dijous, 24 de gener del 2019

Las dos almas del independentismo

Venga, va, no todo ha de ser cavilar sobre las grises portadas de los periódicos. Metamos algo de color. No todo sobre la frenética actualidad, sino sobre el reposado pasado, el paso del tiempo, la experiencia. No todo ha de ir en serio o a la brava. Hágase lugar a la broma y el donaire.

Dos almas se observan en el independentismo concebido como proyecto en el curso de un conflicto que metafóricamente (solo metafóricamente, ¿eh?) cabe ver como una guerra. En ella se materializan dos tácticas, correspondientes a las dos almas, que son viejas conocidas de todos los tratadistas de la guerra, desde el venerable Sun Tzu. Una es la de desgaste del adversario, la de evitar la batalla frontal y atacarlo en retaguardia, con guerrillas, hasta propiciar su derrota por agotamiento. La otra es la de presentar batalla en todo momento, sin reparar gran cosa en condiciones materiales, fiada en la audacia del mando y la fuerza numérica y moral de los combatientes propios.

Son dos tácticas distintas en el combate que reflejan dos temperamentos distintos y dos formas distintas de encarar la vida. La primera se llama táctica fabiana, de Quinto Fabio Máximo, Cunctator, el vencedor de Aníbal. La otra carece de nombre convenido, aunque podría llamarse táctica "napoleónica" en virtud de la respuesta de Bonaparte a la cuestión de cómo planeaba las batallas: D'abord, on s'engage; puis, on voit. De entrada, se ataca; luego se mira.

No hace falta ser más explicíto. Las dos tácticas son, desde luego, legítimas. Llamarlas "legítimas" es un poco necio por que son necesarias e inevitables y decir que lo inevitable es legítimo es gastar palabras. Hablar como los políticos.

Son dos puntos de vista, dos temperamentos, fabianos vs. napoleónicos. Los dos tipos ideales que dialogan a lo largo de los siglos: los fabianos triunfan ¿o no es un triunfo derrotar a Aníbal? Los napoleónicos, también ¿o no es un triunfo convertir una revolución en un imperio que difundió los valores revolucionarios por Europa? Sí, dicen los fabianos, pero el imperio napoleónico fue un breve fulgor y, si hablamos de España, ejem, ejem. Bueno, la república que Fabio Máximo salvó tampoco iba a durar mucho. Los reinos, las repúblicas, duran lo que duran. Y, en cuanto a España, en efecto, ejem, ejem.

Lo importante es que esas dos almas del independentismo no solo no se enfrenten sino que se alíen, que se unan en una acción común. La unidad es casi un imperativo categórico. La unidad de la diversidad. Hay quien opina que, sin menoscabo de la unidad de objetivo, la diversidad de procedimientos (caso de las listas electorales) fortalece el proyecto independentista en lugar de debilitarlo puesto que maximiza sus votos. Es una conclusión que contradice una verdad aceptada convencionalmente hace más de 2.500 años: que la unidad hace la fuerza. Sienta el principio Aristóteles al observar que el bronce es una aleación más fuerte y más dura que sus componentes, cobre y estaño.