra, España y se daba cierto reconocimiento de derecho al Consejo Nacional rebelde. Solo cuando se ha dispuesto del visto bueno de los hermanos árabes y se ha comprobado que los rebeldes no pueden hacer frente a Gadafi, se ha puesto en marcha la maquinaria de la intervención en cuyas consecuencias políticas nadie quiere pensar. Los mandos descartan una invasión por tierra pero, hasta la fecha, nadie ha conseguido controlar un país desde el aire. Hay que ocuparlo.

Tras un primer momento de desconcierto, ya que creía contar con el apoyo de sus aliados occidentales, el lider bienamado del pueblo reaccionó en el frente militar y en el político con muy distintos resultados. En el frente militar ha arrasado a los rebeldes a sangre y fuego. En el político no ha dicho más que disparates. En un primer momento animó a los jóvenes portugueses a alzarse contra su gobierno, lo que puede salir o no pero tiene su lógica. A continuación se comparó a sí mismo frente a Bengasi con Franco frente a Madrid en la guerra civil. Franco no es una referencia positiva en Occidente. Además, aunque Gadafi parece saber algo cuando dice a la población bengasí que es su Quinta columna, en realidad muestra una ignorancia supina ya que Franco tardó casi dos años y medio en entrar en Madrid.

Tampoco la referencia a la Quinta columna remite a ningún tipo de noble sentimiento puesto que el mismo truhán amenazaba con que si los rebeldes no se rendían en horas, bombardearía Bengasi a mansalva, incluida la Quinta columna. Claro que eso era lo que hacía Franco a su vez, si bien este dirigía sus baterías de preferencia a los barrios populares.

El último disparate de Gadafi, rayano en la demencia, es amenazar la libertad y seguridad de la navegación civil en el Mediterráneo. Parece como si, cegado por los dioses, quisiera dar motivos a sus enemigos para aniquilarlo: motivos humanitarios, pues masacra a su población; motivos ideológicos, pues se compara con Franco; y motivos económicos, pues amenaza los negocios.

Mucho peor es el hijo del lumbrera, Saif el Islam, cuyo nombre al parecer significa La espada del Islam y que está de la cabeza como ese nombre indica. Otro que mezcla la vileza moral con la mera estupidez. Por un lado amenaza con que, si triunfan los rebeldes, el siguiente país en ser invadido por oleadas de inmigrantes y por terroristas será Italia, puerta de Europa. Es decir, este joven valor quería vender su inapreciable misión de portero de noche frente a la invasión de los bárbaros, su propio pueblo. Por otro afirma que su padre financió la campaña electoral de Sarkozy, cosa que este niega. Tanto si es cierto como si no, decirlo equivale a ganarse la intervención francesa.

Desencadenada la intervención militar las posibilidades de Gadafi son muy reducidas ya que sus milicias no cuentan con otro armamento que el que él pueda comprar en los países con los que está en guerra. No es fácil encontrar armamento pesado en el mercado civil de armas que se concentra en las armas ligeras y menos lo es enfrentarse con ellas a una invasión.

(La imagen es una foto de B.R.Q, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 7 de març del 2011

¿Qué guerra es esta?

Esta guerra que los europeos nos hemos encontrado a las puertas de casa en un país esencial para el abastecimiento de petróleo y dentro de una región en la que los Estados parecen ristras de petardos que estallan uno después de otro. Una guerra que ha brotado casi por generación espontánea cuando el coronel Gadafi decidió no renunciar al poder como los dos gobernantes anteriores en Túnez y Egipto y se engalló con la oposición. Cerró el ciberespacio, bloqueó internet, clausuró Facebook, silenció twitter y otros inventos de los perros infieles y empezó a bombardear a sus queridos súbditos, esos que lo aman tanto que están dispuestos a dar su vida por él, como él mismo está demostrando a bombazo limpio.

Ojo porque además la guerra es muy contagiosa; es quizá la acción humana más contagiosa; cruza las fronteras como si fuera la peste. Si se contagia al vecino Egipto (en donde se han reiniciado los choques violentos) puede armarse la marimorena, dicho en términos castizos. Si alguien vuela los pozos petrolíferos o hace un estropicio en el Canal de Suez, la crisis puede recrudecerse.

Y ¿de dónde salen estos opositores capaces de hacer frente a la aviación, las unidades de élite y la guardia pretoriana de mercenarios del líder de la Revolución? Porque a Libia le ha pasado lo que al régimen de Franco, que se le estancó la "revolución" y, hoy, 42 años después, sigue pendiente, como decían los falangistas que estaba la revolución nacional-sindicalista: pendiente. De un hilo, supongo. Esos rebeldes parecen tener una base territorial en el Este del país y conforman un grupo vagarosamente étnico, con la miriada de tribus o cábilas de esa zona. Un país que, por lo demás, está desierto excepto en estos dos extremos oriental y occidental, los más poblados, en donde se concentra la extracción de petrólo y gas (sobre todo en el Este) y entre los que se ha declarado una guerra civil, por cuanto los rebeldes han constituido ya un Consejo Nacional que actúa como Gobierno y controlan un territorio apreciable. Lo digo porque en poco tiempo el problema de los europeos y los gringos no va a ser el moral de si y cómo impedir que Gadafi siga asesinando a sus compatriotas sino el muy práctico de si se reconoce a los rebeldes el estatuto de beligerantes.

Aquí la cuestión es si los europeos saben hasta dónde puedan llegar el dictador y sus hijos, especialmente el filósofo que debe de creerse el Marco Aurelio del Islam. Y debieran porque, tras tenerlo bastantes años en cuarentena como un apestado, redescubrieron su civilizado talante y se abrazaron a él, riéndole las gracias de la jaima en la Via Veneto. Y si no lo saben es que los servicios de inteligencia están sobrados de todo excepto de aquello con lo que trabajan. Porque la cuestión es sencilla, aunque aterradoramente repetitiva: ¿tiene Gadafi armas químicas, armas de destrucción masiva? Las del Irak las inventó el terceto de las Azores. Pero ¿y en Libia? A lo mejor hay que preguntar a los israelíes que de estas cosas son los que más saben por la cuenta que les trae.

Curioso resulta también que los rebeldes no invoquen motivaciones religiosas. El integrismo musulmán está aquí clamorosamente silencioso. El único que lo esgrime es el propio Gadafi que sostiene ser el último baluarte que contiene la previsible invasión de europa por las hordas fanáticas. Un discurso que tiene un eco fuerte al otro lado del Mediterráneo en donde contemplan con temor cómo la multitud parece desbordarse y tomar por asalto los puestos avanzados como Malta o Lampedusa.

Ese eco es el que ha llevado a los franceses a declarar una mayor intención de voto a favor de Le Pen y el Frente Nacional que de Sarkozy. Todo el mundo se prepara para lo peor poniéndose ya en lo peor. Esta amenaza del fascismo en Europa es muy distinta en la forma pero no en el fondo de la del militarismo en Asia. La decisión de los chinos de incrementar su potencia militar puede desencadenar una escalada de armamentos en el continente si los rusos, los japoneses y los indios se sienten amenazados. Los japoneses lo tienen más difícil pero no imposible si negocian con los EEUU la plena recuperación de su capacidad militar. La revolución árabe es ya una pradera en llamas y, al tiempo, la chispa que puede incendiar una pradera mucho mayor. Y si el conflicto libio se enquista y el Estado deja de garantizar el orden y la seguridad públicos, retornándose a una forma de estado de naturaleza prehobbesiano pero con alta tecnología, no sería de extrañar que una revuelta de palacio acabe con Gadafi antes de que este acabe con el país.

Lo que está claro es que el famoso dividendo de la paz ha sido una ruina y la llamada Pax americana lo más parecido a una situación de guerra permanente que se conoce.

dilluns, 13 de desembre del 2010

¿Guerra o revolución? La multitud ya está aquí.

Sí, sí, esa multitud de la que hablan los teóricos postmodernos, a la que remontan a los tiempos de Spinoza. La multitud, recuperación de un concepto que permite cerrar el periodo de las clases y, por ende, de la lucha de clases. La clase ya no es sujeto de nada, dicen, ahora es la multitud, esto es, un conglomerado amorfo, de multiple composición y con muy distintas orientaciones vitales. Esa multitud hará la revolución; pero, claro, ésta ya no será a la antigua usanza, con barricadas en las calles y asalto a algún edificio emblemático, como la Bastilla, el Palacio de invierno o el cuartel Moncada. Los nostálgicos de estas formas del pasado ignoran que están viviendo otra época y lo ignoran porque siguen creyendo que luchan por el futuro. Pero no por el futuro de hoy sino por el de ayer. Así que nada de extrañar la situación calamitosa en que se encuentra la izquierda analógica.

La multitud se ha manifestado con motivo del ataque de los Estados, encabezados por los EEUU, al sitio de WikiLeaks y a su fundador, Julian Assange, actualmente detenido a disposición de un juez británico. A los ataques a WikiLeaks con expulsión de sitios y portales ha respondido la multitud mediante la operación Payback con contraataques que han tumbado Amazon, Paypal, un banco suizo y, por unos momentos, la página web del Senado de los Estados Unidos. La multitud está hecha de hackers, cientos, miles, decenas de miles en todo el mundo, que se relacionan de modo absolutamente líquido, que diría Baumann, a través de la página de los anónimos www.anonymous.org que a su vez, según parece, trae causa de otra, 4chan. Son los anónimos los que reividican las acciones. Supongo que se habrá observado la proliferación de máscaras en las manifas por WikiLeaks. Las caretas son el rostro del anónimo. Cualquier puede ser anónimo. Si se entra en su página, lo primero que se recibe son las instrucciones para borrar la IP de nuestro ordenador y navegar sin dejar rastro ni ser detectados. De todas formas esto último ya lo anunciaba Google. ¿Qué más multitud que decenas de miles de anónimos? Tiene una organización con una estructura laxa que además cambia con frecuencia a través de las comunicaciones de los miembros. Esto implica que las decisiones de atacar un sitio u otro y atacar de una u otra manera se toman de modo asambleario y espontáneo, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

Lo importante es que no hay núcleo dirigente, jefatura o dirección. Cualquiera es anónimo. Cualquiera puede haber dejado escritas las siguientes palabras: "Llevo años merodeando en torno a la 'próxima guerra de internet'. No digo que sepa cómo ganarla. Pero digo que ha comenzado". Por eso señala un asesor del Gobierno de los EEUU en asuntos de internet que "los hackers atacan desde la sombra y no temen respuesta alguna. No hay normas de combate en esta guerra emergente"". Suena a teoría clásica de la guerra de guerrillas. A guerra, a revolución. En el ciberespacio y con armas nuevas. Véase el vídeo siguiente, la samba de WikiLeaks. Aparte de poder descargarlo directamente, cabe ir a la página de Sonic disobedience, un evidente juego de palabras con civil disobedience.



Desobediencia civil, eso es lo que más define la actitud de Assange y la de sus seguidores, colegas, amigos. Desobediencia civil, actitud de no obedecer al poder legítimo cuando éste impone normas que el desobediente considera inicuas. Esa acción desinteresada es la que le granjea el apoyo de tantos voluntarios, dispuestos a entrar en una guerra de su lado.

El Gobierno de los EEUU, prácticamente todos los gobiernos, ha perdido la primera confrontación: no ha conseguido acallar WikiLeaks ni frenar el torrente de información de los 250.000 cables. Al contrario, estos se han difundido por el mundo entero; no solamente a los cinco periódicos de referencia sino a los cerca de 1100 mirrors (réplicas) que hay ya en la red. WikiLeaks ha conseguido su objetivo, los 250.000 cables se han extendido por el mundo entero.

Los gobiernos también tienen perdida la guerra de antemano. La multitud está en todas partes, como dice la canción de anonymous, las paredes oyen. En la habitación de al lado puede haber un anónimo. Tu cónyuge puede serlo. Imposible detectarlo. A las tres famosas cosas que no dejan huella (el pájaro en el aire, el pez en el agua y el hombre en la mujer) hay que añadir hoy el internauta en el ciberespacio. La única forma que se me ocurre por la que los Estados y los gobiernos podrían pensar en contraatacar a la multitud en pie de guerra es infíltrándose en ella al amparo del anonimato. Llenarla de algo parecido a los trolls pero no exactamente porque la misión de estos es desconcertar y la de los infiltrados sería la de conducir a la multitud por otro sendero.

Con todo esto es harto difícil porque si el discurso de la revolución y la emancipación es claro y directo. el de la reacción y la sumisión es oscuro y torcido.

(La imagen es una foto de alyceobvious, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 12 de novembre del 2010

Overkill.

Pesimismo generalizado sobre la marcha del G20 reunido en Seúl. Los mandatarios no se ponen de acuerdo en el nuevo problema surgido del llamado "riesgo sistémico", cuya manifestación más evidente es la "guerra de divisas". Vuelvo sobre esto más abajo. Entre tanto la pregunta es: ¿hemos salido de la crisis o no?

Las respuestas son variadas: Francia y Alemania, con tasas de crecimiento previstas para el segundo semestre de 2010 del 2 y el 2,5 por ciento del PIB creen que sí; Gran Bretaña y los Estados Unidos esperan que sí si dan resultado las últimas medidas tomadas en ambos países y, por cierto, de índole muy distinta; España permanece estancada a la espera de que el crecimiento ajeno tire del suyo; Irlanda hace frente a la quiebra, Portugal no anda lejos y Grecia está quebrada. ¿Superada la crisis? En la medida en que el mundo está globalizado, definitivamente, no. Por eso, en parte, el G20 pasa a otro punto de la agenda que se considera capital: la devaluación competitiva de las monedas, la citada "guerra de las divisas".

Llamo la atención sobre la palabra "guerra". Es tradición que el capitalismo resuelva crisis mediante guerras que es donde la destrucción creativa de Schumpeter alcanza su manifestación más plena. Pero héteme aquí que ya durante la guerra fría se pudo comprobar que la guerra "caliente" había dejado de ser una opción realista en virtud de las armas nucleares cuyo empleo por ambos bandos contendientes no dejaría vencedores y quién sabe si supervivientes. La guerra moría por overkill, capacidad excesiva de destrucción.

Si la guerra tradicional, la de ataque, bombardeo, conquista, ocupación entre potencias nucleares no es posible; si no es posible, dicho crudamente, arrasar la China por medios militares, hay que recurrir a otros medios. De ahí la "guerra de divisas" y de ahí que, muy preocupados todos, el G20 lo tome como tema de debate prioritario.

Pero ¿qué o quién es el G20? En realidad una reunión informal de los mandatarios supremos de los países más poderosos del planeta, entre industrializados y "emergentes" ("emergente" es la misma Corea del Sur que lleva camino de convertirse en la 5ª potencia económica del mundo, por delante de Alemania y Francia) que representan más de dos tercios de la población, el 85 por ciento de la producción económica y el 90 por ciento del comercio internacional. Pero una reunión informal. No es un gobierno mundial ni nada que se le parezca y los acuerdos que allí se tomen sólo serán vinculantes de modo voluntario; es decir, no serán vinculantes.

El G20 es una reunión en la que las transacciones y negociaciones son bilaterales o trilaterales, pero no multilaterales. Multilateral (y no necesariamente unánime) será una hipotética decisión final si se toma y con los efectos que tenga una vez tomada. ¿O no se recuerda que ya hace tres o cuatro reuniones se tomó la decisión de acabar con los paraísos fiscales? Y en esas relaciones bilaterales no hay acuerdos: la China y los Estados Unidos se acusan mutuamente de devaluar su monedas para mejorar su comercio. Y ambos tienen razón. O sea, no hay acuerdo. Los Estados Unidos pretenden imponer un tope a los excesos de la balanza comercial pero Alemania (la famosa locomotora europa) afirma que esa es práctica contraria al libre comercio. No hay acuerdo.

Por otro lado Alemania olvida, con el beneplácito de los demás europeos, que la pasada devaluación del euro ha beneficiado su comercio. Porque, efectivamente, cuando se dice que los países del euro hemos perdido ese recurso de la devaluación competitiva, se olvida que, sin embargo, el euro sí puede devaluarse. Lo que sucede es que, al suceder ello, los beneficios de la devaluación van más a los grandes exportadores y menos a los raquíticos.

Es convicción generalizada que la palanca para mover el crecimiento y salir de la crisis es el comercio, las exportaciones, el superávit. En algunos casos, como en los países nórdicos y Francia, la demanda interna es factor importante que se equilibra con el comercio exterior. Pero la idea general es que este último prevalece y por él hay que hacerlo todo, hasta la "guerra", por ahora de divisas.

Cuando aparece la guerra, aunque sea en plan figurado, la situación escapa a toda posibilidad de previsión. En las guerras puede pasar cualquier cosa. De forma que los expertos que no solo no vaticinaron la crisis de 2008 sino que ni la entendieron en un primer momento, ahora tienen ya todas las papeletas para no dar ni una. Pongo un ejemplo solo por fastidiar: ¿qué sucede si la China, el Japón y Corea del Sur entran en un acuerdo de libre comercio, que llevan camino de hacerlo, similar al Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte? Es lo que, con dudas, considera la Cooperación Trilateral ya existente, que convertiría el resultado en la primera potencia económica mundial, algo capaz a su vez de destruir el planeta por overkill productivo.

(La imagen es una foto de KOREA.NET, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 24 d’octubre del 2010

Un héroe de nuestro tiempo.

A estas alturas está ya claro que Julian Assange es más peligroso para los intereses de la gran potencia imperial y sus aliados que el mismo y oculto Ben Laden. Y si detrás de éste hay miles de soldados, mercenarios, cazarrecompensas, agentes dobles y triples y, supongo, rivales que aspiran a sucederle, no es difícil imaginar qué no se habrá ya puesto en marcha para capturar y/o neutralizar al hombre que ha revelado los documentos más secretos de las guerras del Afghanistán y el Irak. O quizá sí sea difícil imaginarlo porque, a la vista de lo que hay, es claro que el establishment de la seguridad de los EEUU y Occidente en general (incluido, claro es, Israel) es capaz de lo inimaginable.

Lo que sí podían hacer y parece que no se les ha ocurrido es acusar formalmente a Assange de terrorista en virtud de la doctrina de Seguridad Nacional de los EEUU, según la cual la guerra contra el terrorismo es de tipo nuevo porque no tiene territorios ni frentes definidos ni los combatientes se identifican formalmente como tales por medio, por ejemplo, de un uniforme. De acuerdo con esto no sólo Assange, cualquier ciudadano es un terrorista potencial. En el caso de Assange se le podría aplicar además la curiosa doctrina penal estalinista de la culpabilidad objetiva, de acuerdo con la cual un reo era culpable de delito por cuanto, aun contra su intención, de su comportamiento se derivaba un apoyo objetivo a la causa del enemigo. ¿Y no ayudan a los terroristas de la Yihad en todas sus manifestaciones las revelaciones de Assange?

El joven científico australiano dice haberse esperado juego sucio del Departamento de Defensa, pero no la acusación de abusos sexuales en un juzgado de Suecia. El asunto tiene, desde luego, toda la pinta de ser un montaje. Pero pudiera ser cierto. En Suecia la justicia no es un cachondeo. Y no hay ser humano perfecto. Si lo fuera sería lamentable para la imagen pública personal de Assange. Pero no empañaría el valor inmarcesible de su hazaña, consistente es revelar los secretos de la guerra del imperio. Robar el fuego, la luz, a los dioses para entregárselo a los mortales, como Prometeo. Prometeo, el héroe filosófico por excelencia, el portador de la máxima de que "la verdad prevalece". Por eso es Assange un héroe de nuestro tiempo. Y si, como Prometeo, ha de pasar el resto de sus días entre crueles tormentos, ello será lamentable, pero seguirá siendo un héroe. Como lo seguirá siendo aunque la asechanza que contra él maquinen los servicios secretos tome otro derrotero.

Un héroe de nuestro tiempo. Oigo emplear mucho por ahí, sobre todo entre la izquierda, una terminología belicosa. Hay quien habla de trincheras y dice estar en lucha permanente y en batalla contra el enemigo. Pero todo el rastro que queda de esas lides ciclópeas son parrafadas en los comentarios a tal o cual articulo de tal o cual opinante en la guerra digital. La izquierda "transformadora" tiene tendencia a parecerse a la filosofía de la que un pragmático inglés decía que "es una cosa con la cual, sin la cual, el mundo permanece tal cual",. ¡Ah! se dice entonces, es que en el estado de fraccionamiento y atomización de la izquierda, ante la falta de unidad, no cabe hacer nada. Julian Assange es una minoría de uno y tiene en jaque el sistema.

En fin, eso no es lo más interesante. Para mí lo es la posición ética desde la que Assange ha lanzado su ataque a las guerras imperiales y que se resume en su cita de la famosa máxima de Hiram Johnson de que "la primera baja en la guerra es siempre la verdad". No es extraño que la recoja: Johnson era aislacionista y senador progresista de California, progre que dicen por aquí. Lo que Assange quiere es revelar la verdad de la guerra, en lo que se detecta cierta contradicción porque ya ha empezado por decir que es la primera baja en ella.

¿Será entonces que pretende que haya guerras en la que los combatientes digan siempre la verdad? Cualquiera sabe que el bando que diga siempre la verdad en la guerra la perderá. Si hay guerra vale todo, digan lo que digan las Convenciones de Ginebra y, si no vale todo y las Convenciones se respetan, el bando que lo haga perderá la guerra. No estoy inventándome nada. Es doctrina estratégica militar clásica y la consecuencia de la teoría de John Yoo, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de California según la cual, en estado de guerra la prerrogativa del Presidente como comandante en jefe de la Fuerza se expande hasta soslayar las convenciones de Ginebra. El presidente de la prerrogativa en cuestión era Bush jr. y la guerra, la del terrorismo.

Visto el asunto así, pretender que la verdad reine en la guerra es ir contra la naturaleza misma de ésta. Y ya puestos, lo lógico es pedir la abolición de las guerras. Para esa finalidad las revelaciones de Julian Assange son preciosas porque ¿de verdad queremos seguir apoyando dos guerras, la del Afghanistán y la del Irak, en las que se está devastando dos países, saqueando sus riquezas, aniquilando sus culturas, diezmando a su población civil, aterrorizándola? ¿No sería mucho mejor poner fin a esas guerras de inmediato y llevar a sus responsables ante los tribunales?

(La primera imagen es una foto de espenmoe, la segunda de R_SH, ambas bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 23 d’octubre del 2010

El signo del tiempo.

Wikileaks ha cumplido lo que prometió poniendo a disposición del público mundial cerca de 400.000 documentos secretos del Pentágono que contienen una enorme cantidad de información sobre la guerra del Irak entre 2004 y 2009. Aunque no hay nada que no se supiera ya, pues los informes versan sobre tres aspectos de esa guerra que se han venido tratando a lo largo de los años (muertes de civiles, torturas a detenidos y prisioneros y participación del Irán) lo que aportan las filtraciones son los datos concretos, las pruebas empíricas de lo que en aquel país ha estado sucediendo.

Según parece pueden darse por buenos los datos de la denostada Iraq Body Count que cifra en torno a 100.000 muertos civiles el desastre de esta aventura. La mayor parte causados por soldados y policías iraquíes, aunque los estadounidenses no se hayan privado de asesinar a docenas de civiles con los más nimios motivos. Asimismo se demuestra que la tortura no es excepción sino regla y método en todo tipo de centros de detención de las fuerzas iraquíes con las autoridades gringas en pleno conocimiento de los hechos. Igualmente se ve que la injerencia del Irán en el Irak es masiva, como también lo ha sido el hostigamiento yanqui a las milicias chiíes, que son el brazo armado del Irán en la zona.

Lo dicho, nada nuevo, pero contado ahora con todo lujo de horripilantes detalles. Las autoridades estadounidenses y las de algunos otros países, han venido presionando a Wikileaks para que no difunda la información, pretextando la seguridad de las tropas, los aliados y las mismas fuerzas iraquíes. Los informes caerán inevitablemente, dicen las autoridades, en manos del enemigo. Es seguro. Pero eso no ha disuadido a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, de seguir adelante con su proyecto. Al tiempo que toma las debidas precauciones pues con harta razón teme por su vida viendo cómo las gastan los combatientes de la civilización entregó un juego de documentos a los diarios New York Times, The Guardian, Le Monde y el semanario Der Spiegel. España, por lo que se ve, no cuenta, aunque seamos la 12ª patencia mundial; tampoco Italia. El compromiso era que los papeles no verían la luz hasta ayer. Y así ha sido si bien Al Jazeera filtró antes la información y no parece que Wikileaks precisamente tenga mucha fuerza moral para protestar por ello.

En realidad los asuntos de seguridad importan aquí una higa. Lo que importa son otras dos cuestiones una de las cuales encierra el sentido mismo de nuestra tiempo. A saber:

El carácter de la guerra del Irak. Una guerra criminal, absurda, de pillaje por la que habría que enjuiciar a sus responsables, los señores Bush, Blair y Aznar. Se justificó en un primer momento con una mentira de la que los tres, muy probablemente, eran conscientes: la de las armas de destrucción masiva en el Irak. Tras dar la vuelta al país como si fuera un calcetín quedó demostrado que el pretexto era falso si bien los tres incitadores aseguraron que ellos lo habían creído, mirabile dictu, "de buena fe". La justificación recurrió entonces a su texto alternativo: de lo que se trataba era de "liberar" el Irak de un tirano sanguinario e implantar en él la democracia y la modernidad. Ahorcado Sadam, Wikileaks demuestra ahora que de democracia y modernidad en el Irak, nada, que la vida humana vale menos que nada, que las autoridades en cuyas manos queda el país son corruptas y asesinas y que, en definitiva el Irak está ahora peor que en tiempos de Sadam en todos los aspectos, incluido el de los derechos humanos. Y eso ya no tiene vuelta de hoja. Además de ilegal, la guerra del Irak ha sido un fracaso. Sin duda ha mejorado la vida de los señores Blair y Aznar pero ¿merece la pena mejorar la fortuna personal sobre cien mil cadáveres? Parece que sí; depende de cómo sea tu conciencia. En el Irak hay millones de desplazados que lo han perdido todo, pero el neocatólico Mr. Blair se ha comprado una nueva mansión.

La función de la red hoy. Wikileaks, es parte del ciberespacio, navega en la mar océana contemporánea de la red, es descendiente de la venerable abuela Wikipedia, de la dinastía de los "wikis" y cumple con los dos requisitos "wiki": inmediatez y universalidad. La peculiaridad de la casa, el valor añadido, es que se trata de publicar secretos oficiales. Si alguien quiere poner un ejemplo práctico de la tan predicada ventaja de la red de facilitar el acceso universal a la información no se me ocurre nada mejor que la revelación de secretos oficiales. La importancia de lo "wiki" aquí queda clara cuando se recuerda que los Estados suelen abrir la información clasificada a los veinticinco o cincuenta años de producirse. Es la revolución de la red, que va a cambiar la forma de gobernarse (o desgobernarse) el mundo y los Estados que lo componen. Se acabaron las cláusulas secretas de los tratados y la opacidad de la administración. Si los gobiernos quieren dar ejemplo de transparencia y no sólo presumir de ella, lo que tienen que hacer es colgar en la red todas y cada una de las transacciones económicas que hayan realizado y esté realizando. Así no es necesario creerlos bajo palabra y la corrupción habrá desaparecido como por ensalmo.

(La imagen es una foto de Fräulein Schiller, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 26 d’octubre del 2009

El infierno del Irak.

A diez meses de que se retiren definitivamente los gringos del Irak, dos después de que haya comenzado la evacuación de las tropas de las ciudades y a tres meses de las próximas elecciones, la situación en el país empeora por días y vuelve a ser el caos de atentados, destrucción, asesinatos, secuestros, robos, violaciones que ha sido en estos últimos seis años, desde que tres desaprensivos que deberían estar pagando por su culpa, decidieran en las Azores (con la complacencia del untoso señor Barroso, hoy presidente de la resbalosa Comisión europea) que podían invadir y saquear tranquilamente un país a más de diez mil kilómetros de distancia, masacrar a sus ciudadanos, torturar a sus combatientes, violar a su mujeres y demás gratas consecuencias de una guerra de rapiña; que todo eso salía gratis y que se podía presentar al mundo no como la salvajada que era para enriquecer a cuatro sinvergüenzas y para satisfacer el primitivo anhelo de venganza del señor Bush, sino la llegada de la democracia a un soleado país en el que hasta entonces reinaba una odiosa dictadura.

Seis años después el Irak está en ruinas, sus riquezas expoliadas, su patrimonio histórico-artístico esquilmado, su población aniquilada, empobrecida, desplazada, el gobierno no controla el suelo que pisa (como prueban los dos coches bombas de ayer directos contra dos edificios oficiales), han muerto miles de soldados gringos y decenas de miles están heridos, mutilados o destruidos psicológicamente. Una ruina, un desastre, para el Irak, para los Estados Unidos, para el mundo entero.

Entre tanto, los tres sujetos que perpetraron la fechoría no solamente no se arrepienten y no se ocultan debajo de las piedras sino que alguno de ellos, como el señor Aznar, aun gallea por las universidades y gasta chirigotas sobre su mentira de las armas de destrucción masiva para causar este destrozo en los intereses de la humanidad entera.

Los Estados Unidos no pueden ganar esa guerra, como no ganaron la del Vietnam y si el señor Obama ha salido elegido presidente es porque traía un plan para sacar a los chicos de la ratonera desértica. Lo que no está claro es si el plan puede realizarse sin aumentar la catástrofe en que ya está el Irak. Supongo que no y que la retirada de los estadounidenses sumirá al país en un caos al estilo Somalia, con un retorno al estado hobbesiano de naturaleza.

¡Que cara paga la humanidad la codicia, la soberbia, la estupidez de sus gobernantes!

(La imagen es una foto de controlarms, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 21 d’octubre del 2009

La dureza del poder blando.

Presionado por los Estados Unidos y la Unión Europea que se han valido de las Naciones Unidas para efectuar la maniobra, Hamid Karzai ha tenido que dar su brazo a torcer y aceptar las conclusiones de la Comisión de Quejas Electorales según las cuales las elecciones presidenciales del pasado veinte de agosto fueron fraudulentas y deben anularse. En ellas Karzai se había atribuido más del 52 por ciento de los votos con lo que quedaba reelegido presidente. Ahora esa cantidad se ha rebajado a algo más del 48 por ciento y habrá que hacer una segunda vuelta el siete de noviembre próximo.

En teoría es un triunfo del "poder blando" (soft power), consistente en conseguir lo que uno se propone por las buenas, dicho sea de modo abreviado y un poco caricaturesco. Por supuesto el acuñador de la expresión, Joseph Nye, dice que esa forma de poder depende de ciertas características que enumera cuidadosamente pero que podemos permitirnos el lujo de resumir de este modo: por la buenas. Por las buenas parece haber aceptado Karzai lo que se había negado a admitir hasta ayer mismo: que hubo tongo en las elecciones y que había que repetirlas. Lo que sucede es que con un país como el Afganistán, literalmente descuartizado entre los diferentes señores de la guerra, los taliban, las fuerzas gubernativas y las tropas de la OTAN encabezadas por los EEUU, resulta algo absurdo hablar de "poder blando", sobre todo si se tiene en cuenta que los occidentales han hecho saber a Karzai que los futuros planes de la OTAN quedarían relegados hasta que haya un gobierno estable en el país. Dado que su gobierno, estable o inestable, depende más de la OTAN que de sus propios medios, se descubre que el poder blando tiene una sospechosa tendencia a parecerse al duro, aunque sólo sea por omisión.

Por lo demás, ¿qué puede pasar en la segunda vuelta que no haya pasado en la primera? Pues quizá que el fraude sea menos visible y hasta ¿por qué no? que haya menos fraude. Pero nada autoriza a pensar que en las zonas con mayor presencia taliban las gentes puedan siquiera acercarse a las urnas sin que les corten la nariz, las orejas o algo peor. Karzai, de la dominante etnia pastún, tiene ventaja numérica sobre su rival el tazdiko Abdullá Abdullá. La repetición de las elecciones salva la cara del gobierno de Karzai pero dejará las cosas como están.

(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 7 de juny del 2009

El día D.

El presidente Obama ha venido a la celebración del 65 aniversario del día D, el desembarco en la playa de Omaha en Normandía, que abrió el segundo frente y selló el comienzo del fin de la segunda guerra mundial. Escenas muy solemnes y emotivas y discursos sentidos y trascendentales. No obstante, con el paso del tiempo, las cosas tienden a enredarse, los significados, unos a hipostasiarse y otros a oscurecerse y hasta perderse y, al final, nos encontramos con situaciones cuya verdadera interpretación requiere algunas consideraciones previas. En este caso:

Esa idea que se desliza en los discursos del señor Obama y otros de que el desembarco de Normandía en 1944 fue el turning point en la guerra y que a los soldados que allí desembarcaron se debe que se ganase la guerra no es correcta. La guerra ya la habían perdido los alemanes en Stalingrado ante los soviéticos. Fue el ejército ruso el que venció a Alemania. Y, por cierto, mientras lo hacía, la Unión Soviética no se cansaba de pedir a los angloamericanos que abrieran un segundo frente en Europa que aliviase la presión alemana sobre el frente del Este. Pero los aliados no lo hicieron, tardaron más de un año en organizar el desembarco de Normandía que, efectivamente, obligó a los alemanes a dividir sus fuerzas, y sólo lo hicieron cuando comprendieron que la guerra, de hecho, ya la habían ganado los soviéticos que ahora amenazaban con ocupar ellos solos Alemania. Dicho se sea sin menoscabo alguno para la importancia de la operación del Día D y el heroísmo de quienes tomaron parte en ella.

En las celebraciones están ausentes los alemanes y los italianos puesto que ellos no participaron en el desembarco sino que eran el motivo por el que el desembarco se había producido. Pero sí están los franceses cuya participación en el esfuerzo de guerra contra Alemania, con ser muy apreciable simbólicamente, no era digna de consideración desde el punto de vista material. Son las ironías de la historia.

De los derrotados europeos en aquella guerra, Alemania e Italia, hemos sabido también muy acordemente con los estereotipos que sobre ellos rigen. La señora Merkel ha acompañado al señor Obama a visitar el campo de Buchenwald, prueba y testigo de aquella maldad. El señor Berlusconi anda peleando en Italia para que no se conozcan sus aficiones privadas de vejete millonario libidinoso y no se sepan sus corruptelas y sus costumbres de invitar a otros ancianos prebostes con cargo al erario público italiano a esta orgías con ninfas. Como si el tiempo no hubiera pasado y aquí tuviéramos de nuevo al emperador Calígula en su villa de Capri rodeado de efebos y sirénidos.

Es una forma italiana de celebrar el día D, distinta de la de los serios y esforzados protestantes del norte, incluido el afroamericano.

(La imagen es una foto de army.mil, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 26 de maig del 2009

Paralelo 38.

La nueva histeria en las cancillerías se llama prueba nuclear en Corea del Norte. El régimen político parece sacado de una película anticomunista de Hollywood pero, al parecer, en serio. Kim Jong Il, sucedió a su padre, Kim Il Jong, marxista convencido, y piensa dejar en su lugar cuando fallezca a su vez a su hijo Kim Jong Il (junior). Qué tenga esta peculiaridad que ver con el materialismo histórico en su vertiente leninista y estalinista que prevalecen en Asia es un misterio. Como es lógico, pues estamos en Asia.

En todo caso, Corea del Norte es el último país que salió dividido de la guerra y la guerra fría. Los otros fueron Alemania y Vietnam. Ambos se han reunificado pero no así Corea que sigue dividida a lo largo del paralelo 38. Aquello fue una guerra en la que algunos vieron el comienzo de la tercera mundial, a sólo cinco años del fin de la anterior, una guerra en la que se enfrentaron a tiros algunos aliados de la segunda mundial, en concreto, los Estados Unidos y la China que acabó entrando en el conflicto entre Corea del Norte y las tropas de la ONU, que ya por entonces se usaba a la ONU para defender políticas de país. China iba a favor de Corea del Norte y por ello invadió la península en 1953, enfrentándose directamente con los Estados Unidos a tiros. El ataque chino pilló por sorpresa a los gringos que tuvieron que retirarse hasta el paralelo 38 en donde se hicieron fuertes. Ese paralelo es hoy la frontera entre las dos Coreas. Como el Oder-Neisse fue la frontera entre las dos Alemanias y el paralelo 17 entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. El último vestigio del mundo ya ido de la postguerra en el que se ejemplificaba como en un escaparate el contraste entre los dos modos de producción, el socialista y el capitalista. Corea del Sur es una potencia económica y Corea del Norte no existe a esos efectos.

El conflicto (de haber uno que está por ver), era entre las dos Coreas. Cuando, al final, en 1953 luchaban de nuevo en el paralelo 38 los EEUU y China nos encontramos con la paradójica y algo ridícula situación de que dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad estaban en guerra entre sí. Luego, el conflicto se estancó o congeló en el paralelo 38. Hasta hoy.

La peculiaridad de la situación es que se trata de un conflicto nuclear. Si no se consigue que Corea ponga fin a sus incursiones en territorio de armas de destrucción masiva, puede haber una escalada en la zona. Movida por un sentimiento de inseguridad. Quizá Japón y Corea del Sur se embarquen en programas nucleares. Japón tendría que reformar la Constitución de 1946, o Constitución "McArthur". Y no hablemos de lo que pase con Irán en donde viven pendientes de qué sucede con Corea del Norte, puro "eje del mal". El Consejo de Seguridad condena el ensayo nuclear coreano. Si no hay intensificación de las sanciones, el régimen no se sentirá hostigado.

De hecho, toda la política exterior estadounidense basada en la idea del desarme nuclear total que había comenzado con el START I y START II, queda ahora en entredicho. Si países como Irán y Corea pueden hacerse nucleares, toda la justificación de START I y II se viene abajo y hay que inventar un concepto nuevo en las relaciones internacionales de la época global.

dilluns, 23 de març del 2009

Tutti a casa.

En 1960 se estrenaba una extraordinaria película de Luigi Comencini interpretada por Alberto Sordi, Eduardo de Filippo y Serge Reggiani entre otros llamada Tutti a casa. Después del armisticio en 1943, el ejército fascista italiano se desmorona y comienza la desbandada al grito de ¡todos a casa! El subteniente Alberto Innozenci (Sordi) y el soldado Ceccarelli (Reggiani) tienen que cruzar Italia de Norte a Sur en medio de los combates entre guerrilleros, alemanes, italianos de la República de Saló y estadounidenses, y la historia es un prodigio de delicadeza, humor, drama y hasta tragedia en aquella locura del crollo.

La cómica seriedad con que la ministra Chacón (que debe de creer que lo suyo es hablar con el adusto porte de un dragón de la Reina) soltó lo de "Misión cumplida. Volvemos a casa" me trajo la peli de Sordi a la memoria. En 1960 la señora Chacón no había nacido y da la impresión de que en 2009 acaba de hacerlo porque, al margen de que uno pueda pensar que el repliegue de Kosovo sea correcto, el modo de anunciarlo ha sido una chapuza peor que la de la peli de Sordi y sin sus elementos dramáticos.

Por lo visto la señora Chacón ignora que, cuando se está en una alianza militar, hay que consultar antes con los aliados las decisiones estratégicas, so pena de quedar uno como un auténtico lunático. Ignora asimismo que las decisiones militares con repercusión internacional han de coordinarse con el Ministerio de Asuntos Exteriores so pena de quedar como un pirao.

Esos inconvenientes, que ya le han señalado los periódicos son, sin embargo, menores. Lo verdaderamente grave, lo rayano en la estupidez o en algo peor, es el catástrófico efecto que esta atolondrada decisión tiene retrospectivamente sobre la de retirar las tropas del Irak hace cinco años porque ahora cabe decir que aquella no fue una seria medida política que devolvía a España su dignidad sino que los españoles son así: volubles, inconstantes, gentes de las que no cabe fiarse porque, sin previo aviso, dan la espantada en las acciones comunes.

He oído que esta señora puede ser la próxima presidenta del Gobierno de España. Madre mía.

dilluns, 16 de març del 2009

Imágenes de la guerra.

El último número de la Revista de Historia Social (nº 63, Fundación Instituto de Historia Social del Centro de la UNED de Alzira-Valencia, 2009) es semimonográfico sobre un asunto novedoso que encuentro de gran interés, esto es, el uso de la información fotográfica y cinematográfica para las tareas del historiador, su condición de documentación historiográfica. El tema se aborda en cuatro estupendos ensayos, uno sobre foto y cine en la guerra civil española, otro sobre el cine en la documentación del Holocausto, un tercero sobre las películas que rodaron los soldados cineastas amateurs franceses durante la guerra de Argelia y el último sobre cuatro películas independientes rodadas por autores "incrustados" en las tropas estadounidenses durante la última guerra del Irak. El número incluye otros artículos de los que también comentaré alguno.

Rafael R. Tranche, (Una nueva mirada: aspectos técnicos y estilísticos de la fotografía y el cine documental durante la Guerra Civil española) sostiene que es en la guerra civil española cuando cabe datar el origen del fotoperiodismo, como puede probarse estudiando el modo en que los adelantos técnicos de la fotografía influyeron en esta materia. En la contienda los medios técnicos eran muy limitados así como la difusión de las obras y aunque había ya cine sonoro apenas se empleó por las dificultades de registro del sonido. Las actividades más frecuentes fueron los noticiarios (p. 83). Lo más característico de los reportajes es el cambio de la relación del fotógrafo con el tiempo del relato. El ejemplo más legendario, la famosa foto de Capa del miliciano abatido en Cerro Muriano (p. 90). Fueron muy importantes las innovaciones en cámaras que se hicieron portátiles (p. 91) y los avances en las emulsiones fotográficas (p. 94). Los noticiarios tienen un aspecto más estático y como más "après le coup", sobre todo en el bando de los sublevados que el autor llama "nacionales" ignoro por qué como no sea porque es el nombre que ellos se daban a sí mismos para no llamarse "insurrectos" (p. 101). Señala el autor en cambio el carácter distinto de los noticiarios que enviaron los dos corresponsales soviéticos, Roman Karmen y Boris Makasséiev entre agosto de 1936 y julio de 1937 con imágenes que se corresponden en tiempo y lugar con los acontecimientos referidos (p. 106).

Vicente Sánchez-Biosca (Sombras de guerra: las imágenes cinematográficas de la Shoah) es un muy interesente trabajo acerca de cómo ha ido cambiando la forma de dar razón cinematográfica del Holocausto. Primero fue lo que llama "la pedagogia del horror", los documentales que ordenaron hacer los ejércitos aliados que liberaron los campos de concentración y exterminio. Tenían tres finalidades, según el autor: a) culpabilización colectiva alemana; b) formulación jurídica de cargos; c) lo que llama la "bulimia" de la mirada, el suministro al consumo de los espectadores, cosa que ilustra con una cita de Susan Sontag (p. 117). Un segundo momento es el "film de montaje", a propósito de La última etapa, de Wanda Jubowska, en 1948 sobre Birkenau en Auschwitz y cuya traducción alemana se encargó a Paul Celan (p. 119). Tercero el que llama "vuelco de la memoria" a propósito del proceso de Eichmann en 1961, que fue como un Nuremberg judío (p. 120). El cuarto, el melodrama con la serie Holocausto (p. 123) y La lista de Schindler (p. 124) con su metarrelato. En quinto lugar, el testimonio y el documento con Shoah, de Claude Lanzmann, en 1985, cuyo tema no eran los campos sino la propia Endlösung. Termina con un film de Alain Jaubert que pasó sin pena ni gloria a causa del resplandor de Shoah, Auschwitz. L'album, la mémoire (p. 131).

Jean-Pierre Bertin-Maghit (Jean Pierre, Maurice, Pierre y los demás... Los soldados-cineastas amateurs en la guerra de Argelia) versa sobre la recuperación de los testimonios cinematográficos que dejaron los soldados que hicieron el servicio militar en Argelia entre 1954 y 1962 y que ponen de manifiesto la capacidad del cine para erigirse en lugar de la memoria (p. 133). Soldados-cineastas con cámaras de 8 mm que luego han depositado sus rollos en archivos en donde pueden consultarse (p. 135). No tienen nada que ver con la propaganda cinematográfica del ejército francés, el "arma psicológica" (p. 139), sino que son escenas de la vida cotidiana de los soldados (p. 141) pero que a veces nos conducen a la guerra (cadáveres en las calles, por ejemplo) porque es inevitable (p. 145). El autor ha hecho también un documental, Maurice, Claude, Laurent y los demás...Memorias de soldados (Argelia, 1954-1962), depositado en la INA como filmación de la memoria (p. 146).

Vicente J. Benet (Documentales sobre la ocupación de Irak: relato fílmico, mediación tecnológica y transmisión de la experiencia) hace una referencia a cómo se incorpora el material cinematográfico al método del historiador y dice que hay que atenerse a cinco puntos: 1) el material supone una mediación tecnológica; 2) se inserta en un marco discursivo (como muy bien se sabe en las teorías de los frames en las ciencias cognitivas); 3) tiene determinada articulación retórica y composición narrativa; 4) las condiciones de reproducción y acceso de las imagenes revelan su función social; 5) requieren una determinada valoración como documentos (pp. 150-152). Con esta quíntuple perspectiva examina el autor cuatro películas hechas por cineastas independientes incrustados en las tropas de los EEUU en la guerra del Irak entre 2003 y 2006: Gunner Palace, Occupation Dreamland, The War Tapes y Baghdad ER (p. 152). Sus conclusiones: 1) en la tecnología los filmes dan una percepción espectacularizada de la realidad; 2) en cuanto al patrón discursivo son documentales de guerra aunque desde los new media; 3) en cuanto a la retórica, las formas discursivas son poco dirigistas; 4) producción y acceso: son filmes independientes; 5) la valoración: tratan de dar una lectura emocional y empática de la posición de los soldados (pp. 166-167).

Como se decía, la revista trae otros artículos de los que los dos que me han parecido más interesantes han sido:

Denise Urcelay-Maragnès (Los voluntarios cubanos en la guerra civil española (1936-1939): la leyenda roja) que detecta una cantidad insólitamente alta de voluntarios cubanos en las Brigadas Internacionales que cuantifica en unos 1056, fuera de toda proporción con los de otros países antillanos y de América Latina en general (p. 41). En cuanto a las razones de este fenómeno propone las siguientes: la frustración de las esperanza después de la independencia y la derogación de la enmienda Platt, primero con la dictadura de Machado (1925-1933) y luego con la de Fulgencio Batista (1934-1959) con especial incidencia en la desilusión a raíz del episodio de Ramón Grau San Martín (1933-1934), esto es, la renuncia a la propia revolución y la salida para España (p. 45), conjuntamente con lo que la autora llama "la construcción de nuevas representaciones de España y los españoles" (p. 49) en lo que intervienen: una nueva formulación del panhispanismo, los flujos migratorios, el rechazo a la penetración estadounidense, la idealización de la nueva España en la guerra civil, con la idea de "las dos Españas" y la apelación a "la Raza" (p. 57).

Francisco Espinosa Maestre (Sobre la represión franquista en el País Vasco) quiere dar cuenta de la llamada "excepción vasca" en la represión franquista que ha estado oculta sobre todo en la historiografía nacionalista a base de rehuir las comparaciones con el resto de españa y de emplear hipérboles cuando se trata de cuantificar la represión en las tres provincias vascas que fue mucho menor que en otros lugares de España por que en Euskadi, como dice el autor "los golpistas aplicaron un baremo represor mucho menos riguroso que el que usaron con los demás" (p. 69) y que contradice el concepto de "doble represión" (p. 68). Para explicar el fenómeno acude a varias hipótesis acumulativas: complicidad de muchos sectores de la población con los sublevados y abundancia de personas que avalaban a los detenidos (p. 72), el acendrado catolicismo del País Vasco, con una iglesia católica que cumplió una función muy distinta a la que ejerció en el resto de España en donde animó y hasta colaboró con la represión. Por último, Franco necesitaba la industria del País Vasco y no podía permitirse exterminar la mano de obra calificada (p. 74).

dilluns, 3 de novembre del 2008

La barbarie.

Si quieren Vds. leer una historia espeluznante, vayan al artículo de Lali Cambra en El País del 1º de noviembre, titulado Asha: adolescente, violada y lapidada. Lo que en él se narra es tan indignante e inhumano que uno no sabe qué decir. De hacer ya no hablemos. En el fondo de nuestras conciencias, supongo, todos sabemos que todos somos responsables de lo que nos pase a todos en todas partes, incluyendo a una niña desconocida en un remoto lugar de Somalia. Pero ¿cómo hacer real esa opción moral?


dimarts, 14 d’octubre del 2008

El niño con el pijama a rayas.

¡Qué gran película la de Mark Herman que acaba de estrenarse! Está basada en una novela del mismo título del irlandés John Boyne que no he leído pero pienso leer. Y no porque crea que sea necesario para el mejor entendimiento del film. En absoluto. El film está muy bien como está y no le falta nada. La leeré solamente para revivir una historia tan sorprendente, tan original, tan bella, tan terrible y tan triste. Porque eso es lo esencial de la peli, la historia que cuenta cuya fuerza es tan arrolladora que puede con todo, con la ambientación, la dirección, la interpretación, la banda sonora, el guión y todo. Y conste que la película es muy buena como película; pero es porque la historia que cuenta es extraordinaria. Y ha salido directamente de la cabeza del novelista John Boyne al que han visitado felizmente las musas y le han inspirado eso, una historia magnífica que él ha sabido contar de modo sobrio y sin concesiones, como de modo sobrio y sin concesiones, sin cursilerías, con toda la sencillez, la belleza y la brutalidad de la vida la ha contado el director Herman.

Un alto oficial del ejército alemán, casado con dos hijos (un niño de ocho años, Bruno, el protagonista de la historia y una niña de doce, Gretel) es nombrado comandante del campo de exterminio de Auschwitz en los últimos tiempos de la guerra y tiene que trasladarse allí con su familia. Alemanes, nazis, Berlín, militares, guerra, vida de familia, campo de exterminio, judíos, brutalidades, crímenes, canalladas, etc. No falta nada. Parece mentira que en una historia en la que ya nos conocemos tan de memoria los ingredientes que basta con insinuarlos para que el público nos hagamos perfectamente cargo de lo que se trata, se pueda introducir todavía un punto de vista, una perspectiva tan nuevos y originales que tiñan con otro tinte moral nuestra experiencia de lo que fue la "solución final", la Shoah.

Ese es el ingenio del novelista, el logro magnífico del arte, que nos abruma con un cúmulo de sensaciones nuevas, de experiencias insólitas prácticamente sin decir nada. ¿Creíamos saber mucho de los campos de exterminio porque hemos visto, leído y oído de todo sobre ellos? ¿Pensábamos habernos situado en todas las perspectivas, la de las víctimas, los victimarios, los liberadores, los enemigos, los combatientes...? Siempre hay alguna novedosa, alguna que se despliega antes nuestros ojos atónitos en un paisaje que podríamos dibujar con los ojos cerrados y nos obliga a verlo como si fuera la primera vez que lo hiciéramos, donde todo adquiere dimensiones insospechadas. El punto de vista de un niño. Pero no de una víctima, sino de un niño hijo de victimario en una situación sorprendente y terrible.

Ese golpe de ingenio del novelista nos obliga a rebobinar nuestro discurso más o menos asentado sobre este siniestro periodo de la historia de Europa y a replantearnos muchas cosas: cómo veían el mundo que los rodeaba los niños de ocho años, qué les enseñaban, qué les decían, cómo reaccionaban ellos, como se hacía para vivir una vida de engaños y mentiras con niños que no entienden de los unos ni de las otras. Pero, sobre todo, lo que nos anonada con la fuerza del destino y la fatalidad es el terrible efecto que tiene la fantasía del autor que al final ha jugado con la idea de qué pueda suceder cuando se transgrede la regla de oro de la moral. Y no digo más para no fastidiar a nadie una película tan emocionante.

(La imagen, la cubierta de un DVD, procede de Wikipedia, y está acogida a la declaración de Wikipedia: non-free content por no haber ninguna alternativa libre disponible, servir para ilustrar el comentario y tratarse de una imagen de baja resolución).

dijous, 18 de setembre del 2008

Guerra santa.

Michael Walzer es uno de los más importantes teóricos políticos contemporáneos encuadrado en la escuela comunitarista. Este libro (La rebelión de los santos. Estudio sobre los orígenes de la política radical, Katz editores, Madrid, 2008, 354 págs) que fue su tesis doctoral, se publicó originalmente en 1965, pero hasta ahora no había sido traducido al español. Ahora sí a cargo de doña Silvia Villegas quien no ha hecho precisameente un buen trabajo. La traducción es torpe, literal, desacertada, dificulta la lectura y comprensión del texto y a veces es simplemente de risa. Una lástima porque se trata de un libro profundo, bastante denso y notablemente bien escrito.

El punto central de la obra es que el nacimiento de lo que el autor llama la política radical se da en el periodo anterior a la revolución inglesa del siglo XVII y durante ésta, es decir, un lapso más o menos entre 1580 y 1640. No he visto que defina en parte alguna qué entienda por política radical pero no hace falta: se trata de una política encaminada a provocar una revolución. El grupo responsable de ésta en la inglesa del XVII, los puritanos, son los antecedentes de los jacobinos franceses y los bolcheviques rusos. Eso en cuanto a la intención expresa del libro. Hay también un punto implícito, paralelo al primero que es detectar también en el puritanismo el origen remoto de los intelectuales, de forma que habría que reformular el saber convencional que sitúa aquel en la Ilustración francesa y, más específicamente, en el asunto Dreyfus y Zola para remontarnos a los calvinistas de la época de Cromwell y clérigos puritanos. Coadyuva bastante, aunque Walzer no lo mencione, que fue Samuel Taylor Coleridge quien acuñó el término clerisy para designar a los funcionarios letrados de su tiempo.

Había dos grupos susceptibles de adoptar la ideología calvinista en la Inglaterra Tudor, el clero y la nueva clase de ricos ilustrados. Se daban por entonces cuatro factores favorables al surgimiento de este grupo: 1) la separación entre la política y la unidad familiar; 2) la aparición de hombres libres; 3) la consideración racional, amoral y pragmática de los métodos políticos; y 4) la aparición de unidades políticas en gran escala (estados territoriales) (pp. 28-30).

En ese caldo de cultivo se produce la recepción del pensamiento político de Calvino, por entonces gobernante en Ginebra. El autor dedica un brillantísimo capítulo a la ideología (sostiene que Calvino, "hombre práctico con ideas" es ante todo un ideólogo) calvinista del que destaco su propuesta de situar a Calvino entre Hobbes (la legitimidad del poder político depende de que sepa imponerse) y Rousseau (la importancia del control social) (p. 62) en cuanto a la comprensión del orden político "lego", por así decirlo. De ahí pasa Calvino a singularizar la iglesia como un orden político propio establecido para siempre por la palabra de Dios y que no depende de ninguna pauta jurídica. Esa sociedad política eclesiástica (que él materializó en Ginebra mediante el juramento de sus ciudadanos, fiel a sus convicciones pactistas) genera una identidad de creyente y ciudadano o creyente militante que es el origen de la figura del santo que luego dará el salto a Inglaterra, en lucha perpetua contra Satán. Admite Calvino el derecho de resistencia, según la tradición feudal y se opone al tiranicidio, si bien y esto es esencial, lo reafirma bajo la forma de la obligación de aquellos santos creyentes de castigar la impiedad (p. 78).

El calvinismo tiene luego dos proyecciones que Walzer singulariza con particular acierto: los hugonotes franceses y los exiliados ingleses (unos ochocientos en total) en varias ciudades europeas como Zurich o Ginebra de los tiempos de la Reina María Estuardo y por ello llamados "exiliados marianos". La consideración de los hugonotes es una muy inteligente reflexión sobre el pensamiento de Duplessis de Mornay que, como se sabe, pasa por ser el autor de la Vindiciae contra tyrannos, así como Francis Hotman, el autor de la Franco Gallia, esto es, los que nosotros conocemos como monarcómacos. El interés de la muy moderada nobleza hugonote francesa era encontrar una justificación del derecho de resistencia otorgándoselo al clero (p. 94). De otro lado, los exiliados marianos, con John Knox a la cabeza mucho más radicalizados ya justifican la revolución contra el gobernante ilegítimo o tiránico y el tiranicidio como derecho que residencian en cualquier creyente (pp. 122-123). Ésta sería la conclusión radical de la idea calvinista del creyente militante. Preguntado Knox si los súbditos piadosos podían derrocar a un príncipe impío su respuesta simple fue: "si son capaces de ello" (p. 124).

Son los ministros puritanos ingleses, constitutivos de una clase fuerte y definida frente al amorfo clero anglicano y en permanente lucha contra España (contra el catolicismo satánico) los que más hacen por derribar el orden tradicional, constituyéndose en lo que Walzer llama un ejemplo de "intelectuales de avanzada" (p. 137). Se definen en lucha contra los católicos pero coinciden en gran medida con los jesuitas, son los plebeyos de los tiempos isabelinos que se han cultivado y comienzan a colaborar con los caballeros parlamentarios (p. 153). Y cuando empiezan a consolidarse y a vivir del evangelio que predican, una nueva persecución en 1630 los fuerza a un segundo exilio, esta vez a Nueva Inglaterra y no siendo ya ochocientos sino más de veinte mil (p. 157). No es preciso subrayar la importancia de esa emigración a América para la constitución posterior de los EEUU (el autor no hace referencia al hecho) y para el avance de la revolución en la propia Inglaterra a través del intercambio de escritos, panfletos y sermones entre los dos lados del océano. Era Sabine, creo recordar, quien calculaba que en los años de 1630 a 1640 más o menos se habían publicado más de veinte mil escritos de polémica política.

Esta clase puritana lanza un ataque devastador contra el mundo político tradicional centrado en sus tres puntales: la jerarquía, la conexión orgánica y la familia (p. 164). Los santos son igualitarios (hasta Calvino sostenía la jerarquía y Hooker decía que el lugar del Rey era natural); son enemigos de la concepción orgánica de la sociedad, muy propia de los anglicanos, que ellos sustituyen por la metáfora de la "nave del Estado" en donde no cabe olvidar que si la nave es mal dirigida puede darse un motín (p. 195); y desacralizan el concepto heredado de familia patriarcal, como se prueba en las contundentes diatribas de Milton en favor del divorcio (p. 210).

El orden tradicional socavado por la revolución sería substituido por un nuevo mundo basado en la disciplina y el trabajo. Esta nueva disciplina, que abomina del ocio y del teatro (entre otras cosas) se basa en tres métodos definitorios del puritanismo: la vocación, el sistema congregacional y la teoría de la magistratura (p. 226). Es muy relevante de la mentalidad puritana la relación de las personas que vivían fuera de la vocación: 1) pillos, mendigos y vagabundos; 2) monjes y frailes; 3) señores que pasan "el día comiendo y bebiendo"; y 4) sirvientes (p. 232). Es interesante comparar esta lista con la de "parásitos" que redactara Saint Simon unos doscientos años después, que incluía a militares, reyes y nobles y le costó un disgusto. Especial relevancia tiene aquí la función de las congregaciones ya que, como señala Walzer constituyen el núcleo de presión social y vigilancia colectiva de los santos (p. 257).

En el momento en que los plebeyos educados entran en contacto con los caballeros subvierten la concepción heredada de la nobleza (basada en Maquiavelo y el inefable Baltasar de Castiglione) en función de un concepto de caballero piadoso, hombre sencillo en lucha contra las corrupciones cortesanas de Babilonia y Nínive, magistrados cuya vocación política se articula en tres instancias: 1) las elecciones; 2) la organización política; y 3) los "ejercicios" (p. pp. 276-279). Una vocación política que lleva implícita la guerra. La cercanía de los puritanos rabiosamente anticatólicos a los jesuitas se personifica aquí en el hecho de que los primeros beban decididamente en la teoría del guerra justa del jesuita Francisco Suárez (p. 286). Beban en ella, claro, para ir más allá de ella. Suárez jamás tocó el tema de la guerra santa ya que la guerra es asunto eminentemente secular; pero ese es el paso que dan los puritanos y así como la razón de Estado justifica la guerra del Rey, la razón de la religión justifica la guerra de Dios (p. 291). Aquí es donde se corona la obra de Walzer, pues ya tenemos a los intelectuales (la "intelligentsia"), los santos, los clérigos, los hombres piadosos, predicando la guerra santa, el extermino del satánico enemigo y contando para ello con un tipo nuevo de soldado que ya no es el campesino reclutado a la fuerza ni el mercenario, sino un militante, convencido de su intención y con alta moral. Con estos hombres compuso Cromwell su New Model Army, algo por entonces imbatible (p. 293).

Walzer corona su magnífica obra extrayendo una serie de características que entiende se pueden aplicar también a los jacobinos y a los bolcheviques. Juzgue el lector: 1ª) En la transición de una forma de sociedad a otra aparece una banda de "desconocidos" que se consideran elegidos y buscan un nuevo orden; 2ª) se diferencian de los demás por una gran confianza en sí mismos y una audacia sin igual; 3ª) se enfrentan al mundo existente por medio de la guerra; 4ª) su organización adelanta la sociedad que buscan y refleja las necesidades de la lucha; 5ª) al poner en acto la santidad generan una nueva clase de política; 6ª) su función es doble: externamente llevan el ataque final contra el antiguo orden; internamente la piedad y la predestinación son la respuesta que dan a los dolores del cambio social (pp. 334-336).

Walzer señala que el saber convencional hace al calvinismo responsable de prácticamente el conjunto de la modernidad, con especial referencia a la weberiana cuestión del "espíritu del capitalismo" y, por el modo de plantearlo, parece que no coincide gran cosa con ello. Pero sí afirma rotundamente que en él, en el calvinismo y su versión puritana, se encuentra el origen de la política radical de nuestro tiempo. Y tiene razón. Únicamente echo en falta en el libro que no se especifique que el puritanismo ya fue el origen de la política radical en su propio tiempo, dado que, si no estoy equivocado, el autor sólo hace una referencia y de pasada a los levellers (niveladores) de John Lilburne y ninguna a los diggers (cavadores) de Gerrard Winstanley, los dos sectores más radicales del Ejército de nuevo tipo de Oliver Cromwell.