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divendres, 10 de maig del 2013

Sí se puede y se debe.


El otro día asistí a una magnífica exposición del Profesor Francisco Llera sobre la crisis y la desafección democrática en España. Fue una intervención muy elaborada, muy trabajada, magistral, muy convincente y... preocupante por lo que de ella se desprende para nuestro país. Lo resumo mencionando la observación del colega Llera del significado de que las tres instituciones mejor valoradas del último barómetro del CIS sean el ejército, la policía y la guardia civil. Bien para ellas, sin duda; pero mal para todas las demás. Y preocupante por la tendencia subterránea a las soluciones autoritarias que parece delatar.

El desprestigio del sistema es pavoroso. Recojo tres noticias que apuntan en la misma dirección de la portada de El País de hoy. La primera, los sobresueldos de Aznar. Se recordará la bravura con que el expresidente respondió con una querella contra ese periódico por insinuar meses atrás que podría haber recibido dineros irregulares según los papeles de Bárcenas. Ahora no es una insinuación. Ahora es una acusación concreta con fechas y cantidades de la comisión de un posible delito. Supongo que habrá otra querella o alguna declaración pública explosiva. O quizá quede la cosa así, un escándalo más que acumular en la pila de desmanes que parecen haber estado cometiéndose en el partido del gobierno hace mucho tiempo. Porque el caso de Aznar no es diferente del de Rajoy, Cospedal, Arenas, Cascos e tutti quanti que parecen haber estado cobrando sobresueldos a cuenta de una presunta trama de corrupción que asemeja a una administración para el saqueo dentro de la otra administración. No es exagerado decir que el partido que, según Aznar, era incompatible con la corrupción ha resultado ser una especie de asociación de mangantes, dedicados al expolio del común en beneficio propio y de una recua de familiares, enchufados, clientes y empresarios amigos corruptos.

La denuncia del fiscal Pedro Horrach de que el PP está tratando de tapar la corrupción pone de relieve otro aspecto de deterioro institucional gravísimo. Dice el fiscal que cuando el PP no se sale con la suya en los tribunales deslegitima y difama jueces, fiscales y procedimientos. Como si quisiera darle la razón, el PP ha recurrido la decisión del juez Ruz de apartarlo de la causa al argumentar que más que acusación es defensa, acusando al juez y fiscales de prevaricación y otras lindezas. Es obvio que el PP está incordiando todo lo que puede en la labor de la justicia. El problema es que es un partido presidido por Rajoy, quien también preside el gobierno. Se da así la pintoresca situación de que Rajoy presidente del PP se persona como acusación en una causa en la que aparece involucrado y puede aparecer imputado Rajoy presidente del gobierno. Si esto fuera un asunto de psiquiatría, podría hablarse de un caso de desdoblamiento de la personalidad. Al tratarse de política, más nos encontramos con que un presunto mangante trata de encubrirse a sí mismo mediante triquiñuelas legales y fraude de ley. En lugar de dimitir, como correspondería en una situación de honradez y dignidad ordinarias.

Por último, contra todo pronóstico, el gobierno se arrugó ayer y retiró el anteproyecto de ley Wert. Conociendo la soberbia del ministro que comenzó queriendo españolizar a los niños catalanes como si fueran tailandeses y siguió metiendo la gamba en todos los charcos de la educación y la cultura, habiendo visto con qué prepotencia desterró la educación para la ciudadanía y reintrodujo la religión, siendo testigos de la satisfacción del clero que ha alcanzado incluso más de lo que se esperaba está claro que la decisión de retirar la propuesta ha debido de ser muy reñida y muy dura. La excusa es perfilar las previsiones económicas de la LOMCE. La realidad, que el gobierno parece haber sido sensible por primera vez al estado de ánimo encrespado de la calle y, en efecto, se ha arrugado y lo que está haciendo es tratar de salvar la cara de este ministro que es el peor valorado de toda la democracia. Y con razón, por tratarse del más altanero, arrogante a la par que necio de los pésimos gobernantes que ha tenido este país, un epítome de todos los vicios y defectos de la carcunda nacional sin ninguna de sus escasísimas virtudes.

Y lo mismo le sucederá al gobierno con la sanidad y el resto de las reformas profundas, nada equitativas (diga Rajoy lo que diga) y muy injustas. De hecho, la práctica abolición del aborto en contra de la voluntad de una gran mayoría de la población solo es un pasaporte para que el próximo Parlamento, si muestra otra mayoría, se dedique a una labor de intensa derogación. Una labor consistente en restaurar todo lo destrozado por esta agrupación de apandadores, dispuestos a esquilmar todos los bienes del común en su provecho.

En esta situación de deterioro institucional, en que el gobierno actúa de forma autoritaria y la oposición parlamentaria es irrelevante, la oposición extraparlamentaria, la acción popular, demuestra que sí se puede constituirse en los frenos y contrapesos necesarios contra los desmanes y latrocinios del poder. Se puede y se debe.

dissabte, 20 d’abril del 2013

Ciudadanía y Estado del bienestar.

Incluyo un entrevista que me hizo Raúl Pleguezuelo (@Pleguezuelo) a raíz del Foro de las Ciudades que organiza el Ayuntamiento de Fuenlabrada. No sé si consigo transmitir mi idea claramente. Entiendo que nos habíamos acostumbrado a considerar que las conquistas conseguidas en materia de derechos eran irreversibles. Y no lo son. Hay que luchar por ellas.

dissabte, 6 d’abril del 2013

Hablar por no estar callado.

Proclama Rajoy en no sé qué cumbre y lo dice, al parecer, en serio que "Es necesario entender la ayuda al desarrollo como una política de Estado" . El mismo Rajoy que acaba de recortar la partida presupuestaria dedicada a la Ayuda Oficial al Desarrollo en un cincuenta por ciento. Y todos sonríen y le aplauden, cuando ha suprimido la mitad. Será que tiene una idea del Estado como la del vizconde de Italo Calvino: un Estado demediado.

El gobierno se pavonea con un Plan integral de vivienda y suelo que, en realidad dificulta el acceso a las ayudas, de la misma forma que, cuando habla de "racionalizar el gasto", quiere decir suprimirlo. Así pretendía el de Castilla La Mancha racionalizar el uso de recursos médicos: cerrando las urgencias de los pueblos.

El gobierno no iba a tocar las pensiones porque eso, según razonaba un compungido Rajoy, era perjudicar a los más vulnerables, los que ya no tienen una segunda oportunidad. El mismo Rajoy que ha bajado de hecho las pensiones, sosteniendo que las subía y que se ha pulido el fondo de reserva comprando la muy sólida deuda española y pagando las nóminas con lo que queda. Entre lo que se dice y lo que se hace media un abismo.

Cuando un gobierno goza de los ridículamente bajos índices de aprobación y confianza popular de que goza el actual, suele decirse, a título consolador, que le falla la política de comunicación. No es el caso. El gobierno comunica sin parar (no tanto el presidente, quien tiene tendencia al silencio), lo que sucede es que solo comunica mentiras. Comunicar, comunica: trolas. Pero como las suelta con tanto descaro, aunque contradigan la evidencia más palpable, nadie se las traga y de ahí viene la baja valoración de Rajoy y ya no hablemos de sus ministros.

Lo desesperante de esta situación es que la oposición mayoritaria sigue sin hacerse oír, a causa, sin duda, de sus problemas internos. Su valoración, manda narices, es aun inferior a la de Rajoy y su intención de voto ridículamente baja. Esto no tendría mayor importancia si el PSOE articulara una oposición consistente, con alternativas viables, capaces de movilizar a la gente. Pero justo estamos al revés: esa oposición consistente está sacrificada a unos intereses electorales que se ven perjudicados precisamente por la falta de esa oposición. Cerrarse en banda a una reconsideración radical de la cuestión territorial en España y convertirse en firme soporte de la institución monárquica cuando más claro es que no está a la altura de las circunstancias no es configurarse como una oposición visible a un gobierno que hace lo mismo.

La oposición no puede limitarse a los asuntos de corrupción, con todo y ser evidente que hay que acometerlos sin contemplaciones, sino que ha de plantearse en asuntos de principios. De otro modo, ¿por qué se habla difusamente de reformar la Constitución? Verdad es que hay asuntos obvios y urgentes, como blindar constitucionalmente el carácter público de la educación y la sanidad, para que no nos las roben. Pero, además de eso, hay que revisar la planta del Estado, su forma monárquica o republicana y su confesionalidad. ¿Por qué no? ¿No somos capaces de debatir racionalmente los asuntos del común?

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

diumenge, 17 de març del 2013

La destrucción del pacto social.

Desde el principio estuvo claro que la derecha venía a desmantelar el Estado del bienestar en cuanto dispensador de bienes no mercantilizados. Las doctrinas empresariales aplicadas a la administración pública dan dos conclusiones: los servicios deficitarios se cierran; los no deficitarios se privatizan. Así pueden seguir bajándose los impuestos, que es de lo que se trata. El dinero, dicen, está mejor en los bolsillos de la gente. La gente que tiene bolsillos, claro. No hay razón para que los de los bolsillos hayan de financiar un Estado providencia que despilfarra el dinero en cuidarse de los sectores no productivos de la sociedad: los parados, los enfermos, los dependientes, los jubilados. Que cada cual aguante su vela y el capital a la rapiña con la ayuda de los gobernantes corruptos.

No estaba tan claro al principio que, además del Estado del bienestar, el propio Estado de derecho se vería atacado. Las drásticas medidas de recortes se imponen por decreto. El legislativo carece de poder no ya para controlar el gobierno sino hasta para legislar, pues lo hace aquel. No controlado de modo efectivo en la cámara, el Gobierno no se siente en la obligación de dar cuenta de sus actos ante ningún foro. Aplica una doble política de silencio y mentira. El silencio afecta a la corrupción: el nombre de Bárcenas no se pronuncia; no hay declaraciones sobre el problema. Solamente las incidencias procesales. Es como si el gobierno, en este asunto, se despojara de su condición pública y se convirtiera en un ente privado que lucha por sus intereses en los tribunales. Sin ningún lazo entre ambos, sin explicación alguna.

La mentira afecta a las declaraciones institucionales. La última, la información de Rajoy de que el déficit de 2012 es del 6,7% cuando, si no se maquillan las cuentas, resulta ser del 10,2%. El recurso a la mentira es estructural. Rajoy admitió públicamente haberse servido de ella. El valor de los pronunciamientos de las autoridades es nulo porque probablemente serán falsos. El poder confía en que sus medios de comunicación crearán, como hacen, el clima de opinión capaz de admitir la mentira como forma de expresarse de aquel. Es lo de "son todos iguales",  "la clase política" y otras falacias. En estas condiciones el debate se degrada a extremos inimaginables incompatibles incluso no ya con las convenciones democráticas sino con el mero intercambio civilizado.

Por si fuera poco, el partido del gobierno parece recurrir a la intoxicación de las redes sociales. El descubrimiento de ese llamado lapsus mail demuestra que el PP tiene adiestradas nubes de trolls en las redes a los que adoctrina con argumentarios. Este comportamiento rompe todo criterio de "juego limpio" que es propio del Estado de derecho.

Además del Estado de derecho, el ataque se dirige al mismo pacto que hace posible el orden social. El corralito chipriota lo deja bien claro. El gobierno español recurre por enésima vez a la mentira afirmando que se trata de una buena medida y no puede hablarse de Corralito. No hay inconveniente. Tengo otro nombre para el "impuesto excepcional y extraordinario" chipriota: confiscación. Lo que está claro, a raíz de este atraco por sorpresa del gobierno y la troika, es que la propiedad privada no está garantizada en Chipre. Ni en España en donde, probablemente, el gobierno esté preparándose para meter la mano en el famoso bolsillo de los ciudadanos para hacer lo que hace siempre desde que comenzó esta legislatura: robarles. Si los ciudadanos pueden ser sometidos a exacciones arbitrarias del poder político en connivencia con unos prestamistas extranjeros no solo el Estado de derechs sino el mismo fundamento de la sociedad quiebra al quebrar el carácter sacrosanto de la propiedad privada. Al menos, desde el punto de vista precisamente de quienes perpetran los atracos.

Por supuesto, no habría inconveniente en suscribir una aportación general, popular, para salir de la crisis siempre que esa aportación se hubiera decidido democráticamente, tras deliberación y no por imposición foránea. Pero además, y sobre todo, sería admisible si diera a la gente la posibilidad de controlar aquellos bancos que se ve obligada a rescatar. Si se reconoce que una de las causas de la crisis es la mala gestión de la banca raya en lo estúpido sacarla de la quiebra para dejarla en las mismas manos que la llevaron a ella.

Pero ese no es el criterio de la derecha que acude al célebre principio de socializar las pérdidas y privatizar los beneficios.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimecres, 19 de desembre del 2012

La España líquida.

Mariano Rajoy ha hecho a su modo balance de su año de gobierno. En un acto en Toledo junto a Cospedal y en el Senado. El balance es: la culpa de todo la tiene la herencia socialista (HS). Las medidas adoptadas son muy duras y producen dolor e irritación, pero no hay otras. Es preciso aguantar, tener paciencia. No es posible arreglar en tan escaso tiempo el monumental desaguisado recibido en la HS. Los resultados se verán, retornaremos a la senda del crecimiento y la estabilidad. ¿Cuándo? Hacia 2014. No me pidan milagros. Bastante lo es bregar con la HS.
Nada; no dice nada. Como siempre. Pero lo hace con altanería y soberbia. ¿Fracasado él? Pero, hombre de Dios, ¿no ve usted cómo nos aplauden Draghi y Merkel, o sea, quienes cortan el bacalao y cómo viene la prima de riesgo a comernos en la mano por debajo de 400?
Sin embargo tanto los medios extranjeros como los españoles son testimonios evidentes, palpables, de un estado de descomposición social, de conflictividad, cercano a la anomia durkheimiana. Hay un clima general de excepcionalidad, de ebullición social extendiéndose como la pólvora entre distintos sectores de problación, un descontento creciente que amenaza con una insurrección popular. Y el asunto no se arregla haciendo declaraciones absurdas ni yéndose de cenas, como hace la dirección socialista, a otorgar premios a no sé qué diputados cuando los de su partido están encerrados en las instituciones en defensa de la sanidad pública, en donde debería ella estar.
¿Es que no ven ustedes que la gente se tira por la ventana o se ahorca forzada por la desgracia; que las cajas -administradas, al parecer por verdaderos truhanes- han estafado a miles de ciudadanos, incluidos los afectados por el 11-M a quienes han birlado las compensaciones?
¿No ven que tienen la calle sublevada, en oleada tras oleada de manifestaciones y protestas, del 15-M, los yayoflautas, los discapacitados (y ya es el colmo), los pensionistas; que tienen a los médicos madrileños en su tercera semana de huelga; a los profesores encerrados en los centros?
¿No ven que España se les va entre los dedos como el agua de la fuente? ¿No ven a los catalanistas haciendo el equipaje y preparándose para una confrontación con el Estado que, se salde como se salde, si se produce, será una catástrofe? ¿No les asusta ahora el fantasma de la España rota, tan conjurado antaño? ¿No ven nada? ¿Están ciegos?
¿No ven a Alfon en la cárcel, en una situación altamente irregular, rehén de una concepción del orden público propia de un Estado policía y no de una sociedad democrática? ¿No ven la resistencia social organizándose contra una política de represión destinada a acallar las protestas mediante la arbitrariedad, el hostigamiento, la provocación y, llegado el caso, el uso indiscriminado de la violencia?
¿No ven la fuerte indignación de la ciudadanía frente a las políticas de expolio de los servicios públicos? ¿No ven cómo esa imagen, sea cierta o no, de los gobernantes saqueadores de los bienes del común en provecho de ellos mismos o sus amigos está radicalizando la sociedad? ¿Cómo hasta el normalmente contemporizador y responsable PSOE se siente obligado a anunciar su firme propósito de socializar cuanto privatice la derecha en sanidad?
No, evidentemente no lo ven. Los dos partidos del llamado bipartidismo del régimen, también conocidos como partidos dinásticos no ven nada ante sus mismas narices porque España fluye como un líquido, como un río sin retorno. Pero, en lugar de deslizarse plácidamente, entre feraces y risueñas riberas, discurre ahora tempestuoso, enfurecido, en una zona de rápidos en la que, en cualquier momento, cualquiera puede abrirse la cabeza. O se la abren.
(La imagen es una captura de un vídeo de la página web de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 13 d’octubre del 2012

Asuntos de Estado.

Extraordinaria foto la que publica hoy ,la web de La Moncloa. Grandísimo su valor simbólico. Se reúnen tres estamentos decisivos: a) el ejército, representado en el uniforme del Rey supongo que de Capitán General y la presencia del ministro de Defensa; b) la nobleza, de nuevo porque el del uniforme es Rey y el ministro, noble, segundo hijo de un vizconde y nieto de un Grande de España; c) el poder político, en cierto modo, el estado llano, por cuanto representa casi once millones de ciudadanos. Un poder político, como se ha comprobado, intensamente nacionalista. Falta el clero, el estamento eclesiástico, que en España es decisivo. De encontrarse un obispo entre los presentes, la foto hubiera sido para enmarcarla. En fin puede darse por presente porque en España siempre lo está. Detrás del Rey un guión de alguna unidad militar y detrás de Morenés, un alabardero en uniforme de granadero que probablemente está pensando que se ha quedado sin paga de Navidad.
Los tres semblantes reflejan una historia. El Rey parece estar diciendo "esas cosas no se dicen, Mariano, no fastidiéis, que está esto que arde". Rajoy desvía la mirada y, sin duda, asegura que no le consta que las declaraciones de Wert sean de Wert, ni siquiera le consta si Wert es Wert. Morenés lo mira como si pensara: "Mariano que te pierdes, que nos perdéis a todos."
Asegura El País que el Rey afeó a Rajoy el españolizar wertiano. El diario contrató, al parecer, esos especialistas en interpretación de movimiento de labios a distancia, que son como micrófonos abiertos de control remoto y saben lo que el Monarca dijo al pie de la letra. Pues como si nada. La Zarzuela, ente prodigioso, encargado de moldear (iba a escribir "modular") la realidad a la medida de la dinastía, afirma solemnemente que el Rey no habló palabra sobre Cataluña con Rajoy. Pues estarían hablando del tiempo, pero los caretos dicen otra cosa bien clara.
Y no solo los caretos; la mera realidad. A la misión arbitral y moderadora que el Rey se ha impuesto añade su hijo el Príncipe de Asturias un desafortunado "Cataluña no es un problema" porque no parece darse cuenta de que el solo hecho de decirlo ya prueba que es falso y que Cataluña es un problema. Pero, en fin, el chaval está aprendiendo.
El problema de Cataluña es también el del País Vasco y, en menor medida, el de Galicia. Es decir, es el problema de España, por otro nombre, Estado español, un Estado caracterizado por su planta austracista que nunca consiguió integrarse completamente pues nunca contó con la lealtad incuestionada de todos sus territorios. Ni durante la República, cosa que conviene recordar a la hora de aquilatar esa idea tan frecuente de que una hipotética IIIª República española haría justicia a las demandas particularistas de las regiones/naciones  que las invocan.
La cuestión pura y simple es que quienes acusaban a Zapatero de procurar la ruptura de España aparecen ahora como verdaderos zapadores, dispuestos a imponer su visión apostólica de la nación -de su nación- con ese espíritu de cruzados que ha llevado siempre a España a sus peores delirios, a impedir que la gente se exprese en su lengua, tenga su propia religión o quiera decidir libremente sobre su destino colectivo.
¿Cómo no va a ser cuestión de Estado un volver a las andadas españolas? Los 6.000 asistentes (65.000, según la Delegación del Gobierno español en Barcelona) a la manifa de la Plaza de Cataluña contra la independencia y las docenas de energúmenos con bates de beisbol en Bilbao prueban que ruge la Raza, esa que se celebraba ayer, en las entrañas del Estado. Falta tantico así para que se funde un Amanecer dorado.
Mientras tanto, García Margallo, ministro de Asuntos Exteriores de un gobierno tan intensamente nacionalista que pretende españolizar a quienes no lo estén suficientemente, García Margallo, digo, impartía una teórica en sede parlamentaria equiparando comunismo con nazismo y con ¡nacionalismo! 
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dimarts, 31 de juliol del 2012

Las nuevas taifas


Con la falta de sinceridad y honestidad intelectual que lo caracteriza, Rajoy ha intentado culpar de la crisis a todo el mundo menos a él mismo y su desgobierno. Ha culpado a Zapatero, a la coyuntura internacional, al Banco Central Europeo y ahora lleva una temporada cargando contra la Comunidades Autónomas, a las que culpa de un déficit desbocado y a las que pretende disciplinar de modo cuartelario.
El discurso antiautonómico concita aplauso muy generalizado. En principio, la derecha está en contra de toda descentralización, en la que dice ver un primer paso hacia la desmembración de España. En la izquierda hay un sector jacobino importante que vincula la descentralización española a la tradición austracista, ruinosa para nuestro país y le gustaría ver aplicado el centralismo napoleónico. Por tanto, tirar contra las CCAA es siempre muy rentable y gana muchas simpatías.
Incluidas las extranjeras que sin entender gran cosa de la idiosincrasia española sí perciben que el gobierno central no controla del todo las díscolas autonomías y traduce ese temor en desconfianza acerca de la descentralización.
El régimen autonómico se implantó en su día -es algo trillado a fuer de sabido- para dar satisfacción a las persistentes demandas de autogobierno de Cataluña, el País Vasco y, en menor medida, Galicia, sin crear agravios comparativos a base de la teoría del "café para todos". Como era de suponer, no funcionó y ha dado lugar a una situación de victimismo nacionalista permanente y un cuestionamiento perpetuo de la planta territorial del Estado.
Pero eso no es ahora lo esencial. Prima facie tiene razón Cosme Modolell quien, en su magnífico blog, Notas diversas tiene una entrada del 12 de julio de 2012, titulada El problema es el nacionalismo, no las autonomías que expone muy bien la situación. Lo malo es que esta situación es muy complicada y resbaladiza. Claro que el nacionalismo tiene una considerable parte de culpa en el desbarajuste español por su falta de lealtad a un proyecto colectivo. Pero eso afecta a todos los nacionalismos, en primer lugar, al español, que es el más insoportable, insolidario y fraccionador.
Además, nos pongamos como nos pongamos, con o sin nacionalismo, la descentralización en España presenta de siempre una peligrosa tendencia al fraccionalismo de los reinos Taifas. Y en esto, los adalides son precisamente las derechas cuyo comportamiento al frente de las CCAA que administran es prepotente, disparatado, despilfarrador, enchufista, clientelar, caciquil y muchas veces corrupto. ¿Pues no es cierto que las mismas CCAA que gobernaba el PP son las que ocultaron a los gobiernos españoles (el del PSOE y el del PP) la cuantía real de sus déficit? ¿No es cierto que Camps se condujo como un sátrapa en su territorio y esquilmó la Comunidad Valenciana y arruinó a sus habitantes? ¿No lo es que Esperanza Aguirre cree que Madrid es su feudo y el de sus amigos y parientes, no da explicaciones de sus actos, hace lo que le viene en gana, gobierna con absoluta opacidad y, encima, se permite dirigir acerbas críticas al modelo autonómico español?
Montoro se ha encontrado una sublevación de las CCAA a sus planes de austeridad. Desde luego que la resurrección de las sempiternas taifas es un desastre. Pero más desastre es pretender gobernarlas a golpe de fusta, decreto, Gleichschalgtung hitleriana y, encima, con absoluta incompetencia.
(La imagen es una foto de Miguel MTN en el public domain).

divendres, 27 de juliol del 2012

Todo es ideología.

Hace unos días Palinuro recibió una invitación a un acto de presentación de la revista Geoeconomía, del Instituto Choiseul sobre el tema de La industria del deporte que el malvado piloto enseguida tradujo en El deporte como industria. Al no interesarle el deporte ni como religión, iba a desechar la amable invitación de cuya procedencia ignoraba todo. Pero por último fue en compañía de un amigo, también hombre de negocios, pero honrado y trabajador, y sus respectivas esposas que eran quienes en el fondo habían urdido el plan por la curiosidad de ir a un lugar mítico para los madridistas: el palco de honor del estadio por excelencia o estadio de los estadios como España es nación de naciones.
El acto, muy concurrido, con amplia presencia de medios, mucha foto, autoridades y personalidades de distintos rangos y canutazos a diestro y siniestro, discurrió por las previsibles sendas de este tipo de eventos. Se trataba de vender la idea de que el deporte es buena oportunidad de negocios y que forma parte de la marca España. Allí estaba Espinosa de los Monteros, actual adalid de la tal marca, cuyo nombre, dice Palinuro, no puede ser más chato. En su opinión falta imaginación para sustituir ese trillado marca España por una Marca Hispánica, más castiza y con más mercados abiertos en los Estados Unidos, objetivo de exportación del máximo interés pero en donde la gente cree que España está en al Asia Menor, cerca de Palestina y eso que no se ha enterado que Juan Carlos I es Rey de Jerusalén.
El tono general, bastante conservador porque el Instituto Choiseul es uno de esos think tanks que tiene la derecha en el mundo entero con la tarea de formular doctrina/ideología para preservar la hegemonía neoliberal y neoconservadora al mismo tiempo. Este es francés. Supongo que los franceses, como los españoles, carecen de versión literal aceptable de Think tanks. Chars d'assaut de la pensée suena cómico, igual que carros de combate del pensamiento y Tanks de la pensée, como tanques del pensamiento carecen de sentido. Así que Think tanks, instituciones generalmente feroces en sus demoledores ataques al pensamiento de izquierda o al meramente centrista y a sus ideologías. Este Instituto parece algo más moderado, quizá por ser francés y ese era el tono del por lo demás bastante aburrido acto.
Hasta que saltó un buen hombre, el actual secretario de Estado de Comercio, García-Legaz, quien ha sido y supongo sigue siendo secretario general de la Fundación FAES el think tank aznarino cuyo extremismo, radicalidad, unilateralidad y agresividad lo legitiman para ascender a la condición de Battleship FAES, más acorde con la noble vena marítima de la raza hispánica. El caso es que el joven García-Legaz derramó su entusiasmo de neófito sobre el auditorio y arremetió contra la Universidad pública (confesando de paso que solía hacerlo en universidades públicas, lo cual lo cualifica como moderadamente sádico) a la que descalificó por mala, por no tener ninguna entre las 150 primeras del mundo. Olvidaba decir que él viene de la privada, de Comillas, que tampoco figuran en la clasificación o ranking, como dice él, en recio castellano. El ataque se coronaba con un triunfo: la Universidad pública es un desastre por ser lo contrario del modelo de gestión de las empresas privadas competitivas, la honra y prez de España y su fuente de ingresos, caramba. La empresa española, sí señor. Leo en la determinación de las exportaciones españolas que lo que más exportamos son coches (un 24 % más o menos del total de exportaciones). Coches con patentes extranjeras. No hay una sola empresa española no ya entre los primeros 150 fabricantes de coches del mundo (si los hay) sino entre todos los fabricantes. No hay un coche español en el mundo, así que la marca España de la octava o novena potencia económica se refiere a eso, a España, al deporte, unos equipos de fútbol de ensueño pero que, por desgracia, no se pueden exportar, un banco y docena y media de empresas de obras públicas en diversas partes del planeta. Suena algo bombástico en un continente en el que países más pequeños que España tienen empresas que cubren continentes enteros.
Pero el secretario de Estado de Comercio iba a sentar doctrina, teoría, ideología, el abc de las fantasías neoliberales de los años ochenta y noventa del siglo pasado, de los furibundos ataques al Estado de la revolución neoconservadora de Reagan y Thatcher, que han traído la mayor crisis del capitalismo desde la de 1929 y quizá esté sobrepasándose ya esta fecha como barrera psicológica. Lo malo de estos fundamentalistas del mercado (en realidad, de todos los fundamentalistas, también los del Estado) es que son incapaces de reconocer sus errores. Siempre son culpa de otros pues ellos están en lo cierto y no se equivocan nunca. La única cuestión abierta es si no los reconocen porque no pueden o porque no quieren, cuestión nada irrelevante, pues tiene un matiz moral. Pero, en todo caso, quien no reconoce sus errores no puede remediarlos.
El público aplaudió a rabiar al doble secretario, orgulloso de exponer aquellas antiguallas y lugares comunes con tanta fuerza de convicción. Pero su intervención agrió el acto. Palinuro andaba muy quejoso. Decía estar interesado en las perspectivas de negocio del deporte, pero de eso, en concreto, nadie habló. Mucha marca España pero poca chicha. Me confió que estaba madurando una idea de negocio consistente en crear un santoral de deportistas, pedir permiso a la iglesia -con correspondiente pago de derechos- y representarlos en la mejor tradición de las estampas religiosas, asociando cada deportista a un santo protector. Por ejemplo: "San Sebastián y Francisco Crujientes, oro en arco, te protejan del reuma" o "San Vicente Ferrer y Pedro Hornillos, bronce en natación, te amparen en la mar". Se lo quité de la cabeza.
Por cierto, el estadio Bernabéu, una pasada y el palco de honor, pasada y media.

diumenge, 22 de juliol del 2012

Ese maldito Estado.

Corren hoy los neoliberales desesperadamente de un lugar a otro suplicando la intervención económica de estas o aquellas entidades internacionales. Han protagonizado todas las intervenciones económicas del Estado que gobiernan en todos los mercados del país; han intervenido en los salarios, los beneficios, los impuestos, las subvenciones, los precios, en todo, absolutamente todo. Han intervenido impidiendo que cayeran unas empresas privadas, los bancos, y bloqueando por tanto la acción de la ley de la oferta y la demanda.
¡Cualquiera diría que no hace mucho estos mismos neoliberales despotricaban contra el Estado, su intervencionismo asfixiante, su hipertrofia, parasitismo, anquilosamiento, corrupción, etc., etc.! Sus ideólogos siguen empleando el mismo tono. Los más recalcitrantes no solo exoneran a su doctrina de responsabilidad en la crisis sino que achacan esta a la contraria. O sea, la culpa de la crisis recae sobre el desaforado intervencionismo del Estado, ese Estado del que los políticos neoliberales echan mano de continuo para intervenir en el libre mercado en beneficio de las empresas, especialmente de la banca, que son quienes financian la doctrina. Es patente el carácter ideológico de la teoría, su función puramente instrumental; sirve para decir una cosa y hacer otra. No merece la pena tomar en serio doctrinas que son falsas y justificatorias. No obstante cabe hacer una breve referencia a esa extraña obsesión de los neoliberales con el Estado.
Uno empieza a sospechar cuando cae en la cuenta de que, curiosamente, una gran parte de estos neoliberales, baluartes contra el intervencionismo estatal, adalides de la libertad de los mercados, debeladores de los sempiternos funcionarios, son, a su vez, funcionarios: abogados del Estado, inspectores de Hacienda,  catedráticos de Universidad, fiscales (Gallardón es fiscal), técnicos de la Administración del Estado, etc. La guerra contra los funcionarios es la guerra contra el Estado en general, incluido el estado del bienestar y el de derecho.  Emprendida por unos funcionarios que no tienen inconveniente en atacar la función pública pues saben que no volverán a ella ya que una vez cumplido su mandato, los nombran asesores o consejeros de las grandes empresas que se han beneficiado de sus políticas de desregulación, privatización, etc.
El discurso es: hay que conseguir que el Estado se repliegue sobre sí mismo y el mercado se expanda porque es el ámbito de la libertad. Esa mayor libertad se paga al precio de menos igualdad. No es tarea, dicen, del Estado fomentar la igualdad entre la gente. El Estado no debe tener fines morales sino jurídicos. Para igualdad, basta con la igualdad ante la ley. Luego resulta que esto tampoco es cierto y que ante la ley, como en la obra de Orwell, unos son más iguales que otros. Los escrúpulos que algunos puedan sentir se acallan recurriendo al conservadurismo, que es el hermano gemelo del neoliberalismo, un conservadurismo casi victoriano según el cual la holgazanería engendra la pobreza y esta el vicio y el crimen, mientras que la laboriosidad engendra la riqueza y esta la virtud. En resumen, el pobre lo es por inmoral.
Para la masa, la igualdad ante la ley es suficiente. Esto puede aumentar la necesidad y hacer que se planteen problemas de orden público. Nada que el Estado no pueda resolver con la violencia a su disposición. La ley está para garantizar el orden público y la más absoluta libertad en las transacciones mercantiles. Todo debe depender del mercado que tiene sus mecanismos regulatorios. Pero además de la ley que protege la seguridad del mercado en general, el interior de este la única ley que tolera es la del más fuerte. Hasta ahora los neoliberales han admitido a regañadientes que el Estado interviniera cuando la ley del más fuerte, esto es, la de la oferta y la demanda producía disfunciones graves, cosa que este hacía porque, como reza la leyenda en la cubierta de la famosa edición príncipe del Leviathan de Hobbes, que reproduce las palabras de Jehová al describir a Leviathan: "No hay en la tierra poder que pueda comparársele". (Job, 41, 24).
Pero eso era antes; ahora sí lo hay. Sí hay un poder europeo, un superleviathan, capaz de doblegar el Leviathan español que los neoliberales están encantados de destruir pues es lo que siempre habían predicado. El error consiste en poner a cuidar del Estado a sus enemigos.

dissabte, 14 de juliol del 2012

Los dinamiteros



Que España está intervenida y, en lo que nos dejan, gobernada por un necio incompetente, embustero, presuntuoso y cobarde es la evidencia misma a estas alturas, no lo ignora nadie y menos que nadie quienes lo pusieron en donde está para que les haga el trabajo y mientras se lo haga. De momento no ven razones para quitarlo pues, aunque todas sus decisiones son monumentos a la estupidez, en líneas generales va cumpliendo el programa que le dictan los empresarios y los banqueros a cuyo servicio está: desmantelar el Estado del bienestar a toda velocidad. En cuanto al resto, ya se verá. Su última ocurrencia de estratega de pacotilla es endosarle al Borbón la autoría de la mayor agresión de la historia a la justicia social, llevándolo a presidir el consejo de ministros, cosa a la que el rey se ha prestado bien porque ya no sale en las fotos si no hay elefantes, bien porque -y es lo más probable- no calibra las consecuencias de sus actos. La humillación del monarca es patente en la foto. Que dos botarates que han arruinado un país tengan esperando al rey, muestra la situación a las claras. Pero allá el rey si, como su abuelo, quiere ligar el trono a la suerte de unos políticos corruptos y antipopulares. Es extraño que no lo haya visto el siempre servil ABC salvo que, como quiere el rumor que se extendió ayer por la capital, esté preparándose un golpe de Estado militar que acabaría por hundir España.
Al margen de hispánicas neurosis y tremendismos, en efecto, los recortes del gobierno suponen la destrucción del Estado del bienestar y la involución de España a los años de la pobreza, la injusticia y la emigración.El nombramiento del que da fe la foto de la derecha de Carlos Espinosa de los Monteros como administrador exterior de la marca España abona lo que se viene diciendo y, por cierto, prueba la consideración en que estos aprovechategis tienen al rey, del que dicen que es el primer embajador de España pero ignoran cuando les conviene. El tal Espinosa de los Monteros es un franquista prototípico (fue uno de los últimos nombramientos de Franco), que jamás ha hecho nada productivo en la vida, salvo ocupar cargos de nombramiento político con la tarea de destruir lo público, desprestigiarlo y abogar por lo privado. El pavo es un modelo de la casta de políticos neoliberales, todos ellos funcionarios públicos (como Fraga, como Rajoy, como los Aznar, etc) con la misión de arruinar y dinamitar el Estado desde dentro, al servicio del capital y la gran empresa que posteriormente sabe recompensar sus servicios con puestos rentabilísimos en las grandes compañías que se beneficiaron de sus actividades privatizadoras, expoliadoras y antipopulares cuando eran políticos. 
Es la doctrina neoliberal en estado puro: primero se montan fundaciones con dinero público (estilo FAES; los ladrones jamás arriesgan su peculio) con el fin de desacreditar lo colectivo, criticar el bienestar social como despilfarro y montar seudoteorías económicas más falsas que un maravedí de chocolate como que, si aumentan las rentas de los ricos también aumentan las de los pobres por el efecto trickle down y otras memeces para mentecatos. Con estas teorías montan programas electorales en los que piden rebajar impuestos, suprimir lo público, privatizar, reducir, adelgazar, el Estado, en definitiva, descapitalizarlo y arruinarlo. Ganan elecciones -normalmente haciendo todo tipo de chapuzas y engaños- y destinan a los gobiernos a sus políticos de élite, funcionarios públicos (abogados del Estado, economistas al servicio de Hacienda, inspectores de trabajo, etc) cuya misión es destruir el Estado del bienestar. Cuando, como es inevitable, sobreviene una crisis como la actual, sostienen que el Estado está en quiebra (son ellos los que lo han llevado ahí) y, por lo tanto, hay que expoliar a la población para resolver la deuda que acogota el crecimiento. Por supuesto, la iglesia católica, la grandes empresas y las mayores fortunas no forman parte de "la población". Los paganos son los trabajadores, los parados, los funcionarios (sobre quienes han vertido toneladas de descrédito, ellos, que lo son también), los dependientes, los inmigrantes, los jubilados.
En España la situación es explosiva y, francamente, debiera explotar.
(La segunda imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

dissabte, 2 de juny del 2012

La unión nacional.

Es un tema recurrente en Rubalcaba, que tiene un punto de vista nacional, del conjunto del país y quiere ser de estadista. No ha mucho pedía a Rajoy que ambos hablaran con una sola voz en Europa; es decir, unión nacional hacia el exterior por entender que, en época de tribulaciones, conviene estar unidos para hacer frente a la común adversidad. No interesa la cacofonía que el PP había practicado durante el mandato socialista, descalificando el gobierno de España en todos los foros internacionales. Poco podía sospechar Rubalcaba que ahora la cacofonía se produce dentro del propio gobierno en el que unos ministros contradicen a otros.
Plantea el político socialista también una unidad nacional hacia el interior. Reclama públicamente de Rajoy que se avenga a establecer amplios acuerdos de gobernación del Estado. Queda excluida toda posibilidad de "gran coalición" porque, por un lado, el PP no la necesita dada su mayoría y, por otro,Rajoy no tiene el temperamento de un Churchill al que tanto admiraba su maestro, Fraga Iribarne. Su idea de la nación no es churchilliana, esto es, por encima de la religión, sino tridentina, por debajo de la religión. Si por él fuera, nombraría ministro a algún cura.
Esa obsesión por alcanzar grandes acuerdos nacionales  habla mucho, sin duda, acerca del sentido de la responsabilidad de Estado del PSOE que se resume siempre en el respeto a las instituciones. No hace mucho, con motivo del lamentablñe incidente del Rey con un proboscídeo, la dirección del PSOE puso empeño en dejar claro que el partido es leal a la Corona, esto es, que se trata de un partido dinástico. Un pacto típico sería el que se diera en defensa de la Monarquía. Ahí es donde ya queda claro que el PSOE quiere ser un partido de orden. Lo que sucede es que esta actitud choca frontalmente con la autoconciencia de sectores importantes del socialismo con visión más de izquierda. Y no está nada claro que la insistencia en lo dinástico y la defensa del orden vayan a recuperar para el PSOE una parte importante del voto que se fue, según parece, por no simpatizar con la deriva institucional del partido.
El Partido Socialista de Navarra ha roto la coalición de gobierno con UPN a cuenta de los recortes. Eso está bien y conviene al PSOE juntarlo a la política de la Unión Nacional a fin de que el voto más a la izquierda vea compatible ser de izquierda con reclamaciones de alcance patriótico. A su vez se alzan las voces de quienes niegan la unión nacional en el PP pues dicen que carece de sentido formar unión alguna con quien en la calle se vuelve contra las políticas aprobadas en esa misma unión.
Uno de los datos más significativos de esta situación de falta de entendimiento es que ambas fuerzas mayoritarias, PP y PSOE se acusan mutuamente de haber roto uno o varios consensos de la transición. Sea como sea, la visión de laa transición como consenso ha muerto. La cuestión está en con qué se la reemplaza y cómo. La verdad es que la unión nacional podría llenarse de contenido de hacerse algo parecido a los Pactos de La Moncloa de 1977, algo así como un Pacto Anticrisis de todas las fuerzas políticas, consistente en deponer el debate político momentáneamente mientras se aplican políticas contra la crisis y, en cuanto se haya salido de ella, se abre un proceso de reforma constitucional (que puede ser "total", recuérdese) para reconstituir el espíritu de consenso de la transición en las nuevas condiciones subjetivas, ideológicas.
Lo que se hace así es posponer la batalla final en el seno de la izquierda, aquella que, según predecía Koestler a Crosman a mediados de los cincuenta, sería entre comunistas y excomunistas.
(La imagen es una foto de psoe extremadura, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 18 de maig del 2012

La gran depresión del siglo XXI.

Dentro de cien años los estudiosos de la historia probablemente hablarán de este segundo decenio del siglo XXI como el de la "Gran depresión". Si no lo hacen será porque, tras estos quizá vengan tiempos más aciagos. El destino del hombre está abierto y el resultado de sus actos no suele ser previsible y muchas veces es contraproducente. O quizá porque, para entonces, ya no sea costumbre en la historia identificar la de Europa con la del mundo, bien porque la historiografía se haya hecho universal, bien porque Europa sea en esos tiempos una magnitud desdeñable, un non-entity, que todo puede pasar.
Estaban los occidentales en general y los europeos en particular muy contentos con la marcha general de la civilización mundial que los tenía a ellos como pináculo del progreso, dueños y señores de los destinos ajenos. Tan contentos y satisfechos que se permitían el lujo de aleccionar a los demás (una confusa mezcolanza de países del Tercer Mundo, en vías de desarrollo, en desarrollo, emergentes) acerca de la superioridad de sus pautas morales, el valor del individuo, los derechos humanos, etc. Sostenían asimismo que había alguna relación (si bien jamás estuvo muy clara) entre desarrollo económico, bienestar material y altas pautas morales de convivencia social.
Europa, Occidente, vivía rodeada de sus antiguas colonias y dependencias, luchando todas por sobrevivir, frente a las cuales podía darse la satisfacción de reconocer una deuda moral por los tiempos del colonialismo que ahora se pagaba dignamente por medio de la Ayuda Oficial al Desarrollo.
De repente, en un quinquenio -lo que viene durando la actual crisis cuyo fin nadie se atreve a vaticinar- estas imágenes de la realidad han saltado por los aires. La crisis es occidental, específicamente europea. Las antiguas colonias no la padecen; al contrario crecen a ojos vistas y en su seno apuntan ya verdaderas potencias económicas como la China, la India, el Brasil, etc que suponen una competencia literalmente ruinosa para Europa. Esta no puede hacer frente al nuevo peligro en una situación de postración económica y de ella solamente cree poder salir aumentando la productividad, compitiendo con unos países que prácticamente no tienen gasto social. Este es el porqué del ataque al Estado del bienestar europeo como único modo de restablecer el crecimiento. Hay que recortar gastos superfluos.
El problema es si son superfluos. Desde un punto de vista estrechamente económico (también hay una economía humanista) indudablemente sí. Desde un punto de vista moral no menos indudablemente no. El Estado del bienestar es la cristalización institucional de la conciencia jurídico-moral europea y su desmantelamiento significaría despojar a Europa del fundamento filosófico de su pretensión civilizatoria. Unas sociedades en donde la idea dominante es que los individuos son en realidad mercancías no pueden ir luego a predicar a casa del prójimo la doctrina del valor supremo del individuo y los derechos humanos.
Igual que el movimiento 15-M no es un problema de orden público, sino un estado de ánimo de sectores muy amplios de la sociedad que se manifiesta mediante la oposición en función de criterios morales, quienes defienden el Estado del bienestar defienden la idea del valor supremo del individuo y la función de los derechos. Los dos enfoques pueden mezclarse en uno, la del combate por una sociedad justa. En ese combate las posiciones están muy claras y las fuerzas muy desequilibradas a favor del mantenimiento de una política neoliberal de predominio de los mercados y desaparición del Estado social con absoluta despreocupación por la justicia social, concepto que Hayek considera una aberración incluso moral. Los partidos mayoritarios, las grandes organizaciones financieras, las grandes empresas, las instituciones ideológicas, como las iglesias, los medios de comunicación, las universidades, las fundaciones, todos coadyuvan a esa finalidad. Enfrente aparece un movimiento difuso, desestructurado, espontáneo, horizontal, multitudinario, apoyado por algunas fuerzas minoritarias de izquierda y en parte los sindicatos, los sectores marginales de los medios y en buena medida, la red. Esa lucha está perdida de antemano en términos electorales, en especial porque sus protagonistas no siendo partidistas, no se presentan a las alecciones, así que tendrán que insistir en el camino de la fundamentación moral de su oposición. Es decir, tendrán que recurrir a la desobediencia civil.
A todo esto, Europa sigue siendo un territorio muy peculiar, un ámbito de efervescencia permanente, en el que la historia está siempre pasando tumultuosamente, destruyendo Estados, haciendo nacer otros, cambiando regímenes, alterando sus fronteras. Es también un terreno de debate y experimentación, uno en el que quizá quepan sistemas políticos, equilibrados por una acción multitudinaria inspirada en el recurso a la desobediencia civil. 
(La imagen es un grabado de Paul Klee titulado Encuentro de dos hombres que conjeturan (1903).

dimarts, 15 de maig del 2012

Una cuestión de confianza.

¿Por qué siguen desconfiando los mercados de España si el gobierno muestra por sus dichos y hechos que hará lo que le ordenen? Respuesta sencilla: porque desconfían del gobierno. Desconfían de que el gobierno pueda hacer lo que dice o incluso lo que dice que hace. Ahora se dará cuenta el PP de que sembrar la desconfianza en el gobierno de un país es atacar al país. Exactamente lo que él hacía cuando el PSOE estaba en el "poder" y Aznar parecía el embajador volante de los malos augurios y argumentaba que atacar al gobierno no era atacar a España. Y sí, lo era, como ve ahora la derecha: al desconfiar del gobierno, las consecuencias las paga el país. Y el gobierno actual tiene la inmensa suerte de que no haya un Aznar del PSOE de gira permanente por el extranjero diciendo que Rajoy es un tal y un cual que lleva el país a la catástrofe.
Efectivamente, si los mercados desconfían el país se va al garete. ¿Y de qué en concreto desconfían los mercados con respecto al gobierno? En primer lugar desconfían de que el gobierno pueda imponerse a las Comunidades Autónomas y obligarlas a cumplir el pacto del déficit. Esta desconfianza tiene una base sólida. Son algunas de las CCAA regidas por el PP las más problemáticas, como Valencia y Murcia, sin dejar muy atrás Madrid, a la que se ha venido a sumar Asturias, que ha iniciado una nueva Covadonga. Una gestión de pompa y boato faraónicos unida a un nivel de corrupción asfixiante ha llevado a Valencia a una situación pavorosa. Igualmente, el despilfarro cesarista de Gallardón en el ayuntamiento de Madrid tiene a la ciudad endeudada hasta sus castizas cejas. Ya solo el traslado de la alcaldía de la Plaza de la Villa a ese espantoso tortel indiano del palacio de comunicaciones, aparte de un mal gusto patético, implica una concepción rumbosa del quehacer público que debiera estar penada por la ley porque la pagan los sufridos ciudadanos.
En segundo lugar los mercados desconfían de que el gobierno pueda gobernar, esto es, ejecutar sus políticas. Con razón. Un gobierno bisoño, embriagado por una mayoría absoluta parlamentaria que toma por un cheque en blanco, tiene prisa, quiere ser expeditivo (para mostrarse expeditivo) y resolver los asuntos por la vía rápida, sin perder el tiempo en negociaciones con la oposición o en consensuar algo. Pero eso es muy malo porque encrespa innecesariamente a la oposición que, si se ve ninguneada en el parlamento, acudirá a los tribunales y puede paralizar cuando no frustrar la aplicación de las políticas del gobierno. Es decir, el gobierno da voces pero las cosas no cambian, aunque será bueno que él aprenda que gobernar, hacer política, es negociar, pactar, acordar; no dar voces.
En el ínterin, por ser la deuda una flecha del tiempo, según este pasa la situación se agrava en un círculo vicioso, infernal, griego, en el que la desconfianza agrava la situación y la situación agravada aumenta la desconfianza. De aquí no se sale porque, además, la eficacia de ese círculo vicioso no depende de una voluntad política sino del comportamiento de unos entes imaginarios llamados "mercados".
Todo el mundo deplora que sean los mercados los que gobiernen y pide con denuedo el retorno a la primacía de la política. Pero eso es imposible en los Estados de la Unión que carecen de la soberanía necesaria y es también imposible en la propia Unión porque esta carece de un poder político propiamente dicho. Políticamente hablando, la Unión es un galimatías pues nunca se sabe si la opinión autorizada es la de los órganos comunitarios o la de Alemania o la del eje franco-alemán que, además, no suelen coincidir. Así, mientras los funcionarios del Banco Central Europeo y los burócratas de Bruselas ya dan por hecha la salida de Grecia del euro, la troika comunitaria vincula la entrega del monto correspondiente del rescate (del que ya había sustraído una parte) a la permanencia de los griegos en la moneda común y la canciller Merkel asegura que no dejará marchar a Grecia, cuna de la civilización. (Por cierto, nadie parece tener las ideas claras sobre qué pasará si un país se sale del euro).
En estas condiciones y aunque la perplejidad de Rajoy aumente, no es nada difícil entender que los mercados mantienen la desconfianza porque así hacen negocio con la deuda española. Ciertamente todo el mundo sabe que, si tiran mucho, la cuerda puede romperse. Pero todo el mundo sabe también que los mejores negocios son los que suponen más riesgo.

divendres, 16 de desembre del 2011

Empredadores.

Entre los grandes empresarios españoles y los europeos hay un punto de identidad: todos quieren maximizar sus beneficios. Lo demás, son diferencias. Los españoles tratan de maximizarlos a costa de lo que sea, sin escrúpulos, despojando de sus derechos a los trabajadores si se puede; los europeos no tanto o mucho menos.

Los empresarios europeos empiezan a trabajar y arriesgar con márgenes de beneficios entre el tres y el cinco por ciento; los españoles no se mueven por menos del quince al veinte por ciento. Y garantizados: los europeos arriesgan; los españoles, no. Los europeos invierten en investigación, innovación y desarrollo (i + i + d); los españoles, no. Basta con echar una ojeada a los registros de patentes; en dónde se trabaja bajo licencia y en dónde no.

Los empresarios europeos hacen honor a su nombre y emprenden; los españoles, no. Van a lo seguro (o lo que creen seguro, que tampoco son unas águilas), como el ladrillo; pero no abren líneas nuevas de producción. Un ejemplo: España es el único país europeo importante que carece de coche propio de fabricación nacional. Todo lo que se produce es bajo licencia ajena; hasta el Seat. Y si hay alguna innovación suele ser promovida y amparada con dineros públicos.

Los empresarios españoles parasitan cuanto pueden el Estado del que maldicen, y hacen negocios con el BOE a la vista, refugiados en las subvenciones, los incentivos, las exenciones fiscales, las mamandurrias; los extranjeros, no o mucho menos. Los españoles tienen un poderoso grupo de presión en forma de confederación (CEOE) que disfruta de cuantiosas subvenciones públicas legales y, si pueden, ilegales, pero descalifican a los sindicatos por subvencionados y a los sindicalistas por parásitos. Los extranjeros, no; estos buscan siempre la conciliación con el mundo del trabajo; los españoles buscan la confrontación y la imposición.

Los empresarios españoles ocultan capitales ingentes en paraísos fiscales. El último ejemplo, presunto, por supuesto, el del empresario Iñaki Urdangarín. Los empresarios europeos, que también lo hacen, lo hacen mucho menos y los pillan mucho más. Los empresarios españoles evaden cifras astronómicas de impuestos, miles de millones de euros, según diferentes cálculos, lo cual da lugar a esa indignante situación de que la cantidad media de impuestos que pagan los trabajadores sea superior a la de los empresarios (y profesiones liberales), que es sangrante; los empresarios europeos tienen una mucho mayor conciencia fiscal.

Los empresarios españoles pretenden explotar a los trabajadores, pagarles salaríos ínfimos, despedirlos libremente, negarles seguridades contractuales, sujetarlos a la incertidumbre y mantenerlos indefensos frente a las arbitrariedades de la jefatura. Los empresarios extranjeros, que también tienen esta tendencia, se moderan mucho más. Incluso cuando los españoles piden imitar a los extranjeros lo hacen en detrimento de sus propios trabajadores. La petición de vincular los aumentos salariales a la productividad, como en Alemania, pasa por alto que la productividad es un factor que depende sobre todo de la acertada práctica empresarial; que en Alemania es alta y en España, baja.

En resumen, los empresarios españoles no merecen ese nombre, ni el de emprendedores, sino algún otro, todavía pendiente de formular como se hará cuando quede clara la peculiar peripecia del anterior presidente de la patronal, Díaz Ferrán, experto en concursos de acreedores. No existe un criterio objetivo respecto a qué sea la buena actividad empresarial (la que crea riqueza), a pesar de que hay facultades universitarias dedicadas al estudio de la ciencia empresarial. Tampoco existe, que yo sepa, una escala de categoría y calidad de los empresarios europeos, aunque hoy día se mida el rendimiento de prácticamente todo. No obstante, no es exagerado aventurar que, si existiera, los empresarios españoles ocuparían lugares modestos. Ni siquiera descuellan como financiadores de empresas benéficas o culturales, como podrían hacerlo ya que invierten poco o nada en la modernización de sus negocios. No, no se merecen el nombre de empresarios, al menos en el registro de los ciudadanos a los que la colectividad deba estar agradecida.

A pesar de ello, están todo el día predicando, diciendo a la gente lo que tiene que hacer que es básicamente someterse a sus dictados de explotación. Y lo hacen con pretensiones dogmáticas, haciendo pasar por conclusiones razonables un mazo de topicazos y prejuicios que tratan de favorecer sus intereses y lesionar los de la colectividad. El último ejemplo, el de los irritantes propósitos del jefe Juan Rosell sobre los funcionarios. No es preciso detenerse a demostrar que sus presupuestos y conclusiones son falsos, pues ya lo han hecho voces más autorizadas que la de Palinuro, como la de Juan Torres López, catedrático de Economía aplicada, en un post en su blog Ganas de escribir, titulado En España no sobran funcionarios sino defraudadores y los dirigentes patronales que los encubren.

Como esto no se oculta a los empresarios, conviene indagar los designios por los que hacen tan desconsideradas reclamaciones y que son: a) acabar con los restos del Estado del bienestar, privándolo de personal que lo gestione y aprovechándose de los caudales que así se ahorrarán; b) suprimir el viejo principio de la intervención reguladora y redistributiva de los poderes públicos, vinculado a la idea hegeliana del Estado como incorporación de la eticidad. Nada de eticidad; en la sociedad, que rija la ley del más fuerte; c) eliminar funcionarios y no sólo los de la caricatura de los manguitos sino tambièn en otros órdenes vinculados a la vigilancia de la legalidad en la actividad mercantil, inspectores de Hacienda, abogados del Estado, jueces, fiscales, sobre todo los anticorrupción, etc. A cambio, deben ampliarse los funcionarios de prisiones y los cuerpos de seguridad, para contener a la chusma; d) incrementar el paro -que es el medio ideal de chantaje, casi terrorista de los empresarios sobre los trabajadores- porque permite forzar el descenso generalizado de los salarios y el aumento de las jornadas, hasta llegar a esa situación ideal de una fuerza de trabajo dispuesta a laborar todo el día por nada; e) suprimir la base de seguridad en el empleo de un colectivo que tradicionalmente la ha tenido a cambio de sus bajos salarios y someterlo a la situación de precariedad e inseguridad en que tiene a los trabajadores del sector privado cuando debiera ser al revés, esto es, consolidar y asegurar la posición de estos; f) amedrentar a los trabajadores públicos sometiéndolos a la arbitrariedad de los políticos de turno y restablecer la institución de los cesantes, que tanto propicia el caquisimo y la corrupción, práctica inveterada del empresariado español, como puede verse en el caso de la Gürtel.

En una sociedad ilustrada, avanzada, integrada y moderna, el capital es una relación social (Marx) y la propiedad cumple una función de interés general (Papa León XIII), es decir, la actividad empresarial se hace un contexto de responsabilidad social en el que el conjunto de la colectividad tiene derecho a pedir cuentas a los empresarios del uso que hacen de sus favorables condiciones; porque la propiedad no es absoluta, sino que está sujeta al interés social. Y en el entendimiento, además, de que serán tratados como ellos tratan a los demás y medidos con la misma vara.

Se entiende porqué Palinuro propugna que, así como los empresarios se arrogan el derecho a juzgar sobre la calidad del trabajo y el rendimiento de los funcionarios y los trabajadores en general, la sociedad haga lo mismo con el trabajo de los empresarios. Que si los funcionarios y trabajadores son despedidos, los empresarios incumplidores sean expropiados. Y, cuando delincan, cosa nada infrecuente, que vayan a la cárcel y el Gobierno no los indulte. Es un principio de justicia.

(La imagen es una foto de Izquierda Unida, bajo licencia de Creative Commons.

dijous, 20 d’octubre del 2011

¿Puede la política?

Magnífica iniciativa la de la Fundación Ideas de celebrar la III Conferencia Progreso global en Madrid. Dicen los participantes que la política, si quiere, puede. Es verdad. Pero no es toda la verdad. Porque, ¿de qué política se habla? Si es la política habitual, la interna, la de los Estados más o menos nacionales, la afirmación no es cierta. En un mundo globalizado, con una crisis global, los Estados han perdido capacidad de maniobra, autonomía, soberanía. La política nacional/estatal no puede. Ni siquiera puede la política regional. La advertencia de Angela Merkel de que si cae el euro, cae la UE no es solamente la habitual agorería de esta doña Virtudes, sino una probabilidad desagradable. La crisis no es estatal y tampoco es europea; es global.

Por eso tiene importancia que esta conferencia haya reunido a políticos progresistas de varios continentes. Que haya sido global y progresista y no, como suele suceder, global y neoliberal. El mundo tiene que ver que hay un programa socialdemócrata concreto para vencer la crisis. No ayuda mucho el que casi todos los políticos que participan estén en la oposición y, por tanto, carezcan de posibilidades reales de aplicar en sus países las recomendaciones que hagan en la conferencia, aunque esta situación puede cambiar y, de hecho, está cambiando.

Lo esencial es que esas recomendaciones se hagan, que ese programa tome cuerpo. Entonces la política, llegado el momento, sí podrá. Pero, para que esto suceda, es preciso que las medidas propugnadas sean claras y factibles y las conclusiones que presente Rubalcaba en la clausura también lo sean y no se limiten a consideraciones generales del tipo de "establecer un nuevo liderazgo que sea capaz de construir y promover un futuro progresista, sin dejar a un lado los principales éxitos del pasado".¡Oh, dioses, ya está aquí la "construcción del futuro", como si fuera un chalet! Eso es lenguaje del G-20.

Los líderes progresistas mundiales deben ofrecer una refundación del capitalismo, como la que invocó Sarkozy hace dos o tres años sin la menor intención de acometerla. Refundación del capitalismo con medidas concretas que los socialdemócratas deben acordar: eliminación de los paraísos fiscales, regulación del capital financiero con prohibición de las prácticas fraudulentas como las ventas a corto, establecimiento de una tasa Tobin que los bancos no puedan repercutir en los sufridos depositarios, revitalización del comercio mundial, eliminación de proteccionismos, políticas de crecimiento de corte keynesiano hasta donde sea posible (tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario), prioridad a inversiones en industrias medioambientales y energías alternativas, aumento y mejora de la ayuda al desarrollo, drástica reducción de los gastos militares y, en Europa, más unidad, política fiscal única, bonos europeos y establecimiento de un gobierno económico de la Unión.

Esas medidas no son viables en los marcos estatales. Sólo lo son globalmente. Y eso es lo que Rubalcaba debe evidenciar en las conclusiones. Es una ocasión de oro para que el candidato complete su imagen de político capaz en la arena doméstica con una proyección internacional. Pero que no salga hablando de "construir el futuro", de la "generación del milenio" y otras sinsorgadas de este jaez, sino de lo que todos estamos deseando escuchar: que se va a acabar con el latrocinio, que se va a embridar la codicia de los opulentos, que se va a fomentar el comercio y el crecimiento y se va ayudar a quienes lo necesitan.

Obsérvese que la otra parte no pierde el tiempo con fórmulas vagarosas, sino que va derecha a lo que le interesa. Los empresarios no piden "construir el futuro" (y muchos son inmobiliarios) sino rebajar la indemnización por despido. Estos lo tienen claro. Igual de claro han de tenerlo los progresistas. Llevamos más de tres años intentando salir de la crisis por la puerta falsa. Muéstrese la verdadera.

dimarts, 9 d’agost del 2011

Carta del Papa a los españoles.

Me ocurre como a Rousseau, que soñaba despierto. Y en mi sueño de ayer me encontré esta carta:

Amadísimos hijos en Cristo: a punto de emprender ese anhelado viaje, tercero de mi humilde pontificado, a la tierra del apóstol Santiago, mis pensamientos están con vosotros. La emoción me embarga ante la idea de reencontrarme con ese pueblo que ha dado santos sin cuento a la Iglesia y sigue haciéndolo a medida que vamos canonizando a los mártires de vuestra Guerra de Liberación.

Me dice el cardenal Bertone, mi ministro de Asuntos Exteriores, para que me entendáis, que se escuchan críticas en España por el coste de este viaje apostólico y que algunos grupos masones aseguran que mejor estuvieran los millones de euros camino de Somalia en donde, al parecer, reina la hambruna. Pero, según me informa el cardenal Rouco Varela, vuestro pastor, esos millones, en realidad, servirían para comprar preservativos con los que los africanos seguirían en esa vida de promiscuidad contranatura que, en definitiva, los conduce después a las hambrunas. El modo de resolverlas, pues, no es dando dinero sino quitándolo, según reza el evangelio de Mateo.

Ya sé que Rouco Varela es visto en muchas partes como un clérigo ultramontano y hasta nacionalcatólico. Además se le reprocha que la Iglesia española esté expoliando el común en una especie de reamortización de innumerables bienes públicos. El justo milagro se hace a través de una hábil reforma de la Ley Hipotecaria de los tiempos de aquel gran adalid de la fe cristiana, nuestro amadísimo hijo Aznar. Debéis entender que, con el paso de los años, las almas piadosas que tanto han luchado en nombre de Cristo tienden a endurecerse, a hacerse intransigentes y codiciosas. ¿Qué queréis? Cristo eligió sus apóstoles entre hombres del común y los sacerdotes somos también hombres del común. Con la vejez, nos hacemos avariciosos.

Tengo entendido que hay grupos minoritarios de anarquistas, masones, perroflautas, okupas, antisistema, comunistas, homosexuales, relativistas, ecologistas, ateos y cristianos de base que protestan por mi visita y, si pudieran, la boicotearían. Por fortuna, las autoridades de la católica España están en primera fila para garantizar la seguridad, no de mi modesta persona, que presto estoy al martirio, sino de los millones de jóvenes que, procedentes de todo el mundo, traen a Madrid testimonio generoso de Dios vivo. Tendré ocasión de bendecir personalmente al Rey (que lo es de Jerusalén), al presidente del Gobierno, a algunos ministros y dirigentes políticos, probablemente también a nuestro vicario general parlamentario, José Bono y, desde luego, al aspirante al gobierno, Mariano Rajoy a quien no digo que votéis, pues el Reino al que represento no es de este mundo, pero a quien yo votaría si lo fuera.

Las autoridades no sólo celebran con mundano oropel nuestra visita sino que son muy útiles a la hora de garantizar el derecho del rebaño de Dios a ocupar la ciudad de San Isidro labrador y de reprimir los intentos de las minorías sectarias y diabólicas de impedirlo. La delegada del Gobierno en Madrid ha prohibido la manifestación muy justamente llamada antipapa y le ha ofrecido un trayecto alternativo que no se diferencia mucho del que se solicitaba. Un error que seguramente se debe a su condición de mujer, ser imperfecto. Según el cardenal Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, hombre de recio juicio, lo suyo hubiera sido que el trayecto alternativo consistiera en dar vueltas a la Plaza de Castilla, en honor al protomártir de vuestra cruzada, Calvo-Sotelo, cuya estatua sigue abriendo el paseo de la Castellana. Desconozco el urbanismo de Madrid pero, si lo dice Cañizares, será justo y cristiano.

Bertone me avisa de que ha negociado con las autoridades su apoyo a cambio de mi silencio en asuntos del mundo en vuestro país. Pero esa es una condición de imposible cumplimiento y, por lo tanto, no me obliga ya que el pastor se debe a su rebaño, a vosotros, amadísimos hijos de España, a quienes estoy obligado a tranquilizar y fortalecer en vuestras convicciones sobre el derecho absoluto a la vida y la condena del aborto y la eutanasia que vuestro gobierno radical y homicida promueve. También sobre el derecho de los cristianos a no compartir el sacramento del matrimonio con los homosexuales que, de acuerdo, quizá no sean delincuentes, pero son unos degenerados. Igualmente sobre el control de la natalidad, el anticlericalismo trasnochado rampante, el relativismo de las costumbres y la falta de respeto al clero, al que amplios sectores de la sociedad mira con repugnancia por considerarlo proclive a la pederastia. Una doctrina ésta directamente inspirada por Satanás.

Sé que la capital del reino lleva casi tres meses en una especie de estado de excepción, con cientos, a veces miles de jóvenes por las calles y plazas en el movimiento que llaman del 15-M. Son almas descarriadas que, habiendo perdido a Dios, lo buscan a tientas en la noche oscura del alma. Plegue al Señor iluminar su camino con mi presencia y que se acerquen a la misa solemne que oficiaré a recibir Su gracia. Si no es así, que Él se apiade de ellos. Nos seguiremos incluyéndolos en nuestras oraciones.

Esta Jornada Mundial de la Juventud, tan necesaria para reorientar al camino de la verdad a la juventud en una época de materialismo y libertinaje, supone una gran esfuerzo para la Iglesia en general y la española en particular y, aunque es cierto que, fieles a los votos franciscanos, todos daríamos todo por la evangelización del mundo, aquella atraviesa momentos de dificultad y estrechez a causa de las políticas laicistas del gobierno socialista. Es urgente que colaboremos en el mantenimiento de estas gloriosas jornadas aportando cada uno lo que pueda. En todas partes tendréis puestos convenientemente señalados en los que podréis depositar vuestro óbolo en cualquier moneda convertible. En breve os haré llegar el número de la cuenta corriente en la que pueden hacerse los ingresos y la página web para tramitarlos por la red.

Recibid, hijos, mi bendición apostólica con un paternal saludo

La imagen es una foto de Catholic Westminster, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 7 d’agost del 2011

El Papa y los indignados.

¡Qué buen artículo el de Ruth Toledano en El País del viernes (¿¿¡¡Perdón!!??)! Uno de esos redondos, logrados, que se lee con tanto agrado como provecho y que lo deja a uno pensando. En efecto si, como dice Toledano, la jerarquía instala doscientos confesionarios en el Retiro de Madrid, el límite es el cielo. Doscientos indignados no pueden acampar en la Puerta del Sol, pero doscientos pecadores pueden ocupar un parque público. Porque sí, porque España es católica y los indignados, unos perroflautas.

Ya nadie duda de que la repentina, sigilosa y contundente actividad de las autoridades para despejar Madrid de indignados está movida por el deseo de que la visita del Papa discurra sin incidentes. Es fácil imaginar a Rouco Varela impartiendo órdenes al teléfono a Gallardón, a Aguirre, a Camacho y quizá a Zapatero. Con los primeros no necesita usar mucha retórica; su acendrada devoción ya los ha empujado a poner las administraciones que gobiernan a los pies del Santo Padre con todo tipo de facilidades, privilegios, subvenciones, rebajas y canonjías que pagarán los contribuyentes, les guste o no, sean o no católicos. En cincuenta millones de euros se calcula el coste total del evento. Y me parecen pocos.

Con los segundos el prelado tiene que utilizar sus armas y la primera de todas, el sutil chantaje: si el gobierno no colabora en los fastos, el Papa podría criticarlo en sus prédicas por homicida, anticristiano, disoluto e infernal. Y el gobierno se echa a temblar. Por nada del mundo quiere que Benedicto XVI hable de España, porque ya sabe lo que va a decir. Así que, presa del terror, se lanza a la tarea de reprimir el 15-M; es decir, pacta en la ingenua creencia de que el Papa cumplirá su compromiso de silenciar las críticas. Es no conocer al Papa, ni la Iglesia, ni prácticamente nada.

La Jornada Mundial de la Juventud es una vergüenza en todos los sentidos. Los medios han aireado esa protesta generalizada porque se gasten cincuenta millones en un momento de hambruna en el llamado "cuerno" del África. En efecto, es difícil encontrar algo más anticristiano que gastar el dinero a manos llenas, pero no dar de comer al hambriento. Me temo, sin embargo, que esa crítica sólo nos afecta a los no cristianos. Los otros, al menos su jerarquía, hace ya mucho tiempo que saben que lo suyo es una empresa, una empresa mercantil cuyo producto es la salvación de las almas. Y ¿dónde se ha visto que una empresa se rija por criterios cristianos del evangelio?

Además, la empresa iglesia vende el producto de la salvación de las almas, no de los cuerpos, a los que tiene en tradicional desprecio y, si se apura, tampoco de todas las almas sino solamente de las de los suyos. Así las cosas están mucho más claras y se entiende mejor ese insólito juicio del Cardenal Cañizares de que el problema de hoy no es económico sino que los ciudadanos "se han olvidado de Dios". Sí señor, por encima de la Economía está la Teología. Lástima que este enunciado tenga el mismo valor que el de un fabricante de coches que dijera que el problema es que la gente no compra coches y prefiere ir andando. El problema para el empresario es siempre su empresa.

La crítica justa a ese festival no es la que se refiere a su coste, con todo y ser ésta importante, sino la de la escasa altura filosófica y moral que revela toda la tramoya, que ha llegado a justificarse sosteniendo que la visita papal supondrá tantos y tantos millones de euros. Nada de experiencias místicas, inefables o de la fe: el beneficio. No os quejéis, que todos salimos ganando. Lo dicho, una vergüenza. Estos no son pastores de almas ni nada parecido; son empresarios con un negocio planteado de modo tan abusivo, donde todo sea beneficio y nada coste, que únicamente puede hacerse en connivencia con la autoridad política a la que tiene sometida. Es la alianza del trono y el altar, como siempre.

En el otro lado del problema, los indignados. Hasta ahora han mostrado una capacidad de resistencia que pocos vaticinaban. El empeño de considerarlos como un puro problema de orden público no solamente no lo resuelve sino que genera otros añadidos. El asunto es objeto de debate público incesante. Los comerciantes de Sol se quejan de pérdidas y urgen contundencia en resolver la situación. Eso da alas a la oposición que, como siempre, dispara con todas las armas a la vez, a ver si consigue tumbar a Zapatero. Por un lado, pide al Gobierno junto a IU, en enésima edición de la pinza, explicaciones por la carga policial del jueves, como si fueran delegados del 15-M y representantes de los indignados. Por otro lado, urge al ministro del Interior y también a Rubalcaba que aclaren si están con los indignados o con la policía nacional. Él mismo, qué duda cabe, apoya sin fisuras a la policía y da a entender que quiere que cargue, en representación de los indignados con los indignados, que son muchos, sobre todo entre la gente bien. Por algo está la derecha a punto de ganar las elecciones, porque dice a cada uno lo que quiere escuchar; aunque sea contradictorio.

Naturalmente que el ministro del Interior y Rubalcaba están con la policía nacional; sólo planteárselo indica mala fe o estulticia. Lo probable es la mala fe porque es lo habitual: el gobierno es incompetente, España no puede pagar sus deudas, va a la ruina, o se rompe, o se hunde, ETA está en las instituciones, todo es un desastre y, claro, el ministro del Interior apoya a los delincuentes. Los socialistas no sólo están con la policía nacional; también tratar de entender el 15-M, buscar una respuesta política y garantizar el orden público con respeto a los derechos de todos, incluidos los indignados. Que es mucho más de lo que cabe esperar del modo en que González Pons, por ejemplo, gestionaría el asunto, al estilo de "teníamos un problema y lo hemos resuelto", también llamado "discurso del haloperidol".

En ese estar con la policía al tiempo que se trata de no enconar los ánimos, a veces el compromiso institucional pesa mucho y eso se nota. Dice Rubalcaba, por ejemplo que 200 personas no pueden poner patas arriba una ciudad. Sin duda quiere decir que no deben porque poder es claro que pueden. El problema del enunciado de Rubalcaba está en el número. Esos 200 son el retén de un movimiento mucho más amplio, capaz de seguir echando a la calle a miles más cuando los necesitan. El 15-M es un problema serio para el Estado

Y, digo yo, ¿por qué no invitan los indignados a una asamblea a S.S. Benedicto XVI? Un ejemplo de oro para que éste demuestre que, como discípulo de Cristo, le interesan más las ovejas descarriadas que las que tiene en el redil. De éstas puede ocuparse Cañizares que se le da bien estar en la majada y tocar el caramillo. Sería fabuloso ver al Papa en Sol.

(La imagen es una foto de FaceMePLS, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 6 de juliol del 2011

Los mercados: la razón de la sinrazón.

Una de las quejas más frecuentes de la insatisfacción y la indignación ciudadanas es que los Estados están gobernados por los mercados y no por sus respectivos gobiernos. Por mercados internacionales, entes vagarosos, sin domicilio fijo, sin rostro ni nombre, pero cuyos movimientos, siempre temidos, provocan seísmos económicos y desastres sociales. Si esto es así, se dice, la soberanía nacional y/o popular es una quimera; la del Estado, una ilusión. Y, por tanto, la democracia no pasa de ser una farsa en la que los ciudadanos eligen periódicamente unos gobernantes que no gobiernan nada sino que se limitan a aplicar los dictados de esas fuerzas oscuras pero ampliamente publicitadas en todos los medios de comunicación que se llaman mercados. Si el gobierno es el timón y el gobernante el timonel, los mercados son la mar brava que fuerza los navíos, los Estados, a la deriva. Son los elementos ciegos de la sinrazón.

¿Ciegos? No tanto. Los mercados se mueven por las indicaciones de las agencias de calificación que son los jueces últimos e inapelables del destino de todos los que emiten títulos de deuda del tipo que sea, organizaciones, empresas, Estados...Estas agencias (las tres más importantes son Moody's, Standard and Poor's y Fitch Rating) son empresas privadas cuyo negocio consiste en valorar el crédito de los emisores (lo cual incide sobre el tipo de interés de la deuda) según criterios exclusivos de maximización de beneficios dinerarios. Su peligro reside en que sus calificaciones no son sólo descriptivas sino performativas, en el sentido de que precipitan los problemas que dicen temer. La profecía que se autocumple. Moody's acaba de rebajar la deuda de Portugal al nivel de bono basura, lo que contribuirá en buena medida a que se produzca el desastre que se teme, la necesidad de un segundo rescate. Y Standard and Poor's amenaza con considerar el segundo rescate griego como un impago selectivo, lo que supondría la suspensión de pagos de Grecia. Y en todos los desastres hay gente que hace fortunas.

Con razón estas agencias provocan exasperación pública y no es infrecuente escuchar propuestas de que se las someta a escrutinio económico o jurídico, que se legisle sobre ellas o todo a la vez. La cuestión es sin embargo que operan porque tienen la confianza de los inversores que son muy conscientes de la ventaja que poseen al contar con tan poderoso instrumento de presión. Y que, en principio, sus criterios son puramente de beneficio, sin contaminarse de ninguna noción patriótica, de justicia social o de conservación del Estado del bienestar o de un nivel de vida digno. Los mercados tratan a los Estados como los acreedores a las familias morosas: si no hay dinero para pagar la deuda, se empeñan las joyas de la abuela o se vende la heredad familiar. La esclavitud por deudas está prohibida hace tiempo, pero siempre pueden econtrarse fórmulas. La definición de "esclavitud" no es tajante, como tampoco lo es la de "tortura".

A esta situación hemos llegado por el predominio irrestricto de los mercados que son la manifestación de la racionalidad pura atendiendo a un único criterio: el lucro privado. ¿Qué es lo que hay que escrutar o legislar en materia de empresas privadas que actúan como agentes racionales en un mercado libre? Lo único, como ya ha hecho el Congreso de los Estados Unidos, es ver si hay prácticas ilegales de concertación o conflictos de intereses. Son los acconistas de estas empresas los que más se benefician de sus decisiones pero esto no implica conflicto de intereses. No siendo esto, a los mercados y a las agencias no se les puede exigir que tengan en cuenta factores patrióticos, de justicia social , de solidaridad y que por ello reduzcan sus beneficios. Es de suponer que en épocas de emergencia, de guerra, si se pueda. Pero ésta no es situación de guerra o de emergencia salvo por la que las propias agencias provocan. Lo malo de la sinrazón actual es que es muy racional.

(La imagen es una foto de Publik 15, bajo licencia de Creative Commons).